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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.3 no.6 México dic. 2009

 

Traducción

Caballería rusticana*

 

Cavalleria rusticana

 

Giovanni Verga

 

Fecha de recepción: 09/06/2009
Fecha de aceptación: 01/07/2009

 

In memoriam: Dr. León Federico Cintra McGlone

 

Giovanni Verga, considerado creador del verismo literario fue el iniciador de una tendencia surgida entre 1875 y 1896. La base de las narraciones del movimiento inspiradas en el naturalismo francés, tendencia comenzada antes de Émile Zola, por Honorato de Balzac, trata de describir una gran cantidad de detalles realistas. El verismo se desarrolla alrededor de situaciones y emociones reales; los puntos focales o climáticos suceden alrededor de la gente trabajadora (agricultores, vinicultores, campesinos en general) en una ambientación totalmente rural como los pueblos italianos del sur, como la Sicilia de Giovanni Verga, donde uno de los principales actores es una silenciosa daga que sólo aparece al final como el actante principal de la tragedia bucólica; quien cierra la historia con una mancha carmesí que oscurece la visión del lector, dando fin a la tensión y al sufrimiento de los que son víctimas los personajes principales.

Del verismo como movimiento literario, y del cuento (novella, como lo es la clasificación en italiano) "Cavalleria rusticana" se desprendió, también del autor siciliano, la obra de teatro con título homónimo, que con los mismo elementos mostrados de manera más amplia, hicieron surgir un hipertexto, perfecta inspiración que concluyó en una de las óperas por excelencia con música de Pietro Mascagni y versos de los libretistas Giovanni Targioni–Tozzetti y Guido Menasci, quienes otorgaron un documento músico–literario con toda la gama de sentimientos y motivos veristas a la ópera homónima, convirtiéndose en la iniciadora del movimiento verista en la música.

Sea este cuento uno de los primeros documentos, si no es que el primero, que dieron origen tanto a uno de los movimientos literarios como al complemento de uno de los géneros más complejos, como lo es la ópera. Con obvios cambios, tanto en la extensión como en la historia, pueden admirarse dentro de la ópera momentos desarrollados con la mayor efusión de sentimientos, muestra de la fusión de elementos interdisciplinarios: sean los conocidos ejemplos, la canción que abre la ópera, precisamente una siciliana: "O lola ch'hai di latti la camicia" (Oh Lola que vistes una camisa blanca como la leche) que canta Turiddu bajo la ventana de Lola; el aria del carretero, que muestra la manera en que se gana la vida el compadre Alfo, "II cavallo scalpita" (el caballo galopa); o la parte climática de la obra en donde la felicidad, pues Cristo ha resucitado nuevamente en el domingo de Pascua, y los primeros sorbos al vino de la celebración, anuncian el regreso a la normalidad de la vida después de la vigilia impuesta por la Cuaresma —la cual no es respetada por Turiddu, pues "come salchichas con los amigos"— viene la tragedia.

En la ópera este momento es conocido con el aria: "Viva il vino spumeggiante" (Viva el vino espumoso) iniciada por Turiddu para llamar la atención de Lola quien también canta. Se trata de la pieza clímática de la ópera, que reúne a todo el elenco, quienes son testigos del "adorno" que ambos amantes han puesto en el tálamo nupcial del compadre Alfo. Del mismo modo, se pasa a la invitación al duelo y a la despedida de Turiddu a la Gnà Nunzia, su madre, cuando al igual que partió para el servicio militar, parte para morir prensado por el cuchillo y la mano del compadre Alfo, en los linderos de la nopaleras sicilianas tras el desprecio del vino que Turiddu ofrece al despechado comerciante.

Aunque lo descrito se vea muy parco en el cuento, es un momento de suma tensión, dolor y tristeza, máxime porque el hijo que se despide de la madre sabe que no regresará esta vez.

Dentro de la traducción se respetan los apóstrofes originales de los personajes, es simplemente por no alterar más la historia, ya el simple hecho de traducirla es suficiente traición al autor. En el cuento, los diálogos se dan en tercera persona, e incluso se utiliza, en los momentos en que el personaje principal (Turiddu) habla, el plural mayestático, nosotros, en lugar de yo.

