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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.4 no.7 México jun. 2010

 

Entrevista y reflexiones

 

Entrevista a Evandro Agazzi

 

Hortensia Cuéllar*

 

* Profesora de la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey (RZMCM). hcuellarp@prodigy.net.mx

 

Fecha de recepción: 01/10/2009
Fecha de aceptación: 13/12/2009

 

Profesor Agazzi, sabemos que recientemente fue publicado en italia el grueso volumen: Filosofía, scienza e bioetica nel dibattito contemporaneo. (studi internazionali in onore di evandro Agazzi), de 1405 páginas, que reúne ensayos escritos por filósofos y científicos de los cinco continentes. Este hecho, de por sí, es ya muy relevante porque no es frecuente en nuestros días, que exista consenso internacional para tributarle un homenaje —llamémosle multitudinario— a un filósofo en vida, como es su caso. ¿a qué atribuye usted ese reconocimiento?

Pienso que esto es la consecuencia del hecho de que mi labor académica se ha desarrollado en varias partes del mundo, es decir no sólo en Italia (donde he enseñado en diferentes universidades y facultades filosóficas y científicas) sino también en otros países como Suiza (donde tuve la cátedra de Filosofía de la Naturaleza y Antropología Filosófica durante 19 años en la Universidad de Friburgo); Alemania o Estados Unidos (donde he enseñado como profesor invitado por algunos semestres), además de cursos o seminarios impartidos en muchas otras universidades o instituciones académicas. A esto se añade mi participación durante cincuenta años en una gran cantidad de congresos internacionales como ponente invitado. Es obvio que esta actividad me ha permitido conocer un número considerable de pensadores de todo el mundo, de entablar con ellos diálogos y discusiones fructíferas, de establecer relaciones de verdadera amistad; en pocas palabras, de conocer y hacerme conocer por los miembros más destacados de la comunidad filosófica internacional. Estas circunstancias favorables han ofrecido un alimento valioso a mi reflexión personal pero no hubieran llevado a ciertos éxitos si no se hubiesen acompañado de una efectiva apreciación positiva de los resultados de mi trabajo filosófico y científico. De hecho tuve el privilegio de gozar de la estimación de muchos de los más importantes pensadores de nuestro tiempo, como Popper, Ayer, Cohen, Dummett, Strawson, Hesse, Buchdal, Aubanque, Ricoeur, Fagot–Largeault, Granger, Vuillemin, Gusdorf, Apel, Habermas, Stegmüller, Hübner, Lorenzen, Radnitzky, Gadamer, Scheibe, Kluxen, Höffe, Weingartner, Ladrière, Perelman, Gochet, Hottois, Hersch, Bochenski, Lübbe, Richta, Schaff, Hintikka, Niiniluoto, Pelc, Lektorsky, Stepin, para limitarme a los más conocidos dentro de los europeos y sin mencionar los especialistas de lógica y filosofía de la ciencia que pongo en una clase a parte. Pasando a Estados Unidos y Canadá mencionaré a Hempel, Rescher, Grünbaum, Sellars, Quine, Chisholm, Putnam, Cohen, Suppes, Haack, Klibansky, Bunge, Mc Keon. Tuve y tengo también relaciones muy buenas con filósofos de la India, de China y Japón y he dado cursos en aquellos países, pero no conozco lo suficiente bien el panorama de aquellas comunidades filosóficas para atreverme a mencionar a mis amigos y colegas como "los mejores" de sus países. España y América Latina son tierras en las cuales he estado muy presente, y cuya actividad filosófica aprecio mucho, por esto tengo una red muy amplia de amistades en el mundo filosófico de habla hispana (que me ha honrado de cuatro doctorados honoris causa) y prefiero no mencionar nombres (en esta entrevista destinada a lectores mexicanos), para evitar el riesgo de caer en omisiones u olvidos desagradables.

