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Revista de psicología y ciencias del comportamiento de la Unidad Académica de Ciencias Jurídicas y Sociales

versión impresa ISSN 2007-1833

Rev. de psicol. y cienc. del comport. de la Unidad Académica de Cienc. Juríd. y Sociales vol.10 no.2 Tampico jul./dic. 2019  Epub 13-Sep-2021

https://doi.org/10.29059/rpcc.20191126-88 

Investigación empírica y análisis teórico

Habilidades sociales y conductas de violencia en jóvenes que convivieron o no con perros durante su infancia

Social skills and violence behavior in young people who lived or not with dogs during childhood

Alejandra Rodríguez Arredondo1  * 

Mónica Teresa González-Ramírez2 

1Universidad Autónoma de Nuevo León, México

2Universidad Autónoma de Nuevo León, México


Resumen:

En el presente estudio se analiza el impacto de convivir con un perro durante la infancia en relación con el desarrollo de habilidades sociales y conductas violentas durante la juventud. Para hacerlo, se contó con la participación de 112 jóvenes de ambos sexos, de entre 15 y 25 años; 57 de ellos habían convivido con un perro en casa por lo menos durante 5 años cuando tenían entre 2 a 13 años. Mientras que los 55 restantes nunca habían tenido perro en casa. La evaluación se realizó con la escala multidimensional de expresión social-parte motora (EMES-M) (Caballo, 1987) y con el cuestionario de agresión (Aggression Questionnaire -AQ-) (Buss & Perry, 1992). La comparación de los grupos mostró que los jóvenes que nunca habían tenido perro puntuaron más alto en la escala de conductas violentas, mientras que no se encontró diferencia significativa en habilidades sociales; aunque los resultados indican que aquellos jóvenes que habían tenido perro por más años tenían más habilidades sociales. Se concluye que la presencia de un perro en casa puede afectar positivamente el ambiente en el que se desenvuelven niños y adolescentes.

Palabras Clave: vínculo humano-animal; perros; habilidades sociales; violencia; conductas violentas

Abstract:

In this study, we analyze the impact of living with a dog during childhood in relation to the social skills and violent behavior during youth. To do it, 112 young people of both sexes, between 15 and 25 years old, participated; 57 of them had lived with a dog at home for at least 5 years when they were between 2 and 13 years old. While the remaining 55 had never had a dog at home. The evaluation was performed using the multidimensional scale of social expression-motor part (EMES-M) (Caballo, 1987) and the Aggression Questionnaire (AQ) (Buss & Perry, 1992). The comparison of the groups showed that young people who had never had a dog scored higher on the scale of violent behavior. We did not found significant differences in social skills; although the results indicate that those young people who had lived with a dog for more years, had more social skills. We conclude that the presence of a dog at home can positively affect the environment in which children and adolescents grow up.

Keywords: human-animal bond; dogs; social skills; violence; violence behavior

Introducción

Las habilidades sociales se refieren a las conductas que permiten al individuo expresar sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación; aunque no existe una teoría unificada para explicar las habilidades sociales (Caballo, 2005), la mayoría de los investigadores concuerda en que en estas habilidades están implicados factores individuales, de contexto y esencialmente la interacción entre ambos (Contini, 2015). Desde la teoría del aprendizaje social, Bandura indica que la imitación, el aprendizaje por observación, las pautas de refuerzo, la adquisición de comportamientos socialmente aceptables o censurados, la autorregulación y la autoconfianza son parte importante para la adquisición de nuevos comportamientos sociales (Contini, 2015).

La infancia y la adolescencia es el período de mayor importancia para el aprendizaje y practica de las habilidades sociales, las cuales son básicas para el posterior funcionamiento psicológico, académico y social (Lacunza y Contini, 2011). Un repertorio social pobre en la infancia puede desembocar en problemas como delincuencia juvenil, suicidio y otros desajustes psicosociales (Lacunza y Contini, 2011; Loeber &Farrington, 1998).

Endenburg y van Lith (2011) sugieren que el estar acompañado de animales tiene mayor influencia en niños que están próximos a la adolescencia. A su vez, Jalongo, Astorino y Bomboy (2004) afirman que los niños que son dueños de mascotas tienen más empatía por los demás, una alta autoestima y mejores habilidades sociales que los demás niños.

