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Diálogos sobre educación. Temas actuales en investigación educativa

versión On-line ISSN 2007-2171

Diálogos sobre educ. Temas actuales en investig. educ. vol.14 no.26 Zapopan ene./jun. 2023  Epub 08-Sep-2023

https://doi.org/10.32870/dse.v0i26.1217 

Eje temático

Las múltiples grafías de la investigación feminista en educación: hacia metodologías reflexivas, interseccionales y situadas

The multiple “graphies” of feminist research in education: towards reflexive, inter-sectional and situated methodologies

Constanza Chamorro Marabolí* 

Montserrat Rifà Valls** 

*Máster en Métodos para Investigación Social y candidata a Doctora en Estudios de Género: Cultura, Sociedades y Políticas. Investigadora y colaboradora del Grup Educació i Gènere, Implementació de la perspectiva de gènere a la facultat de ciències de l’educació (UAB). Profesora de Educación Diferencial especializada en problemas de Lenguaje y Audición (UMCE). Universitat Autònoma de Barcelona. España. constanzachamorromaraboli@gmail.com

**Doctora en Ciencias de la Educación, especialista en estudios del currículo, diversidad y educación de las artes visuales. Investigadora del Centro de Estudios e Investigación en Migraciones (CER-MIGRACIONES). Profesora en la Universitat Autònoma de Barcelona. España. montserrat.rifa@uab.cat


Resumen

En este artículo se presentan nuevas metodologías de investigación en educación de corte biográfico-narrativo y basadas en las artes, desde un enfoque feminista decolonial. Se describe una selección de las múltiples grafías que se caracterizan por la reflexividad, la interseccionalidad y la situacionalidad, concretamente, la autobiografía, la autoetnografía, la a/r/tografía, la cartografía y la corpografía. El texto recorre Viaje (des)bordado, una experiencia práctica de formación como investigadora en el contexto de los estudios de doctorado que se materializa en una pieza bordada. Escrito en primera persona, la narración se estructura en tres apartados, en diálogo con diversos autores, que sirven para: a) repensar la subjetividad y los orígenes académicos, vitales, sociales y étnicos para desafiar las posicionalidades que ocupamos; b) trazar artísticamente los descubrimientos, encuentros y paisajes de la investigación desde los tránsitos acontecidos, lo que incluye el proceso migratorio y de formación; y c) desplazar los márgenes de la educación y la investigación al centro, a partir de inscribir el cuerpo en la acción investigativa. La reciprocidad entre educación e investigación conduce a reinventar los aprendizajes, los saberes y la construcción de identidades docentes.

Palabras clave: cartografía; descolonialidad; migración; metodología feminista; investigación educativa

Abstract

The article introduces new biographical-narrative research methodologies in education based on the arts from a decolonial feminist approach. A selection of multiple “graphies” characterized by reflexivity, intersectionality and situationality is described, i.e. autobiography, autoethnography, a/r/tography, cartography and corpography. The text covers Viaje (des)bordado, a practical experience of training as a researcher within the context of doctoral studies materialized in a piece of embroidery. Written in the first person, the narrative is structured in three sections, in dialogue with various authors, which serves to: a) rethink subjectivity and academic, vital, social, and ethnic origins to challenge the positionalities that we occupy, b) trace the artistic discoveries, encounters and landscapes of research through the journey that took place, which includes the migratory and learning processes, and c) shift the margins of education and research to the center, starting with the insertion of the body in the research action. The reciprocity between education and research leads to a reinvention of learning, knowledge and the construction of teachers’ identities.

Key words: cartography; decolonialism; migration; feminist methodology; educational research

Presentación

En este artículo se despliega un repertorio de metodologías de investigación biográfico-narrativas (Huchim, Reyes, 2013; Bolívar, Domingo, 2019) y de investigación basada en las artes (Marín, Roldán, 2017) aplicadas al ámbito de la educación, a través de una experiencia práctica.1 La mirada metodológica se centra en los métodos narrativos que cuidan de procesos donde el otro/ la otra entra en tu historia y la moviliza. De este modo, existirá una permanente interpelación (mí - tú), para provocar que el lector se localice en el texto, se confronte, se sumerja y lo conteste, ya que se trata de un texto abierto. Hemos decidido escribir las secciones que siguen en primera persona (del singular y del plural), sin distinguir el sujeto que habla, que son dos, con la idea o pretensión de compartir, reencontrarnos y fundirnos en las experiencias narrativas de la otra. En ocasiones es imposible diferenciar las voces de las dos autoras, que son coincidentes con la mirada metodológica, y con la experiencia de investigación que forma parte de la tesis doctoral que se narra. Aunque en todo el texto prevalecerá la historia de Constanza, como investigadora en formación ―lo que incluye la tarea de escritura, acompañada de Montserrat, como su directora de tesis.

La autobiografía, la autoetnografía, la a/r/tografía, la cartografía y la corpografía se explican como miradas metodológicas que posicionan, activan, construyen y sitúan, que se tejen e imbrican con la onto-epistemología, la política y la ética de la investigación en educación. El sufijo -grafía deriva del griego, que significa “escritura”, “campo de estudio” y “representación gráfica”. En este artículo, las metodologías que hemos seleccionado aglutinan lo que en otros lugares se conceptualiza por separado, al hacer referencia, simultáneamente, a: los objetos/sujetos de la tipología o género del trabajo (e.g. monografía); la tarea descriptiva o de recopilación sistemática (e.g. filmografía); los procesos de la escritura (e.g. caligrafía); los saberes y tratados de un campo de estudio científico (e.g. oceanografía); y los modos de representación y técnicas de reproducción a través de la imagen (e.g. infografía). Además, las metodologías que describimos tienen en común que están constituidas por el hacer, por la relación proceso-producto y la técnica, y cada una de estas metodologías también es verbo, toma sentido en la acción (e.g. a/r/tografiar), a través de un sujeto que la ejerce (e.g. a/r/tógrafa). Las metodografías (Caeiro, 2020) están abiertas a lo inesperado, lo procesual y lo incierto en la tarea de aprender a ser docentes e investigadoras.

1. El giro feminista en la investigación narrativa: descolonizar y queerizar nuestras biografías

Las teorías y metodologías feministas tienden a encontrar un terreno fértil en la forma en que intentamos comprender y contar nuestras biografías y las diversas grafías con las que nos representamos (bordados, relatos, ensayos, dibujos, etc.). Aquí, la manera en la que comprendemos, habitamos y vivimos una vida feminista (Ahmed, 2018) marca nuestras experiencias como docentes e investigadoras. El acto mismo de narrar historias —de construir la vida de una en sus propios términos— y de reclamar una identidad, puede constituir una forma de compromiso político y de resistencia, y esto se realiza a través de la investigación feminista y del artivismo.

