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Revista de filosofía open insight

versión On-line ISSN 2395-8936versión impresa ISSN 2007-2406

Rev. filos.open insight vol.5 no.7 Querétaro ene. 2014

 

Notas

 

Ambigüedades del rechazo de la verdad

 

Ambiguities on the Rejection of Truth

 

Rafael Jiménez Cataño

 

Pontificia Università della Santa Croce, Italia. jimenez@pusc.it

 

Recibido: 15/07/2013
Aceptado: 15/10/2013

 

Resumen

Es bien sabido que la sensibilidad posmoderna mantiene una relación equívoca con la verdad. En este estudio centro mi atención en las ambigüedades que sobre la existencia y la cognoscibilidad de la verdad manifiesta Gianni Vattimo, acotadas por el diálogo con René Girard. Hay dos contrapuntos clarificadores. Uno viene de los pensadores no creyentes que en Italia se ha dado en llamar "marxistas ratzingerianos" por su apreciación del pensamiento antropológico de Benedicto XVI. El otro lo da la filosofía de la verdad que elabora Franca D'Agostini, discípula de Vattimo que no lo sigue en la debilidad de su pensamiento.

Palabras clave: caridad, interpretación, Posmodernidad, relativismo, verdad.

 

Abstract

It is well known that postmodern sensitivity holds an ambiguous relationship with truth. In this paper I focus my attention on the ambiguities that Gianni Vattimo manifests about truth's existence and cognoscibility, annotated by the dialogue with René Girard. Two counterpoints are elucidatory. The first comes from non-believing thinkers who in Italy were called "Ratzingerian Marxists" due to their esteem of the anthropological thought of Benedict XVI. The second is the philosophy of truth elaborated by Franca D'Agostini, disciple of Vattimo but not his follower in the weakness of his thought.

Keywords: Charity, Interpretation, Postmodernism, Relativism, Truth.

 

René Girard y Gianni Vattimo han dialogado a través de sus publicaciones y también de manera directa. Pierpaolo Antonello, de la Universidad de Cambridge, reunió en un volumen tres debates (dos de los cuales había moderado él mismo) más un artículo de Girard en el que se refiere a Vattimo y otro de éste que hace referencia a aquél. Esta publicación ofrece un material muy adecuado para percibir las aporías que lleva consigo la negación de la existencia o de la cognoscibilidad de la verdad, tema directo de la confrontación.

Vattimo sostiene que la violencia en el mundo se reduciría si restáramos fuerza a conceptos como naturaleza, verdad, ser (Girard-Vattimo, 2006: p.58).1 Piensa que esto es la esencia del cristianismo, pero no como lo conocemos hoy sino en su forma pura, que sería sólo caridad, sin verdad (Girard-Vattimo, 2006: p.14): un acto de amor y no una revelación de verdad (Girard-Vattimo, 2006: p.26). Girard se declara de acuerdo sobre la centralidad del amor pero sin que eso excluya la verdad (Girard-Vattimo, 2006: p.27), ya que es esencial al cristianismo que amor y verdad coincidan. Están hablando del chivo expiatorio y Girard puntualiza que "el concepto de amor, que en el cristianismo es la rehabilitación de la víctima injustamente acusada, es la verdad misma, es la verdad antropológica y la verdad cristiana" (Girard-Vattimo, 2006: p.27).

Un reciente estudio sobre la verdad se abre con la exposición de una serie de malentendidos que suelen oscurecer las discusiones en ese campo (D'Agostini, 2011: pp.13-20). La autora, de la Universidad Estatal de Milán y el Politécnico de Turín, ha desarrollado su pensamiento en estrecho contacto con Vattimo, si bien manteniendo posiciones distantes. Comienza haciendo notar que, con frecuencia, se piensa que la verdad es un tema propio de "gente dogmática" - "de las iglesias, de los partidos, y también de la ciencia, como institución" (D'Agostini, 2011: p.13)-, mientras que en realidad el adjetivo "verdadero" suele tener relevancia cuando cabe la duda, o sea es más propio de "gente escéptica". También es frecuente pensar que la verdad es dañosa o por lo menos poco relevante para la democracia. D'Agostini manifiesta su extrañeza, ya que la índole esencial del debate en la formación y la actuación de un gobierno vuelve determinante el hecho de que se decida según los estados de cosas y no según el poder o la fascinación de una autoridad (D'Agostini, 2011: p.14).

