SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.9 número17La noción de persona y los procesos de despersonalización del ser humano a través del holocausto nazi. Una mirada antropológico-filosófica sobre el genocidioEl símbolo como camino de transformación en la hermenéutica analógica índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.9 no.17 México ene./jun. 2015

 

Artículos

Hannah Arendt. Narratividad y restitución de la política

Hannah Arendt. Narrativity and the Restitution of Politics

Claudia Galindo Lara* 

* Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, cegalin@correo.uaa.mx


Resumen:

En este trabajo se trata de mostrar que en el concepto de narratividad en Arendt se localiza una potente veta de la autora, para restituir a la política su significado original de pluralidad, actuación en concierto y predominio de la palabra, lo que le permite pensar los acontecimientos desde la idea del fragmento, como eventos singulares, plenos de significado.

A través de la idea de narrativa Arendt se aproxima a Walter Benjamin en su interpretación contra la idea de continuidad en la historia y el pasado, además se acerca a una idea de memoria más que de historia. Ambos autores consideran que podemos entender los eventos en su singularidad y sólo de forma fragmentaria, pero plenos de significado. Esta lectura permite una aproximación a la comprensión de las fallas de la política.

Palabras clave: narrativa; política; historia; memoria; Arendt; Benjamin

Abstract:

This article attempts to show that in the concept of narrativity found in Arendt's thought, one can find a powerful vein of the author to restore to politics its original significance of plurality, acting together, and the pre-eminence of speech, which allows one to think of the events from the concept of the fragment, as events both singular and full of meaning. Through this idea of narrative, Arendt appears close to Walter Benjamin's interpretation against the continuity in History and the past, and also to an idea closer to memory than History. Both authors consider that we can understand events in their singularity and only in fragments, but full of meaning. This reading allows an approximation to the understanding of the flaws of politics.

Key Words: Narrative; Politics; History; Memory; Arendt; Benjamin

1. Introducción

Hannah Arendt es una autora que ha sido recuperada de manera amplia por sus aportaciones para comprender la política. La mayoría de los trabajos de interpretación que se han generado en años recientes se han centrado en discutir las categorías que han contribuido a otorgarle reconocimiento. Concepxtualizaciones tales como: espacio público, acción, inicio, la dicotomía público privado, todas ellas referidas al ámbito político, han sido revisadas una y otra vez desde la teoría política.

Si bien estas categorías se sustentan en un planteamiento muy original sobre la tesis de la recuperación de la política, hay en la obra de la autora alemana vertientes aún poco exploradas, que permiten avanzar hacia otras líneas interpretativas y pueden constituir un eje articulador para abordar temas debatidos en la actualidad.

El objetivo de este trabajo es resaltar la veta de la autora que la acerca a la no siempre tersa relación entre memoria y política, a través de su conceptualización de la narratividad, así como mostrar los probables claroscuros a los que se enfrenta el planteamiento.

En una primera aproximación, nos interesa exponer la forma en la cual la autora concibe a la narrativa y el lugar que ocupa en su planteamiento. Se verá, que en ella la narrativa aparece como una de las "altas cualidades humanas" y formará parte de lo que ella denomina "la trama de las relaciones humanas". Por esta razón, expondremos el vínculo entre acción y narratividad y lo que constituye el tejido de relaciones entre las personas. Esto nos llevará a la división de Arendt entre actores y espectadores y al debate sobre quién tiene el patrimonio de la narración: ¿el actor o el espectador?

Esta forma de concebir a la narrativa será útil para pensar fenómenos políticos de ruptura, tal como la misma Arendt lo hiciera. Al respecto, se tratará de mostrar que tal postura procede de su crítica fuerte al historicismo, lo que la llevará a concebir a la historia como acontecimiento, cuyo rescate de los eventos se hará sólo a partir de los fragmentos, a la manera de Benjamin. Veremos que a pesar de acercarse a Walter Benjamin en algunos aspectos, la autora marca una distancia que aporta para pensar la política, al agregar a la interpretación redentora y mesiánica de Benjamin el vínculo entre narratividad, memoria y juicio ciudadano.

2. Acción y narratividad

En Arendt hay una cercana relación entre espacio público y narratividad, que se manifiesta a partir de la trama de las relaciones humanas y su inserción en tejidos de relaciones sociales y políticas, que tienen su expresión en historias, a través de las cuales se "construye" lo público y se garantiza su permanencia.

La narración, junto con la acción y la palabra, es otra de las "altas" actividades humanas que permiten otorgar de nuevo dignidad a la política, es así en tanto que también se presenta como manifestación de un mundo plural. De esta manera, dirá la autora: "La masa caótica de sucesos pasados emerge como un relato (story) que puede ser contado, porque tiene un principio y un final".1 En contraparte, recuerdos e imágenes constituyen ahora el material que mediante un ejercicio plural contribuye a esclarecer el pasado y aparece vinculado al ejercicio de la prudencia ciudadana.

Arendt revisa las historias despojándolas de la secuencia cronológica y apartándose de la mera sucesión de hechos y las recupera como una colección de objetos significativos de reflexión y entendimiento, que arman "un collage, un móvil".2

A partir de todos los elementos que constituyen la acción (no deja huella tras de sí, no hay posibilidad dónde terminará) y aun cuando es manifestación de la precariedad de los seres humanos y la inestable presencia sobre la tierra. Es menester reconsiderar su magnitud, puesto que crea nada menos que el espacio público, así como la posibilidad de encuentro con los otros y la idea de una comunidad que comparte un mundo.

Sí retornamos a la gran división entre el mundo de la fabricación y el de la acción,3 podemos decir que las historias ocupan un lugar intermedio, por decirlo de alguna manera. No son actos como tales, ubicados en la vita activa, sino más bien son productos como los artefactos que elabora el homo faber, pero tienen la capacidad de traspasar el ámbito estrictamente privado porque son leídas, vistas o escuchadas por todos.

Benhabib sostiene que Arendt caracteriza la acción a través de tres categorías fundamentales: la natalidad, la pluralidad y la narratividad.4 En donde la acción aparece inmersa en una red de interpretaciones cuyo tejido compone la narratividad. Mediante esta red, el ser es individualizado y los actos pueden ser identificados, en donde la forma de ubicarlos será narrativamente. Por ello: "Identificar una acción es contar la historia de su iniciación, su desarrollo y su inmersión en una red de relaciones constituidas a través de las acciones y narrativas de otros".5

Las historias son visibles en el sentido de que pueden ser ritualizadas y transmitidas por generaciones. Al respecto, la autora clarifica:

En el mundo sólo permanece lo que se puede comunicar. Lo incomunicado, lo incomunicable, eso que no se contó a nadie y no dejó huella en nadie, lo que por ninguna vía penetra en la conciencia de los tiempos y carente de significado, se hunde en el oscuro caos del olvido, está condenado a repetirse y se repite porque aunque haya ocurrido de verdad, no encontró en la realidad un refugio estable.6

Como podemos observar, las historias narradas constituyen una especie de pantalla contra la repetición de acontecimientos dolorosos o destructivos. Este último elemento concede un contrapeso interesante a la narrativa como paliativo contra la comisión de actos no deseados. Hay un lazo de unión que permite establecer juicios reflexivos sobre lo ocurrido, compartirlos y modificar cursos de acción. Cabría cuestionar si la memoria narrada puede ser un refugio y dotar de una nueva dignidad a la política para no tropezar de nuevo.

