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En-claves del pensamiento

versão On-line ISSN 2594-1100versão impressa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.14 no.28 México Jul./Dez. 2020  Epub 12-Nov-2020

https://doi.org/10.46530/ecdp.v0i28.404 

Artículos

Académica y mundana. La filosofía a modo de semilla de la creatividad

Academic and Worldly. Philosophy as a Seed of Creativity

Sonia París Albert* 

*Universitat Jaume I de Castellón, España. Correo electrónico: sparis@uji.es


Resumen

Cuando se habla de la Filosofía, parece que se presta mucha más atención a su dimensión académica. En cambio, este texto quiere rescatar el diálogo entre esta dimensión académica y la mundana, como un desafío que no debe esperar más porque ayudará a hacer visible la utilidad del filosofar y a evidenciar el papel de la creatividad, muy especialmente, si se tiene en cuenta que la Filosofía cultiva el pensamiento crítico, ético y creativo. A modo de ejemplo, la Filosofía para hacer las paces se incluirá en este artículo, como una Filosofía adjetiva, práctica y aplicada, en la que, las alternativas pacíficas al sufrimiento humano y de la naturaleza, se proponen de la mano de ese diálogo entre las dos dimensiones de la Filosofía y con creatividad. Una creatividad que requiere la imaginación como una de sus condiciones de posibilidad.

Palabras clave: Filosofía académica; Filosofía mundana; creatividad; imaginación; Filosofía para hacer las paces

Abstract

When people talk about Philosophy, it seems that much more attention is paid to its academic dimension. Instead, this text wants to rescue the dialogue between this academic dimension and the worldly one, as a challenge that should not wait any longer because it will help to make visible the usefulness of philosophizing and to show the role of creativity, especially, considering that Philosophy cultivates critical, ethical and creative thinking. As an example, the Philosophy for making peace(s) will be included in this article, as an adjective, practical and applied Philosophy, in which peaceful alternatives to human and nature suffering are proposed related to that dialogue between the two dimensions of Philosophy and with creativity. A creativity that requires imagination as one of its conditions of possibility.

Keywords: Academic Philosophy; worldly Philosophy; creativity; imagination; Philosophy for making peace(s)

Introducción1

Hay disciplinas que tienen mayor presencia y aceptación social que otras. Esto es lo que ocurre, sobre todo, en Occidente, donde no deja de observarse una primacía de las ciencias económicas y tecnológicas frente a aquellas otras vinculadas con el ámbito de las humanidades. Justamente, esta desvalorización la sufre la Filosofía, para la que parece no apreciarse utilidad alguna. Con el objetivo de deconstruir esta percepción, este artículo se propone rescatar el diálogo entre la dimensión académica y la dimensión mundana de la Filosofía como un desafío que no debe esperar más, por las aportaciones que puede hacer a la hora de afrontar las problemáticas sociales que nos acechan actualmente. Nuestros tiempos requieren la reflexión filosófica, entendida como una actividad para todas las personas, con la que pensar sobre nuestras preocupaciones, inseguridades y conflictos. Para ello, es necesario recuperar los aportes de la dimensión académica de la Filosofía en conexión con su dimensión mundana, pues es lo que posibilita devolver la Filosofía a la calle, lugar en el que nació. De hecho, este diálogo ha sido demandado en otros momentos de la historia del pensamiento occidental y, en estas páginas, lo que se pretende es seguir mostrando su actualidad, tomando en consideración, muy especialmente, la concepción kantiana sobre las dos dimensiones de la Filosofía. Esta aportación que hace el estudio se nutre, también, de la vinculación que resalta entre la Filosofía y la creatividad, pues, mientras se avanza en el texto, se reaviva la idea según la que, al filosofar, se cultiva el pensamiento creativo como medio para actuar de una manera diferente a la acostumbrada, para buscar salidas imaginativas a los conflictos y para subvertir, por ejemplo, también, la desvalorización en la que parecen encontrarse sumidas nuestras sociedades, sobre todo, en Occidente, impulsando, en contraposición, valores como la paz, el cuidado y la solidaridad. Por este motivo y a modo de ejemplo, estas páginas se cierran con la propuesta de la Filosofía para hacer las paces, como una filosofía adjetiva, práctica y aplicada, cuyos presupuestos se fundamentan desde la dimensión académica de la Filosofía en diálogo con su dimensión mundana, a la hora de pensar, creativamente, sobre temas, como la violencia de género, la interculturalidad, las migraciones, la cooperación intercultural, la educación para la paz, el cambio climático, etcétera. Pensamientos filosóficos actuales y necesarios para transformar las mentes y abogar por la imprenta creativa de valores como la paz. Entre otros posibles, la Filosofía para hacer las paces se incluye, por lo tanto, como un ejemplo de propuesta filosófica que incorpora el diálogo entre la dimensión académica y mundana, al tiempo que resalta el papel de la creatividad.

El diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía: el desafío que no debe esperar más

Pensar en la Filosofía supone, generalmente, atraer a nuestras mentes a un grupo de pensadores, hombres blancos en su gran mayoría, cuyas reflexiones han sido el germen de la historia del pensamiento occidental y han dado respuesta a grandes problemas, los cuales se conocen como los grandes temas filosóficos, llamados, justamente, así, porque “trascienden o rebasan cualquier ámbito objetivo, ensartan la diversidad de los seres al hilo de perspectivas que descubren la totalidad de cuanto existe”.2 Es, por ello, por lo que se afirma que la Filosofía, de la mano de los grandes filósofos occidentales, aborda preguntas universales, originarias, últimas y radicales, “que han mostrado una notable persistencia a lo largo del tiempo”.3 Ciertamente, en esa permanencia de los temas filosóficos, está una de las críticas a las que se enfrenta la Filosofía, pues es la que hace parecer que “no registra ningún progreso de fondo y se limita a renovaciones más o menos bizantinas del vocabulario empleado”.4 En efecto, puede decirse que la reflexión filosófica revisa los mismos problemas una y otra vez, aunque, evidentemente, desde una perspectiva histórica, que es la que hace mirarlos desde el presente, pero teniendo muy en cuenta lo que sobre estos problemas se ha dicho en movimientos filosóficos del pasado con la finalidad de repensarlos hacia el futuro. Se da, por tanto, un diálogo entre el pasado, presente y futuro, gracias al que se establecen “circunloquios sobre esos mismos problemas, a sabiendas de que son insolubles”,5 lo cual saca a la luz otra de las críticas que, también, se ha hecho a la Filosofía. Cuestionamiento este último que, muy especialmente, tiene su origen en la forma cómo las sociedades actuales, sobre todo en Occidente, sobrevaloran el hecho de que todo debe tener unos resultados empíricos, es decir, de que todo debe servir para un fin y debe producir unos objetivos claramente delimitados, observables y comprobables. Pareciera darse el caso de que las sociedades occidentales del siglo XXI no pueden permitirse el lujo de pararse a pensar por el simple goce que la deliberación crítica produce, permitiendo la revisión de un problema desde diferentes ángulos. Más bien, son sociedades a las que, constantemente, se exige innovar, produciendo objetos y/o ideas para un sistema en el que su utilidad se mide en función de su rentabilidad económica.6

