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Intervención (México DF)

versión impresa ISSN 2007-249X

Intervención (Méx. DF) vol.2 no.4 México jul./dic. 2011

 

Reseña de exposición

 

Una historia elegante: México 200 años. La patria en construcción

 

Carlos Iván Arcila Berzunza

 

Museólogo y comunicador privado, México, larcilaberzunza@gmail.com

 

Resumen

La exposición temporal México 200 años. La patria en construcción, con la que se inauguró la Galería de Palacio Nacional, presentó una revisión de la historia mexicana, cuyo enfoque resultó controvertido, al no poder escapar del entorno político contemporáneo y, mucho menos, si fue planeada desde las instituciones el Estado mexicano, reflejando por ende la visión del actual gobierno federal. Sin embargo, más allá de las disputas ideológicas e intelectuales, y sin la cobertura de difusión y propaganda que hubiera merecido, la muestra logró atraer a un importante número de visitantes que fueron cautivados por la elegante e impactante museografía, la riqueza de la colección, así como la carga simbólica y emblemática de algunos objetos expuestos.

Palabras clave: Conmemoración, historia, polémica, interpretación.

 

Abstract

México 200 años. La patria en construcción, a temporary exhibition, which was inaugurated along the opening of the new Palacio Nacional's Gallery, aimed to revisit Mexican history from a controversial point of view. The exhibition could not detach itself from the contemporary political environment, especially because it was planned by the Mexican State and, therefore, showed the views of its current federal government. Nonetheless, despite ideological or intellectual critics and the lack of widespread coverage, the exhibition attracted large numbers of visitors, who were captivated by the elegant and stunning museography, the richness of the collection, as well as the symbolic content of some of the objects on display.

Keywords: Remembrance, history, controversy, interpretation.

 

Dentro de las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicanas, el 5 de septiembre de 2010 se inauguró la Galería de Palacio Nacional1 con la exposición temporal México 200 años. La patria en construcción que, sin lugar a dudas, en el ámbito histórico fue el proyecto museológico/museográfico más importante y ambicioso emprendido en las últimas décadas en nuestro país.

En primer término, hay que señalar que la muestra ocupó más de 4 000 m2 del emblemático edificio sede del Poder Ejecutivo Federal, con casi cinco siglos de historia, a los que se sumaron 2 000 m2 más, que corresponden a las áreas protocolarias de la presidencia de la República, abiertas por vez primera al público. A ello habría que agregar los 400 m2 de murales pintados por Diego Rivera y los más de 530 objetos exhibidos, por lo que, si nos atenemos a los simples números, resulta evidente que se trató de una de las denominadas magnas exposiciones, calificación que, además, se refleja tanto en su costo: 139 millones de pesos, como por haber recibido más de 1 200 000 visitantes.2 La curaduría estuvo a cargo del profesor Miguel Ángel Fernández, quien contó en la investigación con el apoyo de un equipo de historiadores encabezado por el doctor Miguel Soto Estrada, bajo la coordinación de Juan Manuel Corrales Calvo.

A lo largo de la muestra, conformada por seis núcleos temáticos complementados con un video introductorio, una sala dedicada a Diego Rivera, el Mausoleo de los héroes patrios, el antiguo Recinto Parlamentario y un recorrido final por las ya mencionadas áreas protocolarias de la presidencia de la República, pudieron observarse objetos procedentes tanto de diversos museos públicos nacionales y extranjeros como de múltiples colecciones particulares, documentados a través de 35 cédulas temáticas y subtemáticas, a lo que se sumaron cronologías, videos, ambientaciones, audios, semblanzas biográficas de personajes destacados y material interactivo.

Este recuento obliga a preguntar: ¿cuál fue el resultado? De manera general, podríamos asegurar que espectacular, aunque, como todo proyecto, tuvo aciertos y fallos, de los que haremos un breve repaso con el fin de tener un panorama global de esta exposición.

 

 

La selección del título para la exposición: México 200 años. La patria en construcción fue atinada, ya que descarta la idea errónea de que la patria es un concepto monolítico, inalterable. No obstante, habría que indagar si, al final del recorrido, los visitantes recibieron claramente este mensaje en específico, lo que considero poco probable debido a que, a pesar de que la cédula introductoria hacía especial énfasis en la evolución y participación constante de todas las generaciones de mexicanos en la construcción de la noción de la patria, casi nadie llegaba a reparar en dicho texto. Esto se debió a su ubicación: al término del ascenso por la pesada escalinata principal del edificio y justo antes de entrar en la primera sala de la exposición, lo que propició que la gente llegara al sitio, primero, sin aliento y, en seguida, deslumbrada por los murales de Rivera, los cuales apreciaba mientras retomaba fuerzas u observaba el patio central, ingresando en las salas sin percatarse de ella. Antes de las áreas protocolarias de la presidencia de la República tampoco se presentó otra cédula que funcionara a manera de conclusión de la exposición y que reforzara su planteamiento central.

