SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.4 número7"¿Se mueve la niebla con nosotros?": personajes y vanguardia en María Luisa BombalEntrevista a Evandro Agazzi índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.4 no.7 México jun. 2010

 

Homenaje a María Luisa Bombal (1910–2010)

 

Libertad religiosa de Ana María Bombal (un acercamiento desde la versión de 1968 de La Amortajada)

 

Blanca Aurora Mondragón Espinoza

 

Fecha de recepción: 09/012/2008
Fecha de aceptación: 17/05/2009

 

Resumen

La amortajada de María Luisa Bombal cuenta, además de su versión original (1938), con otra modificada por la autora en 1968, de las que se han derivado las subsecuentes. De las ediciones recientes, sólo la de la UNAM (2004) se atiene a la de 1938; las demás consultadas corresponden a la del 68.

La edición modificada incluye adiciones importantes en relación con el tema religioso, lo cual me animó a realizar un análisis con respecto a la libertad religiosa que Ana María, la protagonista, ejerció durante su vida y pudo reflexionar entre su primera y su segunda muertes.

Esa libertad religiosa se manifiesta como transgresión, dadas sus condiciones histórico–sociales como mujer de época (principios del siglo XX, con herencia decimonónica) y la delinea como una mujer con ideas innovadoras, más apegada a la naturaleza, y a lo cósmico.

Palabras clave: libertad, religión, Dios–naturaleza, transgresión, normas sociales.

 

Abstract

La amortajada, by María Luisa Bombal, has an original version (1938) and another one modified by herself at 1968, which has had subsequent editions. Among the current editions only UNAM's is similar to the one published in 1938; the others consulted correspond to the one from 1968.

The modified edition includes important additions with regard to the religious matter, which let me make an analysis regarding the religious freedom that Ana María, the main character, practiced through her life and could reflect between her first and her second deaths.

That religious freedom is manifested as a transgression, given the historical–social conditions as a woman of that period (beginning of XXth century with heritage of the XIX century) and outlines her as a woman with innovative ideas, more attached to the nature, to the cosmic.

Key words: Freedom, religion, God–nature, transgression, social rules.

 

A más de setenta años de escrita, la obra de María Luisa Bombal (1910–1980) resulta de mucha actualidad, su lectura es ágil y placentera (no obstante la desolación y la tristeza en la que suelen adentrarnos sus personajes), y su estudio, apasionante y complejo. El talento de esta escritora chilena y su valor literario se evidenciaron desde que su obra empezó a constituirse con la publicación, en 1935, de la novela la última niebla, que tuvo gran aceptación por parte de los escritores de su tiempo; incluso Amado Alonso, fundador del Instituto de Filología de Buenos Aires, realizó un estudio meticuloso en el que resaltaba la importancia de "la aparición de una novelista"1 y se preguntaba por qué la crítica chilena no había profundizado en su obra. Tres años más tarde, cuando la escritora tenía 28 años, la editorial Sur, a cargo de la escritora Victoria Ocampo, "severa en sus elecciones, decide publicar la amortajada [que] se termina de imprimir el 21 de abril de 1938",2 y recibe también una bienvenida entusiasta en el ambiente intelectual sudamericano de la época, principalmente en Argentina y en Chile.

Ella jamás dudó de sus cualidades literarias; ha contado José Bianco, amigo suyo, escritor, periodista, traductor y miembro del círculo de la revista sur, que:

Una vez, estando yo presente, Oliverio Girondo repitió los eternos lugares comunes de los escritores. Dijo que le daba vergüenza releer cualquier libro que hubiera escrito. "Pues a mí me pasa lo contrario —dijo María Luisa Bombal—. Algunas noches, cuando tomo la amortajada, quedo llena de alegría. Pienso: ¡Qué inteligente soy! ¡Cómo he podido escribir un libro tan bueno!"3

Traducida a diversos idiomas a lo largo del tiempo, es importante notar que la amortajada cuenta con dos ediciones distintas: la primera de 1938, por editorial Sur; y otra, aumentada, salida a la luz en 1968, en la cuarta edición, por editorial Orbe, en Santiago de Chile.

