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Intervención (México DF)

versão impressa ISSN 2007-249X

Intervención (Méx. DF) vol.2 no.4 México Jul./Dez. 2011

 

Reporte

 

Museos, territorio y patrimonio in situ: trabajo de campo en el Centro de Visitantes Schuk Toak y el Ecomuseo Tehuelibampo, Sonora

 

Demián Ortiz Maciel

 

ENCRyM-INAH, México, demianudo@yahoo.com.mx

 

Resumen

Este artículo aborda la interacción entre museo, territorio y patrimonio in situ, con base en la revisión de algunas tipologías museológicas que trabajan en torno de esa tríada. Bajo la hipótesis de que, comparativamente, este tipo de operaciones museológicas poco se han aplicado y teorizado en México, se propone como una vía para superar este rezago el registro y análisis de los casos que constituyen una excepción en ese sentido. Con esa intención, el escrito presenta avances de la investigación de campo de dos proyectos ubicados en el estado de Sonora: el Centro de Visitantes Schuk Toak y otros recursos interpretativos de la Reserva de la Biosfera de El Pinacate y Gran Desierto de Altar, y el Ecomuseo Tehuelibampo. De cada uno se hace una descripción sucinta y un análisis en cuanto a la forma en que se trabaja en torno de la interacción museo-territorio-patrimonio in situ, y se presentan algunas conclusiones preliminares.

Palabras clave: Museología, territorio, patrimonio in situ, Ecomuseo Tehuelibampo, Centro de Visitantes Schuk Toak.

 

Abstract

This article deals with the interaction between museums, territory and in situ heritage, by first reviewing some museological typologies such as open-air museums, ecomuseums and interpretive centres. Attention is drawn to the fact that these kinds of museological operations have comparatively speaking had little application and theorization in Mexico, and the register and analysis of the few exceptions is proposed as a way to overcome this situation. Some research advances are presented regarding two projects located in the state of Sonora: Schuk Toak Visitor Center and other interpretive resources from El Pinacate y El Gran Desierto de Altar Biosphere Reserve and the Tehuelibampo Ecomuseum. A brief description and analysis is made about the way in which each of these projects deals with the museum-territory-in situ heritage interaction and some preliminary conclusions are presented.

Keywords: Museology, territory, in situ heritage, Tehuelibampo Eco-museum, Schuk Toak Visitor Center.

 

The real museum is outside the walls of the building...
Herman C. Bumpus

 

Museos, territorio y patrimonio in situ: antecedentes

Diversos autores definen territorio como el conjunto conformado por un espacio físico determinado —con sus características geológicas, ecológicas, climáticas—, y por las proyecciones y acciones que las sociedades llevan a cabo sobre él, tanto en el aspecto práctico —por ejemplo, para obtener subsistencia y recursos—, como en el simbólico —asociando lugares con lo sagrado, la memoria, la identidad— (Giménez 1996:10-12). De esta concepción se desprende la afirmación de que buena parte de los elementos de lo que llamamos patrimonio, en sus diversas modalidades: natural, cultural, intangible, están o han estado asociados a un territorio particular.

En relación con esta asociación entre territorio y patrimonio, en el ámbito de los museos se ha recurrido a dos operaciones básicas: el traslado físico de los bienes patrimoniales y el abordaje conceptual del territorio en espacios museológicos alejados del emplazamiento original (ex situ); o bien a conservar y comunicar esos elementos sin desplazarlos física ni cognitivamente (in situ). El análisis y las discusiones respecto de las implicaciones de cada una de estas operaciones se han suscitado desde hace al menos dos siglos (Layuno 2007), y seguramente seguirán como uno de los debates teórico-prácticos permanentes de la museología.

La exploración de las relaciones entre museo, territorio y patrimonio in situ tiene una larga tradición: al menos data de finales del siglo XIX, con el desarrollo, en países escandinavos, de los "museos al aire libre", en los que se recrean las edificaciones, el modo de vida y, en algunos casos, el entorno inmediato de comunidades humanas del pasado. Aunque los museos ya venían realizando esto, la novedad fue hacerlo al aire libre para generar mayor sensación de verosimilitud y atraer a públicos más amplios (Pressenda y Sturani 2007:2-3).

