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Diálogos sobre educación. Temas actuales en investigación educativa

versión On-line ISSN 2007-2171

Diálogos sobre educ. Temas actuales en investig. educ. vol.13 no.25 Zapopan jul./dic. 2022  Epub 27-Ene-2023

https://doi.org/10.32870/dse.v0i25.1111 

Reseñas

La comunidad filosófica. Manifiesto por una universidad popular

The philosophical community: a manifest for a people’s university

Eduardo Solano Vázquez* 

*Doctor en Estudios Latinoamericanos. Líneas de investigación: filosofía e historia de las ideas: cultura, política, educación. Universidad de Guadalajara, México. pumalibro@hotmail.com

Onfray, Michel. 2008. La comunidad filosófica. Manifiesto por una universidad popular. Barcelona: Gedisa, 155p.


Dictan leyes y formulan imperativos para los otros.

Es el nacimiento de los dadores de lecciones.

Michel Onfray

El acontecimiento educativo que propicia este libro de Michel Onfray es la creación de la universidad popular en Caen, en el año 2002, donde estuvieron inmiscuidos él y otros profesores de filosofía. Por otro lado, el texto es publicado por primera vez en francés en el año 2004 y la primera edición en español aparece en el año 2008. Este escrito de Onfray está estructurado en tres partes (introducción, primera y segunda parte). El pensamiento educativo que sostiene a este libro se adscribe a la pedagogía libertaria.

La introducción muestra la ruptura y el acercamiento de Onfray hacia cierta filosofía y enseñanza de la misma. Es decir, se da la ruptura con Platón por considerar que es un filósofo que legitima al poder, y así, se recurre a Epicuro por creer que es un pensador que invita a la serenidad y la alegría, factores indispensables para existir y resistir al poder de la república. Onfray no apela a una comunidad de iniciados, sino a una de raigambre democrática y popular; pero la comunidad no es una esencia, por eso tiene que ser educada, sobre todo, si quiere desenvolverse en la historia y no quedarse en el ámbito de lo pensado.

La libertad para el individuo, eso es lo que pretende el filósofo francés, no como postulado que se convierta en “letra muerta”, sino como práctica existencial. Así pues, se tienen que evitar los pensamientos y las acciones que quieran gobernar a los otros: “La filosofía no es exclusividad del gobierno de los otros, sino de quien sólo aspira al imperio sobre sí mismo. No un poder sobre los otros, sino una potencia sobre la construcción de sí mismo mediante la cual también se realiza el grupo” (Onfray, 2008: 24). En este sentido, se tiene que superar la libertad de compraventa que invade las calles y los hogares, pues ella se olvida del individuo en aras de estandarizar el mundo y obtener ganancias.

El individuo aislado y preocupado sólo por su situación tiene que ser superado. Onfray cree posible la construcción de una individualidad que sea capaz de ser amistosa y comunitaria, para ello propone y ejerce una manera de educar, la cual intenta alejarse del modelo institucional que reproduce el poder. Asimismo, el educador tiene que educarse a sí mismo, no sólo proponer un modo de vida basado en la libertad, la autonomía y la resistencia, sino que sus actos tienen que estar en concordancia con lo que pregona. No es que se aspire a una revolución social, Onfray no cree que las condiciones estén dadas para un evento de esas características, pero tampoco considera idóneo decirle que sí al poder en sus distintas manifestaciones. La influencia de Deleuze en el pensamiento onfrayano queda asentada en la aspiración por una comunidad nómada y en el devenir revolucionario de las individualidades: no a una revolución futura, sí a una revolución concreta.

La revolución concreta del individuo Onfray queda manifiesta en la universidad popular de Caen, también en la enseñanza de la filosofía que no hable en y para el poder; Epicuro en su jardín que le da la bienvenida a todos los que quieran aprender y construirse a sí mismos, y no un Platón que quiere ser el rey de la república. En la primera parte del texto el filósofo-educador francés desmonta la pedagogía tradicional y propone una de carácter libertario.

También en la primera parte del libro se hace una pregunta en torno a los criterios para considerar que alguien es o no un filósofo. La interrogación no es casual, pues Onfray se ha decantado por un filósofo hasta cierto punto marginal como lo es Epicuro y se pone en “guardia” contra un filósofo de los “imprescindibles” como lo es Platón. El filósofo francés considera que en las universidades no se le da suficiente difusión al pensamiento filosófico antes de Sócrates, por eso hará una crítica a la historiografía del pensamiento y, con ello, a los contenidos de la enseñanza de la filosofía. Lo que se enseña va a condicionar la comprensión del mundo del educando, es decir, una enseñanza de la filosofía de tipo platónico se ocupará más de los ideales que de las realidades, y para Onfray el pensamiento tiene que incidir en lo cotidiano. Así pues, se pretende una cotidianidad que propicie el placer de existir. Ahora bien, cabe preguntar ¿hasta dónde es posible encontrarle placer a una existencia que por doquier se encuentra y padece las desigualdades?

Un filósofo-educador formado en las enseñanzas epicúreas se ocuparía de inculcar el arte del “vivir bien”, estar contentos siempre y en todo momento. Pero Onfray lo sabe bien, eso no basta en una sociedad capitalista, es más, no se dan dos veces los mismos acontecimientos en la historia, lo cual no quiere decir que la tradición debe ser rechazada, al contrario, lo que se tiene que hacer con ella es actualizarla, encontrar lo que hay de pertinente en ella para el presente. El filósofo-educador no es reformador y tampoco un revolucionario, pero sí es un provocadorguía, alguien que incita a la interrogación de lo que se observa puesto que se requieren interrogaciones al poder y no modelos-respuestas que lo justifiquen.

La enseñanza tiene que servir para la libertad y no para la reproducción. Ya Bourdieu había señalado que las escuelas reproducían a la sociedad y Onfray recupera ese pensar para proponer una enseñanza que libere al alumno en sus pensamientos y acciones. El educando en filosofía formado en la universidad popular tiene que saber pensar lo que ocurre, así la teoría va en concordancia con la práctica: “Se trataba de demostrar a alumnos concretos que la disciplina filosófica ayuda a pensar el mundo en el que se encuentran” (2008: 79). En este sentido, Onfray está convencido de que en la universidad popular es posible relacionar la filosofía con el mundo real, y así contribuir a generar pensamientos que ayuden a comprender la era de la imagen y la virtualidad; no se debe olvidar que es toral encontrarle placer al existir, pero es preciso que se piensen las condiciones en las cuales se lleva a cabo la existencia.

En el manifiesto por la universidad popular se hace explícita la crítica a la educación oficial e institucional. Así, en la segunda parte del texto se dan algunas alternativas a la educación que reproduce a la sociedad liberal y capitalista. El filósofo-educador de la universidad popular tiene que educarse a sí mismo y lograr la congruencia entre lo que dice y lo que hace, además, sus mensajes tienen que darse en un lenguaje comprensible para todos, porque se trata de una universidad que democratiza el saber y no de una que le da prioridad a la elite: “Cuando los filósofos se dirigen a los filósofos -vieja tradición escolástica que perdura-, producen debates técnicos y estériles, ejercicios de retórica que sólo son comprensibles para la casta de iniciados” (2008: 110). Onfray, el alumno tardío de Epicuro, quiere contribuir al “vivir bien” del pueblo, así es necesario dialogar con él y no darle cátedra desde un monólogo abstracto y obtuso, para que cuando el pueblo salga del jardín o la universidad popular se dé a la tarea de pensar la existencia mediante los conceptos vertidos en el diálogo con el filósofo-educador.

La universidad popular no renuncia a los contenidos, pues quiere formar inteligencias libres. No se trata de hacer superflua la enseñanza, sino accesible, pues el educando (amas de casa, obreros, jardineros, barrenderos) es capaz de aprender las cuestiones profundas de la civilización, lo que se le pide al filósofo-educador es que no use un lenguaje sectarista y oscuro, mismo que puede ser repetido por el educando, pero al ser un lenguaje alejado de su realidad imposibilitaría las preguntas por la existencia, por ejemplo, ¿es este el mejor de los mundos posibles? ¿por qué algunas mujeres trabajan sin recibir un salario?

La resistencia del individuo Onfray a través de la revolución concreta, o sea, la universidad popular, se manifiesta al hacer público lo marginal, en ofrecerle una educación con contenido, aunque no sea el oficial. Es decir, se les invita a las amas de casa, los obreros a formar parte de la comunidad de pensadores libres y ocupados por la existencia. Por otro lado, en la democracia onfrayana no hay jerarquía ni representación, ya que el individuo tiene que intervenir pues la libertad es una práctica que no se le puede delegar a alguien. En este sentido, es clara la oposición del filósofo francés a la sociabilidad liberal y capitalista, pero su oposición sería irrelevante si sólo fuera en el ámbito discursivo, por eso su intervención mediante la educación: “Crear universidades populares que, mediante un intelectual colectivo, produzcan las condiciones de posibilidad de una escultura de sí mismo, de una bella individualidad. He aquí un elogio, por tanto, de las revoluciones moleculares” (2008: 155). Hay alternativas al capitalismo, no han caducado con el fin de la revolución social, pero requieren ser pensadas en su contexto para evitar generalidades y abstracciones, se trata de incidir en lo cotidiano.

Cuando se tiene la oportunidad de leer libros que realizan crítica y proponen alternativas al poder, se queda uno encantado. Sin embargo, es preciso el desencanto, en el sentido de calmar el ímpetu y considerar las posibilidades de la propuesta en la situación del lector. Así pues, si uno es profesor a partir de lo expresado por Onfray, se tiene la posibilidad de recuperar el diálogo y superar el dogmatismo y la repetición en la enseñanza; si uno es alumno, tiene que preguntar cada cosa que se le enseña y tratar de que los contenidos permitan comprender y abordar la situación inmediata del alumno, sin que por ello se quede ensimismado.

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