Otro aspecto relevante en torno de la significación de la exposición, por la enorme carga histórica y política que resguardan sus muros, fue el propio edificio en que se presentó: el Palacio Nacional. Al tratarse de un recuento de la historia política y social de la nación, es mi opinión que el mejor escenario para reunirlo era este inmueble que representa su epicentro.

Sin embargo, por tratarse de la sede del Poder Ejecutivo nacional, el tema de la seguridad tuvo un papel preponderante durante la exposición. Ello acarreó molestias y desconcierto a los numerosos visitantes, quienes tenían no sólo que atravesar dos puntos de revisión antes de ingresar en el edificio, sino, además, encontraban la custodia de la Policía Federal en las salas expositivas. Esto ocasionó cierto desconcierto en algunos de los públicos que acudieron a ver la muestra.3

Respecto de las salas utilizadas para montar la exposición, hay que considerar que se trataba de espacios adaptados, antes utilizados como oficinas, y aunque algunos puntos se convirtieron en auténticos "cuellos de botella", cuando la afluencia de visitantes era muy grande, la propuesta museográfica fue estupenda. La aglomeración de visitantes, no obstante, hizo que una de las piezas más significativas: la única Acta de Independencia que se conserva —ubicada y presentada junto con Los sentimientos de la Nación, de José María Morelos y Pavón, con la más alta jerarquía dentro del espacio expositivo— pasara inadvertida para un porcentaje importante de los visitantes, más bien atraído visualmente por un objeto colocado en una vitrina frente al documento fundacional del país: el estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que utilizó Miguel Hidalgo en la primera etapa del movimiento insurgente.

El recorrido por la exposición acaso resultó abrumador y emotivo para los visitantes que rondaban los 50 años de edad especialmente, por el tipo de educación cívica que recibieron durante su formación escolar y por la espectacular museografía, arropada con una estética monumental y atractiva.

El contenido o discurso de la exposición no escapó a la polémica ya que trataba de abordar una parte de la historia nacional: desde 1760 hasta los inicios del siglo xxi, según la visión que tiene de ésta el Estado y, en particular, el actual gobierno. Se puede aducir entonces que dicha versión de la historia fue parcial (como cualquier otra) y que en ella se atenuaron los numerosos conflictos que la caracterizan, así como que pretendió exhibir sólo el rostro dulce y amable de lo que en realidad ha sido un recorrido tortuoso.

Imposible negar, pues, que lo que los públicos asistentes vieron de la historia nacional en la muestra fue una interpretación oficial y, por tanto, vinculada —como no podía ser de otra forma— a una concepción ideológica y política de un grupo específico. Hubiera resultado surrealista una discursividad expositiva de izquierda, ésta sí clara y explícita en los murales de Diego Rivera que todos los visitantes tuvieron frente a sus ojos, por lo que cualquiera con un mínimo de educación política pudo contrastar dos formas diferentes de interpretar la historia de México. No obstante, tales disquisiciones sólo preocuparon a unos cuantos y no a la mayoría de la población, aparte de que la exposición pareció no interesarle a los especialistas —historiadores, sociólogos, politó-logos o museólogos—, ya que las críticas o análisis en los medios de comunicación o prensa fueron casi nulos, cuando menos hasta fines de mayo del 2011.

 

 

Resulta lógico que el Estado, que financió y organizó la muestra, tratara de presentar su versión sobre la historia, para contrastarla con las posturas de otras corrientes políticas y la de los diversos grupos que constituyen la sociedad.4 Lo que habría que preguntarse es cómo leyeron esta perspectiva los diversos públicos que acudieron a la exposición, y si se realizaron estudios al respecto.

Como México 200 años recibió poca difusión y publicidad luego de su inauguración, merece atención el número de visitantes que acudió a verla, la mayoría de los cuales se dejó llevar por la elegancia clásica del montaje museográfico, sin entrar en polémica con el discurso (al concretarse a observar las piezas e ignorar los textos de las cédulas, en términos generales), y entusiasmados con la posibilidad de acceder y recorrer los espacios vedados durante mucho tiempo a la mayoría, como el despacho presidencial o la sala y el balcón desde donde los presidentes cumplen con el ritual septembrino del Grito de Independencia.

Otra cuestión atractiva fue la página web de la muestra, tanto por la cantidad y la diversidad de la información que desplegaba, y que incluía el tradicional recorrido virtual, el cedulario, el acervo y juegos; como por los datos sobre la vida cotidiana, el arte, la ciencia, la población y las vías de comunicación respecto de cada uno de los núcleos temáticos, así como por la propuesta de visitas alternativas conforme a temáticas como: arquitectura y paisaje, símbolos o personajes; las cédulas de bolsillo, con detalles sobre algunos de los objetos expuestos, o una guía para maestros e, incluso, un catálogo de la exposición (que no salió a la venta), con más de 150 páginas con ensayos de historiadores destacados e imágenes de la colección exhibida. Desde la web de la muestra, todo el material señalado podía descargarse de forma gratuita.

