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Journal of behavior, health & social issues (México)

versión impresa ISSN 2007-0780

J. behav. health soc. ISSUES vol.3 no.2 Cuernavaca nov. 2011

https://doi.org/10.5460/jbhsi.v3.2.30222 

Artículos empíricos

 

Cambios en el comportamiento afectivo en niños con lenguaje demorado y típico

 

Changes in affective behavior among typical and delayed language children

 

Rosendo Hernández-Castro, María del Rocío Hernández-Pozo

 

Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Proyecto de Investigación sobre Aprendizaje Humano Tlalnepantla, Estado de México, México.

 

Correspondencia

 

Recibido: Agosto 1, 2011.
Revisado: Septiembre 23, 2011.
Aprobado: Octubre 24, 2011.

 

RESUMEN

La dimensión afectiva del comportamiento puede ser un factor facilitador o inhibidor del desarrollo del lenguaje en infantes. Se realizó un estudio observacional longitudinal con niños a los 24 y 30 meses para explorar la relación entre comportamiento afectivo, a partir de díadas madre-hijo, y la competencia lingüística del infante. Para determinar la competencia lingüística de los infantes se uso el reporte paterno empleando el MacArthur Communicative Development Inventory (CDI, Jackson-Maldonado et al., 2005). Participaron 14 díadas, de las cuales 3 fueron clasificadas con niños con demora en el lenguaje. Se realizaron filmaciones en el hogar en situaciones de juego con duraciones entre los 19 y 31 minutos. Se empleó una taxonomía del comportamiento afectivo de cada miembro de la díada (Hernández & Cortés, 2009) para analizar las filmaciones. Los resultados muestran que los niños con demora de lenguaje y sus mamás presentan menos conducta de afecto positivo y más de afecto negativo a los 24 meses respecto de los niños con lenguaje típico y aunque a los 30 meses incrementan esta conducta, siguen exhibiendo un vocabulario menor que los niños de lenguaje típico.

Palabras clave: Comportamiento afectivo, díadas madre-hijo, niños 24-30 meses, competencia lingüística, registro observacional, desarrollo del lenguaje.

 

ABSTRACT

The affective dimension of behavior can be a facilitator or inhibitor factor of language development in infants. An observational longitudinal study was conducted with children at 24 and 30 months old in order to explore the relationship between affective behavior displayed in mother-child dyads and level of linguistic infant competence. Parental responses to the MacArthur Communicative Development Inventory (Jackson-Maldonado et al., 2005) were used to classify level of linguistic competence of children. 14 dyads participated, of which 3 were in the delayed language group. Dyads were videotaped under free game situations at their homes, for 19-31 minutes. A taxonomy for affective behavior of each member of the dyad was used (Hernández & Cortés, 2009). Results showed that children in the delayed language group and their mothers displayed less positive affect and more negative affect at 24-months in comparison with the typical language group, and although at 30 months increased this behavior, continue to exhibit a smaller vocabulary than children of typical language.

Key words: Affective behavior, mother-child dyads, children 24-36 months old, linguistic competence, observational records, language development.

 

INTRODUCCIÓN

La conducta afectiva es un tipo de interacción cuya consecuencia es que el responder del individuo es afectado por un evento, objeto u otro individuo con el que interactúa, principalmente a nivel intra-orgánico y de los músculos lisos. La conducta afectiva puede quedarse en este nivel o constituirse en un precurrente para actuar directamente sobre los objetos de estímulo con los que interactúa. Así, este tipo de conducta puede constituirse en un elemento que facilite o interfiera con el desarrollo de otros tipos de comportamiento (Kantor & Smith, 1975; Bijou, 1996).