Detenerse en esta mirada de la Filosofía, la que centra su atención en esos grandes problemas filosóficos insolubles, que se mantienen en el tiempo; la que se basa, con ello, en los grandes filósofos con los que, tradicionalmente, se ha recorrido y se sigue recorriendo la historia del pensamiento occidental, significa, de acuerdo con la terminología de Kant,7 adentrarse en su dimensión académica, según la que es imprescindible buscar la unidad del conocimiento en un sistema. Se trata, pues, de esa dimensión de la Filosofía que tiene primacía en las aulas y que, en muchas ocasiones, se aproxima al estudiantado de una manera un tanto distante y abstracta, sobre todo, si se tiene en cuenta que, mayoritariamente, se aborda de acuerdo con el modelo pedagógico que Freire denomino bancario,8 según el que el estudiantado se limita, prácticamente, a ser receptor pasivo de los contenidos que el profesorado transmite.9 La reflexión sobre los grandes problemas filosóficos, que componen la dimensión académica de la Filosofía, se suele presentar en los ámbitos escolar y universitario a través de una recopilación de las ideas y sistemas de filósofos pretéritos y contemporáneos, quienes han abordado los grandes temas filosóficos en función de sus tiempos históricos, es decir, de acuerdo con las épocas en las que han vivido, con las circunstancias que les han envuelto y con las vicisitudes que les han acechado, pues sólo, de este modo, puede afirmarse que “la Filosofía es expresión de un mundo cuya trama racional refleja”.10 Tanto es así que no hay ninguna duda de que las respuestas a los grandes problemas filosóficos han ido variando a lo largo de la historia, así como que nuevos temas han ido viendo la luz conforme la humanidad ha ido evolucionando y los seres humanos hemos ido mostrando nuevas preocupaciones. Sin embargo, es cierto, también, que dichas reflexiones se han mantenido fieles a sus habituales formas de proceder, de tal manera que, prácticamente, no han hecho uso de los avances técnicos tan propios de las sociedades occidentales actuales, hecho que ha sido causa de otra de las críticas que se ha dirigido a la Filosofía. En unas sociedades, en las que se reclama novedad e innovación constante, y en las que, para ello, la tecnología nos rodea por todos lados y envuelve gran parte de nuestras acciones, podría parecer no tener ningún sentido una disciplina que simula no necesitarla y que sigue procediendo, en líneas generales, como lo hacía antaño. Por ello, “hoy es difícil encontrar un sentido a la Filosofía porque el saber está muy especializado, y además muy abocado a la ciencia”,11 razón por la que Camps cree que lo “que hoy falla es el pensamiento general”, 12 pues ya nadie se dedica a pensar.

Las tres críticas que debe afrontar la Filosofía, que se han señalado en estas páginas, son algunas de las cuestiones que llevan a pensar en ella como una actividad que no tiene utilidad alguna,13 al no producir ningún objeto tangible y/o idea que, ciertamente, pareciera no revertir, desde una perspectiva económica, en positivo al sistema. La Filosofía no sirve para ganar dinero. En este sentido, afirma Nussbaum referido a las humanidades, en general, aunque la idea se puede extrapolar a la Filosofía, en particular, que, más bien, sirve “para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas”.14

Teniendo en cuenta esto, lo que es absolutamente necesario es darse cuenta de que, en términos económicos, “el filosofar no sólo no sirve de hecho para nada, sino que además no puede ni debe servir absolutamente para nada”;15 el filosofar “es más bien un hacer que tiene sentido en sí mismo, que no se legitima precisamente por su aptitud para ‘servir para un fin’”,16 afirmación que hace percatarnos de que, entonces, su utilidad está en su aparente inutilidad, si es que como útil sólo se califica aquello que es rentable porque es productivo y tiene un valor financiero.17

La utilidad de la Filosofía está, precisamente, en la capacidad de opinión y reflexión crítica, ética y creativa que concede,18 aunque, sin duda alguna, aceptar esto significa transformar el mismo sentido de utilidad y admitir como útil aquello que ahora se concibe inútil.19 En efecto, útil debe ser, también, el pensar abiertamente los problemas; el hacernos preguntas sobre todo lo que nos envuelve y discutir esas preguntas sin reservas,20 aun a sabiendas de que no se llegará a ningún fin, sino, simplemente, con el objetivo de dar a la luz esos problemas, haciéndolos visibles. Esta concepción de lo útil es la que nos lleva, al mismo tiempo, a creer que la aprobación de la utilidad de la Filosofía ha de pasar, necesariamente, por rescatar el diálogo entre su dimensión académica y su dimensión mundana, tal y como se ha venido aclamando en diferentes momentos de la historia del pensamiento occidental. La dimensión mundana es la que, para Kant,21 hace posible ver la Filosofía como una actividad para todas las personas, de tal manera que propone, por un lado, la deliberación sobre los grandes problemas filosóficos, pero desde las experiencias de vida de los seres humanos y hacia la comprensión de sus propias realidades y, por otro, abre las puertas a la inclusión de nuevos temas que asaltan a los individuos en su día a día y que con ello afectan a sus vidas.22 En este sentido, recupera la competencia del hacernos preguntas que todas las personas tenemos,23 y convierte la Filosofía en una actividad inherente, natural a todo sujeto; en “un componente de la propia cultura, que, por tanto, constituye una actividad recurrente y que, de algún modo -en mayor o menor cuantía, según las sociedades-, influye en el proceso de la cultura, y se propone influir, a la vez que está influida por ella”. 24 La dimensión mundana promueve la Filosofía, pues, como “una actitud humana fundamental frente al mundo, actitud que en gran manera es ajena a toda posición y disposición elegidas a voluntad”,25 al tiempo que la reconcilia con la cotidianidad y la hace ser mucho más cercana a la gente. Reconciliación ésta que, como se ha mencionado unas líneas antes, ha sido ampliamente reivindicada desde diferentes corrientes de pensamiento. Así, por ejemplo, lo reclamaba Martínez Guzmán, al afirmar la urgencia de “sacar la Filosofía a la calle, al mundo distanciado del reconocimiento de los seres humanos como seres humanos y confrontarlo con las propuestas de los filósofos”, 26 haciendo hincapié, de esta manera, en que si la “Filosofía nació al aire libre”27 al aire libre debía volver.

La tarea es, por consiguiente, rescatar ese diálogo entre la dimensión académica y la dimensión mundana de la Filosofía, en el que se ha venido insistiendo desde diferentes corrientes en la historia del pensamiento occidental, como un desafío que no debe esperar más, especialmente, si se tiene en cuenta la pérdida de valores que parece impregnar, sobre todo, a las sociedades occidentales actuales, en las que la conflictividad social no deja de aflorar por todos lados. Los tiempos que corren necesitan de la Filosofía para hacer frente, entre otras cuestiones, a esa desvalorización, por lo que, no cabe duda, de que recuperar el diálogo entre la dimensión académica y mundana es un desafío actual, el cual debe afrontarse tanto dentro como fuera de las aulas, para abordar los grandes temas filosóficos en conexión con otros muchos problemas sociales, desde los intereses y las preocupaciones de la vida cotidiana. Se trata, pues, de un diálogo que nos llevará a aprehender la dimensión académica de la Filosofía como una extensión de su dimensión mundana,28 al considerar que las ganas de saber, el asombro, el hecho de maravillarse ante los acontecimientos del mundo y la pregunta -rasgos tan característicos de la actividad del filosofar- proceden de lo social, lo cual pone de manifiesto la oportunidad de devolver la Filosofía a la calle, a la sociedad,29 y de hacer tangible su utilidad.