Ahora bien, para Arendt, la existencia humana se desarrolla a partir de los ejes de la natalidad y la mortalidad, y de allí parte su inserción en entramados y su expresión en historias y narrativas. Tal red está armada a partir de infinidad de historias individuales y colectivas, la cual de forma permanente se reconfigura a través de nuevas acciones. En esta trama que precede a las personas y que las envuelve, por así decirlo, insertamos nuestras biografías.

En segundo término, hay que recordar que en la autora la única forma de combatir lo efímero de la existencia humana es a través de los actos, lo que conduce al hecho irrefutable de que donde se puede notar con mayor énfasis la fragilidad de la condición humana es en la experiencia de la muerte, por eso buscamos ubicar de manera significativa nuestros actos. La acción por sí sola genera historias, nuestro contacto con los demás también, a partir de que nos comunicamos con los otros, pero éstas por sí solas desaparecen y no resisten a la muerte.

Entre el nacimiento y la muerte hay un intervalo que constituye la vida, transcurre la existencia que se desarrolla en un eje temporal donde aparecemos y posteriormente, con nuestra muerte, desaparecemos del mundo, cuya durabilidad está garantizada más allá de nuestra presencia en él. Tal es así que: "Toda vida individual entre el nacimiento y la muerte pueda contarse finalmente como una narración con un comienzo y un fin es la condición prepolítica y prehistórica de la historia, la gran narración sin comienzo ni fin".7

Con respecto a esto, Arendt muestra la influencia de Heidegger, y con ecos de su maestro, plantea que fuimos arrojados a un mundo en el que estamos condenados a desaparecer sin dejar huella. Como contraparte, contamos con varios paliativos: las obras realizadas, las palabras y la memoria.

Nuestro carácter de fabricantes, como hemos visto, permite que a partir de la habilidad de producir dejemos como especie humana rastros tras nuestro paso por el mundo: "Huellas imborrables [las cuales permiten] que se logre la inmortalidad".8

Sin embargo, el carácter innegable de nuestra mortalidad conduce a la necesaria edificación de un mundo que perdure más allá de nuestro breve paso individual por la vida y se apoya en la realización de hechos que puedan permanecer vivos en la memoria.

La capacidad de permanencia se logra sólo porque hay un mundo en común en donde se comparten estas huellas y es por esto que la única forma de contrarrestar la fugacidad de nuestro paso por la tierra es el impulso de reunión con los demás. La "mundanidad" constituye relaciones y es un contexto creado de objetos y personas en el que nos localizamos y que corresponde también con Heidegger al ser-en-el-mundo, y es donde se despliegan nuestras actividades, así como su horizonte de posibilidad, y sobre todo, el hecho contundente de la pluralidad.

Aun con su carencia de estrategia e instrumentalidad, e incluso con su carácter efímero y su fragilidad de resultados, para Arendt, a través de la acción, podemos encontrar atisbos de permanencia. Ella señala que la esfera de los asuntos humanos está formada por la trama de las relaciones humanas "que existe dondequiera que los hombres viven juntos".9 Incluso con las "conflictivas voluntades" la acción es real "porque produce historias".

Por ello dirá: "La razón de que toda la vida humana cuente su narración y que en último término, la historia se convierta en el libro de narraciones de la humanidad, con muchos actores y oradores y sin autores tangibles, radica en que ambas son resultado de la acción".10

En la jerarquía impuesta por la autora, se coloca en primer término la condición política de las personas, y la vinculación que el recuerdo compartido tiene para el mantenimiento de tal condición plural y de grupo.

La relevancia atribuida por Arendt a la capacidad colectiva de automantenimiento de la comunidad a través de la memoria la lleva a una doble dimensión: por un lado, el espacio público carece de permanencia, es espontáneo y por el otro aspira a algo tan relevante como la inmortalidad de las grandes acciones. En esta especie de paradoja se sitúa, y esto la llevará a desenvolverse en un ámbito en el que buscará los elementos que otorguen equilibrio a tal dicotomía en apariencia excluyente.

3. La trama de las relaciones humanas

La búsqueda de permanencia en el espacio público tiene un referente en el poder otorgado a la capacidad de interrelacionarnos unos con otros. En esta red que se construye entre las personas se sustenta la condición plural, que para Arendt es signo de lo más alto de la jerarquía de los asuntos humanos.11

Este tejido es tan significativo puesto que se vincula al espacio humano de las apariencias. Con ello la autora reformula a Heidegger y aporta la idea de que el espacio humano de las apariencias se constituye a partir de la "red de relaciones y de las historias narradas".

A partir de una mirada que se aleja de Heidegger, Arendt concibe al espacio de apariciones como el lugar donde se da la interacción humana, puesto que al poder actuar y hablar con los demás, se reconoce la "presencia de los otros".12 Pero esto no cobra fuerza hasta que es narrado en una historia, al ser configurada de manera significativa y coherente, es decir, con un sentido y reflexionada.

Esta definición vincula a la acción con la narrativa, a un grado tal, que las acciones mismas sólo pueden ser identificadas a través de una narración que les da forma, las interpreta, las cuestiona, a partir de un discurso determinado. La acción sólo se "completa" (por decir de alguna manera) con los sucesos o historias que surgen de ella, es decir, a través de las historias que se narran. Con éstas se otorga testimonio de la presencia humana y se supera el olvido inherente a los actos humanos.

La acción y el lenguaje, entendido como "la palabra", serán fundamentales para comprender toda la red de relaciones que constituye la relación entre las personas. Este estar in between se da no sólo a partir de aquello que ha sido creado por las personas, sino por los elementos intangibles: palabras y actos (los cuales una vez que han tenido lugar no dejan huella). Narradas, en cambio, dotan de sentido a la acción.

Es así que esta trama se refiere a aspectos cuya concreción no aparece a simple vista y que ligan a las personas entre sí. Constituye lazos, redes y contextos en los que se dan las relaciones humanas. Dentro de los elementos que incluyen los asuntos entre las personas, se ubican las historias narradas, que en Arendt marcan el horizonte (redes referenciales y contextos) en las que estamos insertos en narrativas creadas aun antes de nuestro nacimiento.

Cuando aparecemos en el mundo, llegamos con una herencia previa tejida a partir de una cauda de narraciones que determinan en parte nuestra actitud frente al mundo. Es por esto que la red de asuntos humanos constituye un entramado complejo e intrincado, que además se torna más conflictivo, puesto que está predefinido de antemano. Esta herencia narrativa nos conforma y, aun cuando nosotros la podemos modificar, constituye un peso fuerte.

La experiencia y el recuerdo edificante y constructivo se amalgaman y adquieren forma a partir de la narración de historias. En este aspecto, la acción y el discurso tienen el gran atributo de producir "historias plenas de significado", que habrán de ser contadas y tendrán como finalidad la conservación de un mundo en común e impedir su envejecimiento.

