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En-claves del pensamiento

versão On-line ISSN 2594-1100versão impressa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.5 no.9 México Jan./Jun. 2011

 

Artículos

 

Cosmos vs caos, sujeto o circunstancias: ¿cuál es el origen del mal?

 

George Andrew Viater Treviño*

 

* Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México, México, dart_fty@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 20/07/2010
Fecha de aceptación: 15/09/2010

 

No luches con monstruos
O tú te convertirás en un monstruo,
Y si miras al abismo
El abismo te mirará de vuelta.

Friedrich Nietzsche, 1989

 

Resumen

La maldad ha sido un tema controversial y constante en la historia de la humanidad, siempre fluctuante en un mar de definiciones y fronteras morales, religiosas, místicas e inclusive psicológicas y políticas. ¿Pero cuál es el origen del mal? A lo largo de este trabajo se busca desenmarañar primero la construcción de dicho concepto a lo largo del tiempo así como los accesorios que se adhieren a él por consecuencia, como la violencia y la perversión, temas recurrentes en nuestra cotidianeidad, así como intentar establecer una nueva perspectiva para analizar la maldad desde un punto de vista objetivo en la edificación de relaciones entre el sujeto y su entorno.

Palabras clave: Mal, monstruos, violencia, perversión, normalidad.

 

Abstract

Evil has always been a controversial and constant topic throughout humanity's history. Always fluctuating between moral, religious, mystic and even psychological and political definitions and frontiers. ¿But what's the origin of evil? Throughout this text we try to untangle the construction of such a concept through history as well as other concepts that adhere as accessories to it like violence and perversion; topics that are constantly recurring on our day to day life. Also, we try to establish a new perspective to analyze evil from an objective point of view in the edification of the relationships between the subject and its environment.

Key words: Evil, monsters, violence, perversion, normalcy.

 

La maldad ha sido un tema constante y controversial, sometido a un escrutinio continuo, discutido y reflexionado desde que el ser humano emerge como una especie capaz de significar el mundo que lo rodea, de acuerdo a lo mencionado por Horne en su artículo Evil acts not evil people: their characteristics and context.1 Además, la situación actual en la que nos encontramos nos arroja ejemplos de violencia, agresión, inseguridad y desesperación diariamente, en las noticias, periódicos e inclusive en una simple conversación; por lo tanto decidí abordar la problemática del origen del mal, retomando la argumentación de la 'sociedad perversa' y las atrocidades cometidas en Auschwitz expuestas por Roudinesco en su texto nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos,2 así como el contraste contextual de Ochoa en su artículo algunas representaciones del mal en el romanticismo,3 dentro de la compilación El Mal. Diálogo entre filosofía, literatura y psicoanálisis.

¿Qué es lo que desata un genocidio? ¿Qué es lo que genera odio o terror y qué implica una retaliación? ¿Dónde radica la maldad, en las personas o en los contextos en los que se encuentran? Estas son algunas de las preguntas que suelen surgir en tiempos de crisis y violencia, y nuestro presente no está exento de ello. Podemos llamarlo crimen organizado, terrorismo, guerra, depravación o inclusive transgresión, ya sea en un sujeto o en un conglomerado de personas encaminadas por una ideología o un líder carismático, el hecho de que la maldad en diversas formas y representaciones se ha venido permeando en la mismísima infraestructura de nuestra cotidianeidad. A lo largo de este trabajo se abordará la definición etimológica del mal, los contrastes entre las posturas fenomenológica y semiótica, la naturaleza del mal dentro del hombre y dentro de la sociedad, la dualidad del cosmos y el caos, así como un vistazo a la categorización psiquiátrica de la maldad en el DSM-IV englobada en el Trastorno antisocial de la personalidad.4 Será una exploración llena de contrastes y complicaciones, dado que nada se ha escrito en piedra, pero es justamente esa plasticidad de la maldad la que más ha asombrado y tentado al hombre.

