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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.3 no.5 México jun. 2009

 

Reseñas y noticias

 

Subversión de la violencia

 

Mauricio Pilatowsky*

 

Marco Antonio Jiménez, ed., subversión de la violencia. México, UNAM/Juan Pablos Editor, 2007.

 

* Coordinador de Investigación UIM. mauripilia@gmail.com

 

Fecha de recepción: 12/02/2008
Fecha de aceptación: 06/06/2008

 

El texto que nos convoca, y que se edita como un libro, reúne diez trabajos de diversas disciplinas que atienden el tema de la violencia. Como sucede con todas las compilaciones, la diversidad de perspectivas enriquece pero también dispersa. Este libro no escapa a esta situación paradójica que dificulta su presentación. Aunque esta afirmación podría entenderse como una disculpa anticipada por la incapacidad de ofrecer una visión que integre las distintas reflexiones, sugiero que se acepte como una limitación que no necesariamente debe adjudicársele al libro.

Los ensayos que se enfrentan al tema de la violencia no están ordenados en su índice por secciones. En la mayoría de ellos se abordan temas de actualidad y en algunos se recogen cuestiones de la realidad mexicana. No es mi intención ir presentando cada uno de los trabajos como unidades desarticuladas sino buscar un hilo conductor que los agrupe.

Ya que de hilos se trata que sea el mismo título el que funcione como "aguja". subversión de la violencia, buscando en el diccionario "subvertir" significa: Trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral. En el prefacio, Jiménez lo explica como: "subversión de la violencia, como sublevación de la propia violencia contra sí misma" (p. 10). A partir de estas definiciones entendemos que el propósito de la reflexión compartida es el de enfrentarse al tema de la violencia desde una perspectiva crítica. He aquí una de las virtudes de este estudio, reconocer que se está pisando en un terreno complicado donde es difícil posicionarse.

Otro común denominador consiste en cuestionar toda aproximación ingenua o maniquea del tema. Como lo afirma Constante: "Ni todos los pacíficos son gente de bien, ni todos los violentos son unos criminales" (p. 67). La violencia acompaña la convivencia y se vuelve un elemento constitutivo de toda formación cultural. Así lo presenta Jiménez desde una lectura donde la mirada marxista imprime su huella, Gerber y Vega recogen las aportaciones del psicoanálisis; para Constante la aproximación es más bien filosófica, Ramos se acerca desde la literatura, Sanabria desde la ciencia política; Mier y Cajas desde la antropología, Juárez se aproxima desde un análisis de la cultura y Paya nos muestra un estudio de caso para hablar en términos filosófico políticos.

En todos los autores existe una pregunta rectora, ¿es posible pensar una sociedad sin violencia? Algunos van aún más lejos y se cuestionan si es posible recuperar una forma de violencia que se justifique. Jiménez incluso propone que "al colocar exclusivamente la violencia del lado oscuro y aberrante de la humanidad, se desconoce el papel creador que ésta tiene" (p. 21). Para varios autores las reflexiones de Benjamin en su ensayo "Para una crítica de la violencia" les permite encontrar un sentido positivo en ésta. De alguna manera, podríamos leer este libro como una confirmación de aquella sentencia que aparece en las Tesis de Filosofía de la Historia "Todo documento de cultura lo es a su vez de la barbarie". A manera de presagio, el pensador alemán dio cuenta de su propia situación ya que en esos momentos huía del fascismo, sin haber podido constatar la magnitud de la catástrofe. Él se quitó la vida en la frontera franco–española a inicios de la Segunda Guerra Mundial.

La maquinaria nazi de la muerte, con sus campos de concentración y exterminio le dieron un significado siniestro a la violencia de Estado. Paya recoge, en su ensayo los testimonios de los sobrevivientes, en particular, la relación entre poder y cuerpo. Nos dice que "el poder es un dominio sexuado porque, precisamente, los cuerpos son su soporte" (p. 305). De las imágenes de los cadáveres desnudos, las cabezas rapadas, los números tatuados, los jabones de grasa humana, el hambre como mecanismo de sometimiento y el sinnúmero de atrocidades, nos trae a las prisiones mexicanas para enseñarnos como en ellas el sometimiento está determinado por lo que él define como "la diáda pulcro/inmundo" (p. 298). Al recoger el testimonio de un preso del Reclusorio Sur comenta: "el vestido, los objetos personales, son señales de humanidad, en cambio la situación de hambre y escasez, la desnudez o la identificación con las excreciones, impide la consonancia con la cultura" (p. 322).

