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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.11 no.22 México jul./dic. 2017

 

Artículos

La cuestión territorial española a la luz de Unamuno

The Spanish Territorial Issue in The Light of Unamuno

Ignacio Valdés López* 

* Profesor en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), España, nachovaldex@gmail.com


Resumen

La política contemporánea, mermada para la dirección social, necesita una urgente revisión que permita la reestructuración de lo comunitario. La conceptualización empleada, desposeída de su sentido profundo y esencial, requiere una adaptación al mundo global. España, como objeto de reflexión filosófica, acusa el doble movimiento de los regionalismos y la mundialización siendo, por este motivo, un adecuado arranque para la transformación de la dimensión política de los Estados actuales.

Palabras clave: conflicto dialéctico; categoría de aceleración; dialéctica amigo-enemigo; globalización; nacionalismo

Abstract

Contemporary politics, impaired for social direction, demands an urgent review which allows for a restructuring of the community sphere. The employed conceptualization, stripped of its deep and essential meaning, required an adaptation to the global world. Spain, as an object of philosophical reflection, and being affected by both regionalisms and globalization, constitutes an adequate starting point for the transformation of the political dimension of modern States.

Keywords: dialectic conflict; category of acceleration; dialectic friend or foe; globalization; nationalism

Introducción

En el actual momento de fractura comunitaria se está generando un proceso de alteración constante que impide la asimilación de los procesos políticos y sociales.1 El problema catalán ejemplifica la evolución a la que está siendo sometida la política española, necesitada de renovación por haberse quedado anclada en el pactismo interesado de la Transición. De hecho, el sentido profundo de la problemática que está desplegándose se pierde en el intricado laberinto de sentimentalidades que chocan visceralmente en el escenario político. Se trata, por lo tanto, de un momento único del que extraer un examen valioso que permita penetrar en los regionalismos y en la estructura institucional de España. Por añadidura, se produce una desintegración de la comunidad que choca con las tendencias globales a las que están sometidos los Estados contemporáneos.

Hace ya tiempo que viene cumpliéndose en los sentimientos sociales, por lo que a la patria respecta, un curioso fenómeno que cabe llamar polarización, consistente en que van creciendo paralelos el sentimiento cosmopolita de humanidad y el apego a la pequeña región nativa. El regionalismo se acrecienta de par con el cosmopolitismo, a expensas del sentimiento patriótico nacional.2

El conflicto dialéctico, como fundamento básico para la comprensión de la realidad, precisa de una renovada herramienta para su análisis teniendo en consideración la falta de racionalidad de la política.3 Únicamente a través de la conceptualización, de la palabra que define el lugar propio en oposición a la alteridad, se posibilita la construcción de la contemporaneidad tomando asiento sobre los antagonismos existentes materializados en agrupaciones humanas antitéticas.4 Esta noción sobre lo comunitario se acerca a la asumida por Miguel de Unamuno en su trabajo intelectual, pues consideró como estímulo de la situación histórica, social y política el enfrentamiento agónico de contrarios.

El enfrentamiento dialéctico, fue considerado por el catedrático como el verdadero estímulo para la creatividad y el establecimiento de salidas ante los contextos de crisis. La política, como base para la convivencia comunitaria, debe alimentarse desde la contradicción establecida por nociones antitéticas que consientan con la discusión enriquecedora. Es por esto que el conflicto catalán, implícito en el más amplio problema de la organización territorial española, ha abierto el camino para la disputa entre nociones opuestas de organización social. España supone un ejemplo de conflictividad política, no existe una lectura unívoca sobre su supuesta realidad esencial. A este respecto, resulta especialmente interesante, al menos para el caso hispano, la noción sobre el nacionalismo que considera las naciones como un artificio o constructo; como una “comunidad imaginada”5 para la que durante el XIX se instituye toda una simbología identitaria.6

¿Contradicción? ¡Ya lo creo! ¡La de mi corazón, que dice sí, y mi cabeza, que dice no! Contradicción, naturalmente. […] ¡Contradicción!, ¡naturalmente! Como que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción.7

Metodología para el acercamiento al presente

El análisis de lo cotidiano debería asumir las diferencias para hacer vivo el pasado en el presente con el fin de instaurar el avance político y social buscando la adaptación y asimilación de los elementos contrapuestos. De no intentarse este análisis conciliador se establecería definitivamente el “estado de excepción” denunciado por Walter Benjamin y aceptado como regla en las sociedades contemporáneas.