Con relación a lo anterior, pregunto ¿Qué es el mal? ¿Cómo nace, cómo se expresa y cómo se etiqueta el mal? Son algunas de las preguntas que buscan aclarar, para comprender el origen del mal y su relación con el ser humano. Debemos comenzar entonces por analizar la palabra "maldad", de dónde se manifiesta la importancia del significado que se ha ido perdiendo, matizado por explicaciones religiosas. De acuerdo a diversas raíces del lenguaje, el mal se ha denominado evil, evel, yfel, schlecht y böse, siguiendo las lenguas anglosajonas y romances, donde se usaba como adjetivo para definir un acto o persona que 'excedía una norma', o bien 'pasar por encima de los límites' de acuerdo al Oxford English Dictionary,5 lo cual nos ayuda a establecer los cimientos de nuestra búsqueda de respuestas, la palabra en sí surge para definir (al ser un adjetivo) actos que van más allá de lo preestablecido, de las normas, de los límites; tiempo después en la Edad Media y la Ilustración de acuerdo a Ochoa6 adquiere una connotación religiosa, al convertirse de adjetivo en sustantivo, ahora se ha cosificado el 'mal', convirtiéndose en la antítesis del 'bien', pero más que nada aparece sin una definición propia porque se convierte en la ausencia del 'bien'. A pesar de la relativa inocencia de este cambio de significado, el trasfondo nos ayuda a comprender como a lo largo del tiempo conforme el ser humano va cambiando sus paradigmas y corrientes de razonamiento va resignificando el mundo en el que se encuentra, incluyendo la concepción del mal. Es así como a finales del siglo XVIII en pleno romanticismo europeo gracias a los escritos de autores como Novalis, William Blake o Giacomo Leopardi, podemos analizar las modificaciones que ha sufrido la maldad y cómo el contexto socio-histórico y cultural va moldeando no sólo las corrientes artísticas y científicas, sino la misma concepción de constructos como la maldad.

Utilicé la palabra "constructo" para definir a la maldad debido a que a pesar de su uso como sustantivo, se debe a la interacción y actos humanos su nacimiento, dado que por su misma naturaleza no puede nacer del mundo animal o 'natural' por así llamarlo. Ahora, si partimos del campo de la semiótica y de la psicología analítica, el ser humano utiliza el lenguaje justamente para nombrar aquello que pertenece a su 'mundo' con tal de ejercer control sobre él por medio del entendimiento. Justamente de la construcción de la maldad como adjetivo o sustantivo, presente en nuestra cotidianeidad, la fenomenología y el fundacionismo se han encontrado frente a frente para determinar la naturaleza del mal desde dos puntos diametralmente opuestos; de acuerdo a Horne7 el centro de la cuestión radica en ubicar la maldad dentro del hombre o fuera de él, siendo el fundacionismo con autores como Freud, Jung y Klein quienes lo apoyan con sus respectivas teorías, mientras que la fenomenología se centra en los psicoanalistas de segunda generación, sociólogos e historiadores. Para clarificar un poco ambas posturas, retomaremos los principales argumentos y bases teóricas que se manejan a lo largo del artículo de Horne; los fundacionistas establecen el origen del mal en la misma naturaleza del hombre, es parte innata e inherente a él, inseparable e irrevocable, Freud lo expresa con la pulsión de muerte, siempre patente en nuestro inconsciente y que al proyectarse al exterior se convierte en agresión hacia el otro, parte de nuestras pulsiones agresivas que existen en nuestro interior, Jung lo explica a través del arquetipo de la sombra, aquél lado obscuro de nuestra psique que engloba nuestra animalidad, nuestra agresión e inmoralidad; finalmente Klein recurre precisamente a la infancia, donde el sujeto interioriza objetos persecutorios (que le son desconocidos) y con tal de librarse de la ansiedad provocada por esa hostilidad hacia sí mismo, la dirige a otras personas, facilitando el desplazamiento de un peligro interno hacia uno externo; de forma análoga, la hermenéutica fenomenológica establece el contexto como el origen de la maldad siendo aquél el que bombardea al ser humano de estímulos y situaciones que lo orillan a cometer actos denominados "malignos" o convertirse en "verdugo".

