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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.12 no.23 México ene./jun. 2018

 

Entrevista y reflexiones

Una conversación con Franco “Bifo” Berardi

A Conversation with Franco “Bifo” Berardi

Orietta Perni* 

Angelo Sturiale** 

Juan Dorado*** 

* Profesora del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política del Tecnológico de Monterrey (Campus Monterrey), e-mail: orietta@itesm.mx.

** Profesor de Teoría, Composición y Cultura Musical en el Departamento de Industrias Creativas del Tecnológico de Monterrey (Campus Monterrey), e-mail: angelo.sturiale@itesm.mx.

*** Investigador postdoctoral de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey (Campus Ciudad de México), e-mail: jdoradoromero@itesm.mx.


El filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi, una figura de prestigio internacional y un reconocido experto en las relaciones entre tecnología y humanidades en la sociedad contemporánea, visitó el pasado mes de febrero el Campus Monterrey del Tecnológico de Monterrey, invitado por la Cátedra Alfonso Reyes. Entre las dos conferencias públicas pronunciadas los días 20 y 22 de febrero de 2018, tres profesores tuvimos la oportunidad de conversar con Berardi en italiano, su lengua materna. Esta conversación tuvo lugar la mañana del miércoles 21 de febrero.

Orietta Perni: Bienvenidos, estamos hoy aquí recibiendo a una persona importante. Filósofo, activista; seguramente te han presentado de mil maneras diferentes: Franco Berardi, que viene directamente desde Bolonia (Italia). Tenemos la oportunidad algunos representantes de nuestra pequeña comunidad italiana de hacerle algunas preguntas, de hablar a micrófono abierto con él. La primera pregunta para romper el hielo tiene que ver con las nuevas generaciones. Somos profesores, nuestro público principal son los estudiantes entre 18 y 23 años. Estamos en contacto con sus ideas, vemos cómo crecen, cómo se van desarrollando. ¿Cuál crees que es la relación entre estas nuevas generaciones y las ideologías? Sabemos que eres una persona comprometida desde el punto de vista ideológico. Sé que “ideología” es una palabra fuerte. A mí me da miedo, a veces, usarla. Los mismos alumnos deberían saber cuándo y cómo usarla. En fin, has sido y eres una persona muy involucrada en actividades políticas. ¿Cómo crees que los jóvenes se relacionan con las grandes ideas? ¿Cuáles creen que son sus puntos de referencia?

Franco “Bifo” Berardi: He enseñado casi toda mi vida…casi 50 años, desde el 68 he hablado con jóvenes de temas políticos. Si comparo esta nueva generación con las anteriores, debo decir que encuentro que esta nueva generación está más informada. Saben mucho más de lo que yo podía saber cuando tenía su edad. Pero también son mucho más frágiles. Es esa fragilidad lo que más me impresiona. Su relación con la política es doble. Por una parte, no creo que haya disminuido el interés por la cosa pública, por la política en general. El interés está más documentado e intenso. Pero también es absolutamente frágil. Es como si no existiera la capacidad de decidir de manera eficaz. Cualquier cosa que hagamos, me dice mi interlocutor joven, no cuenta para nada. No son capaces de crear relaciones políticas, sentimentales, cotidianas que duren en el tiempo. Los grandes movimientos de los últimos años, desde los No Global al movimiento Occupy, no han sido capaces de crear formas de vida. No digo tanto estructuras políticas, sino formas de vida duraderas en el tiempo. La precariedad es el elemento que define, en el plano psíquico y social, a estas nuevas generaciones. Esto me deja con mucha incertidumbre; porque tengo la impresión de que nos comprendemos cuando hablo con jóvenes, pero el sufrimiento de mi interlocutor hace que esta comunicación desaparezca en la nada al poco tiempo.

Orietta Perni: Aquí, por ejemplo, en esta universidad tenemos una materia para hablar de “ciudadanía”, desde ir a votar hasta cómo relacionarse con la comunidad, sobre cómo ser un ciudadano activo. Obviamente, cada uno según su posibilidad. ¿Qué te parece este intento de acercar a los jóvenes a la ciudadanía? Creo que es un valor que deberíamos tener intrínseco, vivirlo. ¿O es algo que tenemos que volver a aprender?