Comprendemos los feminismos como un conjunto de teorías sociales y de prácticas políticas que se oponen a la exclusión de la experiencia de las mujeres y personas no binarias en su horizonte epistemológico y político. Así, los feminismos nos han ayudado a revelar y criticar la desigualdad entre los sexos y los géneros a través de la reivindicación y la promoción de los derechos e intereses de las otras que se encuentran en una situación de subordinación y opresión. Siguiendo a Yuderkys Espinoza (Barroso, 2014), este posicionamiento no sólo se nutre de personas que ocupan un espacio intelectual que genera conocimiento desde la academia, sino que emerge de los saberes populares y comunitarios —en nuestro caso, artistas, amigas, familiares— planteándonos así la búsqueda de la emancipación.

Nos autoidentificamos y nombramos como feministas porque nos posicionamos dentro de un marco epistemológico que considera los feminismos en plural. Nos alejamos del feminismo que se basa en una concepción binaria y esencialista de las identidades y del género, para pluralizar las posiciones, relaciones y acciones. Así, coincidimos con la mirada de Butler cuando deconstruye y cuestiona la noción occidental del feminismo normativo que se apoya en la distinción entre mujer-hombre, y afirma que el género es una construcción basada en la ficción de una materialidad tácita:

El género es una construcción que reiteradamente disimula su génesis; el acuerdo colectivo tácito de actuar, crear y garantizar géneros diferenciados y polares como ficciones culturales queda disimulado por la credibilidad de esas producciones y por las sanciones que acompañan al hecho de no creer en ellas; la construcción nos «obliga» a creer en su necesidad y naturalidad. Las opciones históricas materializadas a través de distintos estilos corporales no son sino las ficciones culturales reguladas de forma punitiva, que alternadamente se personifican y se desvían bajo coacción (Butler, 2007: 272).

En nuestro caso, la pluralidad se sustenta con base en un cuerpo literario/experiencial/ político que orienta nuestras posturas, donde actualmente cuestionamos nuestras propias identidades desde lógicas no binarias. Este artículo comprende y analiza nuestras experiencias biográficas desde lo descolonial, queer e interseccional, ya que contamos y teorizamos nuestras historias, delineando y fronterizando las barreras de clase, raza, sexualidad y género, en un esfuerzo por demostrar los efectos que la política pública y el sistema educacional tienen en nuestras vidas. En la intersección del género con otros ejes de desigualdad, además del sexismo, criticamos también el eurocentrismo, el clasismo, el racismo, la LGTBIQfobia y el adultocentrismo, como formas de opresión que invisibilizan otras trayectorias y experiencias. En este marco, nombrar y reconocer la “herida interseccional” (Rodó-Zarate, 2021), lejos de reedificar las identidades, los saberes y las luchas, nos invita a comprender y resistir las opresiones, también desde los privilegios, de forma dinámica y entrelazando las estructuras y los afectos para el análisis de las desigualdades.

En un intento de descolonizar nuestras biografías y como investigadoras/profesoras que resistimos a la colonialidad, miramos nuestras experiencias, abriendo brechas para erosionar y desmontar los discursos y las prácticas que conforman la colonialidad del saber, ser y poder (Rodríguez, 2018). Tal y como propone Lugones, nuestra tarea consiste en:

Entablar una crítica de la opresión de género racializada, colonial y capitalista, heterosexualista, como una transformación vivida de lo social. Como tal ubica a quien teoriza en medio de personas, en una comprensión histórica, subjetiva/ intersubjetiva de la relación oprimir-resistir en la intersección de sistemas complejos de opresión. (Lugones, 2011: 110).

En este ejercicio descolonial, queerizar nuestras biografías no aporta ni certezas ni recetas, sino que construye un juego de herramientas para perturbar, rascar o despedazar lo normado. En este artículo, el texto autobiográfico feminista que sirve de ejemplo adquiere su forma a través de una cartografía bordada, que procura construir otro horizonte, otra norma, otro dentro-fuera, otro que se narra de manera extraña y rara. Para la teoría queer, nuestras identidades, y cómo podemos manifestarlas —mirándolas desde una perspectiva interseccional y situada— constituyen una multiplicidad y son cambiantes. Tal como señala Córdova Quero (2013), pueden reflejar realidades en un mundo en constante fluidez, especialmente cuando se relacionan con la manera en que se construyen nuestros cuerpos y sexualidades. Las múltiples grafías que presentamos a continuación funcionan como un repertorio amplio, plural y abierto desde el cual aprender a narrarnos en la investigación feminista en educación, atendiendo a las singularidades, los cuidados, los saberes, los tránsitos y las resistencias.

2. Rutas en la formación docente e investigadora: hacia un quehacer reflexivo, interseccional y posicionado

Cuando escribí, junto con Fernando Hernández, la fundamentación teórico-metodológica del libro Investigación autobiográfica y cambio social (2011), hubo un par de cuestiones que me interpelaron, más allá del intento de mapear y reconstruir otra forma de indagar en ciencias sociales y educación. La primera fue que me sentí empujada a visibilizar unas metas o principios en la indagación autobiográfica, reflexionando sobre la sistematización en las nuevas metodologías de investigación cualitativa y poscualitativa (Ocaña et al., 2020; Thomas, Bellingham, 2020). En ese proceso metareflexivo presté atención a: 1) la autocomprensión del sí mismo y la inscripción de la subjetividad; 2) los procesos de escritura: storytelling y reflexividad; 3) la investigación autobiográfica [que] es muy adecuada para la visibilización de historias invisibilizadas; 4) la construcción del relato autobiográfico y los dispositivos de representación; 5) la veracidad y la validación; y 6) la autobiografía crítica y su potencial transformador (Hernández, Rifà, 2011). En ese mismo lugar, Fernando reflexionaba en torno a la distinción entre investigación autobio-gráfica y autoetnográfica, algo que a mí me generó curiosidad e inquietud (véase Blanco, 2012). Posteriormente, he seguido aproximándome a las epistemologías del self (Rifà, Bertrán, 2020) y a las metodologías feministas en etnografía (Rifà et al., 2021), en el terreno de la investigación en ciencias sociales y educación.