Ahora, retomando a Roudinesco8 en su texto acerca de Auschwitz y las perversiones en la sociedad, ¿dónde recae el mal, acaso recae en los oficiales nazis que torturaban, humillaban y asesinaban masivamente a la población judía o en los sujetos que encuentran el goce en el comercio sexual con animales o vistiéndose con las ropas del sexo opuesto? ¿O quizá la maldad se encuentre incubada en la Naturaleza y en la sociedad que nos rodea y de la que somos parte, que nos orilla a cometer dichos actos por miedo, desesperación o ansiedad? Conforme uno va leyendo dicho texto, sobre todo deteniéndose en los 'pintorescos' y 'creativos' cuadros de violencia y perversión que logra dibujar Roudinesco de forma vívida e indeleble, es fácil llegar a un distanciamiento emocional con tal de poder proseguir con la lectura, sobre todo al analizar con qué naturalidad y sencillez se cometían tales actos, además entre más lejanos fueran a lo que nosotros acostumbramos o consideramos 'normal', más difícil era comprender el porqué lo hacían; por lo tanto caemos justamente en una trampa psicológica para evitar la ansiedad, terror, repugnancia o animadversión ocasionada por dichas personas y sus actos, al aplicar un distanciamiento emocional del verdugo y sus víctimas es más fácil leer sobre ellos o inclusive ver lo que realizan, al cosificarlo, reducirlo del estatus de persona a objeto, podemos manejar con mayor templanza actos tan incomprensibles reduciéndolos a racionalizaciones o explicaciones científicas estériles. Un ejemplo para clarificar estos conceptos es el hecho de que la American Psychiatric Association en su Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV)9 haya retomado las bases de Freud, Jung y Klein para crear su 'trastorno antisocial de la personalidad', donde se exponen características como la irresponsabilidad, irritabilidad y agresividad, o deshonestidad, aunque las que considero más importantes son justamente el fracaso para adaptarse a las normas sociales y la ausencia de remordimiento; porque los criterios anteriores de forma aislada pueden sugerirnos una gran cantidad de personas a las cuales no les adjudicamos el adjetivo 'malignas' ni la condición inherente de 'malos', pero cuando ya hablamos de una transgresión a la norma, de una ausencia de remordimiento y de culpa cuando comenzamos a imaginarnos a ese personaje, ese monstruo, que camina dejando mancillado por donde pasa, con la obscuridad y la noche como su manto, y su total falta de escrúpulos al cometer cualquier tipo de atrocidad.

Es más fácil comprender el genocidio ocurrido en la Segunda Guerra Mundial cuando nombramos a Eichmann y a Himmler y a todos ellos como 'monstruos' o 'malignos' porque los reducimos a la otredad de cosas inferiores a nosotros, apartándolos de cualquier semblanza de humanidad que pudiera asemejarse a nuestra propia persona. Aunque quisiera retomar que no sólo los actos de violencia o agresiones nos producen esa misma sensación y reacción defensiva, la sexualidad es otro aspecto del mundo que provoca grandes controversias y reacciones diversas, sobre todo conforme más se alejen de nuestras prácticas o del 'rango de aceptabilidad' que establecemos dentro de nuestro contexto psicosocial; es por lo mismo que las diferencias acentúan la separación y las fricciones, y como la similitud engendra unión y cooperación, se conjuga la disposición interna del sujeto con el contexto circundante, ya que las diferencias y similitudes no implican de forma única las características personales, también existen las metas supraordinarias o los enemigos en común.

