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Revista mexicana de ciencias agrícolas

versão impressa ISSN 2007-0934

Rev. Mex. Cienc. Agríc vol.5 no.spe9 Texcoco Set./Nov. 2014

https://doi.org/10.29312/remexca.v0i9.1054 

Artículos

Economía social, comunalidad: orientación teórica para el turismo rural, como alternativa de desarrollo

Cristina Flores Amador1  § 

Lilia Zizumbo Villarreal1 

Graciela Cruz Jiménez1 

Elva Esther Vargas Martínez1 

1 Universidad Autónoma del Estado de México, Cerro de Coatepec S/N, Ciudad Universitaria C. P 50100, Toluca, México. Tel: (01 722) 2151333 o 2140220. Ext 351 y 430. (cristinafloresamador@hotmail.com; lzv04@yahoo.com; gracicj@hotmail.com; elvacolegio@hotmail.com).


Resumen

Este artículo tiene como objetivo presentar un modelo teórico para el estudio del turismo rural, que permita visualizar los retos que enfrentan las comunidades cuando consideran implementar actividades turísticas que permitan ser una alternativa de desarrollo local. Para ello, se sostiene que es necesario que éstas se establezcan y administren a partir de acuerdos comunitarios, equidad, respeto y compromiso voluntario. Es por ello, que la metodología empleada fue a través de la teoría de la comunalidad (Rendón y Díaz, 2003) y de la economía social (Coraggio, 2003), pues ambas las consideramos como dos pilares del desarrollo local. La primera está constituida por el territorio, donde se manifiestan las formas de organización comunitaria a través del trabajo, del ejercicio, poder y de las manifestaciones culturales orientadas al logro de fines colectivos. Además el territorio, adquiere una apropiación simbólica colectiva. El trabajo como sistema de derechos y obligaciones, fundamentado en la reciprocidad y participación. La fiesta y religión como elementos culturales que fortalecen la identidad comunitaria. Respecto a la economía social, se toma en cuenta la participación destacada de la población local en la conformación de grupos de trabajo que garanticen la reproducción social de la vida. Es así, que se concluye que a través de la economía social se fortalece el sentido comunitario en el medio rural indígena, a partir del turismo rural comunitario.

Palabras clave: comunalidad; desarrollo local; economía social; turismo rural comunitario

Abstract

This article aims to present a theoretical model for the study of rural tourism, which helps illustrating the challenges faced by the commonalities when considering implementing touristic activities that would help to be an alternative of local development. For this, it is argued that these need to be established and administered from communal agreements, equity, respect and voluntary commitment. It is for this reason that, the methodology used was through the theory of commonality (Rendón and Díaz, 2003) and the social economy (Coraggio, 2003) because we consider them both as two pillars of local development. The first one consists on the territory, where the forms of community organization are manifested through work, exercise, power and cultural events aimed achieving collective goals. Furthermore the territory, acquires a symbolic collective ownership. Work as a system of rights and obligations, based on reciprocity and participation. Party and religion as cultural elements that strengthen the community identity. Regarding the social economy, the outstanding participation of local people is taken into account for the creation of working groups to ensure the social reproduction of life. So, concluded that, through the social economy, the sense of community is embraced in the indigenous environment, from rural communitarian tourism.

Keywords: commonality; local development; rural tourism; social economy

Introducción

La dinámica productiva y económica del agro mexicano ha sufrido un cambio sustancial desde los años sesenta, el valor de la producción agropecuaria disminuyó, la agricultura dejo de ser uno de los principales proveedores de ingresos a la economía mexicana (Yúnez, 2010). En 1994, se abrieron las fronteras para la libre competencia comercial internacional, con todo ello, la participación de la agricultura en la economía nacional se vio afectada (Bartra, 2010). Ante esta situación de crisis, el medio rural ahora no sólo se visualiza desde una perspectiva agraria, sino desde una nueva ruralidad.

Es decir, que éste busque nuevas vocaciones de supervivencia entre los agricultores, integrando y fortaleciendo el empleo rural no agrícola, lo que hace necesaria la modificación de acciones que permitan a las familias rurales atenuar los efectos negativos de la globalización económica como pobreza y pérdida de la rentabilidad de la agricultura de tipo minifundista (Pérez, 2001; Schejtman y Berdegué, 2004). Ante ello, el enfoque de la comunalidad y de la economía social han permitido que lo rural ya no sólo se entienda únicamente en términos agrícolas, sino que se ha revalorizado en función de las múltiples características, dimensiones y funciones que representan (Pérez, 2001; Schejtman y Berdegué, 2004).