Otro precedente museológico relevante lo constituyen los park museums y los trail side museums, creados en los años veinte del siglo XX en parques nacionales emblemáticos de los Estados Unidos, como Yosemite y Grand Canyon, experiencias que a la postre derivarían en los centros de visitantes desarrollados alrededor del mundo en zonas protegidas de relevancia ambiental, histórica o cultural y que se caracterizan porque el visitante ingresa primero en un espacio museológico que tan sólo sirve como antecedente y preparación para, después, recorrer el territorio en el que tendrá un encuentro directo con el patrimonio: paisajes, especies vegetales y animales, sitios históricos o arqueológicos, elementos geológicos (Gross y Zimmerman 2002).

Los ecomuseos, originalmente desarrollados en los años sesenta en Francia por Georges Henri Riviére y otros museólogos, se han adaptado con posterioridad a numerosos países y contextos (Davis 1996, 2008). Lo peculiar de esta tipología consiste, primeramente, en que se promueve que los pobladores del lugar participen en la protección e interpretación tanto del territorio en el cual habitan como de su patrimonio; segundo, en que subraya la importancia de un trabajo holístico e interdisciplinario que dé cuenta de la riqueza de las interacciones entre el hombre y su medio a través del tiempo, y, por último, en que plantea que este tipo de museos deben no sólo salvaguardar lo pasado, sino reflexionar y actuar sobre las realidades presentes (Riviére 1985; Pressenda y Sturani 2007).

René Rivard señala que en los ecomuseos el edificio es sustituido por el territorio; los habitantes son sus principales visitantes y curadores (con lo que entra en juego la memoria colectiva), y el patrimonio, en vez de estar en una colección, se encuentra in situ (cit. en Corsane et al. 2009:52). La realidad es que la mayor parte de los ecomuseos sí tiene un edificio, cuenta con colecciones, así como también con visitantes externos y asesores académicos, pero el papel de todos ellos disminuye, en favor de los elementos priorizados: población local, territorio, patrimonio in situ y memoria.

En la actualidad, las tipologías de proyectos que exploran la relación entre museo, territorio y patrimonio in situ es muy amplia (Layuno 2007; Abril 2007), pues, además de las ya mencionadas, también se considerarían otras, como los field museums, parques culturales, territorios-museo, ciertos jardines botánicos, parques arqueológicos, rutas temáticas y proyectos de arte contemporáneo conjugado con paisaje. Cada una de ellas, y en su conjunto, han generado acciones y reflexiones que ligan la museología con otras disciplinas y ámbitos de lo social y lo ambiental, y se han aplicado en territorios tanto rurales como urbanos (Layuno 2007:143-148).

 

La importancia del registro y análisis de casos mexicanos

Si se profundiza en la bibliografía y las tipologías hasta ahora mencionadas, se constata que la mayor parte se han desarrollado en Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, aunque durante las últimas dos décadas también han arraigado en Asia (Davis 2007; Galla 2002; Corsane et al. 2009) y algunos países de Latinoamérica, señaladamente Brasil.

En México las líneas de reflexión y acción en torno a la relación entre museo, territorio y patrimonio in situ son incipientes. Uno de los casos es el de Raúl Andrés Méndez Lugo (2008, s.f.), quien ha promovido la creación de ecomuseos en Nayarit y Zacatecas, y en el ámbito teórico ha refutado a quienes, como Peter Davis (2008) y Miriam Arroyo (cit. en Lorente 2007), afirman que en nuestro país los museos comunitarios equivaldrían a los ecomuseos, señalando que si bien la creación basada en un proceso participativo comunitario es un elemento común en ambas tipologías, la mayor parte de los museos comunitarios mexicanos siguen operando únicamente en un edificio, no se extienden hacia al territorio, lo cual en todo caso no les resta relevancia, pero se antoja como una posibilidad que los enriquecería aún más (Méndez Lugo 2008, s. f.)

Por su parte, Manuel Gándara (2008: 240-241) considera que los actuales museos en sitios arqueológicos compiten desventajosamente por el tiempo y la atención de visitantes interesados primordialmente en admirar las expresiones culturales integradas al territorio (edificaciones, intervenciones en el paisaje), por lo que deberían ser sustituidos por modelos que orientan cognitiva y espacialmente el desplazamiento, como centros y senderos interpretativos.

En todo caso, por escasos que sean, existen ya ciertos proyectos que extienden la acción del museo hacia el territorio. La intención del presente texto es presentar avances de una investigación que pretende describir y analizar la forma en que esto se está llevando a cabo en nuestro país, y sus implicaciones.

