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En-claves del pensamiento

On-line version ISSN 2594-1100Print version ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.14 n.27 México Jan./Jun. 2020  Epub June 19, 2020

 

Artículos

Sobre la utopía en Marx, Engels y la recepción marxista del siglo XX

On Utopia: Marx, Engels, and Marxist’s Reception During the 20th Century

Martín P. González* 

*Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: gonzalezmartinp@gmail.com


Resumen

En el siguiente artículo, me propongo reconstruir algunos aspectos del lugar que la utopía ha ocupado en la tradición de pensamiento marxista. Centrándome en dos momentos: las formulaciones originarias de Marx y Engels, y en la consecuente reapropiación de las mismas por parte de célebres filósofos marxistas del siglo XX, me propongo rastrear el ambivalente lugar que ha ocupado la interpretación de la utopía en algunos de los más célebres aportes de pensamiento marxista.

Palabras clave: utopía; Marx; Engels; marxismo; socialismo utópico; utopía marxista

Abstract

In the following article, I intend to reconstruct some aspects of the place utopia has occupied in the Marxist thought tradition. Focusing on two moments -the original formulations of Marx and Engels, and the consequent reappropriation of them by famous Marxist philosophers of the twentieth century- I intend to trace the ambivalent place that has taken the interpretation of utopia in some of the most famous contributions of Marxist thought.

Keywords: Utopia; Marx; Engels; Marxism; utopian socialism; Marxist Utopia

En su reciente libro Marx and Marxism,1 Gregory Claeys propone un interesante y erudito recorrido por la tradición del marxismo occidental, desde las formulaciones teóricas originales de Karl Marx y Friedrich Engels; su participación política como intelectuales revolucionarios, y el devenir de las experiencias políticas comunistas del siglo XX que reformularon aspectos claves del marxismo. Claeys es, sin duda, uno de los más importantes investigadores de los estudios utópicos. Chair de la Utopian Studies Society y miembro de la Academia Europea en 2015, obtuvo su PhD en la Universidad de Cambridge, y desde 1992 se desempeña como Profesor de Historia del Pensamiento Político en la Royal Holloway University of London. Ha publicado una gran cantidad de artículos en revistas especializadas, centrados fundamentalmente en la historia de la literatura utópica y del radicalismo en Inglaterra entre fines del siglo XVIII y principios del XX, y varios libros sobre estas temáticas.2 Editó, además, dos tomos de la prestigiosa colección Cambridge Companion, uno -junto a Gareth Stedman Jones- dedicado a la historia del pensamiento político del siglo XIX y otro a la historia de la literatura utópica,3 que supo nuclear a la mayor parte de los scholars que durante las últimas dos décadas vienen trabajando sistemáticamente con la literatura utópica.4

Como experto en la literatura utópica, la interpretación que Claeys realiza del lugar de la utopía en el pensamiento de Marx y Engels ocupa un rol importante. Así, un tema que suele ser señalado como secundario por parte de los intelectuales e investigadores,5 ocupa en Marx and Marxism un lugar destacado: un capítulo entero titulado “Utopia”, previo a la conclusión de la primera parte del libro -que se encarga, precisamente, de repasar la evolución de las ideas en los textos originales de Marx y Engels-. En su interpretación, “hay, por lo menos, siete caminos mediante los cuales Marx puede ser descripto como ‘utópico’ en un sentido neutral o positivo, esto es, tratando de iluminar sus ideas en lugar de meramente menospreciando sus pretensiones ‘científicas’”6. La argumentación del autor en torno a estos siete aspectos utópicos puede resumir en las siguientes premisas: el comunismo suele asociarse con la tradición de pensamiento utópico originada en Utopía, de Tomás Moro; con la hostilidad de Marx a la especialización laboral; con la “asunción utópica”7 de que el fin de la propiedad privada traerá cambios en la sociedad; con la presencia del ideal del comunismo primitivo; con la asunción de que la sociedad comunista futura será inevitable; con “su renuencia a confrontar la realidad completa de los mismos principios que sostenía”,8 y, por último, con la posibilidad de emular cambios en comunidades de pequeña escala a nivel estatal.

No es mi intención criticar cada una de las tesis de Claeys, sobre la relación entre Marx y el marxismo con la utopía, aunque sí creo necesario plantear un problema central en su interpretación. Claeys se propone reconstruir una historia del pensamiento marxista, pero, a su vez, se aleja de las metodologías de la historia intelectual que solía adoptar en sus trabajos anteriores.9 Así, en lugar de preguntarse por el contexto intelectual de Marx y sus intenciones al escribir, Claeys adopta una mirada que peca de anacrónica y que lo termina alejando de sus objetivos originales. Por ejemplo, cuando desarrolla la cuestión del rechazo a la especialización y la división del trabajo por parte de Marx, el historiador inglés se pregunta “¿En qué campo el amateurismo es una virtud? ¿Mientras se está preparando un escalpelo, queremos un cirujano cardiovascular cuyo verdadero interés resida en la poesía? […] ¿Y quién no quiere ser eficiente por lo menos en algo, y ser reconocido por ello?”.10 Estos interrogantes, lejos de revelar la razón del rechazo de Marx a la especialización del trabajo, o de preguntarse por los condicionantes intelectuales que lo llevaron a imaginar una sociedad comunista que termine con “la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual”,11 parecieran revelarnos solamente las consideraciones que el propio Claeys tiene sobre la interpretación de Marx sobre este tema. Quisiera entonces, en las páginas siguientes, recuperar la interpretación que Marx y Engels hicieron sobre la utopía y los socialistas utópicos, para así poder entender las bases sobre las cuales se construyeron algunas de las más célebres reapropiaciones posteriores que desde el sinuoso árbol de la intelectualidad marxista de hizo de la utopía como tópico.12