Franco “Bifo” Berardi: Es eso que en Italia se llamaba Educación Cívica, que era la hora más aburrida. Más aburrida que las matemáticas. No quiero ser provocador. Pero no creo en ello. No creo que el acceso a una dimensión política, colectiva, se pueda enseñar en la escuela, desde una institución, desde la autoridad. Debe provenir de una experiencia que se aleja de lo establecido. Cuando un poder, incluso democrático, bienintencionado, me dice qué debo creer sobre la democracia, la libertad o la autonomía, algo me hace sospechar. Lo digo no para desvalorizar esta enseñanza, está bien que esté. Lo que quiero valorizar es el hecho de que la dimensión colectiva sólo se construye de verdad en condiciones de autonomía, es una experiencia que no puede provenir de ninguna altura, ni desde la altura del poder político ni desde la altura de la autoridad académica o científica. Debe ser una experiencia vivida en el placer y en el sufrimiento colectivo. De otro modo, no es nada.

Angelo Sturiale: Como músico y compositor, como enseñante de materias musicales, quería orientar mi pregunta sobre el sentido de la escucha. Creo que en la contemporaneidad está en crisis. Por un lado, tenemos una contaminación acústica, una simultaneidad de señales sonoras que anulan la capacidad crítica. Por otro lado, experimentamos una incapacidad de escuchar y una exposición individual y colectiva hacia lo visual, de una manera jamás vista en la historia humana. Dos cuestiones, pero están ligadas entre ellas. El hecho de que los jóvenes, y los no tan jóvenes, se estén acostumbrando a responder en las redes sociales con imágenes: gifs y memes estandarizados que provienen del imaginario hollywoodiense. Le pregunto sobre el aburrimiento que los hace incapaces de encontrar palabras; esa utilización cada vez menor del medio verbal y recurrir cada vez más a imágenes preestablecidas. Por esta razón, ¿cómo podemos imaginar, sin caer en la tecnofobia o ser progresistas a ultranza, la comunicación verbal en la contemporaneidad vista esta exposición excesiva a lo visual en un mundo donde ya nadie escucha?

Franco “Bifo” Berardi: Son cuestiones tremendas y muy interesantes. La primera va sobre la inmersión en un tipo de universo donde se pierde la incapacidad de singularizar una experiencia auditiva. Debo decir que fui crítico musical en los años ochenta, en una revista milanesa. Me dedicaba, sobre todo, a la New Wave: Philip Glass y David Bowie, por así decir. Pero después han venido otros ritmos como el rap, el tecno, las diversas fusiones, ritmos de mucha acumulación sonora…También tengo que decir que desde entonces he dejado de escuchar novedades musicales. Si quiero escuchar música, escucho todavía Philip Glass y David Bowie. Desde entonces, la escucha ha sufrido un bombardeo neuronal y sonoro donde se hace muy difícil singularizar, encontrar un camino propio en esa facultad de escuchar. Esto es contemporáneo con la hipertrofia de la dimensión visual. ¿Pero cuál es la diferencia entre lo visual y lo sonoro (y también lo lingüístico, lo discursivo)? Antes se decía, y ahora también, que una imagen vale más que mil palabras. De acuerdo, pero esto es una cosa también muy peligrosa: nos estamos convirtiendo en cada vez más dependientes de lo que recibimos y más incapaces de crítica. Crítica significa distinción, la capacidad de distinguir el bien del mal, lo bello de lo feo…esta capacidad tiende a decrecer con esta nueva intensificación de los estímulos neuronales donde lo visual se convierte en el vector principal de la comunicación. Pero, ¿y entonces? ¿Cómo actuamos para poder comunicar nuestros discursos o producir música, poesía u otros tipos de arte? MacLuhan había dicho en 1964, en Understanding Media, que, cuando la secuencia de la escritura se da simultáneamente con la electrónica, las formas de la crítica ceden el paso a un retorno de la mitología. Él era un genio porque había entendido, con treinta años de anticipación, lo que hoy es evidente: la mitología ocupa el lugar de la crítica. Esta desaparición de la crítica es peligrosa. Pero, por otra parte, nosotros tenemos que aprender a hablar el lenguaje de la mitología. ¿Somos capaces de hacerlo en la música, en la poesía, incluso en la comunicación política? Esta es el gran reto del comunicador contemporáneo: mantener la capacidad de distinción, de crítica, en el interior de lenguaje de la mitología.