Puesto que uno de los agentes socializadores iniciales es el cuidador principal, diversos investigadores han analizado cómo el comportamiento afectivo del niño y su madre impacta sobre la adquisición de conductas más elaboradas. Por ejemplo, Pauli-Pott y Mertesacker (2009) sugieren que las interacciones tempranas madre-hijo que se caracterizan por el afecto positivo, son relevantes en el desarrollo del apego, mientras que Kuroki (2007) señala que el afecto positivo es fundamental para la iniciación de la atención conjunta. Ambos, el apego y la atención conjunta son parte importante del desarrollo de la interacción social y del lenguaje.

De acuerdo con Bloom (1998), el comportamiento afectivo en particular y como parte inherente de la interacción diádica, juega un papel destacado en el desarrollo del lenguaje, una amplia diversidad de estudios dan cuenta de esta relación (p. ej. Howell, 2001; Morissete, Barnard & Booth, 1995; Nicely, Tamis-LaMonda & Bornstein, 1999; Pipp, Easterbrooks & Horman, 1992; Robinson & Acevedo, 2001; Slomkowski, Nelson, Dunn & Plomin, 1992; Stansbury & Zimmermann, 1999). Más aún, la deficiencia en la conducta afectiva materna se ha asociado con habilidades disminuidas del lenguaje de sus hijos en edades tempranas (Hann, Osofsky & Culp, 1996; Kelly, Morisset, Barnard, Hammond, & Booth, 1996; Morisset, Barnard & Booth, 1995). O en casos más extremos, se han documentado las consecuencias negativas del maltrato infantil en edades tempranas sobre los niveles sintáctico, semántico y pragmático de los niños que lo han sufrido (Shum & Conde, 1993).

Respecto a los datos que señalan el impacto de la conducta afectiva materna sobre el desarrollo del lenguaje infantil, Howel (2001) analizó la relación entre la cantidad y complejidad de las vocalizaciones del infante de 12 meses en una situación de juego libre con cinco características del habla materna. La características del habla materna bajo estudio fueron: 1) la cantidad de expresiones, 2) el número de palabras diferentes, 3) el uso de respuestas contingentes a la comunicación del infante, 4) el tiempo transcurrido en atención conjunta hacia su hijo y 5) el uso de habla afectiva. Sus resultados señalan que el número total de palabras diferentes combinadas con el porcentaje de habla afectiva positiva de la madre predijeron 32% del total de vocalizaciones del infante; mientras que el total de expresiones y el porcentaje de expresiones en atención conjunta combinadas predijeron solo el 22% de la complejidad fonética infantil.

Típicamente el afecto en las interacciones madre-hijo ha sido medido como parte de la responsividad materna (Girolametto, Bonifacio, Visini, Weitzman, Zocconi & Pearce, 2002; Kelly, Morisset, Barnard, Hammond & Booth, 1996; Tamis-LeMonda, Bornstein & Baumwell, 2001). La conducta responsiva se describe en función de por lo menos cuatro características que incluyen: la contingencia de la respuesta, el apoyo afectivo-emocional, el apoyo al foco de atención del infante y el aporte lingüístico.

Según los especialistas mencionados los factores que repercuten favorablemente en el desarrollo son: la alta participación, sensibilidad y responsividad materna a las señales del infante; en tanto que las conductas dominantes y de críticas se relacionan con un desarrollo intelectual pobre.

Los bajos niveles de responsividad materna son factores de riesgo que pueden tener como consecuencia un desarrollo infantil inadecuado. Muchos de estos hallazgos se han reportado con madres adolescentes cuya interacción con sus hijos se caracteriza por bajos niveles de responsividad y poco o nulo afecto positivo (p. ej. Hann, Osofsky & Culp, 1996; Keown, Woodward & Field, 2001). Estos estudios reportan una repercusión directa y negativa sobre el desarrollo de las habilidades cognitivas y lingüísticas de sus hijos, en comparación con niños cuyas madres son más responsivas y muestran mayor afecto positivo en sus interacciones con ellos.