La palabra se narra, se integra en un plexo de sentido y se mantiene a través del tiempo. Por tanto, la acción y el lenguaje se mueven en el espacio que se encuentra entre los hombres (inter-esse) y que delinea relaciones que se enlazan y separan simultáneamente. En esta "trama" coinciden y divergen cursos de acción varios y palabras que fueron pronunciadas en el tiempo, que transcurren del pasado al presente y se renovarán en un futuro a través de las narrativas que las dotarán de un sentido para la acción. Hay que recordar que para Arendt, la política es una representación. De allí la relevancia de la narración que se haga post-factum, porque es lo único que permanece.

Al respecto, la autora señala: "La acción sólo es real, por el hecho de producir historias, que pueden ser registradas en papel o esculpidas en monumentos, es decir, son visibles y son compartidas".13

Debido a que en la acción no hay noción procedimental o estratégica, el sentido no se da por el cumplimiento de una intención original o por una finalidad planteada desde el principio, sino por las diversas historias que se tejen en su interior. Al respecto, la autora señala:

Debido a esta ya existente trama de relaciones humanas con sus innumerables y conflictivas voluntades e intenciones, la acción siempre realiza su propósito; pero también se debe [...] [al] hecho de que "produce" historias con o sin intención de manera tan natural como la fabricación produce cosas tangibles. Entonces, esas historias pueden registrarse en documentos y monumentos, pueden ser visibles en objetos de uso u obras de arte, pueden contarse y volverse a contar y trabajarse en toda clase de material.14

4. ¿Quién cuenta las historias?

Habría que revisar las condiciones que dan paso del acontecimiento a la descripción del mismo en el espacio público. Concebir la vida como acción política revelada en el idioma de una historia que se juzga y se despliega a partir del observador es lo que Kristeva denomina en Arendt "apología de la narración". Porque en sus palabras, ésta lleva a "fundir la vida humana como tal" y a que nos haga "no-animales".15

Con ello se recupera la relevancia dicotómica actor/espectador. Es decir, el cuestionamiento sería si existe un testimonio, documento o archivo capaz de ofrecer una visión integral. Lo cual lleva a plantear: ¿quién es el que es capaz de "contar lo sucedido", el actor o el espectador?

Kristeva señala que la narración es constitutiva a la vida y rehabilita la praxis del relato, porque éste hace crónica de la vida en la polis, es por tanto noticia de la pluralidad. Es, para la autora: "pensar del nacimiento a la muerte en el tiempo y decirlos al Otro".16

Benhabib resalta que las acciones son identificadas tanto por los actores como por los espectadores y se constituyen narrativas diversas que se contrastan, lo cual remite en todos los casos (hay que recalcar) a la idea de pluralidad. Lo que no parece quedar muy bien delimitado en Arendt es el papel que juegan el actor y el espectador.

Para Ricoeur, en Arendt la acción: "Sólo es digna de llamarse así cuando abandona el deseo del hombre de dominar la naturaleza o dejar tras de sí monumentos que den fe de su actividad".17 Por tanto, "la acción sólo trata de ser recogida en un relato cuya función consiste en procurar una identidad a un agente, una identidad que solo puede ser, consiguientemente, narrativa, lo que podemos sintetizar así: 'La historia contada repite la acción al configurar lo memorable'".18

Actor y espectador no son figuras contrapuestas. El espectador puede "contemplar todo el juego", y otorgar trascendencia con su capacidad para el recuerdo, mientras que el actor por definición no es un mero participante, estará vinculado a lo particular, que sólo encuentra su significado último y la justificación de su existencia en la acción. Dirá Arendt en referencia al espectador, que al colocarse fuera del "festival de la vida" tiene la condición para comprender el sentido del juego, elaborar juicios y "ser árbitro final de la competencia en curso", y para la comprensión del "sentido del juego".19

La diferencia entre el espectador y el que se retira a la introspección, estriba en el hecho de que quien juzga no abandona el mundo de los fenómenos, únicamente establece una adecuada distancia respecto a ellos. Se sustrae a toda participación activa "adoptando una posición de privilegio desde la cual puede contemplar".20 Es decir que forma parte de un público, a diferencia de aquél dedicado a la teoría o contemplación que se aísla de sus semejantes y que por tanto se pierde de lo sucedido y es incapaz de explicarlo porque sólo lo ve desde el marco de las ideas.

La ambición de obtener una historia completa no es la parte central de lo que espera Arendt como producto de una narración ex post, sino el hecho de que éstas constituyan un vehículo que permite comprender los eventos. Toma a Lessing21 como paradigma del espectador puesto que éste considera que al desplegar una historia, podemos ver de forma inmediata su efecto en los demás al comunicarla, y con ello, compartimos mundo, que es la prioridad.

Lessing evidencia el difícil camino de la libertad entendida en sentido político y sus paradojas que traspasa todo el pensamiento de Arendt. Para la autora, éste proporciona herramientas "para pensar sobre la naturaleza trágica de contar historias y su relevancia para leer la crisis de la política".22

Es, en este sentido, que tal como Ricoeur señala, para que exista una composición de una historia o narración debe existir una "pre-comprensión del mundo de la acción".23 Donde la acción puede ser narrada y comprendida porque pertenece a un mundo "estructurado simbólicamente y pleno de sentido". Aun cuando lo que genera la acción no tiene un ámbito estratégico, son una serie de eventos que cobran su propio curso y que sólo adquiere articulación a través del papel del storyteller que le dota de sentido.

5. Temporalidad y relato

La figura del historiador o storyteller, en efecto, cierra el círculo de la política como escenificación en un espacio público frente a una audiencia de espectadores. Donde tal "dimensión 'narrativo-conmemorativa' de la acción"24 presupone un espacio de aparición como lugar de revelación de las posibilidades de los actores y por ello vale como recinto para el recuerdo.

Hasta aquí he querido mostrar cómo en Arendt la fuerza de la narrativa se impone en el análisis sobre los asuntos humanos, ante la necesidad de comprender la singularidad y originalidad de los fenómenos políticos y dar respuesta a preguntas que den cuenta sobre: ¿cómo recuperar la acción en su contingencia?, ¿cómo componer una narrativa que respete la libertad de la acción?

El enfoque narrativista le permite a Arendt crear un modo privilegiado para abordar la contingencia de la acción, lo que la lleva, tal como señala Amiel, a que: "El tema fundamental del relato [la] diferencie de la historiografía contemporánea". Nuestra autora considera que los relatos permiten constituir una significación y tal como argumenta también Amiel: "Que relato y comprensión, relato y acción estén relacionados con base en un modelo asentado en la poética de Aristóteles".25

El énfasis en la trama y en comprender la actividad narrativa como categoría que incluye en sí misma el drama, la epopeya y la historia, así como la poética entendida como "arte de componer las tramas" y la mimesis como representación de la acción mediante la palabra constituyen la herencia aristotélica.

Arendt recupera, como lo hace Aristóteles, la trama como operación, más que una estructura.26 Refiere por ello a la elaboración de la misma: es decir, "la selección y disposición de los acontecimientos y de las acciones narradas, que hacen de la fábula una historia completa y entera".27

Para la autora, quien narra, habla sobre la vida en la polis y tal cosa procede del hecho de que es la palabra (el logos), lo que lo hace posible. Es decir, que al igual que en la Antigüedad, se parte de que nuestra naturaleza es ser políticos y la natural condición es el discurso, por tanto, lo que resalta es que la vida es en sí misma narrativa y lo que se cuenta es individual e irrepetible. Aquí historia y vida coinciden.

