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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.3 no.6 México dic. 2009

 

Artículos

 

Contribución de la interpretación a la epistemología, con especial referencia al aporte de Kuhn

 

Elizabeth Padilla*

 

* Profesora e investigadora de tiempo completo en cátedras de Filosofía del Lenguaje y Epistemología de las Ciencias Sociales, en la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue, Provincia de Neuquén, República Argentina. gendepadilla@ciudad.com.ar

 

Fecha de recepción: 27/10/2008
Fecha de aceptación: 19/05/2009

 

Resumen

El desarrollo de la epistemología actual la ha llevado a reconocer la necesidad de incorporar procedimientos y estrategias conceptuales distintas a las tradicionales. Esto ha producido lo que se denomina "giro interpretativo", con consecuencias tanto para reformular la empresa epistemológica como para elaborar nuevos modos de descripción del quehacer científico. Al respecto, me propongo realizar en el presente artículo algunas consideraciones sobre la incidencia del "giro interpretativo" en el tratamiento de cuestiones epistemológicas, centrándome, especialmente, en las contribuciones de Kuhn para una nueva conceptualización de la empresa científica.

Palabras clave: interpretación, historia, comunidades científicas, conocimiento.

 

Abstract

The development of current epistemology has fostered the need to incorporate conceptual procedures and strategies that are different from the traditional ones. This has led to what is called the "interpretive turn", with consequences for both the reformulation of the epistemological enterprise and the development of new descriptive methods for scientific work. In relation to this, I will describe some aspects of the "interpretive turn" when dealing with epistemological questions. I will focus especially on Kuhn's contributions for a new conceptualization of the scientific enterprise.

Key words: interpretation, history, scientific communities, knowledge.

 

Introducción

El desarrollo de la epistemología actual la ha llevado a reconocer la necesidad de incorporar procedimientos y estrategias conceptuales distintas a las habituales para tratar problemas tales como: la formación de consensos en las comunidades científicas, la comprensión y comunicación de tradiciones científicas del pasado, la mediación del texto para la adquisición del conocimiento disciplinar, entre otros. Esto ha producido lo que se denomina "giro interpretativo",1 con consecuencias de distinta índole tanto para reformular la empresa epistemológica como para elaborar nuevos modos de descripción del quehacer científico. Una de las consecuencias frecuentes consiste en atribuirle al fenómeno interpretativo un debilitamiento de la inteligibilidad, dada la caracterización que ve en él una recaída en el subjetivismo. Sin embargo, otra consecuencia de mayor alcance heurístico ve en él la condición para acceder a una visión más completa y compleja de los procesos cognitivos en ciencia.

En este último sentido, me propongo realizar algunas consideraciones respecto a la incidencia del "giro interpretativo" en el tratamiento de cuestiones epistemológicas2 para tratar con problemas como los señalados, presentando, en primer término, una descripción de las principales limitaciones de la tradición neopositivista en sus intentos por resolverlos y, en segundo término, ofrecer algunos aportes realizados tanto por el racionalismo crítico como por la "corriente historicista".3 En especial, en el caso de esta última me centraré en las contribuciones de Kuhn para una nueva conceptualización de la empresa.

 

Características de la tradición neopositivista

Como es sabido, la filosofía neopositivista de la ciencia se ha apoyado en una teoría del significado de corte verificacionista. Según éste, un enunciado tiene sentido si puede ser contrastado con algún estado de cosas al que accedemos mediante observación, por lo cual los términos descriptivos que conforman el enunciado deberán ser reducidos directa o indirectamente a un lenguaje observacional. De ahí que, comprender o entender el significado de un enunciado supone el reconocimiento de que se dé o no cierto estado definido de cosas expresado en el mismo, a fin de evaluarlo en términos de verdad o falsedad. El procedimiento habitual consistiría, en principio, en remontarnos desde las palabras a sus definiciones, hasta llegar a aquéllas cuyo significado no pueda ser descrito mediante ninguna frase sino que se constata mediante actos de ostensión. Lo señalado o indicado en el acto ostensivo debería ser lo "dado".4 Hay, pues, una identidad entre significado y verificación que recibe un fuerte apoyo en la posibilidad de un lenguaje neutral independiente de toda teoría o contexto. Así, la concepción verificacionista del significado establece un criterio de decidibilidad para los enunciados en verdaderos o falsos y, por ende, no da lugar a incertidumbre alguna en cuanto a que pudieran existir otras interpretaciones alternativas acerca de lo "dado"; es más, si así fuera no estaríamos ante lo "dado". De este modo, a partir de la certeza ofrecida por la verificación de los enunciados observacionales el resto del conocimiento se valida mediante la utilización de inferencias.

Podríamos afirmar, siguiendo a Charles Taylor, que el intento neopositivista fue un ensayo serio por trascender el círculo de nuestras interpretaciones con el objetivo de ir más allá de la subjetividad.5 La propuesta consistió en presentar una reconstrucción definitiva del conocimiento que no recurriese a juicios o a lecturas de verificación ulterior dudosa. Y es por eso que, tal como lo mencioné antes, la pieza fundamental del conocimiento lo constituye la impresión o dato sensorial, una unidad de información no sujeta a ningún otro veredicto ulterior. El ideal del neopositivismo fue precisamente reconstruir a partir de esa unidad mínima nuestro conocimiento cuya certeza fuera heredada del firme anclaje sensorial, más allá de toda intuición subjetiva y con el agregado de un conjunto de inferencias válidas.

Ahora bien, el empleo del criterio verificacionista del significado mostró serias dificultades y limitaciones desde sus inicios. Uno de los principales obstáculos derivó de la imposibilidad de caracterizar "lo dado" sin la participación de algún tipo de factor de orden lingüístico y, por ende, de carácter no sensorial. Por ejemplo, los que en apariencia son simples actos ostensivos y que ayudarían a mostrar en forma unívoca aquello que fuera registrado por cualquier observador, resultaron competente ser mucho menos evidentes que los que se presumía para su comprensión, dado que la inteligibilidad de un acto ostensivo residirá en el sistema de signos del cual participa. Esto trajo como consecuencia que la detección de lo "dado" no pudiera eludir el problema del círculo de las interpretaciones, si bien los actos interpretativos quedaban a menudo disimulados bajo la presunta concordancia de los reconocimientos, producto no tanto de lo que nos aparece sensorialmente sin intervención teórica, sino más bien de ciertos consensos implícitos que funcionan en las comunidades científicas, resultantes a su vez, entre otros, de sistemas de educación compartidos.

Otra seria limitación del criterio, en un nivel distinto de análisis, lo constituye la dificultad de su aplicación a ciertos tipos de enunciados, por ejemplo, a los enunciados generales. La suposición de que un enunciado puede verificarse —pese a las complejidades del asunto— por su correspondencia con un estado de cosas del mundo y gracias a la cual probaríamos su significatividad, recae sobre enunciados observacionales singulares; sin embargo ¿podríamos proceder de igual modo con un enunciado general, y cuál sería el estado de cosas percibido con el que habría de corresponderse? Sabemos que no hay tal estado de cosas, sino que en todo caso podemos arribar a enunciados de ese tipo mediante un proceso de generalización. La verdad y la significatividad del mismo se justificarían a partir de la verdad y la significatividad de los enunciados que constituyen la base empírica de la inducción, a lo que se agrega la confianza depositada en el argumento de la generalización. Pero desde un punto de vista lógico tal argumento no puede brindarnos seguridad, situación que nos remite al conocido problema de la inducción. Esta dificultad adquiere ribetes dramáticos si nos percatamos de que muchas de las leyes científicas poseen la forma de enunciados generales. En efecto, si de algo no pueden carecer las leyes científicas, en principio, es de significado; además de haber sido debidamente confrmadas o verificadas.

Las limitaciones y problemas provocados por la aplicación del criterio condujeron a esta concepción a tomar vías alternativas de solución. Una de ellas (de carácter interno a la concepción mencionada) fue proponer modificaciones al criterio mediante reformulaciones más debilitadas como, por ejemplo, la que propone Hempel cuando afirma que "una oración tiene significado cognoscitivo si, y sólo si, es traducible a un lenguaje empirista".6 El resultado de esta modificación consistió en trasladar el problema de la verificabilidad al problema de las condiciones que debe poseer un lenguaje para ser caracterizado como empirista, lo cual nos obligaría a fijar criterios de carácter convencional para determinar ese tipo de lenguaje. Así, un lenguaje con esas características nos permitiría fijar las remisiones últimas de significado de nuestros enunciados —sean singulares o generales— y evitar la recaída en lecturas o interpretaciones alternativas, pero al precio de introducir un elemento convencional o subjetivista.

 

Variaciones desde el racionalismo crítico

Otra propuesta, en este caso crítica de la concepción mencionada, es la de Popper, quien sostuvo que la filosofía de la ciencia debería abandonar el problema del significado —pues se trata de un típico pseudo problema— y abocarse a la cuestión metodológica. En palabras de Popper: "personalmente, nunca estuve interesado en el llamado problema del significado; por el contrario, siempre me pareció un problema verbal, un típico pseudo problema".7 Según él, la cuestión central de la filosofía de la ciencia consiste en reconocer un método genuinamente empírico, para lo cual propuso el criterio de testabilidad que nos permitiría demarcar entre ciencia y pseudociencia. Ahora bien, no debería confundirse esto con un nuevo criterio de significatividad que viniese a reemplazar el de verificabilidad, puesto que el propósito del criterio de refutabilidad es la demarcación por el método y no por el significado.

Una de las principales consecuencias de sostener la refutabilidad es que toda observación está precedida por teoría y que toda teoría es falible. A su vez, uno de los modos en que se presenta la carga teórica es bajo la forma de expectativas y anticipaciones. Así, las teorías que elaboramos como respuesta anticipatoria a los distintos problemas que se nos presentan lo hacen desde un horizonte de expectativas que actúa como marco de referencia para el sujeto cognoscente. Dicho marco no sólo orienta la respuesta o formulación de hipótesis sino que hace posible el planteamiento mismo del problema. Como ya adelantamos, la teoría que precede a la observación es falible, en otras palabras, puede ser falseada y reemplazada por otra o bien, en caso de no serlo, puede ser mantenida provisionalmente hasta que esto finalmente ocurra. Ahora bien, a los enunciados observacionales utilizados como refutadores potenciales de las hipótesis o teorías les cabe la misma falibilidad, de allí que se vuelva imposible toda falsación a menos que introduzcamos algún criterio convencionalista. Siguiendo a Popper, dichos criterios serán fijados por la comunidad de expertos que determinará por autoridad el conjunto de enunciados básicos irrefutables que aseguren la contrastabilidad de las hipótesis. Por ende, se incorpora así inadvertidamente un sesgo subjetivista para poner término al problema de la falibilidad de los enunciados observacionales, sin el cual no sería posible la refutación.

En síntesis, para el racionalismo crítico, el método (al modo de una nueva base arquimediana sui generis) junto al ideal regulativo de la verdad son los que garantizarían la racionalidad de la ciencia ante la falibilidad de las teorías y a la vez nos mantendrían a buen resguardo de tener que recurrir a cuestiones interpretativas.

A estas revisiones se agregan los aportes del llamado "giro historicista", el cual a partir de la reivindicación del papel de la historia para la constitución de las teorías se ocupa de mostrar que los cambios no pueden ser explicados como simples versiones alternativas de un mismo fondo perceptual estable, sino más bien producto de las alteraciones sufridas en nuestras teorizaciones acerca de la realidad. En este sentido, tanto el racionalismo crítico de Popper como la "corriente historicista" en filosofía de la ciencia acentuaron las diferencias con el modelo neopositivista al intentar explicar no ya el problema del significado, sino ante todo los problemas concernientes a la elección entre teorías y, por tanto, el del cambio y desarrollo científico. Alrededor de esta problemática se concentraron los esfuerzos de Kuhn, Feyerabend, Toulmin y Lakatos, entre otros, los cuales si bien no esbozaron una doctrina monolítica reconocible como alternativa al modelo anterior —dado que entre ellos hay diferencias notorias en sus resultados—lograron, sin embargo, provocar modificaciones en nuestros modos de conceptualizar el conocimiento científico.

 

Un primer aporte desde el giro historicista

El caso de Feyerabend es notable, pues al igual que Popper se mantuvo firme en la defensa del empirismo, hasta el punto de proponerse formular una auténtica metodología empírica; no obstante, diferenciándose de aquel por la aceptación explícita del papel de la historia en la empresa. Su defensa de la metodología empírica requiere, por sobre todo, el rechazo del monismo teórico y la postulación del pluralismo, pues sólo con él se aseguraría que ninguna evidencia fuera eliminada; de este modo se podrá lograr una crítica mucho más aguda de las teorías científicas aceptadas.8 La propuesta consistió en no posponer el desarrollo de teorías alternativas hasta que se produjese la refutación de la teoría vigente, sino en su uso simultáneo aún cuando no cumpliesen con las condiciones de consistencia y de invariabilidad del significado, pilares inconmovibles del empirismo tradicional. Una de las consecuencias de esta tesis es que cada teoría construye para sí su propia experiencia —una determinada "interpretación natural del mundo"— lo que lleva a adoptar una fuerte versión de la inconmensurabilidad, ya que los términos de teorías distintas poseen significado y referente distintos. En este autor se hace evidente la necesidad de explicitar la mutua dependencia entre observación y teoría, en la medida en que una y otra requieren de una interpretación conjunta. En ese sentido, la interpretación del lenguaje de observación no puede fijarse sobre la base de observaciones (concepción de la existencia de un núcleo fáctico) sino que debe hacerse a partir de convenciones. Por otra parte, la elección de dichas convenciones no se justifica por ninguna razón de carácter sintético–apriorístico, sino que resulta de la práctica . En palabras del autor: "los significados [de los enunciados de observación] no son hechos, son resultados de convenciones (ya sea de convenciones explícitas o de convenciones aceptadas a través de la elección de cierto lenguaje como medio de comunicación). La elección de un lenguaje de observación, por tanto, nos toca a nosotros".9

De esta manera, uno de los argumentos que ofrece en defensa del pluralismo teórico y de la concepción pragmática de la observación es de carácter histórico, pues si realizáramos un corte transversal del desarrollo de la ciencia nos encontraríamos con que la unidad de análisis no es una teoría sino un conjunto de teorías con sus respectivas bases experienciales enfrentadas entre sí, al límite de contradecirse. Así, para Feyerabend, uno de los modos más adecuados para representar el desarrollo de la ciencia sería el de una sucesión de estilos, los que conllevan determinados modos de pensar y de intervenir en el mundo.

 

El aporte de la concepción kuhneana de ciencia

En el caso de Kuhn, al que nos dedicaremos a continuación, podemos señalar que su aporte al giro mencionado es decisivo, pues como representante privilegiado de la corriente historicista no tuvo por finalidad redefinir la metodología empírica —como los otros dos autores mencionados— sino trabajar en torno al problema del cambio científico con un claro compromiso por ofrecer una reconstrucción lo más ajustada posible al quehacer efectivo de las comunidades que hacen ciencia. La unidad de análisis que propone para su estudio no es una teoría aislada —monismo teórico—, ni una proliferación de ellas, sino algo más complejo y abarcador que caracteriza de modo especial a la práctica científica: el paradigma. Esta noción tiene por objetivo revelar la serie de acuerdos tácitos a los que arriba una comunidad en un determinado momento histórico, según los cuales resulta identificable como tal. Como sabemos, Kuhn ha mostrado que el cambio de paradigmas es revolucionario. Ahora bien, la detección de los episodios revolucionarios supone una profunda transformación en la descripción del cambio científico proveniente de una auténtica revolución historiográfica. Así, la historia de la ciencia al ser considerada "como algo más que un depósito de anécdotas o cronología" deberá ocuparse del estudio de las tradiciones científicas normales o paradigmas. Se advertirá que dicho tratamiento no se reduce a ningún modelo acumulativo de conocimiento, como el de la versión neopositivista, pues inaugura un modelo discontinuista de desarrollo a partir de la incorporación de su célebre tesis de la inconmensurabilidad. Si bien dicha tesis ha sido reformulada en distintas oportunidades a lo largo de su obra, en vías de alcanzar una mayor claridad en el concepto,10 las sucesivas modificaciones no alteraron sus preocupaciones lingüísticas de fondo, las cuales lo condujeron hacia el final de su producción teórica, a postular la inconmensurabilidad como producto de cambios taxonómicos.

En efecto, en la Estructura de las revoluciones científicas11 aparece una primera formulación de carácter global de la inconmensurabilidad, que consiste en establecer una relación entre paradigmas sucesivos. Así, la inconmensurabilidad exhibe las diferencias que se presentan en la transición revolucionaria entre paradigmas, tanto en los aspectos cognitivos como en los metodológicos: presupuestos metafísicos, postulados teóricos, valores procedimentales, técnicas experimentales, usos de instrumentos, criterios de evaluación, entre otros. En los escritos posteriores a los años setentas restringe el dominio de la relación de inconmensurabilidad. Ésta queda constreñida a las teorías que se proponen en paradigmas sucesivos y, con mayor precisión, a los léxicos o vocabularios. En la década de los ochentas arriba finalmente a una definición de inconmensurabilidad de carácter local. En este tipo de inconmensurabilidad "surgen problemas de traducción únicamente con un pequeño subgrupo de términos (que usualmente se interdefinen) y con los enunciados que los contienen".12 De este modo, dos teorías pasan a caracterizarse como inconmensurables cuando están formuladas en lenguajes que no son completamente traducibles. De allí que la inconmensurabilidad se relaciona con el fracaso de la traducción completa entre teorías, lo que trae como consecuencia la necesidad de revisar el tipo de comparación que se pueda establecer entre ellas. En efecto, el fracaso obedece a la inexistencia de un lenguaje neutral que pudiera emplearse como medida de comparación externa a la descripción que las mismas teorías inconmensurables hacen de los enunciados que se derivan de ellas con carácter predictivo, por lo cual no habría una base empírica común a partir de la cual verter los significados de los enunciados observacionales de las teorías en cuestión. Estas consecuencias resultan del mayor interés, pues permiten relacionar los problemas de la comparación interteórica con los de comunicabilidad e interpretación.

Al respecto, los críticos han mostrado con frecuencia la pretensión paradójica de Kuhn de sostener la inconmensurabilidad y a la vez proponer la comunicabilidad entre teorías; para cuya respuesta el autor se vio llevado a buscar concepciones del lenguaje que le permitiera dar cuenta de ese problema, tarea no obstante que resultó inconclusa. En efecto, hasta en sus últimos trabajos Kuhn mantuvo la tesis de la inconmensurabilidad, pero ahora desde preocupaciones que lo llevaron a introducir nociones como las de esquema conceptual, taxonomías y en sus últimos escritos el de módulo mental.

En líneas generales, la relación entre comparabilidad y comunicación es posible —nos propone Kuhn— si modificamos el supuesto que identifica interpretación con traducibilidad y, en un sentido más amplio, el supuesto que identifica inteligibilidad y traducibilidad,13 entendiendo por esta última el proceso mecánico que consiste en correlacionar términos de una lengua con términos de la otra. Cabe destacar que la descripción de este proceso se basa en el "manual de traducción"14 de Quine. En este sentido, si aceptamos que la comparación depende de la confección de un manual de traducción quineano es cierto que la misma no pueda llevarse a cabo, pues según este último no hay un manual que correlacione los términos de una teoría del pasado con alguna otra versión de la misma pero actualizada; por ejemplo, intentar traducir la teoría atomista de Demócrito a la de Dalton. No obstante, Kuhn repara en esta insuficiencia y propone para remediarla establecer una diferencia entre traducción e interpretación, tomando distancia, con ello, de las consecuencias más extremas de la tradición analítica respecto a este asunto. De este modo, rechaza la pretensión ingenua de aquellos que, como criterio de comparación, pretenden traducir cada uno de los enunciados que conforman las teorías a algún tipo de lenguaje neutral. En otras palabras, la modificación innovadora que defiende, a diferencia de la tradición analítica, consiste en desligar la traducibilidad completa de la interpretación.

Como podemos advertir, Kuhn intenta desprenderse de los problemas ligados a un manual de traducción y busca establecer condiciones que hagan posible la comunicación desde estrategias que ya no sean deudoras de los supuestos acerca del significado que aquél requiere. Un recurso que viene en su auxilio proviene de la constatación de que todos los hablantes son competentes, en principio, para aprender otras lenguas, así como de acceder —con otro tipo de medios— a teorías del pasado.15

Respecto de este último caso, la búsqueda de inteligibilidad estará orientada a elaborar una reconstrucción de la teoría mediante una narración verosímil,16 la cual, no obstante, no pretenderá eliminar su inconmensurabilidad. Es decir, defiende el postulado de la inteligibilidad de los textos científicos aún a pesar de su distancia con las tradiciones presentes. Así, la intelección lograda mediante procesos de aprendizaje restituye el flujo en la comunicación y habilita para establecer nuevos modos de comparación; sin que para ello deba quedar constreñido a traducciones mecánicas que pretendiesen asegurar evaluaciones decisorias definitivas. En este sentido, una diferencia interesante entre los planteos de Quine y los de Kuhn es que mientras el primero supone que todo lenguaje puede ser traducible a cualquier otro (el caso de la traducción radical), Kuhn, en cambio, postula la capacidad, en líneas generales, de aprender cualquier lenguaje. Esto último podría involucrar un cierto tipo de compromiso con la posibilidad de inteligibilidad, en la medida en que el mismo Kuhn sostiene que cualquier asunto que se exprese en un lenguaje determinado puede ser comprendido por un hablante de otro lenguaje, empleando para ello su capacidad imaginativa y su esfuerzo por volverlo aprehensible. Dicho de otro modo, la inteligibilidad estaría sustentada en la capacidad de aprender.17 En el artículo "Conmensurabilidad, comparabilidad y comunicabilidad"18 sostiene que la principal diferencia entre traducción e interpretación es que en la primera el lenguaje en el que se expresa ya existía antes de que ésta comenzara, y ello revela que el hecho de la traducción no altera los significados de las palabras o frases que se utilizan al efectuarla. La interpretación, en cambio, no requiere de esta condición. Así, a diferencia de la persona que traduce, la que efectúa la interpretación es posible que inicialmente domine sólo una lengua. De ese modo, al inicio de su tarea interpretativa las profierencias o el texto pertenecientes a una lengua extraña a la propia consisten en meros ruidos o inscripciones ininteligibles. Con la finalidad de superar ese estado deberá observar la conducta y las circunstancias que rodean tanto a la producción del texto como a las profierencias y supondrá, en todo momento, que se puede extraer un sentido de la conducta lingüística o del texto sobre el que se trabaja. Esta atribución permanente de sentido con el objetivo de asegurar la interpretabilidad involucra la aplicación del principio de caridad. En efecto, se trata de la aplicación de este principio, toda vez que Kuhn sugiere la siguiente máxima a sus alumnos:

[...] al leer las obras de un pensador importante, buscad primero los aparentes absurdos que haya en el texto y preguntaos cómo es posible que una persona sensata los haya escrito. Cuando encontréis una respuesta [...] cuando estos pasajes tengan sentido, quizá comprobéis qué pasajes más importantes, aquellos que anteriormente pensabais haber entendido, han cambiado de significado.19

Otro caso similar en los que se dan procesos de aprendizaje es el estudio, por parte del hablante competente, de una disciplina artística, , técnica o humanística. Puesto que la iniciación a cualquier disciplina —y aquí tenemos muchos ejemplos expuestos por Kuhn— implica la adquisición de su lenguaje, de sus normas de actuación, del uso de instrumentos, de valores implícitos en la práctica, podemos afirmar que dicho proceso no es cualitativamente diferente al de la adquisición de la primera lengua, y al igual que en éste, la traducción a alguna lengua previa no desempeña ningún papel significativo. Los ejemplos del estudiante, el antropólogo y el historiador poseen un importante rasgo en común con el del niño, son todos ellos casos de inconmensurabilidad, puesto que hay un intérprete que trata de aprender el lenguaje de una comunidad comunicativa preexistente, ya sea pasada o contemporánea. Pueden muy bien ser explicados comos casos de adquisición de lenguajes en vez de ser explicados como procesos traductivos.

 

Consideración final

De lo expuesto anteriormente, podemos señalar que entre las modificaciones más sustanciales que introduce Kuhn en nuestra conceptualización del cambio científico se encuentra la necesidad de dar cuenta de las alteraciones en los sistemas taxonómicos que se registran en el desarrollo histórico de las disciplinas. Cambios que operan tanto en las dimensiones del sentido como de la referencia de los términos generales, con los cuales las teorías explican y predicen los fenómenos. La concepción neopositivista, desde su visión whig de la historia de la ciencia, ofreció una reconstrucción lógica del conocimiento en donde muchos de esos cambios no fueron contemplados por la sencilla razón de no haber contribuido (o en el peor de los casos haber obstaculizado) a la marcha de la ciencia actual, y por ello fueron apartados bajo el calificativo de error o producto de la superstición. A diferencia de esto, Kuhn se propuso hacer inteligibles esos cambios, en la medida en que representan las legítima creencias de comunidades científicas distantes en el tiempo cuando intentaron explicar e intervenir empíricamente en lo real. Es decir, se compromete con la reconstrucción del sentido de esas taxonomías desde la elucidación de las claves de interpretación del auditorio original que la hicieron posible. Ahora bien, hacerse cargo de tales cuestiones lo ha llevado a transitar por caminos poco conocidos o de dudosa reputación para la epistemología tradicional, como por ejemplo aquellos emparentados con los estudios hermenéuticos. En efecto, su tesis de la inconmensurabilidad nos enfrenta al desafío de restituir el flujo de la comunicación entre comunidades que detentan distintos paradigmas mediante recursos interpretativos. En palabras del autor:

[...] las ciencias naturales de cualquier periodo se fundamentan en una serie de conceptos que la generación en activo de profesionales hereda de sus inmediatos predecesores. Este conjunto de conceptos es un producto histórico, ínsito en la cultura en la que los profesionales en activo son iniciados mediante la educación, y que es accesible a los no miembros sólo a través de las técnicas hermenéuticas. A veces he hablado de esto como de la base hermenéutica para la ciencia de un periodo particular.20

Por otra parte, Kuhn muestra que la comparación entre paradigmas no puede reducirse —como en la concepción neopositivista— a la aplicación de algún algoritmo, sino más bien debemos apelar a los valores metodológicos o epistémicos que comparte una comunidad de especialistas en cierto periodo histórico. Dichos valores son la fuente de las buenas razones —en el sentido de que reúnen el acuerdo intersubjetivo— a los que se ajusta el proceso de elección entre teorías inconmensurables. Ahora bien, una condición sine qua non para iniciar cualquier tarea que involucre intentos tanto de comunicación como de comparación entre paradigmas inconmensurables se funda, principio de caridad mediante, en la posibilidad de que dichos paradigmas puedan ser comprendidos. Un modo en que dicha comprensión se manifiesta radica en la posibilidad cierta de aprendizaje, enseñanza y aplicación de paradigmas distantes respecto a los actuales. Pero este tipo de asunto, es sabido, resulta habitual en muchas ciencias humanas en donde la característica específica de sus objetos de estudio es la distancia temporal o la diversidad cultural, tal es el caso de la antropología o la historia. En palabras del autor:

Lo que yo, como físico, descubrí por mí mismo, la mayoría de los historiadores lo aprenden por el ejemplo en el curso de su formación profesional. Conscientemente o no, todos ellos practican el método hermenéutico. En mi caso, sin embargo, el descubrimiento de la hermenéutica hizo algo más que infundirle sentido a la historia. Su efecto más decisivo e inmediato fue el ejercido sobre mi concepción de la ciencia.21

Para finalizar, nuestro breve recorrido ha tenido la pretensión de mostrar ciertas insuficiencias en el planteo epistemológico tradicional y a la vez de interrogarnos acerca de cuán fértiles pueden ser los intentos por superarlas cuando emplean prácticas interpretativas. Al respecto, nuestro planteo se diferencia de los intentos por debilitar las pretensiones cognitivas de la ciencia apelando a expedientes interpretativos, como pudo haber ocurrido en las versiones que se enfrentaron a las concepciones epistemológicas anteriores al giro historicista y al tipo de revisiones que estas últimas se vieron obligadas a realizar para dar cuenta de las objeciones, pues consideramos que el trato interpretativo se orienta más bien a procurar una visión más compleja integrando fenómenos que contribuyen a su inteligibilidad.

En el caso de Kuhn, hemos destacado el recurso al aprendizaje como modalidad interpretativa que recupera el papel de la historia para la constitución de los marcos conceptuales. Al respecto, la corriente que reivindica la incidencia de la historia de la ciencia en la filosófica acerca de la actividad científica nos revela el valor heurístico —consideramos que aún no demasiado explorado— que supone la utilización del expediente interpretativo, tanto para ponderar el sentido disponible a la hora de reconstruir textos científicos del pasado con pretensiones de integrar los momentos de discontinuidad, como para asumir que la caracterización de la empresa requiere incorporar, de modo positivo, rasgos que, o bien se les ha empleado como recursos para debilitarla o bien se les ha negado como elemento de análisis relevante para su justificación.

 

Notas

1 Para una caracterización general del "giro interpretativo", véase "Introduction: The Interpretive Turn", en D. Hiley, J. Bohman y R. Shusterman, edits., The Interpretive Turn. Philosophy, science, culture. Londres, Universidad de Cornell, 1991.         [ Links ]

2 Un primer enfoque de esta temática se presentó en E. Padilla, "El giro interpretativo en epistemología contemporánea", en G. Cacciatore, S. Colonnello y Santasilia, edits., Ermeneutica tra Europa e america latina. Italia, Armando Editore, 2008.         [ Links ]

3 El calificativo de "corriente historicista" se debe a que en esta concepción el interés está puesto en la dinámica del proceso mediante el cual se modifica el conocimiento científico y no en la estructura lógica de sus resultados.

4 Respecto al tema de lo "dado", véase el artículo de Moritz Schlick, "Positivismo y realismo", en A. Ayer, Positivismo lógico. México, FCE, 1986, pp. 88–114.         [ Links ]

5 Cf. Ch. Taylor, "La interpretación y las ciencias del hombre", en la libertad de los modernos. Buenos Aires, Amorrortu, 2005, p. 147.         [ Links ]

6 En relación con las modificaciones que sufrió el criterio verificacionista del significado, véase Carl Hempel, "Problemas y cambios en el criterio empirista del significado", en A. Ayer, Positivismo lógico. México, FCE, 1986, pp. 115–135.         [ Links ]

7 Karl Popper, "La ciencia: conjeturas y refutaciones", en El desarrollo del conocimiento científico. conjeturas y refutaciones. Barcelona, Paidós, 1982, p. 51.         [ Links ]

8 Para un análisis del pluralismo teórico véase Paul Feyerabend, "Problemas del empirismo", en León Olivé y A. Pérez Ransanz, Filosofía de la ciencia: teoría y observación. México, Siglo XXI, 1989, pp. 279–311.         [ Links ]

9 P. Feyerabend, "Problemas del empirismo", ibid., p. 299.

10 Un desarrollo pormenorizado de este tema se presentó en E. Padilla, "Traducción radical e interpretación de textos científicos", en H. Faas y H. Severgnini, edits., Epistemología e historia de la ciencia, vol. 14. Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 2008, pp. 391–397.         [ Links ]

11 T. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. México, FCE, 1985.         [ Links ]

12 T. Kuhn, "Conmensurabilidad, comparabilidad y comunicabilidad", en ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Barcelona, Paidós, 1998. pp. 95–135        [ Links ]

13 Acerca de las relaciones entre inteligibilidad y traducibilidad véase A. Pérez Ransanz, "La noción de inconmensurabilidad", en Kuhn y el cambio científico. México, FCE, 1999, pp. 83–122.         [ Links ]

14 Una exposición del problema de la traducción radical está en W. Quine, Palabra y objeto. Barcelona, Labor, 1968.         [ Links ]

15 T. Kuhn, "Conmensurabilidad, comparabilidad y comunicabilidad", en op. cit., p. 105.

16 Kuhn, "Las relaciones entre la historia y la filosofía de la ciencia", en la tensión esencial. México, FCE, 1982, p. 40.         [ Links ]

17 "Cualquier cosa que se puede decir en un lenguaje puede, con suficiente imaginación y esfuerzo, ser comprendida por un hablante de otro lenguaje. El requisito previo para tal comprensión, sin embargo, no es la traducción sino el aprendizaje". T. Kuhn, "Dubbing and Redubbing: The Vulnerability of Rigid Designation", en C.W. Savage, comp., Scientific Theories. Minnesota Studies in the Philosophy of science, vol. XIV . Minneapolis, Universidad de Minnesota, 1990, pp. 298–318.         [ Links ]

18 T. Kuhn, "Conmensurabilidad, comparabilidad y comunicabilidad", en op. cit.

19 T. Kuhn, la tensión esencial. México, FCE, 1982, p. 12.         [ Links ]

20 J. Conant y J. Haugeland, comp., Thomas s. Kuhn. El camino desde la estructura. Ensayos filosóficos 1970–1993. Barcelona, Paidós, 2002, p. 263        [ Links ]

21 T. Kuhn, la tensión esencial. México, FCE, 1982, p.13.         [ Links ]

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