En la tarea de investigar la formación de la identidad docente, en este artículo exploramos cómo pasar de la necesidad de reflexión en el autoanálisis de las biografías y las prácticas docentes a un análisis feminista de los aprendizajes de los docentes que incorpora la reflexividad (Guber, 2001), la interseccionalidad (Rodó, 2021) y la situacionalidad otra (Piazzini, 2014, siguiendo a Haraway y Mignolo). En esta propuesta, la reflexividad posibilita la reconstrucción de un saber basado en el cuestionamiento y la deliberación en torno a la toma de decisiones, los procesos y los resultados de la investigación y la formación feministas, y concretamente, la reflexividad etnográfica nos sitúa como partícipes de la cultura, posibilita repensar nuestra identidad investigadora y social e involucrar a otras participantes. Además, explicitar nuestras posicionalidades interseccionalmente supone hacer públicas las coordenadas que configuran nuestras identidades como sujetos de la educación y la investigación (nuestras marcas políticas, de clase, género, sexualidad, entre otras), mientras reivindicamos un conocimiento situado que es experiencial, encarnado y localizado, es decir, un saber que reconoce la subjetividad y la diversidad.

Desde esta posición, abordaremos las visiones y perspectivas de la investigación que ponen el foco en la construcción y exploración de la identidad investigadora, para tomar consciencia en torno a: la producción de un saber sobre el sí mismo en educación, encarnado, generizado, racializado; la reflexión sobre el tiempo y el espacio mediante los aprendizajes que emergen de este tipo de investigación; el papel de las tecnologías y materialidades que configuran los textos de investigación; y la complejidad de la comunicación y la imposibilidad de la réplica en este proceso. Se trata de métodos o grafías que configuran el repertorio de metodologías reflexivas, interseccionales y situadas en la investigación feminista, aunque en ocasiones se puedan emplear como técnicas. En la tabla siguiente se describen las múltiples grafías que hemos experimentado y que vamos a desarrollar en este artículo.

Métodos Descripción Materiales
Autobiografía Las visiones de la indagación y el currículum como textos autobiográficos sostienen la centralidad de la construcción de identidades docentes e investigadoras [también del alumnado] inmersas en las relaciones de poder. Estos temas y procesos que acontecen mediante el lenguaje y en la interacción humana: “ponen la atención en la calidez -también, en la intensidad- generadas por la impredictibilidad, las multiplicidades, la confusión, y lo desconocido en una vida educativa” (Miller, 2005: 50, reescrito de 1998). Memorias, diarios, autorretratos, líneas de tiempo, autoficción, álbum de familia.
Autoetnografía Considera que el sujeto que investiga, al formar parte de los contextos de la etnografía junto con los otros sujetos, deviene también sujeto de la investigación: “borrando las distancias entre personal y social, uno mismo y los otros, reevaluando la dialéctica entre la subjetividad y la cultura. El texto autoetnográfico emerge de la experiencia corporalizada del investigador, que continuamente reconoce e interpreta los residuos que la cultura inscribe en su subjetividad” (Hernández, Rifà, 2011: 11) (y siguiendo a Denzin). Diarios etnográficos, auto-entrevistas, conversaciones, cartas
A/r/tografía La interacción de saberes, identidades y prácticas en los procesos de indagación-enseñanza se complejiza y diversifica con las artes. La artografía como metodología de investigación educativa basada en las artes (IBA) “es inherentemente sobre el self como un artista/investigador/profesor aunque también es social cuando los grupos o las comunidades de a/r/tógrafos se juntan para comprometerse en investigaciones compartidas, actúan como colegas críticos, articulan una evolución de las cuestiones de investigación, y presentan sus trabajos colectivos evocativos/provocativos a otros (véase liga http://m1.cust.educ.ubc.ca/Artography/)” (Irwin, Sinner, 2013: ii). Prácticas artísticas (poesía, cine, cómic, escultura, pintura, performance…), prácticas docentes, reflexiones.
Cartografía El movimiento, el conocimiento situado y la materialidad posibilitan investigar como una forma de explorar o trazar un recorrido, además de una oportunidad para pensarse y narrarse. Lo cartográfico, siguiendo a Braidotti (2018), “se transforma en un objeto discursivo que contribuye al intercambio dialógico. La conversación que se inicia a partir de cada producción artística ayuda a establecer nuevos ensamblajes nómadas, donde lo humano y no humano, lo material y lo simbólico acaban por enredarse.” (Aberasturi, 2020: 37). Mapas, trayectos y derivas, ensamblajes (compuestos por dibujos, imágenes, bordados, textos).
Corpografía Corporeizar los aprendizajes y los saberes en educación e investigación supone trascender la visión de dominio y la racionalidad científica de la lógica extractivista y eurocéntrica, donde existen sujetos de privilegios y otros subalternos. En contraste con lo anterior, la corpografía “no es un mapa, es una representación del sentimiento de los habitantes migrantes y racializadxs de la ciudad,2 con una visión decolonial y antirracista. [...] es el producto final hecho materia” (Díaz, Collectivo Ayllu, 2021: 1), además de una narración generizada y sexualizada. Recitales, experimentos, talleres, acontecimientos, performances.

A lo largo del siguiente recorrido, las autobiografías se hacen visibles mediante la narración de experiencias personales y profesionales en contexto; la autoetnografía se hibrida con la reflexividad que se hace explícita con la toma de decisiones y el diálogo; las imágenes son la evidencia del sentido de la a/r/tografía en la investigación y son a/r/tográficas en sí mismas; la cartografía es un continuum en el texto, como proceso de indagación que se ha sostenido en el tiempo, mediante la pieza que se reinterpreta y que mantiene desde el principio su carácter cartográfico; la corpografía es la forma generizada-racializada que adoptan el saber-poder y la identidad a través de los espacios de formación y de investigación activista en los que participamos, un deseo de devenir interseccionales en la acción y de construir una metodología diferente. En Viaje (des)bordado, la narrativa que presentamos a continuación, la cartografía sirve a la indagación autobiográfica e incorpora la a/r/tografía como métodos, para devenir una corpografía de los aprendizajes en la práctica investigadora.