Marx, Engels y la utopía

Vale la pena comenzar este análisis señalando que la palabra utopía fue muy poco utilizada por Marx o Engels en sus escritos, sino que empleaban ‘utópico’ como un adjetivo valorativo para caracterizar una fase en la historia de la conformación de las organizaciones políticas del proletariado. Según Eric Hobsbawm, “las reflexiones utópicas acerca de la naturaleza de la sociedad comunista influyeron en Marx y Engels de manera sustancial”, aunque su interés “no fue muy acentuado”,13 y, por lo general, utilizaron tanto los textos como las experiencias comunitarias implementadas por los socialistas utópicos para contraponer sus propias concepciones políticas e históricas sobre cómo debería organizarse el proletariado industrial.14

Los principales socialistas utópicos cuyos textos fueron abordados sistemáticamente por Marx y Engels fueron Charles Fourier, Henri de Saint-Simon y Robert Owen. Si bien estos tres autores son los de mayor renombre, el celebérrimo dueto de comunistas alemanes tuvo en consideración a otros autores luego identificados con el utopismo socialista. En marzo de 1845, Marx proyectó un curioso proyecto editorial, que daba cuenta tanto de su profundo conocimiento sobre otras tendencias dentro del socialismo y el comunismo europeo, así como de su necesidad de delimitar su perspectiva en relación a ellas. Me refiero a la Biblioteca de los Mejores Escritores Socialistas Extranjeros, cuyos exponentes Marx delineó junto con Engels y Moses Hess. El plan original estaba dividido en torno a dos ejes cronológicos. Primero, el surgimiento de las ideas socialistas en el marco revolucionario francés. El listado de autores para este primer momento se presentaba tripartito: los intelectuales democráticos parisinos nucleados en torno al Cercle Social durante los primeros años de la Revolución, como Theóphile Leclerc, Jacques Hébert y Jacques Roux; autores manifiestamente comunistas, como Gabriel Bonnot de Mably, François Babeuf, Étienne-Gabriel Morelly y Filippo Buonarrotti, y, por último, a William Goodwin junto con Jeremy Bentham (que, como remarcase Marx en la Ideología alemana, poco tenía de socialista, y, seguramente, deba su aparición en este listado a su diálogo con Goodwin). El segundo eje se adentraba en un esbozo del desarrollo de las ideas socialistas, e incluía a Paul d´Holbach, Charles Fourier, Claude Helvétius, Henri de Saint Simón, Étienne Cabet y Victor Considerant. Durante los siguientes meses agregaría al listado inicial a William Thompson, Félicité Robert de Lamennais y Tomasso Campanella y su Ciudad del Sol, el único de estos autores que se aleja de la sombra de la Revolución francesa y las ideas socialistas del siglo XIX.15 Este plan suponía, en palabras de Engels, el “sacrificio del interés teórico por la efectividad práctica, y comenzar con las cosas que tienen más que ofrecer a los alemanes y se acercan más a nuestros principios; lo mejor, entonces, de Fourier, Owen, los Saint-Simonianos, etc. Morelly también podría aparecer tempranamente”.16

Ahora bien, Marx y Engels hicieron un “uso altamente selectivo”17 de los socialistas utópicos, a partir de lo que podría avizorarse como el carácter ambivalente que estos autores ocupaban en sus textos. Por un lado, rescataban su crítica original al capitalismo, entendiéndola como un producto de las condiciones históricas en la que fue formulada. Por ejemplo, redimían la crítica de Fourier a la sociedad burguesa y su defensa de la liberación de las mujeres, y también valoraban la interpretación que Saint-Simon hacía de la historia francesa en términos de un conflicto de clase y de la subordinación de la política a la economía. El caso de Owen es bastante particular, ya que el joven Engels estuvo muy influenciado por el conocimiento de las experiencias de las colonias comunistas inglesas con las que tomó contacto en su visita a finales de 1842, y reconocía incluso que “el comunismo, la existencia social y la actividad basada en la comunidad de bienes, no sólo es posible sino que actualmente ya ha sido realizada en muchas comunidades de América y en un lugar de Inglaterra, con el mayor de los sucesos”.18 Además, las reflexiones de Marx y Engels sobre “la forma concreta de la sociedad comunista” estaban profundamente influenciadas por estos antecedentes, “como por ejemplo la abolición de la distinción entre la ciudad y el campo (Fourier y Owen) y la abolición del Estado (Saint-Simon)”19.

