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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.13 no.25 México ene./jun. 2019

 

Artículos

¿Por qué no es posible la revolución hoy? Una teoría crítica de la sociedad del rendimiento 1

Why Revolution is not Possible Today? A Critical Theory of Performance Society

Alberto Navarro* 

* Tecnológico de Monterrey, México. Correo electrónico: betoballack@yahoo.com.mx


Resumen

Este texto, tiene como objetivo fundamental, dar a conocer las tesis filosóficas y líneas de pensamiento más relevantes para la teoría crítica contemporánea que Byung-Chul Han establece. Por cuestiones de espacio, no podremos reflejar explícitamente el debate que mantiene con autores como Hardt, Negri y Esposito, entre otros; se espera que el lector sepa descubrir en el discurso, el momento en el cual se está confrontando con las teorías de éstos. Se expone una reflexión acerca de la imposibilidad de la revolución en el neoliberalismo, como orden económico impuesto por el capitalismo global transnacional e instituciones afines, que como correlatos, impactan agresivamente en la subjetividad y objetividad de nuestra vida cotidiana.

Palabras clave: cansancio; transparencia; Eros; rendimiento; sociedad

Abstract

This text would like to present the more relevant philosophical ideas and concepts of contemporary critical theory established by Byung-Chul Han. Because of space constrains, we cannot explicitly reflect the discussion held with authors like Hardt, Negri, and Esposito, amongst others, and hope the reader discovers at what time it is confronted with their theories. It is a reflection on the impossibility of revolution in neoliberalism as economic order imposed by global capitalism and related transnational institutions, which reflect, how they impact so aggressively on subjectivity and objectivity of our daily life.

Keywords: Tiredness; transparency; Eros; performance; society

Introducción

Byung-Chul Han, filósofo coreano radicado en Alemania, ha renovado la teoría crítica contemporánea mediante el estudio de lo que denomina sociedad del rendimiento, un complejo donde la libertad se convierte en un imperativo que lleva la lucha de clases al interior del sujeto, para insertarse sin resistencia en el flujo de capitales, comunicación y autoexplotación laboral propios del neoliberalismo. Este ensayo quiere dar a conocer una de las teorías contemporáneas que se esfuerzan por comprender, de manera crítica, la realidad sociopolítica que ha surgido desde finales de los años ochenta. Han, da cuenta de las mediaciones entre el individuo y la totalidad social. La meta es: a) aproximarse al pensamiento de Byung-Chul Han, para ubicar sus principales tesis en la genealogía contemporánea de la teoría crítica; b) analizar la crítica filosófica del capitalismo neoliberal que hace Han, profundizando en los supuestos de su filosofía de la cultura; y, c) discutir las posibilidades de la política que el planteamiento de Han deja abiertas como horizonte problemático de la época.

¿Por qué no es posible la revolución hoy?

Han nos dirá por qué las revoluciones ya no son posibles, comenzando con la convicción de que hoy ni la dominación ni el poder continúan funcionando como lo hicieron hasta finales del siglo XX. Han considera que las esperanzas en el sujeto multitud, se diluyen cuando apreciamos que las multitudes viven en el escándalo moral que no logra convertirse en ira política, capaz de cambiar la realidad con el impulso revolucionario. Así, lanza ciertas preguntas a la mesa:2 ¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido? ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres? Para Han, el poder estabilizador de la sociedad posfordista e industrial caracterizado por su carácter represivo, ha pasado a ser uno de índole seductor: no castiga ni explota, cautiva. En gran parte, es invisible a diferencia del régimen disciplinario, en el que el enemigo, como sería -por ejemplo- el Estado, era visible. El neoliberalismo, en cambio, al haber hecho del trabajador un empleador de sí mismo, hace que éste se autoexplote; se someta a sí mismo al nuevo régimen de dominación instaurado por el neoliberalismo. Éste es su propia empresa. Por ello, dice que “cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad”.3 Ya no se trata de una lucha de clases que se juega en la arena revolucionaria, en el espacio social donde de antagoniza para ganar posiciones, sino de una lucha en la que cada quien lucha consigo mismo en soledad y aislado, por la competencia y la productividad requerida, que destruye la solidaridad y desgasta el sentido de comunidad. “El sistema económico-político se ha hecho autorreferencial. Ya no representa a los ciudadanos o al público. Los representantes políticos ya no se perciben como peones del pueblo, sino como peones del sistema, que se ha hecho autorreferencial. El problema está en el carácter autorreferencial del sistema”.4 El Bannoptikum, como dispositivo de exclusión por excelencia, es signo del paso de la sociedad de poder disciplinario a la del rendimiento, ya no tanto en la posesión sino en la accesibilidad, esto es, sólo aquellos que posean el dinero podrán acceder a la sociedad capitalista actual. El sujeto de rendimiento cree que es libre, pero está más encadenado, resultando en la tipología del origen de la sociedad del cansancio. Así, “la economía del compartir conduce en última instancia a la comercialización total de la vida”.5 ¿Cuál comunidad? ¿Cuál multitud haciendo contraimperio? No hay una multitud cooperante haciendo una revolución en contra del imperio, sino individuos agotados, desarmados voluntariamente de su Yo, devastados, depresivos, fatigados crónicamente y con ciertas explosiones de agotamiento o desgaste [Burnout]. “Síndrome de Burnout y revolución se excluyen mutuamente”.6 Toda protesta parece ser contra sí mismo, sin que dicho sujeto sea siquiera consciente de su estado de enajenación y sometimiento, de hecho, se cree libre para protestar y movilizarse para hacer la revolución, sin darse cuenta de la moneda de cambio que el neoliberalismo global le ha otorgado: hacerse dependiente. Por ello, “el régimen neoliberal es tan estable, se inmuniza contra toda resistencia porque hace uso de la libertad en lugar de someterla. La opresión de la libertad genera de inmediato resistencia. En cambio, no sucede así con la explotación…”.7

Otros aspectos fundamentales del artículo de Han residen en la distinción que introduce entre el poder de instalación del neoliberalismo y el momento de la estabilización; y, la sociología de las resistencias que actualmente no tiene las cualidades materiales, el sustrato objetivo para la consolidación de solidaridades de clase. Respecto al primero, Han usa un argumento muy agudo: muchos críticos del neoliberalismo sostienen que éste es un régimen de capitalismo salvaje; que emplea la violencia como lazo social. De ser así, hace mucho que habría dejado de existir. Actualmente, el neoliberalismo no se reproduce por golpes de Estado realizados por juntas militares durante el capitalismo de la dependencia. En su lugar, tenemos un gerencialismo tolerante, preocupado por lo emocional en los empleados. Hay un cambio de sensibilidad en las relaciones de poder. La base material de la solidaridad con el capitalismo contemporáneo, desaparece de los centros de producción inmateriales: el crédito, las finanzas, el dinero se virtualiza, y la virtualidad se valoriza. Existe un hiperindividualismo narcisista que elimina los espacios de la vieja socialidad laboral. La competencia es tanto más descarnada cuanto más se libra al interior del sujeto. ¿Qué formas de organización política pueden enfrentarse al neoliberalismo si las multitudes se disgregan en la indignación solamente? ¿Se requerirá un poder de instauración y otro de estabilización, algo así como una revolución en dos fases?

Cuando Han sostiene -polémicamente- que el neoliberalismo no se puede explicar en términos marxistas su objetivo es demostrar que requerimos de nuevas categorías para pensar el surgimiento de la “sociedad positiva del rendimiento”. La enajenación requería que el sujeto fuera desrealizado para la realización del valor en la mercancía, mientras más valor tienen las mercancías, más pobre es el mundo humano; una contradicción que Marx subsume a la contradicción entre capital y trabajo. Esto implicaba que el trabajador era la antítesis del burgués que explota su trabajo para acumular el capital, que es una relación social. En la actualidad, si cada uno de nosotros es empresario de sí mismo implica que la lucha de clases está en la subjetividad del individuo también, por eso la libertad es la forma más efectiva de explotación e incremento del rendimiento económico, además de generar una pseudo cultura del “empoderamiento” del ciudadano. La sociedad del rendimiento es una sociedad del cansancio. El cansancio es el efecto del exceso de positividad. Una diferencia entre el capitalismo analizado por Marx y la crítica de Han al neoliberalismo actual consiste en la mercantilización actual de la información y las telecomunicaciones. La información es también una relación consigo misma. El dinero que no se tiene pero que se puede gastar virtualmente; el capital financiero, volátil e inmaterial de las acciones e inversiones acrecentadas. Actualmente, parafraseando a Marx, podemos decir que, mientras más se valorizan las fantasmagorías ideológicas y virtuales, más se desvaloriza el mundo humano.

Sociedad del cansancio, violencia neuronal y dialéctica: ¡Sé empresario de ti mismo!

Las formas de subjetividad de la sociedad del rendimiento, que llevan la lucha de clases al interior del sujeto, no pueden -en su argumento- generar las estructuras organizativas básicas para una revolución. ¿Cuáles son las disposiciones afectivas que atraviesan al sujeto contemporáneo?, ¿cuáles las circunstancias objetivas? En La sociedad del cansancio, Han despliega algunas de sus consideraciones más productivas al respecto. Su análisis crítico nos permite identificar aspectos problemáticos de la sociabilidad de los individuos actualmente. Para Han, el siglo XXI es neuronal, por lo que le corresponden más enfermedades como la depresión, cansancio crónico, déficit de atención, combinada en muchos casos con hiperactividad mortal, trastornos de personalidad (hiperneurosis) y de desgaste ocupacional, entre otras. En este escenario, desaparecen la otredad y la extrañeza, que bajo el imaginario de la globalización y el neoliberalismo, conlleva a que el otro y el diferente se vean más como una carga innecesaria antes que como un peligro. Así, el concepto de inmunología se torna en gran parte vacío, pues la hiperestesia de ésta no da pie a ningún tipo de hibridación cultural. Lo anterior sucede porque ya no es una idea de resistencia inmunitaria la que nos dirige en contra del otro o lo otro extraño, es decir, no presenta una falta de la presencia de lo idéntico; por el contrario, subyace un exceso de éste y, por tanto, de positividad. Dicho exceso de positividad, contrario a la negatividad dialéctica de Hegel, necesaria para lograr una nueva síntesis, conlleva a una superproducción que exige un superrendimiento, para lo cual no hay cura ni resistencia inmunológica. “El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia tampoco son reacciones inmunológicas. Todos ellos consisten en manifestaciones de una violencia neuronal, que no es viral, puesto que no se deriva de ninguna negatividad inmunológica”.8

Tanto la negatividad inmunológica como la sobreabundante positividad, tienen consecuencias éticas y políticas significativas. Entre ellas, un incremento y diversificación de la violencia, tanto en su origen y orientación como en su destino y destinatario. Éstas son de carácter entrópico; se generan dentro del sistema y cohabitan allí en tanto opera la autodestrucción del sistema. Así, no hay resistencia inmunológica que pueda tomar parte. “Aquella violencia neuronal que da lugar a infartos psíquicos, consiste en un terror de la inmanencia. Éste se diferencia radicalmente de aquel horror que parte de lo extraño en sentido inmunológico”.9 Este tipo de violencia no es fácilmente perceptible, pues ocurre en su mayor parte al interior del sistema, aparece, se expande, satura, inunda. Por ello decimos, que la violencia neuronal, “no parte de una negatividad extraña al sistema”.10 Esto resulta de particular interés, si lo comparamos ya no sólo con el análisis de Hardt y Negri, sino incluso con las ideas referentes al análisis que realiza Foucault sobre las sociedades disciplinarias y las sociedades de control. Éstas dos sociedades, estarían basadas en la idea de la negatividad, de ese exterior que combate al interior, de esa otredad o idea de extrañeza que oprime, persigue y así controla, prohibiendo, obligando, desautorizando, esclavizando, encarcelando e impidiendo la movilidad del cuerpo, entre otras cosas (no-se-puede). La sociedad de rendimiento, en cambio, no sin vasos comunicantes aun con la sociedad de control y con la disciplinaria, se basa en la positividad en exceso (sí-se-puede). “Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley”.11 Esto tiene consecuencias inmediatas y mediatas sobre la subjetividad y la objetividad, pues ambas entramadas, conforman parte constitutiva importante del imaginario de la sociedad de rendimiento. La sociedad basada en la negatividad, “genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados”.12 El sujeto es más productivo y eficiente rindiendo que siendo disciplinado, lo cual no significa que el sujeto ya no “sea disciplinado” ni que ya no “deba”; hay una correlación de continuidad, pero todo indica que puede más el poder que el deber. “Lo que provoca la depresión por agotamiento no es el imperativo de pertenecer sólo a sí mismo, sino la presión por el rendimiento. Visto así, el síndrome de desgaste ocupacional no pone de manifiesto un sí mismo agotado, sino más bien un alma agotada, quemada”.13 Bajo este escenario, tenemos un sujeto sin soberanía inmerso en una esfera de positividad permanente o casi permanente, en gran parte, autoimpuesta más inconsciente que conscientemente. “El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es al mismo tiempo, verdugo y víctima”.14 De esta manera, el explotado sujeto de la sociedad de la negatividad, que ya-no-podía-más, en esta sociedad de rendimiento, ya-no-puede-poder-más. En esto radica la frustración y la depresión de este sujeto, su autodestrucción, autoreproche, autoreprobación, autoculpabilidad. Mientras más rinde, más libre se siente. Así, las enfermedades psíquicas derivadas de las conductas anteriores, típicas de esta sociedad de rendimiento, son síntoma de las patologías de esta libertad paradójica y contradictoria.

Gran parte de las actividades productivas que realiza el sujeto de rendimiento, derivan en una serie de actividades tan efímeras como su vida y sus relaciones. Nada dura. Ya no hay miedo a la muerte ni creencia en la eternidad, ¿vida para qué? La desnarrativización general del mundo refuerza la sensación de fugacidad: hace la vida desnuda. El trabajo es en sí mismo una actividad desnuda. El esclavo es esclavo de sí mismo, tanto como el amo es esclavo de sí mismo. “Esta relación no desmiente -pero si es más clara y evidente- que acaso el esclavo lo sea más que el amo, por partida doble, al ser el primero inferior jerárquico del segundo. El trabajo desnudo es precisamente la actividad que corresponde a la vida desnuda. El mero trabajo y la vida nuda se condicionan de manera mutua”.15 Sin embargo, si la vida es lo único sagrado que nos queda en esta sociedad de rendimiento, ¿debemos conservarla?, ¿podemos y debemos?, ¿por qué continuar la vida, si se trata de una mera prolongación de lo existente, es decir, de una muerte en vida? Para interrumpir el trabajo, la vida, la opresión o la explotación, para hacer la revolución, se requeriría de una sociedad en donde prevalezca la negatividad por encima de la positividad, sin que ello nos asegurara ningún éxito. Pero, ¿cómo interrumpir esa sobreabundancia de positividad que priva en la sociedad de rendimiento autista?, ¿cómo interrumpir lo que inconscientemente se vive en constante aceleración?, ¿cómo interrumpir y qué interrumpir?, cuando incluso los estados de excepción han sido tragados por el agujero negro de la sociedad de rendimiento, estando, además, el sujeto ahogado en un cansancio infértil, agotador y no contemplativo, exhaustivo y no creativo, hemorrágico y no motivador. En este sentido, la potencia y las fuerzas de la negatividad tendrían que ser mayores que las de la positividad, para poder interrumpir, para poder-poder y poder-no hacer algo, es decir, para interrumpir, para crear un estado de excepción en la continuidad que sólo continúa, sin motivo ni proyecto propio de la voluntad.

La impotencia consiste únicamente en ser lo contrario de la potencia positiva, que, a su vez, es positiva en la medida en que está vinculada a algo, pues hay algo que no logra hacer. La potencia negativa excede la positividad, que se halla sujeta a algo. Es una potencia del no hacer.16

No estamos planteando una lucha antagónica entre posiciones extremas, pues si la potencia positiva excediera en demasía a la negativa, la indefensión del sujeto sería mayúscula; quedaría vulnerable en la intemperie de todo impulso exterior. De la misma manera que si casi todo fuese sólo negatividad para hacer o para no hacer, pero no contáramos con la contraparte, la hiperactividad o el estado catatónico o excesivo de apatía, podrían resultar mortales. “La hiperactividad es, paradójicamente, una forma en extremo pasiva de actividad que ya no permite ninguna acción libre. Se basa en una absolutización unilateral de la potencia positiva”.17 Explotarse a sí mismo es más efectivo que ser explotado por alguien más: me recuerda que soy libre. Tú “puedes” presiona al sujeto más que “tú debes”, sobre todo si se trata de una exigencia interior formulada libre y voluntariamente. El fracaso lleva a la culpa, por ello, hay que recuperarse y tender al éxito. No hay expiación posible. En tanto la sociedad de rendimiento se va agotando, ésta se va convirtiendo en una sociedad de dopaje, que permite un mayor rendimiento sin rendimiento. Doparse y explotarse hasta derrumbarse, volver en sí, y reanudar el camino hacia el éxito, no sólo se considera un derivado de la manera en la cual se vive en la sociedad actual, sino un medio a través del cual hacerlo de mejor manera. Un mejoramiento de la vitalidad, tanto como los ansiolíticos. Sin ellos no es posible rendir lo que la sociedad de rendimiento espera de nosotros y mucho menos, hacerlo con éxito. Simultáneamente, estas sustancias generan estados psicosociales de escasa negatividad y que permiten potencializar la positividad. Uno se ataca a sí mismo y se cansa a solas, se aísla y se dopa para tratar de recuperar la vitalidad que la sociedad espera de uno. No obstante, en realidad la sociedad no espera nada de él o de ella, por el contrario, estos cansancios destruyen al sujeto y simultáneamente destruyen toda intersubjetividad posible con la comunidad. El sujeto está lo suficientemente agotado como para poder reconciliarse con él mismo. No confía en sí mismo ni en nadie más ni nadie confía en él. Sus intentos por crear negatividad en la positividad, resultan aún más desgastantes y agotadores, su frustración aumenta, se dopa más y se aísla más, opta por destruirse a sí mismo. Sólo aguarda el momento de volver a acelerarse y ser eficiente, rendir hasta desaparecer sin interrupción, sin tiempo para jugar, sin estados de excepción: su alma ya no es suya. “El cansancio del agotamiento es un cansancio de la potencia positiva. Incapacita para hacer algo”.18 En cambio, todo lugar se convierte en un lugar de trabajo y todo trabajo en un no-lugar. Se trabaja en todos lados. El sujeto con la tecnología digital móvil, se siente héroe épico en esta sociedad explotándose en todo momento hasta extenuarse, sin alcanzar la orilla de la isla del éxito jamás, pero sí, la frustración continental en todo momento.

La sociedad de la transparencia, comunicación y exposición

La demanda de transparencia en las sociedades democráticas liberales, se ha convertido en un tópico de las tecnologías de gobernanza globales. En La sociedad del cansancio, Han muerstra la taxonomía y los tipos de subjetividad contemporáneos; en La sociedad de la transparencia se dedica a criticar los supuestos culturales sobre los que se erige esta demanda. Para Han, la transparencia no es sólo una demanda de la sociedad civil, sino de un cambio de época y de sociedad. “Transparencia es la palabra clave de la segunda Ilustración. Los datos son un medio transparente. El imperativo de la segunda Ilustración es: se ha de convertir todo en datos e información. El dataísmo, que pretende superar toda ideología, es en sí mismo una ideología. Conduce al totalitarismo digital”.19 Pasamos de la sociedad negativa a la sociedad positiva; de un mundo organizado en torno a antagonismos nítidos a un mundo de integrismos totalitarios, que son más perniciosos cuanto más flexibles son. La transparencia se sitúa como panacea dentro del discurso público, como leitmotiv de la libertad de información. Dicho concepto, resulta ser contrario a la negatividad y se incrusta en el lado de la positividad, contribuyendo al aislamiento y la exclusión de quienes intentan comunicarse, construirse una narrativa o insertarse en una. Los sujetos se insertan en ésta voluntariamente. “Hoy, la representación teatral cede el puesto a la exposición pornográfica”.20¿Qué es lo que se hace transparente? Todo aquello que pierde o se aleja del alcance hermenéutico, situándose así, del lado pornográfico, del de la positividad total, es decir, en donde entre el ojo y la imagen no hay nada que interrumpa. “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio”.21 Una cualidad de la transparencia es la aceleración, la cual no acepta interrupciones. “El dígito se aproxima al falo”.22 La aceleración funciona coaccionando, por tanto, todo aquello que amenaza con convertirse en comunicación, pues ésta, al formar parte de la negatividad, resulta constantemente desmontada. En este proceso de aceleración uniforme, el placer, el juego, la seducción, lo otro y lo extraño van siendo eliminados; devorados por el totalitarismo del agujero negro de la transparencia. La narración no es propia de la aceleración, pues esta última hace devenir todo aditivo y sin tensión, sin dialéctica ni oposición. Impide el acontecimiento. “El acontecimiento pone en juego un afuera que hace surgir al sujeto y lo arranco de su sometimiento. Los acontecimientos representan rupturas y discontinuidades que abren nuevos espacios”.23 Dicha coacción ejercida sobre el sujeto, lo va convirtiendo en una parte más del mecanismo de la sociedad de la transparencia, funcional a su propio modo y al de la sociedad del cansancio.

El sujeto queda desnudo y expuesto sin interrupción ni nada, que pudiendo hacerle sombra a su ser transparentado, ocultase su desnudez. Ha perdido toda vergüenza. Aun si quisiera hacerlo, está impedido por él mismo. “La experiencia lo arranca de su sometimiento. Se opone a la psicopolítica neoliberal de la vivencia o de la emoción que anuda al sujeto todavía más al estar sometido”.24 La repetición y no la espontaneidad, positivamente lo han despojado de toda positividad posible, no puede resistirse y, así, se lanza en contra de sí mismo. En su afán de transparencia, cree que es libre y que puede serlo más, pero ha perdido la vitalidad y la inspiración necesaria, está lleno de información y saturado de imágenes. Sin la negatividad, no hay posible dialéctica que le permita oponerse y resistir. “El sistema de la transparencia suprime toda negatividad a fin de acelerarse. El hecho de demorarse en lo negativo abandona la carrera loca en lo positivo”.25 El amor ya no se sufre ni se goza, se disfruta y se consume, se usa y se desecha, como la pornografía, pero se sigue creyendo en su negatividad, cuando se ha tornado ya en un arreglo o paquete de sensaciones adquiribles en el mercado de los signos y el ciberespacio, los cuales tienden a la transparencia pero sin alcanzarla nunca del todo, pues si se perdiese el secreto que el amor requiere para seguir significando, la positividad sería absoluta y desaparecería la política. La transparencia total sería la despolitización absoluta. “La evidencia no admite ninguna seducción, sino solamente un procedimiento”.26 Todo intento de articulación o manipulación, evidenciarían la inexistencia de la posibilidad de que la otredad, la voluntad y la diferencia o lo no homogéneoactuaran.

La transparencia es en sí positiva. No mora en ella aquella negatividad que pudiera cuestionar de manera radical el sistema económico-político que está dado. Es ciega frente al afuera del sistema. Confirma y optima tan sólo lo que ya existe. Por eso, la sociedad de la transparencia va de la mano de la pospolítica. Sólo es por entero transparente el espacio despolitizado. La política sin referencia degenera, convirtiéndose en referéndum.27

La transparencia está allí siempre; no sólo se opone a la negatividad y la política, sino también a la verdad, a Eros, a la narrativa, a la palabra y a la comunicación. Está ligada al cálculo, a la saturación de producción y el consumo de información. “Los números no cuentan nada sobre el Yo. La numeración no es una narración. El Yo se debe a una narración. No contar sino narrar lleva al encuentro con uno mismo o al autoconocimiento”.28 Es contenido que se instala por encima de lo real en esta sociedad de la transparencia dando forma a la sociedad de la información, entendiendo lo anterior, como aquello que en virtud de acumular la mayor cantidad de información sin importar el sentido, la significación o la verdad contenida, contribuye a producir cansancio, neurosis, burnout, es decir, a transparentar las coordenadas espacio-temporales. Se trata de una crisis del espíritu que afecta todos los ámbitos de la vida, la literatura no es su excepción. “El medio del espíritu es el silencio […] La comunicación digital destruye el silencio. Lo aditivo, que engendra el ruido comunicativo, no es el modo de andar del espíritu”.29 La sociedad pierde en ritualidad e intimidad mientras se desnuda, no para aproximarse, sino para alejarse hasta hacerse imagen, perdiendo presencia; no transparentándose sino atravesándose de total vacío. La seducción queda convertida en un procedimiento o simulacro, pues se encuentra vacío de sentimientos y sensaciones como repositorio erótico de ambigüedades y tensiones, dando lugar a la pornografía y lo obsceno, perdiéndose el misterio, el carácter imaginativo, el encanto, la fantasía. “Lo que profundiza el placer no es el disfrute en tiempo real, sino el imaginativo preludio y el epílogo. El disfrute inmediato, que no admite ningún rodeo imaginativo y narrativo, es pornográfico”.30 La transparencia busca la homogeneidad, la simetría y la uniformización de la vida, por lo que está en contra de lo asimétrico, de la máscara, de lo que cubre o encubre, de lo profundo, de lo que no tiende a hacerse o a portar la transparencia. “Todo lo que es profundo ama la máscara; las cosas más profundas de todas sienten incluso odio por la imagen y el símbolo”.31 Toda profundidad e interioridad vienen acompañada de silencio y revistada por máscaras, a diferencia de lo pornográfico. La sociedad de la transparencia es un espacio ausente de poetas, no es posible para ellos hacerse un lugar donde la seducción y la otredad han sido borrados; donde lo aparente, los rituales, el erotismo, las ceremonias y el misterio, son sustituidos por la hiperrealidad y la pornografía. La oscuridad no motiva ni incita a buscar la luz, tanto la una como la otra son simulacros, combinaciones espectaculares vacías de sentido y significación, planas, transparentes, totalmente reveladas y con las cuales por tanto, no es posible establecer un diálogo. “El sujeto en red, digitalizado, es un panóptico de sí mismo. Así pues, se delega a cada uno la vigilancia”.32 La hipercomunicación los deja expuestos, ya todo aparece exhibido y nada por descubrir. Toda comunicación es una instrucción panóptica, que le dice al sujeto qué debe exigirse a sí mismo, desnudarse.

Han considera que el totalitarismo no se define por la hipertrofia del Estado (aspecto que enlaza con toda una tradición crítica que incluye a Franz Neumann y a Michel Foucault), sino por su flexibilidad integrista de todos los aspectos de la vida social. Lo típico del totalitarismo contemporáneo reside en la curiosa síntesis que existe entre la sociedad del espectáculo, teorizada por el situacionismo, y la sociedad del control, analizada por Gilles Deleuze. Para Han,

la pérdida de la esfera pública deja un vacío en el que se derraman intimidades y cosas privadas. En lugar de lo público se introduce la publicación de la persona. La esfera pública se convierte con ello en un lugar de exposición. Se aleja cada vez más del espacio de acción común.33

Resulta seductor y placentero vivir en el mundo de la imagen del sí mismo. Los estilos de vida generan actualmente un afán de exhibición que va más allá del valor de uso y de cambio: es valor exhibitivo y el capitalismo, en esto, se resuelve como espectáculo. Hay algo fundamental en el capitalismo contemporáneo. No obstante, se hable de la sociedad del conocimiento y de la información, es una verdad parcial, incompleta y, por ende, fetichista, pues el capitalismo no produce propiamente conocimiento, sino que lo apropia privadamente. Todos los esfuerzos de Internet y Creative Commons, en ese sentido, son interesantes, pues muestran que, en el capitalismo, dialécticamente surgen las condiciones para su superación, pero actualmente esto es imposible porque continúa el régimen de propiedad privada. En ese sentido, empresas como Facebook, Instagram, Google, etcétera, son un ejemplo del capitalismo contemporáneo: ninguna produce nada propiamente. Facebook no produce mensajes ni contenidos, Instagram no produce imágenes, Google no produce información; pero todas se apropian privadamente de lo que sus usuarios cuelgan en el Internet. Es un ejemplo fundamental de hasta qué grado la producción se ha informatizado sin dejar de ser capitalista. Las nuevas tecnologías, las relaciones económicas, los mercados financieros, en fin, todas las áreas de nuestra vida son obligadas a ser transparentes. La información, en este sentido, no puede discernirse entre “mala” y “buena”, toda información justamente es una forma comunicacional que impide la negatividad frente al mundo como existe. Más información no equivale a mejores decisiones. En cambio, la decisión, cuando es verdadera decisión y no aplicación de una normativa, siempre tiene que resolver una situación indecidible, y el criterio de más o menos información es secundario: si mi organización enfrenta un problema donde mis informes me dan información contradictoria, ¿debo suspender la decisión? Difícilmente podemos hacerlo, más bien tenemos que decidir asumiendo que hay riesgos incalculables y es nuestra responsabilidad asumirlos inevitablemente. Han sostiene que la decisión se realiza en circunstancias excepcionales y no en la medianía indiferente de las informaciones que, por definición, siempre son excesivas: ¿cuántos folios de informes tenemos en nuestros escritorios sin que ello nos permita enterarnos mejor de lo que ocurre? La información comunica cosas irrelevantes en fracciones de tiempo cada vez más pequeñas. La información es parte del infierno de lo igual: una información es indiferente cualitativamente frente a otra, por el hecho de que es una mercancía equiparable a cualquier otra. En cambio, un relato, una narración, un testimonio nos enfrentan siempre con un límite que nunca podemos comprender del todo: esa negatividad, ese límite, induce una ruptura en el continuo informático e introduce una diferencia que nos es relevante comprender: justo porque no puedo comprender el dolor de otro es que debo esforzarme en aproximarme a él con los recursos que pueda. ¿Somos entonces hombres y mujeres convertidos en apariencias, seres sin substancia? Pues eso parecería subrayar Han al hacernos conscientes de que vivimos en el vacío de las apariencias, en la negación de lo negativo, abiertos a la pura positividad y a una transparencia sin límites, mostrándonos, sin pudor alguno, sin conciencia, con tal de que así como somos vistos podamos también ver a los otros. Felices, pareciera ser, de habitar el panóptico digital alimentado por el exhibicionismo y el voyeurismo sin fin, controlándonos los unos a los otros. Subsumidos a la uniformidad y a un mismo imperativo económico. La información nos torna indiferentes de todo cuanto acontece en el mundo; mientras la narración lo llena de cualidades y rispidez, de enigmas que podemos desentrañar. Es una crítica tremenda a la comunicación contemporánea. Mientras más informes tenemos del mundo (noticias, cables informativos, coberturas especializadas, conexiones en vivo), menos comprendemos el mundo que nos rodea. Mientras más nos conectamos, menos vivimos. Sólo vivimos de aquello que los demás no saben de nosotros.

Eros y agonía

El excesivo crecimiento del narcisismo como positividad en la sociedad contemporánea ha venido erosionando al otro en todos los ámbitos de la vida, lo cual implica todas las relaciones intersubjetivas que podamos imaginar, pues en todas sino el amor, si el Eros, se pone en juego. El otro, no puede ser alcanzado por Eros, pues no hay esa asimetría propia de la negatividad que permita aproximarse a la exterioridad del otro, a ese fuera del lugar de mi Yo. Esa constante simetría impide acercarse al otro. “Así, la sociedad del consumo aspira a eliminar la alteridad atópica a favor de diferencias consumibles, heterotópicas. La diferencia es una positividad, en contraposición a la alteridad”.34 El otro y toda relación erótica quedan aplanados para poder ser consumidos y, en efecto, se consumen ahogados en sí mismos lejos del otro, en soledad, en el marasmo informativo y la ubicua pornografía. Tanto la información, en este sentido, como la pornografía pertenecen al reino de la positividad que conlleva a la destrucción del espíritu, impidiendo la hermenéutica y la dialéctica. En ambos casos, éstas suelen generar hipervisibilidad (pornografía), la cual suele fácilmente confundirse con la fantasía (erótica) o con la imaginación (fantasía/misterio), cuando en realidad este exceso de visibilidad -de la sociedad de la transparencia-, como la hiperactividad de la aceleración -sociedad de rendimiento-, atentan en contra de la narratividad, el diálogo y la poesía, formas de negatividad por excelencia. Este sujeto narcisista, está además agotado y deprimido, abandonado de sí y abandonado por el otro. “La depresión es una enfermedad narcisista”.35 Atenazado a su depresión y alejado del Eros que podría conducirlo al encuentro de la alteridad con el otro. Así, aislado, se cree libre para dirigirse hacia la consecución del éxito. Rendir a través de la fuerza de su ego, en este círculo vicioso en el que vive su existencia. Si fracasa se frustra y deprime más, pero si tiene éxito, de todas maneras fracasa y se esforzará más yendo en contra de sí mismo. “La depresión se presenta como la imposibilidad del amor. O bien el amor imposible conduce a la depresión”.36Eros es la condición previa del pensamiento: sin el deseo hacia un ser amado que es el otro, no hay posibilidad de filosofía. Sólo Eros puede vencer a la depresión y enfrentar el narcisismo de quien asume la negatividad, deseando al otro, buscando lo asimétrico a sí mismo, afuera de sí mismo, hacia lo completamente otro. En el otro subyace la esencia de la alteridad y la posibilidad de la experiencia erótica. “El porno es la antípoda del Eros”.37 El porno profana, desritualiza y desacraliza a Eros. El porno mata la sexualidad viva, inocula sexualidad muerta y obscena en la sexualidad viva y plena de erotismo. El espectáculo de la imagen, mata el erotismo del amor al desnudar absolutamente la negatividad del misterio, de lo oculto, de lo que hay de divino en el otro. El sexo mismo ha pasado a ser un parámetro que se mide atléticamente, que no escapa al rendimiento y la transparencia. El cuerpo, de manera similar, vale como mercancía, como objeto en exhibición y dispuesto para su exposición. El otro es un objeto-mercancía dispuesto de igual manera, cuya alteridad como negatividad ha sido depuesta por el capitalismo como poder, como positividad, reduciéndolo a un no-poder poder, para ser consumido bajo la lógica del rendimiento. “El otro ya no es unapersona, pues ha sido fragmentado en objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual”.38 El narcisismo, no sólo niega la alteridad del otro sino la distancia originaria necesaria para evitar la objetivación o cosificación del otro. La transparencia con la cual los medios digitales nos presentan al otro, es una proximidad ilusoria, pornográfica, carente de alteridad, pues no es posible disfrutarlo eróticamente. Su espectacularidad niega toda posibilidad de diálogo; su imagen niega su presencia y la posibilidad de experimentar en comunión. Se trata de seres humanos a-rostrados. Tan pronto creemos que estamos a punto de tocarlo se esfuma en nuestras narices. La cercanía aleja y destruye alteridades. El ser narciso sólo busca en el otro la confirmación de sí mismo, domesticando el amor para que no cause problemas ni haya nada que arriesgar. Se vuelve un artículo a la mano del cualquier poder disponer en cualquier momento, y una vez consumido, abandonar. “Al amor de hoy le falta toda trascendencia y transgresión”.39

La salud como elemento de la sociedad del cansancio, el rendimiento y la transparencia también apela a la vida como “mera vida”. La defensa de ésta conculca en su fetichización. Queda equiparada al significado de buen rendimiento o bien rendir. “La salud es elevada a la condición de gran diosa: se venera la salud”.40 De esta manera, el sujeto actual de la sociedad de rendimiento, “se parece al esclavo hegeliano, si bien con el detalle que no trabaja para el amo, sino que se explota de manera voluntaria a sí mismo. Como empresario de sí mismo es amo y esclavo a la vez”.41 Si todo se convirtió en mercancía con el capitalismo, la vida no es la excepción. La contracultura, el amor, el cuerpo, Eros, la vida, todo está al servicio y uso que el capitalismo disponga. Una persona depresiva es incapaz de decidir; de resolver; de concluir; de vivir. Al sujeto de rendimiento sólo le interesa rendir, producir más, se coacciona a sí mismo hacia la muerte renunciando a su vitalidad. La muerte es necesaria pero no como objetivo, sino como negatividad, como experiencia erótica necesaria para interrumpir, abrir y traspasar esos límites del hermetismo narcisista. “Tanto la renuncia a la identidad imaginaria del Yo como la supresión del orden simbólico, al que el Yo debe su existencia social, representan la muerte, una muerte más importante que el final de la mera vida”.42 La salud para la sociedad donde el Eros agoniza, acaso permite sobrevivir, pero no aporta a la vida nada que la haga vibrar, que la haga ser una vida en la que el sujeto pueda poder. “La crisis del arte y también de la literatura, puede atribuirse a la crisis de la fantasía, a la desaparición del otro, es decir, a la agonía del Eros”.43 La persona lleva una vida de esclavo sin importar si se supone amo y se cree libre. El neoliberalismo se opone a Eros, porque carece de vivacidad, es todo lo contrario a la vida, excluye y niega la otredad necesaria para la vida buena. La vida no es para producir y rendir, sino para amar, para el otro. “La desnudez, como exhibición, sin misterio ni expresión, se acerca a la desnudez pornográfica”.44 De igual manera, se opone a la política, despolitiza la sociedad tanto como extrae la ética de la teoría económica, extermina a nosotros y toda posibilidad de aparición. No le interesamos como comunidad, sino como sujetos aislados e individuos consumistas encerrados en sí mismos, cansados. Nos distrae para que no tengamos motivación ni voluntad de encontrarnos con la alteridad del otro, que no acontezca la ruptura de la negatividad frente a la positividad que podría alumbrar el encuentro erótico o amoroso con el otro a la distancia, no simétrico a mí. “De esta forma, la pornografía incrementa la dosis narcisista del Yo. En cambio, el amor como acontecimiento, como escena de los dos, des-habitúa y reduce el narcisismo”.45

En el enjambre: Indignación y subjetivación

Esta sociedad, o masa digital, se conforma básicamente de sujetos aislados, pasivos y desalmados incapaces de conformar una comunidad activa y dialogante a la cual se refiere también, como enjambre digital. Para revertir esto, los individuos tendrían que salir de ese narcisismo que los asfixia y que los hace creerse libres en la hipercomunicación, y el torrente de información que les impide pensar. Ya no hay espacio para el silencio y la reflexión, para encontrarse con la mirada del otro y aproximarse a éste eróticamente. Las redes sociales -considera- nos exprimen la energía, la negatividad que podría requerirse para interrumpir la positividad, rebelándose al régimen de vida a la que la sociedad nos ha sumido voluntariamente. La revolución digital de nuestros días, nos ha embriagado, ha trastornado nuestra percepción, visibilidad, sensación, convivencia cotidiana hasta volvernos dóciles y ciegos ante sus destellos. “El medio digital es un medio de presencia. Su temporalidad es el presente inmediato. La comunicación digital se distingue por el hecho de que las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. No son dirigidas y filtradas por mediadores”.46 Lo anterior, ha tenido consecuencias también en la esfera pública, pues la privacidad y la intimidad han invadido este espacio desalojándolo de toda muestra posible de respeto. Ya no hay distancia, en su lugar, sólo el escándalo en el que lo público se esfuma. Sin esa distancia necesaria para reconocer al otro, no puede haber respeto. El narcisismo devora esa distancia y en su lugar, expone y exhibe la desnudez, la intimidad se torna pornografía, todo el espacio -antes público- se insufla de lo antes sólo privado sin decoro. “La comunicación digital deshace, en general, las distancias. La destrucción de las distancias espaciales va de la mano con la erosión de las distancias mentales”.47 La veneración que se le tiene hoy en día a la tecnología digital opera simultáneamente aumentando el aislamiento y la exclusión de unos con otros. No obstante, fomenta y facilita la exposición de la intimidad, de lo privado que se hace público, sin tener que exponerse presencial o físicamente. La comunidad queda privatizada también, es de todos y es de nadie. Los criterios de la discreción o la indiscreción se distienden, ya no hay respeto, fuera del espacio cibernético, de la red social, no existes. Dentro de éstos, te niegas a ti mismo voluntariamente, pero te crees libre por el anonimato que este espacio brinda. La falta de respeto conlleva a la pérdida de confianza coaccionada. No es necesario ser responsable; puedes mostrarte pornográficamente, al cabo mensaje y mensajero yacen separados y quien emite es algo más. “Esta constitución está inmersa en una decadencia general de lo común y lo comunitario. Desaparece la solidaridad. La privatización se impone hasta en el alma. La erosión de lo comunitario hace cada vez menos probable una acción común”.48 El medio digital arroja un mínimo de información, de datos, la mayor parte de lo que allí se generará los generaremos nosotros mismos y la mayor parte de ésta, no es del interés de nadie y pocas veces lleva un receptor elegido. “La época digital no es una era de la musa, sino del rendimiento”.49 El neoliberalismo transforma a la musa-contemplación en tiempo-trabajo. El emisor no importa, es otra imagen, una “presencia” que no representa como resultado de la desmediatización. “La cuantificación de lo real en búsqueda de datos expulsa al espíritu del conocimiento”.50 Las imágenes consumidas, al ser producidas por las mismas abejas en el enjambre digital, hacen de estas tanto productoras como consumidoras, se devoran a sí mismas sin mirar al otro. La instancia intermedia es sólo temporal, tan pronto media, se elimina, desaparece. “La comunicación del poder transcurre en una sola dirección, a saber, desde arriba hacia abajo. El reflujo comunicativo destruye el orden del poder”.51 La simetría merma el poder de toda posible relación intersubjetiva activa y articulada, que pudiese gestarse para recuperar la negatividad que el respeto y la confianza requerirían para luchar por la recuperación del espacio público. Esto es la entropía social y política de la vida. “El Big Data carece de concepto y de espíritu. El conocimiento absoluto que pretende el Big Data coincide con el desconocimiento absoluto”.52 Al producirse y recibirse activamente la hipercomunicación en el enjambre digital, los sujetos pierden toda posibilidad de rebelarse y hacer uso de poder, por lo que no puede luchar contra los efectos destructivos que el mismo ha contribuido a generar en contra de sí mismo. El ruido y la distorsión acaparan el espacio, hipnotizan, impidiendo el silencio necesario para actuar, para dialogar. El respeto y el poder imponen silencio. Por ello, cuando llega a haber movilizaciones provocadas por la indignación, resultan siempre insuficientes, además de ser infrecuentes, volátiles, mal organizadas, mal informadas, efímeras y amorfas, hasta ser rápidamente dispersadas. Esta escasa constancia y continuidad en el tiempo y en el espacio público, o lo que queda de este último, no permiten que se generen lazos fuertes y estables necesarios para conformar un nosotros. Cada quién asiste como un Yo-mismo y por-sí-mismo, o lo que es lo mismo, un no-puedo-poder.

El enjambre digital no tiene alma ni espíritu, carece de negatividad para congregar y articular individuos aislados y libres en su anonimato. La simetría entre ellos genera una identidad homogénea que impide la consolidación necesaria para actuar políticamente, no tiene voz y ha permitido -siendo el principal culpable- que le roben el espacio público. Renunció a su voz y le regalaron a cambio ruido. Explotándose a sí mismo, su dominación resultó más eficaz. Su fugacidad, acorde con su exposición pornográfica en el espacio virtual, los gestiona como polvo a diluirse frente a las relaciones dominantes del poder. No pudiendo realizar acciones comunes, toda acción del Estado la calificará como escándalo. “La creciente tendencia al egoísmo y a la atomización de la sociedad hace que se encojan de forma radical los espacios para la acción común, e impide con ello la formación de un poder contrario, que pudiera cuestionar realmente el orden capitalista. El socio deja paso al solo”.53 De esta manera, la comunicación se vuelve muy pobre; de bajo intercambio simbólico; de escasas representaciones sociales; miope en los terrenos de lo real; basada prácticamente en el sentido de la vista, que ante tal hipervisualidad acaba por enceguecer, perdiendo el individuo la pluralidad de dimensiones de la cual la vida buena consta y no la mera vida. El “me gusta” del Facebook sustituye el carácter táctil y corporal con el otro, con la persona real y con lo real en su conjunto; hoy los dedos y las manos son al teclado y al mouse. “El nuevo hombre teclea en lugar de actuar. El sólo querrá jugar y no actuar”.54 Las comunidades son in-comunidades que simulan comunicarse, dialogar y existir. “Hoy se registra cada clic que hacemos, cada palabra que introducimos en el buscador. Todo paso en la red es observado y registrado. Nuestra vida se reproduce totalmente en la red digital”.55 No tienen rostro, son imagen. “Lo digital somete a una reconstrucción radical la tríada lacaniana de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Desmonta lo real y totaliza lo imaginario”.56

El propio narcisismo no puede palpar al otro, no lo mira ni mira su mirar, lo desaparece, lo hace invisible; asume que el real del otro es la imagen de éste en la red social; lo invita, lo elimina, lo bloquea, lo comparte, lo reconfigura, lo hace partícipede este mundo irrealde los muertos vivientes: mundo zombie. “La pantalla táctil del teléfono inteligente podría llamarse la pantalla transparente. Carece de mirada”.57 En ausencia de Eros no puede haber encuentro con el otro ni deseo por el otro. El otro sólo puede existir como objeto porno, aquello que no se apetece y que no guarda ningún misterio, que no puede ser por tanto, objeto (sujeto) de mi deseo, imagen sin rostro y sin semblante, sin alma, sin interioridad, pura exposición sin distancia. “La cárcel del amor cede el puesto a la caverna de la libertad”.58 La imagen se convierte en modelo y estilo de vida. Imitar a los modelos anoréxicos o bulímicos, pero también a los voluptuosos y torneados bajo la cama solar, son todos tipologías del consumidor capitalista cibernético. Todo esto para lucir más vivo, más sano, aumentando las dosis de narcisismo y convirtiéndose en imagen para poder seguir existiendo. La virtualidad mejorando la vida respecto de la vida real. La imagen se convierte en su propio espectro; pierde su valor icónico; pierde su valor estético de hecho, convirtiéndose en una mera presentación vacía e irreal, sin poética ni semántica, sin verdad. “El medio digital crea más distancia frente a lo real que los medios analógicos. La analogía entre lo digital y lo real es menor que en los medios analógicos”.59 Nos escondemos detrás de las imágenes, de nosotros y de los otros, del mundo y de lo real, huimos de la posibilidad del nosotros para ir directamente en contra de mí mismo, pero sobre todo, huimos del presente para estar en “actualidad”. “La óptica digital posibilita la vigilancia desde todos los ángulos. Así, elimina los ángulos muertos. Frente a la óptica analógica, perspectivista, puede dirigir su mirada incluso hacia la psique”.60 La vida se extingue en el tiempo digital, que niega la muerte y el devenir, es rejego al envejecer y establece una “fecha de nacimiento” al ingresar a su “mundo”, allí comienza también a escribirse tu biografía, no importa lo que hagas, siempre estarás allí en ningún lado. Nos convertimos en la historia de la nada de los otros y los otros en la nada de mi historia que me niega a mí mismo. “La época digital de lo no muerto, vista así, no es política ni metafísica. Es más bien pospolítica y posmetafísica. El mero vivir, que hemos de prolongar a todo precio, carece de nacimiento y de muerte. El tiempo de lo digital es una época posnatal y posmortal”.61 La comunicación digital ha sido capaz de contagiarse de virus, de curarse una vez vacunada, renace y es susceptible de padecer infecciones y simular emociones y sentimientos; enemigo de la narrativa y de los poetas; su espectacular espectro atosiga a la palabra, la voz y el diálogo; ya no parece posible resistir de ninguna manera inoculando alguna clase de negatividad a su plana y lisa positividad. No deja espacio alguno para que more el silencio y retoce el misterio, necesarios para renacer y resistir.

Los medios actuales de comunicación fomentan la falta de vinculación, la arbitrariedad y el corto plazo. La primacía absoluta del presente caracteriza nuestro mundo. El tiempo se dispersa como mera sucesión de presentes disponibles. Y, en medio de eso, el futuro se atrofia como un presente optimado. La totalización del presente aniquila las acciones que dan tiempo, tales como responsabilizarse o prometer.62

La libertad como mecanismo de autoexplotación en la psicopolítica neoliberal

La sociedad de la transparencia es también una sociedad del escándalo, pero la indignación nunca ha sido suficiente para transformar el mundo. El sujeto se vuelve libre de explotarse a sí mismo más allá del cansancio y la fatiga, de la neurosis y la esquizofrenia, llegando en no pocas ocasiones al suicidio y el asesinato. Los políticos no son ajenos y padecen también la sociedad de la transparencia y el cansancio, viéndose frecuentemente sustituidos por expertos, ya economistas, ya estadísticos, ya informáticos, que administran y optimizan el sistema de tal manera, que acaso haya que ir realizando ajustes y afinaciones en el desarrollo y funcionamiento de la máquina neoliberal capitalista, sirviendo los primeros y los partidos políticos apenas al simulacro y la parafernalia mercadológica necesaria para publicitar la democracia, que como tal, sólo es el espacio simétrico correspondiente al no-lugar. “La fenomenología del espíritu de Hegel describe una vía dolorosa. En cambio, la fenomenología de lo digital está libre de lo otro dialéctico del espíritu. Es una fenomenología del ‘me gusta’”.63 En esta misma tesitura, Han se pregunta:

¿Qué política, qué democracia sería pensable hoy ante la desaparición de lo público, ante el crecimiento del egoísmo y del narcisismo del hombre? ¿Sería necesaria una smartpolicy (política inteligente) que condenara a la superfluidad las elecciones y las luchas electorales, el parlamento, las ideologías y las reuniones de los miembros, una democracia digital en la que el botón de “me gusta” suplantara la papeleta electoral? ¿Para qué son necesarios hoy los partidos, si cada uno es él mismo un partido, si las ideologías, que en tiempo constituían un horizonte político, se descomponen en innumerables opiniones y opciones particulares? ¿A quién representan los representantes políticos si cada uno ya sólo se representa a sí mismo?64

Han propone el inconsciente digital frente al inconsciente colectivo, en el cual el psicopoder resulta más pertinente como categoría de estudio que el biopoder, ya que, a diferencia del segundo, no vigila, controla y manipula a los hombres desde afuera sino desde dentro de ellos mismos. La psicopolítica digital se apodera del inconsciente totalitariamente. “Cada vez se asemejan más votar y comprar, el Estado y el mercado, el ciudadano y el consumidor. El microtargeting se convierte en praxis general de la piscopolítica”.65 Se trata de un proyecto de coacción que conforma un modelo de subjetivación, de aparente libertad y renovado sometimiento. La libertad es algo a ser reinventado, pues no debe confundirse con el aislamiento que produce la coacción neoliberal. “La biopolítica es la forma de gobierno de la sociedad disciplinaria. Pero es totalmente inadecuada para el régimen neoliberal que explota principalmente la psique. La biopolítica que se sirve de la estadística de la población no tiene ningún acceso a lo psíquico”.66 El neoliberalismo, relacionado con la forma de producción del capitalismo actual, gira hacia la psique y ya no propiamente hacia el cuerpo y lo material, pues éste se enfoca hoy en día, más a formas de producción simbólica, inmaterial e incorpórea. “Para incrementar la productividad, no se optimizan procesos psíquicos y mentales. El disciplinamiento corporal cede ante la optimización mental”.67 Todo encuentra equivalencia en el mercado, no importa su valor, encontrará precio y mensurabilidad en éste. Uno mismo debe optimizarse, incrementar la eficiencia y el rendimiento personal, tender al éxito mercantil capaz de ser cuantificado; todo bloqueo existente en la psique que complique la sana funcionalidad del sujeto de trabajo, puede arreglarse terapéuticamente. Un ejemplo de esto es la literatura de superación personal y autoayuda. “La permanente optimización personal que coincide totalmente con la optimización del sistema, es destructiva. Conduce a un colapso mental. La optimización personal se muestra como la autoexplotación total”.68 La optimización personal contra sí mismo se practica atléticamente, es decir, no sin el cuerpo, pero sobre todo dirigido a la motivación y a la voluntad del sujeto. Esta ideología toma tintes teológicos, fanáticos, sobre la manera en la cual ésta debe operar sobre la psique -y ya luego el cuerpo- del sujeto de rendimiento “sin límite”. “La psicopolítica neoliberal, con su industria de la conciencia, destruye el alma humana, que es todo menos una máquina positiva. El sujeto del régimen neoliberal perece con el imperativo de la optimización personal, vale decir, con la coacción de generar continuamente más rendimiento. La curación se muestra como asesinato”.69 De esta manera, el futuro queda asegurado y su reproducción en estos términos descritos, psicopolíticamente en favor del capitalismo neoliberal. “La trascendencia del capital cierra el paso a la inmanencia de la vida”.70 El consumo se asume como parámetro del desarrollo de un país, la explotación contra sí mismo como elemento primordial de la productividad. El Big Brother se lleva por dentro, y entre adentro y afuera no hay ya un límite real: andamos desnudos todo el tiempo y el alma hace tiempo que expiró. Este capitalismo no va ya al cuerpo per se, sino a las emociones, desde allí produce ideológicamente necesidades, para incrementar el consumo, la productividad y el rendimiento. La racionalidad se emocionaliza quedando así atrapada la subjetividad en un sentimiento de insuficiencia, vacío y frustración permanente. “La psicopolítica neoliberal se apodera de la emoción para influir en las acciones a este nivel prerreflexivo”.71 La compulsión a consumir nos condena más en esta lógica de sometimiento y dominación, misma que aceptamos voluntariamente y practicamos inconscientemente.

A manera de conclusión

Como se dijo al inicio de este trabajo, por razones formales alusivas propiamente al espacio, no ha sido posible incluir los debates existentes y a las brasas que se vienen suscitando entre Han y otros pensadores, unos más vivos que otros. Esperamos haya el lector podido identificar, con quienes estaba nuestro filósofo debatiendo. Las conclusiones no conclusivas, tendrán también que exagerar en la brevedad y del mal aforismo, esperando otra oportunidad tan importante como ésta, llena de negatividad, crítica y revolución para aparecer. Todo aquello que no corresponde a lo numerable de acuerdo al rendimiento y la eficiencia, no es importante para esta sociedad pospolítica, posmetafísica, poshermenéutica. La transparencia es el camino de la información en la era digital, la información como pura exterioridad y positividad. El neoliberalismo ha vuelto sobrevivible la vida, las izquierdas aspiran a lo mismo. La sociedad de la información es una noción a medias realizada. No sólo el Estado mantiene un férreo control y vigilancia sobre los ciudadanos, el mercado ha generado las condiciones para obtener de nosotros la información de manera gratuita. El rendimiento niega la vida, ¿no podemos negar el rendimiento? Ocurre un cambio de escenario de la lucha de clases centrado en el sujeto. La indignación no es una vía significativa para el cambio político. Vivimos en sociedades de la información, construidas como redes neuronales complejas, interconectadas por sinapsis tecnológicas. El sujeto del rendimiento, cual Prometeo posmoderno, vive bajo la amenaza constante de un infarto neuronal: su alma está quemada, imagen terrible de la subjetividad contemporánea. El exterior desaparece. En lugar de la distinción por la vía de la negación de No-Yo, tenemos un Yo que es un exceso de autoafirmación sin contenidos. El exceso de positividad nos da la impresión de liberarnos mientras más nos sujetamos. Agonía de lo erótico en la vida actual. La falta de sentido de la alteridad hace que el narcicismo, etapa transicional necesaria para la ideación del Yo, se vuelva una regresión progresiva al infantilismo. Estamos sujetados al éxito. ¿Hace cuánto que no tienes un momento de libertad para no hacer nada? La política actual carece de ideología, de negatividad. Los Estados son empresas de marketing.

Bibliografía

Han, Byung-Chul. “¿Por qué hoy no es posible la revolución?”. El País, 22 de septiembre, 2014. http://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.htmlLinks ]

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Hardt, Michael y Tony Negri. Imperio. Barcelona: Paidós , 2005. [ Links ]

1 Nota a los lectores: Esté artículo no se ha publicado hasta ahora porque, de acuerdo a las normas de publicación de En-claves del pensamiento, debe mediar un período de carencia de dos años con respecto a un trabajo previamente publicado en esta revista por un mismo autor.

2Véase Byung-Chul Han, “¿Por qué hoy no es posible la revolución?”, El País, 22 de septiembre, 2014. http://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html

3Ibid.

4Byung-Chul Han, En el enjambre (Barcelona: Editorial Paidós, 2014), 93.

5Han, “¿Por qué hoy...?”.

6Ibid.

7Ibid.

8Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio (Barcelona: Editorial Paidós, 2012), 19-20.

9Ibid., 22-23.

10Ibidem.

11Ibid., 27.

12Ibidem.

13Ibid., 29.

14Ibid., 30.

15Ibid., 46.

16Ibid., 59.

17Ibid., 60.

18Han, La sociedad del cansancio, 77.

19Byung-Chul Han, Piscopolítica (Barcelona: Editorial Paidós, 2014), 88.

20 Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia (Barcelona: Editorial Paidós, 2013), 68.

21Ibid., 12.

22Han, Piscopolítica, 91.

23Ibid., 115.

24Ibid., 116.

25Han, La sociedad de la transparencia, 18.

26Ibid., 35.

27Ibid., 22.

28Han, Piscopolítica, 92.

29Han, En el enjambre, 39.

30Han, La sociedad de la transparencia, 37.

31Ibid., 41.

32Han, Piscopolítica, 93.

33Han, La sociedad de la transparencia, 69.

34Byung-Chul Han, La agonía del Eros (Barcelona: Editorial Paidós, 2014), 10.

35Ibid., 11.

36Ibid., 13.

37Ibid., 47.

38Ibid., 23.

39Ibid., 34.

40Ibid., 35.

41Ibid., 36.

42Ibid., 42.

43Ibid., 64.

44Ibid., 52.

45Ibid., 69.

46Han, En el enjambre, 33.

47Ibid., 14.

48Ibid., 32.

49Ibid., 58.

50Han, Piscopolítica, 102.

51Han, En el enjambre, 16.

52Han, Piscopolítica, 104.

53Han, En el enjambre, 31.

54Ibid., 57.

55Han, Piscopolítica, 93.

56Han, En el enjambre, 42.

57Ibid., 46.

58Han, En el enjambre, 47.

59Ibid., 52.

60Han, Piscopolítica, 86.

61Han, En el enjambre, 56.

62Ibid., 90.

63Ibid., 80.

64Ibid., 94.

65Han, Piscopolítica, 95.

66Ibid., 38.

67Ibid., 42.

68Ibid., 48-49.

69Ibid., 51.

70Ibid., 79.

71Ibid., 75.

Recibido: 15 de Diciembre de 2015; Aprobado: 04 de Octubre de 2016

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