3. Descolonizar las grafías de la investigación en Viaje (des)bordado

3.1 Aborígenes: la otredad como enclave de la identidad

El término origen tiene varias acepciones —paradójicamente para la RAE— que no son excluyentes en mi investigación, dado que significa principio o nacimiento de un proyecto, hace referencia a la raíz o la fuente (manantial); en una experiencia de vida, hace alusión a la patria y a la familia de origen, de dónde venimos, a nuestras ancestras; puede apelar a la causa (a veces moral) o el motivo; y en geometría, se denomina “origen de coordenadas” a un punto de intersección entre ejes, lo que es coincidente con la mirada interseccional del género (Figura 1). El análisis de las desigualdades que presta atención al origen socioeconómico y al origen cultural describe cómo los sujetos interactúan con estructuras y contextos; desde nuestras posicionalidades, la interseccionalidad de clase, raza/etnia y género crea espacios para pensar la abolición del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado (Borher, 2019). El título de esta sección hace referencia a relatar lo aborigen, lo indígena, como una forma de aproximarnos a la autobiografía, la autoetnografía y la a/r/tografía, multiplicando las posiciones de los sujetos y sus lugares, como historia de los contra-orígenes y como antibiografía (Feixa, 2018, citando a Terrades).

Figura 1 Dialogar con el proceso y los orígenes del Viaje (des)bordado 

Los docentes pasamos más tiempo en espacios educativos que cualquier otro profesional o actor del sistema educativo. En mi caso, desde la escuela primaria hasta la universidad suman más de 25 años de trayectoria en educación, por lo que cartografiar mis orígenes (motivaciones) en la construcción de la pieza que he titulado Viaje (des)bordado puede volverse complejo y extenso (Figura 2). En este artículo, deseo acotar esta larga temporalidad en la que se constituye mi identidad docente a la época de mi formación universitaria. Narraré los procesos de mi tesis doctoral, enmarcada en esa educación universitaria, primero como docente en formación, y después como investigadora y formadora, un viaje de ir y venir en esa etapa de mi vida. En el año 2018, di el primer paso autónomo para explorar, como investigadora predoctoral, la formación de la identidad docente e implementé -durante los dos años siguientes- una serie de experiencias que hacían emerger la reflexión en torno a la identidad, desde los géneros y los feminismos.

Figura 2 Cartografía viajera: Barcelona y Chile 

Escuché, interioricé, enseñé y aprendí sobre las vidas de mis estudiantes mucho más que la mía. Acabé con una mochila cargada de biografías, entrevistas, talleres, seminarios, pero con una idea de mí misma cada vez más perdida. Como una crisis de identidad, la pieza cartográfica venía a invitarme a volver al yo y a mi devenir como docente investigadora. Esa falta de coincidencia entre lo que una piensa y hace sobre sí misma me llevó a cuestionarme si las formas más tradicionales de narrarnos (escritas u orales) me satisfacía, y a optar por emprender otra orientación, cambiando de metodologías y modos de escritura, empezar a experimentar yo misma en este desafío autobiográfico.

La primera opción fue realmente compleja: ¿Cómo iba a cambiar mi enfoque y mi práctica investigadora si no conocía otra? ¿Cómo podría incorporar el punto de vista feminista en mi quehacer investigador y docente? Intenté hacer cosas diferentes que remitieran esa forma de explorar el yo no necesariamente desde una lógica tradicional. En ese tiempo, mi activismo relacionado con el arte, conocer la investigación basada en las artes y la investigación artística (Hernández, 2008; Calderón, Hernández, 2019) me permitieron, de manera casi intuitiva, plantear hacer un bordado que recogiera en cierta medida lo que había podido aprender, tanto de los estudiantes con los que he trabajado como de mi vida más personal que se apegaba a una militancia feminista.

En 2018 me mudé a la casa-proyecto ―como la llama Constanza― y fue justo entonces cuando nos conocimos. Mi casa nueva alberga la máquina de coser de mi madre y la máquina de coser que acabamos de adquirir con mi hija, como parte de una labor colectiva como la que comparten Constanza y Daniela. En mi biografía, el origen de clase ha sido clave para comprender: el contexto de la generación de posguerra y la infancia de unos padres pobres; así como la precariedad de una sociedad capitalista neoliberal posfranquista, que dejó en el paro a trabajadores de algunos sectores mientras esclavizaba a otros en la fábrica. En ese espacio de lucha por la subsistencia, de renegociación con las fragilidades de la vida, crecí como niña que fue “educada en igualdad” para aprender a sobrevivir a cualquier infortunio. Y durante todo el proceso de formarme y de trabajo posterior en la universidad, hui de las tareas de coser, bordar y tejer; aunque la memoria corporal a menudo me traiciona, trato de desplazarme de un origen a un destino, que siempre he vinculado a las artes, la educación y la diversidad.

Ese mismo año, Constanza llegó a mi despacho del departamento en la Facultad de Ciencias de la Educación, para empezar el doctorado, y se presentó como maestra que había terminado un máster donde había investigado la construcción de la identidad desde la perspectiva de género y sexualidad con profesorado de educación primaria. Esto es coincidente con mis orígenes académicos, ya que, desde mis inicios como formadora e investigadora, la elaboración e interpretación de relatos autobiográficos y la construcción de la identidad docente han ocupado buena parte de mi trabajo (Rifà, 2011). Pero sólo recientemente he recuperado mi interés por la costura y los bordados como una forma de entrelazar relatos e historias. Si bien antes ya había animado a estudiantes de grado y de doctorado a crear este tipo de relatos bordados o textiles, no había participado directamente de la materialidad del proceso.

El trayecto recorrido con Constanza ha estado repleto de interacciones y aprendizajes encontrados, los scrapbooks elaborados por las hijas de origen migrante en el proyecto Trans-Emigra (Rifà et al., 2021) nutren su experiencia investigadora; mientras que, en diálogo con ella y con las artistas y artesanas feministas que narran sus subjetividades a través de lo textil ―como Ghada Amer―, he alcanzado a repensar mi origen.

Como profesoras-investigadoras funcionamos en sintonía con quienes aprendemos y nos vemos a nosotras mismas en ese ejercicio de aprender. Aquí, ejercitando ese aprendizaje, surgió esta propuesta que, en parte, responde a mi vida y a la vida con otros sujetos, mezclando las experiencias que había ido interiorizando al conocerles. Del profesorado, que el narrarse a un otro similar ―otro estudiante― te permite encontrar espejos que puedas mirar lo que eres y lo que no, y también el intersticio de ese ser y no ser, materializándose en escritos y relatos orales. De las artistas, Daniela (artista textil), Camila (feminista descolonial) y de Montse (etnógrafa) aprendí cómo materializar o al menos intentar plasmar las emociones y sensaciones que devienen al pensarte como profesora. La materialización de esto fue a través el cartografiar/corpografiar/ etnografiar mi tránsito doctoral, materializado como un viaje para repensar el sentido de no pertenencia, ya sea al territorio que migré o en mi labor académica, usando la práctica creativa del bordado como herramienta simbólica de representación de ideas (Figura 3).