Desde esta perspectiva, las poblaciones rurales buscan su propio desarrollo a partir de sus potencialidades naturales y culturales. Percibiendo al territorio como el componente central, donde se manifiesta la organización comunitaria a través del trabajo, poder, y la participación equitativa, aprovechando la competitividad y potencialidad física, social, y ambiental, desde una visión común, dinamizando las sinergias entre territorio-sociedad- como factor de desarrollo.

De esa manera, se comprende al territorio como una entidad multidimensional, que reproduce también diversas trayectorias y direcciones de actores y actrices o grupos distintos, con movimientos que favorecen articulaciones, convergencias o divergencias. Es así, que el turismo rural adquiere importancia en aquellas comunidades que cuenta con la participación de la comunidad local, un territorio comunal y una riqueza patrimonial y cultural.

Así mismo, el turismo rural, es considerado como una estrategia integral de desarrollo al ser una actividad económica que posee potencial para generar nuevas fuentes de riqueza y empleo, y frenar el abandono de las zonas rurales (Zizumbo, 2009). Sin embargo, es importante señalar que la vida en comunalidad y el trabajo que se implementa desde la economía del trabajo permiten que la actividad turística que se genera sea una oportunidad para la mayoría de los pobladores y que los beneficios se distribuyan equitativamente entre ellos. Es por ello, que en este trabajo se sostiene que el desarrollo local es posible cuando existen condiciones de comunalidad sumado a formas de organización del trabajo turístico que se establecen desde la economía social.

La comunalidad: una visión colectiva

En términos generales, este concepto se refiere a la lógica con la que funciona la estructura social y la forma en que se define y articula la vida social y su convivir cotidiano. La comunalidad es un eje fundamental de la acción colectiva, se construye en distintas escalas de realidad y se expresa en los movimientos sociales por medio de la “solidaridad, conflicto y ruptura de límites del sistema en que ocurre la acción” (Melucci, 1999). Así entonces, la comunalidad es entendida, como un conjunto de familias que sobre la base de un tejido social intenso viven la vida comunal, al tiempo que también, es pensada como un modo de vida que se desarrolla en un contexto organizativo específico, que es el tejido social comunitario” (Maldonado, 2010). Es una forma de estar, vivir, entender, hablar y habitar en un espacio hecho territorio, no es solamente un agregado de la comunidad; es un componente estructural que permite la articulación social de la vida de las comunidades por medio de un proceso de larga trayectoria histórica sustentado en prácticas y conocimientos, en el tejido de la identidad y la colectividad construidas en “un territorio vivido y recreado” (Medina, 2008).

Su estudio requiere de un acercamiento de las formas de reconstitución étnico-política de los pueblos y sus modos de organización comunitaria bajo una visión crítica-analítica, explorando, y comprendiendo los mecanismos de articulación de sus saberes, elementos primordiales (territorio comunal, trabajo colectivo, poder político, fiesta comunal) y complementarios (derecho indígena, educación tradicional, lengua habitual, cosmovisión, Maldonado (2002).

Para el estudio de la comunalidad se consideran las aportaciones de Díaz (2003) y Rendón (2003), al afirmar el primero que la comunalidad define la inmanencia (esencia) de la comunidad. En la medida que [...] define otros conceptos fundamentales para entender una realidad indígena que constituyen la dimensión material e inmaterial de las comunidades, formando una energía basada en los pensamientos y conocimientos de los propios indígenas y representa la forma de vida y razón de ser de las comunidades. El segundo, considera los elementos básicos que permiten construir la comunalidad: la tierra como madre y como territorio; el consenso en asambleas para la toma de decisiones; el servicio gratuito como ejercicio de autoridad; el trabajo colectivo como un acto de recreación; así como los ritos y ceremonias como expresión del don comunal. En la Figura 1 se muestra los elementos de la comunalidad que se consideran para poder tener una estructura funcional dentro del tejido social comunitario rural.

Elaboración con base en Díaz y Rendón (2003).

Figura 1 Elementos de la comunalidad.  

Estos elementos prevalecen en comunidades rurales, a pesar de los diferentes escenarios de pobreza y exclusión que experimentan, por lo que, a través de acciones colectivas autogestivas, buscan modificar su realidad, por medio de sus recursos materiales e inmateriales, como el territorio comunitario, el trabajo comunal, el poder comunitario, y los elementos culturales que preservan y defienden para alcanzar el desarrollo local a partir de acuerdos desde abajo, es decir, al interior de la comunidad, respaldados en una organización estructurada y constituida sobre valores, principios y el propio poder que representa cada persona, avalado por el medio comunalitario, estableciendo un sistema propio de acuerdos y decisiones consensuales, orientadas a mejorar su realidad, para evitar depender de organismos e instituciones gubernamentales, posibilitando opciones que faciliten y construyan la esencia individual y colectiva rural, para conseguir una forma de vida y razón de ser, encaminada al desarrollo local.

Estos elementos convergen en la vida comunal, se les designa también como básicos o centrales, por su posición en el esquema de la comunalidad. En primer lugar, el territorio presenta la manifestación espacial del poder, fundamentada en relaciones sociales, determinadas en diferentes grados, por la presencia de energía -acciones y estructuras concretas- y de información -acciones y estructuras simbólicas-, destacando las relaciones cotidianas que se establecen sobre el espacio entre los actores que lo ocupan y utilizan (Raffestin, 1993).

Asimismo, para este planteamiento el territorio se aborda en tres vertientes básicas, aplicando la política o jurídico-política, en que el territorio es considerado como espacio controlado por un determinado poder, a veces relativo al poder del Estado, la cultural o simbólico, donde el territorio es visualizado como un producto de apropiación simbólica de una colectividad; y la económica, en que el territorio sirve como fuente de recursos (Haesbaert, 2004).

Hay otros aspectos que deben ser comprendidos como parte del territorio de la comunidad, y son aquellos que conforman la organización comunal, la lengua, y entorno. Otro elemento de la comunalidad es el trabajo comunal; es a través de este que se da la oportunidad permanente de alcanzar la aceptación; también es obligación y posibilidad, surge de la necesidad compartida y del reconocimiento de la realización comunal, en el territorio. En su aspecto obligatorio, el trabajo crea, se sostiene en el tiempo y consigue mediante esta dinámica, fortalecer los lazos sociales, crear vínculos y afrontar desafíos comunes. De esta manera, la comunalidad descansa siempre en el trabajo y no en el discurso” (Martínez, 1985). En este marco, el trabajo comunitario tiene que ver con el compromiso, con los objetivos de la comunidad, sin importar que se desarrolle sin compensación monetaria, ligado a otro tipo de valoraciones como el desarrollo de prestigio local o de compromisos comunales “para seguir perteneciendo a ella”.

De tal forma, la voluntad y capacidad de donación de trabajo a la comunidad se distingue como el valor principal de la comunalidad, y es a partir del trabajo que los pueblos pueden defender su territorio y rehacer su vida cultural autodeterminada. La organización del trabajo puede darse de dos maneras: a) cuando los procesos sólo requieren la participación de los miembros de la unidad doméstica para su autoabastecimiento; y b) cuando se necesita la participación de miembros de varias unidades domésticas, mediante relaciones de colaboración simple. En la actualidad, al aprovechamiento de la naturaleza que se logra en el espacio del territorio y se da por el trabajo de la milpa, el cual constituye la primera forma de trabajo comunal, se denomina ayuda mutua intrafamiliar recíproca; otra forma es la consistente en aprovechar el territorio con el fin de construir obras de beneficio común y se le denomina tequio.

Un elemento más a considerar es el poder político comunitario. La comunidad está organizada para tener el poder comunitario, a través de la participación de sus ciudadanos en la asamblea general, para la organización de fiestas, el ejercicio de cargos públicos; como control social en la que participan representantes de todas las familias. La gente tiene en sus manos el ejercicio del poder comunitario permanentemente (Díaz, 2003).

Es así que el poder político se registra al interior de la asamblea, donde se nombra directamente a las autoridades, buscando una rotatividad entre todos los grupos. Así también, para la fortaleza de la comunalidad es necesario estudiar los elementos culturales como las fiestas, ceremonias y tradiciones, pues muestran los valores y experiencias ancestrales, destacando los usos y costumbres que salvaguardando la usanza y tradiciones que dan muestra de la forma de pensar y ser de las comunidades, de carácter cívico o religioso (Maldonado, 2002). Es por todo ello, que, el territorio, el poder, el trabajo y los elementos culturales son parte importante de la vida cotidiana que parte de una estructura comunitaria, consolidando sus formas de trabajo, desde una mirada incluyente de respeto, equidad, reciprocidad y confianza, vinculada a la organización de la economía social.

Economía social

A medida que avanza el siglo XXI, el desarrollo local afianza su búsqueda de diferentes alternativas económicas que fortalezcan a las comunidades rurales, consolidándose de ese modo una perspectiva basada en la propia comunidad y el desarrollo incluyente y que a la vez se aleja de la concepción basada exclusivamente en la intervención de las administraciones públicas, acercándose a un modelo en el que tiene cabida la participación de todos los agentes del territorio (Campo, 2012).

Por lo que, se vuelve necesaria la búsqueda de nuevas formas de organización, encontrando en la economía social una perspectiva garante del desarrollo local, ya que su valor, implica referirse a las prácticas y experiencias sobre relaciones económicas que, más que reproducir el capital, lo que intentan es reproducir sociedad, prevaleciendo los lazos recíprocos, por medio de acciones vinculadas estrechamente con el territorio. De igual manera, dentro de la economía social, se encuentra su forma de acción, con valores de solidaridad y comprensión, creando riqueza colectiva y apoyo mutuo, siendo uno de los pilares que sostiene el desarrollo endógeno, fomentando la utilización de recursos y el “saber hacer” local, promoviendo la responsabilidad individual y colectiva, incidiendo en la lucha contra la exclusión social (Campo y Ugarte, 2012). En este sentido, la trascendencia de esta economía es su visión para el desarrollo en las comunidades, beneficiando la acción colectiva local, donde los problemas de intereses y la competitividad pueden ser regulados transparentemente; creando vínculos productivos y reproductivos de cooperación.

Es así, que la economía social empleada en la actividad turística, puede ser vista como una alternativa para mejorar las condiciones de pobreza derivados del modelo neoliberal, buscando nuevas formas de incorporación al trabajo, tomando en cuenta que por medio de la economía social lo más importante es la reproducción social de la vida, la gente del medio social, garantizar las actividades y organización de las familias campesinas (Hurtado, 2005). En este contexto, la economía social se considera una estrategia al interior de los procesos de desarrollo local, que posibilita el desarrollo de los territorios y la generación de alternativas productivas para amplios sectores sociales, no sólo para los sectores populares (Altschuler y Casalis, 2006).

Es así que, Altschuler, (2004), señala que para una definición positiva y operativa de la economía social, tanto para la fundacional como para la nueva economía social, deben tomar en cuenta: a) formas de producción organización del trabajo; b) distribución del excedente entre los miembros del emprendimiento; c) toma de decisiones al interior; y d) vinculación de ésta con la sociedad, respeto por el medio ambiente, el aporte al desarrollo económico social. Desde esta perspectiva, la economía social conjunta una serie de experiencias asociativas que producen bienes y servicios, en donde no se prioriza el lucro sino que se valoriza el trabajo, la satisfacción de necesidades.

Cabe hacer notar que la economía social como señala Coraggio (2003) es aquella que trasciende a los intereses individuales y busca de manera preponderante la creación de bienes colectivos, bajo un modelo integrador del tejido social en que los participantes se involucran de manera activa compartiendo valores, ideales y objetivos de vida. Es decir, propone un nuevo estilo de desarrollo basado en las unidades familiares, las cooperativas, las comunidades o unidades reales de organización de la economía, comparables a las empresas capitalistas, y sus miembros siguen una lógica supra individual, donde los resultados alcanzados por unos codeterminan de los otros.

Por lo tanto, es importante destacar que existen particularidades que expresan condiciones para lograr un desarrollo de la vida social bajo la práctica de la economía social; por lo que, desde la visión de Coraggio (2003), señala cuatro características en los emprendimientos sociales que permiten vincular la interacción entre la colectividad: 1) trabajo asociado; 2) horizontalidad en las decisiones; 3) redistribución en beneficios directos a la colectividad antes que de lucro; y 4) la autogestión y propiedad común (Coraggio, 2003). Por lo que, es significativo enfatizar que la democracia participativa y la autogestión, se tienen que experimentar en total igualdad, participando en la toma de decisiones encaminadas a la satisfacción de sus necesidades, apoyados en alternativas que se suman a sus labores diarias, tales como las actividades turísticas, bajo la estructura de los propios pobladores con lo que se pretende facilitar el desarrollo local.