 

Trabajo de campo en Sonora: metodología y alcances

Con estos temas en mente, en abril del 2011 realicé un registro de campo en Sonora.1 Seleccioné ese estado porque están en desarrollo, en su zona norte, un importante proyecto museológico-interpretativo que incluye un centro de visitantes en el contexto de un área natural protegida, y, en la del sur, un proyecto de ecomuseo (Figura 1). Para documentar las características de estos casos recurrí, además de la observación y análisis directos, a la grabación de entrevistas en audio o video, así como al registro fotográfico y videográfico, aparte de que gestioné recursos documentales adicionales, insumos que utilizaré para un análisis posterior más detallado.

Empleé, en el caso del centro de visitantes, un listado de líneas de indagación, para el cual tomé como referente teórico y metodológico principal el citado texto de Gross y Zimmerman (2002), y en el del ecomuseo, cuyo referente teórico fue la copiosa bibliografía que respecto de esta tipología he venido consultando y analizando desde hace algunos años (Ortiz Maciel 2006), un guión de entrevista semiestructurada para dialogar con el principal impulsor del proyecto.

Entre los principales aspectos que me interesaba conocer y contrastar de estos dos proyectos se encontraban: sus procesos de gestión y objetivos; la vinculación que desarrollan con la población local; las formas en que las estrategias y los enfoques museológicos y museográficos se articulan con el territorio y el patrimonio in situ; si toman en cuenta o no las interrelaciones entre naturaleza y cultura, y, finalmente, los impactos educativos, turísticos o de otro tipo que generan.

En el presente texto pretendo únicamente hacer una descripción general de los proyectos y de su contexto, y exponer algunas observaciones y conclusiones preliminares. En los próximos meses, la información recabada en estas prácticas de campo se sujetará a un análisis de mayor profundidad, como parte de una investigación en proceso, que conforma mi tesis de maestría en Museología.

 

El caso de la Reserva de la Biosfera de El Pinacate y Gran Desierto de Altar2

Esta área natural protegida de casi 715 000 ha se localiza en el noroeste de Sonora, en el contexto del Desierto Sonorense, uno de los más biodiversos del mundo. Sus relevantes aspectos geológicos y paisajísticos incluyen más de 400 elevaciones y conos volcánicos, y el campo de dunas móviles más grande de América del Norte. La región presenta evidencias de ocupación humana desde 4 000 años antes del presente por grupos cazadores-recolectores, los más recientes, pertenecientes a las culturas o'odham o pápagos (INE 1997).

Se trata, pues, de un territorio sumamente rico en diferentes tipos de patrimonio, lo cual ha llevado a decretar su protección. Es, además, un espacio significativo tanto para los grupos o'odham que actualmente habitan en Sonora y Arizona, al que consideran ligado a su cultura e historia, como para los pobladores de ciudades cercanas, quienes suelen visitarlo con fines turísticos y recreativos.

En El Pinacate se localiza el más avanzado de los proyectos de infraestructura interpretativa, cuya creación promueve la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), dependencia gubernamental que se ha planteado la meta de construir 60 centros de visitantes en sendas áreas protegidas del país (Conanp 2007). Tales intenciones destacan porque por primera vez se plantea una estrategia y un propósito para el desarrollo de este tipo de infraestructura en las áreas naturales protegidas mexicanas, aspecto en el que existía un fuerte rezago.

La Dirección de la Reserva El Pinacate, con el apoyo económico de la Conanp, el gobierno del estado y la Secretaría de Turismo federal, abrió al público en el 2009 el Centro de Visitantes Schuk Toak (término o'odham que significa "montaña sagrada") y dos senderos interpretativos aledaños. Asimismo, creó un circuito de terracería para tráfico vehicular de 76.5 km de longitud, con 11 estaciones interpretativas en su trayecto, que facilita la visita, entre otros lugares, a dos de los cráteres, en cuyos bordes existen otros tantos senderos interpretativos (Figura 2). También se están construyendo estaciones y módulos interpretativos a lo largo de una nueva autopista que corre paralela al límite sur de la reserva.

 

En el Centro de Visitantes Schuk Toak se consideraron con minucioso detalle aspectos de emplazamiento, diseño arquitectónico y paisajístico, materiales y equipamiento, para que el edificio tuviera características sus-tentables, pero sobre todo para que, integrado, evocara su entorno inmediato y distante. Gracias a la instalación de celdas solares y un generador eólico (Figura 3), es energéticamente autónomo. Muchos de estos aspectos y tecnologías se muestran y explican a los visitantes como parte de la acción educativa. El diseño de senderos, módulos y estaciones interpretativas también ha sido cuidadoso en el sentido de integrarse al paisaje y minimizar impactos.

 

Las instalaciones de Schuk Toak incluyen vestíbulo y recepción, zonas para exposiciones temporales y permanentes, oficinas, auditorio, tienda, bodegas y viviendas para el personal. Se iniciaron operaciones con una exhibición de fotografías, piezas arqueológicas y una maqueta de la reserva, en tanto se consiguen los recursos para instalar la museografía definitiva, que tendrá mayor carácter interpretativo e interactivo y destacará los valores ecológicos, paisajísticos, históricos, culturales y biológicos de la reserva.3

Tres educadores ambientales atienden la operación del centro de visitantes, y brindan visitas guiadas. En cambio, por su parte, todos los senderos interpretativos y rutas vehiculares están diseñados para recorrerse de manera autoguiada. Además de las permanentes, el Centro de Visitantes Schuk Toak ocasionalmente ha llevado a cabo actividades como conciertos, conferencias, experiencias de observación astronómica y, regularmente, un festival anual, a las que asisten principalmente los habitantes de la ciudad más cercana, Puerto Peñasco.

Pese a que los hiac'ed o'odham, o pápagos areneños, no habitan El Pinacate desde hace más de 200 años, la interacción física y simbólica que desarrollaron con este territorio durante siglos perdura no sólo en vestigios materiales, sino también en la conceptualización simbólica compartida por sus actuales descendientes o'odham, quienes lo consideran sagrado. Uno de los elementos destacables del discurso que se expresa museográficamente, en el trabajo de los educadores ambientales y en acciones promovidas por la Dirección de la Reserva es el reconocer estos aspectos culturales como parte indisociable de los valores ambientales que se protegen y difunden.

 

El Ecomuseo Tehuelibampo

En México son muy pocos los proyectos que se auto-denominan ecomuseos —comenté algunos de ellos en una investigación previa (Ortiz Maciel 2006:23-25)—, y otros nuevos están en desarrollo en este momento (Torres Chávez s. f.). Sin embargo, es importante tener presente el fenómeno, señalado por diversos autores (por ejemplo, Davis 1996:117), tanto respecto de proyectos que se presentan como ecomuseos sin que coincidan con las características básicas de esta tipología, como de lo contrario: proyectos que, a pesar de tenerlas, no se denominan de ese modo.

Un procedimiento básico para analizar lo anterior consiste en documentar y conocer cada proyecto particular.

Con esa intención visité el municipio de Navojoa, donde se desarrolla el correspondiente al Ecomuseo Tehuelibampo, para documentar el sitio y entrevistar al principal promotor del proyecto, el profesor Lombardo Ríos Ramírez, destacado pionero de la museología regional del sur de Sonora. Docente de profesión, y con una intensa pasión y gran erudición respecto de los abundantes petro-grabados y cuevas con representaciones gráficas de la región del Valle del Mayo, tras su retiro de las aulas, en 1996, impulsó, en el patio trasero de su domicilio en Navojoa, la creación del museo y centro comunitario Hu Tezzo ("la cueva", en lengua yoreme-mayo), en el que se recrearon algunas cuevas con arte rupestre de la región. A partir del 2002 ha promovido la creación de un museo regional en la cabecera municipal y de un ecomuseo en una de las comunidades de la demarcación, apoyado en todo ello por su hija, arqueóloga de formación.

Con una conciencia empírica, pero muy aguda, acerca de las ventajas de las dos operaciones museológicas mencionadas al inicio de este artículo, llegó a la conclusión de que, por motivos de conservación, en el caso de las cuevas con pictogramas era más conveniente promover una museología ex situ basada en réplicas y en la exposición de utensilios asociados; no obstante, en el de una serie de petrograbados que localizó con ayuda de un poblador local en las paredes de una cañada próxima a la actual comunidad de Camoa (cuyos habitantes en su mayor parte pertenecen al grupo étnico yoreme-mayo), tuvo la idea de que lo más adecuado era crear un museo que protegiese y trabajase con el patrimonio in situ.

Charló sobre esto con los habitantes de la localidad, quienes respaldaron la propuesta y conformaron un grupo de trabajo indígena, conjunto de personas que voluntariamente deciden dedicar tiempo y esfuerzo a una tarea que se percibe de beneficio a la comunidad, en este caso a la construcción de un edificio para el museo, y, posteriormente, a su administración y aprovechamiento con fines ecoturísticos. Desde el principio se tuvo la idea de que la labor del museo implicara la protección y la interacción del visitante con los cerca de 100 petrograbados que se identificaron en una cañada por la que estacional-mente escurren afluentes del cercano río Mayo (Figura 4); por ello, la comunidad también donó 10 ha para su protección y para formar parte del ámbito de acción del museo. En general, el proyecto ha recibido apoyo económico de diferentes instancias de gobierno, principalmente de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

 

Al cobrar conciencia de que el territorio circundante no sólo destacaba por la presencia de los petrograbados, sino por su biodiversidad y paisajes —propios del ecosistema conocido como bosque espinoso—, se decidió nombrar al proyecto Ecomuseo Tehuelibampo: el primer término se aplicó con una noción vaga de sus connotaciones, salvo la de integrar al componente ambiental; el segundo, una voz yoreme que significa agua azul, se utilizó debido a la hipótesis de que la disposición e iconografía de los petrograbados sugieren que la cañada fue un santuario dedicado al agua para los grupos proto-mayos.

Actualmente el ecomuseo, aunque inconcluso, recibe esporádica visitación. Su edificio, construido en piedra, cuenta con cinco salas dedicadas al arte rupestre local, regional e incluso mundial, así como a exposiciones temporales. Pese a que no cuenta con colecciones, exhibe reproducciones de petrograbados y pinturas (Figura 5), en cuya creación han participado artistas plásticos del Grupo de Amigos del Ecomuseo.

 

Se han desarrollado algunos senderos rústicos para acceder a la cañada donde se localizan los petrograbados y para facilitar que el visitante tenga una experiencia de recorrido por el ecosistema y el paisaje local, a lo largo de los cuales algunos árboles y plantas tienen cédulas, de manufactura modesta, que identifican cada especie. El grupo de trabajo indígena se ha organizado, como alternativa a otras actividades económicas que han entrado en declive localmente, con el fin de proveer servicios ecoturísticos, para lo cual cuentan ya con cierto equipamiento e infraestructura, amén de que algunos jóvenes de la comunidad se han capacitado como guías para acompañar la visita a los petrograbados y, así, prevenir daños o accidentes. Sin embargo, estas actividades ecoturísticas, y en general la visitación al ecomuseo, no se han consolidado, posiblemente debido a su un tanto inaccesible ubicación y a la poca difusión. Mi breve estancia en el lugar no me permitió indagar a fondo cuál es exactamente el nivel de participación e interés de los habitantes de Camoa en el proyecto del ecomuseo, y cómo éste se integra en sus perspectivas culturales y de desarrollo, por lo que queda como una muy importante tarea pendiente para investigar en el futuro.

 

Conclusiones parciales

Si bien la posibilidad de describir y analizar en toda su riqueza los casos presentados estuvo limitada por condicionantes de extensión y por el carácter incipiente de la investigación, estos avances permiten vislumbrar algunas de las líneas de acción y reflexión que pueden suscitarse cuando tendencias museológicas y patrimoniales que tienen ya una importante trayectoria en otros contextos, empiezan a conjugarse con las realidades de nuestro país.

El ecomuseo y el centro de visitantes tienen en común el contar con edificaciones museológicas que establecen un diálogo y una interacción con elementos patrimoniales in situ y con el territorio del que ambos, patrimonio y edificio, forman parte integral. La concepción de que cultura y naturaleza son ámbitos interconectados, y de que sus estrategias de protección, educación y comunicación deben partir de dicha perspectiva, es otro de los aspectos compartidos. También existen diferencias entre ambos casos; pero el contraste entre un proyecto realizado con amplio respaldo institucional, tecnología y recursos intelectuales de vanguardia —y un presupuesto millonario— para comunicar las características de una extensión territorial inmensa protegida por decreto, y otro impulsado por la iniciativa de individuos y el respaldo comunitario, en un contexto ambiental y cultural igualmente importante, pero en una zona de menores dimensiones y protección espontánea, más que indicar ventajas o superioridad en uno u otro caso, nos permite percibir el amplio rango de vías posibles para trabajar en la confluencia de museos, territorio y patrimonio in situ.

Lo que se está realizando en la Reserva El Pinacate sobresale como un proyecto en el que la tecnología y el diseño se llevan a un grado de máxima compenetración y aprovechamiento, y un mínimo de impacto sobre el entorno circundante, y también como punta de lanza para la Conanp, uno de los organismos encargados de la protección y comunicación del patrimonio natural que ahora suma la museología a sus estrategias, mediante el desarrollo de un excelente trabajo museológico no sólo en un edificio, sino a través de recorridos y recursos museográficos dispersos en el territorio.

Por su parte, el Ecomuseo Tehuelibampo ha generado una experiencia de mayor contacto con la comunidad local y con su patrimonio vivo por medio de un trabajo que maximiza los pocos recursos económicos disponibles para proteger y comunicar un territorio y su riqueza patrimonial, procurando, además, generar un impacto económico local con base en el desarrollo de un turismo sustentable e informado. La relevancia de sus aportaciones posiblemente radique en que se adaptan y responden mejor a las necesidades y circunstancias de buena parte de las comunidades rurales mexicanas.

Considero muy probable que en los próximos años se multipliquen los proyectos museológicos que interactúen con el territorio y el patrimonio in situ, es de esperarse que esto no se lleve a cabo en una situación de desvinculación entre la teoría y la praxis, y entre un proyecto y otro. La retroalimentación, el análisis y el debate sólo pueden actuar, me parece, en beneficio del conjunto de experiencias.

 

Agradecimientos

Agradezco el amplio respaldo brindado en campo por el ingeniero Federico Godínez, director de la Reserva El Pinacate y Gran Desierto de Altar, y por el personal que labora en Schuk Toak, así como por el profesor Lombardo Ríos Ramírez, director del Sistema de Museos de Navojoa. Mi agradecimiento, asimismo, al doctor Peter Davis, del International Centre for Cultural and Heritage Studies de la Universidad de Newcastle, quien generosamente obsequió y envió copias de artículos de su autoría, individual o colectiva, para que se integraran a la biblioteca de la ENCRyM, y, finalmente, a Andrés Triana, jefe académico de la Maestría en Museología de la ENCRyM-iNAH por su respaldo para la realización de mis prácticas de campo en Sonora.

 

Referencias

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Notas

1 El desarrollo de este trabajo de campo fue posible en parte gracias al respaldo económico de la Coordinación Académica de la Maestría en Museología de la ENCRyM-lNAH.

2 El registro y análisis de este caso en particular se contextualiza dentro del proyecto "Análisis, diagnóstico y lineamientos museológico-interpretativos del proyecto de Centros de Cultura para la Conservación", cuyo diseño y ejecución se lleva a cabo en la modalidad de prácticas profesionales para la Conanp.

3 En el desarrollo y conceptualización del proyecto museográfico, así como en el proyecto arquitectónico de Schuk Toak, se dio una colaboración entre el Museo de la Universidad Autónoma de Baja California y la Dirección de la Reserva de la Biosfera El Pinacate.

 

Información sobre el autor

Demián Ortiz Maciel. Licenciado en antropología histórica (UV, México), con estudios de especialidad en Políticas Culturales y Gestión Cultural (Conaculta-OEI-UAM, México). Fue galardonado con el Premio INAH "Miguel Covarrubias" a mejor tesis de licenciatura en museografía e investigación sobre museos. Actualmente cursa la maestría en Museología en la ENCRyM, México. Ha participado en proyectos centrados en la gestión comunitaria del patrimonio, entre ellos el Ecomuseo Tsatsech+ Ty+k de Piedra Labrada, Ver., así como en el video documental "Manovuelta: experiencias en la creación comunitaria de museos en Oaxaca". Su más reciente publicación es "Áreas de mejora en los museos comunitarios: Hacia una óptima labor de difusión y protección del patrimonio" en S. Ladrón de Guevara, S.Vázquez y N. Bernard (coords.), 2010, La morada de nuestros ancestros. Alternativas para la conservación, Xalapa: UV-Covecyt.

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