Figura 3 Trazar el viaje, desbordar desde la experiencia 

Cuando me planteé explorar mi identidad personal y profesional me encontré con que está mediada por los lenguajes que hegemónicamente conozco, por los escritos ―las autobiografías narradas, las imágenes o los audiovisuales― a modo de documental. Estas dos formas me generaban distancia, incomprensión y hasta rechazo, ya que no sabía qué decir, ni por dónde empezar. En la medida que me vinculaba con otras profesoras en formación, la pregunta por cómo nos narramos y de qué forma lo hacemos fue creciendo a la vez que veía en ellas formas estéticas, profundas y novedosas de cómo hacerlo. Los relatos orales, la línea de tiempo, el álbum de familia, un diario de vida, fueron tomando espacio en mi historia. En los orígenes de la tesis, se dio nuestra incorporación al grupo @Edugènere, que en ese momento se estaba creando, cuyas actividades de investigación, formación, innovación y acción han revolucionado la Facultad de Ciencias de la Educación; desde ese inicio, fuimos dialogando con nuestras ancestras académicas (véase la Figura 1), que se inscriben en nuestras clases.

Viaje (des)bordado es una pieza que, ciertamente, desborda toda clasificación genérica en cuanto a técnicas, estética u obra que podría definirla. Inicia con el dibujo de un mapa que viene a representar los lugares que fueron transformando e identificando mi mestizaje identitario, reivindicando un viaje por la experiencia formativa como investigadora/estudiante/maestra, la cual transcurre presencialmente en dos continentes, pero también, mediante vínculos afectivos o teóricos, logra vincularse con otros territorios. Sigue con el bordado, que simboliza con sus colores y puntos la idea de desfronterizar la experiencia, es decir, traspasar lo conocido, lo estructurado y normado, creando a través de éste nuevas piezas ―capucha,3 ojo, puño, mar mediterráneo―, aprendiendo a bordar como parte del proceso de investigación, asumir el rol de aprendices de bordado en ese contexto particular exponiendo hechos históricos que se hacen parte de la identidad. Incluye una selección de textos que halla su asunto casi literario, continuando con un hibridismo genérico que recorre toda la pieza: las autobiografías de algunos estudiantes conviven con poesías, ensayos, teorías, publicidades y flores. Aquí podemos preguntarnos ¿Por qué investigar un trayecto de transformación de la identidad desde una cartografía bordada? Porque utilizar un dispositivo metafórico material sirve como mecanismo de expresividad que tiene la capacidad de trazar puentes tanto de la persona que crea esta pieza como también las que la visualizan. Funciona entonces como un dispositivo que permite conectar a un individuo con un otro y así poder desdibujar las fronteras que nos separan, objetivo mismo que tenía en la propia identidad.

3.2. Bosquejar un mapa, narrar el viaje

La cartografía es un objeto vivo que sigue creciendo. Uno de los aprendizajes que destacan de este proceso es que quería trazar un mapa que represente el trayecto de mi migración como punto inicial para repensar mi identidad, difuminando y entrelazando elementos que encontraba importantes (el género, la sexualidad, ser docente, raza, entre otras). En esa trayectoria, mi formación profesional como maestra de educación diferencial venía a significar el punto de fuga de todo lo que vendría después. A partir de identificar los intereses que tuve por continuar con mi formación profesional, el género y los feminismos comenzaron a tomar un rol impensado; fueron la excusa perfecta para buscar otros horizontes donde aprender, ya que en ese entonces no imaginaba que Chile podría haber llenado esa búsqueda. Deseaba cuestionar los lugares. Por tanto, se trata de un mapa difuminado, lleno de emociones, aprendizajes con otros profesores, artistas e investigadores (Carrasco-Segovia, Hernández, 2020), que fueron construyendo un nuevo territorio, una nueva geografía cartográfica. Mediante esta cartografía trato de contestar “la «naturalización» del control eurocentrado de los territorios, de los recursos de producción en la «naturaleza»” (Quijano, 2014: 99), que a menudo se transfiere a la producción del conocimiento en la academia y en la educación.

En el mapa, el mar se convirtió en las diversas voces de saberes (referentes, teorías, prácticas), biografías (de los estudiantes), elementos simbólicos (flores, fuego, hilos, fotografías personales, tatuajes), experiencias sobre mi migración (gestión de visado, situación irregular/ilegal de mi visado, otorgamiento de beca, Covid) y notas de campo del proceso investigativo (de las sesiones y talleres con estudiantes). Aquellos elementos que configuran mi identidad como una especie de línea del tiempo transformativa, sin una claridad del presente, pasado y futuro de cada uno de estos elementos. En respuesta a este mar, que inundaba mi vida, dibujé un mapa de lugares que en mi vida adulta he habitado y me han nutrido de aprendizajes situados. Incluí en este mapa algunos continentes asignándoles a cada uno un elemento: a Abya Yala, la Cordillera de los Andes, una capucha zapatista, un ojo; para África, un poema de un chique transgénero; para Asia, un puño de resistencia; y a Europa, un símbolo de vacío-ausencia (Figura 4). Como elemento extra, incluí el Mediterráneo como símbolo de la Europa-fortaleza, que deja que los/las migrantes mueran ahogados en este mar, buscando las oportunidades que este mismo continente les quitó y a la vez generó.

Figura 4 Bordando la experiencia en un mapa 

La primera vez que vi Viaje (des)bordado fue a través del timelapse que reconstruye el proceso de ensamblaje de esta pieza. En ese visionado, tres tácticas artísticas capturaron mi atención, junto con varias frases: 1) en primer lugar, los límites dibujados sobre el mapa para trazar los relieves y contornos, desde una perspectiva geopolítica de las fronteras y las presencias en el Sur global, mientras la voz de Constanza recita: Pandemia. Como juego de palabras decidí desbordarme. Desbordarme, desbordar mi identidad a través de una cartografía: punto, punto, punto, punto, tiro el hilo, punto, punto, punto; 2) en segundo lugar, me interpeló el proceso de coser y ensamblar ―manualmente y a máquina― los textos y las imágenes creando nuevos bordes, nuevos itinerarios y uniones invisibles, que ella narra de esta forma: este mapa que aquí trazo es un mapa que también llevo bordado en mi identidad, identificarme en historias, de dónde venía, cuáles eran mis raíces, qué vinculaba y qué me vinculaba a este nuevo territorio. Fui seleccionando de este mapa, algunas partes que yo había habitado, a las que había viajado y cómo aquellas pudieron influenciar la construcción de mi identidad; y 3) por último, la silueta del mar Mediterráneo, asintiendo a la descripción de Constanza: bordé el mar mediterráneo cuando un barco naufragó con una gran cantidad de emigrantes, me vi ahí triste, sola, nuevamente acompañada por personas que políticamente querían estar conmigo.