En fin, el grado de perversión de una sociedad y de sus integrantes cambia constantemente, conforme se movilizan las percepciones de un punto rígido e inamovible hasta la flexibilidad y apertura que engendra la perdición de acuerdo a los estándares religiosos. El goce como figura central es entonces sujeto de crítica y de satanización cuando está ligado a prácticas contra-natura o que se alejan de nuestras leyes y normas autoimpuestas, por lo cual es aún más perverso y maligno aquello que transgrede nuestro status quo y que además genera goce en el otro, porque es tomado como una afrenta directa, como un acto decididamente hostil e instrumental. Es por ello que a lo largo de la literatura y de la cultura popular se le suelen denominar 'monstruos' o 'abominaciones' a dichas personas y actos, porque van más allá de nuestra comprensión y el demonizarlos haciendo de ellos escoria que se regodea con la pestilencia y la depravación hace más fácil la labor de excluirlos, evadirlos, segregarlos, atacarlos, asesinarlos, o inclusive borrarlos del planeta; después de todo, son parte de la enfermedad, de la maldad ¿qué clase de persona seríamos si no los erradicamos? Definitivamente no seríamos 'buenos' ¿o sí?

Recuperando un poco la argumentación de Horne,10 debemos analizar la naturaleza de su origen, así como las circunstancias que la hacen germinar tanto en individuos como en sociedades enteras. Para comprender la maldad debemos referirnos a ejemplos que nos evoquen la palabra 'maldad' tales como los amplios ejemplos de Roudinesco11 o basta escuchar las noticias o leer los periódicos, podemos entonces dilucidar elementos en común en esos actos y en esas personas, nos generan una gran variedad de emociones como terror, aversión e inclusive repugnancia, y si continuamos por esa línea, nos damos cuenta de que existe una delgada línea que nos divide, porque ellos son los 'otros' mientras que del otro lado se encuentra el grupo cohesivo de 'nosotros'; parece ser una diferencia semántica prescindible e inclusive superficial, pero es justamente ese sesgo de endogrupo y exogrupo lo que engendra la maldad en cualquier sujeto; para clarificar un poco esta línea argumentativa tenemos que abordar el proceso de 'normalización' en el que se ve incluido el ser humano en su desarrollo tanto de especie, como de sujeto; conforme la persona va madurando comienza a conocer y reconocer el mundo que lo rodea, atribuyéndole nombre, y por ende significado a los elementos que lo rodean y que forman parte de 'su mundo', pero es justamente en la infancia temprana, cuando existe esa explosión de nuevos fragmentos y significados que surgen de sensaciones y experiencias que escapan de la comprensión del infante, ya sea por una falta de apoyo por parte de los cuidadores principales, o por el simple hecho de que no posee la madurez psíquica necesaria para aprehender y significar dichos fragmentos o vivencias. Al mencionar apoyo va más allá de la negligencia o gratificación en los cuidados por los adultos encargados de la crianza del infante, más bien es una referencia al soporte lingüístico y cognitivo que se le ofrece al infante, pero que nunca llega a cubrir la entereza de la tormenta de estímulos y vivencias del infante, lo cual genera aquella ansiedad y los primeros temores, emociones que van ligadas intrínsecamente a lo desconocido; conforme el infante crece esa masa difusa de animadversión le es otorgada una presencia, una otredad de forma que se le asigna la monstruosidad o malignidad de aquello que se desconoce, y que por ende si no se puede integrar al mundo psíquico del sujeto, termina siendo ajeno a él, y se le atribuye una maldad inherente, dado que si no son parte de 'nuestro mundo', está en contra de él, su mera existencia implica una posible contaminación de la estabilidad que se ha logrado en el mundo de significados internos del sujeto.