Por otro lado, uno de los puntos que despertó cierta controversia fue el relativo a los restos óseos de los personajes del movimiento insurgente de 1810, que se habían resguardado en la Columna de la Independencia y se trasladaron, primeramente al Castillo de Chapultepec, para su estudio y brindarles un tratamiento de conservación y restauración, y luego hasta la exposición, donde se colocaron en la antesala del antiguo Recinto Parlamentario. Con tal hecho, se pretendió recrear la ceremonia que se realizó hace un siglo, en el marco de las conmemoraciones del primer centenario de vida independiente, cuando se llevaron de Catedral al monumento creado ex profeso en el Paseo de la Reforma. Sin embargo, cabe aclarar que el desteñido debate se centró en la autenticidad de las reliquias, más que en su exposición pública, puesto que cualquier mexicano puede ver las urnas en la base del monumento citado. Además, la mayoría de los visitantes de la muestra desconocían que ahí se localizaban, por lo que se convertían en una auténtica sorpresa para la generalidad, que reaccionaba de diferentes maneras ante su vista: los mayores de 50 años preferían seguir de largo, mientras que los adolescentes eran atraídos por los hue-sitos (término con el que se referían a ellos), como si fueran imanes o el más sofisticado juego electrónico de reciente creación.

 

 

Lo ideal hubiera sido que, junto con las conmemoraciones, se hubiera impulsado a un alto porcentaje de los mexicanos a realizar un análisis serio y profundo de nuestra historia; todo quedó en estériles y banales recriminaciones de las diferentes facciones políticas sobre el cómo debía realizarse y no sobre el para qué. Con tales señalamientos, podemos concluir que la exposición comentada fue importante por varias razones: la primera, pero no por ello la más trascendente, por lo que revelaron los números, que hablaron de una cantidad superior al millón de visitantes, lo que es significativo dado que el tema abordado, la historia, no atrae a las grandes masas (de tratarse de una muestra artística —que también lo es—, la perspectiva hubiera sido diferente). En segundo término, a pesar de la polémica respecto del enfoque de su contenido, en la que no se subrayaron los conflictos y en-frentamientos —pero que sí están presentes en el cedulario, aunque atenuados—, no puede negarse que la museografía impresionó a los diversos públicos que acudieron y se dejaron seducir por su elegancia, clasicismo y monumentalidad, por lo que en un alto porcentaje salían "orgullosos de ser mexicanos", lo cual debió ser uno de los objetivos de los creadores del proyecto.

Por último, más allá de las controversias y polémicas, México 200 años. La patria en construcción, como casi todo hecho expositivo, puede visualizarse como un espejo que refleja una parte de nuestro ser; en este caso, con ciertos rasgos que nos caracterizan como país, como sociedad plural y diversa, inmersos en una encrucijada histórica —como muchas de las afrontadas a lo largo de estos dos siglos—, y que tendremos que resolver, de una u otra forma5.

 

Notas

1 Creada por decreto presidencial, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 17 de julio de 2009.         [ Links ]

2 Cifra alcanzada el 22 de julio de 2011, una semana antes de su clausura.

3 Poco tiempo después de la apertura de la exposición, se cambió el uniforme policíaco de los custodios con lo que se "suavizó" su presencia.

4 Al contrario del pan, el prd o el psum, al pri no se le mencionaba por sus siglas en el cedulario o las cronologías, y sólo se le aludía como "el partido oficial", aunque sí se hacían referencias a sus antecedentes, por sus nombres.

5 Nota de las editoras: agradecemos al licenciado Juan Arturo Zepeda, Director de Comunicación Social del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México y a la Secretaría de Educación Pública, su amable y expedita colaboración con Intervención, para la publicación de las imágenes que ilustran esta reseña. Nuestra gratitud también para el arquitecto Antonio Mondragón, autor de la fotografía de origen de la pleca de esta sección.

 

Información sobre el autor

Carlos Iván Arcila Berzunza. Licenciado en Ciencias Humanas (UCSJ, México). Estudió la maestría en Museología (ENCRyM-INAH, México). Realizó la curaduría del museo conventual "El corazón en el cielo" de la Congregación de Hermanas Dominicas de Santo Tomás de Aquino, inaugurado en febrero del 2011, en Azcapotzalco. Guía del área de Visitas Programadas, e investigador y redactor de diversos textos para la página web de la exposición México 200 años. La patria en construcción, dentro del Departamento de Comunicación Educativa. Actualmente es investigador y curador del Museo Basílica de Guadalupe.

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