Pero, por otro lado, y más allá de estas influencias, es innegable la omnipresencia de la valoración corrosivamente crítica que ambos autores hicieron del socialismo utópico. Además del trunco proyecto de una Biblioteca de los Mejores Autores Socialistas Extranjeros, que comenté más arriba, hay una multitud de referencias críticas en varios textos. En La sagrada familia, por ejemplo, Marx caracterizaba a los seguidores de Fourier como fanáticos de una “mera doctrina social de una sección filantrópica de la burguesía”, y a los saint-simonianos como necios que glorificaban el progreso industrial a partir de “la ilusión de ver a la sucia burguesía como un sacerdote”.20 En La ideología alemana, Marx y Engels describían varios de sus antecesores comunistas y socialistas, reivindicando algunos aspectos de sus trabajos, y tanto en las Grundrisse como en El capital, Marx cita a Owen e incluso a Tomás Moro. En El origen de la familia, Engels apelaba constantemente a Fourier, y en La condición de la clase obrera en Inglaterra -que Engels escribió cuando tan sólo tenía 24 años- planteaba diferencias entre el owenismo y el cartismo, definiendo a este último como un movimiento genuino de la clase obrera inglesa cuyos orígenes rastreaba en “teorías socialistas que fueron desarrolladas por intelectuales de clase media que estaban, argumentaba Engels, en su mayoría por fuera del movimiento de trabajadores para 1844, pero que habían capturado a una pequeña minoría de los mejores trabajadores”.21

Es probable que las más célebres referencias críticas sean las de la tercer parte del Manifiesto comunista, donde ocupan un lugar destacado los socialistas y comunistas utópicos que “en lugar de la acción social tienen que poner la acción de su propio ingenio; en lugar de las condiciones históricas de la emancipación, condiciones fantásticas; en lugar de la organización gradual del proletariado en clase, una organización de la sociedad inventada por ellos”, por lo que “van cayendo en la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores […] y sólo se distinguen de ellos por una pedantería más sistemática y una fe supersticiosa y fanática en la eficacia milagrosa de su ciencia social”.22 La crítica comunista señalaba entonces la función reaccionaria y desmovilizante de estas comunidades utópicas como movimiento político, fundado en su confianza en la posibilidad de cambiar la sociedad apelando a todas las clases sobre la base de la justicia, el progreso, la felicidad y la razón. Adoptaban un concepto idealista sobre el cambio social, antes que una perspectiva materialista, que además ahogaba cualquier posibilidad práctica de transformación de la realidad en excentricidades románticas.

Durante las décadas de 1850 y 1860, la discusión crítica sobre los socialistas ingleses disminuye notoriamente, aunque vuelve a aparecer virulentamente en dos textos que Engels editó entre 1878 y 1880. El primero, Anti-Duhring, era una crítica a las nuevas corrientes del socialismo utópico que aparecían en Alemania, pero a su vez planteaba una vindicación de algunos aspectos esenciales de las ideas de sus antecesores ‘utópicos’, como por ejemplo cuando planteaba que

los utopistas tenían ya plenamente claros los efectos de la división del trabajo, el anquilosamiento del obrero, por una parte, y de la actividad misma del trabajo, por otra, limitada a la repetición perpetua, monótona y mecánica, de uno y el mismo acto. La superación de la contraposición entre la ciudad y el campo es para Fourier, al igual que para Owen, la condición primera y fundamental de la abolición de la vieja división del trabajo en general […] La abolición de la antítesis entre campo y ciudad […] se ha vuelto una necesidad directa de la producción industrial en sí misma […] por lo que la abolición de la separación entre campo y ciudad no es, en consecuencia, utópica.23

Pero el aporte definitivo será Del socialismo utópico al socialismo científico, cuando Engels realice su crítica más certera y sistemática a “los tres grandes utopistas” (Saint-Simon, Fourier y Owen) porque sus doctrinas no actuaban “como representantes de los intereses del proletariado” sino que, “al igual que los pensadores franceses, no se proponen emancipar primeramente a una clase determinada, sino, de golpe, a toda la humanidad”.24 Este texto, si bien era en buena medida una resistematización de los argumentos del Anti-Duhring con nuevos agregados, apuntaba a un público más amplio que seguramente tenía un conocimiento previo sobre los utopistas socialistas, por lo que Engels parte de reconocer algunos aspectos parciales para luego realizar su crítica demoledora. Luego de criticar a Hegel y al idealismo alemán, Engels culminaba su análisis con las características del socialismo científico moderno,25 fundado en la concepción materialista de la historia y que culminaba con un brevísimo resumen de la historia de la humanidad desde la sociedad medieval hasta la acuciante necesidad de una revolución proletaria que supere las contradicciones internas del modo de producción capitalista. Esta solución revolucionaria suponía, también, una apuesta -que podría también denominarse utópica26- para la construcción de una sociedad futura a partir de la concreción de “la misión histórica del proletariado moderno”,

el proletariado toma el poder político, y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción, que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime a los medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su carácter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora, es ya posible una producción social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo de la producción convierte en un anacronismo la subsistencia de diversas clases sociales. A medida que desaparece la anarquía de la producción social, va languideciendo también la autoridad política del Estado. Los hombres, dueños por fin de su propia existencia social, se convierten en dueños de la naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres”.27

Esta caracterización de los socialistas utópicos -y, en definitiva, de la utopía- generará un pétreo consenso que luego será retomado por sus sucesores.