La violencia entendida en esta relación entre Eros y Thanatos conforma la parte medular en la lectura que Freud hace de la cultura, por lo que la aproximación psicoanalítica se integra coherentemente a este estudio colectivo. Gerber lo explica de la siguiente manera: "si por un lado hay violencia en toda manifestación de erotismo, por el otro hay un goce con características indudablemente eróticas en toda violencia que los sujetos ejercen, sea de modo sublimado en la creación, sea de manera directa en la destrucción" (p. 201).

Por su parte, Constante lo recoge a partir de la uniformidad de la violencia como mecanismo de sometimiento: "Lo anómalo no es que la violencia se justifique, sino que ella se normalice creando un ambiente, una forma de ser, una cultura en la que el arte de justificarla y hasta la teoría justificante, resultaran superfuas" (p. 92).

En la sociedad actual existe una banalización de la violencia, el Estado persigue toda aquella que no recae dentro de su administración, y al mismo tiempo, nos presenta su ejercicio como un medio para garantizar la paz. Es así como se permite hablar de guerras preventivas, combate contra la inseguridad o cateos sin orden judicial, como acciones para erradicar la violencia. Este discurso del poder que legitima sus acciones a nombre de una ilusión es constitutivo del Estado Moderno. Jiménez se refiere a esto cuando afirma que: "Creer que un gran tribunal con sus jueces vendrán y eliminarán para siempre la violencia, no es un sueño inocente, de algún modo los regímenes totalitarios nos lo dejaron conocer" (p. 61).

En este interesante diálogo sobre la violencia los autores coinciden en un diagnóstico realista: no hay mucho lugar para la esperanza y también coinciden en que no se vislumbran cambios estructurales que permitan dejar atrás aquella sentencia de Benjamin. En su ensayo Sanabria realiza un estudio sobre la relación entre la violencia del Estado y los ejércitos y llega a la conclusión de que "el empleo de la violencia por parte del poder político, como un recurso, continuará vigente en el escenario mundial del siglo XXI, tanto al interior como al exterior de los estados, lo que realmente cambiaría serán los medios tecnológicos de los que dispondrán los actores de la relación de poder" (p.293).

La interpretación que hace Ramos sobre Dostoyevski va en este mismo sentido. Nos dice que: "su doctrina del arrepentimiento no tenía remedio: estaba convencido de que los hombres preferían la seguridad a la libertad, la convivencia social a los sueños, y el sometimiento a la autocracia que los gobernaba" (p. 255). Las ideas de este escritor ruso no serían tan relevantes de no haber sido una de las figuras más importantes de la literatura universal.

Ya que la presentación de un libro no debe tener como propósito deprimir a los posibles lectores y hasta este momento les he presentado una visión bastante sombría, concluiré rescatando algunos puntos donde los autores nos invitan a alejarnos de la barbarie. Jiménez afirma, haciendo suya una reflexión de Sorel, que "efectivamente, para él, por definición, la fuerza tiene un uso represivo, mientras que la violencia dirigida contra ella es liberadora" (p. 31). Desde el psicoanálisis Vega afirma que "se tendrá que humanizar a la naturaleza, es decir, encontrar esas palabras que no se vuelvan actos sin sentido" (p. 243). Constante, por otro lado, recupera a Camus cuando dice "quizá debería cerrar esta alocución parodiando las últimas frases de calígula: "la utilidad de la violencia es dar oportunidad a lo imposible, aunque en ello nos vaya la vida" (p. 94).

Para agregarme a este diálogo me gustaría recoger la propuesta de Jiménez donde afirma que "es inaceptable el argumento de que la responsabilidad de la situación actual sea la misma para todos" (p. 9). Así como la historia del vencedor no corresponde a la memoria del vencido, la violencia del victimario no gravita en el mismo orden moral de aquella que utiliza la víctima como mecanismo de resistencia. La responsabilidad de la palabra consiste en desenmascarar el engaño articulador de la violencia aniquiladora. Frente a esta barbarie disfrazada de cultura, la reflexión crítica no ha dicho su última palabra y como prueba de ello la oportunidad de comentar en este espacio de lectura.

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