Decidí mientras analizaba el texto traducido, cambiar el diálogo de la despedida, madre–hijo, de la tercera persona a la segunda, tornándola más íntima. No obstante, los momentos más desgarradores que se conocen de tal despedida los proponen Mascagni y sus libretistas con la famosa aria: "Mamma, quel vino è generoso" (Mamita, aquel vino es generoso), en donde la maestría musical es aquella en donde se muestra la melancólica despedida de un hijo a su madre. Se respetan también los apóstrofes en los diálogos, tanto para nombrar a Turiddu y Alfo como "compadres", los cuales podrían ser nombrados como "amigo" o "camarada". Del mismo modo, en la obra aparece el sicilianismo Gnà, señora o señorita, según refera y se tradujo dependiendo de quién se tratara: si es Nunzia, la madre afigida de Turiddu, como "doña, señora"; si es Lola, "quien se ha casado con el carretero Alfo, poseedor de cuatro mulas" como señora; o si se trata Santa, la nueva enamorada por despecho de Turiddu, su "uvita" aparecerá como señorita.

A.C.B.

Cavalleria rusticana

Turiddu Macca, el hijo de doña1 Nunzia, como ha regresado del servicio militar, cada domingo se pavoneaba en la plaza con el uniforme de soldado y el birrete rojo, que parecía ser aquel que le traía buena suerte, cuando se sentaba en el banco junto a la jaula de los canarios, las muchachas se lo robaban con los ojos mientras iban a misa con la nariz dentro de la mantilla, y los pequeños picaros le bullían alrededor como las moscas.

Él se había traído de las tierras del norte una pipa con un grabado del rey a caballo que parecía vivo, encendía los cerillos con la suela de la bota, por atrás de los pantalones, levantando la pierna, como si fuese a dar una patada. Pero con todo esto, Lola, la hija del capataz Angelo no se había aparecido ni en la misa, ni en el balcón porque se había casado con un licodano, el cual trabajaba como carretero y tenía cuatro mulas de Sortino en el corral. Antes que nada, Turiddu, como sabía del matrimonio, quería arrancarle al licodano las tripas de la panza, aunque nunca le hizo nada, y se desahogaba parándose bajo la ventana de la bella ex novia cantando todas las canciones de desamor que sabía.

—¿Qué acaso Turiddu no tiene nada qué hacer en casa de la señora Nunzia?– Se preguntaban los vecinos al ver cómo pasaba las noches cantando cual si fuese un caminante solitario.

(Finalmente, un buen día se encontró con lola que regresaba de la peregrinación de la virgen del Peligro,2 y al verlo, su faz no se tornó ni blanca ni roja, casi no le importó.)

—¡Bendecido sea aquel que la mira!...
—¡Oh, compadre Turiddu!, me habían dicho que regresó hace un mes.
—A mí, por el contrario, me han dicho otras tantas cosas —respondió él. ¿Es verdad que se casó con el compadre Alfo, el carretero?
—Sí, ha sido la voluntad de Dios —respondió Lola. Tapándose el mentón con las dos puntas del pañuelo.
—La voluntad de Dios se hace con el "estira y afloja" como puede darse cuenta. Y la voluntad de Dios fue que debía regresar desde lejos para encontrarme con estas "agradables" noticias ¡señora Lola!

(El pobre diablo intentaba parecer galante, pero la voz se le había hecho piedra; él caminaba detrás de la muchacha balanceándose al compás de la borla del birrete que oscilaba de un lado al otro sobre sus hombros. a ella, en la consciencia, le crecía la culpa de haberlo visto con la cara larga, pero no tenía corazón de adularlo con bellas palabras.)

—Escuche, compadre Turiddu —le dijo finalmente— déjeme alcanzar a mis compañeras. ¿Qué dirían en el pueblo si me vieran con usted?
—Está bien —respondió Turiddu— ahora que se ha casado con el compadre Alfo, que tiene cuatro mulas en el corral, no es necesario hacer que la gente hable. Mi madre por el contrario, pobrecita, ha debido vender nuestra mula baya, y aquel terreno de vides que estaba sobre la vereda, durante el tiempo en que hice mi servicio militar. Pasó la época en que Berta cosía, y usted no se acuerda más del tiempo en el que hablábamos por la ventana de balcón, cuando me regaló aquel pañuelo, antes de partir, que Dios sabe cuántas lágrimas mías guardara en los momentos en que me iba tan lejos, haciendo que a menudo se me olvidara el nombre de nuestro pueblo. Ahora adiós, señora Lola, hagamos cuenta que partí y morí, y nuestra amistad se acabó.3

(La señora lola se casó con el carretero; y los domingos se metía por el balcón, con las manos sobre el vientre para que todos vieran los gruesos anillos de oro que le había regalado su marido. Turiddu continuaba pasando una y otra vez por la callejuela con la pipa en la boca y las manos en las bolsas, con aire de indiferencia oteando a las muchachas; pero dentro del alma le roía que el marido de Lola tuviese todo ese oro, y que ella hubiese fingido no recordarlo en los momentos en que pasaba caminando a su lado.)