Una consecuencia de la apreciación de la cual me ha honrado la comunidad filosófica internacional ha sido mi nombramiento en muchas instituciones, sociedades y academias, en varias de las cuales me han sido confiados cargos directivos y presidencias. En el volumen en mi honor que se acaba de mencionar se encuentra un capítulo final que contiene mi biografía y en ella la lista de mis participaciones en dichas instituciones. Por lo tanto puedo limitarme a señalar (para responder a la pregunta que estoy contestando) las más sobresalientes y que más han contribuido a establecer mi reputación internacional. Se trata en primer lugar de la Federación Internacional de las Sociedades de Filosofía (FISP), cuyo Consejo Directivo (cd) está formado por unos cuarenta miembros (pertenecientes a diferentes países) elegidos por la Asamblea General en la ocasión de los Congresos Mundiales de Filosofía. Se trata entonces de una institución que facilita mucho el ser internacionalmente conocido y además entre los miembros del cd han figurado muchos filósofos de renombre. A la vida de la FISP he dedicado mucha actividad desde 1973 hasta la fecha, como Tesorero, Secretario General, Presidente, Past–President y actualmente Presidente Honorario. Es claro que mis responsabilidades y funciones dentro de la FISP durante treinta y cinco años me han permitido entrar en relación con muchos filósofos de todo el mundo, visitar sus países y fomentar en ellos las actividades de la filosofía. Otra institución de gran prestigio es el Instituto Internacional de Filosofía (IIP) fundado en 1936 y cuya sede se encuentra en París. Se trata de una especie de academia filosófica en el sentido de que sus miembros son pensadores individuales cooptados por voto secreto con base en la consideración de sus sobresalientes méritos profesionales. Por supuesto sería absurdo afirmar que sus miembros son "los mejores filósofos del mundo", pero sí es verdad que la gran mayoría de los filósofos más destacados de nuestro tiempo han sido miembros del IIP y por consiguiente el hecho de haber sido miembro de esta institución durante más de treinta años, de haberla presidido (actualmente soy Presidente Honorario), me ha permitido conocer de cerca y colaborar con muchas personalidades eminentes del mundo filosófico. Un discurso parecido concierne a la Academia Internacional de Filosofía de las Ciencias, fundada en 1947 y con sede en Bruselas y a la cual acceden por cooptación filósofos y científicos de gran prestigio en este campo; de esta Academia soy Presidente desde 1978.

Lo que acabo de narrar explica bien la distribución internacional de los autores que han contribuido al volumen. Cuando el doctor Minazzi, quien se encargó de predisponer los materiales, me pidió una lista de personas que se pudieran invitar, la primera dificultad (contrariamente a lo que pasa en el caso de obras de este tipo) fue la de limitar el número de los invitados, escogiendo dentro de los muchísimos colegas sólo aquellos que se habían ocupado de temas pertenecientes a la esfera de mi trabajo filosófico. También así el número resultaba muy elevado y para delimitarlo se decidió poner una fecha de entrega de las contribuciones muy rigurosa y relativamente cercana. Aún así aceptaron y entregaron su trabajo 114 autores. El resultado ha sido una obra que contiene muchos ensayos de gran calidad, dedicados a un abanico muy amplio de temas filosóficos: Anne Fagot–Largeault, profesora del Collége de France y presidente del IIP, la ha calificado como "una verdadera enciclopedia de la filosofía contemporánea".

Otro hecho que marca un hito en esa publicación, es que de manera unánime el Consejo de Ministros italiano, es el editor oficial. ¿Qué significado tiene para usted que incluso desde una de las más altas tribunas del gobierno de su país, se valore su trayectoria en el mundo de la filosofía y de la ciencia?