El marxismo y la utopía: reinterpretaciones

A pesar de esta difícil relación entre el pensamiento político de tendencia marxista y la utopía, son muchos los autores socialistas o marxistas que fundaron sus reflexiones sobre este tópico en las concepciones originales de Marx y Engels. Un ejemplo temprano puede encontrarse en Moritz Kaufman, un clérigo socialista inglés que publicó en 1879Utopias; or Schemes of Social Improvement. Este libro es una de las primeras historias del socialismo que situaban su inicio en Utopía de Moro y trazaban un desarrollo que incluía, entre otros, a Bacon, Campanella, Morelly y Babeuf, hasta llegar a Marx y Engels. El texto construía así una historia de la doctrina socialista que mostraba cómo “las brumosas concepciones de los tempranos autores de utopías han sido cristalizadas en un duro dogma”28 a partir de la publicación del Manifiesto comunista.29 Kaufman buscaba así difundir la obra del dueto alemán en Inglaterra, e incluso el propio Marx -a quien Kaufman llamaba “el verdadero Papa del Mundo Socialista”30-, corrigió los dos últimos capítulos del libro. El autor dedicaba solamente los dos primeros apartados a Moro, Bacon y Campanella, para luego adelantarse casi dos siglos hasta los revolucionarios franceses, Saint-Simon y Fourier. La utopía se integraba así a la historia del desarrollo de las ideas revolucionarias que impulsarían a la humanidad hacia el progreso.

Setenta años más tarde, esta misma perspectiva podía todavía encontrarse en un libro como Social-Economic Movements, de Harry Laidler, que buscaba recuperar la tradición de ideas utópicas, socialistas y comunistas para intentar responder a los interrogantes fundamentales del mundo de la segunda posguerra.31 Por otro lado, el historiador marxista A. L. Morton consideraba la utopía como un aspecto de la historia social inglesa. En su libro dejaba de lado las filiaciones con los comunistas científicos, y definía a la utopía como una forma literaria que tenía la capacidad de “estimular el pensamiento, llevando a los hombres a criticar y luchar contra los abusos, enseñándoles que la pobreza y la opresión no eran parte de un orden de cosas natural que debe ser soportado”.32 Ernst Bloch, filósofo alemán muy influenciado por el marxismo, hizo de la utopía uno de los principios fundamentales de su pensamiento filosófico. Atravesado por los avatares bélicos y políticos de las primeras cuatro décadas del siglo XX, Bloch consideraba a la utopía como una función esencial del ser humano, a partir de una peculiar perspectiva que amalgamaba sus lecturas marxistas con un mesianismo bíblico.33 Más allá de la imposibilidad inherente de concreción real que implica la imaginación de una utopía, para Bloch eran fundamentales las tres dimensiones de la ‘función utópica’: la crítica del presente, el señalamiento de una dirección a futuro, y su contenido esperanzador. Esta búsqueda de conciliación entre el pensamiento y la práctica de Marx con la utopía llevó a Bloch a formular la que probablemente sea una de las reflexiones más interesantes que, desde un marxismo claramente ecléctico, se pueda haber realizado de las relaciones entre estos dos tópicos. Así, este filósofo fue uno de los primeros en hacer hincapié no en la crítica de Marx y Engels al socialismo utópico de Proudhon, Fourier, Saint-Simon, Owen o Baunin, sino en la articulación que Marx hizo de una ‘utopía concreta’ que asumía parte de las propuestas positivas de los socialistas anteriores. La clave de su interpretación residía, así, en las perspectivas a futuro que se habrían con los conflictos revolucionarios, ya que

A partir de Marx no es posible en absoluto ninguna indagación de la verdad ni ningún realismo de la decisión que pueda eludir los contenidos subjetivos y objetivos de la esperanza del mundo, a no ser que caiga en la trivialidad o en el callejón sin salida. La filosofía tendrá que tener conciencia moral del mañana, parcialidad por el futuro, saber de la esperanza o no tendrá saber alguno. Y la nueva filosofía, tal como nos fue abierta por Marx, es tanto filosofía de lo nuevo, filosofía de esta esencia que nos espera a todos, aniquiladora o plenificadora.34

Así, a diferencia incluso de los textos tardíos de los propios Marx y Engels, muchos autores posteriores, que se reivindicaban influenciados por el pensamiento del dúo comunista, intentaron conciliar la vastísima producción intelectual de los padres fundadores del comunismo con la tradición de pensamiento utópico. Así, y en un marco fuertemente evolucionista que planteaba vínculos muy laxos entre ideas disímiles, Bloch, Kaufman o Laider sentaron las bases para un diálogo ecléctico entre tradiciones de pensamiento cuyos referentes se habían esforzado por diferenciar.

Pero los abordajes más célebres que intentaron conciliar al marxismo con la utopía se los debemos a los filósofos e historiadores nucleados en torno a la Escuela de Frankfurt, quienes abordaron la cuestión de la utopía en el marco del desarrollo de sus críticas a los fundamentos teóricos e históricos de la sociedad burguesa. En el marco de la crisis del marxismo soviético de la década de 1960, así como del surgimiento de nuevos movimientos culturales de renovación como el hipismo, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas y Max Horkheimer resituaron los fundamentos de ese debate en el clima intelectual y cultural del marxismo frankfurtiano. Por ejemplo, Horkheimer planteaba que “la utopía, en efecto, tiene dos caras; es la crítica de lo que es y la descripción de lo que debe ser”.35 Si bien definía positivamente la dimensión crítica de la utopía, rechazaba la aspiración a un deber ser que, en su perspectiva, sólo servía para desmovilizar a las clases dominadas y las llevaba a renunciar a la posibilidad práctica de alcanzar una sociedad perfecta, contentándose con sólo imaginarla.36

El abordaje más célebre, sin embargo, se lo debemos probablemente a Herbert Marcuse. Este filósofo y sociólogo alemán abordó en una multitud de textos la cuestión de la utopía a partir de “la cuestión de la transformación de las necesidades -el reemplazo de las falsas necesidades por verdaderas necesidades, cuya satisfacción demanda una trascendencia del trabajo alienado”.37 Esto significaba la posibilidad de conciliar la liberación individual con las posibilidades que brindan las tecnologías: en lugar de rechazar la división del trabajo o el uso de maquinarias complejas, Marcuse la consideraba el elemento fundamental para concretar una utopía en el presente. Si bien, como ha señalado Ruth Levitas, se pueden encontrar por lo menos cinco usos distintos del término utopía en la obra de Marcuse38 -muchos de los cuales remiten a reconocer la existencia de una tradición de escritores de utopías literarias que utilizaron la idea de un modelo de sociedad óptima pero inexistente para señalar las inequidades de la época39-, lo cierto es que Marcuse reivindica la noción de ‘utopía concreta’ para conceptualizar los cambios necesarios para construir una sociedad mejor en el futuro cercano.

Es oportuno reconstruir cómo llegó a esa conceptualización.40 En El hombre unidimensional, planteaba que la necesidad de pensar posibles alternativas era muy compleja porque

enfrentadas a la omnipresente eficacia del sistema de vida dado, las alternativas siempre han parecido utópicas; y el discernimiento de la necesidad, la conciencia del mal estado, no serán suficientes, incluso en la fase en la que los logros de la ciencia y el nivel de la productividad hayan eliminado los aspectos utópicos de las alternativas: cuando sea utópica la realidad establecida más bien que su opuesto.41

Este uso, en su origen ambiguo ya que ponía al lector ante la tarea de confrontar distintas versiones del mundo, fue luego reformulado en su célebre El final de la Utopía, de 1967.

El concepto de utopía es un concepto histórico. Se refiere a los proyectos de transformación social que se consideran imposibles. ¿Por qué razones imposibles? En la corriente discusión de la utopía, la imposibilidad de la realización del proyecto de una nueva sociedad se afirma, primero, porque los factores subjetivos y objetivos de una determinada situación social se oponen a la transformación; se habla entonces de inmadurez de la situación social, por ejemplo, a propósito de los proyectos comunistas durante la Revolución francesa, o tal vez hoy, del socialismo en los países capitalistas más desarrollados. Ambos son tal vez ejemplos de ausencia real o supuesta de factores subjetivos y objetivos posibilitadores de una realización […] El proyecto de una transformación social se puede considerar irrealizable porque está en contradicción con determinadas leyes […] Creo que sólo podemos hablar de utopía en este segundo sentido, o sea, cuando un proyecto de transformación social entra realmente en contradicción con leyes científicas comprobables y comprobadas. Sólo un proyecto así es utópico en sentido estricto, o sea, extrahistórico.42

En esta definición se puede observar la tensión entre el significado de utopía que se remonta a la tradición literaria inaugurada por Tomás Moro en 1516 -es decir, un plan imposible para crear una sociedad perfecta-, a la vez que se plantea que para poder transformar radicalmente las condiciones de existencias se hace necesario recuperar la noción de la utopía como una posibilidad real que rechace los valores y las leyes dominantes. Así, Marcuse considera al concepto de utopía en relación a los procesos revolucionarios destinados a transformar la sociedad, criticando las trágicas consecuencias humanas que supone el funcionamiento del capitalismo. En este punto, dialoga con las perspectivas anteriores sobre la utopía y el socialismo utópico. Pero, a diferencia del planteo original de Marx y Engels, la utopía no tiene para el filósofo alemán su arquetípica función negativa como inhibidora del cambio social como generadora de una falsa conciencia en los sectores trabajadores: para Marcuse, la visión utópica de una sociedad sin alienación tiene la función esencial de constituirse en un horizonte que sirve para catalizar las aspiraciones de transformación de la humanidad.

Conclusión

El 13 de marzo de 1882, Henry Mayers Hyndman, uno de los líderes de la recientemente creada Social Democratic Federation británica, recibía una carta del septuagenario líder del comunismo internacionalista europeo, Friedrich Engels. En la epístola, entre otras cuestiones, se mostraba “muy contento de que el viejo y glorioso Tom Spence haya sido sacado a relucir nuevamente”.43 Engels se refería a la publicación de un libro que compilaba diversos trabajos que planteaban la nacionalización de la tierra, y Tom Spence había sido uno de los radicales ingleses que más había abogado por ello a fines del siglo XVIII.44 Esta alegría por la nueva publicación del trabajo de uno de los más claros exponentes de los socialistas utópicos por los que tantos esfuerzos intelectuales había dedicado revelan un aspecto interesante en esta relación entre el marxismo y la utopía.

Precisamente, el objetivo de este trabajo ha sido el de analizar esa relación desde una perspectiva cercana a la historia intelectual o del pensamiento político. Partiendo de la interpretación que hizo Gregory Claeys en su reciente Marx and Marxism -y de señalar algunos de sus problemas-, me propuse rastrear cómo una tradición intelectual se vinculó con la utopía en una parábola que ha oscilado entre el rechazo absoluto hasta su aceptación como un concepto clave para la transformación de la humanidad. Al analizar esta compleja relación, es posible reconstruir cómo ciertas contraposiciones que fueron esenciales en los momentos fundantes del corpus de ideas de Marx y Engels durante la segunda mitad del siglo XIX -como, por ejemplo, la oposición utopismo/cientificismo o idealismo/materialismo-, fueron luego reinterpretadas por otros intelectuales que, en contextos diferentes, matizaron esas oposiciones para articular los viejos conceptos con nuevas realidades que hacían necesario entablar nuevos diálogos. Así, el lugar, en definitiva, complejo que ocupa la utopía en la tradición de pensamiento de tendencia marxista, debe analizarse en los términos en las que la plantearon sus autores.

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1Gregory Claeys, Marx and Marxism (Londres: Pelican, 2018).

2Gregory Claeys, Citizens and Saints: Politics and Anti-Politics in British Early Socialism (Cambridge: Cambridge University Press, 2002); Gregory Claeys, Imperial Sceptics: British Critics of Empire, 1850-1920, Ideas in Context 97 (Cambridge: Cambridge University Press, 2010); Gregory Claeys, The French Revolution Debate in Britain: The Origins of Modern Politics, British History in Perspective (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2007); Gregory Claeys, Searching for Utopia: The History of an Idea (Londres: Thames & Hudson Ltd, 2011); Gregory Claeys, Utopía. Historia de una idea (Madrid: Ediciones Siruela, 2011); Gregory Claeys, Marx and Marxism (Londres: Pelican, 2018); Gregory Claeys, Dystopia: A Natural History. A Study of Modern Despotism, Its Antecedents, and its Literary Diffractions (Oxford: Oxford University Press, 2017).

3Gregory Claeys y Gareth Stedman Jones, eds., The Cambridge History of Nineteenth-Century Political Thought (Cambridge: Cambridge University Press, 2011); Gregory Claeys, ed., The Cambridge Companion to Utopian Literature (Nueva York: Cambridge University Press, 2010); Gregory Claeys, ed., Encyclopedia of Modern Political Thought (Thousand Oaks, CA: SAGE/CQ Press, 2013, 2013); Gregory Claeys, ed., Encyclopedia of Nineteenth-Century Thought (Londres: Routledge, 2005).

4Sin dudas, uno de los aspectos más destacables de la labor de Claeys ha sido en su rol de compilador y editor de más de cincuenta volúmenes de documentos y fuentes primarias. Gregory Claeys, ed., Modern British Utopias, 1700-1850 (Londres: Pickering & Chatto, 1997); Gregory Claeys, ed., Utopias of the British Enlightenment (Cambridge & New York: Cambridge University Press, 1994); Gregory Claeys, ed., Restoration and Augustan British Utopias, 1st ed. (Syracuse, NY: Syracuse University Press, 2000); Claeys, Gregory, Late Victorian Utopias (Londres: Pickering & Chatto, 2009); Gregory Claeys, ed., The Political Writings of the 1790s, Pickering Masters (Londres: William Pickering, 1995); John Thelwall, The Politics of English Jacobinism: Writings of John Thelwall (University Park, PA: Pennsylvania State University Press, 1995); Gregory Claeys, Thomas Paine: Social and Political Thought (Boston: Unwin Hyman, 1989); Claeys, Gregory, The Owenite Socialist Movement: Pamphlets and Correspondence, 10 vols. (Londres: Routledge, 2005).

5Es sintomático, en este punto, el hecho de que, en una reciente edición de un diccionario de pensamiento marxista, no hay una entrada 'Utopía', sino sólo sobre "Socialismo utópico". Además, en otras entradas el término sólo se usa como adjetivo para definir formas de pensamiento socialista o comunista que difieren de la perspectiva marxista. Véase Tom Bottomore, ed., A Dictionary of Marxist Thought (Londres: Blackwell Publishing, 2001); Ruth Levitas, The Concept of Utopia (Nueva York: Peter Lang, 2011), 41-42. Véase además Cecil Eubanks, Karl Marx and Friedrich Engels. An Analytical Bibliography (Nueva York: Routledge, 2015).

6Claeys, Marx and Marxism, 235.

7Ibid., 236.

8Ibid., 239.

9Claeys se reconocía como un historiador del pensamiento político en la línea de la denominada Escuela de Cambridge. Véase Quentin Skinner, Lenguaje, política e historia (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2007); J. G. A. Pocock, Political Thought and History: Essays on Theory and Method (Cambridge: Cambridge University Press, 2009); Emilio Rabasa Gamboa, "La Escuela de Cambridge: Historia del Pensamiento Político. Una búsqueda metodológica"., En-claves del Pensamiento V, núm. 9 (junio, 2011): 157-180. En otro artículo, he intentado aplicar esta metodología para el estudio de las utopías literarias: Martín P. González, "Futuros pasados y olvidados. Aportes para una prehistoria del futuro utópico en la modernidad (Inglaterra, 1733-1769)", Eadem Ultraque Europa. Revista anual de historia cultural e intelectual 13, núm. 18 (agosto, 2017): 61-111.

10Claeys, Marx and Marxism, 236.

11Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha (Madrid: Fundación Federico Engels, 2017), 17.

12Véase “The social origins of the utopian impulse” y “Movements for utopia-1”, en Bárbara Goodwin y Keith Taylor, The Politics of Utopia. A Study in Theory and Practice (Londres: Hutchinson, 1982); Rafael del Aguila, "El socialismo utópico", en Historia de la Teoría Política, ed. Fernando Vallespín, vol. 4 (Madrid: Alianza, 2002); Claeys, Encyclopedia of Nineteenth-Century Thought; Rouchdi Fakkar, Sociologie, Socialisme et Internationalisme prémarxistes. Contribution à l’étude de l’influence internationale de Saint-Simon et de ses disciples (Neuchatel: Brouché, 1968).

13A diferencia de otros comentaristas que, con base en las ácidas y hostiles críticas que tanto Marx como Engels hicieron a los socialistas utópicos, subestimaron la influencia que estos pudieran haber tenido sobre el dúo, el historiador británico planteaba un triple origen para el socialismo marxiano (el socialismo francés utópico saintsimoniano, la filosofía política alemana y la economía política británica). Eric Hobsbawm, "Marx, Engels, y el socialismo premarxiano", en Cómo cambiar el mundo (Buenos Aires: Crítica, 2011), 33 y 37.

14Para un análisis extenso y erudito de la opinión de Marx y Engels sobre estos autores, además del libro de Hobsbawm arriba citado, véase el Keith Taylor "Movements for utopia - 2”, en Goodwin y Taylor, The Politics of Utopia; y "Castles in the Air: Marx, Engels, and Utopian Socialism") en Levitas, The Concept of Utopia.

15Karl Marx, "Plan of the 'Library of the Best Foreign Socialist Writers'", en Karl Marx - Friedrich Engels Collected Works, de Karl Marx y Friedrich Engels, vol. 4, 1844-1845 (Nueva York: International Publishers, 1975), 667, 697, n89; Para un análisis de este proyecto, véase Hobsbawm, "Marx, Engels", 29-32; el único trabajo editado fue “Un fragmento de Fourier sobre el Comercio”, con una introducción y conclusión hecha por Engels: Friedrich Engels, "A Fragment of Fourier's on Trade", en Marx - Engels Collected Works, vol. 4, 613-644.

16Friedrich Engels, "Engels to Marx, 17 March 1845", en Collected Works of Marx and Engels, de Friedrich Engels y Karl Marx, vol. 38 (Londres: Lawrence & Wishart, 1975), 27.

17Hobsbawm, "Marx, Engels", 38.

18Friedrich Engels, «Description of Recently Founded Communist Colonies still in Existence», citado en Levitas, The Concept of Utopia, 55; véase además Gregory Claeys, "The Political Ideas of the Young Engels, 1842-1845: Owenism, Chartism and the Question of violent Revolution in the Transition from 'Utopian' to 'Scientific' Socialism", History of Political Thought VI, núm. 3 (1985): 455-478.

19Hobsbawm, "Marx, Engels", 37. Las percepciones de Marx y Engels sobre la futura sociedad comunista están muy bien desarrolladas en el primer borrador del Manifiesto comunista, generalmente conocido como Principios de Comunismo. Escrito por Engels, estaba escrito en torno a responder 25 interrogantes (una forma de "catequismo" popularizada por Saint-Simon), de los cuales los últimos 12 apuntaban a caracterizar la futura transición del capitalismo hacia la sociedad comunista. Para un análisis del pasaje de los Principios al Manifiesto, véase Goodwin y Taylor, The Politics of Utopia, 164-168.

20Karl Marx, "The Holy Family", en Marx - Engels Collected Works, vol. 4, 153, 283.

21Eric Hobsbawm, "Introduction", en The Condition of the Working Class in England, de Friedrich Engels (Londres: Granada, 1979), 13; Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra (Buenos Aires: Editorial Futuro, 1965).

22Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista (Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2006), 45, 47.

23Friedrich Engels, Anti-Dühring. La revolución de la ciencia por el señor Eugen Dühring (Madrid: Fundación Federico Engels, 2014), 390-391.

24Friedrich Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico (Buenos Aires: Anteo, 1975), 53.

25La autopercepción que los teóricos marxistas, desde Marx y Engels en adelante, tienen de su propio método como científico en contraposición con diversas formas de idealismo es un tópico importante para esta tradición intelectual. Si bien escapa a los objetivos de este artículo, véase James Farr, "Marx, Science, and the Dialectical Method", Philosophy of the Social Sciences 17, núm. 2 (1987): 221-32; Daniel Little, "Abstraction and Theory. Marx´s Method for Social Science", The Southern Journal of Philosophy 20, núm. 4 (1982): 441-452; Derek Sayer, Marx´s Method. Ideology, Science and Critique in Capital (Sussex: The Harvester Press Limited, 1979).

26Sobre el carácter mesiánico y utópico del supuesto cientificismo de Marx, véase la clásica biografía de Marx realizada por el filósofo e historiador de las ideas Isaiah Berlin, Karl Marx (Princeton: Princeton University Press, 2013).

27Engels, Del socialismo utópico, 104-105.