Durante los tres años que llevo cursando el doctorado, y al mirar la pieza bordada, mis idas y venidas como migrante ―ir de chile a Barcelona como una constante, cada siete meses subida a un avión― sintonizan con el mismo ir y venir de mi yo profesora-investigadora -seguir enseñando paralelamente al investigar, dar talleres sobre género y feminismos desde el proyecto @aulasrebeldes. En este punto, la reflexividad se convirtió en una conversación interna en torno a esta experiencia de ir y venir de estas dos vertientes o continentes que conforman mi identidad. Estas experiencias no las concibo como binarias ni opuestas, sino como saberes y tránsitos que dialogan y conviven en mi identidad, a veces, también como experiencias que se disputan espacios y que buscan tener una mayor visibilidad. Mis prácticas como investigadora han surgido desde una interacción entre las pedagogías decoloniales, críticas y feministas, donde unas han iluminado a las otras y viceversa. Esta interacción ha permitido un punto de partida interesante y poderoso desde el cual trabajar.

Cuando aún me dedicaba exclusivamente a la pedagogía, me asaltó la duda enorme sobre cómo otras profesoras estaban enfrentando el género y la sexualidad en el aula y en sus identidades. Esta pregunta se extendió más allá de las fronteras del aula y me permitió imaginar a un profesorado que se comprometa directamente con el cuestionamiento de los planes de estudios. Sabía en ese momento que la respuesta no estaba necesariamente sólo en el aula, tenía que salir, moverme, fugarme del aula y conocer otras personas que se interesaran por estos temas. Durante mis estudios de máster en investigación cualitativa, ejerciendo paralelamente como docente, esa delgada línea entre ser docente e investigadora se vio difuminada. A la vez que comencé a conocer a otras profesoras que se estaban haciendo conscientes de sus biografías y cómo el género nos iba marcando, comencé a plantearme la idea de ser una investigadora a tiempo completo. En la actualidad, me encuentro y a la vez me fugo de estos dos espacios. En uno encuentro a la teoría y a maestros; en el otro, encuentro la forma de crear instancias de aprendizaje y enseñanza en torno al género y los feminismos desde lo práctico y vivencial. Al igual que en la cartografía, el hilo que une y permite el diálogo de ambas entidades, es sin duda el feminismo.

En esta cartografía y en el mestizaje tanto de sus técnicas como de los elementos que se usan, sobresalen los colores y los símbolos. Cuando tracé el mapa, la asignación del color obedeció a un entramado social y personal; aunque las personas que observan la pieza pueden reconstruirlos discursiva y socialmente, es decir, ser re-significados y variar de acuerdo con el contexto geográfico, histórico o epistémico de cada una/uno. En esta cartografía lo primero que salta a la vista son el amarillo, el rosado, el verde, el rojo y el negro, lo que se vuelve un objeto de significación, al igual que el color de piel representa un estatus y una estructura de poder. Destaca una ausencia de hilos blancos porque metafóricamente esta cartografía quiere alejarse de cualquier asociación a la blanquitud. En mis vestidos hay muchos de estos colores, y también están en mis escritos y en mis bordados. En síntesis, el amarillo me remonta al sol, ilumina, da calor y permite que todo lo que ostenta vida crezca y germine; el rosado y el azul ―Centroamérica y África― son dos energías distintas que si se sintonizan apuntan a la liberación y a la resistencia; el rojo es todo lo que quiero que arda, se transforme y demuestre su poder; y el negro, que invade toda la cartografía, es una forma de denunciar el racismo que todo lo enreda, lo toca, transforma y une.

La relación entre textos e imágenes sigue captando mi atención. Desde una perspectiva de investigación basada en las artes, trato de ver lo a/r/tográfico del proceso (Suominen, 2003; Irwin, 2013), a la vez que tomo consciencia de mis propias fronteras, muros y barreras, así como de las disoluciones, disrupciones y transgresiones. Me fascinan las flores, las islas, los glaciares, las rutas marítimas, la lava y el fuego, el vacío, las fallas geológicas, las superficies planas y las fisuras, y decido dejarme llevar. Después de recorrer con la mirada flotante Viaje (des)bordado, me sumerjo en algunos itinerarios que atraviesan el mapamundi. Como directora de tesis, pocas veces tengo acceso a los apuntes manuscritos, los borradores, las ideas previas, las fotocopias o los esquemas de las doctorandas, en definitiva, a los territorios por los que transitan, porque suele llegarme a menudo un texto semiabierto o semicerrado ―aunque las tesis de mis estudiantes no sean lineales y hayan navegado entre diagramas, métodos, leyendas y capas.4 Últimamente, cuando me reconozco en una tesis, lejos de sentirme aliviada, esto me genera vacilación y me cuestiono ¿cuánto hay de mí misma en ella? ¿constituyen mis límites sus fronteras en el saber? ¿habrían surgido continentes y mares distintos con otra interlocución? ¿puede existir un diálogo creativo-irreverente a pesar de la asimetría en las relaciones de poder?