Al respecto, en la entrevista que le realizó Carmen Merino, Bombal aclara:

Siempre vi que faltaba resolver el problema religioso. Lo dejé sin abordar, porque en esa época no lo tenía resuelto. Ahora en la cuarta edición lo afronté: la amortajada tenía su religión tan adentro que no necesitaba hablar de ella. Su confesor lo sabía. Son sólo unas pocas líneas las que agregué. Creí que era honrado colocarlas ahora que había resuelto ese problema.4

Ya la pregunta "¿Porqué agregó ese trozo? ¿Qué la movió realmente a modificar el maravilloso libro escrito treinta años atrás?", la escritora alude a su relación —de veinticuatro años en ese momento— con Fal de Saint Phalle, el hombre que ella consideraba:"[...] un gran filósofo y un gran místico. Muy católico pero al mismo tiempo muy respetuoso de las ideas del otro. No se metía conmigo en eso porque yo aunque católica voy a la iglesia cuando me place y tengo un entendimiento particular con Dios".5

Este gran lapso de su vida al lado de un hombre "muy católico" y su relación particular con Dios fueron fundamentales para decidir modificar su obra, puesto que la mayor parte de las adiciones se refieren, precisamente, a los asuntos religiosos. Gligo considera que "es verdad también que María Luisa, que ya tiene cincuenta y ocho años, piensa más que antes en la muerte y siente necesidad de verdades más firmes que su inestable carácter".6

Lo cierto es que esas "pocas líneas" se extienden alrededor de diez páginas continuas, más las salpicaduras aquí y allá a lo largo del texto, principalmente acerca de religión y visión de Dios, pero también de otros temas. Gligo menciona sólo las páginas finales: las demás adiciones que yo he constatado en dos ediciones cercanas son más de las que ella refiere.

Las ediciones más aproximadas a esas fechas de la amortajada son: la de editorial Nascimento, 1941, Santiago de Chile, cercana a la primera; y la de editorial Andina, Buenos Aires, 1978, cercana a la segunda. En éstas basé el análisis comparativo y, efectivamente, se encuentran los cambios que refiere Gligo (ella utilizó "la primera edición, aquella de la tapa celeste y letras blancas de Sur, con las posteriores a la cuarta..."), pero también otros que detecté en el transcurso de las páginas.

Es preciso comentar que la edición de la amortajada de la UNAM (2004, Col. Relato Licenciado Vidriera), probablemente esté basada en la edición de 1938, porque no incluye las adiciones de las que hablamos; sin embargo, no lo refiere en su página legal, lo cual es un error editorial. Si bien las ediciones de Andrés Bello (la amortajada, 1996, y Obras completas, 1997), Planeta (la amortajada, la última niebla y otros relatos, 1999), Seix Barral (la amortajada, 1988), del Gobierno del Estado de Veracruz (la amortajada, 2001, con otras cuatro obras) y Andina (la amortajada, 1978), tampoco especifican la edición a la que se atienen entre la original y la aumentada, se da por sentado que después de la versión de 1968, es ésta la que circula; además, las he verificado y tienen la más actual.7

Las páginas agregadas inician: "Que la paz sea contigo, Ana María, niña obcecada, voluntariosa y buena. Y que Dios te asista y reciba en Sí. Ese Dios del que te empecinaste en vivir apartada" (p. 154). Y continúa con un largo discurso analépsico en la voz del sacerdote, que refiere detalladamente la vida religiosa de Ana María, la protagonista, así como las transgresiones de su intensa vida interior.

Bombal remite al lector entonces desde la negación del alma, sus estudios de catecismo, su falta de inclinación e interés religioso, la boda con Antonio, la descripción tan mundana del Cielo–Paraíso Terrenal, novenas, retiros, sus obligadas asistencias a misa los domingos, hasta la agonía y muerte de la protagonista, incluso la irónica negación a la confesión y extremaunción; todo esto, perteneciente al contexto religioso que trató de amortajarla durante la vida.