El reto del diálogo entre las dos dimensiones de la Filosofía debe afrontarse, como se ha señalado en el párrafo anterior, dentro y fuera de las aulas. En el ámbito académico a través de una transformación constante de las metodologías de aprendizaje y enseñanza que se han venido usando, tradicionalmente, en los sistemas educativos. Sobre todo, en Occidente, han primado, como se mencionaba al comienzo de este apartado, al introducir la dimensión académica de la Filosofía, las pedagogías basadas en lo que Freire30 llamó el modelo bancario, según el cual el estudiantado es interpretado como un receptor pasivo de los contenidos transmitidos por un profesorado que es la autoridad intangible.31 De esta manera, el estudiantado, prácticamente, sólo debe preocuparse de asistir a clase para reproducir, memorísticamente, las lecciones magistrales impartidas por su profesor o profesora. Un rol éste que, en cierta forma, hace recaer todo el peso de la educación sobre el profesorado y que sitúa al estudiantado en una posición poco activa y participativa.32

Si bien es cierto que, hoy en día, son diversos los proyectos educativos que trabajan por subvertir la pedagogía bancaria, también, lo es que queda mucho por hacer y que son la gran mayoría, los centros en los que, a todos los niveles (primaria, secundaria y universitario), siguen predominando las narrativas del profesorado.33 Sin lugar a dudas, narrativas que deben ser tenidas en cuenta, pero a las que no siempre debería darse un carácter prioritario ni concebirse como únicas herramientas para el aprendizaje. La propuesta, por tanto, debe ser la de tender, cada vez más, hacia la alternativa del modelo problematizador o libertario que el mismo Freire34 también propuso, según el cual debe darse un giro en los roles que habitualmente el estudiantado y el profesorado han jugado, de tal modo que, si ha sido sobre el profesorado sobre el que, básicamente, ha recaído la función de educar, éste también pueda resultar educado, así como el estudiantado pueda educar, y no sólo ser educado. Es decir, el modelo problematizador consiste en una pedagogía en la que todas las voces se aprecian como importantes para el aprendizaje. Por un lado, la del profesorado, por su bagaje y experiencia académica; por otro, la del estudiantado, por las diferentes visiones y perspectivas que puede aportar a partir de sus experiencias vitales. Se trata, entonces, de una pedagogía libertaria basada en metodologías dialógicas y participativas, creativas e innovadoras, que liberan al estudiantado y al profesorado, al permitir incorporar muchas más dinámicas y actividades, así como una mayor reflexión crítica, ética y creativa sobre cualquiera de los problemas que afectan a la humanidad, de modo que, en cierta manera, posibilita ir un poco más allá y no centrarse, únicamente, en los contenidos clásicos del currículum, sino, también, en otras cuestiones que afectan a la vida de las personas.35 La pedagogía libertaria se nutre, pues, de metodologías en las que la actividad del filosofar tiene una gran cabida, de una forma, totalmente, interdisciplinaria. En efecto, da más juego para la incorporación de la dimensión mundana de la Filosofía, fomentando la capacidad de pensamiento sobre todo tipo de temas, al tiempo que promueve el diálogo con su dimensión académica, ya que en una pedagogía en la que la competencia de la reflexión crítica, ética y creativa es tan importante no cabe duda de que se valorará positivamente disponer de momentos para el análisis de los grandes problemas filosóficos. En este sentido, ni que decir tiene que la pedagogía problematizadora amplía las oportunidades para trabajar la Filosofía como disciplina, aunque, muy especialmente, como actividad. Esto es, más que hacer y enseñar Filosofía, en ella, se aprende a filosofar.36

El espíritu de aprender a filosofar motiva para que la presencia de la Filosofía en la pedagogía problematizadora ayude a consolidar la idea de una educación más integradora,37 con la que se escape de la constante preocupación por formar, únicamente, en “aptitudes básicas, alfabetización y competencia matemática”,38 Ciertamente, el desafío de aprender a filosofar, poniendo el énfasis en el rescate del diálogo entre la dimensión mundana y académica de la Filosofía, reclamado en diferentes momentos de la historia del pensamiento occidental, debe llevar, por encima de todo, a cultivar el pensamiento crítico, ético y creativo en el estudiantado, su asombro y curiosidad por el saber, propiciando el hecho de estar siempre activo y de asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje,39 de tal modo que se consiga “despertar su admiración frente al mundo, que es lo que movió a los primeros filósofos. Hay que saber transmitir esa necesidad de preguntar. Insistir en que enseñar a filosofar es una necesidad”.40 Éste es el ideal que hay tras la propuesta de hacer Filosofía como actividad tan fundamental en nuestros tiempos, teniendo en cuenta -como ya se ha intuido de los párrafos anteriores- que “el filósofo no es especialista en nada”,41 por lo que la Filosofía “proporciona una reflexión que no da ninguna disciplina”.42

Esta interpretación de la Filosofía pone de manifiesto que no es un saber sustantivo, que tiene sustancia, esto es, que tiene un objeto de estudio concreto al igual que el resto de las ciencias particulares.43 Frente a ello, pasa a ser vista como un saber adjetivo,44 con el que se fomenta el pensamiento sobre todo aquello que envuelve al ser humano. Así, por ejemplo, se habla de una Filosofía de la ciencia, del arte, del género, de los conflictos, de la paz, etcétera. Con ello, se define, entonces, como una “actividad mental, que regresa incesantemente, mediante una trituración integral, hacia un límite […] y que progresa […] hacia la construcción de conexiones de ideas, constantemente devoradas por un nuevo regreso. Por tanto, la Filosofía es una “Idea” que nos compromete”45 con el mundo, gracias a lo que regresa a la calle, a la sociedad, al aire libre, permitiendo afrontar, así también, el reto del diálogo entre su dimensión mundana y académica fuera de las aulas y mostrando, por consiguiente, la clara relación entre la educación formal y el mundo real.46 Como se ha señalado anteriormente, el regreso de la Filosofía a la calle, su compromiso con el mundo, es necesario hoy en día para poder enfrentar, sobre todo, esa gran pérdida de valores generalizada que impregna las estructuras sociales, los conflictos, las violencias, las injusticias y las desigualdades, entre otras muchas cuestiones. De ahí que esa conexión entre su dimensión académica y mundana recobre toda su fuerza y sea necesario seguir reivindicándola hoy, sacando a la luz los valores de una educación socrática, en la que la Filosofía no se concibe como “abstracta ni lejana, sino que está entretejida, como los argumentos de Sócrates lo estuvieron, en sus vidas diarias”.47

La creatividad en la actividad del filosofar: una oportunidad para cultivar más, nuevas y mejores ideas