Juan Dorado: Puesto que me dedico a la filosofía política, mi pregunta es política. Va sobre esa precariedad que aparece como gran condición transversal contemporánea. En los años setenta, los movimientos autónomos italianos decían “Precario è bello” [Precario es bello]. Tu primer libro se llamaba Contro il lavoro [Contra el trabajo]. Sé que hoy lo que entendemos como precariedad es muy diverso de aquello que se proponía en los setenta. Pero me parece muy interesante entender cómo ha cambiado esto, cómo ahora la precariedad es una condición de miseria económica, pero también psíquica, una causa de depresión y malestar. Me interesa saber qué crees que ha pasado: ¿cómo ideas que aparecían como una liberación treinta años después aparecen como una tortura cotidiana?

Franco “Bifo” Berardi: La frase “Precario è bello” circulaba en los movimientos de los años setenta. Yo tenía unos amigos napolitanos que trabajan tres meses al año en Alemania, ganaban el salario en marcos, y después volvían a casa y vivían de vacaciones el resto del año. Esto era posible por las condiciones del mercado de trabajo, porque los trabajadores habían logrado formas de organizarse que les hacían obtener salarios altos. Además, gracias al desarrollo de la técnica, necesitábamos cada vez menos trabajo para reproducir el mundo de lo necesario, entonces nuestro tiempo puede ser liberado para ir a tomar el sol en la playa, para ocuparse del sufrimiento psíquico de alguien, o para enseñar matemáticas a los niños…Había una riqueza en ese rechazo del trabajo asalariado. Pero, ¿qué ha pasado? Que el mercado de trabajo se ha globalizado, vienen trabajadores de países pobres a los que se les puede pagar salarios mucho más bajos de los que reclaman trabajadores europeos, occidentales. Así, las condiciones del mercado de trabajo se han convertido en desfavorables, la precariedad ya no significa libertad del trabajo, sino que desde un cierto momento ha significado miseria, ha significado la necesidad desesperado de encontrar un trabajo mañana, porque cada día debo reconquistar mi puesto de trabajo. Por eso la situación se ha revertido. ¿Pero es esto inevitable? La respuesta es no. Esto sólo es inevitable en las condiciones del capitalismo financiero. Pero no es una necesidad natural. La técnica se ha desarrollado de modo que una reducción del tiempo de trabajo está cada más al alcance de nuestra mano. Además, uno de los temas más recurrentes es que llegan los robots y son un peligro para nuestro trabajo. Bienvenido ese peligro. Pero, atención: si la supervivencia de mi familia está constreñida a mi trabajo asalariado tengo que asegurarme no perderlo, lo que lleva al miedo a los robots. Pero esto no es natural, no es necesario. Puesto que la técnica nos permite realizar una producción riquísima y una liberación del tiempo de la vida humana, entonces la forma salario no tiene ya sentido, es una forma que hoy significa constricción, amenaza, esclavismo, empobrecimiento. ¿Hay una manera de salir de esta trampa? Sí que la hay, empecemos a dejar de pensar que para sobrevivir hay que trabajar 40, 50 o 60 horas a la semana y empecemos, por el contrario, a pensar que el salario, es decir, la supervivencia debe transformarse en una garantía para todos. ¡Es técnicamente posible! El límite es solamente cultural. ¡Liberémonos de ese límite! ¡Liberémonos de esa superstición que es el trabajo asalariado! Entendámonos: esta no es una utopía de algún filósofo loco. Esto lo sostienen gran parte de la intelectualidad de Silicon Valley. Larry Page, por ejemplo, ha dicho en una entrevista hace dos años, que si Google pusiera a disposición todo aquello que ya ha sido generado en el plano científico, la mitad del trabajo de este planeta desaparecería mañana por la mañana. Cuando la izquierda, los sindicatos o gran parte de la opinión pública escuchan estas palabras se asustan. Se dicen: mañana no tendré mi trabajo, mañana no tendré mi salario, así que mis hijos morirán de hambre. No, no este el sentido de las palabras de Larry Page. No, lo que quiere decir es que pongamos en práctica todas las potencialidades de los saberes científicos y tecnológicos, para liberar a la gente de la esclavitud del salario. Sí, también sé que es no es tan fácil.

Juan Dorado: Aunque ahora se habla mucho del Basic Income, de una renta o ingreso básico... Pero estoy de acuerdo contigo: también creo que la izquierda está todavía encadenada a una ética del trabajo. Lo veo como una gran traición de la izquierda institucional respecto a los principios originales de emancipación del trabajo asalariado. Falta todavía una conciencia de la potencialidad que tiene una medida como la renta básica universal e incondicional. No obstante, en la mayoría de partidos de izquierda se sigue creyendo que es una política económica inasumible, que creará gente perezosa y aprovechada. Un discurso que los emparenta con el viejo discurso liberal. No sé si piensas lo mismo, pero considero que las mismas organizaciones izquierdistas tienen miedo de la libertad que puede dar un salario universal garantizado, como algo que puede independizar también a los trabajadores del clientelismo de partidos y sindicatos oficiales. Creo que tienen pavor de no tener ya clientes. No sé si compartes este punto de vista.

Franco “Bifo” Berardi: Creo que lo que hemos llamado izquierda durante más de cien años ha perdido su gran ocasión a finales de los años setenta. Ha habido un momento desde 1968 hasta finales de los años setenta o principios de los ochenta, un momento en que la fuerza del movimiento obrero, la fuerza de la tecnología, es decir, la alianza entre conocimiento y libertad habría hecho posible un cambio profundo del paradigma social, en esa época era posible imponer al capitalismo, a la clase dirigente, una reducción considerable del tiempo de trabajo. En Italia decíamos trabajar menos para trabajar todos. Trabajar menos no devalúa, no quiere decir que nos haremos perezosos, que dormiremos sin hacer nada, no. Significa que haremos las cosas más indispensables para la vida humana: leer libros, escuchar música, curarse psíquicamente y hacer el amor. Abrir felizmente la relación entre seres humanos. Existía esta posibilidad en la conciencia de tanta gente en muchos países del mundo. Ciertamente, también en Italia. Esta posibilidad se ha perdido porque el movimiento obrero identifica su supervivencia en la forma del trabajo asalariado. El movimiento obrero ha decidido defender la composición existente del trabajo, antes que correr el riesgo de una profunda mutación antropológica, más aún que política. El problema es: ¿cuarenta años después somos todavía capaces de volver a ese punto de restituir la felicidad?, ¿de reducir el trabajo a la cantidad necesaria? Digo la verdad: no lo sé. Sin embargo, para mí esa es la única salida a la catástrofe que estamos viviendo en el mundo, catástrofe psíquica, antes que política y económica. Y como ése es, en mi opinión, el camino debemos repetir que esa posibilidad existe gracias a la técnica. Pero la técnica sin conciencia no puede producir nada bueno.

Angelo Sturiale: Una pregunta sobre la convivencia entre diferentes pueblos. La presencia cada vez mayor de inmigración musulmana en países occidentales está produciendo un incremento de la islamofobia, aunque también vemos una islamofília bastante acrítica en ambientes progresistas. Michel Onfray, en su libro Decadencia, habla sobre esta cuestión. Así, cita datos demográficos sobre el descenso de la natalidad. Además de la crisis económica, también apunta a los cambios en la moral sexual. Mucha gente ya no desea tener niños. El sentido de la familia ha cambiado profundamente respecto de lo que era hace unas décadas. Por otra parte, asistimos a la presencia de cada vez más musulmanes que llegan a Europa, que no tienen estos filtros posmodernos sobre la familia: disminuye el número de nativos y aumenta el número de nuevos europeos con orígenes islámicos. Y esto provoca el miedo de muchos en Europa. ¿Cómo podemos afrontar este tema?