—Quiero darle una lección a esa putilla ¡Para que se dé cuenta con sus propios ojos! —balbuceaba.

Del bando del compadre Alfo estaba el capataz Cola, el vinicultor, el cual era rico y por el buen comer gordo como un cerdo, según decían, y tenía una hija en casa. Turiddu tanto dijo y tanto hizo que logró entrar a trabajar cuidando los terrenos del capataz cola, y comenzó a frecuentar los linderos de la casa y a decirle pequeños cumplidos a la muchacha.

—¿Por qué no va a decirle a la señora Lola estas bellas palabras?, —respondía Santa.
—¡La señora Lola es una ricachona! ¡Se ha casado con un rey con corona! Así que...
—Yo no valgo la pena para "reyes con corona".
—Usted vale "cien Lolas", y conozco a alguien que no se fijaría en la señora Lola, ni en su santo, cuando estuviese usted, porque la señora Lola, no es digna de llevar zapatos. No, no lo es.
—La zorra cuando no pudo alcanzar la uva...4
—Dijo ¡cómo eres bella, uvita5 mía!
—¡Hey! ¡Esas manos, compadre Turiddu!
—¿Tiene miedo que me la coma?
—No tengo miedo ni de usted, ni de su Dios!
—¡Eh! Su madre era Licodana. ¡Lo sé! Tiene la sangre pendenciera, al grado que me la comería con tan sólo mirarla.
—Pues entonces cómame con los ojos, porque no haremos cabriolas; en tanto levante aquel desorden.
—Por usted levantaría la casa entera, la levantaría!

(Ella para no ponerse roja, le tiró un cepillo que tenía en la mano, y no le pegó de milagro.)

—Dejemos el asunto por la paz, que las charlas no ordenan las cosas.
—Si fuese rico, querría buscarme una esposa como usted, señorita Santa.
—Yo no me casaré con un rey de corona, como la señora Lola, pero mi dote6 la reservaré, para cuando el Señor me mande a alguno.
—¡Sé que es usted rica, lo sé!7
—Si sabe que lo soy, entonces dese prisa que mi papá está por llegar, y no quiero que me encuentre en el patio.

(El padre de Santa comenzaba a retorcer los labios, pero la muchacha fingía no darse cuenta, porque la borla del birrete de soldado le había hecho cosquillas dentro del corazón, y le bailaba siempre enfrente a sus ojos. como el padre corrió a Turiddu del umbral de la puerta, la muchacha le abrió la ventana y de allí platicaba con él toda la tarde, al grado que todo el vecindario no hablaba de otra cosa.)

—Por ti enloquezco —decía Turiddu— y pierdo el sueño y el apetito.
—Son sólo palabras.
—Quisiera ser hijo de Víctor Manuel8 para casarme contigo.
—Palabras.
—Por la virgen que te comería como el pan.
—Palabras.
—¡Ah! ¡Te doy mi palabra!
—¡Ah! Madre mía!9 —dijo Lola que escuchaba cada tarde, escondida tras la maceta de albahaca, con su intermitente cara que cambiaba de color entre pálida y roja. Un día llamó a Turiddu.
—Así que, compadre Turiddu ¿los viejos amigos no se saludan más?
—¡Pero! —suspiró el jovencito. ¡Beato sea quien pueda saludarla!
—Si tiene intenciones de saludarme, sabe que estoy en casa —respondió Lola.

(Turiddu volvió a verla tan a menudo que santa se dio cuenta, y un día le azotó la ventana en la nariz. los vecinos se lo hacían ver con una sonrisa en la cara o con un movimiento de cabeza cada que el uniformado pasaba junto a ellos. El marido de lola estaba de viaje asistiendo a una feria con sus mulas.)