Tal inclusión termina de manera circular con la absolución del padre Carlos: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que la paz sea contigo, Ana María, hija, adiós..." (p. 161); lo cual demuestra que el discurso interior del sacerdote, que transcurre textualmente en siete páginas,8 en el universo ficcional es un instante, en el que le da la absolución y la despide.

La presente investigación se ocupa, precisamente, de las adiciones que María Luisa Bombal realiza en 1968, puesto que es ahí donde se especifica con mayor claridad el problema religioso y las transgresiones que Ana María, la protagonista, realiza.

 

Libertad y religión

En el apartado "La mujer chilena en los tiempos de María Luisa Bombal", Gloria Gálvez Lira considera que el ser humano está ligado al momento histórico en el que vive, y "en mayor o menor medida es el reflejo del mismo";9 en similar senda plantea que el escritor, en tanto ser humano, es testigo, intérprete y portavoz de su tiempo, y en su obra señala de alguna manera la problemática social a la que acude.

En este sentido, creo que la amortajada ofrece la posibilidad de delinear desde otro ángulo a la protagonista: como mujer que responde a los principios socioculturales de la época en la que está recreada, y la hace trascender, como personaje, hacia la huella socio–cultural, a través de la reconstrucción de la memoria, cuyos fragmentos se ensamblan en su trayecto de la primera a la segunda muerte.

Por su parte, Lucía Guerra Cunningham apunta que un "índice importante para comprender la trascendencia cultural de un personaje literario está en su relación homóloga o antagónica a (sic) los valores de un orden social determinado";10 el personaje trazado por nuestra escritora está constituido entonces por una relación dual (homóloga y antagónica), puesto que responde de ambas maneras a los principios de la realidad social proyectada en el universo ficcional. Esto, a sabiendas de que la obra literaria es una modelización secundaria de la realidad con la que, por supuesto, no se corresponde de manera absoluta, pero sí establece relaciones semejantes o contrarias con ella, evidenciadas en momentos y circunstancias específicas.

Dentro de esa relación homóloga y/o antagónica Ana María ejerció en la vida diversas libertades con respecto a su corporeidad, sensualidad y sexualidad: separación entre sexualidad y maternidad; transgresión de la norma de obediencia al esposo; y, la que nos interesa en particular, de la visión de Dios, naturaleza y religión, aspecto en el que se manejó a su entera libertad, a pesar de los cánones, con una conciencia plena, una voluntad férrea de no condescender ante cualquier figura religiosa contraria a su creencia en la naturaleza, desde la niñez hasta la muerte.

Es decir, realizó un ejercicio permanente, primero de inocencia e intuición al estaren concordancia con la naturaleza; y, posteriormente, en la adolescencia, de voluntad, al no creer en el Dios de la iglesia católica, que le fue heredado. A pesar de la presión social exterior para cumplir los mandatos, mandamientos y sacramentos, además de los retiros espirituales establecidos, ella se tomó la libertad de no hacerlo, y en su lugar sostuvo una creencia permanente hacia una suerte de panteísmo, que llevó hasta sus últimas consecuencias, en una dura lucha, ganada, sin embargo, porque, a pesar de aparentar obediencia a la norma religiosa, no cedió un ápice nunca, ni en el lecho de muerte.

En una sociedad cerrada, bajo una arraigada organización social y religiosa, es natural que el velorio de Ana María transcurriera de una manera tradicional, como lo denota el inicio del texto, que describe puntualmente la noche en que la velaban en medio de los rituales católicos, desde la mortaja hasta el entierro, pasando por el velorio con sus cirios, flores, rosarios, visitantes, deudos... Todo transcurre en veinticuatro horas de prácticas religiosas, con la pincelada típica de colocarle las manos en cruz y entre ellas un crucifijo; sin embargo, es una imposición a su cadáver, porque, vale recordarlo, ella los detestaba desde pequeña, según recuerda a su hermana: "Alicia, nunca me gustó mirar un crucifijo, tú lo sabes" (p. 115).