En noviembre de 2011 cuatro intelectuales italianos de área comunista2 publicaron una carta-manifiesto con la que denunciaban cómo

la manipulación de la vida, originada por los desarrollos de la técnica y por la violencia inherente a los procesos de globalización en ausencia de un nuevo orden internacional, nos pone ante una inédita emergencia antropológica. Nos parece la manifestación más grave y al mismo tiempo la raíz más profunda de la crisis de la democracia (Barcellona-Sorbi-Tronti-Vacca, 2012: p.15).

Formulaban la exigencia de una nueva alianza entre creyentes y no creyentes e identificaban en la figura de Benedicto XVI la voz más autorizada bajo la cual se podría intentar esa colaboración. Por tal motivo fueron enseguida bautizados "marxistas ratzingerianos". La invitación a comentar su manifiesto dio lugar a buen número de trabajos, de creyentes y de no creyentes, que constituyen la publicación que cito.

Los cuatro autores del manifiesto inicial se unen a dos puntos muy presentes en el pensamiento de Josef Ratzinger (y también después, en su magisterio pontificio): el rechazo del relativismo ético y el concepto de "valores no negociables". Aseguran que basta leer con la debida atención para no caer en equívocos. Así pues, observan que

la condena del "relativismo ético" no atropella el pluralismo cultural, sino que se refiere sólo a las visiones nihilistas de la Modernidad que, aunque practicadas por minorías intelectuales significativas, no son fundamento de la acción democrática en ningún tipo de comunidad: local, nacional, internacional (Barcellona-Sorbi-Tronti-Vacca, 2012: p.17).

Ese relativismo está muy ligado a la mercantilización y, contra la opinión más o menos generalizada, no favorece de ninguna manera la vida democrática. Lo mismo sucede con los "valores no negociables", aunque algunos prefieren hablar de "principios irrenunciables":3

Es un concepto que no separa creyentes y no creyentes, y llama a la responsabilidad de la coherencia entre los comportamientos y los principios ideales que los inspiran. Es un concepto que concierne, precisamente, la esfera de los valores, es decir, de los criterios que deben inspirar la acción personal y colectiva, pero no niega la autonomía de la mediación política (Barcellona-Sorbi-Tronti-Vacca, 2012: p.17).

En sintonía con D'Agostini, Luigi Amicone afirma que, ya que la izquierda ha sentido siempre la vocación de emancipar al hombre "del oscurantismo, de la explotación y de la comercialización" (Amicone, 2012: p.27), la cuestión de la verdad debería sentirse especialmente a sus anchas en las izquierdas. Y el director de L'Unita4 sostiene que la crítica al relativismo, emprendida por Ratzinger ya antes de ser papa, es una "cosa de izquierdas" (Sardo, 2012: p.109); así, entre comillas, en una implícita alusión cinematográfica5 propia de un tiempo en que la distinción entre derecha e izquierda ha perdido buena parte de su sentido.

La lista de malentendidos sobre la verdad continúa con el olvido de que "verdadero" es una palabra especial, no es un adjetivo como cualquier otro (D'Agostini, 2011: pp.14s). Junto con "bueno", "ser" y otros pocos conceptos, constituye lo que la tradición medieval llama "trascendentales" y Wittgenstein "superconceptos". Eso la vuelve ineliminable, y todos los intentos de acabar con ella realmente hablan de otras cosas (D'Agostini, 2011: p.15). Se piensa que hablar de la verdad lleva a un fundamentalismo, pero es una noción indispensable, a la que se recurre incluso para denunciar el fundamentalismo o profesar el relativismo (D'Agostini, 2011: p.16). Otra fuente de confusiones está en la índole híbrida de la verdad. Uno trata de definirla en estado de pureza lógica o cognitiva pero está manejando un concepto que vincula ética, conocimiento y metafísica (D'Agostini, 2011: p.17). También en esto se siente sintonía con la emergencia antropológica: uno de los comentadores observa que no hay moral sin verdad (Castagnetti, 2012: pp.48-49).6 La moral parece una de las nociones que, junto con la verdad, el ser, la naturaleza, generan según Vattimo en el mundo esa violencia que querríamos erradicar, pero ciertamente no es éste el sentir de quien se enfrenta con la realidad concreta de la vida de la sociedad. En la actual lucha contra la violencia en México, por ejemplo, sería suicida difuminar estas nociones. Con ocasión del segundo aniversario del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad tuve ocasión de ver un cartel que decía: "No hay paz sin justicia ni justicia sin verdad".