No obstante los datos anteriores, algunos estudios señalan que las características acústicas del afecto dejan de ser relevantes para el desarrollo lingüístico del infante, por ejemplo, con niños en su primer año de vida Singh, Morgan y White (2004) analizaron las características acústicas de las palabras sobre la preferencia y procesamiento lexical en el reconocimiento de palabras en niños de 7.5 y 10.5 meses de edad. Sus resultados revelaron que a mayor edad, el niño mostraba un debilitamiento en la preferencia por las palabras dichas con afecto positivo.

Sin embargo, si consideramos que las reacciones afectivas son un aspecto inherente a las interacciones de tipo social, es justificable el análisis de esta conducta en niños mayores que a pesar de que muestran una adecuada comprensión del lenguaje, su desarrollo lingüístico, particularmente la emisión de palabras y la estructuración de oraciones, se encuentra en una fase de rápido crecimiento que ha sido llamada "explosión del vocabulario" que ocurre entre los 18 y 28 meses de edad (Nazzi & Bertoncini, 2003). Una característica inherente a esta fase del crecimiento es la rapidez en el incremento del número de nuevas palabras y la estructuración de oraciones con más de dos palabras. Estos dos aspectos se han considerado como índices para calificar el desarrollo lingüístico como normal o demorado.

En la literatura especializada se ha señalado que los niños con lenguaje demorado son susceptibles de presentar una serie de dificultades en diversas áreas del desarrollo que incluyen problemas conductuales, socioemocionales y escolares.

Entre los factores asociados a la demora en el desarrollo del lenguaje infantil se han documentado algunas características maternas como la responsividad, edad, nivel de estudios y estatus socioeconómico; mientras que las características de riesgo del niño son su temperamento, apego y responsividad (Desmarais, Sylvestre, Meyer, Bairati & Rouleau, 2008).

Por último, hemos de destacar que el contexto de juego, particularmente el de tipo simbólico o simulado, ha sido un escenario usado comúnmente para evaluar la complejidad creciente de las habilidades representacionales del niño.

Se considera que la participación del niño en este tipo de juegos, es un indicador de su crecimiento cognitivo y lingüístico, por lo que la participación del adulto en ésta actividad, permite analizar las características de apoyo que le puede brindar al infante para un juego elaborado (Dixon & Smith, 2003; Noll & Harding, 2003). Por esta razón, el análisis del comportamiento de las díadas se realizó en un contexto de juego, con dos tipos de díadas: con niños con lenguaje demorado y con niños con lenguaje típico.

Así, el presente estudio tiene el propósito de analizar las características afectivas negativas y positivas de díadas madre-hijo y su asociación con el desarrollo típico y/o demorado del lenguaje del infante.

 

MÉTODO

Participantes

Participaron 14 niños con sus madres (6 niños y 8 niñas) reclutados en diversas estancias infantiles del Distrito Federal y el Estado de México, así como por contactos personales.

Los criterios de inclusión de los infantes fueron que hubieran nacido a término, sin antecedentes de enfermedades crónicas y sin ningún tratamiento anterior o actual de tipo psicológico o médico y con 24 meses de edad al iniciar el estudio.

En cada una de las estancias infantiles se procedió a establecer contacto con la directora del lugar para explicarle el proyecto y solicitarle su permiso y colaboración para la obtención de participantes.

Se contactaron inicialmente a 21 díadas, de las cuales 7 fueron descartadas por no cumplir uno o varios de los criterios de inclusión. A las madres participantes se les entregó una carta de consentimiento informado en la cual se especificó el compromiso contraído y la libertad de cancelar su participación en el momento en que lo desearan. A las 14 madres que aceptaron participar se les informó que el estudio era sobre el desarrollo de los niños en edades tempranas.

Procedimiento

A las madres de las 14 díadas se les entregó la forma número 2 del CDI (palabras y oraciones) para medir el desarrollo de vocabulario del niño. Se les explicó cómo responderlo y se aclararon dudas al respecto.

La primera filmación se realizó cuando los niños tenían 24 meses (X = 24m 3d, rango = 23m 20d - 26m) y la segunda a los 30 meses (X = 30m 1d, rango = 29m 13d - 30m 18d).

Para cada filmación se acordó una cita en el domicilio de la díada. El día y la hora lo definió la madre, con la sugerencia que el horario fuera aquel en que el niño cotidianamente realizaba actividades de descanso (jugar, ver televisión, etc.).

Las sesiones se llevaron a cabo con juguetes adecuados para la edad del niño y provistos por el investigador, procurando que los juguetes fueran de tres "tipos": relativos al género masculino, relativos al género femenino y juguetes sin connotación de género. La indicación a las mamás respecto a la duración de las filmaciones fue que durarían 30 minutos, sin embargo este tiempo fue variable para cada díada (rango de 19 a 31 minutos) dependiendo del interés que mostrará el niño en la actividad.

La indicación a las mamás para llevar a cabo la actividad fue que jugaran con su hijo(a) como acostumbraran hacerlo usando todos o parte de los juguetes que se les proveían.

Seis meses después de la primera filmación, las mamás respondieron nuevamente el CDI y se realizó la segunda filmación. Esta se llevó a cabo de la misma forma que en la primera ocasión.

Aparatos y Materiales

Para la medición de la conducta afectiva se empleó una taxonomía de categorías observacionales y para los datos de la competencia lingüística del niño se empleó un instrumento de medición indirecta que es el reporte materno (CDI). Se emplearon los criterios clasificatorios estándar de esta prueba para identificar a los infantes como niños con lenguaje típico (LT) o niños con lenguaje demorado (LD).

Medición del comportamiento afectivo

Se empleó una taxonomía de la conducta afectiva (Hernández-Castro & Cortés-Moreno, 2009) diseñada a partir de interacciones madre-hijo en situaciones de juego libre y simulado en el hogar de los participantes.

Las categorías fueron agrupadas en conductas afectivas positivas y conductas afectivas negativas. Para el adulto fueron 5 del primer grupo y 6 del segundo, para el niño fueron 5 de conductas positivas y 5 de conductas negativas. En el anexo 1 y 2 se presentan las categorías así identificadas para la madre y para el niño respectivamente.

De los 28 videos totales se seleccionaron al azar 3 videos de cada una de las edades para obtener la contabilidad intra-observador. De los videos se registró la ocurrencia de cada categoría en intervalos de 10 segundos, primero se registró la conducta del adulto y en un segundo análisis la conducta del niño. Las codificaciones fueron realizadas por una estudiante de la carrera de Psicología y las realizó en dos momentos con intervalo de 1 semana. La confiabilidad para las categorías maternas con base en el índice kappa fue de 0.69 y para las infantiles de 0.71.

Medición del lenguaje

Se empleó el Inventario II (Palabras y Enunciados) de la adaptación al español del MacArthur Communicative Development Inventory (CDI, Jackson-Maldonado et al., 2005) que es un reporte paterno del vocabulario y construcciones gramaticales del infante.

 

RESULTADOS

Los datos se analizaron en función del número de palabras producidas por los niños a los 24 y 30 meses de edad, así como mediante la frecuencia de cada una de las conductas de afecto positivo y negativo presentadas por los miembros de las díadas.

Vocabulario expresivo a los 24 y 30 meses

A partir de los resultados del análisis indirecto de desarrollo del lenguaje, mediante el cuestionario CDI aplicado a las madres, se encontró que de las 14 díadas participantes, 3 fueron clasificadas como díadas con lenguaje demorado y 11 con lenguaje típico.

Las díadas se identificaron con números ascendentes, de acuerdo al número de palabras en promedio emitidas por los niños a la edad de 24 meses.

La figura 1 muestra el número de palabras producidas por los niños a los 24 y 30 meses que fueron reportadas por sus madres vía el CDI. Las díadas D1, D2 y D3 corresponden al grupo LD y las díadas D4 a D14 al grupo LT. Se puede observar que a los 30 meses el incremento en el vocabulario expresivo de los niños fue superior en el grupo LT (díadas 04-14) que en el grupo LD (díadas 01,02 y 03), no obstante que en el caso de dos de los niños de este grupo (02 y 03) el incremento de los 24 a los 30 meses fue proporcionalmente mayor que el ocurrido en los niños de las díadas 09 y 012 del grupo LT. En general, todos los niños incrementaron su vocabulario, sin embargo, para el niño de la díada 01, a pesar del incremento, su ubicación en la tabla de percentiles del CDI se redujo del 5 al cero.

Así, los niños del grupo LD siguieron estando por debajo de los niños del grupo LT, con un solo caso contrario en este último grupo. El niño de la díada 09 aun cuando incrementó su vocabulario expresivo fue ubicado en el percentil 25 a los 30 meses cuando a los 24 estaba ubicado en el percentil 55.

Conducta afectiva

La figura 2 muestra la frecuencia de afecto positivo y negativo de ambos miembros de la díada a la edad de 24 (izquierda) y 30 (derecha) meses de los niños, agrupados por género y grupo. Las gráficas de la parte superior muestran los datos del grupo LD (niños), las intermedias y las de abajo muestran los datos del grupo LT, niños y niñas, respectivamente.

En general, la conducta positiva de la madre en ambas edades fue más frecuente que la de sus infantes, y a los 30 meses ambos miembros de las díadas presentaron una frecuencia mayor que en la edad previa. La conducta afectiva negativa tuvo una frecuencia muy reducida en ambos grupos, géneros y edades.

Respecto a la conducta positiva, se registraron diferencias entre los géneros y los grupos LD y LT. Primero, a los 24 meses, con excepción de la D8, las niñas (abajo, gráfica derecha) presentaron mayor ocurrencia de afecto positivo que los niños (excepto el D14). Segundo, en los grupos LD y LT uno de los 3 niños de cada grupo destaca por tener una frecuencia menor y mayor, respectivamente, que los dos restantes. Estos últimos presentan una frecuencia semejante.

El comportamiento de las mamás fue más homogéneo en el grupo LD y con las niñas del grupo LT (con excepción de la D13). En el caso de las mamás de los niños del LT la frecuencia fue heterogénea.

A los 30 meses de edad, independientemente del grupo, la mayoría de los infantes muestran un aumento en la frecuencia de la conducta de afecto positivo. Todos los niños del grupo LD incrementaron este tipo de conducta al igual que dos los varones del grupo LT. El único caso opuesto en el caso de los niños ocurrió en la díada 05 en donde se observa un decremento de los 24 a los 30 meses. En el caso de las niñas, todas pertenecientes al grupo LT, tres de ellas redujeron la frecuencia de su comportamiento positivo (díadas 04, 11 y 13).

La conducta negativa, no obstante su reducida frecuencia, es notorio que fue mayor en las madres y niños del grupo LD a los 24 meses de edad. Posteriormente, a los 30 meses se registró un decremento en la conducta negativa materna mientras que la de los infantes se mantuvo en el mismo nivel; adicionalmente, se elevó la frecuencia en algunos niños del grupo LT, particularmente la niña de la díada 04.

En resumen, la frecuencia de conducta positiva materna tendió a ser igual o superior que la de su hijo en las dos edades, con excepción de la díada 11 a los 24 meses y de la 14 a los 30 meses, ambas del grupo LT.

Considerando los grupos sin distinción de sexo, a los 24 meses la frecuencia promedio de afecto positivo infantil del grupo LT fue de 43.6 y de la madre de 52.4; en tanto que para los niños del grupo LD fue de 24.7 y de la madre de 41.3. Estas diferencias se acortaron notablemente a los 30 meses, para el caso de los niños LD fue de 43.3 frente a 44.7 del grupo LT; en el caso del adulto las frecuencias promedio fueron: 56 frente a 54.4 para LD y LT, respectivamente.

Respecto a los promedios de la conducta negativa infantil a los 24 meses fue más alto para el grupo LD (2.7) que para el grupo LT (1.4); el comportamiento negativo de las madres fue mayor para las díadas del grupo LD (3.7) que para las de LT (0.5). Para la edad de 30 meses la conducta negativa infantil incrementó en ambos grupos: 4.3 frente a 2.6 para LD y LT, respectivamente; mientras que para las mamás del primer grupo se redujo a 0.3 y se mantuvo en 0.5 para el segundo grupo.

 

DISCUSIÓN

El objetivo de este estudio fue analizar la relación entre el comportamiento afectivo de díadas madre-hijo sobre el desarrollo del lenguaje del infante. Para esto se analizaron las interacciones de dos tipos de díadas en una situación de juego mediante registros conductuales a partir de videograbaciones en dos épocas: a los 24 y 30 meses de edad. Unas díadas fueron con niños con demora en el desarrollo del lenguaje y otras con niños de desarrollo típico.

Los hallazgos principales se pueden resumir de la siguiente manera:

Primero, los niños con demora en el lenguaje a los 24 meses según la amplitud de su vocabulario, continuaron con un vocabulario menor a los 30 meses respecto a los niños con lenguaje típico, según el reporte materno medido con el CDI.

Segundo, los datos sobre afecto infantil indican que el grupo LD a los 24 meses se comportó menos positivamente que el grupo LT, igualándose la frecuencia en ambos grupos a los 30 meses.

Las diferencias individuales en los grupos LD y LT fueron evidentes. Sin embargo, a los 24 meses el grupo LD presentó menor conducta afectiva positiva tanto materna como infantil.

A los 30 meses esta diferencia se redujo, y puesto que la amplitud del vocabulario del grupo LD se mantiene por debajo (con excepción del niño 03), los datos parecen sugerir que el comportamiento afectivo positivo no parece impactar favorablemente el desarrollo lingüístico del niño en edades posteriores a los 2 años. Este dato es contrario a otras investigaciones (Usai, Garello & Viterbori, 2009; Dixon Jr. & Smith, 2003), en las cuales se reporta una relación entre el afecto positivo y el incremento en el tamaño del vocabulario. Una diferencia importante respecto a esos estudios es que en ellos los datos de afecto infantil se obtuvieron a través de reportes paternos mientras que en este estudio los datos son producto de la observación del comportamiento en una situación natural. Esta última situación permitió evaluar la conducta de ambos participantes en una interacción directa.

Con un procedimiento semejante Nicely, Tamis-LeMonda y Bornstein (1999) evaluaron niños de 9 y 13 meses en una situación de juego con su madre, reportando una correlación entre el comportamiento afectivo materno e infantil sobre algunos de los aspectos de logro lingüístico del infante. Estas asociaciones ocurrieron más fuertemente a los 9 meses pero no a los 13; a partir de dicho estudio los autores concluyeron que la dimensión afectiva de la interacción madre-hijo contribuye a los logros del lenguaje, principalmente en el primer año de vida. Los datos aquí mostrados revelan que la dimensión afectiva juega un papel significativo aún a los 24 meses.

Aparentemente, el impacto más fuerte de la conducta afectiva sobre el desarrollo del lenguaje ocurre entre los 9 y los 24 meses, sin embargo, otros estudios reportan un impacto del afecto positivo infantil sobre el desarrollo del lenguaje en edades mayores (Pearson, Heron, Melotti, Joinson, Stein, Ramchandani et al., 2011).

La conducta afectiva es considerada como un factor disposicional, es decir, como una tendencia del individuo a comportarse de un modo particular en un momento concreto con base en interacciones pasadas. Este concepto es aplicable a nivel individual y también a nivel grupal; los datos promedios de nuestros grupos sirven para ilustrar la plausibilidad de esta consideración. Los niños del grupo LD fueron consistentemente más negativos y menos positivos en cuanto a comportamiento afectivo y se identificaron con menor vocabulario en ambas edades, en tanto que las mamás fueron igualmente menos positivas y más negativas para comportamiento afectivo que sus pares, aunque esto ocurrió sólo a los 24 meses.

Este dato sugiere que la historia de interacción madre-hijo puede estar regulando una forma particular de relación que se actualiza en interacciones posteriores, es decir como una disposición y que en el caso de los niños identificados con demora del lenguaje pudieron haber presentado avances en el vocabulario por una cuestión de mayor socialización.

La relevancia de estos datos radica en que permiten observar que en edades tempranas (24 meses) la interacción diádica madre-hijo con niños con demora del lenguaje, identificados así según los parámetros establecidos por el CDI, fue afectivamente más negativa que las díadas de niños con lenguaje típico. No obstante estos datos deben tomarse con cautela, debido a lo reducido de la muestra y a que el presente estudio solo reporta uno de los aspectos del lenguaje, la amplitud del vocabulario.

A fin de precisar con mayor claridad la relación entre la conducta afectiva de la díada madre-hijo con el desarrollo del lenguaje, resulta necesario analizar otros elementos de la interacción, por ejemplo, las características funcionales del lenguaje de los participantes, la duración de estas interacciones, así como un análisis más detallado de la conducta afectiva que considere sus dimensiones corporales, gestuales y de entonación. Esto permitirá evaluar si algunos aspectos particulares de las conductas lingüísticas y afectivas de las díadas con niños LD y LT guardan una relación más directa con el desarrollo lingüístico del infante.

La metodología observacional aquí empleada constituye un derrotero a seguir para explorar los cambios en el comportamiento afectivo, definido en términos funcionales, para cada miembro de la díada madre-hijo.

 

REFERENCIAS

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Nota

Los autores agradecen el financiamiento parcial proporcionado por el programa PAPIME PE304710 por parte de DGAPA-UNAM, del cual los autores son colaborador y responsable, respectivamente. Este escrito reporta parte de la investigación doctoral del primer autor bajo la supervisión de la segunda autora.

 

Dirección para correspondencia
Rosendo Hernández Castro al correo: rosendohc@unam.mx
María del Rocío Hernández Pozo al correo: herpoz@unam.mx

 

Información sobre los autores:

Rosendo Hernández Castro. Grado: Maestro en Psicología por la UNAM. Adscripción: Facultad de Estudios Superiores Iztacala-UNAM. Carrera de Psicología y División de Investigación y Posgrado, Proyecto de Investigación en Aprendizaje Humano. Profesor de Asignatura B. Línea de investigación: "Análisis Funcional del Desarrollo Lingüístico". Realiza investigación transversal y longitudinal sobre los factores involucrados en el desarrollo lingüístico del niño teniendo como unidad de análisis las interacciones madre-hijo y empleando metodología observacional. Dirección postal: Edificio de la UIICSE, cub 12-A, FES Iztacala, UNAM, Av. de los Barrios Núm. 1, C.P. 54090, Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, Estado de México., México. Correo: rosendohc@unam.mx

María del Rocío Hernández Pozo. Grado: Doctora en Psicología General Experimental. Adscripción: Profesora titular UNAM, FES Iztacala y tutora del Doctorado en Psicología, UNAM. Línea de investigación: Diseño de software para medir tendencias conductuales. Distinciones: a) Dos medallas "Gabino Barreda" por la UNAM, en 1988 por estudios de maestría y en 1990 por estudios de Doctorado, b) Premio Nacional de Investigación Científica 1992 en Ciencias Sociales, por la Academia de la Investigación Científica, c) Premio Aida Weiss 1994, por PUIS-UNAM, d) Miembro del Sistema Nacional de Investigación. Dirección postal: FES Iztacala, Proyecto de Investigación en Aprendizaje Humano, UIICSE, piso 2, cubículo 5, Av. de los Barrios 1, Col. Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, Estado de México, C.P. 54090, México. Correo: herpoz@unam.mx

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