28Rev. M. Kaufman, Utopias; or Schemes of Social Improvement. From Sir Thomas More to Karl Marx (Londres: C. Kegan & Co., 1879), 258.

29Terrell Carver, "The Manifesto in Marx´s and Engels´s Lifetimes", en Terrell Carver y James Farr, The Cambridge Companion to the Communist Manifesto (Nueva York: Cambridge University Press, 2015).

30Kaufman, Utopias, 248.

31Laidler era director ejecutivo de la League for Industrial Democracy, una organización independiente vinculada con el Partido Socialista en América. Su libro buscaba entender “cómo las instituciones sociales y económicas pueden ser remoldeadas para abolir la pobreza y la guerra, asegurar el pleno empleo y un estándar de vida alto para todos los pueblos, y establecer los fundamentos para un orden cooperativo dedicado al servicio de la humanidad”. Laidler así trazaba una historia del pensamiento utópico, que dedicaba las primeras sesenta páginas a los imaginarios religiosos y la filosofía griega, Moro, Bacon, y algunos utopistas franceses, ingleses y alemanes del siglo XVII. Las siguientes ochocientas páginas del libro se centraban en socialismo utópico, el marxismo, el comunismo y el socialismo del siglo XX. Véase Harry Laidler, Social-Economic Movements: An Historical and Comparative Survey of Socialism, Communism, Co-operation and Utopianism and Other Systems of Reform and Reconstruction (Londres: Routledge, 1949), V.

32Arthur Morton, The English Utopía (Londres: Lawrence and Wishart, 1952), 275. Hay edición en español: Arthur Morton, Las utopías socialistas (Madrid: Martínez Roca Ediciones, 1970).

33Entre los trabajos del autor sobre el tema son de lectura imprescindible Ernst Bloch, The Spirit of Utopia (Stanford: Stanford University Press, 2000); Ernst Bloch, El principio esperanza (Madrid: Trotta, 2007); Ernst Bloch, ¿Despedida de la utopía? (Madrid: A. Machado Libros, 2017); Ruth Levitas, "La esperanza utópica: Ernst Bloch y la reivindicación del futuro", Mundo Siglo XXI 12 (primavera de de 2008): 15-29; Esteban Krotz, Introducción a Ernst Bloch (a 125 años de su nacimiento), En-claves del Pensamiento 5, núm. 10 (diciembre, 2011): 55-73; Jurgen Moltmann y Laennec Hurbon, Utopía y esperanza. Diálogo con Ernst Bloch (Salamanca: Sígueme, 1980); José María Aguirre Oraa, Razón y Esperanza. Pensar con Ernst Bloch (Chile: Ediciones UCSH, 2008).

34Bloch, El principio esperanza, XV-XVI.

35Max Horkheimer, "Los comienzos de la filosofía burguesa de la historia", en Historia, metafísica y escepticismo (Madrid: Altaya, 1998), 91.

36Además del texto de Horkheimer, véase Theodor Adorno, Negative Dialektik (Frankfurt: Suhrkamp, 1966); sobre Walter Benjamin, quien probablemente haya realizado una de las más interesantes apropiaciones de la utopía desde su propia y particular perspectiva, véase Walter Benjamin, Libro de los pasajes (Madrid: Akal, 2005); Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos (México: UACM, 2008); Miguel Abensour, L’ Utopie de Thomas More à Walter Benjamin (París: Sens & Tonka, 2002); Mariya Ivancheva, "On Some Utopian Motives in the Philosophy of Walter Benjamin", Spaces of Utopia: An Electronic Journal 3 (s. f.): 84-104; Michael Löwy, Walter Benjamin: Aviso de incendio. Una lectura de las tesis "Sobre el concepto de la historia" (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003).

37Levitas, The Concept of Utopia, 151.

38Ibid., 173-176.

39En este trabajo no he abordado estos temas de forma sistemática, si hay interés en ellos, véase J.C. Davis, "La historia de la utopía: la cronología de ningún sitio", en Anatomía de la Utopía, ed. Ramiro Avilés (Madrid: Dykinson, 2008); José Reis, "El género de la utopía y el modo del utopismo", en Anatomía de la Utopía, ed. Ramiro Avilés (Madrid: Dykinson, 2008); Lyman Tower Sargent, Utopianism: A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2010).

40Véase María del Carmen López Sáenz, "Herbert Marcuse: 'El final de la utopía' en el siglo XXI", Daimon. Revista Internacional de Filosofía, núm. 74 (agosto de 2018): 71-88.

41Herbert Marcuse, El hombre unidimensional (Barcelona: Planeta-De Agostini, 1993), 282-283.

42Herbert Marcuse, El final de la utopía (Barcelona: Ariel, 1968), 8-9.

43Citado en Max Beer, The Pioneers of Land Reform. Thomas Spence, William Ogilvie, Thomas Paine (Londres: G. Bell and Sons Ltd, 1920), 6.

44Martín P. González, "The Giant Killer: Thomas Spence y la utopía como programa político", en Utopías inglesas del siglo XVIII. Construcciones imaginarias del estado moderno: selección de textos y comentarios críticos. Compilado por Lucas Margarit y Elina Montes (Buenos Aires: Editores Argentinos, 2016).

Recibido: 21 de Noviembre de 2019; Aprobado: 12 de Febrero de 2020

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