Franco “Bifo” Berardi: Más que hablar del Islam como un hecho aislado, preferiría hablar de la obsesión identitaria, que es el verdadero fenómeno emergente de nuestro tiempo. Pensemos en cómo eran Túnez, Egipto, Siria, Irak o Irán en los años 60 o 70 cuando la presencia de las mujeres en el ámbito público se estaba difundiendo en un modo más libre, cuando la relación entre mundo árabe y mundo europeo parecía que pudiese abrirse de una manera colaborativa y pacífica. Después han pasado algunas cosas. Los Estados Unidos usaron su poder para imponer a esos países unas condiciones políticas inaceptables, por ejemplo, la humillación a los palestinos. Tras la Revolución de Jomeini ha crecido la reacción de los humillados: cuando se usa la humillación en la relación con el otro, este otro antes o después reaccionará agresivamente. Aunque tampoco soy de los que dice que el Islam será, después de todo, algo bueno, porque si lees el Corán…no lo creo. Lo que me parece malo del islamismo es la obsesión monoteísta, que no es sólo islámica, sino también cristiana. Estoy leyendo un libro de Joyce Carol Oates que se llama American Martyrs: describe lo que es hoy el cristianismo radical americano, hablamos de decenas de millones de personas decisivas para la elección de Donald Trump. Así que lo que me preocupa es este fanatismo, esta obsesión identitaria que toma formas religiosas, raciales, nacionalistas. Este es el fenómeno de nuestro tiempo, no el Islam. Nosotros los europeos, los occidentales en general, porque el mismo problema lo tenemos en los Estados Unidos de América, hemos terminado por identificar el peligro islámico con la gran marea migratoria. Y aquí empieza una catástrofe colosal. Estoy pensando en el Mediterráneo, en Lampedusa, el punto más agudo de la contraposición entre mundo colonialista y mundo colonizado. Estamos ahora cumpliendo 200 años (500 años, si lo miramos desde el punto de vista mexicano) de colonialismo, de explotación colonial, de esclavismo. No podemos pensar que la rendición de cuentas de este periodo acabe pacíficamente, amigablemente. Pero podemos trabajar para que sea lo más colaborativo posible, mejor que exasperar nuestro integrismo contra el integrismo de los excolonizados, que no son tan “ex”, porque el colonialismo continúa. No creo que podamos salir indemnes de esto. Desde el punto de vista italiano, la incapacidad de asumir la responsabilidad de 150 años de colonialismo italiano, está produciendo hoy el regreso del fascismo de una forma más violenta y fanática de la que hemos conocido hace un siglo. Estamos rehaciendo la guerra en Libia, como si no fuera con nosotros. Estamos utilizando nuestros esclavos libios para torturar a los africanos de Nigeria que nos dan miedo. No somos capaces de afrontar nuestra responsabilidad pagando el precio que debemos pagar, un precio esencialmente económico que se llama redistribución de la riqueza. De esta manera un problema difícil lo estamos convirtiendo en un problema imposible, lo estamos transformando en una guerra, ¡una guerra que perderemos! Desde el 11S debemos entenderlo: Occidente no vencerá esta guerra. También por la sencilla razón de que ellos tienen más hijos que nosotros. Yo creo que en este asunto de la fertilidad se encuentra una de las razones más profundas del racismo y el machismo contemporáneos. Esas políticas de fertilidad que vemos en los países europeos, en Polonia, en Francia, ¿estamos tontos? Esto es una señal de locura absoluta. Esto no es más que racismo: el problema de la defensa de la raza blanca. En Italia se están yendo los jóvenes más brillantes, pero están llegando muchos africanos. Pero no hay ninguna invasión. Deberían llegar mucho más africanos. Yo soy un pensionista y mi pensión la pagan los trabajadores en activo. Sin inmigrantes que trabajan y cotizan, el Estado italiano no podría pagarme la pensión. Intentemos razonar en estos términos, y no en términos de blancos y negros. Porque en la profundidad del inconsciente occidental se encuentra eso que sólo puede decirse con las horribles palabras “defensa de la raza”. Y raza no quiere decir nada, lo que nos diferencia es sólo el color de la piel, eso no es una verdadera diferencia, que sería la de las diversas singularidades, no entre las diversas homogeneidades raciales. Esto me agita porque nos está llevando a la guerra, la violencia, el odio, la destrucción…en lugar de ver las cosas desde el punto de vista de la utilidad común. ¿Crecerá el número de italianos con piel negra? Claro que debe crecer. ¿Y entonces? ¿Qué cambiará esto? ¿No son italianos los que no tienen la nacionalidad? En Italia hay 800.000 personas que han nacido en Italia, han estudiado allí, juegan en una escuela de fútbol italiana, conocen a Dante Alighieri mejor que yo, pero no son italianos porque tienen la piel negra. ¿Es éste un mundo razonable? Esto es un mundo de locos.