Había visto la cartografía en imágenes, pero por fin llegó a la casa-proyecto doblada en una bolsa y he decidido recorrerla con una mirada atenta, leerla, tocarla, vivirla y viajarla. Por eso decido seguir las puntadas intermitentes y los hilos degradados que me llevan a nuevos territorios, que no he habitado o a los que no he viajado antes de este diálogo con Constanza. Percibo lo blanco como lo vasto y extenso, es la página y el lienzo, lo colonial ―son Bourdieu, los feminismos, Ellsworth, el método, la ciencia y el discurso, los papeles de extranjería, las mallas curriculares; en cambio, prefiero enfocarme a lo negro, lo menudo y oculto, lo anticolonial ―que son la tipografía de los textos, los hilos de distintos grosores, hooks, la pupila del ojo, la necropolítica, Hall, el pelo y el poro, la semilla, las sombras y las encapuchadas, que configuran la negritud del bordado, y que, junto con el rojo y el verde articulan la rebeldía. En el bordado se reivindica al intelectual negro, que “significa ser contrahegemónico en las ciencias, en una tensa relación de inclusión-exclusión, con el fin de explicitar la pluralidad interna de la ciencia y no su homogeneidad” (Gomes, 2014: 418). En este proceso, la reconstrucción de la propia biografía como una autoetnografía en esta tesis, que emplea métodos a/r/tobiográficos, descentra el sujeto de la narración e irrumpe en la zona de confort de investigadoras y docentes, borrando del mapa la idea de un proyecto atemporal, incuestionable e inamovible:

La naturaleza constantemente fragmentaria e irreductiblemente plural del ahora presenta un obstáculo para una ciencia social que formula el futuro humano como un proyecto en el cual la razón se realiza de una forma u otra (más democracia, liberalismo, derechos, socialismo, entre otras). Esto, a su vez, hace que las prácticas vitales que desaprobamos -prácticas que parecen supersticiosas o que atribuyen agencia a dioses y espíritus- parezcan anacrónicas, si no reaccionarias. Esto sucede, como hemos visto, incluso cuando el sujeto investigador ha vivido una relación cotidiana con tales prácticas. La razón adopta aquí la forma de un principio totalizador con cuya ayuda el investigador de las ciencias sociales sólo puede crear una relación antropologizante, incluso con aquello con lo que él puede tener un vínculo previo, simultáneo o posterior al proceso de investigación (Chakrabarty, 2008: 253).

3.3. En los márgenes de la educación y la investigación

Porque yo una mestiza, salgo continuamente de una cultura

para entrar en otra, como estoy en todas las culturas a la vez,

alma entre dos mundos, tres, cuatro, me zumba la cabeza con lo

contradictorio.

Estoy norteada por todas las voces que me hablan simultáneamente.

(Anzaldúa, 1987: 134)

En Borderlands/La Frontera, Gloria Anzaldúa (1987) expone el concepto de frontera como un espacio geográfico, para luego resignificarlo como lugar ideológico de resistencia identitaria y posicionamiento político. En la pieza bordada, tanto la identidad como la resistencia han sintonizado con esta idea de frontera, las que simbólicamente fueron borradas y sustituidas por un hilo negro o colorido que cruza y entrecruza toda la cartografía, con la idea de destino incierto, irregular, sin brújula ni mapa claro. Como un ejercicio metafórico de la tesis misma, donde la exploración intuitiva, vinculante a las personas que fui conociendo, crea un mapa alternativo de la comprensión de este objeto y permite resignificar la identidad. Me siento así, una mestiza, no sólo por mi procedencia geográfica, sino como una maestra-investigadora.

Las fronteras del bordado son, ante todo, fronteras sociales, educacionales, raciales, económicas, corporales e históricas. Así, partiremos de la base de que detrás de la pieza siempre existe un entramado político e ideológico que la explica, incluso si la imagen en cuestión es la más banal del mundo. Ese entramado tiene como punto de origen mi migración a Barcelona en el año 2018, identificando y reconociendo una serie de ordenamientos y estructuras que previo a ese año no había identificado. Partí esta cartografía sin tener conciencia de estas fronteras, y la he seguido bordado con mayor conciencia de mi ubicación, de jerarquías, de privilegios, desde el ejercicio de buscar su deconstrucción.

Las fronteras pueden ser límites u obstáculos, son discursivas y materiales, y nos producen como sujetos. En la cartografía hay tres símbolos que se destacan al igual que los colores y que contestan al privilegio desde mis orígenes como maestra-feminista-migrante, hasta mis posicionalidades de adopción, donde me reivindico como investigadora-artista-activista (Figura 5). La capucha representa mi artivismo como migrante, donde participo bordando, bailando y cantando encapuchada, reivindicándola como un símbolo de lucha y resistencia de Abya Yala en Europa. El fuego en el que se lee Que arda, hace alusión a mi proceso migratorio, a mi situación de irregularidad, a la burocracia en la obtención de la residencia y a la necesidad de que la ley de extranjería sea quemada y que surja un mecanismo basado en los derechos a migrar libremente. Finalmente, el puño representa la insurgencia, el impulso colectivo a seguir luchando en contra del sistema capitalista, colonial e imperialista que quiere imponerse en todos los territorios.

Figura 5 Símbolos de un largo viaje 

Al girar el tapiz, descubro el bosquejo del mapa, el cocido, los nudos, el parche, las costuras, el hilo salvaje, la arruga, la madeja, el océano y sus capas, las discontinuidades, el negativo y la imperfección -ahora puede que el mapa de África se parezca a España; América del Sur me insinúa la Palma y la selva amazónica ha quedado reducida a una franja de bosque, México es un globo dorado y no la semilla del origen sureño. Esto me provoca una segunda resonancia: la dificultad de visualizar la diáspora y las redes transnacionales de solidaridad, que me transporta directamente al trabajo de Avtar Brah, Saskia Sassen y Silvia Federici, pero permanezco leyendo un fragmento de “Conexiones frágiles”, incluido en Vivir una vida feminista de Sarah Ahmed (2018): Fragilidad: la cualidad de ser fácilmente rompible. Fragilidad: cuando ser rompible impide que algo suceda (la cita procede del bordado). Mientras me pierdo en la fragilidad de los aprendizajes y saberes fronterizos, inesperadamente, me sumerjo de nuevo en el texto que estoy leyendo de Anna Lowenhaupt Tsing, titulado Fricción. Una etnografía de las conectividades. Allí aparece el concepto de patchwork ethnography para comprender las “zonas de fricción cultural” y me quedo con la frase: “el conocimiento que realmente puede cambiar el mundo es aquel que viaja y moviliza” (2021: 27).