Esta primera etapa de la creación de los monstruos y terrores primordiales la podemos comparar de forma análoga con los principios de la humanidad, donde fenómenos como el fuego o las auroras boreales eran elementos que causaban admiración y temor al mismo tiempo, por lo tanto la única forma de 'controlar' aquella parte del mundo que no podían comprender era intentando resignificarlo con explicaciones teológicas y mágicas, asignándoles la otredad necesaria para dividir aquello que separaba la vida y la muerte, aquello que causa goce, luz y nacimiento de lo que causa dolor, obscuridad y muerte. Por lo tanto aquellos sujetos que nacían con deformidades o que salían de la norma social eran excluidos e inclusive en ocasiones erradicados, por ese temor a la "contaminación" del status quo.

Prosiguiendo a una etapa de mayor madurez tanto en el sujeto como en la especie humana, se llega al procedimiento de 'naturalización', donde el mundo dotado de significado es aquel que hace sentir seguridad y control sobre las circunstancias y la causalidad de las vivencias, asignándole la característica de normalidad y virtud de facto, siendo aquel mundo externo, desconocido, carente de significado (ya sea por ausencia de conocimiento/comprensión o por la sencilla falta de interacción con él) se le asigna la cualidad inherente del factor 'contaminante', aquello que puede mancillar el orden cristalino y 'perfecto' de nuestro mundo. He aquí donde surgen los primeros actos de maldad, dado que el endogrupo se autodenomina 'normal' y 'natural', mientras que a los grupos o fenómenos externos se les denomina 'anormales' o 'anti-naturales', definición que facilita el distanciamiento y posibilidad de justificar una actitud de superioridad al señalizar la supuesta inferioridad del exogrupo; por lo mismo no se requiere de una intensa gravedad o transgresión para calificar un acto de maligno, un comienzo puede ser un simple comentario, una observación fuera de contexto donde se cosifique al otro, rebajándolo quitándole su estatus de persona, lo cual no sólo incremente la distancia emocional, sino que también implica medirlo de acuerdo a las normas y estándares de nuestro mundo que ya hemos establecido como naturales. Los comentarios descontextualizados, las observaciones denigrantes, pueden ser superficiales, pero son el portal de actos de mayor impacto y malignidad, dado que después de cosificar y rebajar al otro, al verlo como una entidad monstruosa o un contaminante que atenta con nuestra estabilidad, las barreras de nuestros actos se empiezan a difuminar, haciéndose más fácil la escalada de una palabra a una acción, de una agresión verbal a una física, inclusive llegando a buscar atentar contra el otro en su totalidad o inclusive a todo lo que representa, con lo cual podemos comprender un poco mejor actos masivos como las limpiezas étnicas en África y Europa oriental o el genocidio cometido en los campos de concentración nazis.