Orietta Perni: En todo esto que acabas de comentar aparece también la cuestión europea. Aparte del tema migratorio, ¿es todavía la Unión Europea una buena referencia? No sólo para los europeos, sino también fuera de Europa. En México, la dependencia de los Estados Unidos de América es muy fuerte. Hay una necesidad de colaborar, de colaborar con otros estados, algo diferente que no lo condene a seguir dependiendo de los Estados Unidos. Pero después del Brexit, ¿es todavía una referencia a tener en cuenta?

Franco “Bifo” Berardi: La Unión Europea ha sido, en mi opinión, la más grande intuición política y cultural del siglo XX. Ha sido una intuición maravillosa porque no sería la identidad nacional, racial o religiosa lo que nos permitiría vivir juntos. Lo que nos permitiría vivir juntos sería la capacidad de colaboración para mejorar la vida de todos, la contaminación cultural, los franceses y los alemanes, el iluminismo y el romanticismo, esa es la gran contribución europea: superar esta confrontación y poder vivir gracias a las diferencias y no a pesar de las diferencias. Pero, desgraciadamente, esta Unión Europea ya no existe. Siento tener que decirlo, pero ha acabado. Porque, ¿qué es la Europa desde Maastricht hasta ahora, desde que el principio neoliberal ha vencido en la Unión Europea? Se ha convertido en sólo una cosa: un sistema de homologación financiera. Todo debe someterse al principio de integración financiera. En nombre de esta integración, se ha obligado a todos los países a seguir el ritmo de la competición, el ritmo del crecimiento acelerado, el ritmo de lo que hoy llamamos Fiscal Compact. Traducido en la experiencia común, Fiscal Compact quiere decir que los países más pobres de Europa, como Grecia, Italia, España, hasta Francia, por decir la verdad, también Irlanda, están obligados a aceptar una lógica productiva -y una cultura- que no es la de ellos, y que hace saltar las formas de vida de los diversos países europeos. Y también ha hecho desaparecer el afecto por la Unión Europea que era muy fuerte hace 20 años, y que está completamente agrietándose en los últimos años. Julio de 2015 es el momento en que, para mí, acaba la historia de la Unión Europea, cuando el pueblo griego ha sido obligado a aceptar una humillación política extraordinaria, cuando el 62% de los griegos votan contra el memorándum de la Troika del sistema financiero europeo, y los obligan contra su voluntad a aceptar el principio financiero del Fiscal Compact. Ese día yo, que creo haber sido íntimamente europeísta, he dicho: Europa ha acabado. ¿Pero se trata de volver a la moneda nacional? ¿de volver a la identidad nacional? Absolutamente no. Se trata de decir, si esta Europa ha terminado, hagamos otra, comencemos desde el principio. Es lo único que podemos hacer. Pero para comenzar, quitemos de en medio el cadáver. Esto es lo que está sucediendo. Y será, me temo, muy, muy doloroso.

Juan Dorado: Me gustaría aprovechar esta última pregunta para hacer una pregunta sobre una noticia muy actual, justo de hoy mismo (21 de febrero de 2018). Hace pocos meses fue censurada la performance Auschwitz on the beach que debías representar en el festival Documenta de Kassel. Lo que provocó un escándalo. Hoy mismo, en ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid, han retirado una obra de un artista español, Santiago Sierra -que, por cierto, ha vivido muchos años aquí en México-. Esta obra consistía en una serie de retratos de presos políticos en España. Lo que ha escandalizado es que, entre ellos, estaban independentistas catalanes, pero también aparecían presos anarquistas, algunos sindicalistas. El director de IFEMA, la institución pública donde tiene lugar la feria, ha dicho que había que retirarla porque era demasiado polémica, que la gente sólo iba a interesarse por esa obra y no por el resto de la feria, y que los galeristas iban allí a hacer negocio. Esta ha sido la excusa. Sin embargo, me parece obvio que se trata de un asunto político. También estos días ha sido condenado un joven cantante de rap por cantar contra la monarquía española. Al hilo de lo que estabas diciendo, creo que esto también forma parte de esa decadencia europea, de una regresión autoritaria muy fuerte. Existen tabúes. Pero lo que me parece algo poco inteligente por parte de las autoridades es que si, en una feria de arte contemporáneo, quitas esta pieza, sólo se hablará de esta pieza. Lo mismo que ocurrió con su performance: al final lo que recordamos del último Documenta es una obra que nunca llegó a existir. ¿Qué puedes decir sobre estos actos de censura?

Franco “Bifo” Berardi: Se pueden decir muchas cosas. ¿Qué arte podemos hacer hoy? A la pregunta, ¿qué es el arte? No tengo ninguna respuesta. Arte es cualquier obra a la que atribuimos un significado de comunicación no finalizada, no económicamente finalizada, lo que el artista considere arte, después algunas obras pueden gustarnos y otras no, pero no podemos discriminar. Mi experiencia con Auschwitz on the beach es que el efecto de una obra depende, en gran parte, del modo en que el sistema del arte es capaz o incapaz de aceptarla. Y el efecto paradójico, en Madrid o en Kassel, es que una performance que nadie ha visto, que no se ha hecho y que no se hará nunca, ha tenido una relevancia fortísima porque esas cuatro palabras AUSCHWITZ-ON-THE-BEACH, campos de concentración que desde Grecia hasta Lampedusa, desde Ceuta y Melilla hasta Calais, desde Ventimiglia hasta Turquía y Libia, están proliferando en el Mediterráneo. Esas cuatro palabras han sido suficientes para tener un efecto fortísimo en Alemania, de escándalo y de discusión, de cambio en la posición de muchísimas personas. El arte como provocación. No es denuncia, yo no creo en el arte de denuncia, creo en la provocación. Provocar: llamar fuera lo que está escondido. La función del arte, si es que el arte tiene una función, es esa de sacar a la luz lo que hasta ese momento ha estado oculto. Y en mi caso como en el de Sierra, ¿qué es lo que se escondía y necesitábamos llamar para que apareciera? Es el hecho de que los europeos están entrando en un túnel de miedo, de agresividad y de racismo. Y sin que se den cuenta. Nadie se da cuenta de las 30.000 personas ahogadas en el Mediterráneo, y son cifras oficiales, la realidad es mucho más grave que ésta…o de las 700. 000 personas detenidas en un país como Libia donde la violencia, la violación o la tortura son un hecho cotidiano. Esto significa regresar a un abismo, siento tener que decirlo, porque son palabras que me dan miedo, pero es así. Entonces, busquemos ser conscientes de lo que nos está ocurriendo. La tarea del arte es ayudar a tomar conciencia.

La transcripción y traducción del italiano al español de esta conversación ha corrido a cargo de Juan Dorado.

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