—El domingo quiero confesarme que esta noche soñé con la uva negra.10
—Olvídalo, olvídalo11 —suplicaba— Turiddu.
—No, ahora que se acerca la Pascua, mi marido querrá saber por qué no fui a confesarme.
—Ah, —murmuraba Santa, la hija del capataz Cola, esperando de rodillas su turno frente al confesionario donde Lola estaba haciendo la purificación de sus pecados. —¡Por mi alma que no quiero mandarte a Roma para la penitencia!

(El compadre Alfo regresó con sus mulas, lleno de dinero y llevó a su esposa como regalo un bello vestido nuevo para las fiestas.)

—Tiene usted razón en llevarle regalos —le dijo la vecina Santa— porque mientras que usted no estaba su esposa le adornaba la casa.12

(El compadre Alfo era de aquellos carreteros que llevaban el sombrero sobre los oídos, y cuando escuchó hablar de tal modo de su esposa cambió de color como si le hubiesen acuchillado– ¡Demonio! —exclamó— ¡si no ha visto bien, no le dejaré ojos para llorar! ni a usted ni a ninguno de su parentela.)

—¡Mis ojos ya no son para llorar! —respondió Santa. No he llorado ni siquiera cuando he visto con estos mismos ojos a Turiddu, el hijo de doña Nunzia entrar de noche en casa de su mujer.
—Está bien, —respondió Alfo— muchas gracias.

(Ahora que había regresado el gato,13 Turiddu no frecuentaba tanto de día la callejuela, y despachaba el aburrimiento con los amigos en la taberna, y durante la vigilia de la Pascua, tenían sobre la mesa un plato de salchichas.

En la forma en que entró el compadre Alfo, con el hecho de que Turiddu se fijara en la agudeza de su mirada, comprendió que había ido allí para tratar cierto asunto con él y colocó el tenedor sobre el plato.)

—¿Tiene usted, compadre Alfo, algo que decirme?
—No nos andemos con susurros, compadre Turiddu, tenía tiempo que no le veía y quería hablarle de algo que usted sabe, mejor que nadie.

(Primero, Turiddu le había presentado el vaso para ofrecerle vino, pero el compadre Alfo lo rechazó con la mano. Entonces Turiddu se levantó y le dijo:)

—Aquí estoy, compadre Alfo.

(El carretero le dejó caer el brazo al cuello y abrazándolo le dijo al oído.)

—En la nopalera de Canziria podremos hablar de este asunto mañana por la mañana, si usted así lo prefiere, compadre.
—Espéreme sobre la calle principal al despuntar el primer rayo del sol, e iremos juntos.

(con estas palabras se besaron las mejillas y de esta manera pactaron el reto a duelo.

Los amigos de Turiddu habían dejado las salchichas, muy callados lo acompañaron hasta su casa. la pobre señora nunzia, pobrecita, lo esperaba hasta tarde cada noche.)

—Mamita,14 —le dijo Turiddu. ¿Te acuerdas cuando me fui a hacer el servicio militar que tú creías que no volvería? Dame un beso, bello como el de entonces, porque mañana me iré lejos.

(Antes del alba tomó prontamente el cuchillo que había escondido bajo el heno en los momentos en que había sido llamado como conscripto, y se puso en marcha hacia la nopalera de canziria...)

—¡Oh Jesusmaría! ¿A dónde vas con esa furia? —sollozaba Lola asustada, mientras su marido se preparaba para salir.
—Voy cerca de aquí, aunque para ti sería mejor que yo no regresara otra vez.

(Lola, en camisón, rogaba a los pies de la cama y apretaba en sus labios el rosario que le había traído fray Bernardino de los lugares santos,15 y recitaba todas las avemaría que podían ocurrírsele.)

—Compadre Alfo, —comenzó Turiddu, diciéndole al compañero con el que ya había caminado un gran tramo de la calle, el cual estaba callado y con el sombrero sobre los ojos—. Como es verdad, Dios sabe que he fallado y me dejaré matar. Pero antes de venir aquí he visto a mi viejecita que se ha levantado para verme partir, con el pretexto de mandar en el gallinero, casi le hablaba el corazón; y como es cierto que Dios existe, lo mataré como a un perro para no hacer llorar más a mi viejecita.

—Así está bien, —respondió el compadre Alfo, quitándose el chaleco:16 Pegaremos duro los dos.

(Ambos eran muy buenos tiradores; a Turiddu tocó la primera estocada y fue a colocarla en el brazo, como la tiró bien, volvió a atacar ahora hacia la ingle.)

—¡Ah, Compadre Turiddu! ¡Tiene usted intenciones de matarme en serio!
—¡Sí! Se lo había dicho, ahora que vi a mi viejita en el gallinero, me parece tenerla frente a los ojos.
—¡Abra bien los ojos! —grito el compadre Alfo— que ya estoy por atacarle en una buena medida.

(Como Alfo estaba en guardia agazapado por cuidarse la herida del brazo izquierdo, que le dolía, rozaba a ras del suelo con el codo, esquivando las estocadas de su contrincante, tomó rápidamente un puñado de polvo que arrojó sobre los ojos de su adversario.)

—¡Ah!, gritó Turiddu enceguecido. ¡Estoy muerto!

(Buscaba salvarse saltando desesperadamente hacia atrás; pero el compadre Alfo lo alcanzó con una segunda estocada en el estómago y una tercera en la garganta.)

—¡Y tres! Ésta es por la casa que me has adornado. Ahora tu madre dejará en paz a las gallinas.

Turiddu se tambaleó a un lado y al otro de los nopales y después cayó como una masa inerte. La sangre le gorgoreaba espumeante de la garganta, y no pudo proferir ni siquiera "¡ay madrecita mía!"

 

Notas

* Traducción: ©Armando Cintra Benítez. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Italianas) en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es miembro de la Asociación Mexicana de Profesores de Lengua y Literatura AMPLLl y de la Asociación Mexicana de Italianistas.

1 Traducción del sicilianismo que aparece en este cuento Gnà, que puede signifIcar señora o señorita, he preferido traducirlo con el título que refiere a una persona de respeto. (N. del trad.)

2 En el original la Madonna del Pericolo. (N. del trad.)

3 La frase se encuentra en siciliano: facemu conto ca chioppi e scampau, e la nostra amicizia finiu.

4 Aquí hay un pequeño guiño a la fábula del zorro y la uva, de Jean de la Fontaine

5 En el original viene un sicilianismo: racinedda, palabra que se utiliza para denominar a la uva dulce; proveniente del francés raisin, en este caso el sentido del término va aplicado al cortejo de Santa. Podría haber sido traducido como "pequeñita mía" o "dulce pequeñita mía". Incluso se dice que de la vid, mientras más pequeño sea el fruto, más dulce es su contenido.

6 Virginidad.

7 En el original aparece en primera persona del plural lo sappiamo.

8 Vittorio Emmanuele II, rey de Italia a partir de la Unificación Italiana de 1861. (N. del trad.)

9 Mamma mia, expresión italiana que expresa sorpresa la más de las veces y algunos estados de ánimo dependiendo de la entonación.

10 Dentro de las tradiciones italianas los sueños, así como en cualquiera cultura tienen diversos significados, y sobre todo los sueños que tienen que ver con la comida. Por ejemplo: cuando en el sueño aparece una uva madura, ésta se refiere a que llegarán el gozo y la riqueza; si es verde, habrá contrariedades pasajeras; si por el contrario la uva está seca, lo que conocemos como uva pasa, anuncia preocupaciones. Si se sueña con cosecharlas, y se está feliz, anuncia el placer. Si la visión onírica es aplastarlas con los pies, produce el presagio de sucesos: si la uva es blanca, un noviazgo; si es negra, una ruptura amorosa o la muerte.

11 Decidí traducir estas líneas en segunda persona pues se trata del diálogo casi íntimo de dos "amantes".

12 Se respetó el texto original; las opciones pudieron ser "le adornaba la cabeza" o directamente "le pintó cuernos".

13 Dentro del refranero popular italiano: Quando il gatto non c'è, i toppi ballano (Cuando el gato no está, los ratones bailan).

14 A pesar de que en el original todo se encuentra en tercera persona (usted) se me hace inoportuno que el diálogo madre–hijo, sea traducido así, por eso preferí la segunda persona (tú). (N. del trad.)

15 Posiblemente Roma.

16 En el original Farseto: Jubón acolchado o relleno de algodón que se usaba para resistir el peso de la armadura para evitar rozaduras y mayores daños al cuerpo. He preferido traducirlo por chaleco, pues el farseto es una indumentaria prácticamente militar y pertenece al Medievo.

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