La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que vivimos es sin duda la regla. Así debemos llegar a una concepción de la historia que le corresponda enteramente. Entonces ya tendremos a la vista como nuestra tarea la instauración del estado real de excepción; con ello mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. No en último término consiste su suerte en que los adversarios salgan a su encuentro en nombre del progreso en cuanto norma histórica.8

El lenguaje establece el propio posicionamiento en la esfera social siempre en contraste con el otro; la alteridad resulta determinante para la toma de conciencia del propio lugar en la comunidad. Las relaciones y la autognosis vienen determinadas por la jerarquización instaurada en virtud del uso del lenguaje empleado con el objeto de dar forma a la multiplicidad de relaciones reconocibles en lo comunitario. El lenguaje entendido en este sentido puede introducir elementos pretéritos en el presente a través de la manipulación de una historia en perpetuo cambio y alteración.9

La contemporaneidad no puede encubrir la dialéctica amigo-enemigo nutrida para el mantenimiento de las posiciones propias. Resulta un elemento connatural a la política la determinación partidista de los enemigos para el sostenimiento de un sistema privativo.10 Sólo haciendo uso del contraste de puntos de vista, del enfrentamiento de ideas, se puede generar la necesaria dinámica social que consienta la renovación del sistema actual. En este sentido, el avance social únicamente se producirá por medio de la forzosa vigorización del legado ideológico.11 El enfrentamiento entre ideas vehiculizadas por la palabra permite la renovación del presente en virtud de esta dialéctica de contrarios capaz de rebasar el espacio político para fundar una nueva noción de lo común.

En el caso español, encontramos una comunidad construida sobre el conflicto y el enfrentamiento cívicos. El desafío se localiza en la conciliación de todas las sentimentalidades presentes en una unidad nacional que, hoy en día, no está claro cómo podrá alcanzarse. La manipulación, en forma de populismo, ha dividido a la población al introducir un concepto de pueblo en los regionalismos en oposición a una noción antitética detectable en el nacionalismo español.12 Sólo por medio del diálogo y el contraste racional podrá hacerse visible el problema para de esta manera tener la posibilidad de abordarlo;13 la palabra es el requisito básico para convertir lo figurado en una realidad posible.

la etimología, de la palabra problema. Que es el sustantivo que representa el resultado de la acción de un verbo, proballein, que significa echar o poner por delante, presentar algo, y equivale al latino procijere, proyectar, de donde problema viene a equivaler a proyecto. Y el problema, ¿proyecto de qué es? ¡De acción! […] Y un problema presupone no tanto una solución, en el sentido analítico, o disolutivo, cuanto una construcción, una creación.14

Apremia la modificación de la conceptualización dominante ya caducada. La dialéctica ilustrada, motor de la contemporaneidad, se encuentra agotada y se ha visto sobrepasada por el vertiginoso ritmo de cambio impreso por la categoría de aceleración. Debe generarse una dinámica discursiva que establezca nuevos proyectos políticos y sociales con el objetivo de generar nociones comunitarias que desbloqueen las lecturas maniqueas de lo real. De esta forma, el tipo de expresión más adecuado para la enunciación de lo esencial de la realidad se encuentra en el lenguaje lírico al estar dotado de la capacidad creativa o poiteica superadora de las limitaciones autoimpuestas en la conceptualización sociopolítica.

Taine era un crítico y un filósofo sistemático, muy grande en su campo, pero no en rigor un historiador, Zorrilla es, ante todo y sobre todo, un poeta. ¿Y un historiador? Paréceme que con poesía se llega mejor a la entraña, a la verdad verdadera de la historia, que no con filosofías sistemáticas.15

La particularidad española: nacionalismos en un mundo global

El mundo contemporáneo se encuentra sumido en un proceso homogeneizador derivado de la globalización. De esta manera, se tiende a la eliminación de diferencias en un mundo reconocible por sus políticas análogas y sociedades traspasadas por los mercados financieros. El presente asiste a la separación entre Estado y capitalismo creándose un camino propio para una economía en busca del rédito mercantil que sólo converge con lo social cuando entrevé beneficio.16 Sin embargo, en España conviven dos orientaciones contrapuestas en conjunción con la globalización: la representada por el nacionalismo periférico y el central.

El independentismo suele motivarse por la falta de reconocimiento de las particularidades de un territorio.17 La homogeneización cultural de la población a través de una identidad nacional dirigida por el Estado genera, por contraposición, el desarrollo de los nacionalismos secesionistas.18 La nación, en este sentido, entraña el cumplimiento moral de la noción estatal.19 Éste fue un tema conocido y tratado por Miguel de Unamuno debido a su recorrido intelectual, a sus orígenes y a la defensa de la regeneración de España que en la que intentó integrar todas las piezas del rompecabezas hispano. El bilbaíno desplegó una idea de lo nacional enfocada a la construcción de la tradición común española con sustrato en la colaboración de todos los pueblos: “en la tradición común española tienen que confluir las tradiciones todas de los pueblos todos que integran la patria”.20 Se manifiestan movimientos centrífugos que, en oposición a los centralizadores, introducen una ruptura en oposición al direccionamiento global. Este contexto no fue ajeno a Unamuno, pues trató de componer una organización nacional que tuviese en consideración la riqueza de todas las manifestaciones de la sentimentalidad nacional.

En España el nacionalismo ha supuesto la herencia de la historiografía decimonónica que buscó el patronato de una “historia general” con el fin de crear una guía nacionalista de tono cívico y educativo.21 Castilla se convertiría en el paisaje nacional por excelencia en un doble sentido: como realidad geográfica y como la imagen de una España ficticia forjada líricamente en el contexto político, social e histórico. Este mito castellanista reconoció una supuesta edad de oro en el siglo XVI que culminó en el decaimiento y abatimiento nacional.22

Recorriendo estos viejos pueblos castellanos, tan abiertos, tan espaciosos, tan llenos de un cielo lleno de luz, sobre esta tierra serena y reposada, junto a estos pequeños ríos sobrios, es como el espíritu se siente atraído por sus raíces a lo eterno de la casta.23

Se puede afirmar la existencia de múltiples formulaciones de lo español en la actualidad: los regionalismos se sitúan en oposición dialéctica logrando su propia identificación y, por su parte, el conservadurismo español teme por la desintegración de la identidad nacional.24 Esta última problemática no es exclusiva española debido a que, de manera genérica, se percibe entre los conservadores europeos una pérdida de las identidades nacionales.25 Los proyectos regionalistas españoles viven en gran medida de las prebendas logradas, pero no llegan a consumar su intención: el éxito generaría su desaparición. Por su parte, nación y nacionalismo se alejan de las actitudes populistas;26 la posibilidad para este tipo de posicionamientos se abre con crisis institucionales como la que está manifestándose.27 El populismo se desenvuelve a un nivel ontológico al pretender el desarrollo de un nuevo orden institucional y político; no busca la reconstrucción de una institución concreta, sino desbordar el mismo orden institucional motivando una crisis orgánica.28 La sensación de vulnerabilidad e inseguridad cultural derivadas de la globalización pueden suponer, si se unen a un deficiente liderazgo político, un impacto perjudicial para la organización estatal consintiendo así con la proliferación de estas tendencias.29

De manera genérica, pueden considerarse dos posturas enfrentadas para la generación de la nacionalidad: por un lado, es posible identificar el nacionalismo y, en oposición conflictiva, el federalismo. El primero establece una identidad superior al individuo cristalizada en la nación como combustible para el patriotismo y, por su parte, el segundo, enlaza al individuo con distintas nacionalidades conectadas con la libertad inscrita en un entorno social y cultural concreto. Por medio de estas dos actitudes es posible llegar a una tipificación identitaria que en el caso del nacionalismo adquiere el carácter de religión nacional que encuentra la legitimidad en la imposición de un determinado punto de vista orientado al dominio.30 Desde estas dos posturas se crean las naciones modernas.

En la política española se ha considerado el federalismo como un modelo de planificación estatal dirigido a la separación por generar una descentralización que desgasta la soberanía nacional. La diversidad idiomática y cultural española se entiende como un componente que pone en tela de juicio la unidad nacional.31 Con todo, los Estados federales poseen sus propias instituciones para regular los conflictos con la periferia ofreciendo un respaldo adecuado para la organización estatal.32 No obstante, y con independencia del modelo asumido, sólo cabe la integración de los regionalismos en el conjunto, pues implican una riqueza cultural que impulsa el contraste de opiniones que dinamiza a la palabra poética y creadora. En este contexto es donde podría darse una discordancia de posturas que, por medio del enfrentamiento dialéctico, consienta con otro tipo de arquitectura estatal más adecuada a las necesidades españolas y, por extensión, catalanas.

Cada región, cada casta de las que componen a España, debe procurar acusar, corroborar y fijar su propia personalidad, y el mejor modo de acusarla, corroborarla y fijarla, el único eficaz, consistente -no me cansaré de repetirlo- en tratar de imponérsela a las demás regiones o castas. Nadie se hace una personalidad por acción interna, sino por acción hacia fuera.33

En España, ya desde el capítulo I de la Constitución de Cádiz, se reconoció la representación federal en forma de Juntas que finalmente acabó por diluirse en un sentido más unitario del Estado;34 aunque durante la explosión romántica comenzaron a presentarse alternativas regionalistas en enfrentamiento al nacionalismo español.35 El comienzo de la ruta constituyente española indica una fuerte presencia regionalista haciendo de las publicaciones federalistas algo habitual en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. Asimismo, los grupos asociados se convencieron de la necesidad de una democracia española republicana y federal que encontraría en Cataluña el núcleo para este movimiento orientado a la descentralización del poder.36 Con todo, en España nunca se ha dado una política plenamente federal, pues durante la II República el pragmatismo político terminó por imponerse ante las demandas de los estatutos de autonomía inacabados.

Con independencia del tratamiento ofrecido en relación a estas dos actitudes, puede llegarse a la conciliación asimilando cada contribución positiva para una novedosa organización estatal.

Pero si Castilla ha hecho la nación española, ésta ha ido españolizándose cada vez más, fundiendo más cada día la riqueza de su variedad de contenido interior, absorbiendo el espíritu castellano en otro superior a él, más complejo: el español. No tienen otro sentido hondo los pruritos de regionalismo más vivaces cada día, pruritos que siente Castilla misma; son síntomas del proceso de españolización de España, son pródromos de la honda labor de unificación. Y toda unificación procede al compás de la diferencia interna y al compás de la sumisión del conjunto todo a una unidad superior a él.37

Resulta imprescindible, en la construcción de un Estado fuerte, incluir los elementos diversos detectables en el espectro político. Un adecuado espacio de convivencia no puede elevarse desde una única posibilidad, pues la tolerancia, en una proyección de este tipo, debe entenderse como uno de los primeros requisitos a tener en consideración en una comunidad que acepte las ineludibles divergencias. De esta manera, puede entenderse el enfrentamiento dialéctico en sentido unamuniano como la imposición del criterio propio en los demás, aunque consintiendo con la disconformidad para por este camino ser en los otros. Luego, el pensador bilbaíno estuvo de acuerdo con los regionalismos al considerarlos un elemento generador de variaciones creativas con posibilidades de una posterior implantación en política y sociedad. Todas las particularidades rastreables en una nación pueden servir de acicate para el impulso de una identidad compleja y adecuada a una contemporaneidad en constante cambio.

Lucharemos por la libertad de la cultura, porque haya ideologías diversas, ya que en ello reside la verdadera y democrática libertad. Lucharemos por la unidad de la cultura y por su universalidad, y tendremos fe en la libertad; y por la fraternidad, por la hermandad, nos entenderemos en un corazón y en una lengua.38

En el panorama hispano se ha producido de manera histórica una fuerte tendencia a la separación o segregación que encuentra su representación idiosincrásica en los regionalismos: “el peligro que amenaza todavía en España es la indesarraigable tendencia de ciertas regiones a cobrar autonomía”.39 Estos movimientos gozan de un gran recorrido, pues hunden su fundamentación en los supuestos orígenes míticos de la nación y son contribuyentes de la particularidad española. Sin estas diferencias sería imposible la identificación de lo español por resultar un fragmento necesario de su singularidad. Igualmente, esta misma inclinación hacia la separación puede suponer un fondo utilizable para la creación de una noción nacional más valiosa y fundada en el enfrentamiento dialéctico con posibilidades creativas.

Los movimientos nacionalistas poseen profundas raíces, pues después de la crisis finisecular del XIX se organizaron de manera prácticamente simultánea en Galicia, el País Vasco y Cataluña. En paralelo, también se enarboló un nacionalismo español en conflicto con las demandas regionalistas. Este último, fue resultado de la confluencia del tradicionalismo reactivo y el progresismo democrático. El primero dejó una impronta más profunda al vincularse la idea nacionalista conservadora con el catolicismo.40

En el orden más íntimo, en el orden más entrañable, en el orden religioso, toda la miseria de esta pobre España, enfangada en toda clase de mentiras, es que se perpetúa una mentira: la mentira de que España sea católica.41

Sin embargo, a pesar de su pervivencia y recorrido, todavía no se han encontrado alternativas a los nacionalismos por lo que mantienen su vigencia ofreciendo un modelo anacrónico inadecuado para las demandas presentes. El problema se produce por el carácter hispano, organizado en bloques monolíticos hundidos en una dogmática que impide escuchar al otro.

En esta sociedad, compuesta de camarillas que se aborrecen sin conocerse, es desconsolador el atomismo salvaje de que no se sabe salir si no es para organizarse férrea y disciplinariamente con comités, comisiones, subcomisiones, programas cuadriculados y otras zarandajas. […] acompaña a este atomismo fe en lo de arriba, en la ley externa, en el gobierno, a quien se toma ya por Dios, ya por el Demonio.42

Por encima de un determinado Estado jurídico o la vinculación a una comunidad cultural, debe tenerse en consideración la voluntad subjetiva para ingresar como miembro en un Estado nacional. Sin esta dimensión individual se hace imposible el alzamiento de una verdadera comunidad en la que tengan cabida las evidentes diferencias propias de lo español. La existencia de nacionalismos internos evita la construcción de una nación por la confluencia de varias conciencias nacionales en muchas ocasiones enfrentadas. El carácter de los nacionalismos, con independencia de su inclinación, invita a la dogmática y la exclusión ocasionando por este motivo una brecha de difícil solución. Estas políticas de oposición nacen con una finalidad reformista o separatista consiguiendo mediante este método cierto nivel de reconocimiento como nación jurídica. Así pues, el nacionalismo convierte al Estado en nación al crear una conciencia nacional como soporte ideológico de la nación política.43 Se hace imprescindible la utilización de la metáfora unamuniana que identifica a España con un crisol para fundir las diferencias tolerando la construcción de una nación nacida de la discrepancia creadora. “España no es nación, es renación; renación de renacimiento y renación de renacer, allí donde se funden todas las diferencias, donde desaparece esa triste y pobre personalidad diferencial”.44

Siguiendo al bilbaíno, el patriotismo genuino sólo puede ser inclusivo; no debe ensalzar la patria a costa de alguno de sus integrantes. En este sentido, el proceso catalán, y la reacción españolista asociada, está mostrando una idea patriótica que actúa por reacción y enarbola símbolos por oposición para su génesis identitaria. “La repito siempre que algún patriotero cree necesario, para exaltar a su patria, deprimir alguna o algunas otras patrias, la repito siempre que me encuentro con patrioterías por exclusión, siendo así que el sano patriotismo es inclusivo”.45

A todas luces en el territorio nacional viene desarrollándose un conflicto sin visos de solución entre identidades nacionales, se han desplegado ideas de lo nacional en conflicto e incapaces de tender un puente dialógico. Desde la conceptualización de los nacionalismos se han definido los grupos de pertenencia desde la única perspectiva de la desacreditación del rival haciendo por este motivo muy dificultoso un acercamiento. La simplificación de la realidad de tono populista ha hundido cada vez más a cada grupo en una depresión que imposibilita la visión del conjunto social. La conclusión es que se evita la oposición dialógica cayendo en el enfrentamiento estéril y no en la colisión fundada en la inteligencia.

Una deficiente arquitectura estatal: el problema constitucional

En conexión con esta problemática, Unamuno desplegó una reflexión de interés al afirmar que el principal motivo de los separatismos regionalistas no se encuentra en la aversión a lo español, sino en una deficiente organización del Estado: “no es contra la nación española contra lo que protestan, sino contra el Estado, contra la actual organización política de este”.46 Esta postura, apartada de la dogmática habitual, invita a la cavilación, pues el momento actual incita a la transformación de lo común; uno de los temas capitales es el de la inclusión de los nacionalismos periféricos en una conciencia nacional que dé cabida a las diferencias.

El proceso de descentralización realizado entre 1977 y 1980 trajo consigo un plan autonómico que debido a las circunstancias políticas quedó inconcluso y retratado en el eufemismo “café para todos”.47 Se pretendió la elaboración de una noción estatal amplia y con cabida para todas las identidades culturales reconocidas en un texto constitucional trabajado en base a un pacto estratégico, no por medio de una adecuada confrontación dialéctica. La imprecisión de la Constitución española queda de manifiesto en un Título preliminar que incluye elementos sociológicos o culturales sin alcance más allá del documento y cuya interpretación conduce a desconciertos. Por otro lado, el artículo segundo concede el derecho de autonomía a las distintas regiones implantando un componente solidario entre los constituyentes sin posibilidades reales de cumplimiento.

La Constitución se adapta a las necesidades específicas de la nación al reconocer las distintas nacionalidades existentes sin entrar en conflicto con la uniformidad nacional desde un punto de vista jurídico. El problema viene dado de la falta de concreción; los conceptos de “nacionalidad” y “región” quedan sin una adecuada definición para terminar subsumidos en la noción más amplia de Comunidad Autónoma. De esta manera, las distintas nacionalidades existentes en el Estado y amparadas por el documento constituyente podrían mostrarse como una especie de naciones sin soberanía.48

En España se produce una diferenciación sobrentendida entre nación política y cultural. Estos dos conceptos remiten a fundamentos distintos causando el trastorno de un texto constitucional incapaz de afinar estos componentes vinculados a las ideas de “nacionalidad” y “región”. La existencia del Estado se justifica desde la nación política alejada en muchos casos de las naciones culturales a las que da cabida. La multiplicidad de realidades existenciales españolas se silencia bajo la nación española49 haciendo de la falta de respuestas institucionales la posibilidad para el desarrollo populista.50 En este sentido, los movimientos populistas deben sembrar la sensación de que la organización política e institucional está diseñada en beneficio de aquellos que la dirigen estableciendo una separación amigo-enemigo.51

Desde la alteridad presente en las múltiples nacionalidades culturales, se abre la vía creativa para superar los procesos internos y externos. Es decir, la situación derivada de la vulgarización cultural rastreable en el proceso de globalización puede paliarse desde la diferencia enriquecedora de los procesos sociales. La poiesis generadora de ideas podría implicar el punto de partida para un cambio de paradigma político concebido por los miembros de la ciudadanía integrante de las distintas realidades culturales españolas. Para esta posibilidad es necesario un escenario adecuado fundado en una normativa alejada de la confusión, pues, en el caso español, los pactos autonómicos han generado un refugio para la dogmática. En su lugar, debería promoverse el intercambio entre culturas históricas para el establecimiento de una unidad que supere las diferencias.

Mucho puede y debe aprender de Cataluña el resto de España, pero también de ésta puede y debe aprender mucho Cataluña. Y lo saben los catalanes que conocen la verdadera Castilla, esa tierra seria y grave, siempre compuesta y tan poco preocupada del aparentar. En nuestro problema política nacional éste de la concordia entre las diversas índoles de los pueblos que integran España.52

El problema se encuentra en el ordenamiento legal que ofrece a los territorios autónomos una regla cuasi constitucional en conflicto con la norma constituyente.53 A falta de una adecuada definición, la duplicidad legal causada por la Constitución ha señalado el terreno adecuado para el desafío estéril alejado de una dialéctica creativa. Los pactos autonómicos han propagado la adhesión a la norma propia para desoír al grupo en oposición haciendo de esta manera imposible el proceso de formación de nuevas propuestas. En lugar de enfrentamiento creativo el presente hispano ha fomentado el establecimiento de posiciones inamovibles. En consecuencia, el Estado autonómico se descompone en una carrera que sólo persigue la obtención de prerrogativas particulares sin tener en consideración los objetivos comunes,54 únicamente se reconoce un indefinido principio de solidaridad entre territorios. La actual etapa democrática española ha demostrada su insuficiencia y su incapacidad de adaptación a las necesidades presentes por haber bloqueado las posibilidades de reforma.55

El sentido de la Transición, indispensable en un momento de cambio esencial y de grandes incertidumbres, debe revisarse para adecuar sus posibilidades a la contemporaneidad. Además, al tratarse de una novedad, fue un periodo cuajado de imprecisiones y altas dosis de espontaneidad.56 El presente en continua transformación necesita de una nueva conceptualización capaz de captar adecuadamente el movimiento político y social. El modelo de organización territorial, orientado a la alternativa, ha caído en el inmovilismo a consecuencia de modelos de gestión política en los que priman los mercados y la economía frente a la comunidad. Conjuntamente, los cambios en este terreno cuajado de sentimentalidades caen con facilidad en la crispación causada por la alteración de lo conocido. Sin embargo, frente a esta ausencia de dinamismo el cambio debiera ser la pauta democrática. Así, el inmovilismo, lejos de ser la solución, supone un peligroso estancamiento en competencia con la estructura social y política.

El principio de solidaridad del artículo 138 de la Constitución que, por añadidura, permite la subsistencia del artículo 2, ha permanecido olvidado bajo intereses partidistas de diversa naturaleza. Las naciones culturales han sufrido la politización e instrumentalización empleando con fines falseados la lengua y la poiesis asociada. Por esto, la vitalidad de la riqueza idiomática española se mantiene sumergida bajo el casto institucionalismo político en forma de academicismo.

nosotros los vivos heterodoxos, los que por favor de la naturaleza no somos instituciones ni tiramos a serlo, ya que tenemos que servirnos de esa lengua, procuremos en la medida de nuestras fuerzas cada uno, movilizarla, aunque para conseguirlo tengamos que ensuciarla algo y que quitarle algún esplendor.57

Conclusiones

El incierto horizonte de futuro apenas entrevisto debe definirse a través de la palabra; en consonancia con la reflexión unamuniana, arrastra toda una filosofía con capacidad para convertirse en incentivo para la acción práctica. Dada la adaptabilidad de la herramienta empleada se dibujan innumerables oportunidades creativas acomodables al carácter cambiante de la sociedad. “Y la palabra es obra, la obra más íntima, la más creadora, la más divina de las obras. Cuando la palabra es palabra de verdad”.58

A través de las contribuciones particulares, en enfrentamiento con otras nociones opuestas, se podrían fundar grupos de actuación colectiva en tensión agónica y creativa con el fin de marcar líneas para la acción práctica. La principal problemática se encuentra en la inmediatez derivada de la aceleración transformadora, las certezas del pasado han quedado en el olvido y sólo la aclimatación podrá sustituir a las viejas dogmáticas. El horizonte de expectativa, antaño permanente en base a la espiritualidad o las grandes construcciones ideológicas, hoy se mantiene en constante alteración creando la imposibilidad de planificación de un itinerario social. El horizonte narrativo para construir un proyecto posible está cargado políticamente por suponer el paso previo para la acción práctica, aunque la conceptualización empleada se ha descargado de su sentido.

Se necesita la confrontación dialéctica para generar novedades conceptuales en busca de un modelo social que tolere el establecimiento de un adecuado horizonte de expectativa en el que tengan cabida las diferencias. La tradición, mantenida por dar la apariencia de ser la única opción viable, debe descomponerse para servir de punto de partida hacia nuevas cotas de organización comunitaria. De esta manera, el momento de crisis económica y política actual puede suponer la inflexión adecuada para el establecimiento de un avance apropiado. El tiempo gozne en el que está inserta la contemporaneidad puede volverse un elemento conveniente para la relectura de los componentes sociales que guían la acción común. Se ofrece la posibilidad de domesticar al concepto para de esta manera controlar la categoría de aceleración y establecer un espacio de experiencia con la posibilidad de construir un horizonte de expectativa. Así, se podrían integrar las diferencias en una unidad que ahonde en la discrepancia creativa con posibilidades de socialización.

La solución a las problemáticas relativas a los movimientos centrípetos y centrífugos en el interior de la nación únicamente puede orientarse desde un posicionamiento inclusivo alejado de la dogmática política. Por otro lado, el camino a tomar conviene integrarlo en la organización supranacional de carácter económico y tecnológico resultado de la mundialización. De hecho, la asunción de una cultura propia interesada en dar cabida a la diversidad existente en las naciones políticas puede suponer un freno al proceso de estandarización cultural e intelectiva causada por los procesos de globalización. En este sentido, el aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación supondría un adecuado vehículo para esquivar el consumismo como medio para el dominio59 creador de una cultura vulgar alejada de la reflexión intelectual.60 Por este camino, atravesando las posibilidades brindadas por el propio entramado político-social, se puede esquivar la urdimbre compuesta por una ciudadanía alejada de verdaderos intereses políticos.

Es por esto que, en un escenario orientado a la homogeneización de la inteligencia, se hace imprescindible salvaguardar las manifestaciones culturales propias. La nación política española cargada de particularidades compone un conjunto orgánico en el que todas las partes podrían favorecer la conformación de una idea nacional antagonista de los procesos globales que restan capacidad de autogestión a la ciudadanía. En este sentido, tendría que defenderse el ascenso de un republicanismo en oposición a los nacionalismos, populismos y neoliberalismo que permitiese la reorganización reflexiva de la res publica.61 Así, sería posible una redistribución de recursos nacida de lo local y no desde instituciones centrales abstractas y alejadas de lo particular.62 Luego, es imprescindible el contacto con la alteridad como patrimonio intelectual para la discusión dialéctica. Sólo a través del otro, de lo diferente, es posible la autognosis constructiva enmarcada en la disputa dialógica de tono creativo.

El deber patriótico de los catalanes, como españoles, consiste en catalanizar a España, en imponer a los demás españoles su concepto y su sentimiento de patria común y lo que debe ser ésta; su deber consiste en luchar sin tregua ni descanso contra todo aquello que, siendo debido a la influencia de otra casta, impide, a su convicción, el que España entre de lleno en la vida de la civilización y la cultura.63

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2Miguel de Unamuno, La crisis del patriotismo (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 360.

3José Luis Villacañas, Populismo (Madrid: La Huerta Grande Editorial, 2015), 14.

4Koselleck, Futuro pasado..., 205-207.

5Sebastián Balfoury y Alejandro Quiroga, España reinventada. Nación e identidad desde la Transición (Barcelona: Ediciones península, 2007), 22.

6José Álvarez Junco, Dioses útiles. Naciones y nacionalismos (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2016), 28.

7Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (Madrid: Alianza Editorial, 1997), 33.

8Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia (Madrid: Abada editores, 2012), 172.

9Manuel-Reyes Mate Rupérez, Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin “Sobre el concepto de la historia” (Madrid: Editorial Trotta, 2009), 21.

10Rafael Herrera, Un largo día. Globalización y crisis política (Murcia: Tres Fronteras ediciones, 2008), 84.

11José Luis Villacañas, ¿Qué imperio? Un ensayo polémico sobre Carlos V y la España Imperial (Córdoba: Editorial Almuzara, 2008), 58.

12José Luis Villacañas, Populismo (Madrid: La Huerta Grande Editorial, 2015), 28.

13Miguel de Unamuno, Contra esto y aquello, en Obras Completas, IX (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2008), 434.

14Miguel de Unamuno, Cómo se hace una novela (Madrid: Salvat Editores en colaboración con Alianza Editorial, 1969), 177.

15Unamuno, Cómo se hace una novela, 466.

16Villacañas, Populismo, 38.

17Joan Botella, “La organización política del federalismo”, en ¿Qué es el federalismo? (Madrid: Libros de la catarata, 2016), 69.

18Álvarez Junco, Dioses útiles..., 16.

19Rafael Herrera, Adiós al orden. Una historia sobre la deriva del Estado europeo hasta nuestros días (La Coruña: Espacio Cultura Editores, 2009), 107.

20Unamuno, Más sobre la crisis del patriotismo, 917.

21Edward Inman Fox, “La invención de España: literatura y nacionalismo”, Actas del XII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (agosto, 1995): 2.

22Carlos Larrínaga Rodríguez, “El paisaje nacional y los literatos del 98. El caso de Azorín”, Lurralde: investigación y espacio, núm. 25 (2002).

23Miguel de Unamuno, Andanzas y visiones españolas (Madrid: Alianza Editorial, 2006), 91.

24Balfour y Quiroga, España reinventada..., 14.

25Villacañas, P, 19.

26Ibid., 55.

27Ibid., 59.

28Ibid., 60-61.

29Daniele Conversi, “The Smooth Transition: Spain's 1978 Constitution and the Nationalities Question”, National Identities, vol. 4, núm. 3 (2002), 238.

30Max Weber, Economía y sociedad (México: Fondo de Cultura Económica, 2014), 336.

31Botella, “La organización política...”, 67.

32Ibid., 68.

33Unamuno, Más sobre la crisis del patriotismo , 904.

34José Luis Villacañas, Historia del poder político en España (Barcelona: RBA Libros, 2015), 413.

35Juan-Sisinio Pérez Garzón, “El nacionalismo español en sus orígenes: factores de configuración”, Ayer, 35 (1999), 83.

36Villacañas, Historia del poder..., 462-463.

37Miguel de Unamuno, En torno al casticismo, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 96.

38Miguel de Unamuno, Discursos y conferencias, en Obras Completas, IX (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2008), 1064.

39Miguel de Unamuno, El individualismo español. A propósito del libro de Martin A. S. Hume, The Spanish People: Their Origin, Growth and Influence, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 535.

40Borja de Riquer I Permanyer, “Aproximación al nacionalismo español contemporáneo”,Studia histórica. Historia contemporánea, núm. 12 (1994): 15-16.

41Miguel de Unamuno, ¿Qué es verdad?, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 897.

42Miguel de Unamuno, En torno al casticismo. Cinco ensayos, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 181.

43Miquel Caminal, “Nacionalismo y federalismo”, en Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (Madrid: Editorial Tecnos, 2012), 180-181.

44Unamuno, Discursos y conferencias, 1046

45Unamuno, Contra esto y aquello, 365.

46Miguel de Unamuno, La crisis actual del patriotismo español, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 838.

47José Álvarez Junco, La idea de España en el sistema autonómico, en Historia de la nación y del nacionalismo español (Barcelona: Galaxia Gutenberg – Círculo de lectores, 2013), 817.

48Juan José Solozábal, “Las naciones de España”, en Historia de la nación y del nacionalismo español (Barcelona: Galaxia Gutenberg – Círculo de lectores, 2013), 921-926.

49Villacañas, Historia del poder..., 596-597.

50Villacañas, Populismo, 57.

51Ibid., 67.

52Unamuno, Andanzas y visiones españolas, 204.

53Solozábal, Naciones, 928-929.

54Fernando Molina Aparicio. “Realidad y mito del nacionalismo español: bibliografía reciente y estado de la cuestión”,Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, vol. 21 (2009): 275-289.

55Villacañas, Populismo, 120.

56Villacañas, Historia del poder..., 570.

57Miguel de Unamuno, Contra el purismo, en Obras Completas, VIII (Madrid: Ediciones de la fundación José Antonio de Castro, 2007), 502.

58Unamuno, ¿Qué es verdad?, 898.

59Theodor Adorno, Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración (Madrid: Akal, 2013), 146.

60Ibid., 287.

61Villacañas, Populismo, 111.

62Ibid., 118.

63Unamuno, La crisis actual del patriotismo español, 838.

Recibido: 30 de Enero de 2017; Aprobado: 17 de Octubre de 2017

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