La cartografía deviene corpografía con las prácticas encarnadas del ser, hacer, transitar, conocer o resistir; y, en el terreno de la educación y de la investigación, cuando se plantean procesos de aprendizaje e indagación corporeizados al reivindicar el cuerpo como agencia (Rodríguez, 2014). Viaje (des)bordado denuncia la imposición de límites a los cuerpos otros, su regulación y mercantilización, así para el feminismo decolonial “lo que sobra es, pues, lo preciso. Por eso, el motor de nuestro des/aprendizaje debe ser en sí mismo, nuevamente, contradictorio: leemos con y contra el cuerpo a la vez” (Torras, 2021). En este contexto, los corpógrafos escriben el cuerpo y las corpografías emergen de la acción mediante talleres, prácticas y experimentos (Planella, Jiménez, 2019). Y en todos estos procesos, las metodologías de investigación en educación basadas en la reflexividad, la interseccionalidad y la situacionalidad, pueden detenerse para contar la relacionalidad, la fragilidad y el empoderamiento de los cuerpos racializados y generizados:

Considerar y/o escribir la propia vida como [una] fuente de conocimiento fundamental es también una forma de admitir y, simultáneamente, de beneficiarse de la propia vulnerabilidad como persona y como investigador/a. El reconocimiento de la vulnerabilidad es condición para que el cuerpo del/de la etnografo/a se pueda convertir en agente de conocimiento, con una materialidad, como senala Fernandez-Garrigo, “construida a base de carne, relaciones sociales, deseos, vísceras, emociones, vínculos”, que se puede desplegar a distintos niveles: marco etnográfico, objeto de estudio, herramientas metodológicas, actitud frente a las personas que participan en la investigación... (Esteban, 2019: 16).

Las fronteras que deconstruye Viaje (des)bordado son nacionales, corporales, epistemológicas, raciales-étnicas, de clase y de género, espacio-temporales, educacionales, metodológicas, de los feminismos, disciplinares e identitarias. Dialogar, cuestionar y reflexionar sobre las posturas de ser docente e investigadora permite cruzar las fronteras y es la mayor enseñanza que me ha dejado el feminismo. Cuestionarlo todo, intentar transformarlo, acercarme y estar siempre con la comunidad. Al vincular esta experiencia con los procesos desarrollados durante mi investigación para la tesis doctoral, emana la memoria de los espacios formativos compartidos con los estudiantes del máster de secundaria, a modo de autobiografías, talleres, seminarios, entrevistas, cartografías, conversaciones y escrituras. En estos espacios, han prevalecido metodologías que proceden de las pedagogías críticas feministas decoloniales que el tapiz muestra: a un extremo está la crítica a la educación bancaria (Freire, 1975); y en el otro, bell hooks reflexiona sobre los “nuevos desafíos en el aula feminista” (hooks, 2021, cita del bordado). Precisamente, es bell hooks quien nos recuerda la importancia de traer los márgenes al centro en la educación y en la investigación desde la teoría feminista, porque: “Estar al margen es ser parte del todo, pero fuera del cuerpo principal” (2020: 23).

Conclusiones: ¿Hacia dónde van estas nuevas grafías en las metodologías de investigación en educación?

Si bien introducir la experiencia personal por medio de formas artísticas como categoría analítica dentro del proceso autobiográfico, etnográfico y cartográfico no supone una innovación, hoy en día, sigue representando un desafío a los principios y fundamentos metodológicos de la investigación en educación. La respuesta que da este artículo hacia las nuevas grafías ha sido pensar en el docente como un sujeto que en su quehacer investigador reflexiona, se sitúa y mira críticamente sus intersecciones a través de las emociones, los afectos, los espacios y las temporalidades que comúnmente se han obviado, cuyo impacto en la construcción de las identidades podría ser emancipador. Y dentro de esta respuesta o vía que se toma, se halla el arte y allí el bordado, que posibilita el análisis, desde un punto de vista feminista descolonial, de los aprendizajes y cambios que se producen en el sí mismo y en la relación con el otro.

A través de la narración del conjunto de situaciones, vivencias y contradicciones en las autobiografías y autoetnografías, como investigadoras-docentes, planteamos la propia comprensión de los aprendizajes como “un ejercicio de vigilancia epistemológica” (Nuño Martínez, citado en Esteban, 2019: 9), a través del cual las sensaciones, itinerarios, inquietudes, fugas y confusiones se han ido transformando y reconduciendo. En Viaje (des)bordado, mediante la a/r/ tografía, sus símbolos, colores, referentes teóricos y técnicas de bordado, interactúan con el espacio educativo y social. Por otro lado, se abren nuevas posibilidades, y como menciona Irwin (2013), la a/r/tografía deviene un espacio intelectual e imaginativo para la investigación.

Con la apertura del espacio académico y la llegada de nuevas tecnologías de exploración de la identidad a través de las artes, con énfasis en lo visual y lo multisensorial, la cartografía como corpografía puede funcionar como una oportunidad para que diversos educadores-investigadores que están en permanente fuga de sus disciplinas, acojan nuevas prácticas y compartan sus investigaciones con sus comunidades. Incluir la reflexividad en la formación de investigadores, explicitando los nuevos orígenes, las rutas y las fronteras, posibilita dotar de sentido a los vacíos pedagógicos e investigativos, mientras se comparten tentativas, experimentos y aprendizajes en el quehacer docente-investigador. Tratar esta pieza de bordado en educación, con las múltiples grafías que se han descrito, va en la línea de ampliar el horizonte de posibilidades para los docentes, investigadores y artistas interesados en la investigación narrativa autobiográfica.

Finalmente, en el futuro deberemos estudiar de qué modo este tipo de intervenciones pueden transformar otros contextos específicos; abrir estas piezas a otros espectadores y actores; e interpretar cómo en ese ejercicio colectivo se puede percibir el trabajo de manera diferente. En definitiva, se trataría de comprender cómo la diversidad de identidades docentes e investigadoras afrontan el cambio mediante prácticas reflexivas, interseccionales y situadas, con una repercusión en sus vidas laborales y personales y las de sus estudiantes.

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1Esta experiencia práctica forma parte de la tesis de Constanza: Tejiendo vidas en contexto: Narrativas de docentes en formación sensibles al género y los feminismos. El trabajo se está realizando en el marco del programa de doctorado interuniversitario en Estudios de Género: Culturas, Sociedades y Políticas, en la Universitat Autònoma de Barcelona, financiado por ANID Chile, con la supervisión de Montserrat.

2Se refiere a la ciudad de Madrid, en el original.

3Trozo de tela que cubre totalmente la cara y la cabeza, utilizado por diversas culturas, pueblos u organizaciones populares para mantener el anonimato y/o manifestarse artísticamente.

4Me refiero a las tesis de Joanna Empain, Amalia Gianoutsou, Fannella Giusti y Sara López, compañeras de viaje de Constanza.

Recibido: 30 de Diciembre de 2021; Aprobado: 28 de Septiembre de 2022

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