Y de ahí todo transcurre habitualmente hasta la despedida ritual que realiza el padre Carlos en el panteón:11 "Frente al altar, el padre Carlos, revestido del alba y la estola, mueve los labios, sacude con unción el hisopo. // Que la paz sea contigo, Ana María, niña obcecada, voluntariosa y buena" (p. 154).

En una definición simple, la religión es un conjunto de creencias dogmáticas acerca de la divinidad, sentimientos de veneración y temor hacia ella, que incluyen normas morales para la conducta individual y social, así como prácticas rituales. La religión católica, regida por el papa de Roma y seguidora de la tradición judeo–cristiana, además, posee normas propias de su iglesia: siete sacramentos de la Santa Madre Iglesia, que todo miembro debe cumplir para estar en la gracia de Dios, además de múltiples actos litúrgicos.

El texto literario en estudio manifiesta la religiosidad en su máxima expresión en el velorio y la serie de ritos que culminan con la despedida y bendiciones del sacerdote en el entierro, en cuyo discurso queda explícita la base de la vida socio–ritual de la Iglesia católica, los sacramentos en sus distintas modalidades, bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, unción de los enfermos, matrimonio y orden sacerdotal.

Alicia heredó estas ideas religiosas tanto de la madre como de las monjas del colegio en el que se educaron ella y Ana María; por el contrario, y a pesar de todo, Ana María no absorbió los preceptos que aquéllas les inculcaron, prefirió creer en la naturaleza, como se ha dicho, y también en ciertas supersticiones. Dice, respecto a su madre, después de referirse al Dios de su familia "tan lejano, y tan severo", tan opuesto al "Dios más secreto y más comprensivo" que Zoila le hacía presentir:

[...] mi mamá, déspota, enfermera y censora, nunca logró comunicarme su sentido práctico, pero sí todas las supersticiones de su espíritu tan fuerte como sencillo.

—Chiquilla, ¡ la luna nueva! Salúdala tres veces y pide tres cosas que Dios te las dará enseguida... ¡Una araña corriendo por el techo a estas horas!

Novedad tendremos... ¡Jesús, quebraste ese espejo! Torcida va a andar tu suerte mientras no rompas vidrio blanco (p. 116).

Su hermana, quien sabía sin lugar a dudas que este mundo es un "valle de lágrimas", reza mucho en el velorio, le procura los cuidados físicos y religiosos necesarios, durante su enfermedad, agonía y velorio; cree en la confesión, absolución, comunión y extremaunción a la hora de la muerte. Si bien todo este contexto católico rodeó a la protagonista desde la infancia hasta la muerte, ella se empeñó en vivir apartada, a pesarde que el padre Carlos, flexible y moderno en su visión religiosa, intentó acercarla toda su vida, sin conseguirlo.

La religión católica con su Dios severo y lejano, su paraíso terrenal "tan aburrido", la idea del "valle de lágrimas" de su hermana Alicia eran otras tantas mortajas que ella no quiso aceptar en vida;12 sin embargo, el correr del agua, la cineraria con su azul profundo, el bosque, los venados, los árboles que prendían sus flores ante la llegada de la naturaleza, el sentirse regresar a la tierra en la muerte, saberse entre mareas, hierba, islas nuevas, fue su visión cósmica, desde muy niña, y se adhirió a ella, hasta llegar a la segunda muerte.

Este es el personaje creado por María Luisa Bombal, el que vuelve a manifestar la transgresión: dentro de la más férrea tradición judeo–cristiana, ella tiene una visión de apego a la naturaleza:

El ser escrito por María Luisa Bombal es aquel que ama y reflexiona constantemente acerca de Dios y la muerte [...] su visión de lo trágico se expresa en su narrativa a través de los trazos sensoriales, eróticos y cósmicos del amor y la muerte, quedando siempre Dios como un vértice difuso, inalcanzable, indefinible. Una presencia ausente que a veces asume la forma de un destino implacable o de una salvación en el más allá, después de la muerte [...] Pero en toda muerte representada en su narrativa, gira una especie de hálito misterioso, de fuerza incognoscible que representa el rostro desconocido de Dios.13

Por lo tanto, seguir esta forma de vida apegada a lo cósmico, la alejó del pensamiento común, en muchos aspectos, pero, particularmente en lo referido a la divinidad y el ejercicio religioso; muestra clara es en el velorio, cuando, ante la vista de su hermana, ella reflexiona que no está rindiendo cuentas a su Dios, sino que se mantiene apegada a la tierra, disgregándose, como el cuerpo muerto que es.