Ante tan vital deseo de esclarecer la verdad nadie se atreverá a sostener que la verdad no existe o que no es cognoscible de suyo, pero una vez de vuelta en las aulas se podrá objetar que se trata tan sólo de un factualismo,

entendido como veneración de los "datos de hecho", considerados prioritarios con respecto a los proyectos, los programas, las intenciones y todo el material que entra en el ámbito de lo no visible-tangible-comprobable, pero que de algún modo orienta la vida individual y colectiva (D'Agostini, 2011: p.18).

Ahora bien, cuando alguien rechaza una referencia a estados de cosas, lo que con frecuencia rechaza es una metafísica que está por ver si es la que entiende el interlocutor al hablar de tales estados y tales cosas. Hay que distinguir entre la diversa naturaleza de los hechos y los diversos modos de reconocer algo como verdadero (D'Agostini, 2011: p.22).

En su diálogo con Girard, Vattimo oscila entre concepciones muy distantes de verdad. En un extremo está la que comparte densidad ontológica con la de amor y que, así como se afirma que "Dios es amor", permite a Jesús decir "Yo soy la verdad".7 En el otro está la verdad en el sentido de "proposición verdadera". De aquí surgen ambigüedades,8 caricaturas9 y claras falsedades,10 que no son sino la confirmación de una nula valoración de la verdad. Pero gracias al genio de Girard, estas ambigüedades obtienen en sus respuestas un mínimo de nitidez sobre el tema, como sucede al aclarar la célebre tesis de Nietzsche: "No hay hechos, sólo interpretaciones" (Nietzsche, 1956: p.903). Es una buena definición del relativismo. El fundamentalismo sería afirmar el hecho, pero identificándolo inconscientemente con una interpretación, lo que lleva a ver las demás interpretaciones como falsedades.

Luigi Pareyson ofrece una lúcida explicación de la coexistencia de varias interpretaciones válidas de una misma realidad. Si la palabra no agota la verdad no es por debilidad del lenguaje sino por riqueza de la realidad:

La palabra revela la verdad, pero como inagotable, y, por tanto, es elocuente no sólo por lo que dice sino también por lo que no dice: lo explícito es significante a tal punto que aparece como una continua irradiación de significados, alimentada perennemente por la riqueza infinita de lo implícito, de tal modo que comprender significa profundizar lo explícito para captar en él la inagotable riqueza de lo implícito, de la verdad, es decir, no por inadecuación de la palabra sino, precisamente, por su capacidad de poseer un infinito, es decir, por una riqueza de revelaciones que no por aumentar de número se acercan a una manifestación total, de suyo imposible (Pareyson, 1982: p.115).11

Girard puntualiza que no hay que deducir toda una metafísica de la frase de Nietzsche,

fruto de una brillante polémica con los vetero-positivistas, que estaban convencidos de proferir una verdad científica inmortal cada vez que abrían la boca. Pero la boutade de Nietzsche ciertamente no puede funcionar como una teoría de la interpretación: no tener más que interpretaciones es lo mismo que no tener ninguna (Girard-Vattimo, 2006: p.82).12

Me llama la atención que nunca aparezca este fenómeno en el libro de D'Agostini. Se presenta como descripción de relativismo el no estar dos de acuerdo y sin embargo tener ambos la razón (2011: p.217), situación que con los recursos de Pareyson podría ser riqueza de la verdad, algo que pertenece a la esencia de lo que llamamos misterio.13 Nuestra situación, dice D'Agostini, no es tanto la de no tener la verdad cuanto la de tener demasiada (2011: p.219). En la web, concretamente, está "todo", pero no se distingue entre lo verdadero y lo falso (2011: pp.25-26; 288). Estrictamente hablando esto no es nuevo, pues cualquier biblioteca medianamente general presenta el mismo problema. En la de mi universidad, por ejemplo, encuentro prácticamente a todos los filósofos, todas las filosofías, sin ningún criterio intrínseco al sistema bibliotecario o editorial que haga el discernimiento sobre su verdad o falsedad: eso me corresponde a mí. Pero es cierto que la accesibilidad propia de la red potencia de manera abrumadora el fenómeno.