La línea de investigación sobre la interacción humano-animal se ha popularizado en los últimos años, actualmente existen estudios de revisión como el de Amiot, Bastian y Martens (2016) y el de Wells (2019), sobre la relación entre la salud física y psicológica del humano y los animales de compañía.

Estos beneficios parecen estar asociados al tipo de relación con la mascota. Aproximadamente el 90% de las personas consideran a los animales de compañía como miembros de la familia (Amiot et al., 2016), esta perspectiva les permite servir como recursos sociales, ya que la gente puede usar a los animales para mejorar la conexión social, y además percibe rasgos de apoyo social en estos (McConnell, Paige Lloyd y Humphrey, 2019).

McNicholas y Collins (2001) realizaron un estudio acerca de la percepción que tienen los niños sobre el apoyo social recibido, encontrando que las mascotas puntúan más alto que ciertos tipos de relaciones humanas, principalmente por ser considerados proveedores de calma frente a situaciones de miedo o enfermedad, estima y ser buenos confidentes de un secreto. Es así que los niños tienden a acudir a sus mascotas en los momentos de tensión emocional.

La presencia de un perro puede facilitar las interacciones entre humanos, lo que promueve el desarrollo de habilidades sociales. Guéguen y Ciccotti (2008) citan algunos estudios que son evidencia de esto, por ejemplo se han encontrado que las personas que caminaban en un parque con un perro tenían más probabilidades de recibir el reconocimiento social de extraños que cuando caminaban solos, en otro estudio observando interacciones con niños en sillas de ruedas, se encontró que las miradas amistosas, las sonrisas y las conversaciones eran más frecuentes cuando el perro de servicio estaba presente. En su propio estudio con diversas condiciones experimentales, Guéguen y Ciccotti confirmaron el papel positivo de los perros domésticos en la interacción social entre extraños.

El tipo de interacción que se da con las mascotas en la familia, es un aspecto digno de estudio en el tema de violencia. Existen datos de asesinos en serie y de masas que torturaban animales en su infancia, la detección del maltrato al animal puede ayudar también al descubrimiento de otros comportamientos violentos y hacer posible una intervención más temprana (Querol, 2008).

Por violencia, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) se entiende ‘el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

Considerando la cantidad de niños que tienen un perro, es importante estudiar el rol que ocupan los perros en el desarrollo social de los niños, el cual se verá reflejado en el comportamiento a futuro del individuo. Es así que, el presente estudio se enmarca en las investigaciones sobre las conductas violentas y habilidades sociales en los jóvenes, y de qué manera éstas se ven afectadas y/o beneficiadas por la presencia o no de un perro durante la infancia. Para lo cual, se planteó como objetivo comparar si las habilidades sociales y conductas violentas difieren entre un grupo de jóvenes que, durante la infancia, tuvieron un perro en casa y un grupo que nunca tuvo perro.

Método

Tipo de investigación

No experimental, transversal.

Participantes

Se incluyeron en el estudio hombres y mujeres con edades entre 15 y 25 años. Para el primer grupo se incluyeron personas que tuvieron un perro en casa por lo menos durante cinco años en el periodo en que el participante tenía entre 2 y 13 años de edad. Para el segundo grupo el criterio de inclusión fue nunca haber tenido un perro en casa.

Muestra

Participaron en el estudio 112 jóvenes, 49 hombres y 63 mujeres, de entre 15 y 25 años residentes del estado de Nuevo León, México. El primer grupo se formó por 57 personas (23 hombres y 34 mujeres). En el segundo grupo se contó con la participación de 55 personas (26 hombres y 29 mujeres).

La muestra fue elegida por conveniencia y el método de muestreo de bola de nieve, se comenzó por preguntar a los sujetos por su edad y si habían tenido perro o no, y en caso de afirmar haber tenido perro, se preguntó en qué edades y por cuánto tiempo. En el caso de cumplir con todos los criterios de inclusión se procedió con la evaluación.

Instrumentos

Los participantes respondieron la escala multidimensional de expresión social-parte motora (EMES-M) (Caballo, 1987), el cuestionario de agresión (Aggression Questionnaire -AQ-) (Buss & Perry, 1992). Preguntas sobre variables sociodemográficas y una pregunta sobre la forma habitual en que su familia disciplinaba o corregía al perro, con opciones de respuesta: de forma verbal, contacto físico leve, golpes con la mano, golpes fuertes incluyendo patadas, golpes con objetos, otra.

La escala multidimensional de expresión social-parte motora (EMES-M) (Caballo, 1987) se compone de 64 ítems, tipo Likert con escala de 4 (siempre o muy a menudo) hasta 0 (nunca o muy raramente), a mayor puntuación mayor habilidad social. El alfa de Cronbach es de .92; la escala evalúa las siguientes dimensiones: 1. Iniciación de interacciones; 2. Hablar en público/enfrentarse con superiores; 3. Defensa de los derechos de consumidor; 4. Expresión de molestia, desagrado, enfado; 5. Expresión de sentimientos positivos hacia el sexo opuesto; 6. Expresión de molestia y enfado hacia familiares; 7. Rechazo de peticiones provenientes del sexo opuesto; 8. Aceptación de cumplidos; 9. Tomar la iniciativa en las relaciones con el sexo opuesto; 10. Hacer cumplidos; 11. Preocupación por los sentimientos de los demás; y 12. Expresiones de cariño hacia los padres (Caballo, 1993). En el presente estudio el alfa de Cronbach fue de .82 y se consideró solo la puntuación total del instrumento.

El Cuestionario de Agresión (Aggression Questionnaire -AQ-) (Buss & Perry, 1992) está compuesto por 29 ítems referentes a conductas y sentimientos agresivos, todos en escala tipo Likert de cinco puntos. La escala evalúa agresividad física, agresividad verbal, ira y hostilidad. El alfa Cronbach reportada por Andreu, Peña y Graña (2002) en una muestra española fue de .88, en el presente estudio fue de .89, al igual que la EMES-M, solo se consideró la puntuación total del cuestionario para los análisis. No se realizaron adaptaciones a las escalas para ser aplicadas en el presente estudio.

Procedimiento de análisis de datos

Se utilizó el IBM® SPSS® versión 20 para todos los análisis, iniciando con estadística descriptiva, la prueba de Kolmogorov-Smirnov para evaluar si las variables se ajustaban a una distribución normal, posteriormente para evaluar las diferencias de grupo se utilizó la prueba t de Student para muestras independientes y la correlación de Pearson para identificar relación entre las variables.

Resultados

Participaron en el estudio 112 jóvenes de entre 15 y 25 años, con edad promedio de 18.63 años (D.E. = 3.4) y una mediana de 18 años. Respecto al estado civil, el 96.4% de los participantes eran solteros, 3 casados y 1 viviendo en unión libre. La mayoría proviene de una familia nuclear (64.3%). La media de años estudiados es de 13.9, lo que equivale a que el 45.5% terminaron la secundaria y solo el 32.1% cuenta con un trabajo remunerado.

Tabla 1 Distribución de la muestra de acuerdo al sexo 

hombres mujeres
n % n %
Total (n=112) 49 43.8 63 56.3
Con perro (n=57) 23 46.9 34 54.0
Sin perro (n=55) 26 53.1 29 46.0

El 43.8% eran hombres y el 56.3% mujeres. El 50.3% de la muestra total corresponde a los jóvenes que han tenido perro (57 sujetos), y el 49.1% a los que no han tenido (55 sujetos) (Tabla 1).

En la tabla 2 se puede observar que tanto la escala para evaluar conducta violenta como la escala para evaluar habilidades sociales presentaron una alta confiabilidad.

En cuanto a las habilidades sociales se muestra una media de 171.1 con un puntaje mínimo de 64 y máximo de 256, a mayor puntaje más habilidades sociales. Mientras que para la variable conductas violentas la media fue de 74.7 (D.E. = 20.4), con un mínimo posible de 29 y máximo de 145, a mayor puntaje mayor conducta violenta.

Tabla 2 Estadísticos descriptivos 

Escala Mediana Media D.E. Alfa
Habilidades sociales 172 171.71 19.80 .82
Conductas violentas 72.5 74.67 20.36 .89

La prueba de Kolmogorov-Smirnov resultó no significativa tanto para Habilidades Sociales (K-S = 0.077; p = .09), como para Conductas Violentas (K-S = 0.076; p = .15), por lo que se concluye que las variables se ajustan a una distribución normal.

Se evaluó la relación entre habilidades sociales, conductas violentas y edad, debido al amplio rango de edad de los participantes, la correlación entre edad y habilidades sociales no resultó significativa (r = .120; p = .208), la correlación entre edad y conductas violentas fue negativa y significativa (r = -.299; p = .001), al igual que la correlación entre habilidades sociales y conductas violentas (r = -.211; p = .026).

Se compararon los puntajes de habilidades sociales y conductas violentas entre el grupo de jóvenes que tuvieron un perro durante al menos 5 años (n = 57), y el grupo de jóvenes que nunca tuvieron un perro (n = 55).

Para la variable habilidades sociales, como primer paso se contrastó el supuesto de igualdad de varianzas con el estadístico de Levene, dando como resultado, homogeneidad de varianzas entre los grupos (F = 0.653; p = .421). La prueba t de Student para dos muestras independientes mostró más habilidades sociales en el grupo que convivió con un perro durante su infancia (M = 173.7; D.E. = 17.4), comparado con el que nunca tuvo perro (M = 169.7; D.E. = 22.0), sin embargo, no se encontró diferencia estadísticamente significativa en esta variable (t(110) = 1.082, significancia bilateral: p = .282 y unilateral: p = .141).

La variable conductas violentas presentó homogeneidad de varianzas entre los grupos (F = 1.647; p = .202) y un puntaje significativamente mayor en los jóvenes que nunca tuvieron perro (M = 78.5; D.E. = 21.1), en comparación con el puntaje obtenido por aquellos que convivieron con un perro (M = 71.0; D.E. = 19.1; t(110) = 1.962, significancia bilateral: p = .050 y unilateral: p = .025).

Se preguntó a los participantes cuál era la forma habitual de disciplinar a su perro, se incluyeron en el análisis solamente las opciones: de forma verbal y contacto físico leve, debido a que fueron las respuestas más frecuentes y se comparó entre estos dos grupos los puntajes de las variables habilidades sociales y de las conductas violentas, encontrando un puntaje significativamente mayor en las conductas violentas de los participantes cuyas familias disciplinaban a su perro por contacto físico leve (M = 77.7; D.E. = 21.6), a diferencia de quienes lo disciplinaban de forma verbal (M = 68.2; D.E.= 17.5; t(52)=1.69; significancia unilateral: p = .04) y sin diferencias significativas en habilidades sociales (contacto físico leve M = 171.5; D.E. = 15.1, forma verbal M = 174.3; D.E. = 18.2; t(52)=0.533; significancia bilateral: p = .59).

Por último, se dividió el grupo que tuvo perros de acuerdo a los años que vivió el perro con la familia, el primer grupo tuvieron perro por 5 a 8 años (n = 28), y el segundo de 9 a 19 años (n = 28). Se encontraron puntajes significativas superiores en habilidades sociales en el grupo que tuvo perro entre 9 y 19 años (M = 178.35; D.E. = 17.5) en comparación con los que tuvieron perro por 5 a 8 años (M = 169.03; D.E. = 16.6, t(54)=2.049; significancia bilateral: p = .04 y unilateral: p = .02). No se encontraron diferencias significativas en conducta violenta entre estos grupos (grupo de 9 a 19 años M = 67.9; D.E. = 20.4, grupo de 5 a 8 años M = 72.8; D.E. = 16.5, t(54)=0.994; significancia bilateral: p = .32).

Discusión

La violencia es un fenómeno social del cual aún se desconocen aspectos críticos que pueden contribuir a su prevención. Lacunza y Contini (2011) afirman que la intervención en las habilidades sociales ha sido utilizada con resultados muy alentadores en la prevención de comportamientos agresivos en niños y adolescentes.

Es así que en el presente estudio se incluyeron ambas variables, habilidades sociales y conductas violentas; y siguiendo la recomendación de González y Landero (2011) de realizar investigaciones donde se comparen grupos de personas que tuvieran perro, contra grupos que no lo tuviera, para entender mejor los beneficios del vínculo humano-perro; se planteó el objetivo de comparar si las habilidades sociales y conductas violentas difieren entre un grupo de jóvenes que, durante la infancia, tuvieron un perro en casa y un grupo que nunca tuvo perro.

A pesar de que no se encontraron diferencias significativas en las habilidades sociales entre ambos grupos, en el grupo de jóvenes que convivieron con un perro durante la infancia se encontró que aquellos que habían tenido perro por más años tenían más habilidades sociales. Resultados que apoyan que el perro puede ser un facilitador de interacción social que alienta y refuerza conductas sociales (Guéguen & Ciccotti, 2008), y promueve la interacción entre personas desconocidas (Gómez, Atehortua y Orozco, 2007).

Tal como se esperaba la correlación entre habilidades sociales y conductas violentas fue negativa. La edad no correlacionó significativamente con las habilidades sociales, pero si con las conductas violentas. Considerando que Endenburg y van Lith (2011) mencionan que en niños próximos a la adolescencia la compañía de animales tiene una mayor influencia, se sugiere para futuras investigaciones considerar grupos edad para realizar comparaciones entre las variables estudiadas en la presente investigación.

Uno de los principales resultados del presente estudio corresponde a las diferencias encontradas en conductas violentas entre los jóvenes que convivieron con un perro y los que nunca tuvieron perro, lo que es congruente con los resultados de Fournier, Geller y Fortney (2007) quienes encontraron que al convivir con un perro hubo disminución de conductas disruptivas, después de aplicar un programa de interacción Humano-Animal en el que se pidió a un grupo de reos que convivieran y que cuidaran de perros que les fueron provistos durante 8 a 10 semanas y en el cual reportaron como principales resultados una disminución en el número de infracciones y un mejoramiento en las habilidades sociales de los reclusos.

Otro hallazgo importante es el puntaje significativamente mayor en las conductas violentas de los participantes cuyas familias disciplinaban a su perro por contacto físico; es posible que al tener como modelos a padres que utilizan el contacto físico para disciplinar, los jóvenes aprendieran un límite difuso respecto al uso de la agresión física como alternativa para solucionar alguna situación. Desde la teoría del aprendizaje social, se ha comprobado mediante investigaciones que el aprendizaje ocurre no solo por imitación, sino por observación y que se puede acelerar por la presencia de modelos (Contini, 2015).

De cualquier manera, es de relevancia que la forma de interacción con la mascota en la familia este asociada con la manifestación de conductas violentas en los jóvenes, ya que se ha encontrado relación entre la crueldad animal y comportamientos violentos hacia personas (Felthous & Kellert, 1986; Querol, 2008); además de que la violencia ejercida en el pasado es un factor de riesgo común en todo tipo de violencia (Andrés y Redondo, 2007).

Entre las limitaciones del estudio se debe considerar el tipo de muestreo empleado (no aleatorio) y el tamaño de muestra. Así como la falta de control de variables que pudieran influir en los resultados como el nivel socioeconómico y los antecedentes familiares de conductas violentas.

Se recomienda para futuras investigaciones continuar con el estudio de los beneficios que se pueden obtener al tener un perro en la edad en la que se da el desarrollo emocional de los individuos y observar si la convivencia con perros es un factor relevante en el desarrollo de habilidades. Tomando en cuenta que los perros son una parte importante de la vida de muchas personas, ya que proveen compañía, entretenimiento y muchas formas de interacción (Blouin, 2013); además de que la interacción con un perro, o la simple presencia de uno incrementa la atención y concentración de los niños (Hediger & Turner, 2014).

Se concluye que la presencia de un perro puede afectar positivamente el ambiente en el que se desenvuelve el niño, y cuando la relación humano-animal es satisfactoria, con reglas claras y la forma de interactuar y disciplinar al perro por parte de la familia es adecuada, esto también puede funcionar como un modelo de comportamiento para el niño.

Referencias

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Recibido: 04 de Septiembre de 2018; Aprobado: 30 de Octubre de 2019

*Autor para correspondencia: monygzz77@yahoo.com

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