Las ideas mencionadas son opuestas a las de la religión y sus preceptos, que consideran a Dios sobre todas las cosas, un Dios antropomorfo que controla también la naturaleza; sin embargo, Ana María siguió sus instintos y se relacionó siempre con ésta, dejó que el despertar del cuerpo se diera por sí mismo, en medio del bosque, entre el viento que retorcía los árboles y que desbarataba sus trenzas haciendo que se enredaran en el cuello del amante, cuando iban a caballo hacia el interior de la maleza, cerca del agua, musgo y pálidas violetas inodoras, hongos esponjosos... sin excesiva restricción moral ni culpa de por medio. El cuerpo y la sexualidad como componentes esenciales del ser humano, simplemente.

La palabra "Dios" no aparece desde el inicio del texto, sino varias páginas adelante, en la voz de la propia protagonista; pero sin concepto, sin sustancia, sólo como un lugar común, manifestado como una expresión de lo que no se sabe cómo sucedió: "¡Ah, Dios mío, Dios mío! ¿Es preciso morir para saber?" (p. 112); y sólo se reitera en las abismaciones que ella comparte con Alicia y Carlos.

La muerte, tema principal de la obra, es tratada de manera muy particular: no es la muerte católica en la cual existe una vida posterior, en el reino de los cielos, sino una muerte terrena, palpable e inusual en la tradición judeocristiana. La muerte se manifiesta como un eco, como una voz que lleva a la amortajada, en un desdoblamiento, hacia sitios inesperados, le muestra parajes primero terrenales y por último subterráneos, a los que ella habrá de integrarse; incluso considera que puede haber diversidad en la muerte: "Tal vez sean los hombres como las plantas; no todas están llamadas a retoñar y las hay en las arenas que viven sin sed de agua porque carecen de hambrientas raíces. Y puede, puede así, que las muertes no sean todas iguales. Puede que hasta después de la muerte todos sigamos distintos caminos" (p. 116).

El episodio de Alicia, reitero, es de corte eminentemente religioso y, por supuesto, evidencia, por contraste, la transgresión de Ana María al respecto: mientras que en el convento donde se educaron, la primera rezaba el rosario con la luz apagada, ésta espiaba a los vecinos recién casados, no le gustaban los crucifijos (y, oh paradoja, ya amortajada le colocaron las manos cruzadas sobre el pecho y un crucifijo en medio) y compraba estampitas de ángeles porque "se parecían a nuestras primas mayores, las que tenían novios, iban a bailes y se ponían brillantes en el pelo" (p. 115), no porque le representaran alguna veneración religiosa.

Estas concepciones son emitidas desde la Ana María adulta que mira en su interior, deja fluir sus recuerdos y observa que desde niña no le importaba la religión de manera particular, quizá como a todo infante. Sin embargo, insisto, es la visión de la adulta que en retrospectiva se explica a sí misma, con la objetividad que permiten la distancia y el tiempo, cómo vivió y recordó los pasajes relevantes de su vida.

Ella sabía, siempre supo que, más allá de toda apariencia, el mundo estaba lleno de posibilidades, no sólo de la religión impuesta; y que cada quien podía adecuarse a las ideas que deseara, o pudiera, como ciertas supersticiones (espejos que se rompen, arañas en el techo...); aunque las dudas siempre la atosigaban con sus erizos, porque llegó a decir:

Alicia, figúrate, a medida que iba viviendo, aquellos signos pueriles que sin yo saberlo consideraba y "¡Advertencia de Dios!" iban cambiando y siendo reemplazados por otros signos más sutiles.

No sé cómo explicarte. Ciertas coincidencias extrañas, ciertas ansiedades sin objeto [...] empezaron a antojárseme signos de algo, alguien, observándome escondido y entretejiendo a ratos parte de su voluntad dentro de la aventura de mi vida (p. 116).