Hay un falso dilema que con frecuencia nos paraliza: que no sea inmediato distinguir entre lo verdadero y lo falso no quiere decir que sea imposible, ni que tales conceptos carezcan de significado. Que sea posible reconocer la verdad o falsedad de un enunciado no significa que sea fácil. Por eso, ante la proliferación de metodologías, Girard afirma: "la única teoría que necesito es creer en la posibilidad de descubrir la verdad, creer en la existencia tanto de los hechos como de las interpretaciones" (2006: p.98). Y concluye:

el último siglo y medio se ha caracterizado por excesos que se mueven en direcciones opuestas. Primero estuvieron las escuelas de pensamiento positivista, que adoraron los hechos, y sentían tan fácil y constante el contacto con ellos que se olvidaron de las interpretaciones. A este exceso siguió la reacción opuesta, legítima en principio pero que pronto condujo a excesos peores que los que debía rectificar. Tratemos por tanto de renunciar a todas las pseudo-radicalizaciones, procurando fiarnos de nuevo de la razón sin idolatrarla. De ahora en adelante, tratemos de creer tanto en los hechos como en las interpretaciones (2006: p.98).

 

Referencias bibliográficas

Amicone, Luigi. 2012. "Grazie compagni" en Barcellona, Pietro; Paolo Sorbi; Mario Tronti y Giuseppe Vacca (eds.) 2012. Emergenza antropologica. Per una nuova alleanza tra credenti e non credenti. Roma: Guerini e Associati, pp.19-27.         [ Links ]

Barcellona, Pietro; Paolo Sorbi; Mario Tronti y Giuseppe Vacca (eds.) 2012. Emergenza antropologica. Per una nuova alleanza tra credenti e non credenti, Roma. Guerini e Associati.         [ Links ]

Castagnetti, Pierluigi. 2012. "Mondo della ragione e mondo della fede in dialogo" en Barcellona, Pietro; Paolo Sorbi; Mario Tronti y Giuseppe Vacca (eds.) 2012. Emergenza antropologica. Per una nuova alleanza tra credenti e non credenti. Roma: Guerini e Associati, pp.47-55.         [ Links ]

Comte-Sponville, André. 2007. Lo spirito dell'ateismo. Introduzione a una spiritualitá senza Dio. Milano: Ponte alle Grazie.         [ Links ]

D'Agostini, Franca. 2011. Introduzione alla veritá. Torino: Bollati Boringhieri.         [ Links ]

Girard, René & Vattimo, Gianni. 2006. Veritá o fede debole? Dialogo su cristianesimo e relativismo. Massa: Transeuropa.         [ Links ]

Juan Pablo II, Papa. 1998. Fides et ratio, carta encíclica.         [ Links ]

Nietzsche, Friederich. 1956. "Aus dem Nachlass der Achtzigerjahre" en Werke, Bd. 3, München: Carl Hanser Verlag.         [ Links ]

Pareyson, Luigi. 19822. Veritá e interpretazione. Milano: Mursia.         [ Links ]

Possenti, Vittorio. 2012. "Sorte dell'umanesimo politico" en Barcellona, Pietro; Paolo Sorbi; Mario Tronti y Giuseppe Vacca (eds.) 2012. Emergenza antropologica. Per una nuova alleanza tra credenti e non credenti. Roma: Guerini e Associati, pp.83-90.         [ Links ]

Sardo, Claudio. 2012. "C'è una domanda di sinistra che viene dai cattolici" en Barcellona, Pietro; Paolo Sorbi; Mario Tronti y Giuseppe Vacca (eds.) 2012. Emergenza antropologica. Per una nuova alleanza tra credenti e non credenti. Roma: Guerini e Associati, pp.105-114.         [ Links ]

 

Notas

1 Para Vattimo son violencia las prohibiciones morales, entre las que enumera la de abortar, la de divorciarse, la de experimentar con embriones, la de colaborar en un suicidio (Girard-Vattimo, 2006: p.9; 26).

2 Pietro Barcellona (fallecido en septiembre de 2013) fue diputado del Partido Comunista Italiano. Paolo Sorbi fue uno de los fundadores de Lotta Continua, un movimiento (no un partido) de orientación comunista revolucionaria. Mario Tronti es considerado el padre del obrerismo, fue miembro del comité central del PCI y dirige el Centro per la Riforma dello Stato, creado como centro de estudios del PCI aunque posteriormente se volvió autónomo. Giuseppe Vacca fue varias veces diputado por el PCI y actualmente es el presidente de la Fondazione Istituto Gramsci.

