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Diálogos sobre educación. Temas actuales en investigación educativa

versión On-line ISSN 2007-2171

Diálogos sobre educ. Temas actuales en investig. educ. vol.12 no.22 Zapopan ene./jun. 2021  Epub 06-Dic-2021

https://doi.org/10.32870/dse.v0i22.740 

Reseñas

La tiranía de las minorías

The tyranny of minorities

Cristina Palomar Verea* 

* Psicoanalista y doctora en antropología social. Profesora investigadora titular. Departamento de Estudios en Educación. Universidad de Guadalajara. México. crispalvertina@hotmail.com

Dubreuil, Laurent. 2019. La dictature des identités. París: Gallimard, 124p.


A finales de los años noventa, en su libro titulado Pourrons-nous vivre ensemble? Égaux et differents1 (Fayard, París, 1997), Alain Touraine reflexionaba acerca de cómo lograr una convivencia armoniosa y bajo las mismas leyes, en contextos en los que coexistían grupos con ideas, valores y creencias distintas; se preguntaba cómo combinar unidad y diversidad, y concluía que ese era el gran reto para las democracias del fin del siglo XX. Eran momentos de profundas reflexiones e intensos debates en torno a los procesos cada vez más avanzados derivados de los conflictos de la llamada balcanización y de la globalización económica, en los que emergían dos cuestiones centrales: por una parte, el surgimiento de ideologías y políticas comunitaristas, y por la otra, los efectos disolventes de la ideología neoliberal en “sociedades reales”, a través de los mercados y las redes globalizadas. Touraine proponía entonces al sujeto personal, con su resistencia y su libertad, como el elemento en el que se podrían depositar las esperanzas para evitar las peores consecuencias del pesimista panorama finisecular.

El libro titulado La dictature des identités, de Laurent Dubreuil, publicado en París a principios de 2019, parece retomar el hilo reflexivo desarrollado por Alain Touraine, pero 20 años después, en un contexto en el que parecen haber triunfado ampliamente las premoniciones entrevistas y ver ahora plenamente instaurando el reino de los particularismos identitarios y de las políticas comunitaristas, en un escenario dibujado por la economía globalizada, favorecido por el cada vez más fácil acceso y más intensivo uso de las tecnologías digitales de comunicación e información.

Dubreuil es profesor de francés y de literatura comparada en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Su trayectoria formativa en la prestigiada Escuela Normal Superior de París y en otras escuelas en Francia, lo ha llevado a interrogarse acerca de la manera en que pensamos, hablamos, escribimos y vivimos,2 lo cual desarrolla en diversas obras publicadas tanto en inglés como en francés, pero que desgraciadamente aún no se han traducido al español. Particularmente la que hoy nos ocupa y que es la más reciente, es un trabajo importante por su actualidad y por el fino análisis que el autor realiza del mundo de la política de la identidad que, aunque se afirma que nació como producto netamente estadunidense, poco a poco ha devenido un tema global gracias a la comunicación vertiginosa que hacen posible las nuevas tecnologías y, en particular, las redes sociales. Se trata de La dictature des identités (La dictadura de las identidades), publicado en París por Gallimard en marzo de 2019.

En una entrevista realizada al autor con ocasión de la aparición de su nuevo trabajo, afirmaba que, dadas las circunstancias actuales, no hay razón para suavizar el análisis de este grave fenómeno. Reivindica la vehemencia de sus planteamientos y los justifica porque cree que la política de las identidades contemporánea ha instaurado un nuevo despotismo, un “despotismo democratizado”, que explica cómo una práctica política organizada que, con bases en lo arbitrario, en la violencia, la exclusión y la censura, ni siquiera es cuestionada en su legitimidad. Aunque el despotismo suele pensarse en relación con un soberano o un partido, Dubreuil afirma que la forma identitaria actual es despótica porque “democratiza” la dictadura al ponerla en el nivel de cualquiera, ocasionando que cada identidad se genere a sí misma, se conozca y se reconozca en los rasgos que se establecen como “los propios”, sin ser discutida y gozando de derechos exclusivos (incluidos los de reducir al silencio a quienes no coinciden). Las “redes sociales”, dice el autor, son la plataforma ideal para la expresión coordinada de aquello que Deleuze y Guattari llamaban los “micro-fascismos”.3

Se trata de un texto breve (124 páginas), organizado en una introducción, cuatro capítulos y un último apartado de reflexiones finales. Los subtítulos de los apartados resultan un golpe de efecto bien pensado y son sumamente enganchadores. La introducción se llama “Contra las identidades”, con lo que el autor asume una apasionada postura (afirma que es acorde a las circunstancias) que conduce, a quien inicia la lectura, a recorrer las páginas rápidamente para entender los argumentos planteados y que podrían escandalizar a quienes, aún en nuestros días, creen que la política todavía se trata del bien común, de la libertad individual o colectiva, del ejercicio de poder, la explotación, la ciudadanía y de otros asuntos vinculados, y que confían en el potencial redentor de las identidades. Dubreuil desengaña a quienes piensan así y afirma que “El fin último de la política [contemporánea] es la identidad, que, al inscribirse en nuestras vidas, rige nuestro discurso, nuestras fantasías, nuestras leyes y nuestros gobiernos. Hay identidades y estas actúan a través de nosotros”4 (Dubreuil, 2019: 7).

Señala el autor que la política de la identidad se ha convertido en el objetivo último de todas las políticas, en detrimento del principio de la existencia común y alterando la relación entre las dimensiones pública y privada. Considera que dicha política actúa en la estructura oculta de la sociedad corrigiéndola insistentemente, pero sin disminuir su intrínseco potencial nocivo y sin debilitar las fracturas internas ya presentes, y logrando la multiplicación incesante de la reivindicación identitaria.

Dubreuil propone analizar la trasformación de la identidad en paradigma político e identificar sus rasgos más nocivos, tales como su configuración a partir del sufrimiento; la pretensión de englobar y de limitar la totalidad de la existencia en función de un estado de hecho; la infatigable promoción de lo mismo y del como nosotros; el tono ofendido de cada discurso de reivindicación; la tendencia al soliloquio y a la censura; la extraordinaria velocidad de la difusión electrónica de sus concepciones; la ausencia de otro horizonte más allá de la restauración de las viejas superioridades; y, la inversión de las jerarquías o la multiplicación infinita de las diferencias idénticas, entre otras (Dubreuil, 2019: 10).

El autor recurre a hilarantes anécdotas para mostrar el absurdo de las situaciones que produce “la fraseología identitaria” cada vez más expandida, y señala que es en el campus de las universidades estadunidenses en donde dichas situaciones suelen ser más frecuentes. Es justo en ese contexto en donde ha nacido el concepto de safe spaces, que expresa la exigencia de producir espacios protegidos para ciertos individuos agrupados por un género, una “raza”, una “cultura”, una forma de pensar, etc. Esto, dice Dubreuil, crea la apariencia de que se asiste a la celebración de la “diversidad”, pero en realidad lo que está ocurriendo es que cada vez se alimenta más la lógica del nuevo ghetto, pensado como una fortaleza en donde la raza o el género, entre otras posibilidades, no son más que un modelo entre otros para justificar un sistema de divisiones cada vez más radicales.

El espacio de referencia del trabajo de Dubreuil es Estados Unidos, país fundado a partir de la existencia de poblaciones diversas y donde el tema de la convivencia entre estas ha sido siempre relevante y que, consecuentemente, dio lugar al desarrollo de las llamadas medidas afirmativas como una compensación para las minorías en desventaja frente a los grupos hegemónicos. Relata el autor que es probablemente por eso que ha sido en esta cultura donde han tenido lugar dos grandes olas de la política de identidad: una en los años setenta y, después, entre 1980 y 1990. La idea misma de “identity politics” -término cuya traducción problematiza el autor- aparece por primera vez en 1977 en una declaración del colectivo de lesbianas afroamericanas Combahee River, que explicita la fractura entre el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia, y en el cual se plantea que la política más profunda y radical es la que se deriva directamente de la propia identidad, por oposición a la lucha contra cualquier otra forma de opresión. Se trata de los inicios de una teorización de una política de identidad ya no universalista sino situada que, cuarenta años después, resurge en el actual identitarismo que busca refundar la política sobre la identidad, y que en su conceptualización ya no tiene la connotación del plural, en tanto que “las identidades” han dejado de ser algo más que las diferentes puestas en acto de lo mismo presupuesto. Se trata, dice Dubreuil, de un amplio proyecto que progresivamente se ha ido rigidizando a través de la experiencia práctica del poder y de la telecomunicación rápida.

El autor relata que, en 1989, Shane Phelan publicó un libro que fue quizás el primero que utilizara la expresión identity politics en su título y que prolongaba la mencionada línea establecida por Combahee River de que, para lograr la emancipación no era útil la idea de un sujeto abstracto y utilizando una retórica que incluía términos como “respeto de sí” y “dignidad”. Así, estos trabajos afirmaron una política de las identidades basada en la organización de categorías que conducen a la separación, a la consideración de tipos de vida y que usa a la corrección política (political correctness) como una sofística. A partir de entonces, y a pesar de algunas críticas, la política de las identidades fue poco a poco extendiéndose con la ayuda de la interconexión electrónica, estableciendo entre ambos una relación interconstitutiva. Afirma el autor que el hecho de que las reivindicaciones identitarias digitales conserven globalmente su nombre en inglés, habla no solamente de su origen a partir de la cultura estadunidense caracterizada por su intensa política identitaria, sino que también es expresión de su inequívoca pertenencia a la red planetaria cuyo idioma principal es el llamado globish (Dubreuil, 2019: 37), el cual se compone de términos derivados de dicha política, tales como trigger warning, safe space, microagressions o cultural appropriations, de muy amplia difusión y cada vez mayor empleo.

En los cuatro capítulos del texto (Despotismos; Determinismos; Heridas; Censuras), Dubreuil plantea a la política de las identidades en su doble cara, de despotismo y de determinismo, para luego analizar la retórica de la herida psíquica implicada en dicha política, así como los medios organizados para la censura que impone. En el último apartado, subtitulado “Para nuestras alteraciones” (Pour nos altérations), el autor hace una reflexión acerca de la necesidad de “alterarse”, es decir, de “hacerse otros” desestabilizando las identidades, evitando todo aquello que conduce solamente hacia la mismidad y los estados fijos.

Las conclusiones a las que llega Dubreuil parecen situarlo cerca de la posición de Touraine, en relación con la mencionada apuesta por el sujeto y su libertad como salida de la prisión que levanta la política de las identidades, y más cerca aún de los planteamientos de Rancière,5 quien señala que la subjetivación solamente es posible al desprenderse de las identidades, lo cual, al igual que Dubreuil, reconoce como una empresa difícil y fugaz. La dictature des identités plantea que, aunque no sea posible una “desafiliación completa y definitiva” de las identidades, si se quiere evitar el despotismo total; por lo menos habría que luchar por promover procesos de identificación parciales, incompletos, múltiples, revocables, no determinantes y no referenciales, para obtener lo irregular por la regularidad y para mostrar las experiencias de lo heterogéneo. Por eso el arte puede ser salvífico: el acontecimiento de una obra es siempre una alteración con sus propuestas de otras formas de sentir y de pensar que nos trasforman a nuestros ojos y a los de los demás: es una vía para la subjetivación.

REFERENCIAS

Rancière, J. (2004). Politique, identification, subjectivation. Aux bords du politique. París: Gallimard. [ Links ]

Touraine, Alain (2000). ¿Podremos vivir juntos?: Iguales y diferentes, México: FCE. [ Links ]

1Hay traducción al español: Touraine, Alain (2000). ¿Podremos vivir juntos?: Iguales y diferentes, México: FCE.

4La traducción de las citas es de la autora de la reseña.

5 Rancière, J. (2004). Politique, identification, subjectivation. Aux bords du politique. París: Gallimard.

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