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Intervención (México DF)

versión impresa ISSN 2007-249X

Intervención (Méx. DF) vol.1 no.1 México ene./jun. 2010

 

Editorial

 

A 80 años de la publicación de la "Ley Orgánica" del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que establece como sus responsabilidades la conservación, la investigación y la difusión en materia de patrimonio cultural arqueológico e histórico de nuestro país, tenemos la gran satisfacción de ofrecer al lector el número inaugural de la que constituye la primera revista académica internacional de uno de sus pilares educativos: la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM). Esta celebración va acompañada de la convicción de responder a un mandato histórico. Efectivamente, en el propio origen de la ENCRyM subyace tanto el deseo de trascender los bordes nacionales como el de estimular la evolución disciplinar a partir de la enseñanza: por un lado, el Centro Churubusco derivó, primero, de una iniciativa impulsada por la UNESCO, y más tarde, por la OEA –sus fundadores docentes fueron mayoritariamente extranjeros, o bien mexicanos formados en otras regiones del globo–; por el otro, desde el principio se buscó que el Centro se posicionara como la cabeza de la formación en el ámbito latinoamericano. Tales acontecimientos no sólo aseguraron que la escuela tuviese una infancia afortunada, sino que propiciaron el crecimiento acelerado de sus especialidades hacia la profesionalización. Así, la ENCRyM es pionera mundial en la educación superior en materia de conservación y restauración, y en Hispanoamérica, precursora en estudios de posgrado en la rama museológica: un gran número de sus egresados ha ejercido en latitudes que van desde Canadá hasta Argentina. Lo anterior, sumado a la acumulación del saber local derivado de las demandas e innovaciones propias, ha llevado a la formación de una escuela mexicana que no puede, ni debe, sufrir de localismos o limitaciones académicas, lo cual sería, amén de incongruente con su tradición, un obstáculo para su desarrollo presente y futuro.

Es difícil definir si en la actualidad las disciplinas impartidas en la ENCRyM siguen siendo relativamente jóvenes o ya han iniciado su madurez. Que se les asigne la mayoría de edad dependerá de la manera en que se sigan desempeñando tanto el quehacer de sus profesionales como la formación de sus nuevos integrantes. Ambos factores, sin embargo, están ligados a un estatus más neurálgico: el epistemológico. En la gestación del conocimiento, a partir de la potenciación de capacidades intelectuales y a través del análisis crítico de las ideas, reside la vocación de la academia en su doble facultad, creadora y educativa.

El hecho es que la existencia de un medio de intercambio académico es, sin lugar a dudas, un indicador de plena evolución profesional. Por tales motivos, se antoja que la salida a la luz de Intervención anuncia un momento crucial en el desarrollo de campos de gran importancia en el tratamiento teórico, conceptual, metodológico y práctico del patrimonio cultural en el ámbito académico del INAH. Más aún, inyectados con el optimismo natural de quienes nos embarcamos en el proyecto de gestar una nueva revista, confiamos en que esta publicación, además de ser muestra de lo logrado hasta la fecha, sirva como un motor para el crecimiento disciplinar. La idea es crear un espacio de diálogo, reflexión y discusión informado, crítico, creativo y propositivo. Buscamos que la convergencia de pensamientos y opiniones se traduzca en lograr consensos, o en zanjar desacuerdos, con vistas a la transformación positiva de la práctica profesional, de la investigación y de la docencia profesionalizante. La ENCRyM, por ello, constituye el lógico seno para este esfuerzo editorial.

A estos objetivos corresponde la propia denominación de la revista. La palabra intervención no sólo remite a los procesos paradigmáticos de la conservación, la restauración y la museología, sino también a su problemática esencial: la forma en la que nuestro ejercicio transforma el espacio físico, material, contextual y social para la preservación, revitalización o difusión de valores adscritos al patrimonio. La intervención, por lo tanto, se constituye en el medio por excelencia a través del cual los profesionales influimos en la historia del propio legado cultural, razón obvia por la cual sus procesos y resultados se convierten en objeto de análisis, evaluación y discusión. De ahí que este concepto nos lleve necesariamente a reflexionar acerca de la responsabilidad profesional y social implícita en nuestro quehacer.

Habrá que agregar que la noción de intervención también refiere, más allá de nuestros particularismos disciplinarios, a la acción de impugnar, corregir o cambiar un determinado proceso en curso; su acepción más neutral corresponde a la expresión de una opinión sólidamente argumentada, y en particular sus raíces etimológicas –del latín, interventio– remontan a la mediación y al producto que surge de un proceso interactivo. Es la conjunción de estos significados la que, buscamos, ha de ser la raison d'être de esta revista y que, consideramos, se ve ya reflejada en las diversas contribuciones del presente número. Éstas, de manera individual y colectiva, reflejan el espíritu analítico de las secciones que conforman la identidad editorial de Intervención, al reproducir la complejidad y diversidad de disciplinas que interactúan en la ENCRyM.

La sección DEBATE, concebida como un espacio para el escrutinio y la confrontación de nuevas ideas, abre con una propuesta provocativa de Carolusa González Tirado: la metáfora del restaurador como artista-intérprete. La respuesta acertada de Salvador Muñoz Viñas, consistente en clarificar los límites del acto interpretativo, señala sus beneficios y riesgos en relación con la gran responsabilidad del quehacer de la restauración. El tema de la ética es profundizado en la réplica de Valerie Magar Meurs, quien incorpora elementos claves a la discusión: el papel de la percepción, el juicio crítico, así como la integración de especialistas y agentes sociales en el proceso de toma de decisiones. En el comentario final, González Tirado propone la ruptura de mitos teóricos, advirtiendo sobre la búsqueda de respuestas fáciles en el desarrollo de conexiones interdisciplinarias y comunitarias; además, abre polémica sobre la formación de los restauradores y la representación de nuestra disciplina ante la sociedad.

La representación es, de hecho, el tema central del ENSAYO presentado por Luis Gerardo Morales Moreno, cuyo análisis teórico, al revelar el proceso comunicativo derivado de la experiencia de la escritura-objeto en el museo histórico, muestra la tensión existente entre la ciencia y la cultura en el espacio museal.

Otra entrada sobre el poder comunicativo, esta vez entendido en la dimensión del bien cultural, se subraya en los DIÁLOGOS entre Ana Garduño Ortega y Sergio A. Montero Alarcón, a colación de la reciente restauración de un lote de títeres de la Compañía Rosete Aranda. Aquí se sugiere un nuevo parámetro en los criterios de intervención: el performativo, y demuestra que la propia práctica conduce al avance teórico.

El problema del engranaje entre teoría y praxis es, justamente, el detonante de la pregunta: ¿es la restauración una ciencia o un oficio?, que Jannen Contreras Vargas utiliza como anclaje de su INVESTIGACIÓN en relación con el uso de la tiourea en la limpieza de plata. Su advertencia es clara: seguir una fórmula no es el camino para un pensamiento científico en el ejercicio y la formación profesionales. A todas luces, el proceso es más complejo. Eso es lo que nos deja ver el Informe sobre el proyecto de conservación de las pinturas sobre tabla del retablo principal de Coixtlahuaca, Oaxaca, de Yolanda Madrid Alanís. Además, esta contribución enseña que un trabajo interdisciplinario no sólo desvela los trazos maestros de Andrés de Concha, sino que ilumina nuestro conocimiento sobre la historia artística de la Nueva España. Otras facetas del trabajo de conservación-restauración de bienes culturales de gran complejidad son narradas en el REPORTE sobre la investigación inicial, el embalaje y el traslado previo a la intervención del órgano tubular histórico de San Juan Tepemasalco, Hidalgo. Este texto, escrito por Esteban Mariño Garza, deja claro que las prácticas de campo de la ENCRyM al contribuir a la metamorfosis del estudiante en un profesional, transforman más que bienes culturales.

Una perspectiva autocrítica sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje en la ENCRyM queda cabalmente representada en la sección REFLEXIÓN DESDE LA FORMACIÓN, por la contribución de María Fernanda Valverde Valdés. Al describir, analizar y evaluar el primer año de gestión de la Especialidad en Conservación y Restauración de Fotografías, este artículo muestra que es posible generar excelencia académica a partir de la conjunción de cuadros especializados e interdisciplinarios de diversas regiones del mundo.

Dicha perspectiva internacional es evidente, asimismo, en la sección DESDE EL ARCHIVO, donde se recupera un análisis de Salvador Díaz-Berrio Fernández en torno de los resolutivos del Primer Coloquio de Directores de Centros de Restauración de América Latina, que tuvo lugar en La Habana, Cuba, en 1984. Aquí queda explícita una deuda: reafirmar el papel de la ENCRyM como la cabeza en la formación de cuadros profesionales en materia de conservación y difusión del patrimonio cultural en el ámbito nacional, así como en el resto de Hispanoamérica. Plena justificación a esta demanda se encuentra tanto en la profundidad histórica como en las capacidades actuales de los profesionales nacionales. Muestra de ello es la RESEÑA presentada al final de este número de Intervención donde Jorge Reynoso Pohlenz nos lleva a ver una exposición sobre dinosaurios, subrayando las paradojas que conlleva el uso de las nuevas tecnologías, del espacio público y de los discursos ecológicos en una articulación museográfica de gran formato, cuyo montaje tuvo lugar en uno de los espacios más significativos de la ciudad de México: el Zócalo.

Esperamos que la suma de contribuciones en este número provoque la intervención de los lectores. Sólo me queda agradecer a Liliana Giorguli Chávez, directora de la ENCRyM, la confianza otorgada a mi persona para el desarrollo del proceso editorial. Mi mayor reconocimiento a los autores por su abierta, generosa y expedita colaboración. Así mismo agradezco a la Coordinación Nacional de Difusión del INAH su valiosa colaboración y en especial a la Dirección de Publicaciones, Benito Taibo, Héctor Toledano y Benigno Casas.

Espero que el resultado cumpla honores al inmenso compromiso y extraordinario trabajo de Ana Garduño Ortega, Andrés Triana Moreno, Carolusa González Tirado, Gabriela Gil Verenzuela y Mariana López Mendoza, miembros del Comité Editorial, así como al de Andrea Mayagoitia Rodríguez, quien nos apoyó sin reservas. Una mención especial a Gonzalo Becerra Prado, coordinador del diseño y de la producción editorial. Sin la entusiasta, comprometida y siempre profesional participación de este equipo no hubiera sido posible llegar a este momento. Con un grupo de trabajo así, formado por profesionales de diversas especialidades, la ENCRyM confirma su vocación interdisciplinaria.

 

Isabel Medina-González
Editora

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