En un cierto sentido se trata de un concurso de circunstancias excepcionales. Después de recibir las aceptaciones de tantos colaboradores se perfiló inmediatamente que el volumen habría tenido un tamaño fuera del común y, por lo tanto, los costos de su publicación hubieran sido enormes. Ninguna editorial comercial hubiera estado dispuesta a publicarlo y tampoco se pudieron encontrar subvenciones de universidades o fundaciones. Hay una estrategia utilizada muy a menudo en estos casos: se envía una carta a varios amigos y colegas proponiéndoles suscribirse al volumen por un precio especial, a cambio de que su nombre aparezca en la tabula gratulatoria que abre la obra. En mi caso no hubiera sido muy difícil conseguir este tipo de apoyo de parte de unas centenas de personas, pero la ambición mía y del "editor" Minazzi era que el libro se impusiera por su importancia y validez intrínseca y sin limosnear apoyos amistosos. Nos vino en mente de intentar un camino bastante temerario. La Presidencia del Consejo de Ministros (es decir del Gobierno) edita una colección muy prestigiosa de obras en ediciones de lujo y había un antecedente interesante: en 1987 había publicado un volumen en honor de un filósofo, Ludovico Geymonat, el promotor del renacimiento de la filosofía de la ciencia en Italia después de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba del único caso de este tipo, pero esto nos animó en proponera la Presidencia del Consejo este volumen, presentando todo el material ya listo. No teníamos verdaderos apoyos políticos, sino algunas amistades justo suficientes para "hacer llegar" la propuesta a los órganos responsables. Pero la obra se impuso inmediatamente a la admiración de los funcionarios (cuyo jefe afirmó que se trataba del volumen culturalmente más importante que había encontrado en su carrera). Hay que decir también que, desde el punto de vista político, tenía sus credenciales, ya que se abría con una sección especial constituida por un ensayo del ex–presidente de la República, Oscar Luigi Scálfaro, otro del cardenal Carlo Maria Martini y otro, de la segunda autoridad del Estado, el presidente del Senado Marcello Pera. Sin embargo, hay que reconocer que la aceptación inmediata de publicar la obra fue la consecuencia del haber reconocido que el testimonio de tantos intelectuales del mundo entero para honrar un filósofo italiano merecía una actitud correspondiente de parte del Gobierno de su país. La confirmación de que se trató de unas de las raras ocasiones en las cuales la política respeta el mérito de la cultura es ofrecida por el hecho de que la publicación, aunque ya decidida, se suspendió de repente porque la Presidencia del Consejo (del gobierno de centro–derecha) había agotado todos los fondos destinados a sus publicaciones. Después de pocos meses las elecciones del mayo del 2006, dieron la mayoría a un gobierno de centro–izquierda: los funcionarios cambiaron y todo se volvió muy complicado, pero al final el volumen salió como publicación del Gobierno italiano, por encima de todas las diferencias políticas. Y esto no es una casualidad, ya que en mi vida intelectual y profesional siempre he tenido una actitud "pluralista", es decir clara en la defensa argumentada de mis ideas, pero abierta a la crítica y tolerante hacia las ideas de los otros. Por esto siempre pude gozar de la estima y del respeto de personas de orientaciones filosóficas, ideológicas, políticas y religiosas muy diferentes y esto se refleja en esta obra, a la cual han colaborado filósofos analíticos y hermenéuticos, metafísicos y antimetafísicos, marxistas y liberales, ateos y creyentes, teólogos de diversas confesiones y por esto tengo la esperanza que, si un diálogo indirecto se ha realizado de hecho implícitamente colaborando a un libro común, pueda también desarrollarse explícitamente en el debate público.

Me parece que todo esto que nos está narrando, constituye una herencia no solamente para el mundo actual sino "pensamiento vivo", para la posteridad filosófica y cultural. Me parece que es usted de los filósofos que "abren camino", que "muestran sendas", horizontes insospechados en el conocimiento e interpretación de la realidad, que sus discípulos desde diversos ángulos continúan.

Según mi manera de ver, la filosofía brota de la exigencia que percibe cada ser humano de encontrar una solución satisfactoria a su "problema de la vida", es decir al problema de darle a su vida un sentido y un valor. Esto implica una reflexión sobre la totalidad de las realidades que nos rodean, que caen dentro del ámbito de nuestra experiencia, con el fin de entenderlas y ver si de ellas podemos encontrar una visión de la cual consiga una orientación de nuestra vida capaz de "salvar su valor". La filosofía, tanto a un nivel personal como colectivo, consiste en el esfuerzo de buscar la solución mediante el uso de la razón, más que apoyándose en una intuición o en una fe, y por esto exige que se tome en serio y se haga el esfuerzo de estudiar y entender en profundidad los diferentes aspectos de nuestro "mundo de la vida", conociendo e interpretando los aportes de las ciencias, de las tecnologías, de las artes, así como los resultados de las dinámicas históricas y sociales. Por esta razón me he ocupado intensamente, durante mi trayectoria filosófica, de tantos campos diferentes, de las ciencias exactas a las ciencias humanas, a la tecnología, al lenguaje, a la ontología, a la inteligencia artificial, a la metafísica para terminar con la filosofía integral del ser humano (antropología filosófica) y los grandes temas de la ética, en particular los que se relacionan con el desarrollo científico y tecnológico. Tengo la persuasión que, en este esfuerzo, pude conseguir ciertos resultados "positivos", por ejemplo reivindicando el valor de la ciencia como conocimiento de la verdad y al mismo tiempo subrayando que no todo el ámbito de la verdad cabe dentro de su campo de investigación; mostrando que hemos avanzado mucho en el conocimiento del ser humano gracias a varias disciplinas científicas, pero que para captar la naturaleza de su capacidad de reflexión, su conciencia moral, su libertad, su "dignidad" se necesitan otras perspectivas y otras formas de conocimiento. En este sentido puedo aceptar ser calificado como un pensador que "abre camino", simplemente porque yo mismo he tratado, filosofando, de abrirme camino en la vida actual y, en la medida en que creo que ciertas soluciones que he encontrado son valiosas, espero que estas ideas puedan ayudar también a otros a abrirse su camino. Además puede ser bastante claro que, cuando se abre un camino, se piensa avanzar hacia un futuro de manera correcta, ya que los problemas de hoy son en gran parte problemas que conciernen al futuro de la humanidad, a corto o largo plazo. Creo que la manera más razonable de "prepararnos para el futuro" no es la que muchos piensan, es decir hacer "previsiones seguras", porque hasta las ciencias actuales saben que frente a fenómenos complejos no hay verdadera posibilidad de previsión (como debería habernos abundantemente enseñado la fuerte crisis económica que nos ha llegado totalmente "imprevista"). La mejor manera para prepararnos al futuro es tener principios orientadores, criterios de juicio y actitudes intelectuales y morales claros y bien fundados, mediante los cuales interpretar los retos imprevistos y superarlos.

Me gustaría que ahora nos hablara un poco de cual ha sido su itinerario intelectual. Quienes han sido los filósofos y científicos que han influido —en mayor o menor medida— en su pensamiento. se lo pregunto porque encuentro que ha mantenido un diálogo riguroso y abierto con grandes físicos y matemáticos como Galileo, Newton, Einstein, Gödel, Peano,...así como con los filósofos más representativos del mundo occidental como lo son Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes, Leibniz, Kant, Hume, Bertrand Russell, Max Scheler, etcétera.

Su pregunta requeriría una respuesta de tipo autobiográfico demasiado larga para ser contenida dentro de una entrevista y, por otro lado, ya he mencionado varios detalles que pueden considerarse parte de esta respuesta. Por lo tanto me limitaré a un discurso bastante general. Mi formación ha abarcado dos ramas de estudio bien distintas: la filosofía en primer lugar y las ciencias exactas (matemática y física) en segundo lugar. En ambos sectores he cursado estudios universitarios regulares y conseguido grados académicos que me han llevado al título oficial que hasta los años sesentas del siglo pasado se otorgaba en la Europa continental a los que podían calificarse en sentido propio como "profesores universitarios", es decir la "habilitación a la libre docencia" (un título más avanzado que la licenciatura, la maestría y el doctorado). Hoy muchos países han abolido este título considerado demasiado "selectivo" y "meritocrático" y el título más alto que otorga es el doctorado. Todo esto puede considerarse "rutina" académica, siendo su sentido el de un trabajo duro, largo y serio para asentar buenas bases y conocimientos. Sin embargo durante esta fase de formación ya encontré maestros muy valiosos, dentro de los cuales destaca Gustavo Bontadini, una cabeza metafísica de primera (sin por otro lado olvidar otros filósofos importantes quienes fueron mis maestros en la Universidad Católica de Milán, como Sofía Vanni Rovighi, Cornelio Fabro, Emanuele Severino, que influyeron menos sobre mi pensamiento). Entre mis maestros en campo científico puedo mencionara Carlo Felice Manara, un matemático muy experto y también muy abierto a los problemas filosóficos de su ciencia. Aquí podría cerrarse la lista de mis verdaderos maestros, ya que con otras personalidades tuve contactos directos importantes, pero cuando mi pensamiento ya tenía sus rasgos fundamentales y se había estructurado de manera independiente. Tal fue por ejemplo, el caso de mi sincera y larga amistad con Ludovico Geymonat, un filósofo de la ciencia comunista y ateo con el cual compartía muchos intereses intelectuales y programas culturales, a pesar de nuestras perspectivas filosóficas e ideológicas muy distantes. Un poco parecida ha sido mi sincera y larga amistad con Vittorio Mathieu, con el cual por lo contrario he compartido muchas perspectivas filosóficas e ideológicas pero con menores ocasiones de colaboración concreta. Con las demás personalidades (muchas de las cuales ya he mencionado arriba) tuve contactos mucho más esporádicos que, aunque fueron fructíferos, nunca alcanzaron la importancia de "encuentros decisivos" en mi vida intelectual.

Hay una razón de esto, y es que, como acostumbraba decir a mis alumnos al comienzo de mis cursos cada año académico, "nuestros mejores maestros son los libros". En mi caso particular, habiendo decidido dedicarme a una especialidad filosófica para la cual casi no existían en Italia maestros en aquella época, mi formación ha sido en gran parte la de un autodidacta. He leído muchísimo, en sectores muy diferentes, buscando mi camino y construyéndome mis itinerarios bibliográficos, sin barreras lingüísticas por el hecho de manejar, además del griego y del latín, siete idiomas modernos. Por esta razón, como Usted acaba de decirlo, es correcto considerar entre mis maestros también autores clásicos, desde la antigüedad hasta nuestro tiempo y, en realidad, he estudiado muchos de ellos en sus obras originales y de cada uno he sacado ideas, sugerencias, indicaciones de método, estilo de filosofar. Por consiguiente sería difícil para mí indicar cuáles fueron los más importantes, sobre todo porque se trata de ver desde cuál punto de vista. Por ejemplo, Platón es el más "querido" entre los antiguos, pero mi estilo de filosofar y muchos instrumentos de ello son mucho más derivados de Aristóteles. El estudio de Tomás de Aquino ha contribuido mucho en forjar mi estilo de filosofar siempre apuntado a lo máximo de claridad, simplicidad y rigor, en el espíritu de un verdadero "racionalismo" crítico, capaz de reconocer la capacidad de alcanzar mediante la razón conocimientos que no se dejan encerrar dentro el puro horizonte empírico. Otro filósofo que mucho ha influido sobre el "planteamiento" de mi pensamiento es sin duda Kant. En cuanto a los muchos filósofos contemporáneos que he leído, especialmente filósofos de la ciencia, puedo decir que he adoptado en buena medida su método de filosofar (razón por la cual puedo ser considerado un filósofo analítico), pero la estructura global de mi pensamiento no respeta las limitaciones de gran parte de la filosofía analítica estándar y en la filosofía de la ciencia mi posición presenta muchos aspectos que no caben dentro del marco de las teorías epistemológicas de moda.

Creo que —de algún modo— esa selección, nos muestra cuáles han sido sus grandes intereses especulativos y científicos, que pueden perfilarse de modo muy decidido en su dedicación al campo de la filosofía de la ciencia, la epistemología, la lógica, la filosofía de la mente, de las matemáticas, de la física, etcétera., que no ha abandonado nunca. Pero también encuentro la vertiente ontológica y metafísica que fundamentan su antropología y ética, así como su pensamiento educativo. ¿Estoy en lo correcto?

Por supuesto. De hecho la vertiente ontológica y metafísica de mi pensamiento es la que me ha permitido no "encerrarme" dentro de las limitaciones típicas de la filosofía analítica estándar, sin que por esto renuncie a los criterios del rigor que los analíticos privilegian. Por esto ningún filósofo analítico (y entre ellos tuve muchos amigos antimetafísicos de gran reputación) nunca pudo encontrar errores o falacias en mis razonamientos, los cuales adoptan el método analítico sin por ello aceptar el presupuesto de empirismo radical que, sin ninguna justificación, limita el poder de la razón. Admito sin dificultad que en este punto los analíticos se encuentran de acuerdo con Kant, pero ésta es la razón por la cual yo no estoy de acuerdo con él en este punto fundamental. Es bastante claro que esta admisión plena de las dimensiones metafísicas sobresensibles de la realidad ha sido extremadamente importante para fundar mi postura en el campo de la antropología filosófica, de la ética y de la filosofía de la religión, campos en los cuales considero mis aportes no menos importantes de lo que he hecho en el campo de la lógica y de la filosofía de la ciencia. Esto explica el hecho de que en el volumen que usted menciona se encuentran secciones dedicadas a estos temas.

Si es así, para usted el filósofo es alguien dialogante, que —como Sócrates— aprovecha la oportunidad de abrirse a la realidad en sus complejidades y problemas, sin perder el rigor. Pero además, como Aristóteles, debe tener la curiosidad científica de conocer el ámbito de la physis y de la metaphysis, y con los modernos como Descartes, Kant, Leibniz, adentrarse en diversos problemas de la físico–matemáticas, para ofrecer soluciones aprovechables en el campo de la ciencia y del mundo vital. ¿Por qué considera relevante su cultivo en nuestros días? ¿Podría decirnos cuáles son algunas de sus aportaciones al estudio de la filosofía de la ciencia?

La respuesta puede sintetizarse afirmando que, como ya Hegel lo dijo, la filosofía es "su propio tiempo aprehendido a través del pensamiento" y en nuestro tiempo, el "mundo de la vida" al cual cada hombre trata de dar un sentido para salvar el "valor" de su existencia está totalmente impregnado por la ciencia y la tecnología. Por lo tanto, una filosofía que quiera estar a la altura de nuestro tiempo no puede ahorrarse la tarea de entender correctamente lo que ciencia y tecnología son y pueden ofrecer para solucionar nuestro "problema de la vida". Sobre todo porque varias corrientes de la cultura actual afirman que ciencia y tecnología son los únicos instrumentos adecuados para solucionar todos los problemas humanos (cientificismo). Desgraciadamente no es así, y la explosión de tantos problemas éticos y sociales determinados por el desarrollo científico y tecnológico ha producido una reacción anticientífica bastante fuerte. En esta situación es indispensable, por un lado, defender el valor de la ciencia como legítimo conocimiento, capaz de alcanza una verdad (parcial pero auténtica) acerca de sus objetos bien delimitados, y al mismo tiempo reconocer que hay otros problemas, otros puntos de vista que enfocan la realidad en su totalidad, para investigar los cuales se necesita utilizar instrumentos racionales que no coinciden con los que utilizan las ciencias. Mi reflexión en el campo de la filosofía de la ciencia ha precisamente tratado de fundamentar los diferentes puntos que acabo de mencionar y de esta manera situar correctamente la contribución que ciencia y tecnología aportan a la solución del "problema de la vida" cuando sean integradas por los aportes complementarios de otras formas en las cuales se expresa la razón humana, como la ética, la metafísica, el arte y la religión.

Los descubrimientos actuales del genoma humano han traído consigo diversos planteamientos éticos ¿Podría mencionar algunos? ¿Qué repercusión tienen en la concepción integral del ser humano? Se lo pregunto porque uno de mis campos de investigación son la Antropología y la Ética y deseo conocer su opinión en este tema–problema tan sensible.

Los planteamientos éticos no conciernen a los conocimientos presentes y futuros implicados en los descubrimientos de la estructura del genoma humano, sino las utilizaciones posibles de dichos conocimientos. Por lo tanto, se trata de fomentar, a nivel de conciencia pública, una sensibilidad moral que de antemano delimite las aplicaciones de dichos conocimientos, antes de que intereses económicos o de otro tipo hayan empezado a realizar dichas aplicaciones. Es claro que una conciencia parecida puede desarrollarse sólo si descansa en una visión no exclusivamente materialista del mundo y del ser humano, la cual desgraciadamente es la perspectiva que se halla más difundida en nuestras sociedades. En particular, los descubrimientos acerca del genoma humano pueden llevar a una visión del hombre como un "mecanismo" determinado por su estructura biológica y sin libertad de decisión sólo si se acepta la idea de un determinismo génico, lo cual no tiene en realidad ninguna justificación científica. Pero no es suficiente contar con una "indeterminación biológica" si no se añade una sólida concepción de una dimensión no puramente biológica del ser humano en la cual radican su libertad y dignidad, y ésta es una tarea de la filosofía y no de la ciencia.

¿Por qué le interesa tanto el diálogo entre fe y razón? ¿Es una respuesta a la secularización de la razón y su olvido de realidades trascendentes, como ha reconocido Habermas en el debate sostenido con Ratzinger en la Academia Católica de Baviera, en el 2004?

El conjunto de mi pensamiento constituye sin duda una respuesta a la secularización de la razón, pero no se ha construido con esta explícita finalidad "apologética", sino como un desarrollo coherente de la perspectiva que ya he mencionado arriba, es decir, el considerar como tarea de la filosofía la de intentar de solucionar el "problema de la vida" desde el punto de vista de la totalidad de lo que existe. Ahora bien, es característico de la razón que la explicación de "lo que se ve" se consiga admitiendo algo "que no se ve", y esto en cualquier campo del conocimiento humano. En el caso de las ciencias este principio inevitable se halla delimitado por la decisión metodológica que "lo que no se ve" pertenezca de todas maneras al mismo "tipo de realidad" de lo que se ve, es decir que no sobrepase la frontera de lo que podría caer dentro del mundo de la experiencia sensible (tales son, por ejemplo, las partículas elementales o los campos de la física). En otras palabras, los "inobservables" admitidos por las ciencias siempre se conciben como dotados de las mismas propiedades básicas de lo observable, no caen fuera de "la totalidad de la experiencia". Pero, cuando la filosofía, poniéndose frente a la totalidad de la experiencia, se plantea la pregunta si ésta puede recibir una explicación y un sentido mediante "razones" que quedan dentro del mismo horizonte de esta totalidad, o si al contrario estas razones tienen que encontrarse fuera de la totalidad de la experiencia, la filosofía misma pone el problema del absoluto y necesariamente entra en contacto con la esfera de la religión, la cual consiste en considerar que el Absoluto implica una realidad que se extiende más allá del mundo sensible. El acceso a esta dimensión de la realidad que transciende a la experiencia sensible es propuesto por la religión en nombre de la fe en una revelación, pero una filosofía que pretenda estar a la altura de su propio tiempo tiene que problematizar racionalmente los contenidos de la fe religiosa así como su propio tiempo requiere que se conciban e interpreten de modo recíproco.

Al revisar sus escritos encuentro una amplísima producción —más de mil entre libros, artículos, colaboraciones en antologías, enciclopedias y periódicos, etcétera—. Eso indica que es usted un hombre muy trabajador y disciplinado. ¿Qué consejo nos puede dar para aprovechar el tiempo? ¿Cómo compaginar ese intenso trabajo científico–filosófico con la dedicación a su familia, a sus amistades? ¿Qué representa para usted la familia?

Es verdad que siempre he trabajado muchísimo tanto en el escribir como en las diferentes actividades de tipo académico e institucional. El secreto de todo esto, si así se puede decir, son en primer lugar una salud y una energía física poco comunes de las cuales siempre pude gozar y, en segundo lugar, una dedicación profunda al deber que me fue inculcada desde mi niñez sobre todo por mi padre. La consecuencia ha sido un estilo de vida totalmente ajeno a la idea de "perder tiempo", lo que me ha llevado a llenar todos los instantes de mis jornadas y, si uno vive así, son muchas las cosas que se llegan a hacer. Además siempre he puesto mucha pasión e intensidad en las cosas que he hecho y esto multiplica los resultados de nuestro trabajo, eliminando la sensación de sentirse "cansado". Pero esto no concierne sólo al trabajo, sino a todas mis formas de vida (por ejemplo he dedicado años de pasión muy intensa al cultivo de la música). Ysigo viviendo de esta manera: por ejemplo, usted menciona que la bibliografía que clausura el volumen en mi honor incluye más de mil títulos. Es verdad, pero ella incluye las publicaciones hasta al diciembre del año 2006 y puedo decir que, únicamente en el año 2008, he publicado tres libros como editor, dos libros como autor y 18 artículos científicos. En pocas palabras, mi actividad no ha dejado de ser intensa y puedo resumirla en el plano intelectual diciendo "todavía trato de aprender, todavía trato de enseñar". Claro que no es fácil compatibilizar esta intensidad de "trabajo" con las exigencias de los afectos, de la vida familiar, de las amistades y esto por la simple razón que todo esto se convierte en "compromisos", muchas veces inflexibles y urgentes, que encadenan nuestra libertad de acción. Por lo tanto, aunque estoy convencido que hay que dar la prioridad a lo que es importante sobre lo que es urgente (y, para mí, los valores de la familia son de los más importantes) estoy también conciente de que no siempre en la vida concreta pude respetar esta máxima de sabiduría.

 

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