Turismo rural comunitario

Durante las últimas décadas, en México se ha impulsado una política agraria que ha incrementado los niveles de pobreza entre la población rural, que viven en condiciones de pobreza extrema y marginación, en pequeñas superficies de tierra y con muy poco valor agregado a sus productos (Juárez, 2007). Ante este panorama, pequeñas comunidades con importantes recursos han optado por la actividad turística como la base de su desarrollo local, al organizarse considerando la eficiencia económica, el respeto ambiental y el desarrollo social, logrando así su supervivencia.

Desde este enfoque, el turismo que tiene lugar en los ámbitos rurales, con participación de la comunidad local, constituye un instrumento de desarrollo del territorio. Su impacto, abarca toda la comunidad. En este sentido, el turismo rural es una opción de desarrollo que, por su condición limitada no es masificado, genera empleo, diversifica la oferta turística, colaborando en la conservación del patrimonio natural y cultural, en función de beneficios a partir de acciones productivas. Entonces, el turismo rural asigna valor a los recursos locales; es decir, los activos que se encuentran en manos de pequeña(os) productora(es), en su mayoría en áreas ejidales organizados en cooperativas o asociaciones comunales (Garduño y Zizumbo 2009).

Siguiendo a Garduño y Zizumbo (2009) este nuevo turismo está permitiendo la posibilidad de ofertar servicios turísticos al mercado desde las potencialidades endógenas de cada comunidad, dinamizando la economía local, en la medida en que el turismo rural logre la redistribución de ingresos y beneficios generados entre la mayor cantidad de actores y actrices locales, democratizando de esta manera su economía, siendo éste un mecanismo de inclusión y diversificación de actores y actrices de la economía local que funciona como eje generador del desarrollo. Entonces bien, es importante señalar que en este turismo se cuenta con la intervención de las comunidades para la actividad turística; así también, se entiende como aquellas experiencias turísticas planeadas sustentablemente dentro del contexto rural, llevadas a cabo por los habitantes locales en beneficio de su propia comunidad. Por lo tanto, se puede decir que en éste turismo la población local es parte esencial para permitir un proceso de desarrollo competitivo y cuidadoso con el medio ambiente; asimismo, propicia un equilibrio en lo referente a sus valores éticos, morales, sociales y culturales, integra y fortalece la economía comunitaria, mejora las condiciones de vida y de trabajo de sus miembros.

Esta forma de turismo turística tiene como eje principal a la misma comunidad local, por medio de la cual se intenta unir experiencias, servicios, productos, administración organización turística, interrelacionados desde otros subsistemas necesarios para la comunidad. De igual manera, el turismo rural mantiene valores de solidaridad, colaboración, reciprocidad, respeto, y uso razonable de la variedad de recursos naturales y culturales, forjando una expectativa para lograr el desarrollo local, transformando las condiciones de precariedad de las comunidades rurales.

Desarrollo local

En la historia de la humanidad se ha pretendido avanzar hacia el desarrollo de la sociedad; sin embargo, en la medida que esto no ha sido posible, aparecen grupos que buscan solucionar los problemas en los territorios más desfavorecidos; a partir de esto, se ha comenzado a discutir sobre el desarrollo, con carácter local, de tal forma que, el desarrollo local se puede considerar como un modelo alternativo de desarrollo.

Cabe destacar, que muchas localidades, organizaciones e instituciones de América Latina están enfrentadas al reto del desarrollo local como una de las opciones estratégicas de nuestro tiempo, aparece como una nueva forma de mirar y de actuar desde el territorio en este nuevo contexto de globalización. Desde este punto de vista, el desafío para las sociedades locales está planteado en términos de insertarse competitivamente en lo global, capitalizando sus capacidades locales y regionales a través de las estrategias de los diferentes actores y actrices en juego (Gallicchio, 2002; Arocena, 1999). Bajo este enfoque, el desarrollo local basado en el turismo es una posibilidad, debido al cada vez mayor incremento del movimiento de personas y que son muchos los territorios que han experimentado procesos de recuperación y expansión por esta actividad que conlleva beneficios sociales, económicos, ambientales. Tan es así, que existen indicios cada vez más firmes de que, si se desarrolla y se gestiona de forma sostenible, el turismo puede aportar a la atenuación de la pobreza, especialmente en las zonas rurales (WTO, 2004).

Por lo tanto, se apuesta a que éste sea un proceso que busque mejorar la calidad de vida, superando las dificultades por medio de la actuación de diferentes agentes socioeconómicos locales, con recursos endógenos y fomentando el aumento de capacidades, tratándose así de un desarrollo capaz de extender en la mayor medida posible el progreso en la totalidad del tejido productivo del territorios (Alburquerque, 2003).

El desarrollo local en las comunidades rurales marginales dista mucho de ser un proceso de crecimiento económico y de cambio estructural que conduzca a una mejora en el nivel de vida de la población local (Vázquez, 1998). En este tenor, el desarrollo local muestra que es un proceso de transformación; las comunidades rurales se esfuerzan por integrarse a él mediante propuestas institucionales o desde sus propias iniciativas. En ambos casos se van construyendo iniciativas turísticas con el ofrecimiento de servicios. Asimismo es necesaria la participación de la población para que la toma de decisiones en proyectos turísticos o planes comunitarias se haga de manera democrática, en donde prevalezca el respeto e igualdad en cada acción aplicada.

Resultados y discusión

Derivado de lo expuesto, fue posible comprender los diferentes escenarios de pobreza, marginación y desigualdad en que viven las comunidades rurales campesinas en México, las cuales se han visto en la necesidad de impulsar una transformación trascendental, constituida bajo argumentos y aspiraciones de igualdad y justicia social, con el que pretenden experimentar una opción viable para constituir nuevas relaciones sociales de organización, orientadas a través del turismo rural, visto desde la acción comunitaria, a través la comunalidad y de la economía social, empleando acciones endógenas, encaminadas al logro del desarrollo local, vinculadas en trabajos y decisiones que fortalecen la identidad social y cultural, no solo para resistir los embates del neoliberalismo, sobre todo para mejorar la calidad de vida individual colectiva las comunidades rurales.

Bajo este enfoque, se presenta el planteamiento de un modelo teórico cuyo propósito es crear una base de elementos que sirvan de apoyo, aplicándose de acuerdo a las condiciones del contexto que prevalezca en las comunidades rurales, para el fortalecimiento y consolidación local, avanzar hacia el desarrollo en las comunidades más desprotegidas. Esto, por medio de iniciativas comunitarias, posibilitando la capacidad de conseguir una mejor forma de vida, con tareas guiadas desde la participación de alianzas, destacando la integración social consolidando la identidad local, brindando opciones dinámicas de trabajo, cooperación, complementariedad desde el turismo. Así también, se prevé que esta propuesta posibilite comprender las dificultades para la implementación de proyectos y sobre todo, de su ejecución que garantice un nuevo modelo productivo de construcción solidaria en el cual esté presente la importancia del hombre, la mujer y de la sociedad, para lograr la soberanía del trabajo, aprovechamiento de los recursos, en función de beneficios comunes.

Modelo teórico

El modelo teórico incorpora las categorías de análisis para el abordaje del turismo rural, planteado desde la relación entre la teoría de la comunalidad, economía social, el turismo y el desarrollo local, con lo que se intenta mostrar que para avanzar hacia el desarrollo local en las comunidades rurales, es necesario pensar estrategias que propicien el crecimiento endógeno de las unidades territoriales, a través, de mecanismos que favorezcan los procesos de desarrollo y cambio estructural en los sistemas de organización de la producción, distribución y consumo.

Que éstos permita crear y ampliar sistemas de empresas locales, conformando la promoción, el dinamismo económico y mejorar la vida en la población, por lo que se consideran los elementos clave: bienes colectivos, territorio, modelo del tejido social, dimensión económica, social, política, y cultural. Con éstos se pretende apoyar a los grupos más vulnerables que tienen posibilidad de incorporarse a procesos que les generen beneficios. Con esta propuesta se persigue, complementar los estudios que se han construido sobre desarrollo local y turismo rural.

En la Figura 2, se muestra este vínculo de teorías, considerando a la comunalidad y la economía social como la base con la que funciona la organización, propiamente desde la visión indígena sobre la manera que enfrentan y resuelven los retos de las comunidades rurales, expresando la solidaridad a partir del turismo rural como actividad alternativa al esquema centralizado, para la búsqueda del bienestar comunitario, para lograr el desarrollo local, sostenido en los elementos centrales inherentes al territorio, trabajo mutuo, organización comunitaria, cultura, poder político, fiesta, organización, producción, distribución, consumo, encaminado al mejoramiento de la calidad de vida, sin olvidar la protección al medio ambiente, atendiendo las necesidades del turismo.