Estamos tratando con la eterna batalla del cosmos contra el caos, el orden contra el desorden, armonía con discordancia, bondad con maldad, virtud y vicio, personas y cosas, existencia y anti-existencia. En la cotidianeidad de la existencia del ser humano como sujeto y como especie aquello que ha sido nombrado, comprendido y significado establece la burbuja del cosmos que brinda seguridad a través de una ilusión de control sobre el mundo, pero aquello desconocido, diferente o simplemente que se resiste a la significación engloba la escisión de lo "nuestro" con lo de los "otros", creando el caos. Ambas estructuras siendo duales y complementarias y por ende indispensables la una para la otra, por lo cual el sujeto percibe el caos tanto como una disposición interna representada en su ansiedad y temores como una proyección en elementos externos como lo desconocido, en ambas situaciones como un agente destructor y corruptor, por lo cual busca acciones de purificación para mantener su cosmos, su orden, su estabilidad y equilibrio, pudiéndolo comparar con el cuerpo humano donde el cosmos es representado por la homeostasis, un equilibrio que representa el funcionamiento óptimo del organismo, donde los agentes externos que van en contra de dicho equilibrio son considerados inmediatamente patógenos y se busca eliminarlos a riesgo de causar dolor o incomodidad, por lo tanto suelen ser bloqueados o repelidos por diversas barreras y límites dentro del organismo, tales como la segregación en las escuelas, baños y establecimientos públicos en los Estados Unidos de los años cincuenta o el fenómeno del apartheid en Sudáfrica; pero cuando alguno de esos agentes logra insertarse en el organismo, la respuesta se vuelve aún más agresiva buscando erradicarlo por completo, como el quemar a las brujas en Salem o lapidar a una mujer 'libertina' en Arabia Saudita; prosiguiendo a un ejemplo más drástico, si el agente externo logra una incubación y se expande lo suficiente, medidas más drásticas deben ser puestas en práctica dado que si se sufre una contaminación se puede llegar a perder todo el órgano o extremidad, como es el caso de las limpiezas étnicas y el genocidio. Es importante notar la complementariedad del cosmos y del caos dado que justamente las 'purificaciones' realizadas para eliminar la 'contaminación' tienen un elemento destructivo, disruptivo, se lastima con el fin de sanar, lo cual es la base semántica de cualquier discurso nacionalista o de cualquier líder que busca convencer a las masas de compartir su visión con la finalidad de eliminar al 'enemigo', al 'monstruo', al 'terror', porque si no se actúa con iniciativa, el temor de ser devorado o contaminado es muy alto; son dichas circunstancias las que justifican la violencia y agresión, los actos depravados y malignos que se satanizan bajo un ambiente cotidiano, cuando se hacen en nombre de una 'purificación' o 'defensa' contra una presencia sin nombre pero con etiqueta maligna son permitidos e inclusive recompensados socialmente.

Haciendo un recuento de lo que hemos abordado a lo largo del texto, nos hemos percatado que la maldad de forma esencial surge como un construc-to social, una fabricación humana debido a que se requiere del componente humano para poder atribuir todo el peso del significado 'maligno', dado que en la Naturaleza o inclusive en los animales se puede hablar de bestialidad, salvajismo o inclusive violencia, pero jamás maldad. No es hasta que se ubica en el mismo espacio psicológico de un sujeto que surge dicho concepto; hemos continuado con las respuestas que nos arroja su análisis semiótico al establecer la maldad como una transgresión a la norma o a los límites preestablecidos; siguiendo de la discusión fundacionista y fenomenológica del génesis del mal en el terreno de lo real; pero nos hemos percatado que un acercamiento tan simplista a la problemática no es capaz de dejar satisfecho a nadie, ya que analizando la dualidad del cosmos y caos que existe en la psique del infante y a través de su maduración como sujeto y como especie que la maldad es proyectada, aumentada, matizada, maquillada, satanizada o justificada de acuerdo a las circunstancias que rodean al sujeto en un determinado momento, cuando el entorno se convierte en un terreno fértil de caos y por ende de destrucción y desestructuración; pero también aquella explosión surge de una pequeña chispa, de aquella predisposición que posee el sujeto en su propia psique al dividir el mundo en 'su mundo' dotado de comprensión y significado así como la otredad, que contiene un mundo extraño, ajeno, resistente a los esfuerzos de significación. Así que no podemos atribuir la totalidad de la génesis de la maldad al sujeto, como siendo la 'maldad encarnada' (al utilizar el mal como sustantivo) pero tampoco se pueden satanizar por completo las circunstancias tomando al sujeto como una víctima incapaz de hacerles frente. Si logramos trasladarnos del 'mal' como sustantivo a la 'malignidad' como adjetivo encontraremos un entretejido de interdependencias que nos ayudará a comprender las distintas representaciones de la maldad a través del tiempo y de las culturas así como ayudarnos a establecer planes de contingencia a futuro.

El tener en cuenta las pulsiones agresivas y tendencias destructivas con respecto a los 'agentes patógenos contaminantes' que atentan con nuestro cosmos así como las circunstancias que proporcionan un terreno fértil para la proliferación de la maldad, es apenas el comienzo de nuestro acercamiento al fenómeno, y con ello tenemos una de las claves para mitigar y disminuir la violencia e intolerancia ante aquellos 'monstruos' y agentes externos; dado que el nacimiento de la aversión se produce por medio del procedimiento de la 'naturalización' al crear un cisma entre el yo y el mundo externo ajeno e innombrable, el poder establecer un terreno en común entre el endogrupo y el exogrupo, entre el cosmos y el caos es esencial para poder generar la desmitificación del otro, revertir su cosificación por medio de la personalización; reduciendo la distancia existente a pesar de la resistencia a la significación se hace más sencillo encontrar las semejanzas y tolerar las diferencias, de forma que el otro ya no es una cosa, un 'monstruo', es ahora una persona y por lo mismo podemos establecer un discurso bilateral desde el mismo nivel; el proceso no es sencillo puesto que hemos visto que para destruir muchos de los muros que nos han dividido a lo largo de la historia no caen de la noche a la mañana, pero los esfuerzos por lograr un mejor futuro radican en nuestra comprensión de la maldad y el hecho de aceptar que tanto el vicio como la virtud coexisten dentro de nosotros así como dentro de los demás, que nuestro cosmos requiere de caos para reconstruirse y crecer, enriqueciéndonos; en fin, los esfuerzos por conciliar las representaciones antitéticas no se pueden cristalizar en un abrir y cerrar de ojos, por lo que aún queda mucho trabajo de investigación y esfuerzos de comprensión sobre la forma de encontrar y establecer un terreno en común, un 'tercer espacio' que no sea único del endogrupo o del exogrupo, del cosmos o del caos, simplemente un espacio neutral donde ambas partes sean consideradas en igualdad de posición para comenzar con un discurso abierto atribuyéndole la suficiente importancia y humanidad al otro por medio de la personalización, construyendo un nuevo mundo de significados compartidos que permitan una mayor tolerancia y cooperación, por lo cual a pesar de que el camino todavía es largo dejo dos breves citas de Nietzche para reflexionar acerca del tipo de sujeto que necesitamos para escalar sobre los muros de la maldad así como una de las posibles claves para solucionar el conflicto estructural que va más allá del bien y del mal:

"El superhombre... Que ha organizado el caos de sus pasiones, ha dado estilo a su carácter y se ha vuelto creativo. Consciente de los terrores de la vida, la afirma sin resentimiento".12 "Aquello que se ha realizado por amor, siempre toma lugar más allá del bien y del mal".13

 

NOTAS

1 Michael Horne, "Evil acts not evil people: their characteristics and contexts" en Journal of analytical Psychology. 53:5, 2008, pp. 669-690.         [ Links ]

2 Elizabeth Roudinesco, nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos. Madrid, Ed. Anagrama, 2009, pp. 120-245.         [ Links ]

3 Anabel Ochoa, "Algunas representaciones del mal en el romanticismo", en Alberto Constante, Leticia Flores Farfán y Ana María Martínez de la Escalera, coords., El Mal. Diálogos entre filosofía, literatura y psicoanálisis. México, Ediciones Arlequín/Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey/Lunarena, 2006, pp. 55-69.         [ Links ]

4 Manuel Valdés Miyar, coord., Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. American Psychiatric Association DSM-IV. Barcelona, Masson, 1995, pp. 662-666.         [ Links ]

5 Oxford English Dictionary. Oxford, Oxford University Press, 1992, p. 95.         [ Links ]

6 A. Ochoa, op. cit., pp. 55-69.

7 M. Horne, op. cit., pp. 669-690.

8 E. Roudinesco, op. cit., pp. 120-245.

9 M. Valdés Miyar, op. cit., pp. 662-666.

10 M. Horne, op. cit., 53 5, 2008, pp. 669-690.

11 E. Roudinesco, op. cit., pp.120-245.

12 Friedrich Nietzsche. Beyond Good and Evil. Londres, Prometheus, 1989, p. 222.         [ Links ]

13 Ibid., p. 253.

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