De acuerdo con su definición etimológica, la Filosofía (en su dimensión académica y mundana) es amor por la sabiduría. Acepción que viene a significar su no conformismo con el conocimiento parcial, sino, más bien, su tendencia hacia el asombro y la admiración, lo que le lleva a querer saber sobre las cosas en profundidad y en cuanto a lo que estas cosas son. Justamente, esa predisposición al saber es la que otorga una prioridad un tanto especial al pensamiento crítico, ético y creativo en la Filosofía, ya que, sin duda alguna, el hecho de querer conocer a fondo algo, hace posible pensarlo critica, ética y creativamente: esto es, opinando sobre el mismo desde diferentes puntos de vista para generar más, nuevas y mejores ideas.48 Es aquí donde se pone de manifiesto la ineludible relación entre la Filosofía y la creatividad, pues al filosofar se potencia la mirada plural que lleva a la reflexión desde diferentes ángulos, tomando en consideración las distintas alternativas y dando lugar a más, nuevas y mejores ideas, las cuales pueden llegar ser tan sorprendentes, inusuales, útiles, iluminadoras y desafiantes,49 que permiten ver el mundo de otros modos posibles, así como “pensar idóneamente sobre una gran variedad de culturas, grupos y naciones en el contexto de una economía global”.50 Se puede decir, entonces, que la Filosofía promueve la creatividad cuando nos hace salir de las formas de pensamiento habituales y nos lleva más allá de lo meramente establecido para reestructurar así la realidad.51 Afirmación ésta que nos hace comprender la creatividad como sorprendente, imprevisible52 y en relación con la originalidad,53 ya que, en efecto, para ser creativo en la actividad del filosofar, se debe estar dispuesto a arriesgar con el pensamiento y a cometer errores, al tiempo que se debe ser muy atento, consciente y sensible.54 Sin embargo, es importante señalar que, en las sociedades actuales, muy especialmente en Occidente, sobre todo debido, como se mencionaba en el apartado anterior, a las mayoritarias formas en las que somos educados a nivel formal, no formal e informal, se hace muy difícil encontrar personas motivadas por el actuar creativo y, más bien, lo que predomina es lo que algunos autores afirman como la mediocridad,55 que es la que tiene lugar cuando se prefiere prescindir de las ideas, mientras que la creatividad supone la búsqueda constante de ellas.

No hay duda de que son muchas las veces en las que tendemos a ser mediocres, actuando mecánicamente con base en ciertos prejuicios y estereotipos preconcebidos. Frente a ello, se necesita una arraigada actividad filosófica que cultive el estado mental creativo, que es el característico de las personas con amplio interés por todo lo que hacen,56 y con una gran disposición para aprender cosas nuevas y para actuar de acuerdo con nuevas estructuras. En este sentido, se podría decir -según Robinson-57 que el estado mental creativo es el que tiene lugar cuando las personas creen estar en su zona y haber encontrado su elemento, “aquello que, de forma natural, se les da bien y les entusiasma”58 y con lo que “parece que el tiempo transcurre de manera diferente”.59 De este modo, la actividad del filosofar, más aún, cuando se rescata el diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía, con su inquietud por la pregunta y la indagación tanto de los grandes problemas filosóficos como de cualquier cuestión que afecta a nuestras vidas diarias, ha de hacernos sentir cómodos ante la predisposición al saber, quitándole rareza y normalizando las dudas, la reflexión, los análisis en profundidad, el cuestionamiento. Con todo ello, la Filosofía nos hará sentir que somos personas mucho más confiadas y promoverá nuestro interés por escapar del conformismo, por idear distintas alternativas, por darle tantas vueltas a las cosas como sea posible a fin de fomentar más, nuevas y mejores ideas desde distintos ángulos. Es decir, la Filosofía estimulará nuestra creatividad, hará que deje de estar atrofiada60 y que podamos ser innovadores en multitud de ámbitos.61 En definitiva, le hará ver la luz tomando en consideración que, el acercamiento filosófico a cualquier pregunta, debe hacerse desde la complejidad de lo que la pregunta en sí implica, aunque buscando la sencillez de la respuesta, que es la que, sobre todo, aparece en las situaciones de la vida cotidiana: esto es, en nuestro día a día y no en esas soluciones rebuscadas que, a veces, nos esforzamos por encontrar, aún a sabiendas de que no tienen aplicabilidad alguna porque no se plantean desde la realidad de nuestras vidas.62 De hecho, así lo apunta también Lederach63 al introducir la sencillez como un ingrediente básico de la imaginación moral. Ciertamente, urge vincular la creatividad con lo sencillo, distanciándola de lo complejo y empezar a concebirla como una competencia humana que todas las personas tenemos,64 pues es evidente que, aunque existen genios, ello no tiene que llevarnos a pensar que el resto no podemos ser creativos.65 Por lo tanto, se observa que con la creatividad sucede lo mismo que con la actividad del filosofar. Es decir, así como la Filosofía es una actividad inherente a todo ser humano, también la creatividad es una competencia humana. Acepción ésta que pone, todavía, más de manifiesto la vinculación entre la Filosofía y la creatividad: si todas las personas filosofamos, todas cultivamos nuestra creatividad al filosofar.

De acuerdo con esta disposición a humanizar la creatividad, algunos de los estudios más recientes evitan centrar su atención en listar rasgos que toda persona creativa debería tener. Ésta es, por ejemplo, la línea de trabajo que sigue Mihaly Csikszentmihalyi66 desde el Modelo de Sistemas, de acuerdo con el que pone de manifiesto la importancia de abordar la interacción entre el campo, el ámbito y la persona al referirse a la creatividad. Así, el campo es el aspecto cultural o simbólico que “representa objetos, reglas, representaciones y notaciones”,67 y el ámbito es el aspecto social que incluye a todos los individuos, es decir, a la organización social del campo.68 Entonces, para Csikszentmihalyi, no es correcto pensar que “la creatividad es un tipo de actividad mental, una intuición que tiene lugar dentro de las cabezas de algunas personas especiales”69 y, en su lugar, la define como un “fenómeno sistémico, más que individual”,70 en el que los individuos tienen pensamientos que provocan cambios en un campo concreto. De esta manera, la creatividad pasa a concebirse como “el resultado de la interacción de un sistema compuesto por tres elementos: una cultura que contiene reglas simbólicas, una persona que aporta novedad al campo simbólico y un ámbito de expertos que reconocen y validan la innovación”.71 En el campo de la actividad del filosofar se tratará, pues, de reconocer las ideas creativas que toda persona puede tener, ya que, como se ha señalado, se cree que todas somos capaces de pensar y de buscar alternativas diferentes para provocar más, nuevas y mejores ideas, tanto en relación con los grandes temas filosóficos como con las situaciones de nuestro día a día. Alternativas que pueden llegar a ser ampliamente reconocidas en el ámbito de la Filosofía académica y mundana; esto es, por la comunidad de filósofas y filósofos académicos y por la de la de las personas en general, más aún si, de acuerdo con la dimensión mundana de la Filosofía, se tiene en consideración a esa filósofa o filósofo que todas y todos llevamos en nuestro interior de manera inherente.

Por lo tanto, esta interpretación de la creatividad, de la mano de la Filosofía, la hace especialmente humana, así como lleva a reconocer la importancia de su práctica, cuestión que permite poner encima de la mesa, también, la relevancia de la imaginación, sobre todo, cuando esta última se define como la competencia que la favorece. Ciertamente, la imaginación es crucial, pues no hay ninguna duda de que, como dice Greene, “el simple hecho de que imaginemos que las cosas sean de otro modo puede ser el primer paso para que actuemos guiados por la creencia de que pueden cambiarse”.72 Se trata, entonces, de la “puerta de entrada”73 para “aminorar la parálisis social de la que somos testigos en nuestro entorno y restablecer la sensación de que se puede hacer algo en nombre de la dignidad humana”.74

La imaginación amplía nuestra visión de la realidad y nos permitir verla desde otros ángulos posibles. No cabe duda de que la realidad es la que es. Sin embargo, con la imaginación tenemos la posibilidad de salirnos de ella, de idearla de otras maneras y de darle otros sentidos y significados.75 Así, la imaginación nos facilita el paso del ‘es’ al ‘podría ser’ y/o ‘debería ser’, pues afirma las oportunidades que tenemos para hacer las cosas y relacionarnos de otros modos, por muy ilusorias y fantásticas que estas puedan parecer. Con la imaginación, por lo tanto, todo es posible; todo tiene su razón de ser y adopta un sentir de acuerdo con nuevas narrativas que, por supuesto, van más allá de las estructuras basadas en la realidad. Este mismo sentido es el que le daba Ricoeur76 a la imaginación cuando afirmaba que con ella somos capaces de deformar las estructuras reales sociales e idear otras, al potenciar constantemente la búsqueda de alternativas que tienden hacia lo que podría llegar a ser.77 Para Ricoeur, la imaginación lo inunda todo pues, así como no se puede pensar al ser humano sin imaginación, su relación con el mundo, tampoco, puede dejar de ser imaginaria.78 Es decir, si, gracias a la imaginación, el ser humano se piensa a sí mismo y se adapta a todos los contextos y circunstancias,79 es gracias a ella que, también, se relaciona con el mundo de un modo imaginario, razón por la cual, Ricoeur80 define la imaginación como la mediadora entre el pensamiento y la acción, lo que le lleva a creer, entonces, que toda acción contiene imaginación.81 Según esta afirmación, cualquiera de las acciones humanas está cargada de imaginación y hace posible reescribir la realidad, al vincularse, directamente, con el ‘yo puedo’, cuestión que le otorga un carácter emancipatorio, que nunca olvida los contextos o, siguiendo la terminología husserliana, el mundo de la vida.82 De hecho, esta presencia constante de la imaginación es la que lleva a Ricoeur83 a diferenciarla en dos géneros: la ideología y la utopía. La ideología legitima los símbolos de una realidad concreta y permite que estos símbolos se transmitan de generación en generación.84 A pesar de ello, para Ricoeur, la ideología es un género de imaginación, ya que entiende que lo real está lleno, también, de ella. En efecto, la realidad es simbólica, las sociedades están repletas de simbologías, en esta ocasión, gracias a la imaginación que está representada por la ideología. En cambio, la utopía tiene una mayor fuerza imaginativa transformadora. Es la que manifiesta todas las oportunidades para reescribir la realidad, al tiempo que expresa las diferentes posibilidades para democratizar la pluralidad de perspectivas, al abrir nuevos horizontes desde los que devolver la mirada a la realidad.85 Por consiguiente, mientras que la ideología conserva el pasado y legitima la autoridad presente, la utopía se abre hacia el futuro y deslegitima esa autoridad, al construir variaciones imaginativas.

Es evidente, entonces, que para Ricoeur la utopía tiene un mayor poder transformador, aunque la imaginación no se queda limitada a ella porque, como se señalaba en el párrafo anterior, toda la realidad es simbólica, por lo que, incluso cuando se legitima esa simbología social, ya hay imaginación. Por lo tanto, no hay duda de que toda acción contiene imaginación y de que en su afán por ir más allá de la realidad presente mira al pasado y construye un nuevo futuro, preservando, siempre, el vínculo social con las personas de antaño, con las contemporáneas y con nuestras sucesoras.86 Un vínculo social que no deja de ser un elemento esencial de la imaginación, sobre todo, si recordamos su carácter ético. Y es que, efectivamente, si, como se ha señalado, la imaginación es una competencia que posibilita la creatividad, la creatividad, tal y como está abordando en estas páginas, facilita, también, el pensamiento crítico y ético. De esta manera, entonces, ni que decir tiene que, así como la actividad del filosofar cultiva una creatividad que promueve la crítica y la ética, la creatividad viene motivada, también, por una imaginación que ha ser crítica y ética a un mismo tiempo. Un carácter crítico y ético que se pone, claramente, de manifiesto, por ejemplo, con lo que Nussbaum87 llama la imaginación literaria, según la cual -gracias a ese encuentro entre la vida de la obra y la de la persona que la lee- se hace posible pensar en el ser humano en general, escapando de él mismo para situarse en los escenarios que la novela propone. La imaginación literaria “constituye una preparación esencial para la interacción social”.88 De esta manera, “cultiva una resonancia compasiva hacia las necesidades del otro y entiende el modo en que las circunstancias las condicionan, a la vez que respeta el carácter individual y la intimidad del otro”. 89

En este sentido, se trata de una imaginación que nos hace más capaces de valorarnos a nosotros mismos desde otras perspectivas y de reconocer otras formas de vida, crítica y empáticamente. Tanto es el valor que le da Nussbaum, que no deja de reivindicar su papel en la vida pública, aludiendo a la necesidad de no someterla, exclusivamente, a la vida íntima o privada.

En resumen, lo que se propone es reconocer el papel de la creatividad posibilitada con la imaginación; su poder para la vida social, para la transformación de las estructuras existentes, de las violencias, de las injusticias sociales, para idear otras formas posibles de ser y hacer. El logro de este objetivo implica revalorizar, al mismo tiempo, el papel de la actividad del filosofar, sobre todo, al recordar su ineludible relación con el pensamiento creativo. Como se defendía anteriormente, las personas somos creativas al filosofar. De ahí, que sea tan importante motivar su práctica para potenciar también ese pensamiento crítico y ético, que es tan necesario en las sociedades del siglo XXI, especialmente, en Occidente. Una motivación que ha de ir de la mano de todos los niveles de educación, el formal, no formal e informal, de manera que, en el cultivo de más, nuevas y mejores ideas que han de llevar a reescribir, imaginativamente, la realidad social, sea, cada vez, más visible el diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía. Un diálogo que ha estado presente en la historia del pensamiento occidental y que es necesario recuperar, hoy en día, como desafío que nos ha de ayudar a afrontar, a través de medios alternativos, la gran mayoría de las problemáticas sociales.

La Filosofía para hacer las paces: una filosofía académica y mundana basada en la creatividad

Las oportunidades para reescribir la realidad, para afrontar las problemáticas sociales con otros medios alternativos, dependen de cuán creativas seamos las personas; de cuánto y cómo estemos motivadas para cultivar nuestra imaginación en favor de la creatividad a la hora de plantear más, nuevas y mejores ideas. Como se ha señalado en estas páginas, no hay duda de que la actividad del filosofar puede ayudar en esta tarea al promover el pensamiento creativo, crítico y ético con su tendencia constante hacia la pregunta y su modo de afrontarla desde la curiosidad, el asombro y la admiración. La Filosofía lleva a reflexionar sobre todo lo que nos envuelve y ofrece posibilidades para hacer una reestructuración creativa de la realidad basada en nuevas alternativas. Para ello, la interpretación como saber adjetivo, que se le ha dado en el primer apartado de este texto, sale a la luz con fuerza, ya que hace evidente la variedad de Filosofías que se trabajan hoy con el objetivo de imaginar salidas diferentes sobre cuestiones varias, de acuerdo con otras perspectivas poco habituales, que ponen de manifiesto otros modos posibles a la hora de pensar y hacer las cosas. Se trata, usualmente, de Filosofías adjetivas en las que, por lo tanto, la creatividad, unida a la imaginación, está muy presente, así como el diálogo, tan demandado y que en estas páginas se quiere rescatar, entre su dimensión académica y mundana,

Aunque, como se dice en las líneas anteriores, son varias las Filosofías adjetivas que podríamos comentar para ejemplificar las ideas expuestas en los apartados anteriores, en esta sección, se quiere reseñar una de ellas, la filosofía para hacer las paces, muy especialmente, porque el diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía, tal y como en ella se cultiva, contribuye, favorablemente, al análisis de las problemáticas sociales que se han señalado en varias ocasiones a lo largo del texto, y a la reconstrucción de alternativas creativas y pacíficas con las que afrontar los conflictos sociales violentos que, constantemente, tienen lugar. De este modo, en este apartado se hace un recorrido por las influencias de la dimensión académica en la Filosofía para hacer las paces a fin de señalar la relectura que hace desde la dimensión mundana de estas influencias. Un recorrido que servirá para ejemplificar cómo el diálogo entre la dimensión académica y mundana tiene lugar en este tipo de Filosofías adjetivas, así como hará hincapié en la importancia de su rescate como un desafío actual que no debe esperar más, con el que impulsar, creativamente, valores tan fundamentales como la paz, el cuidado y la solidaridad.

La Filosofía para hacer las paces nace en la década de los noventa con el claro propósito de reconstruir alternativas para la transformación pacífica del sufrimiento humano y de la naturaleza.90 Alternativas que, en efecto, se sugieren teniendo muy en cuenta, por un lado, ese diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía y, por el otro, el valor de la creatividad. El diálogo entre las dos dimensiones de la Filosofía se manifiesta al tratarse de una Filosofía práctica y aplicada, que recoge algunas de las principales aportaciones de filósofos clásicos y contemporáneos en su análisis sobre la construcción y establecimiento de culturas para hacer las paces. Sin embargo, saca a la calle estas aportaciones de la Filosofía más académica, haciéndolas para todas y para todos, al aprovecharlas para abordar la deshumanización y los conflictos sociales que nos afectan en nuestro día a día, como la violencia de género, los conflictos, los derechos humanos, la interculturalidad, el medio ambiente y un largo etcétera. Evidentemente, las saca a la calle desde una perspectiva interdisciplinar e intercultural, que supone incluir las voces de todas las culturas y de todas las personas, que son las que, principalmente, se ven afectadas por estos problemas. Hablamos, entonces, de una recuperación de los saberes filosóficos más académicos, pero aplicados a nuestra terrenalidad a la hora de tratar problemas sociales que nos afectan en nuestra cotidianidad. Una cotidianidad que es una amplia reivindicación de la Filosofía para hacer las paces en su defensa de la construcción de la paz desde nuestras experiencias vitales, lo cual hace evidente, de hecho, ese diálogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía; es decir, esa percepción, como se señalaba al comienzo de este texto, de la primera como una clara extensión de la segunda.91

Entre las principales corrientes de pensamiento filosófico, que son fundamento de la Filosofía para hacer las paces y que se aplican a su búsqueda constante de alternativas para la transformación pacífica de las injusticias sociales, se encuentra la teoría crítica, la ética del discurso, la fenomenología y la Filosofía kantiana.92 A través de ellas, formula su llamado giro epistemológico, el cual reúne los presupuestos con los que la filosofía para hacer las paces se mueve y con el que propone la importancia de llegar a subvertir la noción más positivista y tradicional de la ciencia, según la que los saberes científicos sólo pueden basarse en la objetividad.

Frente a ello, el giro epistemológico hace una reivindicación a la intersubjetividad a raíz de la que interpreta que el saber, como cualquier otra cuestión, no es objetivo, sino que tiene lugar entre las personas, por lo que, siempre, está lleno de valoraciones y exento de neutralidad. Una intersubjetividad que, influenciada, sobre todo, por la corriente de la fenomenología,93 ocupa una posición esencial en la Filosofía para hacer las paces, al tiempo que se vincula, estrechamente, con aquella otra llamada a la insociable sociabilidad de Kant,94 según la cual las personas, a pesar de creer que somos insociables, que no dependemos de nadie, somos todo lo contrario, sociables, por lo que necesitamos estar en continua relación con las demás para construir nuestra identidad.

Por consiguiente, un carácter relacional, el que asume la Filosofía para hacer las paces, que da sentido a todas sus aportaciones, por ejemplo, a aquellas que atañen a la transformación de los conflictos por medios pacíficos y a la educación para la paz, pues, con este carácter relacional, manifiesta la importancia del paradigma de la comunicación en la forma cómo se afrontan los hechos, cómo se dicen o se callan las cosas y cómo se asume la responsabilidad de las palabras y los silencios.95 Todo ello, en favor de una solidaridad comunicativa que ha de hacer viable el actuar según lo que la ética del discurso llama la comunidad de comunicación ideal, que, muestra, entre algunos de sus rasgos, el papel del diálogo como herramienta para cultivar el discurso argumentativo, así como medio para el reconocimiento de todas las voces implicadas, en condiciones de libertad e igualdad.96 Un rol, el del diálogo, que se pone de manifiesto, claramente, en la construcción de culturas para hacer las paces, la cual depende, muy especialmente, de la comprensión de la paz en un sentido positivo, como algo que tiene valor en sí mismo y no en contraposición con la guerra y/o con la violencia, al tiempo que nos dirige hacia la mirada de la paz más allá de la propuesta kantiana sobre la paz perpetua,97 con la que asumimos su carácter imperfecto,98 mejorable, y por la que, entonces, nuestro trabajo debe ser continuo y constante.

Se trata, pues, de una mirada transkantiana de la paz que, junto con la comunicación y, sobre todo, por influencias de la teoría crítica, se nutre al mismo tiempo de la trascendencia del reconocimiento, de tal manera que este último pasa a considerarse como un elemento esencial más del giro epistemológico de la filosofía para hacer las paces. Tanto es así que no deja de ponerse el énfasis sobre el reconocimiento recíproco como un factor fundamental para la identidad humana, pues, de acuerdo con el filósofo Honneth99 -cuya influencia en la filosofía para hacer las paces es de gran magnitud- se considera que, al sentirnos reconocidas en nuestra integridad física, como miembros de una comunidad jurídica con derechos y con deberes y en nuestras particulares formas de vida, las personas potenciamos nuestra autoconfianza, autorespeto y autoestima, valores que se aprecian como necesarias en unas sociedades en las que se trabaja por la justicia social y el bienestar de las personas y de la naturaleza.

Por consiguiente, se observa toda una serie de influencias académicas en la filosofía para hacer las paces que, como se señalaba antes, dialogan con la dimensión mundana de la Filosofía, permitiendo poner encima de la mesa la deshumanización y la gran variedad de conflictos sociales que nos acechan en nuestro día a día. Conflictos que, sin duda, se abordan con creatividad.100

Esto que nos lleva a introducirnos en el segundo de los aspectos que se citaba más arriba, al hablar de cómo, en la filosofía para hacer las paces, se sugieren las alternativas para la transformación del sufrimiento humano y de la naturaleza. La Filosofía para hacer las paces fundamenta sus alternativas en la creatividad, pues -como señala García González- con la imaginación ética como “condición de posibilidad de la creatividad misma” 101 crece el campo de lo posible, incluso, en escenarios de violencia. Así, sale a la luz la oportunidad para replantear “supuestos y reposicionarlos intentando sortearlos y emplazar a la paz -como objetivo a lograr- como un nuevo escenario susceptible de convertirse en realidad”.102 Más aún, García González reivindica que “estamos obligados a ser buscadores de paz y encontrar rumbos hacia los cuales ir, repensando la realidad frente a nosotros para indagar alternativas posibles desde una imaginación de carácter ético”. 103

Este mismo es el reclamo que hace Lederach,104 al proponer el cultivo de la imaginación moral en la construcción de culturas para hacer las paces. Una imaginación moral que da lugar a esa chispa, que surge de manera inesperada y que es resultado de la serendipia de la imaginación, gracias a la que podemos ir más allá de lo que hay a la vista, cambiar la percepción que tenemos de las cosas y trascender realidades de forma creativa.105 Sin embargo, Lederach deja muy claro que, para que la serendipia de la imaginación tenga lugar en la construcción de la paz, se debe poner en el centro las relaciones, disponiendo de suficiente información sobre cómo éstas han sido, son y serán, la curiosidad paradójica, el acto creativo y la voluntad de arriesgar. Con todo ello, define la imaginación moral como “la capacidad de imaginar algo anclado en los retos del mundo real pero a la vez capaz de dar a luz aquello que aún no existe”,106 que nos dará la oportunidad para pensar el futuro con creatividad, recuperando lo ausente y haciendo probable lo improbable;107 estimulando los cambios de una manera revolucionaria y transformadora; apelando al poder hacer y al poder actuar. “Se trata de colocar lo posible e imaginario en lo real, en lo existente, en las vidas y en las sociedades existentes y en las personas de carne y hueso”.108 Tanto es así que, en efecto, no cabe duda de que “en los diversos escenarios de violencia una posibilidad para sortear las violencias y buscar situaciones de vida mejores es apelar al uso de la imaginación ética que implica la capacidad de invención, pensándola siempre en lo común con los demás”.109

Conclusiones

La creatividad está en boga hoy en día, muy especialmente, en Occidente, donde cada vez más se nos exige innovar. En estas páginas se ha abordado la importancia del pensamiento creativo como una herramienta que está a nuestra disposición para afrontar las situaciones que nos afectan en nuestras vidas. En este sentido, la creatividad se ha puesto en relación con la Filosofía, al considerar que es una disciplina que la favorece, ya que, con su tendencia hacia la pregunta, apunta su asombro y admiración por el saber. Un asombro que nos lleva a querer abordar los hechos desde puntos de vista diferentes y con imaginación. Una imaginación que ha de ser ética y crítica a un mismo tiempo, con la que ha de ser posible situarnos en la piel de otras personas desde un punto de vista empático y discernir las posibles alternativas a determinadas problemáticas sociales, yendo más allá de las formas habituales de conducta.

Por consiguiente, la Filosofía se convierte en una disciplina esencial, cuya utilidad se pone de manifiesto, claramente, si se interpreta como un conjunto formado por sus dos dimensiones, la académica y la mundana. Es necesario no desvincular la Filosofía de la calle y de los problemas cotidianos de las personas, porque es ahí donde se encuentra, principalmente, su carácter práctico y aplicado. Con este sentido y a modo de ejemplo, se ha presentado la filosofía para hacer las paces que, desde un posicionamiento académico y mundano, se esfuerza en buscar alternativas pacíficas y creativas para la construcción y el establecimiento de culturas para hacer las paces. De esta manera, se ha podido observar en el recorrido que en estas páginas se ha hecho por sus influencias académicas, y en cómo, dichas influencias, se han releído desde la dimensión mundana de la Filosofía, a fin de afrontar las situaciones de injusticia social y en aras de una convivencia pacífica.

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1Este artículo se vincula con el proyecto financiado por la Universitat Jaume I UJI-B2019-13 “Comunicación para el cambio social y educación mediática frente a los discursos del odio sobre género o inmigración: análisis de los discursos públicos en el periodo 2016-2019”.

2Fernando Montero, “La historicidad de la Filosofía”. En Francisco Ferrer, Fernando Montero, Carlos Moya Espi y Vicente Sureda (eds.), La filosofía presocrática. Valencia: Universidad de Valencia, 1978, 17.

3Ibid., 18.

4Ibid., 19.

5Ibidem.

6Sonia París Albert, “Acciones educativas para afrontar algunos desafíos de la filosofía en el siglo XXI”, Daimon. Revista Internacional de Filosofía, núm. 74 (mayo-agosto 2018): 105-119. http://dx.doi.org/10.6018/daimon/267491.

7Immanuel Kant, Crítica a la razón pura (Madrid: Alfaguara, 1978).

8Paulo Freire, Pedagogía del oprimido (México: Siglo XXI, 1970).

9En las siguientes páginas, se recuperará esta visión bancaria de la pedagogía frente a la visión libertaria o problematizadora que el mismo Freire propone. A diferencia de la primera, se señalará que la pedagogía libertaria posibilita, mucho más, el dialogo entre la dimensión académica y mundana de la Filosofía que en estas páginas se pretende rescatar, así como el cultivo de la creatividad que gracias a este dialogo se promueve.

10Montero, “La historicidad”, 14.

11Victoria Camps, La Filosofía: hablando con Victoria Camps (Madrid: Acento, 1994), 8.

12Ibidem.

13Marina Garcés, Filosofía inacabada (Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2015); Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil (Barcelona: Acantilado, 2013).

14Martha Nussbaum, Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las humanidades (Buenos Aires: Katz, 2010), 189.

15Josep Pieper, Defensa de la Filosofía (Barcelona: Herder, 1970), 45.

16Ibid., 48.

17París Albert, “Acciones educativas”.

18Camps, La Filosofía.

19Ordine, La utilidad.

20Pieper, Defensa de la Filosofía.

21Kant, Crítica.

22Garcés, Filosofía inacabada.

23Josep María Terricabras, Atrévete a pensar. La utilidad del pensamiento riguroso en la vida cotidiana (Barcelona: Paidós, 1999).

24Gustavo Bueno, El papel de la Filosofía en el conjunto del saber (Madrid: Ciencia Nueva, 1979), 73.

25Pieper, Defensa de la Filosofía, 20.

26Vicent Martínez Guzmán, Filosofía para hacer las paces (Barcelona: Icaria, 2001), 20.

27Garcés, Filosofía inacabada, 10.

28Bueno, El papel, 250.

29Gabriel Vargas Lozano, Filosofía ¿Para qué? Desafíos de la Filosofía en el siglo XXI (México: Universidad Autónoma Metropolita-Iztapalapa / Itaca, 2012).

30Freire, Pedagogía del oprimido.

31Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, Los estudiantes y la cultura (Barcelona: Labor, 1967).

32Sonia París Albert, “Filosofía para hacer las paces con niñas y niños. Un estímulo para la creatividad”, Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, núm. 75 (agosto 2017): 65-85. https://doi.org/10.29101/crcs.v0i75.4357.

33Sonia París Albert, “Hacia una reconstrucción de las paces creativas para la ciudadanía global”, Revista de Paz y Conflictos, 11, núm. 1 (2018): 159-179. http://dx.doi.org/10.30827/revpaz.v11i1.6461.

34Freire, Pedagogía del oprimido.

35París Albert, “Filosofía para hacer”.

36Camps, La Filosofía.

37Nussbaum, Sin fines de lucro, 26.

38Ibidem.

39John Dewey, El niño y el programa escolar: mi credo pedagógico (Buenos Aires: Losada, 1948).

40Camps, La Filosofía, 12.

41Ibid., 9.

42Ibidem.

43Bueno, El papel, 26.

44Ibid., 59; Camps, La Filosofía.

45Bueno, El papel, 43.

46Dewey, El niño.

47Martha Nussbaum, El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal (Barcelona: Andrés Bello, 2001), 40.

48Mihaly Csikszentmihalyi, Creatividad. El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención (Barcelona: Paidós, 1998).

49Margaret A. Boden, La mente creativa. Mitos y mecanismos (Barcelona: Gedisa, 1994), 52.

50Nussbaum, Sin fines de lucro, 29.

51Nicanor Ursua, “De la información al conocimiento: del conocimiento a la innovación (una reflexión filosófica de ida y vuelta”, en María Jesús Maidagán, Iñaki Ceberio de León, Luis Garagalza Arrizabalaga y Gotzon Arrizabalaga Pikabea (Eds.), (eds.), Filosofía de la innovación. El papel de la creatividad en un mundo global (Madrid: Plaza y Valdés, 2009), 24.

52Boden, La mente creativa, 17.

53David Bohm, Sobre la creatividad (Barcelona: Kairós, 2002), 34.

54Ibid., 35.

55Jorge Wagensberg, Teoría de la creatividad. Eclosión, gloria y miseria de las ideas (Barcelona: Tusquets, 2017).

56Bohm, Sobre la creatividad, 51.

57Ken Robinson, El elemento (Barcelona: Random House Mondadori, 2009).

58Ibid., 27.

59Ibid., 44.

60Bohm, Sobre la creatividad, 58.

61Iñaki Ceberio, “Innovación y creatividad en las personas. Apuntes psicológicos”, en Maidagán et al. (Eds.), Filosofía de la innovación.

62Sonia París Albert, “Educación para la paz, Creatividad Atenta y Desarrollo Sostenible”, Revista Internacional de Educación para la Justicia Social, 8, núm. 1 (junio 2019): 27-41. https://doi.org/10.15366/riejs2019.8.1.002.

63John Paul Lederach, La imaginación moral. El arte y el alma de la construcción de la paz (Bilbao: Bakeaz, 2007).

64Boden, La mente creativa, 29; Angélica Sátiro, “La creativitat com a motor de desenvolupament i d’inclusió social”, Cantabou, núm. 33 (enero 2011): 4.

65Víctor Andrés Rojas Chávez, “Diálogo con Angélica Sátiro”, Análisis, 47, núm. 86 (enero-junio 2015): 187.

66Csikszentmihalyi, Creatividad.

67Pablo Pascale, “¿Dónde está la creatividad? Una aproximación al modelo de sistemas de Mihaly Csikszentmihalyi”, Arte, Individuo y Sociedad, núm. 7 (2005): 69.

68Ibid., 70.

69Csikszentmihalyi, Creatividad, 41.

70Ibidem.

71Ibid., 21.

72Maxine Greene, Liberar la imaginación: ensayos sobre educación, arte y cambio social (Barcelona: Graó, 2005), 42.

73Ibid., 39.

74Ibid., 61.

75Dora Elvira García González, La paz como ideal moral. Una reconfiguración de la Filosofía de la paz para la acción común (Madrid: Dykinson, 2019).

76Cristhian Almonacid Díaz, “El poder la imaginación, de la ficción a la acción política. Ideología y utopía en la perspectiva de Paul Ricoeur”, Recerca. Revista de Pensament i Anàlisi, 22 (2018): 153-172. doi: http://dx.doi.org/10.6035/Recerca.2018.22.9; Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (Madrid: Trotta, 2003).

77Díaz, “El poder la imaginación”, 154.

78Ibid., 161.

79Ibid., 156.

80Ricoeur, La memoria.

81Díaz, “El poder la imaginación”, 161.

82Ibid., 162.

83Ricoeur, La memoria.

84Díaz, “El poder la imaginación”, 166.

85Ibid., 168.

86Ricoeur, La memoria.

87Martha Nussbaum, Justicia poética. La imaginación literaria y la vida pública (Barcelona: Andrés Bello, 1997).

88Nussbaum, El cultivo, 127.

89Ibidem.

90Martínez Guzmán, Filosofía; Vicent Martínez Guzmán, Podemos hacer las paces: Reflexiones éticas tras el 11-S y el 11-M (Bilbao: Desclee de Brouwer, 2005).

91Bueno, El papel, 250.

92Martínez Guzmán, Filosofía.

93Sonia París Albert, Irene Comins Mignol y Vincent Martínez Guzmán, “Algunos elementos fenomenológicos para una filosofía para hacer las paces”, Investigaciones fenomenológicas, 3 (2011): 331-348.

94Immanuel Kant, La paz perpetua (Madrid: Tecnos, 1985).

95Vicent Martínez Guzmán, “El silencio como interpelación: paz y conflicto”, Dossiers feministes, núm. 3 (1999): 107-119.

96Sonia París Albert, “La comunicación y el lenguaje en la transformación pacífica de los conflictos”, Tiempo de Paz, núm. 86 (otoño, 2007): 85-92.

97Kant, La paz perpetua.

98Irene Comins Mingol y Sonia París Albert, “Reconocimiento y cuidado: filosofía para la paz y Paz imperfecta en diálogo”, Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 27 (2019): 1-26. https://doi.org/10.29101/crcs.v27i82.12495`.

99Axel Honneth, La lucha por el reconocimiento: por una gramática moral de los conflictos sociales (Barcelona: Crítica, 1997).

100París Albert, “Hacia una reconstrucción”.

101Dora Elvira García González, “Hacia una prospectiva de paz a partir del realismo de la violencia: una construcción desde la imaginación ética”, en Dora Elvira García González (Coord.), Trascender la violencia. Críticas y propuestas interdisciplinarias para construir la paz (México: Porrúa, 2014): 22.

102Ibid., 8.

103Ibid., 4.

104Lederach, La imaginación moral.

105Ibid., 61.

106Ibid., 63.

107García González, La paz, 244.

108Ibid., 255.

109Ibid., 244.

Recibido: 22 de Marzo de 2020; Aprobado: 24 de Junio de 2020

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