Elaboración con base en Díaz y Rendón (2003); Coraggio (2003).

Figura 2 Modelo teórico. 

En este contexto, también, se quiere mostrar cómo el desarrollo local endógeno, con una orientación comunitaria, consigue oportunidades de democracia en un ambiente de respeto, reciprocidad y equidad. En él, los niveles de confianza y colaboración reflejan la identidad comunal. En donde la riqueza concebida en el territorio producto de las relaciones sociales es objeto de acuerdos y de poder. Aquí puede asumirse de manera teórica, que el turismo enmarcado en el desarrollo local con visión comunitaria y solidaria es, en buena medida, una alternativa que se interesa por incluir a las personas, pero no de manera selectiva. Es decir, esta perspectiva ha dado forma y funcionamiento al turismo con desarrollo local desde el interior de las propias comunidades rurales, entendido como estrategia comunitaria, distribuyendo el capital generado entre las familias, para dar a sus integrantes los beneficios que la actividad concibe.

En síntesis, se destaca que para conseguir el desarrollo local, primeramente debe existir la comunalidad, estableciendo los roles colectivos, manteniendo reciprocidad a través de la economía social, basado en posesión colectiva de medios de producción; gestión democrática de la empresa participación directa y colectiva en las decisiones; distribución de excedentes entre los integrantes; proceso de aprendizaje colectivo, creando un sistema de relaciones económicas y sociales que posibilitan, en un marco de solidaridad y de reciprocidad, la conformación de diversas formas de organización para la producción económica y comunitaria, a partir de lo anterior, los elementos de la economía social que se estudian son: territorio, formas organización, producción, distribución, consumo, redes de colaboración, reciprocidad y respeto.

En la construcción de este modelo, se presenta el turismo rural como alternativa para contribuir al desarrollo local en zonas rurales desfavorecidas, creando opciones y oportunidades productivas, laborales y de ingresos, a partir de experiencias asociativas contando con la participación de la población local, a través de la promoción de la diversificación productiva en las unidades familiares e impulsar el empleo rural no agrícola, tomando en cuenta las diferentes expresiones sociales, culturales y productivas tradicionales de la misma comunidad, así también, pensando en el impacto que las actividades de convivencia e interacción turística crean.

Así entonces, la comunalidad es la base esencial para que se produzcan las formas de organización y trabajo colectivo fundamentados en la economía social, teniendo entre ambas teorías una estrecha relación para favorecer la actividad turística, operando esta, como una alternativa de desarrollo para las comunidades rurales marginadas. Es decir, al existir primeramente la comunalidad expresada en acciones y estructuras de la economía social, conduce a aprovechar y emplear al turismo rural organizado en términos de la comunalidad y de la economía social para alcanzar el desarrollo local.

Conclusiones

El desarrollo local en las comunidades rurales con un enfoque endógeno tiene gran trascendencia, ya que permite mostrar que en función de las formas de organización del trabajo a través de la economía social y la comunalidad, se puede lograr una sociedad igualitaria, equitativa, integrando a la población para conseguir el desarrollo local, el turismo rural, constituyéndose como una estrategia para transformar las condiciones de vida, mejor distribución de la producción y capital generados. Así también, se puede decir que el desarrollo local es un proceso territorial, humano, integrado, sistémico, sustentable e innovador, que se constituye de actividades estructuradas desde el turismo rural, para dinamizar las sociedades rurales, partiendo del aprovechamiento de sus recursos, empleando dinámicas con las que enfrentan situaciones de carencia, creando procesos regulados a través del vínculo social comunitario, con visión de potencializar la riqueza territorial y participación colaborativa.

Finalmente, se concluye destacando que el turismo rural comunitario bajo estructuras de organización del trabajo desde la economía social, sustentada en el territorio, la asamblea, el poder político, así como, en el trabajo mutuo, se convierte en dinamizador de la economía local a partir de las capacidades de distribución e igualdad social lo que permite el desarrollo local. De esta forma, la dinámica turística, desde su creatividad, por medio de proyectos promovidos por los propios habitantes, mediante la utilización de los elementos culturales bajo la organización comunitaria, impulsa la economía local que ha prevalecido, ampliando paulatinamente su infraestructura y oferta, trazando mayores oportunidades colectivas.

Literatura citada

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Recibido: Marzo de 2014; Aprobado: Septiembre de 2014

§ Autora para correspondencia: cristinafloresamador@ hotmail.com.

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