Una inteligencia distinta manifiesta Ana María, una capacidad de observación extraordinaria que no podía aceptar verdades hechas sino reflexiones constantes, preguntas vitales que la llevaran a profundizaren los hechos, en la "aventura de su vida". Este incesante e insaciable ser interior la llevaba a ser distinta, e incluso, frustrada por la falta de eco exterior. Esta bulliciosa vida interior la hizo cuestionar al Dios que su familia conocía y las ideas alrededor de la religión, y sin embargo, doliente en la muerte reconoce que le robaban el tiempo:

Pero, Alicia, tú bien sabes que este "valle de lágrimas" [...] este valle, sus lágrimas y su gente, sus pequeñeces y goces acapararon siempre lo mejor de mis días y sentir.

Y es posible, más que posible, Alicia, que yo no tenga alma.

Deben tener alma los que la sienten dentro de sí bullir y reclamar (p. 116).

La negación del alma "—Pero si yo no tengo alma, padre. ¿No lo sabía?—" (p. 154), sustento de la fe y la vida eterna, es una de las ideas más transgresoras de la amortajada, y sin embargo, se entiende que se puede vivir con la tierra y la naturaleza más allá de esta vida terrena.

Del sacramento del matrimonio se sabe que fue pactado para ella y se deduce que fue religioso a partir de pequeñas frases que funcionan como indicios: "El ramo de azahares", "su joven marido", el viaje de bodas, sus primeros días de casada...; sin embargo, más allá no parece haberle causado una particular impresión ni, mucho menos, alegría. No expresa ninguna ilusión de novia o satisfacción de mujer casada; por el contrario, se efectúa como un mero acto social, dogmático y obligado. Sigue siendo indiferente e incluso: "¡Ay tus ojos tristes, tu mirada desafiante de todo ese verano! Ojos, mirada que ostentabas aún bajo tu preciosa corona de azahares aquel mediodía en que bendije tu matrimonio" (p. 157), dice el sacerdote.

Casi al final del relato, el padre Carlos la recibe en el panteón y le da la despedida religiosa; en destellos breves el sacerdote recuerda algunos pasajes, como el referente a que la Historia Sagrada era bien recibida por la niña en el convento:

—Claro, me advertía la Madre Superiora, siempre será primera en Historia Sagrada porque la Historia Sagrada la entretiene; pero vaya Ud. a hacerle la pregunta más elemental en Catecismo!

—Déjela, Reverenda Madre, déjela, insinuaba yo con cautela, después de todo, no hay camino, por estrecho que sea, que no lleve a Dios (p. 155).

O bien, este otro, de una ingenuidad enternecedora pero a la vez de una profundidad que expresaba la cosmovisión que rigiera su existencia:

—Dije durante la clase de costura mientras bordábamos y madre Carmela nos explicaba entre una lectura y otra lo que era el Cielo... dije que no me importaría en absoluto no ir al Cielo porque me parecía un lugar bastante aburrido.

Hube de refrenar una sonrisa ante la expresión desesperada de madre Carmela, tan jovencita casi como sus alumnas... (p. 155).

Y, como respuesta a la pregunta del padre Carlos, se desprende claramente la idea de Cielo, reflejado en el paraíso terrenal, tan terrenal como sólo Ana María podría haber expresado:

—Bueno, hija, y dime, ¿cómo te gustaría que fuera el Cielo?

Durante el celaje de un instante lo pensaste, luego:

—Me gustaría que fuera lo mismo que es esta tierra. Me gustaría que fuera como la hacienda en primavera cuando todas las matas de rosales están en flor, y el campo todo verde, y se oye el arrullo de las palomas a la hora de la siesta... Me gustaría, eso sí, algo que no hay en la hacienda: ... me gustaría que hubiera venaditos que no fueran asustadizos y vinieran a comer de mi mano... Y me gustaría también que mi primo Ricardo estuviera siempre conmigo, y se nos diera permiso para dormir de vez en cuando por las noches en el bosque, allí donde el césped es verdadero terciopelo, justo al borde del afluente... (p. 156).

Ésta es la descripción del paraíso terrenal que tendría que vivirse en el aquí y ahora; paraíso que ella persiguió inútilmente porque "Tu vida entera no fue sino la búsqueda ansiosa de ese jardín ya irremediablemente vetado al hombre por el querubín de la espada de fuego" (p. 156); visión terrenal del Cielo que ella no alcanzaría en vida.

Ana María nunca —ni niña, ni adolescente ni adulta— llegó a ese Dios que todos pretendían: "—No, padre Carlos, por favor, no me hable de novenas, de nada piadoso... //No, padre, lo siento, pero no tengo la menor intención de cumplir cuaresma..." (p. 157). Y, con cáustica ironía:

—Pero, padre ¿de qué actitud me está Ud. hablando? ¡Si ahora no falto jamás a misa los domingos y llevo yo misma los niños a comulgar todos los viernes! Y si no asistí a la Confirmación de Anita el jueves pasado fue porque no me sentía bien, se lo juro [...]

—Ay, padre, no me recuerde esa promesa. Créame, por favor, un Retiro me sería imposible en estos momentos. Tengo demasiado qué hacer... (pp. 157–158).

Fue desobediente a los mandatos siempre que pudo, con una profunda convicción, incluso en su lecho de enferma terminal cuando se le ofreció la confesión y la eucaristía, a lo que respondió: "sí, padre, pero mañana", en un acto de voluntad propia, que no pudo ejercer en los otros sacramentos; un 'no', encubierto por un "mañana" que nunca llegó porque se adelantó un repentino ataque al corazón, que no la mató pero le permitió no acceder voluntariamente a la absolución y la extremaunción que, de todas maneras, le aplicó el sacerdote antes de morir.

Si los sacramentos no la motivaron ni conmovieron en ningún momento, su apego a la naturaleza y rechazo inherente a los ritos religiosos se manifiestan una vez más ya en el cortejo. En un en párrafo maravilloso se evidencia su deseo de integración a la tierra:

El andar del cortejo se hace lento, difícil, toma por fin la cadencia de una marcha fúnebre.

Alguien se hunde en el fango hasta la rodilla; entonces el ataúd oscila violentamente y uno de sus costados toca tierra.

Ansias desconocidas la conmueven. ¡Oh, si la depositaran allí, a la intemperie! Anhela ser abandonada en el corazón de los pantanos para escuchar hasta el amanecer el canto que las ranas fabrican de agua y luna, en la garganta; y oír el crepitar aterciopelado de las mil burbujas del limo [...] ¡Ah, si fuera posible! (p. 153)

Pero no fue posible, y entonces llegó la despedida para los demás, en la voz del padre Carlos, porque ella continuó el viaje: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que la paz sea contigo, Ana María, hija, adiós..."

Coincido con Agosin cuando dice que Ana María ha regresado a la fuente de origen, la tierra:

[...] la amortajada desciende hasta tocar el vientre de la madre. Se nos dice que permanece crucificada a la tierra, es decir, religiosamente unida a una fuerza cósmica que la induce a sumergirse cada vez más en las entrañas para así, por fin, morir. Para recalcar esto, la narradora afirma que: "Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos". [...] La amortajada finalmente regresa a las raíces de la tierra donde se siente liviana, ágil y libre de todo nexo que la ató a esta vida.14

"Libre de todo nexo que la ató a esta vida", libre, al fin, de toda mortaja, podría al fin, morir; morir del todo... Logró la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos.

 

Notas

1 Amado Alonso, "Aparición de una novelista", prólogo a La última niebla, 2a ed., Santiago de Chile, Nascimento, 1941 [Versión en PDF]         [ Links ].

2 Ágata Gligo, María Luisa. (Biografía de María Luisa Bombal). Chile, Sudamericana, 1996, p. 111.         [ Links ] Ahí mismo también aporta el interesante dato acerca de que María Luisa Bombal modificó la edición de la amortajada de 1938 —cuyas reediciones fueron frecuentes e incluso traducidas a otros idiomas—, aumentándole diversos párrafos en algunas partes de la obra ("algunas líneas", dirá la escritora), porque, según ella, ya tenía resuelto, justo treinta años después, el problema religioso que había quedado pendiente, como se explicará más adelante. Estas adiciones salieron publicadas en 1968. En el presente trabajo, en general, se utilizará una de las ediciones aumentadas incluida en la última niebla, la amortajada y otros relatos, México, Planeta, 1999. Toda vez que se cite me referiré a tal edición sólo con el número de página, y en caso de confusión le antecederá: la amortajada.

3 José Bianco, "Sobre María Luisa Bombal", en La amortajada. Veracruz Editora de Gobierno de Veracruz/Llave, 2001, p. 6.         [ Links ]

4 Carmen Merino, "Una mirada al misterioso mundo de María Luisa Bombal", en Eva (sic), núm. 1139 [Santiago de Chile], 3 de febrero de 1967 apud Ágata Gligo, op. cit., p. 195.

5 Ibid., p. 196.

6 Idem.

7 M. L Bombal, La amortajada. Buenos Aires, Andina, 1978;         [ Links ] La amortajada, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1996;         [ Links ] La amortajada, 2a ed. Santiago de Chile, Nascimento, 1941 [Versión en pdf]         [ Links ]; La amortajada. Veracruz, Editora de Gobierno de Veracruz/Llave, 2001; La amortajada. México, UNAM, 2004;         [ Links ] La última niebla, La amortajada y otros relatos. México, Planeta, 1999;         [ Links ] Obras completas, 2a ed., introd. y recop. de Lucía Guerra–Cunningham, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1997;         [ Links ] La amortajada. Barcelona, Seix Barral, 1988.         [ Links ]

8 Siete páginas, en la versión de editorial Planeta, 1999, que es la utilizada en este trabajo, como indiqué al inicio.

9 Véase Gloria Gálvez Lira María Luisa Bombal: Realidad y fantasía. Maryland, Scripta Humanisitca, Potomac, p. 16.         [ Links ]

10 Lucía Guerra Cunningham, "Visión de lo femenino en la narrativa de María Luisa Bombal: una dualidad contradictoria del ser y el deber ser", en Texto e ideología en la narrativa chilena. Minneapolis, Institute for the Study of Ideologies and Literature the Prisma Institute, 1987, p. 155.         [ Links ]

11 Es curioso notar cómo María Luisa Bombal hace patente la diferencia entre cementerio del pueblo y panteón familiar (pp. 153 y 154). Panteón, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22a edición (versión electrónica), es el templo dedicado en la Roma antigua a todos los dioses, y cementerio es el terreno destinado a enterrar cadáveres. Esta puede ser una idea tradicional de la conciencia de las clases sociales, sobre todo por el comentario posterior cuando ve que a ella la llevan en el ataúd al panteón de familia: "La invade una gran tranquilidad. // Hay pobres mujeres enterradas, perdidas en cementerios inmensos como ciudades —y horror— hasta con calles asfaltadas" (p. 153).

12 Marjorie Agosin, Las protagonistas en la narrativa de María Luisa Bombal, Tesis de Doctorado Indiana University, UMI Disertation Services, Michigan, 1982, pp.141–142) ha observado que "El Dios de la tradició         [ Links ]n judeo–cristiana no es el Dios al cual Ana María reza o con el que se identifica, ya que éste representa todo lo que ella ha tratado de abolir: la imposición dogmática de las cosas [...] el concepto de cuerpo y alma también es negado por la amortajada [...] En los momentos que Ana María desciende por las entrañas subterráneas de la tierra, jamás hay ninguna alusión al alma, sino a lo más carnal y sensual: el cuerpo".

13 Lucía Guerra Cunningham, "Escritura y trama biográfica en la narrativa de María Luisa Bombal", en Literatura como intertextualidad. IX Simposio Internacional de literatura, Argentina, Instituto Literario y Cultural Hispánico–Editorial Vinciguerra, 1993, pp. 118–136.         [ Links ]

14 M. Agosin, op. cit., p. 135.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons