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En-claves del pensamiento

versão On-line ISSN 2594-1100versão impressa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.3 no.6 México Dez. 2009

 

Artículos

 

Inconsciente, lógica y subjetividad. Los caminos del psicoanálisis

 

Walter Beller Taboada*

 

* Profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México,walter_beller@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 10/06/2008
Fecha de aceptación: 22/04/2009

 

Resumen

En el ensayo Lo inconsciente, Freud afirmaba que en lo inconsciente no hay contradicción alguna. La ausencia del principio de contradicción caracteriza al proceso primario, consecuencia de la inexistencia del "no" en el funcionamiento psíquico inconsciente. A partir de Freud se considera que el inconsciente está regido por otros constituyentes que no son los principios de la lógica clásica. De manera paralela, las investigaciones lógicas desde la segunda década del siglo XX han llevado a la postulación de sistemas lógicos alternativos que justamente subvierten esos principios; como en las lógicas polivalentes y, en particular, de la lógica paraconsistente que incorpora algunas contradicciones. Como resultado de esos y otros desarrollos, como los teoremas de Gödel, el campo de la lógica ha dejado de ser una unidad única, uniforme y completa y, en consecuencia, sería inadecuado decir que los sistemas lógicos —sobre todo los divergentes— se rigen por los principios que son adversos al funcionamiento psíquico del proceso primario. En el presente artículo se busca analizar el encuentro entre lo inconsciente y las lógicas actuales en la constitución de la subjetividad.

Palabras clave: Psicoanálisis, proceso primario, contradicción, lógicas alternativas, paraconsistencia, subjetividad.

 

Abstract

In the essay "The Unconcious", Freud assured there was not contradiction in the unconcious. The absence of the main principal contradiction gives the main characteristic of the primary process, which becomes the consequence of the non existance "no" as a part of the unconcious psiquic. Since Freud theories appeared, it is considered that the unconcious is based upon other matters that are not the same as athe classic logic is in a parallel way, the logic investigations, since the second decade of the XX century, have been taken to the logic alternatives. In the present article we are trying to analize the encounter between the unconcious and the present logics due to the constitution of the subjectivity.

Key words: Psicoanlaysis, primary process, contradiction, alternative logics, subjectivity and paraconsistent theory.

 

Tanto la teoría analítica fundada por Freud como la lógica formal (matemática) se apoyan en la indagación penetrante del lenguaje, aunque lo hacen con diferentes matices y de acuerdo con puntos de vista distintos y peculiares. Asimismo, los desarrollos de la lógica en las últimas décadas han ampliado progresivamente su alcance, de modo tal que las producciones actuales se aproximan en buena medida a los descubrimientos del psicoanálisis. De esos acercamientos trata este ensayo.

La lógica se ocupa del estudio de la validez formal de las inferencias, las cuales aparecen forzosamente formuladas en algún lenguaje; por consiguiente, el análisis lógico del razonamiento impone el análisis lógico del lenguaje. El psicoanálisis, por su parte, explora las formaciones inconscientes, que están estructuradas como un lenguaje, según lo enfatiza Lacan; por eso, la indagación del inconsciente exige la indagación psicoanalítica del lenguaje.

La tesis que se sustentará es que así como hay convergencias hay igualmente divergencias entre una y otra aproximación al lenguaje. De manera que las coincidencias no deben oscurecer las diferencias. Para empezar, se pueden señalar algunas divergencias.

Desde Frege, la lógica se construye mediante un lenguaje artificial cuyo propósito inicial fue expulsar los "defectos" e "imperfecciones" del lenguaje ordinario o natural para controlar y evaluar la validez de los razonamientos. Puesto que intentaba depurar el lenguaje, distinguía tajantemente el lenguaje ordinario del lenguaje purificado de la formalización lógica, con el fin de establecer los principios y reglas que permiten obtener conclusiones o teoremas consistentes. Para esta concepción, el lenguaje común es deficiente, entre otras razones, porque no logra evitar ni la vaguedad ni las paradojas.

De ahí surgió la necesidad de crear otro lenguaje que fuese rigurosamente artificial y evitara las vaguedades y contradicciones en el discurso. Se buscaba un lenguaje y un cálculo "bien hechos", derivados de una gramática precisa, sin ambigüedades. Una gramática formal que adoptara la forma de un algoritmo debía permitir la distinción entre oraciones significativas y no significativas.

Sin embargo, el vocabulario, las reglas de inferencia, así como los fundamentos de la visión clasicista de la lógica han venido siendo cuestionados, dando lugar a nuevos sistemas que renuevan el análisis lógico del razonamiento y abriendo un espacio para dar cabida a ciertas indagaciones psicoanalíticas.

A diferencia de los primeros sistemas formales, la teoría analítica trabaja con las fallas y los errores surgidos en el discurso del paciente bajo una relación de transferencia. En general, la teoría analítica opera con el malentendido, la ambigüedad, la vaguedad, la asemanticidad de los términos, los equívocos, los lapsus, las paradojas, los paralogismos, el sinsentido, la polivalencia, etcétera, que son rechazados sistemáticamente por la versión clásica de la lógica y, en cambio, asumidos en algunos aspectos por las versiones no–clásicas.

Pese a la existencia de sistemas lógicos no ortodoxos, las pesquisas de la teoría analítica mantienen una especificidad irreductible a la lógica. Y es que el lenguaje artificial de la lógica es mera escritura y, por ello, resulta imposible de ser hablado. En contraste, la teoría analítica se sumerge en el lenguaje hablado, pues así lo exige la regla de la asociación libre y su contrapartida, la escucha analítica. Puesto que el sujeto que habla produce equívocos, la teoría analítica se enfoca a la consideración de sus malentendidos. En cambio, la escritura, sea o no lógica, tiende a soslayar cualquier malentendido, o bien tiende a reducir el equívoco a una sola lectura.

Pero sobre todo hay algo que diferencia el horizonte de la lógica de la perspectiva del psicoanálisis: la posición del sujeto. La lógica prescinde del sujeto porque el funcionamiento de un cálculo formalizado es rigurosamente objetivo, vale decir, sin sujeto. Para el psicoanálisis, en cambio, la palabra nunca es ajena al sujeto.

Por supuesto, la clínica se enfrenta frecuentemente con la palabra vacía, aquella en la que la subjetividad es inexistente, o sea, cuando el sujeto habla sin estar en sus palabras, sin comprometerse con lo que dice. El vacío de la palabra se refiere al vacío subjetivo.

No obstante ello, el dispositivo analítico está diseñado para interponer obstáculos al hablar sin estar en las palabras, a ese decir por el mero decir. Cuando es sujeto está en su palabra, cuando lo que dice lo habla no sólo con la boca sino con el cuerpo, entonces el sujeto se encuentra con la palabra plena.

Ahora bien, la palabra, vacía o plena, no se determina por su contenido sino por la posición del que habla con respecto a lo que dice. Expresado de otra forma, la condición de una palabra como vacía o plena no se sanciona desde el lado de quien la escucha sino desde el lado de quien la profiere. Inclusive, la palabra cuando es plena no solamente involucra al sujeto sino que —y esto es lo más importante— cambia su condición subjetiva.

El psicoanálisis apuesta a una modificación subjetiva del paciente cuando asume la responsabilidad de sus propios decires, consecuencia del encuentro del sujeto con la palabra plena. Ese encuentro hace imposible que él pueda seguir adelante como si no lo hubiera dicho. Ya no le cabe desdecirse. Este efecto del lenguaje en el cambio de posición subjetiva, es inabordable por las ciencias, sea la lingüística o la lógica.

No obstante la naturaleza formal de la lógica, su posterior evolución habría de cambiar el rumbo trazado por la lógica clásica (LC), encontrando poco a poco varios puntos de convergencia con la teoría analítica, en particular con respecto a dos problemas: la vaguedad y la contradicción.

 

La vaguedad en lógica

A partir de la década de los veintes del siglo pasado, se fortaleció la idea de que, con frecuencia, somos incapaces de asignar de modo absoluto valores de verdad o falsedad a las proposiciones. Así surgieron las lógicas polivalentes o multivaloradas, las cuales admiten más de dos valores semánticos. Lukasiewicz propuso al principio una lógica de tres valores y luego desarrolló una lógica polivalente con un número infinito de valores. Se abría así el espacio para las lógicas no–clásicas y con ello posibles vinculaciones con el trabajo del psicoanálisis.

Las lógicas no–clásicas cuestionaron la universalidad del principio de bivalencia —característico de la LC—, que sólo permite dos valores de verdad: Verdadero (V) y Falso (F). Las lógicas no–clásicas, por el contrario, aceptan al menos tres valores: V, F y V & F. Entonces se consideran tres posibilidades: la verdad pura, la falsedad pura y una mezcla de ambas. Incluso, otros sistemas lógicos admiten cuatro posibilidades: v / F / ni lo uno ni lo otro / lo uno y lo otro.

Aún más, creada en 1965 por Lofti Zadeh, la lógica difusa (fuzzy logic) no sólo asume una infinidad de valores semánticos entre V y F, sino que también tiene en cuenta que estos valores son imprecisos (o sea que tienen diversos grados).

En efecto, la lógica difusa —que tiene crecientes aplicaciones tecnológicas—1 se interesa por las imprecisiones del lenguaje natural, donde los razonamientos aproximados con proposiciones imprecisas son bastante habituales. Predicados como 'pequeño', 'grande', 'adulto', 'hermoso', etcétera, responden a situaciones en las que resulta difícil determinar la pertenencia o no pertenencia de un elemento a un conjunto. Lo mismo ocurre con los cuantificadores difusos: 'muchos', 'pocos', 'normalmente', etcétera, y con los modificadores difusos: 'muy', 'más o menos', 'casi', 'bastante', etcétera. El hecho de que los valores de verdad considerados estén comprendidos entre 0 y 1, permite distintas interpretaciones de las proposiciones (casi cierta, cierta, muy cierta, casi falsa, muy falsa, etcétera).

La lógica difusa consiste en razonar con conjuntos difusos, cuyas expresiones se encuentran a menudo en el lenguaje natural y también en la experiencia analítica. El principio que gobierna a lo difuso es que todo es cuestión de grado, principio que en la ciencia tiene un nombre formal: multivalencia, lo contrario a la bivalencia. Quiere decir que hay hechos en los que se dan tres o más opciones, quizá un espectro infinito y no sólo dos extremos, que prima lo analógico y no lo binario, que son infinitos los matices entre el blanco y el negro.

El discurso del paciente en un análisis discurre en ese terreno de la vaguedad y la imprecisión consideradas por la lógica difusa. Por ejemplo, al narrar un sueño el sujeto refiere cosas que van a contracorriente de la certeza cartesiana. De lo indistinto y poco claro, Descartes se permitía dudar; de lo distinto y claro no dudaba. En cambio, Freud dice que el elemento importante del sueño es aquel indistinto del que se duda y, a la vez, aquel distinto del que no se duda. Asimismo, un sueño se interpreta de múltiples maneras, ya que, por ejemplo, un mismo personaje puede representar al mismo tiempo a múltiples personas, e incluso varias personas suelen representar a un mismo personaje.

La referencia a este tipo de lógicas no se debe exclusivamente a que la narración de un analizante casi siempre está plagada de imprecisiones, sino al hecho de que la teoría analítica se despliega mediante argumentaciones en las que los conceptos expresan grados de pertenencia (expresan conjuntos difusos), tal como se mostrará más adelante.

Además, el psicoanálisis confirma que el error es la encarnación de la verdad. Normalmente, el discurso del sujeto se desarrolla en el campo del error, del desconocimiento e incluso de la denegación, pero algo ocurre en el proceso analítico que hace que la verdad y la palabra plena irrumpan, por lo general produciendo desconcierto e inquietud en el sujeto. Emerge entonces un discurso inconsistente. La verdad atrapa al error con el lazo de la equivocación: acto fallido, lapsus, sueño, síntoma, etcétera. Algo que se aproxima a las formulaciones de la lógica paraconsistente.

 

Resistencias a la contradicción

El segundo elemento desplegado por las lógicas no–clásicas y que tienen pertinencia para el psicoanálisis, es el relativo a la contradicción. Las lógicas para–consistentes son teorías formales que rompen con los limitados esquemas del vocabulario de la LC y se ocupan de construir teorías que incluyen contradicciones. Ambos aspectos (nuevos conceptos inferenciales y la contradictariedad) son de interés para la teoría analítica.

Una brevísima referencia histórica: los primeros sistemas de lógica para–consistente aparecieron al término de la Segunda Guerra Mundial, en lugares muy distintos y de manera independiente unos de otros. El más antiguo fue el creado por el lógico polaco S. Jaskowski, en 1949. Los restantes aparecieron en Argentina, con los trabajos de F. G. Asenjo, en Brasil por los de Newton C. A. da Costa, en España por los de L. Peña y en Inglaterra con los de T. J. Smiley. El término 'paraconsistente' fue propuesto por el peruano Francisco Miró Quesada en el 3er. Simposio Latinoamericano sobre lógica matemática, celebrado en el año de 1976.

La LC rechaza la contradicción e inclusive establece que un cálculo siempre debe ser consistente; esto significa que debe ser imposible demostrar en él una contradicción, e.d., un enunciado y su negación (P y no–P). La LC considera que no tiene interés un cálculo que sea inconsistente, pues si es posible demostrar a la vez un enunciado y su negación, entonces se demuestra todo: si todo enunciado es un teorema de ese cálculo, entonces no distingue entre verdades y falsedades. En tal caso, el cálculo se transforma en algo trivial. Esta concepción parecía irrefutable por obvia, cuando en la lógica nada puede tomarse como absolutamente obvio.

Por otra parte, el psicoanálisis —como se verá más adelante— es una teoría que se construye mediante una serie de nociones antitéticas —lo que a todas luces cae en el terreno de lo inconsistente— con las cuales se interpreta el funcionamiento del aparato psíquico, cuya complejidad se expresa en el conflicto psíquico que el sujeto experimenta como dolor anímico, cuyos mecanismos escapan al control de la consciencia. ¿Cómo determinar la relación entre las formaciones del inconsciente, que son inconsistentes, y el pensamiento lógico–racional que se supone reflexivo y conciente y, sobre todo, consistente?

Las lógicas paraconsistentes —que forman parte de las lógicas no–clásicas—, son teorías formales que admiten como verdad formal la presencia de contradicciones. ¿Resultan adecuadas para la teoría psicoanalítica? Para responder a la pregunta habría que considerar varios puntos críticos (epistemológicos, ontológicos, formales, etcétera) pero en este trabajo tan sólo se pondrán de relieve dos aspectos cruciales de las teorías paraconsistentes: las diversas formas de la negación y las modalidades debilitadas del principio de no–contradicción que proponen.

Se trata de construcciones conceptuales cuya formulación es estrictamente formal y tienen una notable correspondencia con la teoría psicoanalítica.2 Justo porque existen teorías que permiten contradicciones, algunos lógicos han visto la posibilidad de utilizarlas en el análisis de la teoría freudiana del inconsciente.3

Por lo que se refiere al tema de la contradicción en un sistema lógico, Lorenzo Peña4 asegura que una teoría formal es contradictorial si, y sólo si, es inconsistente, e.d., si contiene por lo menos un par de teoremas tal que uno es la negación del otro. Así pues, cada teoría contradictorial —hay varias— contiene algún teorema de la forma [P y no P], donde la conjunción ("y") es la conjunción natural y la negación (el "no") es la negación débil o natural (vid. infra). Una teoría contradictorial escribe la contradicción en el seno mismo de los sistemas formales.

En rigor, las lógicas paraconsistentes estudian sistemas lógicos apropiados para la construcción de teorías formales inconsistentes pero no triviales. Permiten razonar desde premisas contradictorias, sin que se pueda deducir de ellas cualquier afirmación.5 Una teoría sería trivial si cualquier fórmula en su lenguaje fuese demostrable. En una lógica paraconsistente no todo se puede inferir, pues hay al menos una fórmula que no es demostrable.

No obstante la existencia de diversos sistemas paraconsistentes, en lo sucesivo nos referiremos como LP a las propuestas elaboradas por Lorenzo Peña.6

 

El problema de la negación en el inconsciente

Un problema que se planteó a menudo Freud se puede enunciar de la siguiente forma: en lo inconsciente no hay negación sino contenidos investidos con mayor o menor intensidad. Lo cual se relaciona con la contradicción (pues no hay contradicción si no hay negación). En principio, los procesos inconscientes (vistos desde el ángulo de la primera tópica freudiana) se rigen por lo que Freud llama el proceso primario, el cual se manifesta, entre otros aspectos, por la "ausencia de contradicción".7 Esta formulación requiere de varias aclaraciones para poder situar las reflexiones que se exponen en el presente trabajo.

La formulación del inconsciente como exento de contradicción puede entenderse como sigue: el sistema inconsciente sería pura afirmación, o sea, como ausencia en el cumplimiento del principio de no–contradicción (el cual, por cierto, lo ubica Freud como parte del proceso secundario). ¿Quiere decir Freud que en el inconsciente no hay ninguna contradicción? Más bien, puede entenderse como la confirmación de que el inconsciente excluye el principio formal de no–contradicción.

Si así fuera, significaría que el inconsciente no opera mediante el principio que afirma: "ningún ente puede ser al mismo tiempo P y no P". De modo que "ausencia de contradicción" podría representar que existe una verdad lógica que establece, para el inconsciente, que algo puede ser P y no P a la vez. Asevera, pues, que hay contradicciones verdaderas o verdades que son contradicciones. Por tanto, contradicción en el inconsciente no sería sinónimo de ilógico. En tal caso, Freud estaría mucho más cerca de la LP que de cualquier otro sistema lógico.

Asimismo, no todo en el inconsciente excluye el principio de no–contradicción. Las nociones psicoanalíticas de negación y represión muestran que los procesos psíquicos son más complejos. En su ensayo la negación, Freud señala que se trata del acto verbal por el cual un sujeto, especialmente un paciente durante el análisis, enuncia y rechaza un estado de hecho que prueba ser efectivo, lo que revela una negación inconsciente de lo reprimido. Freud muestra este hecho con la actitud de ciertos pacientes en la cura que enunciaban una verdad que al mismo tiempo negaban. El muy citado ejemplo: "esa mujer en mi sueño, no es mi madre".

La negación está del lado de la represión (e.d., no hay negación sin represión), pero muestra su complejidad (y, por consiguiente, no cabe dentro de los esquemas de la doble negación de la LC), porque exhibe que la acción represora puede mantenerse sin impedir que el sujeto en una cierta medida "tome consciencia de lo reprimido". En suma, se produce "una especie de admisión intelectual de lo reprimido, en tanto que persiste lo esencial de la represión".

Por medio de la negación, afirma Freud, "el pensamiento se libera de las limitaciones de la represión".

El examen que Freud hace de la negación en la estructura neurótica revela que se trata de la conjunción del sí y el no. El 'no' está del lado del enunciado, en tanto que el 'sí' está del lado de la enunciación. Ambos coexisten. La negación entraña una afirmación reprimida que sólo surge cuando aquélla se enuncia. Decir a la vez sí y no es una contradicción, a la manera en que lo maneja la LP.

Desde el punto de vista lógico, la negación así descrita implica un no y un simultáneos, en el mismo acto. Ahí donde el paciente dice "no", el analista lee "sí". Pero la conjunción de ambas expresiones es necesaria y por eso constituye una verdadera contradicción que el sujeto revela y oculta a la vez. De la misma manera, en un sueño aparecen formas contradictorias, inconsistentes,8 que se oponen a la LC y sólo pueden establecerse como formulaciones propias de la LP.

La negación que estudia Freud correspondería al functor de la LP que se llama "de afirmación y negación conjuntas", escrito como [Sp], el cual se lee: "Es, y no es, verdad que p", o también: "Ni es, ni deja de ser, verdad que p".9

 

La negación en lógica

El siguiente punto trata de la operación lógica sobre las proposiciones que se denomina 'negación'. Por lo general se indica mediante la cláusula que pref–ja: "no es el caso que...". Como la negación suele expresarse también con el adverbio "no", usualmente se distingue la negación externa, indicada con la formulación prefija anterior, y la negación interna, establecida con el adverbio "no", modificando al verbo. En términos bivalentes de la LC, la negación de proposición invierte, simplemente, su valor de verdad (si la proposición es falsa, su negación es verdadera, y si es verdadera, su negación resulta falsa).

Ahora bien, toda contradicción requiere del operador (o functor) lógico de la negación; e.d., para que haya contradicción se debe afirmar A y al mismo tiempo negar A. La LP afirma que las verdades no siempre se dan de manera absoluta, sino que tienen grados, y cuando esto sucede se está en presencia de contradicciones difusas. A y no A vale, pero A es verdad sólo al 50% y no A es verdad al 50%. Así, las paradojas y antinomias son, literalmente, a medias verdaderas, a medias falsas. Para poder establecer esta gradualidad de la verdad hubo que redefinir el operador de negación.

Las paradojas de la autoreferencia tienen la misma forma: A implica no A, y no A implica A. Por tanto, A y no A son equivalentes lógicamente: A = no A, y por ende tienen los mismos valores de verdad: v(A) = v(no A). Así, se trata de una contradicción bivalente: o bien 0 = 1, o bien 1 = 0. Pero si se supone que el valor de verdad de no A es igual a 1 menos el valor de verdad de A, entonces, o bien v(no A) = 1 – v(A), la paradoja se puede resolver con el álgebra simple y obtener: v(A) = 1/2. Por tanto, la verdad está en el punto medio. En tal caso, la negación debe concebirse de una manera no total.

Los sistemas paraconsistentes no sólo admiten contradicciones y antinomias, sino que han renovado el saber lógico al dar cuenta de otros conectivos lógicos no considerados por la LC. Éste es el caso de la negación.

Se deben diferenciar dos tipos de negación: la negación fuerte (supernegación, la llama L. Peña), la cual se interpreta como "es del todo falso que p", "es absolutamente falso que p" [p], y la negación débil, que es el simple "no", que niega pero no de manera contundente, definitiva o absoluta, interpretada como "no sucede que p", "es falso que p", escrita como [Np].

Por un lado, la negación fuerte es la única que considera la LC y apunta a la supercontradicción: si algo es A no puede en absoluto llegar a ser no–A. Por otro lado, existe la negación débil que permite al sistema lógico construir contradicciones, sin que el sistema se vuelva inutilizable o trivial, de modo que algo sea al mismo tiempo P y no–P, a condición de que la negación no sea tomada en forma absoluta.

En forma general, la LP correlaciona las categorías de lo mismo y lo otro. Permite predicar la mismidad y al mismo tiempo sostener la alteridad. Tal cosa es inexpresable en el sistema clásico, puesto que no distingue entre una y otra forma de negación, mantiene los "principios lógicos supremos" y desconoce la gradualidad.

 

La contradicción en lógica

Aunque en la mayoría de los discursos conciben a la contradicción de una sola forma, hay que distinguir la supercontradicción de la contradicción simple. Ambas difieren en sus respectivas interpretaciones así como en su correspondiente escritura. La primera se expresa con la fórmula: 'p y no es en absoluto cierto que p', la cual se escribe: [p y p]. Tal fórmula es definitivamente absurda y provoca la trivialidad o endeblez del sistema que la introduzca.

En cambio, una contradicción simple puede darse perfectamente dentro de un sistema coherente. Reto que superan las teorías paraconsistentes, con fórmulas como 'p y no p a la vez', la cual se escribe: [p y Np], donde 'N' es un functor nuevo introducido por la LP,10 adecuado para enunciar el segundo tipo de contradicción. O sea, se trata de otra forma de análisis del lenguaje en el que se examinan bajo otros parámetros los conectivos lógicos, diversos a los esquemas de la LC.

Además, la contradicción surge como resultado de que hay hechos que muestran gradualidades. Donde hay grados de verdad, habrá contradicciones; y donde hay grados de algo, hay grados de verdad.11 Para la LC hablar de 'grados de verdad' resulta inaceptable; su carácter bivalente (toda proposición es verdadera o es falsa, sin matices o grados) la lleva a rechaza cualquier apelación a la existencia de valores de verdad intermedios (admitidos, sin embargo, por los sistemas multivalorados y los difusos).

Lacan ha señalado que "la verdad tiene un límite por un lado, y por eso ella es medio–decir [mi–diré]. Pero por el otro carece de límite, es abierta. Y por eso puede habitarla el Saber Inconsciente, porque el Saber Inconsciente es un conjunto abierto".12 Cuando se alude a la verdad, Lacan advierte que uno está situado en el medio de un circuito fugaz: el que va de la articulación del sujeto e n alguno de los significantes que lo hacen presente, en un momento dado, en la enunciación, hasta su pérdida por el hecho de que la verdad de su ser es solamente ser representado. De manera que la verdad es, para Lacan, un estar situado dentro de la gradualidad.

Por otro lado, el gradualismo supone que los hechos no se dan de manera puramente antitética; e.d., rechaza la disyunción del todo o nada, rechaza que las cosas sean absolutamente blancas o absolutamente negras. En contraste, la LC opera con el principio del tercio excluso: [o P o no P]. El cielo es azul o no lo es, de manera definitiva. No puede ser a la vez azul y no azul. No puede ser [P y no P], pues así lo manda el principio de no–contradicción. Al no reconocer ninguna gradualidad, la LC objeta el carácter gris de la verdad que, sin embargo, es constante en la práctica clínica.

Al no aceptar la existencia de la gradualidad, para la LC la verdad se da completamente o no se da. La falsedad también es total. Ello equivale a asentir sólo dos extremos: 100% (la verdad total) o 0% (la falsedad total). En cambio, la gradualidad implica que entre 0 y 1 se encuentran una infinidad de números, infinidad de valores de verdad. Así, alguien es joven hasta cierto punto, como es rico hasta cierto grado.

La LP articula 'grados de verdad' con 'contradicción', argumentando lo siguiente. Si un hecho es verdadero sólo en cierto grado, significa que ese mismo hecho no es plenamente verdadero, lo cual equivale a decir que tal hecho es también en alguna medida —en cierto grado— falso. Por consiguiente, su negación será verdadera de forma matizada por tal gradualidad. De modo que si algo es verdadero en alguna medida, es que resulta verdadero (en esa medida), y puesto que su negación no es absoluta sino también gradual, resulta que es falso (hasta cierto punto). Por tanto, aquí tenemos la contradicción: un cierto hecho es afirmado tanto como verdadero y negado como falso.13

 

Querer y no querer saber

Sobre el sueño Freud advierte: "Yo os aseguro que es posible y hasta muy probable que el durmiente sepa, a pesar de todo, lo que significa su sueño; pero no sabiendo que lo sabe, cree ignorarlo".14 El sujeto sabe y no sabe, fórmula que escribe la inconsistencia y rechaza en principio del tercero excluso (el cual afirma que entre dos propiedades contradictorias, toda cosa debe tener necesariamente una de ellas).

La fórmula 'el sujeto sabe y no sabe', debe entenderse como construida por la negación débil; por consiguiente, se hace inteligible si parafrasea como "es hasta cierto punto verdad que el sujeto sabe y a la vez no sabe", donde el 'no' del "no sabe" no se entiende de manera absoluta, fuerte.

Además, la fórmula incluye dos consecuencias. El sujeto:

1) sabe más de lo que dice; y

2) dice más de lo que sabe.

En el primer caso se patentiza un excedente del saber, y en el segundo, un excedente del decir. El saber y el decir (términos en la izquierda de ambas fórmulas) remiten al inconsciente, mientras que los otros se refieren al conciente/ preconciente (términos a la derecha de las fórmulas). Sin embargo —y esto es lo más relevante—, la articulación de los términos resulta inconmensurable,15 e.d., contradictoria.

El saber y el decir entrañan una verdad que se construye de manera contradictoria, siempre que se entienda que entre ellos se da cierta gradualidad, y esta gradualidad es la que permite establecer la contradicción entre ambos (conforme a lo expuesto líneas arriba).

Por otra parte, el drama del sujeto en la clínica es que quiere y no quiere saber a la vez. Con mucha frecuencia, a la pregunta "¿Qué piensa?" le sigue la respuesta: "No sé", donde el 'sé' es una forma del verbo 'saber', y donde el 'no', paradójicamente, no atañe al saber sino al yo [je]. Lo que falta entonces es el sujeto mismo; sin embargo, algo del sujeto persiste aunque no sea más a nivel de la enunciación. El sujeto no está y, al propio tiempo, no deja de estar. Fórmula claramente expresable en la LP.

Por otro lado, desde el punto de vista clínico, la estrategia neurótica implica pensar al Otro como consistente, y para sostener dicha consistencia debe rechazar la contradicción, lo cual abre una dimensión frente al saber: todo tiene explicación consistente, todo puede demostrarse y, siendo así, la dimensión de la falta queda obturada y se tapona la castración. La inconsistencia estructural debería lleva al neurótico a aproximarse a la LP, pero su estrategia recusa tal acercamiento (orientado por el proceso secundario).

 

Amor, odio y la imposibilidad del uno

Temas recurrentes del discurso neurótico son las tribulaciones de sus vínculos amorosos. Para Freud el amor es "la relación del yo con sus fuentes de placer". Si estas fuentes están en el propio cuerpo, hay autoerotismo. La libido que encuentra placer en el yo se llama narcisista. Pero en las primeras etapas infantiles el amor no se distingue totalmente del odio.

Asegura Freud que amor y odio, corrientemente presentados como tajantes opuestos, no mantienen entre sí una relación simple. Añade que no han surgido de la escisión de algo común originario (como en el mito platónico) sino que tienen orígenes diversos, y cada uno ha recorrido su propio desarrollo antes que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer–displacer.16

El odio es el primer vínculo con el objeto del yo–placer purificado (que reconoce como yo a todo lo placentero, y como no–yo, como objeto, a todo lo displacentero). De esta manera, el objeto aparece signado por lo displacentero. No obstante que el amor y el odio se llegan a oponer en cierto momento, no son afecciones exclusivas pues también aparece la indiferencia; la indiferencia no es ni amor ni odio, aunque tiene relación con ambos. En suma, no se trata solamente de la oposición amor/odio, sino que la indiferencia desempeña un tercer papel estructural entre ellos. Como no se cumple el principio del tercero excluso, las relaciones amor–odio–indiferencia son expresables en términos de la LP.

En su Ética, Spinoza había reconocido la coexistencia, en un mismo individuo y en su relación con un mismo objeto, de dos afectos opuestos: placer y sufrimiento, amor y odio, atracción y repulsión... A esta coexistencia Freud le dio un nombre: ambivalencia. De una manera general, se habla de ambivalencia cuando se da una presencia simultánea en el mismo sujeto de deseos, ideas o afectos antitéticos (en particular del par amor–odio) respecto de un mismo objeto.

De este modo, la afirmación y la negación de un afecto son simultáneas e inseparables. La ambivalencia muestra que el sujeto está escindido y que el inconsciente no se gobierna por el principio de la bivalencia. Lejos de ser una excepción, la ambivalencia constituye una constante de la vida afectiva. En los textos freudianos, la ambivalencia se produce en relación con la pulsión sexual, en la dupla activo–pasivo, donde tampoco cabe el principio de bivalencia de la LC, irrelevante para el inconsciente.

Cátulo dice "amo et odio". No es una contradicción, objeta el pensamiento clasisista, ya que se puede amar a alguien en un aspecto y odiarlo en otro; e. d., el clasisita trata de mostrar que amor y odio no son lógicamente incompatibles.

A eso —comenta Lorenzo Peña—, el contradictorialista puede responder que, aunque así fuera, cabe la posibilidad de que alguien ame y odie a la vez a otra persona precisamente en aquel sentido de los verbos 'odiar' y 'amar' en el que sí son predicados contrarios (la clase de objetos que odian a un ente dado, x, es un subconjunto propio del complemento de los objetos que aman a x).[...] Eso sí, como tal situación contradictoria, aunque ocurra será siempre, con todo (al menos en parte), falso que sucede; o sea su tener lugar será cierto y falso a la vez.17

Eso mismo ha encontrado Freud en la experiencia analítica. En Pulsiones y destinos de pulsión, advierte:

La historia de la génesis y de los vínculos del amor nos permite comprender que tan a menudo se muestre 'ambivalente', es decir, acompañado por mociones de odio hacia el mismo objeto. Ese odio mezclado con el amor proviene, en una parte, de las etapas previas del amar no superadas por completo, y en otra parte tiene su fundamento en reacciones de repulsa procedentes de las pulsiones yoicas, que a raíz de los frecuentes conflictos entre intereses del yo y del amor pueden invocar motivos reales y actuales.

Por otra parte, como ha mostrado Lacan, el amor no sólo es ambivalente sino claramente inconsistente. La fórmula "Te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque eso no es eso"18, jamás podría expresarse en términos de la LC. La proposición "algo es y, a la vez, no es," constituye una contradicción y, por ende, es propia de la LP. La fórmula propuesta por Lacan es inconsistente, como puede ser inconsistente cualquier malentendido. Y el malentendido es inevitable en los asuntos del amor... porque se funda en el desconocimiento del hecho que una demanda es una exigencia imposible de colmar.

 

Paraconsistencia y concepto inconsciente

Ahora bien, la L P, sostenida por negaciones débiles y por la admisión de contradicciones, se encuentra enunciada "en estado práctico" por Freud.19 En efecto, Freud denominó concepto inconsciente, que no es el concepto del inconsciente, ni tampoco una manera inconsciente de procesar conceptos (al modo del proceso primario). Nada de esto; él dice expresamente: un concepto inconsciente, que se trataría de una unidad en un "tren de pensamientos", o tal vez un "enlace por los hilos lógicos" del inconsciente, a saber: 'pene, heces, niño'. Este enlace conforma una unidad inconsciente: "el de lo pequeño separable del cuerpo".20

Luego asevera Freud que por "estas vías de conexión pueden consumarse desplazamientos y refuerzos de la investidura libidinal que revisten significación para la patología y son descubiertos por el análisis".

Un concepto inconsciente comprende, de manera paraconsistente, una negación débil y una forma de gradualidad, sin las cuales la conexión mencionada por Freud puede parecer un absurdo o algo muy "ilógico". De tal manera que la vinculación abarca al pene, a la heces y al (hijo) niño. Se trata de una ecuación fundamental del psicoanálisis, de la cual deriva después, por la inferencia que conecta las 'heces', 'el dinero', como regalo.

Nadie podría decir que esas vinculaciones son evidentes. Por el contrario, la clave se encuentra en el concepto difuso (vale decir, gradualista) del predicado: 'lo pequeño separable del cuerpo'. No hay duda que 'lo pequeño' es una noción difusa, y ahí se encuentra en funcionamiento una lógica paraconsistente. Se preserva algo y, sin embargo, ese algo —la mismidad— se encuentra negado —aunque no de forma absoluta— a través de la alteridad que no implica la transformación en su contrario (como plantea la dialéctica hegeliana). ¿Cómo lo construye Freud?

Mediante la posibilidad, como señala Freud, de que ese 'pequeño separable del cuerpo' pueda consumar desplazamientos por vías de conexión, y refuerzos libidinales. Los desplazamientos son pasajes de una representación a otra, para lograr que determinada representación sea contigua y opuesta a otra. Así pues, una representación es la otra por compartir atributos superficiales. Lo cual expresa una de las tesis de la LP: algo no es, ni deja de ser algo.

Está claro que la LC mantiene el principio de identidad (A = A), debido a que rechaza la existencia de grados en las afirmaciones. La LP, por el contrario, considera que en el lenguaje y en la ciencia nos encontramos constantemente con situaciones en las cuales hay una cierta "borrosidad", de modo que en tales circunstancias no es válido el principio de que algo es o no es, de manera radical.

La LC sostiene de modo estricto la separación entre la verdad y la falsedad. En tanto que la LP admite grados intermedios y, al hacerlo, rechaza dos extremos: la identidad absoluta y la otredad que descalificaría la presunta identidad absoluta. Ambos extremos son posibles cuando se sustenta el principio absoluto de no–contradicción. La división subjetiva, como el concepto inconsciente, son impensables en términos de la LC y, en cambio, tienen su expresión en la LP.

 

La dialéctica en Freud

La interpretación en la teoría analítica muestra, en múltiples casos, que el pensamiento inconsciente es contradictorio. De modo que si hay lógica en los procesos inconscientes, será una lógica de la contradicción (en los términos paraconsistentes y difusos que se han examinado).

Inclusive, la teoría analítica establece que el funcionamiento psíquico está atravesado de lado a lado por oposiciones contradictorias. Freud utiliza el término pares antitéticos para designar ciertas oposiciones básicas descritas por la teoría, ya sea al nivel de las manifestaciones metapsicológicas (p. e.: pulsiones de vida–pulsiones de muerte), o de las manifestaciones psicopatológicas (p. e.: sadismo–masoquismo, voyeurismo–exhibicionismo).

El concepto de antítesis o contradicción, exigencia constante en el pensamiento de Freud, no deriva de la retórica sino de un dualismo requerido para explicar el conflicto psíquico. En efecto, para el psicoanálisis, el conflicto es resultado de la oposición de fuerzas antagónicas que enfrentan el deseo y la prohibición —el complejo de Edipo sería su ejemplo paradigmático—, y correlativamente, el Yo y la pulsión, así como los sistemas inconsciente/consciente.

La subjetividad misma es impensable en la teoría analítica sin las oposiciones activo–pasivo, fálico–castrado y masculino–femenino (que caracterizan las sucesivas posiciones libidinales del sujeto). Lo sexual es, de acuerdo con la teoría analítica, el lugar de la conflictividad psíquica, que a su vez remite a la represión. De hecho, el psicoanálisis puntualiza que el motor de la psiquis es la conflictividad, o sea, la contradicción.

Entonces, ya sea en la interpretación del pensamiento onírico o en la construcción de la teoría, el psicoanálisis reclama una forma de racionalidad contradictoria. Sin embargo, en la época de Freud no existía el sistema lógico que permitiera dar cuenta de los procesos y conflictos psíquicos. Desde Aristóteles, la lógica fue concebida como exenta de contradicciones. De modo que Freud oscila entre los moldes de la lógica tradicional y los resultados de sus investigaciones, que no tenían cabida en esas hormas. La LP ofrece una perspectiva formal que resulta favorable para la exposición de la contradicción, e.d., el conflicto psíquico.

Por otro lado, la dialéctica freudiana no responde al modelo hegeliano porque en ella no hay síntesis que supere y conserve a los términos opuestos. No hay en el freudismo la teleología que supone la dialéctica hegeliana. En cambio, la teoría analítica muestra que los opuestos se hallan en el origen de todo conflicto y constituyen el motor de la dialéctica del psiquismo. En todo caso, las construcciones freudianas exigían sistemas divergentes de los tradicionales y clásicos para dar cabida a la contradicción como núcleo de las formaciones inconscientes.

Bajo esa concepción se encuentran las convergencias del psicoanálisis con los sistemas lógicos paraconsistentes, los cuales resultan de la revisión crítica de los fundamentos filosóficos, lingüísticos y metodológicos de la LC, como se ha señalado anteriormente.

En suma, la teoría analítica y los sistemas lógicos paraconsistentes tienen varios puntos tal vez insospechados de coincidencia. Sin embargo, no podría hablarse sino de una concordancia en líneas generales, aunque bastante fructíferas. Los correspondientes análisis de la negación y de las formas (atenuadas) de contradicción, dan prueba de tendencias que se aproximan en forma vigorosa. Pese a todo, la teoría analítica persigue el proceso de cura, en tanto que la lógica busca el examen de la validez formal de los razonamientos. Por eso, ahora puede replantearse la tesis de partida: que existan divergencias, no deben oscurecer las convergencias.

 

Notas

1 Veáse Bas Aarts et al., Fuzzy Grammar: a reader. Oxford, Universidad de Oxford, 2004.         [ Links ]

2 Así lo sostiene J–A. Miller en el capítulo "La lógica del significante", en Matemas II . 4ª. ed. Buenos Aires,1994, especialmente pp. 86–88.         [ Links ]

3 Varios estudios se han hecho al respecto. Uno de los "primeros sistemas de lógica paraconsistente surgió en Argentina en 1954 y se debió a F. G. Asenjo [...] [quien en 1982] publica un artículo titulado 'La verdad, la antinomicidad y los procesos mentales'. [...] Parafraseando a Freud, sostiene que las ideas más contradictorias pueden coexistir y tolerarse mutuamente, en otras palabras, que impulsos contrarios existen en la vida mental sin cancelarse ni disminuirse y que la negación no es, por tanto, una línea divisoria que separe tajantemente opuestos contradictorios". [En esa línea hay otros autores.] Gladys Palau, Introducción filosófica a las lógicas no clásicas. Barcelona, Gedisa, 2002, pp. 181–182.         [ Links ]

4 L. Peña, Introducción a las lógicas no clásicas. México, 1993, UNAM, cap. iv y passim.         [ Links ]

5 J. Mosterín y Roberto Torretti, Diccionario de lógica y filosofía de la ciencia. Madrid, Alianza Editorial, 2002.         [ Links ]

6 Vid. L. Peña, Rudimentos de lógica matemática. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991.         [ Links ]

7 En el texto lo inconsciente, afirma: "ausencia de contradicción, proceso primario [...], carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí los rasgos cuya presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema Icc.".

8 Escribe Freud: "En extremo llamativa es la conducta del sueño hacia la categoría de la oposición y la contradicción. Lisa y llanamente la omite, el 'no' parece no existir para el sueño. Tiene notable predilección por componer los opuestos en una unidad o figurarlos en idéntico elemento. Y aun se toma la libertad de figurar un elemento cualquiera mediante su opuesto en el orden del deseo, por lo cual de un elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en los pensamientos oníricos está incluido de manera positiva o negativa". Idem.

9 L. Peña, op. cit., p. 114.

10 Para las especificaciones de estos y otros functores, cuya notación es novedosa, consultar L. Peña, op. cit.

11 L. Peña, Fundamentos de ontología dialéctica. Madrid, Siglo XXI, 1987, p. 133.         [ Links ]

12 J. Lacan, Seminario XXI, "Los incautos no yerran" (inédito), clase 15 de enero de 1974.         [ Links ]

13 Idem.

14 S. Freud, "Lecciones introductorias al psicoanálisis", en Obras completas.         [ Links ]

15 Cf. J. Belindky, op. cit, pp. 132–135.

16 Cf. S. Freud, "Pulsiones y destinos de pulsión". en Obras completas, pp. 130 y passim.         [ Links ]

17 L. Peña, "La defendibilidad lógico–filosófica de teorías contradictorias", en antología de la lógica en américa latina. Valencia/Venezuela, Universidad de Carabobo, 1988, p. 652.         [ Links ]

18 J. Lacan, Seminario XIX "... o peor" (inédito), clase 19 de febrero de 1972.

19 Así lo afirma R. Harari, las disipaciones de lo inconsciente. Amorrortu, Buenos Aires, 1996, p. 72.         [ Links ]

20 S. Freud, De la historia de una neurósis infantil", en Obras completas, vol. XVII.         [ Links ]

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