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Revista de psicología y ciencias del comportamiento de la Unidad Académica de Ciencias Jurídicas y Sociales

versión impresa ISSN 2007-1833

Rev. de psicol. y cienc. del comport. de la Unidad Académica de Cienc. Juríd. y Sociales vol.6 no.1 Tampico ene./jun. 2015

 

Reflexión y opinión

La narración como proceso de búsqueda

Narration as a way of research

José Gabriel Montes Sosa1 

1Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Facultad de Filosofía Letras, Maestría en Educación Superior, Avenida Juan de Palafox y Mendoza 227 Altos. Centro Histórico. Código Postal 72000 Puebla, Puebla. Tel. 232 38 21 Ext 101 y 108. Correo de contacto: laikatiti@hotmail.com


Resumen

Se presenta una serie de reflexiones con respecto a la narración que se recupera cuando se lleva a cabo una entrevista, dicha narración es un elemento de indagación que es construido socialmente, es decir, socio-narrado, que nos va configurando como sujetos. Sin embargo toda narración presenta su aporía en el lenguaje y se hace más evidente cuando las emociones se manifiestan. La narración es siempre relacional, se da en un contexto que debe ser indagado. De tal forma que hay que situar la narración en el modo de vida del sujeto.

Palabras clave: Narración; lenguaje; emociones; relacional; liminal

Abstract

A series of reflections are presented in regard to the narration that is recovered when an interview happens, this narration is an element of inquiry that is socially constructed, which means, socio-narrated, this molding us as subjects. However any narration presents its own language aporia and it becomes evident when the emotions take their place. The narration is always relational, it happens on a context that should be researched. In this case its really necessary situates the narration in the way of life of the subject.

Key Words: Narration; language; emotions; relational; liminal

Introducción

Probablemente somos aquello que narramos o por lo menos aquello que significamos y guía nuestro actuar, le damos un sentido de orientación, pero ¿cómo se construye ese discurso de lo que sentimos? Si bien, en nuestra cotidianidad, a veces se nos dificulta describir lo que sentimos, ¿qué pasa, cuando un hecho afecta nuestra vida? Puede ser un duelo, un llamado de atención por algo que hicimos o dejamos de hacer, e incluso el sentirse enamorado, ¿Cómo describir aquello que sentimos? ¿Qué nos sucede?, parece ser que en el lenguaje oral o escrito no se encuentra palabra para expresar aquello que se siente. Por ejemplo, cuando un consultante llega a ver al psicólogo y siente que algo le ha sucedido, pero, no sabe exactamente qué, el pathos se manifiesta, es decir, la afectación. Y pareciera ser que se debe “entrar en razón,” esto es, como si la afectación (emociones) debiera dejarlas de lado, luego, la razón es el equilibrio, lo que explica todo, hasta el malestar; pero qué paradojas, el gran filósofo Descartes, a quién se adjudica el método racional, “el pienso entonces existo”, escribió una obra extraordinaria como fue las Pasiones del Alma, donde se evidencia a la emoción como un lugar imprescindible en el ser humano.

Los afectos son formas de acceder a la existencia humana, no es sólo la razón, como vehículo de la existencia, y así, se habla de hacer “un uso adecuado de las emociones”, como si las emociones fueran su contradicción, perturbaran a la razón, esto es, “la sinrazón”. Donde hubiera emociones que pudieran ser inadecuadas o no recomendadas, como la ira, por ejemplo, pensemos ¿es malo enojarse, el llorar, o incluso la tristeza? ¿No acaso es parte de nuestra existencia humana? Aclaremos la idea, no se señala que una es mejor que otra, ni que ciertas emociones puedan afectar de manera más fuerte, sino ambas, razón y afectaciones, son parte de la coexistencia humana.

En el trabajo para recabar información como las entrevistas, pensemos en el ámbito de lo psicológico, es importante que las personas narren sus experiencias, sin embargo, acuden a nosotros porque ellas mismas no comprenden ¿Qué pasó? Su estar en el mundo, ¡algo sucedió!, sus razonamientos y sus afectos ya no le están ayudando a manejarse ante esta nueva situación y de alguna manera quieren que les digan “qué tienen” y les ayuden.

En líneas anteriores se trazaba la dificultad de hacer presente el lenguaje de las emociones, lo cual implica expresar de alguna manera en palabras lo que se siente, al parecer las palabras no se encuentran y quién debe encontrarlas, ¿el entrevistado o el entrevistador? Nos parece que ambos, sin embargo, las pistas la da el primero y uno coadyuva. Nos dice Barthes (2009)

La palabra tiene una estructura horizontal, sus secretos están en la misma línea que sus palabras y lo que esconde se desanuda en la duración de su continuo; en la palabra todo está ofrecido, destinado a un inmediato desgaste, y el verbo, el silencio y su movimiento son lanzados hacia un sentido abolido: es una transferencia sin huella, ni atraso. Por el contrario el estilo sólo tiene una dimensión vertical, se hunde en el recuerdo cerrado de la persona, compone su opacidad a partir de cierta experiencia de la materia; el estilo no es sino metáfora, es decir ecuación entre la intención literaria y la estructura del autor… (pp. 19-20).

¿De dónde proviene la narración de la persona? ¿De la mente? Desde la lectura de Rorty (2009) , podemos decir que la mente no es un espejo que se descubre en el cerebro, no hay pensamientos adentro -de manera literal-, la mente es un concepto del siglo XVII, que permitió establecer la idea de un proceso para poder explicar una serie de procesos que pasan en el ser humano.

El lenguaje es un vehículo, no un espejo, que posibilita comunicar. Los psicólogos trabajamos con aquello poco comunicable, cuando la gente va a consulta o entrevistamos, pocas veces nos llega a decir por qué va, otras nos llega a decir, “tengo problemas de autoestima”, que ya no quiere enojarse, “quiere llevarse bien con su pareja e hijos” o “ya no quiere consumir droga”, e incluso que lo mandaron de la escuela o de la casa. Y a veces surge una pregunta que nos parece inadecuada ¿Y cómo se siente? Creemos que si lo supiera no iría a consulta o por lo menos su lenguaje sería más fluido, esto es, le pedimos que nos diga algo para lo que probablemente no encuentra palabras, así la narración presenta un aspecto sumamente interesante, a saber, las afectaciones cómo describirlas o mejor dicho, cómo describir lo “sentido”.

Otros llegan con un discurso estereotipado a saber: “estoy deprimida” y después esperan que les digamos qué tiene y ¿sabemos qué tienen? Qué discurso se impone, seguramente el de nuestro enfoque teórico, pero, ¿consideramos el del entrevistado, realmente lo escuchamos, o conocemos su historia de encadenamientos, de significaciones? Ya se decía lo difícil de expresar. Lo que se siente. El consultado ha expresado su narrativa, se espera que ahora el entrevistador haga su narración, pareciera, entonces que se debe trabajar sobre aquella demanda, sin embargo, ¿de dónde el consultante sacó ese discurso? ¿Cómo lo construyó, quién se lo dijo? Parece ser que se duda de su descripción, bajo el supuesto de que él no sabe lo que tiene, no tiene un saber, puesto que no está formado en una profesión ¿Será acaso así? En opinión de Morin (2006), se trata de la soberbia de la disciplina, que fragmenta el conocimiento y da paso a la narrativa científica, que conoce causas y efectos, diagnostica y resuelve problemas.

Gergen (2007) señala:

Sobre este trasfondo se establece la postura del terapeuta respecto a la narración del consultante. Porque la narración del consultante está, después de todo, hecha de material endeble de las historias diarias: repleta de fantasía, metáforas, pensamiento afectivo y memorias distorsionadas. La narración del científico, por el contrario, tiene sello de la aprobación profesional. Desde este punto de vista, vemos que el proceso terapéutico conduce al remplazo lento, pero inevitable, de la narración del consultante por la del terapeuta. La historia del consultante no sigue siendo un reflejo de la verdad; más bien, a medida que se realizan preguntas y se brindan respuestas, se reformulan las descripciones y explicaciones, y el terapeuta siembra afirmaciones y dudas, la narración del consultante se destruye o incorpora -pero, en cualquier caso, se remplaza- al relato profesional. (p.193).

Desarrollo

Lo relacional en la narración

La narración es relacional e incluso cuando se “habla” hablamos de sí mismo, hablamos de relaciones. “En efecto, ser un yo con un pasado y un futuro potencial no es ser un agente independiente, único y autónomo, sino estar inmerso en la interdependencia.” (Gergen, 2007, p.155).

La autonarración que hacemos de nuestra vida, le va dando un orden, un significante y un significado y por supuesto una orientación, pero ¿Qué se narra, qué discursos hegemónicos se dan de nuestra vida, cómo se van eligiendo? Hay sin duda un discurso desde un saber poder que encasilla el cómo debemos ser, hay pues, una representación social de lo que es la salud y la enfermedad, regularmente desde un discurso de patología-anomia y no desde el pathos como afectación, que nos parece es diferente. ¿Qué provocó en mí una situación que de alguna manera me incomoda y me hace sentir que algo no va bien? ¿Cómo lo caracterizo, cuál es ese molde en el que debo acomodarme? Soy histérico, o depresivo, drogadicto, anormal, etcétera, se va construyendo una identidad en ese momento, y la persona quiere comprender su estar en el mundo.

En palabras de Gergen (2007)

En cambio desde el privilegiado punto de vista del construccionista, no existe una exigencia inherente para la coherencia y estabilidad de la identidad. La visión construccionista no considera a la identidad como un logro de la mente sino, en cambio, de las relaciones. Y debido a que uno permanece en relaciones cambiantes respecto a una multiplicidad de otras, uno puede o no lograr estabilidad en una relación, y no existen razones para sospechar de la existencia de un alto grado de coherencia entre las relaciones. En términos narrativos, esto subraya el énfasis previo en una variedad de autoexplicaciones. Las personas pueden retratarse a sí mismas en una variedad de formas, dependiendo del contexto relacional. Uno no adquiere un profundo y duradero <<verdadero yo>> sino un potencial para comunicar y ejecutar un yo. (p. 178)

Lo anterior posibilita analizar el discurso narrativo desde lo relacional, es decir, no es un locus interno o locus externo, sino un locus relacional, no es una identidad para siempre, sino que se construye, se configura. Emerge la posibilidad de replantearse relaciones y reconstruir identidades. Esto es, se puede resignificar la experiencia vivida, que no sea un discurso saturado, sino establecer una comprensión diferente de lo acontecido.

Los conceptos no hablan, no dicen nada, no se les puede interrogar y no pueden solamente aplicarse así sin más; por ejemplo, el duelo, cuando hablamos de él, de qué hablamos. ¿Cuánto dura? Para ser asignado como “normal o patológico”, un criterio es que cumpla una serie de requisitos, dado fundamentalmente en términos estadísticos y por el tiempo, pero solo habrá un tiempo objetivo, medible o se puede hablar de un tiempo subjetivo en términos fenomenológicos hermenéuticos, además ¿Se debe olvidar a la persona que tiene un significado muy especial?

Bruner señala: “…la experiencia de la vida es más rica que los discursos. Las estructuras narrativas organizan y dan significación a la experiencia, pero la historia dominante no comprende siempre por completo los sentimientos y la experiencia vivida” (citado por White, 2004, p. 62). Lo cual implica acudir a una selección de la experiencia pasada, fuera del discurso dominante, es decir, aquello que probablemente no se expresa. (Bruner, E. M. 1986, p. 143. Citado por White, 2004, p. 62).

En una ponencia denominada Reflexiones sobre el giro afectivo (Stenner, 2011) destaca la necesidad de recuperar el concepto de liminalidad, entendiendo éste como ritos de pasaje. Gennep usó por primera vez el término liminidad para denominar esta fase intermedia de pasaje o transición entre dos estados. La palabra deriva de “limen”, la palabra latina para umbral”. Vale la pena citar en extenso.

De acuerdo a Stenner (2011)

Una situación liminal es así, una situación particular en donde los límites usuales que aplican para identidades sociales, posiciones y labores reconocibles -incluyendo derechos y responsabilidades-son temporalmente removidos. La suspensión de estos límites, cuando todo va bien, permite a aquéllos involucrados “atravesar” una transición hacia un nuevo marco de límites.

Así entonces, las situaciones liminales crean las condiciones para una confrontación experiencial con lo que significa ser un ser humano fuera de, y más allá de, una posición social o estado determinado estructuralmente. Tales momentos o episodios tienden a estar altamente cargados de afectividad.

Cuando alguien es afectado por una emoción, ahí es posible encontrar una situación liminal. Como Rom Harré una vez afirmó: nosotros los psicólogos no deberíamos imaginar que palabras como “ira”, “amor”, “pena” o “ansiedad” se refieren a alguna entidad que puede ser abstraída del flujo y estudiadas. Más bien, lo que tenemos son “familias de luto en funerales, padres ansiosos caminando a media noche, etc.”

Son momentos cuando, por cualquier razón, los dictados de la estructura social son suspendidos: las reglas usuales que gobiernan nuestra vida no aplican más. Hemos perdido a un padre, o un niño extraviado, un amante nos ha abandonado o hemos ganado la lotería. En tales situaciones liminales a menudo nos encontramos sin un mapa de ruta y en ocasiones sin un camino: no podemos tomar más la realidad como algo dado.

El significado de nuestro lenguaje se debe ubicar en su contexto, a qué se refiere alguien al decir: tengo depresión o ya no quiero enojarme, e incluso en el juego del lenguaje de los propios psicólogos lo anterior qué quiere decir, cómo lo conceptualiza. La narración de una persona, debe ser situada en su modo de vida. No todo está dado, es importante ese espacio de diálogo, de narración como proceso de búsqueda, como estrategia hermenéutica.

Dice Gadamer (2010)

Aristóteles pone de relieve que el que oye, oye al mismo tiempo algo más, lo invisible y todo lo que es posible pensarse… porque existe el lenguaje. No es sólo el mundo lo que podemos ver: es el universo lo que intentamos comprender (p. 68).

Y más adelante comenta:

Del mismo modo que hay que aprender a ver, y eso es algo que por desgracia casi nunca se ejercita lo suficiente en la escuela, tenemos también que aprender a escuchar, para que no nos pasen inadvertidos los tonos más leves de lo que merece la pena saberse (p.75).

Conclusiones

Liberar al lenguaje de la gramática para ganar un orden esencial más originario es algo reservado al pensar y al poetizar (Heidegger, 2007).

En sus Investigaciones FilosóficasWittgenstein (2004), habla de juegos del lenguaje, entendiéndose estos como una forma de vida que pueden ser pensados desde cuáles son las condiciones de vida que producen ese lenguaje, cómo es entendible, cómo se produce ese discurso, cómo se construyó. Es importante señalar que hay también una aporía en el lenguaje para poder expresar lo que siente, es entonces cuando el silencio se hace presente, lo que nos ayuda a comprender la experiencia afectada de lo narrado y su espacio liminal de resignificación y cambio.

Las emociones son parte constitutiva de nuestros pensamientos, son cogniciones, conductas y por supuesto valoraciones. Las emociones nos acompañan, forman parte de nosotros, hay que entender la narración desde las mismas, porque la persona ¡valora su emoción! Le da una importancia, sobre otras experiencias, son parte de nuestra humanidad.

Al respecto nos señala Nussbaum (2012)

Qué sencilla sería la vida si la aflicción fuera sólo un dolor en una pierna, o los celos un dolor de cabeza muy intenso. Los celos y la aflicción nos atormentan mentalmente; la fuente de la agonía -y, en otros casos, del placer- son los pensamientos que tenemos sobre los objetos. (36)

Igualmente apunta que “…el dolor físico no es nada en comparación con la aterradora conciencia de la indefensión… (Nussbaum, 2012, p 37)

Esto no significa que la emoción no se sienta, lo que se trata de señalar es que si comí algo, y me hizo daño, hay un dolor, si me pegué con algo me duele, si me pegan me duele. La emoción es diferente a lo anterior, es un estar en el mundo donde nos parece se evidencia nuestra humanidad y por qué no nuestra fragilidad y nuestros cambios.

No puede haber operaciones cognitivas sin afecto, son recíprocas. Los afectos producen las operaciones de conocimiento -son paralelas-, se organizan por el sentido que le damos a las experiencias vividas, dentro de un determinado contexto social. Así las emociones forman parte de nuestra vida, están ahí en nuestros afectos, es decir, cuando algo nos afecta, se hacen más palpables, se encuentran en nuestro pensamiento, permiten evaluar un contexto y decidir por una o por otra actividad, ahora bien la intensidad depende de varios aspectos en nuestro proceso de socialización. Discernir sin duda en su intensidad es importante sobre todo sí la forma de conducirnos puede desatar relaciones interpersonales no muy fructíferas.

Nuestra estructura cognitiva se construye en la alteridad y va dando pasos a formas de relacionarnos y no sólo, en el caso de las emociones cuando nos alteramos, sino que forman parte de nuestros pensamientos, son parte constitutiva de nuestro raciocinio. Se conoce las emociones de las personas por sus conductas y sus afirmaciones, pero sus sentimientos, son procesos que se van configurando, que evidentemente están presentes, son su sombra, es importante indagar.

En un clásico de la Literatura el Fausto,Goethe (2011) nos deja ver lo siguiente: “[a Margarita].-No tiembles. Deja que esta mirada, este apretón de manos, te digan lo que no se puede expresar. Abandonarse por completo y sentir un embeleso, que ha de ser eterno. ¡Eterno!...Su fin sería la desesperación…” (p. 195).

Hay también una inaccesibilidad, una falta de imagen en las emociones, la metáfora, la metonimia. Hay que partir de un no saber, a un saber y nuevamente que ese saber puede ser un no saber…hay que seguir curioseando, investigando.

Puesto que como lo puntualiza Gilardi (2013)

“El dolor que sentimos por una quemadura, no es el mismo que aquel que sentimos frente a una pérdida. En efecto, cuando ésta sobreviene podemos decir que el cuerpo no es ajeno a este dolor. Los estados de ánimo hacen patente la irrebasable unión de lo que, desde la filosofía clásica, es considerada la unión de cuerpo y alma, pero está unión no permite reducción alguna.” (p. 14).

En otro apartado del mismo texto Gilardi menciona que

“Por ello no se trata de determinar en qué consiste el vínculo entre cuerpo y alma que, desde el punto de vista de la ciencia natural está en juego en el fenómeno psicosomático, sino de lograr captar el fundamento, de carácter a priori, que hace posible que una profunda tristeza devenga en un inmenso dolor físico y que en ambos casos pueda hablarse de dolor.” (97).

Referencias

Barthes, R. (2009). El grado cero de la escritura. Nuevos ensayos críticos. (28a ed). México: Siglo XXI. [ Links ]

Gadamer, H. (2010). Acotaciones hermenéuticas. España: Trotta [ Links ]

Gergen, K. (2007). Construccionismo social, aportes para el debate y la práctica. Colombia: UNIANDES, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales. [ Links ]

Gilardi, P. (2013). Heidegger: la pregunta por los estados de ánimo (1927 - 1930). México: Bonilla Artigas. [ Links ]

Goethe, V. J.W. (2011). Fausto. España: Cátedra. [ Links ]

Heidegger, M. (2007). Hitos. 1era redición. Madrid: Alianza. [ Links ]

Morin, E. (2006). El Método 6 Ética. España: Cátedra . [ Links ]

Nussbaum C. M. (2012). Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones. España: Paidós. [ Links ]

Rorty, R. (2009). La filosofía y el espejo de la naturaleza. (5ta ed). Madrid: Cátedra. [ Links ]

Stenner, P. (2011). Reflexiones sobre el “giro afectivo ”. Open University, UK. Ponencia presentada en el “V Congreso Internacional de Psicología Social, de la calle al cubículo: Psicología Social en acción,” del 27 al 29 de octubre en la Maestría en Psicología Social, Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México [ Links ]

White, M. (2004). Guías para una terapia sistémica. Barcelona: Gedisa. [ Links ]

Wittgenstein, L. (2004). Investigaciones Filosóficas. (3ª ed). España: Crítica. [ Links ]

Recibido: 25 de Febrero de 2015; Aprobado: 16 de Junio de 2015

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