3 "Personalmente prefiero decir 'principios irrenunciables', puesto que aquello a lo que no se puede renunciar es el principio, que en cuanto tal está abierto a más de un contenido y a varias realizaciones prácticas. La casi totalidad de los principios irrenunciables tiene una multiplicidad de declinaciones coherentes con el principio. Quizá la única excepción es la del derecho a la vida vinculado al no matar: en efecto, entre matar y no matar no hay término medio, mientras que, si asumimos que la libertad religiosa es un principio irrenunciable, vemos bien que admite diversas declinaciones concretas compatibles con él" (Possenti, 2012: p.88). Tanto Possenti como Sardo (Sardo, 2012: p.111) observan que en documentos que llevaban la firma del cardenal Ratzinger se habían usado expresiones como "principios irrenunciables" o "exigencias éticas fundamentales e irrenunciables".

4 Periódico que nació como órgano oficial del PCI (fundado por Gramsci), hoy ligado al Partido Democrático.

5 Referencia a una escena de Aprile (Nanni Moretti, 1998).

6 Castagnetti cita a este propósito a André Comte-Sponville: "si nada es verdad nadie es culpable de nada, nadie es inocente, no quedan objeciones para oponer a los negacionistas o a los mentirosos, ni siquiera a los perpetradores de masacres (porque no es verdad que lo sean)" (Comte-Sponville, 2007: p.8). Por su parte, Girard considera el rechazo de la ética uno de los grandes clichés de la Modernidad (Girard-Vattimo, 2006: p.22). Possenti hace notar que la moral utilitarista es todo menos relativista (Possenti, 2012: p.87).

7 Vattimo acoge lo primero y rechaza lo segundo, siguiendo un criterio que evidentemente no es la revelación.

8 Como atribuir al cristianismo tradicional una noción de Dios como contenido de una proposición verdadera (2012: p.29).

9 "¿Cuando el Papa se encuentra con el Dalai Lama está preocupado de que ese pobre hombre irá al infierno porque no es católico?" (2012: p.21). "Si me quisiera corregir de mi pecado relativista como me pide el Papa, ¿qué tendría que hacer? ¿Qué querría el Papa? ¿Que piense que sólo él tiene la razón?" (2012: p.32). Pone como ejemplos de ley natural el dato histórico de que haya más riqueza entre los blancos que entre los negros, o el dinamismo del mercado por el que el rico gana y el pobre pierde (2012: p.14).

10 Afirma que la condena veterotestamentaria de la homosexualidad -y cita Lev 20,13-está en medio de preceptos como no comer lagartijas o no vestir de rojo. Basta ir a ese capítulo del Levítico para ver que no es así.

11 Cfr. Juan Pablo II, Fides et ratio, nn. 4, 5, 51 y 87. Ahí se ve ese mismo fenómeno: la imposibilidad de agotar la riqueza de la realidad en una sola filosofía. Los números 4 y 51 reaccionan al fundamentalismo; los otros dos, al relativismo.

12 D'Agostini recuerda que la época de Nietzsche no es la nuestra (2011: p.26) y sostiene que de hecho las actuales condiciones culturales (web, globalización, etc.) no confirman las intuiciones nietzscheanas, de modo que la cultura de la no-verdad está cada vez más lejos de nosotros (2011: pp.288-289).

13 Y responde bastante bien a lo que Sardo llama "relativismo cristiano". Es el mismo fenómeno que Possenti desarrolla como pluralidad de declinaciones de un principio. Sardo lo explica así: "Un relativismo positivo. El relativismo de quien se siente en camino y sabe que la meta no ha sido alcanzada, es más, que la Verdad no será nunca poseída de verdad en este mundo. La Verdad posee al creyente a través de la fe, pero el creyente no se puede erigir en juez absoluto porque el Dios de la historia es siempre capaz de sorprender y de suscitar estupor, también a través de la acción generosa y el testimonio gratuito de tantos no creyentes que dan la vida por una mayor justicia social, una sociedad más rica de oportunidades y de libertad. En fin, la Verdad no se puede testimoniar sin el espíritu y la praxis de la Caridad" (2012: p.110).

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