Al enfatizar el carácter lingüístico o retórico de la historiografía, hay una inclinación por la idea de que la historia es un relato cuyo peso estriba en su dimensión expresiva. El lenguaje se convierte en la condición principal de todo conocimiento significativo, e insiste Arendt en la organización por parte del narrador de los hechos y en la expresión de éstos. Así, al igual que en la acción, la autora tendrá el acento colocado en la expresividad de la narración. Da con ello cuenta de una realidad que se resiste a ser interpretada.

La narrativa histórica puede ser complementada con historias de carácter legendario, fábulas, epopeyas, dramas, biografías, mientras éstas sean capaces de proporcionar herramientas que den cuenta de lo acontecido y permitan nombrar lo que ocurrió. Este punto de vista considera que la narración de lo acontecido debe mucho al punto de vista del que narra.

Arendt alerta de distinguir enunciados que se refieren a la realidad de interpretaciones narrativas. La historiografía no es para ellos un mero hecho lingüístico que se caracterice por la mera proliferación de relatos. Pero reivindica el hecho de que el narrador no sólo recopila datos y documentos para ser analizados, sino que emite un juicio de ellos.

En su intención de que la política sea un relato que dé cuenta de lo sucedido, amplía los cauces de la historia con mecanismos literarios y extiende la resistencia de las palabras a ser usadas de manera corriente.

Así, las metáforas y parábolas le permiten dar densidad a su discurso para salir de la interpretación literal. Para ella son un medio que le facilita el proceso de generar conceptos que den cuenta de lo que ocurre en un mundo convulso.

Así una "trama fingida" que permite la "innovación semántica"28 contribuye a abonar en el terreno de la comprensión de eventos inéditos, para, como afirma Ricoeur: "Recuperar la operación que unifica en una acción total y completa lo diverso constituido por las circunstancias, los objetivos, los medios, las iniciativas y las interacciones, los reveses de fortuna y todas las consecuencias no deseadas de los actos humanos".29

Arendt no se centra en el aspecto estético de la metáfora, no la toma en cuenta sólo como elemento poético que otorga conocimiento, le interesa ir a las correspondencias,30 a la afinidad entre elementos en apariencia remotos. Son medios que preservan frente a la ruptura la "palabra inmortal" que es audible aun cuando las circunstancias hacen dudar de la dependencia del lenguaje como guía de la verdad.31 Así, la palabra es un modo de reconocimiento y de búsqueda que se construye a partir de un tejido de relaciones.

De acuerdo con Forti,32 la intención de Arendt no es establecer un estatuto científico de la narración en confrontación con otras tesis historiográficas, sino que más bien su interés se centra en el nivel ontológico implícito en estas temáticas. Se dirige a rescatar a la acción del olvido, de allí que el tema de la narración aparece ligado al de la temporalidad. Le preocupa resaltar lo que existe y conservarlo "del poder disolvente del tiempo". Temas en los que Ricoeur y Arendt coinciden de acuerdo con Forti, pero la autora italiana subraya (y me parece relevante) que ésta no pretende la solución de los conflictos en los distintos niveles de temporalidad. No pide que el tiempo narrativo dé cuenta del tiempo vivido.

Es el carácter común de la experiencia humana, que, articulado y señalado por el acto de narrar, se hace posible. En todas las formas narrativas, el elemento definitorio será el carácter temporal. Esto es retomado por Ricoeur cuando afirma: "Todo lo que cuenta sucede en el tiempo, arraiga en el mismo, se desarrolla temporalmente y lo que se desarrolla en el tiempo, puede narrarse".33

La narración de historias que podrían ser privadas, al tornarse públicas, permiten trasladar imágenes que hacen posible juzgar una realidad y, al ser compartidas, nutrir una idea de lo público. Estas historias, al ser llevadas a la luz pública, reconfiguran el mundo en común, y permiten comprender catástrofes, con la tenue esperanza de que esto sirva para que las desgracias no vuelvan a ocurrir.

Así, la configuración de un relato es un potente instrumento político porque "arma" tramas de relaciones, construye sentido y también, de acuerdo con Ricoeur, contextualiza en el tiempo y en el espacio. Para este autor, la narrativa es un cadalso que permite sintetizar lo heterogéneo y que es constitutivo a los individuos para "actualizar la realidad". Ésta permite ordenar y, valga el término, "estetizar" lo que Arendt llama "la masa caótica de acontecimientos". Elementos desagregados en tiempo y espacio pasan a formar parte de un todo que integra, selecciona y nombra.

La narratividad así concebida es un instrumento que permite aprehender una realidad inaccesible a partir de la teoría. Por la vía del storytelling se estructura una trama que da cuenta de fenómenos políticos para los cuales el lenguaje preestablecido no posee herramientas. Así, estas stories son el medio privilegiado para compartir una experiencia confusa e insólita. De esta forma, y apoyados en Ricoeur, podemos decir que en Arendt: "El tiempo se hace humano en tanto se articula de modo narrativo y la narración se torna significativa en la medida en que describe los rasgos de la experiencia temporal".34

6. Arendt y Benjamin: La historiografía del fragmento

La idea de Arendt, según la cual las narraciones surgen sin propietario o estrategia, va acompañada del hecho de que sólo podremos narrar pequeñas historias. Esto conduce a confrontar la historia o el gran relato con los pequeños relatos y deriva en una idea de la historia armada a partir de "cortes". Esta idea más cercana a la noción de Benjamin de los relatos35 hace que Arendt se incline por la recuperación de lo fragmentario, que es tal como la acción se presenta, fuera de la idea de un continuo temporal, como hemos visto.36

Las narrativas aparecen siempre inacabadas e inconclusas, sujetas a un nuevo inicio o a ser reinterpretadas, redescubiertas y ausentes del control del propio protagonista.37 El argumento es que la historia entendida dentro de la idea de progreso omite, edita, reestructura y organiza cronológicamente lo que habrá de ser contado. Por el contrario, la autora piensa que dentro de los eventos hay caídas y rupturas que impiden una visión lineal. Las narraciones tendrán que ser construidas tal como se presenta la acción, es decir, en fragmentos que son recuperados desde el presente. Esto procede, en Arendt, de colocar la idea de acción por encima de la de proceso.

Los espectadores transformados en narradores de historias podrían recobrar lo que hicieron los protagonistas de las acciones, pero serán "fragmentos de pensamiento"38 y en esta búsqueda perpetua los hallazgos serán necesariamente trozos del pasado convertidos en perlas.39 Estos "pescadores" tendrán que hacer gala de su despliegue mnemónico, confrontándose con los pozos de la memoria.

La experiencia es recuperada en "jirones" que se presentan bajo capas sedimentadas de historia y sólo algunos fragmentos resultan de la búsqueda. De este cavar se puede armar una historia y narrarla, por lo tanto, la balanza entre lo espontáneo de los actos y su olvido descansa en los relatos que, ajenos a la idea de continuidad, permiten ir más allá de generalizaciones.

Al descartar una narrativa de la continuidad se rompe la estructura tradicional de la cronología y se va a las fallas, a los accidentes y a las rupturas o excepciones. Esto lleva a enfatizar las pequeñas historias más que "el gran relato". En cada "story" se hace justicia al "héroe" anónimo a través de sus relatos. Se construye un artefacto que da cuenta de la biografía. Esto es explicable cuando Arendt traza el retrato de los parias excluidos del espacio público. Entonces, podemos aproximar el lente a los casos particulares y hacer un ejercicio de remembranza para poder comprender cómo fueron los eventos.

Es sintomática la advertencia en el inicio de Hombres en tiempos de oscuridad: "Aquéllos que buscan representantes de una era, portavoces del Zeitgeist, exponentes de la historia (con H mayúscula) buscarán aquí en vano".40 La historia cede su lugar a las vidas contadas, en donde la narrativa abre espacio a lo biográfico y articula lo singular a lo colectivo. Tal ejercicio sirve de cuña para ir hacia lo público. Lo que interesa es ver cómo hace historia Arendt y cómo puede encontrar formas alternas para discutir el espacio público a partir de la narración. Ella no va a la historia de la humanidad y evade conscientemente la idea de "necesidad histórica". Serán narrativas que sacan a la luz "el recuerdo de los muertos" en términos de su esfuerzo en la acción.

Adriana Cavarero hace una lectura muy interesante a partir de la biografía de Blixen hecha por Arendt.41 Enfatiza el carácter comunitario de las historias partir de la reinterpretación de las mismas. Cada vez que se vuelve a narrar la historia, se abre la posibilidad de incluir elementos diversos, de allí el énfasis en la pluralidad de perspectivas. Cavarero señala: "La narración tiene el mérito de adherir al mundo humano y su espectáculo plural desde los hilos narrativos de esas vidas que se dejan atrás".

Es en este aspecto, donde Benhabib acierta al señalar que el intento de Arendt por preservar el pasado y alejarlo de la idea de proceso se sitúa en una delgada línea al borde de "la curiosidad arqueológica".42

Hay una interpretación aún más radical que la de Benhabib, y es la de Luban, quien afirma que Arendt no sólo le quita el carácter científico a la narración, sino que "la deifica poéticamente".43 Puesto que es la recuperación del instante, efímero, ajeno a todo control y a toda cuenta con la historia. Esto puede parecer extremo, pero, como vimos, en el afán por recuperar la acción o por dar cuenta del horror (el Holocausto) se recurre a mecanismos oblicuos. Esto también podría visualizarse en los perfiles que conforman La tradición oculta.44

La actividad de storyteller es transformar el material lingüístico que está hecho a partir de las palabras, en una narración acabada que: "asegure al hombre una suerte de morada mundana".45 Así, las historias "contribuyen a iluminar la existencia humana". Y tal como señala Kateb: "Arendt se aproxima a señalar que existimos para aparecer en narraciones, y que somos justificados a nosotros mismos por esas historias que provocamos o inspiramos, de la misma forma, que estas historias incitan a otros a actuar".46

La enorme fuerza estética con que Arendt dota a la acción, a la historia y a las narraciones pudiera hacernos pensar que sólo en este nivel permanece la autora. Contrario a esto, convendría volver a insistir, que la intención que subyace es "definir la existencia humana como inteligible y plena de significado".47

Lo que se cuenta a los otros son "eventos extraordinarios" que imputan a un "héroe" o a un "agente" que puede ser un líder dirigente de su pueblo, o una víctima damnificada por el poder. Es en este sentido, que a través de las narraciones producto de sus hazañas, se conmemoran eventos que nos remiten a las "glorias" de la política. O se reconoce a los parias y se les otorga un lugar en la memoria.

Como hemos visto, Arendt configura un simbiote entre los actores (quienes llevan a cabo la acción y tienen el papel, digamos protagónico) y los espectadores (capaces de rendir testimonio, quienes no serán menos relevantes). El narrador tiene una posición de privilegio porque siempre conoce mejor lo que pasó, que los participantes.48

Las historias tienen una relación con aquéllos que han motivado la historia (los agentes) y que para Arendt son considerados "héroes", como mencionamos, por haberla generado.49 Aquí reaparece la Arendt que reivindica el ideal virtuoso y, que en este caso donde mejor se manifiesta es en las narraciones, lo que nos recuerda (aunque Arendt probablemente no lo aceptaría) a las sociedades que concebían el acto de narrar como una especie de educación moral. Así, contar historias se vuelve un abastecimiento para la memoria histórica de las sociedades que hablan "de su propia edad heroica desaparecida".50 Son narraciones ejemplares que para muchos pueblos constituían sagas o relatos y que Arendt retoma y actualiza para las sociedades de nuestros días, ante la embestida moderna que canceló la posibilidad de una continuidad.

Conviene rescatar que se trata de vivificar el recuerdo y no de un mero acto de costumbre (irreflexiva y ritual). En Arendt es claro el énfasis: "Porque el recuerdo especifica acciones, individuos y acontecimientos en su carácter distintivo y en su significación particular".51

A partir del control por las palabras, las historias pueden ser replanteadas, recuperadas del olvido y resignificadas. Aquí se centra uno de los intereses de Arendt: crear un nuevo lenguaje que dé cuenta de la desmesura. Por otra parte, ante la insuficiencia de la teoría para explicar lo acontecido, las narraciones permiten ir al fenómeno específico e invocan al mismo tiempo un código compartido. Es, por tanto, una narración inacabada que remite a lo común.

Pero no hay que olvidar que también las historias carecen de dimensión estratégica o de control por parte de los protagonistas, esto queda en evidencia tal como nos recuerda Benhabib, en términos de Arendt: "A pesar de que todos somos actores, ninguno de nosotros es el autor o productor de la propia historia de su vida".52

Por esto es que la llamada "historia de la humanidad" no es otra cosa más que el lugar donde confluyen y se escriben las historias que pueden ser narradas. Esto, como hemos tratado de desarrollar, llevará a nuestra autora a cuestionar lo que podremos esperar de la historiografía.53 Esto precisa aún más sus intenciones. Al pasado se accede en historias que se recuperan y junto con Hayden White, siguiendo lo más visible: "La estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa".54

Hay una cercanía en la manera en que se busca descubrir el velo de la narrativa para mostrarnos una forma de pensar en la que se dote a la historia de sentido, un sentido que imprima huella a nuestro estar en el mundo.

Las tramas que desarrollamos constituyen, a fin de cuentas, una posibilidad de entendernos y también de abrir las posibilidades de la historia hacia vertientes diversas a como la hemos heredado y reproducido. Se convierte el pasado en un peso muerto con el que hay que cargar por una devoción a una historiografía que no se abre a configuraciones múltiples.

Esto nos lleva a un segundo punto. La época moderna fue una búsqueda en pos de unificar versiones para arribar a una memoria oficial que serviría de sostén a una idea de homogeneidad en el tiempo. La idea de continuidad y linealidad en la historia servía, de esta manera, para fundamentar un discurso basado en el progreso.

Benjamín, Arendt y otros, que parten de manera cercana a Heidegger y su crítica al predominio de la técnica, pusieron en duda la idea de continuidad en la historia, ante la barbarie presenciada a partir de las guerras mundiales. El cuestionamiento era si realmente se arribaba a un estadio superior con los acontecimientos enfrentados o más bien, se trataba de retrocesos, fisuras y accidentes en la historia.

Para Benjamin, en una lectura extrema de lo ocurrido, la Primera Guerra Mundial representa el producto más nítido del dominio técnico. Esta guerra anuló la relación entre experiencia y relato. Lo vivido que se transmite aparece escindido de la narración, por tanto toda experiencia significativa ya no puede ser relatada, comprendida y, mucho menos, homogeneizada. Hay un desgarramiento de la experiencia respecto a la trama y el discurso.

El diagnóstico teñido de melancolía, parte, como mencionamos, de que antes del predominio de la técnica y de los sucesos vividos en las dos guerras mundiales, era posible transmitir las acciones por medio de la experiencia transmutada en relatos. Con la barbarie, se genera una ruptura de la tradición, la cual es vivida como incertidumbre, falta de continuidad en la historia e incapacidad para comunicar experiencias.55 Este panorama responde también a una época de "eclipse" de la política.

Benjamin apuesta por el giro teológico,56 con lo cual el rescate del pasado a través de la memoria será concebido como una especie de resignificación del ideal mismo de experiencia que de voz a "los justos". Con el giro redentor, da también pie a un cambio en la relación entre compromiso político y rescate del pasado. La memoria es en él recuperación ética y salvadora, son los recuerdos de las víctimas, que pueden ser interpretados como acceso testamental, pero sobre todo es (hay que insistir) redención de los oprimidos.

Arendt, al elaborar el perfil de Walter Benjamín,57 se centra en el método de acceso al pasado, al que denomina "técnica mosaico" que "busca en los escombros". Son rescates del pasado, que desde el presente se arrancan, no para conservarlo, sino para que esas "astillas" emancipen. No hay posibilidad de continuidad en la historia, únicamente se rescatan eventos. De tal forma que el material del que se sirve el narrador es la vida humana y "hace uso como si fueran ruinas, fragmentos de vida que no se dejan encajar dentro de un todo, sino que [...] permiten pluralidad de interpretaciones y moralejas. De allí que la narración "es un proceso de asimilación que discurre en las profundidades".58

Entonces, el acceso al pasado es una exigencia de rescate de la barbarie, de salvamento de "la penuria de los esclavos", la memoria de las víctimas que afianza el compromiso con los ancestros. Hay una especie de irrupción del pasado en el presente. Al respecto, Benjamin señala: "La verdadera imagen del pasado pasa súbitamente. Sólo en la imagen que relampaguea de una vez para siempre en el instante de su cognoscibilidad, se deja fijar el pasado".59

En Arendt, la crítica transcurre por una lectura del totalitarismo como fenómeno específicamente moderno. Éste aparece ligado a la supresión de la memoria y de la política. Ella aventura que el totalitarismo y, en específico, el Holocausto marcaron una ruptura total con la tradición, en donde el hecho más significativo fue la ausencia de continuidad con la historia. Se generó un corte de tajo con las normas de la moral tradicional y el tema de la reflexividad apareció difuso. No había conceptos para nombrar lo ocurrido, ni experiencia previa para comprender lo que pasó, ni aun la estructura legal contaba con un marco normativo para castigar a los culpables. Los hechos superaron cualquier explicación y no hubo categorías analíticas capaces de dar cuenta de lo ocurrido. Ante la ruptura de la tradición, lo que predomina es la incertidumbre. Tal es así, que si la aspiración es recuperar a la política, tendrá que recurrirse a la memoria y a una suerte de nostalgia de la tradición.

Antes de los eventos del siglo XX, los relatos podían ser unificados y la herencia del pasado aparecía incuestionada. Al romperse ese hilo de continuidad, cada nueva generación en la ruptura, habrá de reelaborar una nueva narrativa o narrativas, reconstruir el lenguaje y crear principios heurísticos.

Después del totalitarismo, el pasado sólo puede ser recuperado por partes, hay, por tanto, una pérdida de certezas y de control sobre su evaluación.

Esta indeterminación del pasado respecto al presente modifica el panorama considerablemente. Su recuperación se limita a una reconstrucción de hallazgos que se presentan bajo capas sedimentadas de historia.

Estos fragmentos o "perlas" son recuperados en formato de "pequeñas historias" que se comparten, son plurales y son depositorios de memoria. Para Cohen60 la intención de Benjamín (y me parece que también de Arendt) es que memoria y experiencia se resitúen como generadoras de lazos entre las personas.

Narrar historias, de acuerdo con Arendt, permite dar sentido a las acciones a través de un ejercicio memorial. "El sentido está en el relato no en lo inefable", dirá Birulés, puesto que sabe que los relatos no alivian el sufrimiento del mundo, pero cada vez que el historiador o el poeta trágico cuentan una historia, añaden algo al repertorio de un mundo que nos sobrevivirá.61

La idea de una continuidad de la historia tiene su referente en una explicación del mundo donde no hay lugar para desvíos y se respalda en un relato homogéneo. El monopolio del recuerdo lleva adicionalmente a que éste se materialice en una práctica historiográfica que justifica un estado de cosas dado, donde la tarea es someter al olvido todo aquello que sanciona al poder y consolidar en el presente, y en lo posible, en las futuras generaciones, el culto a esta memoria institucional. Otro de los temas, será infundir confianza en un código común compartido y "presentar como eterno y necesario lo histórico y contingente".62

El vínculo entre la memoria y la política transita, entonces, también por el papel que ha jugado la historia como sostén que legitima a la autoridad y a un determinado statu quo.

Tanto Benjamín como Arendt pudieron vislumbrar el tránsito de una época y resituar los problemas, ello los acerca a nosotros. Podemos ir a ellos con comodidad en un intento por explicar el reciente revival del pasado, que aparece acompañado por un mayor protagonismo de lo subjetivo.

La interrogante será cómo interpretar en la actualidad el auge de la memoria desde las "otras voces", en una tesitura de apertura democrática y ascenso de la subjetividad, sin caer en una lectura mesiánica o nostálgica.

Huyssen63 afirma al respecto, que sí bien en la Modernidad el pasado aparecía manipulado y controlado, había posibilidad de pensar en un futuro, gracias a la linealidad de los tiempos. Para él, en la actualidad no se asiste a una reivindicación de la visión del sujeto o a una ponderación de los eventos traumáticos, hay sólo pasado. Al respecto, dirá: "Hoy no hay más que pasado. Este fin de siglo no generó una nueva visión de futuro".64 En este panorama, Huyssen encuentra: "La sensación de que en la actualidad el pasado es evocado para proveer aquello que no logró brindar el futuro en los imaginarios previos del siglo XX".65 Lo que se vive es, pues, "un exceso de pasado" que impide hacer una valoración objetiva de lo ocurrido. A lo cual, agregaríamos, el cuestionamiento sobre el hecho de que la memoria sea retomada como política pública desde el Estado y se "oficialice" el debate, ¿Qué tanto resta efectividad en la construcción de relaciones sociales equitativas y democráticas, con respecto al manejo del pasado?

En este sentido, el diagnóstico de ambos autores se inclina hacia la misma ruta: romper la cadena de la continuidad narrativa y dejar de lado la cronología como la estructura natural narrativa para volcarse a las fallas y rupturas. No se trata solamente de hacerle justicia a la "memoria de los muertos"66 al contar la historia en términos de sus deseos y esfuerzos fallidos, sino como bien nos advierte Benhabib, es una forma de preservación del pasado, alejándose de la idea de necesidad histórica por improcedente. La recuperación de lo sucedido a partir de las pequeñas historias, implica una amplia apertura que va más allá de "la visión de los vencidos", para ser ampliada hacia la recuperación del sentido común, la reflexividad y la capacidad para juzgar. Hay, por tanto, un énfasis en la capacidad para pensar, pero con un sentido ciudadano, no introspectivo, es decir, "pensar con el mundo", lo que hace posible cortar de manera profunda para "recordar todo y no olvidar lo que importa".67 La finalidad de tal operación sería restituir a la política su sentido original y evitar que se vuelvan a cometer atrocidades en su nombre.

Los elementos descritos anteriormente, pudieran constituir un puente con el narrativismo actual. Hoy se vuelven a pensar y a contar las historias para poder comprender lo que se hizo en el pasado reciente. Se incorporan todo tipo de narrativas que aportan luz a la necesidad de entender lo acontecido a partir de los excesos de la política.

Bibliografía

Hannah Arendt, "Comprensión y política", en De la Historia a la acción (Barcelona: Paidós, 1995), p. 41. [ Links ]

Elisabeth Young-Bruehl, "Hannah Arendt's Storytelling", en Social Research, vol. 14(1977), p. 184. [ Links ]

Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona: Paidós , 1993). [ Links ]

Sheyla Benhabib, "El juicio y las bases morales de la política en el pensamiento de Hannah Arendt", en El ser y el otro en la ética contemporánea (Barcelona: Gedisa, 2006) pp. 139-163. [ Links ]

Hannah Arendt, Rahel Varnhagen. Vida de una mujer judía (Barcelona, Lumen, 2000), p.145. [ Links ]

Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona, Paidós, 1993), p. 208. [ Links ]

Gustavo Leyva, "Hannah Arendt: acción, identidad, narración", en Política, identidad y narración (México: UAM-I, 1993), pp. 383-411. [ Links ]

Julia Kristeva, "El genio femenino. La vida, la locura, las palabras", en Hannah Arendt, t. I, (Buenos Aires: Siglo XXI, 2000), p. 56. [ Links ]

Paul Ricoeur, Historia y narratividad (Barcelona: Paidós , 1999), p. 210. [ Links ]

Hannah Arendt, La vida del espíritu. El pensar, la voluntad y el juicio en la filosofía y en la política (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1984), pp. 113 y 114. [ Links ]

Hannah Arendt , Hombres en tiempos de oscuridad (Barcelona: Gedisa , 1990), pp. 13-41. [ Links ]

María Pía Lara, Narrating evil. A postmetaphysical Theory of Reflective judgement (NY: Columbia University Press, 2007), p. 49. [ Links ]

Paul Ricoeur, Tiempo y narración, t. I (México: Siglo XXI, 2000), pp. 115-130. [ Links ]

Anne Amiel, Hannah Arendt . Política y acontecimiento (Buenos Aires: Nueva Visión, 2003), p. 52. [ Links ]

Paul Ricoeur, "Narratividad, fenomenología y hermenéutica", en Análisi. Quaderns de comunicación i cultura, núm. 25 (2000), p. 191. [ Links ]

Paul Ricoeur, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, t. I (México: Siglo XXI , 2000), p. 31. [ Links ]

Erich Séller, "Hannah Arendt a sa Critic of Literature", en Social Research, núm.14(1977), p. 158. [ Links ]

Simona Forti, Vida del espíritu y tiempo de la polis (Valencia: Cátedra, 1996), pp. 281 y 282. [ Links ]

Melvyn Hill,"The Fictions of Mankind and the Stories of Men", en Hill, Melvyn (ed.), Hannah Arendt : The Recovery of the Public World, Nueva York, St. Martin's Press, 1979, pp. 275-300. [ Links ]

Adriana Cavarero, Relating Narratives. Storytelling and Selfhood (Nueva York: Routledge, 2000), p. 143. [ Links ]

Seyla Benhabib, "Hannah Arendt and the Redemptive Power of Narrative", en Social Research, núm. 57 (Spring, 1990). [ Links ]

David Luban, "Explaining Dark Times, Hannah Arendt 's Theory of Theory", en Social Research, núm. 50 (Spring, 1983), p. 216. [ Links ]

Hannah Arendt , La tradición oculta (Barcelona: Paidós , 2000). [ Links ]

George Kateb, Hannah Arendt . Politics, Conscience, Evil (Oxford: Martin Robertson, 1983), p. 14. [ Links ]

Nora Rabotnikof, "Memoria y política: compromiso ético y pluralismo de interpretaciones", en En torno a Walter Benjamín (México: UAM-I , 1993), p. 213. [ Links ]

Amengual, Gabriel, "Pérdida de la experiencia y ruptura de la tradición. La experiencia en el pensamiento de Walter Benjamin", en Amengual, G., Cabot, M. Vermal, J., Ruptura de la tradición. Estudios sobre Walter Benjamin y Martin Heidegger (Madrid: Trotta, 2008). [ Links ]

Hannah Arendt , "Walter Benjamin 1892-1940", en Hombres en tiempos de oscuridad (Barcelona: Gedisa , 1990), pp. 139-191. [ Links ]

Walter Benjamin, Para una crítica de la violencia y otros ensayos (México: Premia, 1983). [ Links ]

Esther Cohen y Ana María Martínez de la Escalera, De memoria y escritura (México: UNAM, 2002), p. 14. [ Links ]

Fina Birulés, Hannah Arendt . Una herencia sin testamento (Barcelona: Gedisa , 2007), p. 196. [ Links ]

Manuel Cruz, Filosofía de la historia (Barcelona: Paidós , 1993), p. 22. [ Links ]

Andreas Huyssen, "Resistencia a la memoria: los usos y abusos del olvido público", en INTERCOM, XXVII Congreso Brasileiro de Ciencias de la Comunicación, Porto Alegre, agosto, 2004, pp. 1-16. [ Links ]

Andreas Huysen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización (México: FCE-Instituto Goethe, 2002). [ Links ]

Benhabib, The Reluctant Modernism of Hannah Arendt , Thousand Oaks, p. 88. [ Links ]

Elisabeth Young-Bruehl, "Hannah Arendt 's Storytelling", en Social Research, vol. 14(1977), p. 188. [ Links ]

1Hannah Arendt, "Comprensión y política", en De la Historia a la acción (Barcelona: Paidós, 1995), p. 41.

2Elisabeth Young-Bruehl, "Hannah Arendt's Storytelling", en Social Research, vol. 14(1977), p. 184.

3Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona: Paidós, 1993).

4Sheyla Benhabib, "El juicio y las bases morales de la política en el pensamiento de Hannah Arendt", en El ser y el otro en la ética contemporánea (Barcelona: Gedisa, 2006) pp. 139-163. Ver en particular: pp. 142-145.

5Ibid., p. 145.

6Hannah Arendt, Rahel Varnhagen. Vida de una mujer judía (Barcelona, Lumen, 2000), p.145.

7Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona, Paidós, 1993), p. 208.

8Ibid., p. 31.

9Ibid., p. 207.

10Ibid., p. 208.

11Gustavo Leyva, "Hannah Arendt: acción, identidad, narración", en Política, identidad y narración (México: UAM-I, 1993), pp. 383-411.

12Seyla Benhabib, "The Reluctant Modernism of Hannah Arendt, Thousand Oaks", en Sage Publications, núm. 10 (1996), p. 111.

13Arendt, La condición humana, op. cit., p. 208.

14Ibid., pp. 207 y 208.

15Julia Kristeva, "El genio femenino. La vida, la locura, las palabras", en Hannah Arendt, t. I, (Buenos Aires: Siglo XXI, 2000), p. 56.

16Ibid., p. 56. Sage Publications, núm. 10 (1996), p. 111.

17Paul Ricoeur, Historia y narratividad (Barcelona: Paidós, 1999), p. 210.

18Ibid., pp. 210 y 211. El subrayado es mío.

19Hannah Arendt, La vida del espíritu. El pensar, la voluntad y el juicio en la filosofía y en la política (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1984), pp. 113 y 114.

20Ibid., p. 114.

21Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad (Barcelona: Gedisa, 1990), pp. 13-41.

22María Pía Lara, Narrating evil. A postmetaphysical Theory of Reflective judgement (NY: Columbia University Press, 2007), p. 49.

23Paul Ricoeur, Tiempo y narración, t. I (México: Siglo XXI, 2000), pp. 115-130.

24Ibid., p. 208.

25Anne Amiel, Hannah Arendt. Política y acontecimiento (Buenos Aires: Nueva Visión, 2003), p. 52.

26Esto también lo señala Ricoeur.

27Paul Ricoeur, "Narratividad, fenomenología y hermenéutica", en Análisi. Quaderns de comunicación i cultura, núm. 25 (2000), p. 191.

28Paul Ricoeur, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, t. I (México: Siglo XXI, 2000), p. 31.

29Ibid., p. 32.

30Erich Séller, "Hannah Arendtasa Criticof Literature",enSocialResearch,núm.14(1977), p. 158.

31Idem.

32Simona Forti, Vida del espíritu y tiempo de la polis (Valencia: Cátedra,1996), pp.281 y 282.

33Ricoeur, Narratividad, fenomenología y hermenéutica, op. cit., p. 190.

34Paul Ricoeur, Tiempo y narración, pp. 39 y 113.

35Benjamin, W. Illuminations, Nueva York, Shocken, 1969. Introducción de Hannah Arendt. En la edición en español de Taurus no incluyen la introducción de Arendt. Este trabajo aparece en Hombres en tiempos de oscuridad "Walter Benjamín 1892-1940", Barcelona, Gedisa, 1990. "Los Pasajes" de Benjamin, en Iluminaciones II, Madrid, Taurus, 1972 y Akal, Madrid, Tres cantos, 2005.

36Sheyla Benhabib, "Redemptive Power of Narrative", in Social Research, núm. 57 (Spring, 1990), p. 181.

37Es de destacar sobre este tema el ensayo pionero de Melvyn Hill,"The Fictions of Mankind and the Stories of Men", en Hill, Melvyn (ed.), Hannah Arendt: The Recovery of the Public World, Nueva York, St. Martin's Press, 1979, pp. 275-300.

38Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad, p. 179.

39Los espectadores sólo pueden armar y contar historias, que serán narrativas con un comienzo, una trama y un final, a causa de la pérdida de la tradición. Ésta se rompió y hoy sólo podemos rescatar "perlas del pasado", porque la tradición se comprende en Arendt como "un tejido de posibilidades de entendimiento".

40Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad, op. cit., p. 9.

41Adriana Cavarero, Relating Narratives. Storytelling and Selfhood (Nueva York: Routledge, 2000), p. 143.

42Seyla Benhabib, "Hannah Arendt and the Redemptive Power of Narrative", en Social Research, núm. 57 (Spring, 1990).

43David Luban, "Explaining Dark Times, Hannah Arendt's Theory of Theory", en Social Research, núm. 50 (Spring, 1983), p. 216.

44Hannah Arendt, La tradición oculta (Barcelona: Paidós, 2000).

45Luban, "Explaining Dark Times, Hannah Arendt's Theory of Theory", op. cit., p. 227.

46George Kateb, Hannah Arendt. Politics, Conscience, Evil (Oxford: Martin Robertson,1983), p. 14.

47Idem.

48Idem.

49Aquí me gustaría equiparar la idea que tiene Arendt con la concepción de Pericles que afirma: "Su gloria es ser eternamente recordados en cada ocasión en que se narren hechos o historias y se compartan para su conmemoración". Ver el texto de Luban, David, "Explaining Dark Times", en Social Research, vol. 50, I (Spring, 1983). Luban afirma a raíz de lo anterior: "mientras la polis exista, conmemorará a sus héroes", p. 221.

50Ver MacIntyre, Alasdair, Traslavirtud, Barcelona, Crítica, 2001. En particular el capítulo 10, "Las virtudes en las sociedades heroicas", pp. 155-166. Ver también: Reszler, André, Mitos políticos modernos (México, FCE, 1984), en particular: "Héroes, salvadores y jefes carismáticos", pp. 232-277.

51Nora Rabotnikof, "Memoria y política: compromiso ético y pluralismo de interpretaciones", en En torno a Walter Benjamín (México: UAM-I, 1993), p. 213.

52Ibid., p. 113.

53Luban, Explaining Dark Times, Hannah Arendt ́s Theory of Theory, op. cit., p. 216.

54White Hayden, Metahistoria (México: FCE, 1992); ver principalmente el Prefacio y la Introducción: "La poética de la historia", pp. 9-50.

55Ver Amengual,Gabriel, "Pérdida de la experiencia y ruptura de la tradición. La experiencia en el pensamiento de Walter Benjamin", en Amengual, G., Cabot M. Vermal, J., Ruptura de la tradición. Estudios sobre Walter Benjamin y Martin Heidegger (Madrid: Trotta, 2008).

56Ibid.,p.94. En este trabajo Aguilera denominal o que hace Benjamin: "metafísica teologizante".

57Hannah Arendt, "Walter Benjamin 1892-1940", en Hombres en tiempos de oscuridad (Barcelona: Gedisa, 1990), pp. 139-191.

58Walter Benjamin, Para una crítica de la violencia y otros ensayos (México: Premia, 1983).

59Ibid., p. 107.

60Esther Coheny Ana María Martínez de la Escalera, De memoria y escritura (México:UNAM, 2002), p. 14.

61Fina Birulés, Hannah Arendt. Una herencia sin testamento (Barcelona: Gedisa,2007), p.196.

62Manuel Cruz, Filosofía de la historia (Barcelona: Paidós, 1993), p. 22.

63Andreas Huyssen, "Resistencia a la memoria: los usos y abusos del olvido público", en INTERCOM, XXVII Congreso Brasileiro de Ciencias de la Comunicación, Porto Alegre, agosto, 2004, pp. 1-16.

64Andreas Huysen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización (México: FCE-Instituto Goethe, 2002).

65Idem.

66Benhabib, The Reluctant Modernism of Hannah Arendt, Thousand Oaks, p. 88.

67Elisabeth Young-Bruehl, "Hannah Arendt's Storytelling", en Social Research, vol. 14(1977), p. 188.

Recibido: 28 de Marzo de 2013; Aprobado: 11 de Febrero de 2014

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons