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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.3 no.5 México jun. 2009

 

Artículos

 

El sentido ético en los sueños y su relación con los interdictos en el ámbito de lo sagrado, una interpretación psicoanalítica1

 

Gilberto Castrejón*

 

* Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas. Departamento de Ciencias Básicas. Instituto Politécnico Nacional: gcastrejon@ipn.mx

 

Fecha de recepción: 12/02/2008
Fecha de aceptación: 2/09/2008

La prohibición no significa por fuerza una abstención,
sino su práctica a título de transgresión…
La prohibición no puede suprimir las actividades
que requiere la vida, pero puede conferirles el sentido
de la transgresión religiosa.
La prohibición las somete a unos límites,
regula sus formas.
Puede también imponer una expiación
a quien se hace
culpable de ellas.


Georges Bataille

Resumen

Centrados en la frontera entre psicoanálisis y filosofía, se identifica cierto fundamento de carácter ético en la vida onírica del hombre, en la medida de lo cual dicho carácter posee una relación estrecha con la prohibición (interdicto), que el hombre mismo se ha impuesto, vinculándolo al aspecto religioso (sagrado) de éste. A su vez, al desarrollar el análisis en dicha frontera, esto nos permitirá relacionar tal fundamento con la dialéctica del interdicto y la transgresión contenida en la obra de Georges Bataille. Finalmente, a lo largo del trabajo, estaremos en condiciones también de establecer argumentos que habrán de responder a las siguientes preguntas: ¿a qué se debe el hecho de que en la interpretación "primicia" que los hombres hicieron de los sueños, se considere a éstos como una "manifestación benigna u hostil de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos"?, ¿dónde está fundado el carácter ético de los sueños, y su vinculación con los interdictos?, ¿dónde tiene su origen la prohibición (tabú, interdicto)?, y ¿en qué sentido la prohibición está ligada al "deseo edípico", eminentemente sexual desde el psicoanálisis, en el ámbito de lo sagrado?

Palabras clave: sueños, interdicto, ética, transgresión, sagrado, Bataille.

 

Abstract

On the margin of psychoanalysis and philosophy, we identify an ethics in the dream life of the human being in its relation to what is prohibited (interdiction), that human being have themselves imposed and linked to a religious (or sacred) aspect. Analyzing this frontier will permit us to connect this ethical posture with the notions of interdict and the dialectic of transgression as contained in George Bataille's work. Finally, throughout the article, we will establish arguments to answer the following questions: why in early interpretation of dreams were these considered "benign or hostile manifestation of supraterrestrial, diabolic or divines powers"? Where is the ethical character of dreams founded, and what is its relation with interdicts? What is the origin of its banning (tabu, interdict)? And in what sense is the banning (interdict) linked to the eminently sexual "Oedipal desire" in the realm of the sacred?

Key words: dreams, interdicts, ethics, transgression, sacred, Bataille.

 

No es difícil identificar cómo el psicoanálisis y la filosofía mantienen ciertas conexiones e interdependencias que pueden ayudar al conocimiento del hombre, baste señalar que la obra de Freud y Lacan, dos figuras centrales del psicoanálisis, está colmada de filosofía, a pesar de que ambos, en su momento, llegaran a desdeñar en cierto modo de esta última. De esta manera, nuestra investigación se centra en diversos problemas básicos que tanto el psicoanálisis y la filosofía han tratado: la ética,2 los sueños, lo sagrado y la religión… Dónde comienzan y dónde terminan los alcances de uno u otro sobre estos temas, no es precisamente nuestro propósito esclarecerlo, sólo pretendemos dar luz ahí donde en nada se corre el riesgo de ser cegados, ya que en específico: parte de la obra de Bataille y psicoanalistas como Freud darán cuenta de ello. Como siempre: lo importante son los aciertos, así lo entendía uno de los grandes psicoanalistas del siglo XX : "El fin de la investigación no consiste, por cierto, en creerse estar en posesión de la única teoría verdadera, sino en ir aproximándose poco a poco a la verdad, a través de los tanteos de todas las teorías".3

"En los tiempos que podemos llamar precientíficos, la explicación de los sueños era para los hombres cosa corriente. Lo que de ellos recordaban al despertar era interpretado como una manifestación benigna u hostil de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos".4 Aceptando esta afirmación podría pensarse que para la mentalidad primitiva los sueños correspondían a ciertas revelaciones de carácter sagrado,5 sin embargo, resulta claro que esto no es del todo así. Entendamos que los sueños para la visión psicoanalítica son procesos psíquicos con una lógica propia, la vía privilegiada de acceso al inconsciente, el acierto de Freud correspondió a su vez en considerarlos como uno más de los síntomas de los enfermos mentales. Así, el sueño es rebus6 (conjunto de dibujos, cifras y palabras) que se expresa y ha de llevarse a un texto susceptible de ser descifrado, y está sujeto a leyes. Un sueño es a su vez una "puesta en escena" de deseos7 reprimidos, pues de una u otra forma los sueños corresponden al cumplimiento (disfrazado) de un deseo reprimido o suprimido. Por ello, al tener conocimiento —el soñador— del contenido de sus sueños, se instauran en la vida despierta de éste ciertas manifestaciones8 conscientes que hacen al hombre reprimir sus acciones en pos del lenguaje de símbolos que le fue revelado en el sueño, aunque precisamente también en la vida despierta es cuando el hombre descubre un sentido ético en sus sueños, además del carácter religioso o sagrado que inicialmente éstos le hubieron dado, y donde cierta dialéctica9 se lleva a cabo. Ésta corresponde a la dialéctica del interdicto (lo prohibido) y la transgresión, que discurre por un terreno ciertamente escabroso, imprimiendo en el ser humano ese supuesto "apego a la ley", el fundamento principal de toda moral, y que tradicionalmente le atañe al universo de lo sagrado y lo profano. Precisamente, con el descubrimiento del inconsciente, y sus posteriores caracterizaciones (ello, yo y superyó), se incorporó al estudio del hombre un elemento sustancial y de vital importancia para comprender su naturaleza, pues desde ese momento este ser característico que se pregunta por sí mismo y la realidad, no sólo se concebiría como el hijo pródigo de cierta Divinidad, y cuyo ser trasciende en atención a ciertas tradiciones.10 De esta forma, estudiar el inconsciente desde los sueños es contar con gran parte del material que sobre el estudio del hombre pueda tenerse, y al ser el inconsciente —en primer lugar11 en la teoría psicoanalítica— una instancia psíquica, una entidad no referida a su carácter biológico, sino a cómo se construye algo en él, algo que da cuenta de la individuación12 en el hombre, ya que:

El hombre no ha de ser hecho físicamente. La naturaleza se ha ocupado de eso. La construcción del hombre significa, por tanto, la construcción de algo en el hombre. Ese "algo" es el opuesto complementario de lo que es visible y, podríamos decir, "automáticamente consciente" en el hombre a la luz de su desarrollo puramente biológico.13

Así, diremos que en el psicoanálisis sujeto e individuo no son lo mismo. Hablar de sujeto es hablar del sujeto de deseo que se muestra en el inconsciente, hablar de individuo es hablar de un ser ya constituido,14 en su sentido ordinario; de esta manera, ese algo en el hombre es propiamente el inconsciente, lo "opuesto complementario de lo que es visible y [...] 'automáticamente consciente' en el hombre", y que a partir del psicoanálisis, se acepta que configura y forma parte esencial del hombre. Por ello, la obra de Freud, y los trabajos psicoanalíticos posteriores a él, no agotan su grado de importancia en los estudios sobre el hombre y la cultura, en este sentido resulta importante mantener diversos puentes de comunicación en discursos tan vitales como el filosófico y el psicoanalítico, más cuando ambos dan clara cuenta de la ética, a pesar de que ésta no pueda separarse del todo del terreno religioso,15 aunque también, particularmente la obra de Freud, al ser una interpretación de la cultura: "Expresa ante todo una crítica radical a la tradición ética de Occidente, cifrada en la denuncia de las falsas virtudes y del engañoso, precario y movedizo asentamiento que la moral tradicional ha tenido en el alma humana".16

Comencemos aquí resaltando un hecho: el hombre primitivo se enfrentó al mundo de una manera muy distinta a como lo hace el moderno, este último difícilmente podría vivir la vida orgánica —sexualidad y procura de alimentos en primer término— de una forma ritual a como lo hizo el primitivo,17 de ahí que éste hiciera de muchas actividades un sacramento, una festividad donde la fuerza que representa la vida lo lleva a comunicarse con la realidad última; así, es por medio del rito el que el hombre arcaico logra, a través de un intermediario, acercarse a la realidad, liberándose de lo profano, del vacío de la existencia. Pues a la par de esto: en lo religioso, todo es insólito y extraordinario, por ello la religión primitiva corresponde, como dijera Cassirer a "la afirmación más vigorosa y enérgica de la vida que podemos encontrar en la cultura".18 El pensamiento primitivo no piensa a partir de una lógica bien establecida y estructurada, lo hace a partir de un sentimiento de la vida y la naturaleza, no trata de clasificar y explicar las cosas siguiendo una línea "clara y distinta" de pensamiento, lo hace concibiendo una presencia más allá de los límites del hombre. De aquí se ha de dar paso a la "explicación" mítica, la cual es una expresión de "conceptos" y, a su vez, una expresión de "percepciones" del mundo, de la vida, de las manifestaciones naturales y sobrenaturales; y el hombre, al estar en un cierto punto intermedio entre el mundo de los dioses y el mundo real, se convierte en el relator y desarrollador de un drama donde puede apaciguar a los dioses, rendirles culto, alimentarlos, despertar su ira, pedir su ayuda, etcétera, estando ya en el terreno propio de los ritos. Surge por tanto el "mito", "La mayoría de los actos cumplidos por el hombre de las culturas arcaicas no es en su pensamiento sino la repetición de un gesto primordial cumplido al principio de los tiempos por un ser divino o por una figura mítica".19 La narración de esos gestos primordiales corresponde a los mitos.20 A su vez, habrá de recordar que:

Lo que caracteriza a la mentalidad primitiva no es su lógica sino su sentimiento general de la vida. El hombre primitivo no mira a la naturaleza con los ojos de un naturalista que desea clasificar las cosas para satisfacer una curiosidad intelectual, ni se acerca a ella con intereses meramente pragmáticos o técnicos.21

El hombre primitivo mira a la naturaleza como un "tú", no como un "otro", es decir: éste no ve a la naturaleza como algo impersonal, por ello el carácter de los ritos y prácticas de las religiones arcaicas guarda una estrecha relación con ciertos puntos de contacto que el hombre tiene con la naturaleza, y tales ritos primitivos, que corresponden finalmente a una hierofanía,22 muestran algunas categorías esenciales del fenómeno religioso, de aquí que el sustrato general de los mitos no tenga completamente un carácter racional, sino más bien, corresponde a un sustrato de sentimiento. De hecho, aquello no susceptible de explicarse "racionalmente" posee un carácter mítico en la mente del hombre primitivo, de ahí que la explicación primicia de los sueños contenga ese atisbo de religiosidad, en su fase más "genética". Para el primitivo los sueños corresponden a una manifestación de ciertas fuerzas sobrenaturales, las cuales pueden ser benéficas o malignas. Y el relato mítico23 —a su vez— ha de narrar cómo se desarrollan tales fuerzas sobrenaturales, y al contener cierto simbolismo, éstos son comunes a los sueños. "En el sueño asistimos al parto del hombre desde su fuente primigenia, su physis natural. Pero asistimos también a su regreso, a su reincorporación en el origen vital".24 Así, en los sueños como en los mitos las fuerzas originarias, primicias, de la vida se expresan, por ende en los sueños son revelados los deseos más básicos y poderosos de la naturaleza instintiva del hombre. Parafraseando a Freud: "El sueño es la realización (disfrazada) de un deseo reprimido". Aunque ahora sabemos que el sueño posee generalmente poca lógica, y los hechos llevados a cabo en él difícilmente atienden a un sentido ético y estético claro.25

A nosotros nos interesa sólo el aspecto ético, a pesar de que el sueño difícilmente obedece a nuestra voluntad consciente, y claramente se opone a las intenciones de la conciencia.

Ahora bien, si los sueños —para el psicoanálisis— tienen en cierto sentido una explicación vinculada con los mitos, necesariamente contienen un carácter ético,26 por algo oscilan en la dialéctica de lo prohibido y la transgresión, que fundamentan la vida religiosa.27

La vida onírica es un trasfondo no racional ni propiamente consciente del psiquismo, y al ser no racional ni consciente, se llega a identificar primero que parte considerable de la vida anímica se desenvuelve alrededor de ésta, pues precisamente ésta influye considerablemente sobre aquélla, ya sea creando cierta censura o no en nuestros actos, o determinando a la conciencia sin que ella misma lo advierta. De esta manera es que, "escudriñando" en la propuesta psicoanalítica, tenemos que la psique humana se divide en ciertas instancias,28 en una manifestación de fuerzas encontradas (pulsión29–represión), estructurando parte del carácter conflictivo y escindido del alma humana, lo cual da fundamento, y permite entender la condición ética del hombre. Y si los sueños son el mejor acercamiento al inconsciente, se sabe que el soñador, rechaza, censura, evade… lo que sus sueños le revelan, generalmente ha de negar lo que su deseo le incita. Pues quiérase o no en los asuntos de la ética siempre va vinculado el sentido de la obligación, y como toda acción moral posee este carácter, el soñador ha de padecer la censura; así, el hombre que recuerda sus sueños ha de valorarlos moralmente, he ahí el sentido ético en éstos, a pesar de que en los sueños el hombre se libere de la obligación, de la sanción, ha de conocer ahí la "dimensión del deseo" en el inconsciente, ese sentido oculto del que hablaba Freud, y que por medio del psicoanálisis es posible llegar a él.

Retomemos un hecho: para el psicoanálisis los individuos heredan, a la vez que incluso llegan a reprimir, ciertas experiencias inconscientes arcaicas de carácter colectivo, es bien sabido que precisamente el psicoanálisis no sólo estudia los sueños, sino como lo hizo saber Freud: al estudiar también las producciones simbólicas y temporales como el mito, la verdad de su objeto de estudio —el inconsciente— se revela en el mito. Además, baste señalar aquí que el psicoanálisis también produce mitos: el de Edipo, que lo fundamenta en Tótem y tabú, como relato de los orígenes, de la sociedad y la civilización. Con lo dicho, dado que la mejor vía de acceso al inconsciente son los sueños, esto nos lleva a considerar también el hecho de que en el acto de soñar, el individuo se remite no sólo a su pasado infantil, sino a la historia más primitiva de la humanidad.

El acto de soñar es por sí una regresión a las más tempranas circunstancias del soñador, una resurrección de su infancia, con todos sus impulsos instintivos y sus formas expresivas. Detrás de esta infancia individual se nos promete una visión de la infancia filogénica y del desarrollo de la raza humana, desarrollo del cual no es el individuo sino una reproducción abreviada.30

Retomando: en Tótem y tabú Freud nos cuenta la historia de una tribu primitiva gobernada por un padre tiránico e incestuoso, el cual priva a todos los hijos del disfrute de las mujeres, los hermanos deciden unirse y cometer un crimen parricida, una vez llevado a cabo éste, sobreviene en los hijos el sentido de culpabilidad, lo cual los lleva a tener conciencia que deben evitar este crimen para el futuro, el mismo crimen no debe cometerse sobre ellos, instaurando de ese modo dos grandes prohibiciones (tabúes, interdictos) contra el incesto y contra el parricidio, de ahí que surja el mito31 de la sociedad totémica, donde el padre es el gran tótem, animal sagrado, hierofanía de carácter simbólico.

Las dos prohibiciones tabúes más antiguas e importantes aparecen entrañadas en las leyes fundamentales del totemismo: respetar al animal tótem y evitar las relaciones sexuales con los individuos de sexo contrario pertenecientes al mismo tótem. Tales debieron ser, por lo tanto, los dos placeres más antiguos e intensos de los hombres.32

Como se observa: las prohibiciones (interdictos) corresponden al fundamento de la moralidad, lo cual suscita un drama ético. Pero de esta forma surge una especie de paradoja: lo prohibido es a la vez aquello intensamente deseado, y lo intensamente deseado le muestra al hombre sus poderes más ocultos, he aquí la vía de la dialéctica del interdicto y la transgresión, ésta supera a aquél, y con la desobediencia a la ley puede operar la libertad, aunque una libertad apegada a los alcances del interdicto.33 Así, para Bataille, la principal prohibición es la que está vinculada a la muerte, por lo cual se intenta eliminar la violencia de ésta, y de aquí se identifica que toda transgresión vinculada, nunca suprime aquello que la prohibición ha fundado, de esta manera se llega a una dialéctica en donde, incluso, ambos eventos se confunden. Y a su vez: el hombre descubre también con la transgresión sus poderes más ocultos, "por su actividad el hombre edificó el mundo racional, pero siempre subsiste en él un fondo de violencia".34 Recordemos además que toda violencia es un desbordamiento de lo prohibido, y lo prohibido se vincula también al incesto, a la sangre menstrual, al parricidio… sin que se logre suprimir esa violencia que ya de por sí es transgresión. Así, el terreno religioso pretende ordenar la "transgresión de las prohibiciones", por lo que hay que decir que el juego de ambos términos, desde la teoría de Bataille, caracteriza a la religión y lo religioso.

Ahora bien: ¿cuál es el sentido ético de los sueños y su vinculación con los interdictos en el ámbito de lo sagrado? Sabemos que la interpretación que los hombres hicieron primeramente de los sueños, estaba vinculada a un carácter religioso, y al ser éstos la manifestación de deseos reprimidos, aquí se funda su sentido ético, ya que toda ética sabe de los interdictos y la transgresión. Recordemos a su vez que toda prohibición provoca temor y temblor, en el terreno religioso tal sentimiento se convierte en devoción, esa devoción que le debemos a los dioses, pero que también nos provoca pavor, con esto la devoción se transforma en adoración a los designios divinos (teleología pura, drama humano por excelencia), y los designios divinos se han revelado también en los sueños. Pero lo divino es el apego a la ley, y lo profano es la transgresión, pero aquí, la paradoja es clara: el mundo profano es a su vez el de los interdictos, pues el apego a la ley es impuesto, así, resulta claro que "el mundo sagrado se abre a transgresiones ilimitadas, es aquel mundo de la fiesta, de los soberanos y de los dioses".35 Sírvanos decir que por este medio la prohibición está originariamente ligada al "deseo edípico", que no tiene que ver más que con la sexualidad36 y el tabú. En la dialéctica batailleana, sólo es sagrado aquello que es el objeto de un interdicto, pero no cabe duda que la ruptura es "el límite del interdicto", éste la agota y abre la posibilidad de acceder a experiencias inusitadas, aunque el apego a la ley y su ruptura son conceptos sustanciales de toda moral, de toda ética como posibilidad de realización. ¿En los sueños se ve más clara esta realización, pues "todo ahí se muestra como lo que finalmente es"? Los sueños no sólo enseñan lo que el hombre se ha reprimido.

Antes de terminar consideremos que el hombre se inserta una especie de responsabilidad ética, en la medida de que esto se expresa principalmente en nuestros sueños inmorales; en la concepción psicoanalítica, al no ser éstos una inspiración de espíritus extraños, entonces, una parte de uno es la que los ha producido, por ello, a pesar de cualquier interpretación religiosa que sobre los sueños se tenga, el hombre se hace responsable de sus sueños pecadores e inmorales, aunque precisamente en su vida onírica no lo sea. El sentido ético en los sueños, al vincularse con los interdictos, es un no darse a lo que se sueña, una represión que da cuenta de cierta responsabilidad en su sentido ético más lato, sin embargo, como ya se vio en la dialéctica del interdicto y la transgresión, éste no se agota en la medida de que precisamente la transgresión le brinda nuevos elementos para que tal sentido ético se siga moviendo. "La moral,37 para Freud, es en este sentido, el fenómeno cultural más significativo: ella es la que llega hasta el fondo del psiquismo, la que primeramente produce la humanización de la existencia, filtrándose hasta los estratos íntimos y primigenios de la vida inconsciente".38

De todos modos, el sentido ético39 en los sueños, desde la perspectiva del psicoanálisis y la dialéctica de Bataille, tiene que ver con lo sagrado40, ¿acaso no en las investigaciones psicoanalíticas siempre surgen aspectos de la relación padre–hijo–madre o madre–hija–padre, o en las religiosas las de padre–hijo, que en nuestra tradición cristiana es de por sí bien sabida?, ¿acaso no el drama humano por excelencia es el de la relación yo con Dios o los dioses, el cual funda la ley, y a su vez todas las posibilidades de ser transgredida?

 

Conclusión

Los sueños tienen inmerso un contenido ético, y como se sabe: lo ético posee un carácter de interdicto, si el sueño es la expresión de un deseo reprimido y, a su vez, es hermano de los mitos, todo sueño, a través de los interdictos, contiene un carácter ético vinculado al ámbito de lo sagrado, pues éste es fundacional y cualitativamente distinto de lo profano (el de la transgresión), aunque ambas instancias configuren la naturaleza propia del sueño, que tiene que ver, en cierto aspecto, con lo sagrado, y lo sagrado a su vez corresponde al asunto por excelencia del fenómeno religioso. "La religión, por otra parte, no tiene propósitos teóricos, es una expresión de ideales éticos".41

Nadie es más virtuoso ni más bueno en los sueños. La memoria de ellos instaura en la "conciencia despierta"42 el cáliz de los interdictos, y al ser los sueños un asunto vinculado con los mitos y la religión, esta última teniendo como condición de posibilidad a lo sagrado, se instaura en la conciencia humana un sentido ético, aunque como dijera Freud: "La religión viene a perturbar este libre juego de elección y adaptación, al imponer a todos por igual su camino único para alcanzar la felicidad y evitar el sufrimiento".43 El ethos44 humano ha de atender a la ética religiosa, fundando un sentido ético presente en la psique humana, que deja ver el inconsciente, del que los sueños resultan ser una vía de acceso, a pesar de que muchas veces "El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona".45

La naturaleza humana dispone de tantas y muy variadas trampas en el sueño.

 

Notas

1 Interdictos: Lo prohibido.

2 Se entiende aquí por ética todo aquello que le atañe a la conducta de los hombres, la disciplina teórica que estudia el comportamiento moral de los hombres en sociedad, así, al hablar del sentido ético, nos referimos al hecho de que todo drama psíquico resulta ser un drama ético.

3 Carl Gustav Jung, Energética psíquica y esencia del sueño. Barcelona, Paidós, 2006, p. 149.         [ Links ]

4 Sigmund Freud, La interpretación de los sueños. México, Círculo de Lectores, 1981, p. 19.         [ Links ]

5 Cf. "Lo sagrado: 'representación prefigurada y flexible, una y universal, que, presupuesta a la multiplicidad de las diversas corrientes y conductas religiosas, encierra la posibilidad de constituirse en un objeto de estudio especial'". (Francisco García Bazán, "La religión y lo sagrado", en El estudio de la religión. Ed. de Francisco Díez de Velasco y Francisco García Bazán. Madrid, Trotta, 2002, p. 23.         [ Links ]

6 Véase el cap. VI. "El trabajo de los sueños", en S. Freud, op. cit., donde introduce este término, ya que considera que lo meramente pictórico del sueño debe llevarse a un rebus, que ha de convertirse en un texto. Así, destaca cuatro mecanismos del trabajo de los sueños: condensación (transformar el contenido latente en contenido manifiesto); desplazamiento (centra el sueño de otro modo, transmuta los valores, disfraza el sentido); la consideración de la figurabilidad (en la que se expresan los medios de que se disponen para considerar los pensamientos); y la interpretación secundaria (enmascara el rigor de los anteriores).

7 Cabe señalar que para el psicoanálisis el deseo es una falta, fundamentalmente inscripta en la palabra del sujeto hablante, así, el deseo del sujeto hablante es el deseo del Otro, entendiéndose esto último como el lugar de donde proviene para un sujeto su mensaje de lenguaje.

8 Los interdictos.

9 En el psicoanálisis, la instancia psíquica encargada de juzgar al yo corresponde al superyó, el cual llega a inhibir nuestros actos, llegando a producir cierto remordimiento, y el cual se encuentra en el centro de las cuestiones morales, eje de las interdicciones. El superyó fue llamado primeramente censura, que actúa de manera inconsciente como el sentimiento de culpa. Si el superyó inhibe nuestros actos y/o produce remordimiento, además de que juzga al yo, resulta obvio que en el sistema psíquico también pueden identificarse atisbos de la dialéctica del interdicto y la transgresión.

10 Por tradición entendemos aquella creencia, práctica o costumbre apegada a normas e ideas propias del pasado, y que se han transmitido de generación en generación, principalmente referidas al orden religioso.

11 En la teoría freudiana, el inconsciente fue primeramente esa instancia psíquica que da lugar a las representaciones reprimidas, que se opone al preconsciente y al consciente. Posteriormente, Freud lo caracterizaría como el ello, que ha de aplicarse al yo y al superyó.

12 Sigmung Freud, en El yo y el ello, menciona: "Un individuo es ahora para nosotros un ello psíquico, no conocido e inconsciente, sobre el cual, como una superficie, se asienta el yo", en Obras completas, t. XIX . Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 26. Entendiéndose al yo como aquello que se ha desarrollado a partir del sistema preconsciente, una diferenciación del ello (instancia psíquica esencial).

13 John Layard, "La construcción del hombre en Malekula", en Hombre y sentido. Círculo Eranos III. Barcelona, Anthropos, 2004, pp. 139–198.         [ Links ]

14 Esta concepción de individuo corresponde a la tradicional en el ámbito filosófico, por algo el psicoanálisis pone en entredicho ciertas categorías y concepciones filosóficas, sin embargo, las fronteras entre uno u otro no terminan ahí.

15 Para Eliade, al tratar el fenómeno religioso nos estamos enfrentando a las hierofanías algo que manifiesta lo sagrado—, entendiéndose este último como todo aquello que le atañe a la divinidad, lo trascendente en la vivencia religiosa. Si el fenómeno religioso sólo se trata desde las hierofanías, diremos que éstas han formado parte de todas las religiones, en una multiplicidad de formas, expresiones, documentos, actos, experiencias... El terreno religioso es el terreno de lo sagrado, del juego dialéctico de lo prohibido y de la transgresión, pero en donde también todo es distinto y revelador, donde ritos y manifestaciones están presentes de forma continua, ya que "Todo lo que es insólito, singular, nuevo, perfecto o monstruoso se convierte en recipiente para las fuerzas mágico–religiosas, y según las circunstancias, un objeto de veneración o de temor, en virtud del sentimiento ambivalente que provoca constantemente lo sagrado". (Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones. México, Era, 2005, p. 37).         [ Links ]

16 Juliana González, "La ética y el psicoanálisis", en El malestar en la moral. México, Miguel Ángel Porrúa/FFyL, UNAM, 1997, p. 12.         [ Links ]

17 Cabe señalar que para el hombre primitivo, la naturaleza no era algo impersonal, es decir: veía a ésta no como un "ello", sino como un "tú", así, el carácter de los ritos y prácticas de las religiones arcaicas guarda una estrecha relación con ciertos puntos de contacto que el hombre tiene con la naturaleza, dígase en este caso concreto: el sexo y la procura de alimentos, vividos ritualmente, a diferencia a como concibe dichas prácticas el hombre moderno.

18 Ernst Cassirer, Antropología filosófica. México, FCE , 1999, p. 130.         [ Links ]

19 M. Eliade, op. cit., p. 56.

20 Jean Pierre Vernant en su obra Los orígenes del pensamiento griego, afirma que en el contexto griego, el vocablo mito no se refiere de manera precisa a ese tipo de narraciones, de carácter sagrado, que cuentan las hazañas de los dioses o los héroes, "El mythos se presenta no como una forma particular de pensamiento, sino como el conjunto que vehicula y difunde el azar de los contactos, los encuentros, las conversaciones, ese poder sin rostro, anónimo, siempre evasivo que Platón llama Pheme, el Rumor". Es decir, el vocablo mito se refiere a una heterogeneidad de relatos. Aclaremos que nosotros usamos este vocablo desde su acepción tanto filosófica y religiosa como psicoanalítica.

21 E. Cassirer, op. cit., p. 127.

22 "(algo que manifiesta lo sagrado)", vid. M. Eliade, op. cit.

23 En primera instancia, el psicoanálisis considera que un mito (ya sea colectivo o individual) es un relato que de forma alegórica o metafórica intenta responder a preguntas y/o contradicciones, particularmente aquéllas referidas a los orígenes.

24 J. González, op. cit., p. 64.

25 Hay que aclarar que para el psicoanálisis, un sueño corresponde a una producción psíquica, que de una u otra forma resulta tener un carácter enigmático, por medio del cual puede identificarse el efecto de ciertas actividades de elaboración y desciframiento del deseo del inconsciente. De esta forma corresponden a la vía privilegiada de acceso al inconsciente.

26 El carácter ético está referido a la moralidad implícita en los mitos.

27 Cabe señalar que Bataille desarrolló una teoría del erotismo en el seno mismo de los fenómenos religiosos, caracterizada por el hecho de que en la transgresión el hombre da cuenta de lo prohibido sin precisamente suprimirlo, "Ahí se esconde el impulso motor del erotismo; ahí se encuentra a la vez el impulso motor de las religiones" (G. Bataille, El erotismo. Trad. de Antonio Vicens y Marie Paule Sarazin. Barcelona, Tusquets, 1997, p. 40).         [ Links ]

28 Inconsciente, preconsciente y consciente.

29 Las pulsiones son las encargadas de la dinámica que soporta al sujeto, que da cuenta de su vida. Algunos psicoanalistas han homologado (erróneamente) las pulsiones a los instintos, a lo que queda de animal en el hombre. Así, las pulsiones habrá que entenderlas más como fuerzas. Un ejemplo claro de la pulsión sexual es la libido.

30 S. Freud, La interpretación de los sueños, vol. I. p. 548.

31 Recordemos que el mito y los sueños están emparentados. Así, los individuos, desde el psicoanálisis, heredan y reprimen una experiencia arcaica colectiva.

32 S. Freud, Tótem y tabú. Madrid, Alianza, 2003, p. 43.         [ Links ]

33 Bataille desarrolla ampliamente esta dialéctica en su obra fundamental El erotismo. Cabe señalar también que la ley moral está inmersa en esta dialéctica contradictoria.

34 Ibid., p. 58.

35 Gilberto Castrejón, "El erotismo como experiencia vinculada al orden de lo sagrado", en Dikaiosyne, año VI, núm. 11, diciembre de 2003, pp. 11–22.         [ Links ]

36 Para el psicoanálisis, la sexualidad es un aspecto y manifestación de la vida sexual, la cual en el adulto se origina y se instaura sobre una disposición perversa–polimorfa, aunque no es nuestro objetivo desarrollar la teoría freudiana de la sexualidad; asimismo, lo sexual, de entrada, siempre es psicosexual. Pero aclarando: tanto Bataille como Freud tratan el fenómeno erótico en plena comunión entre alma y cuerpo.

37 Habría que distinguir entre "moral interior" (autenticidad de la conciencia) y "moral exterior" (referente a las normas impuestas), aquí se usa en su segunda acepción, véase "La ética y el psicoanálisis", en J. González, op. cit.

38 Ibid., p. 66.

39 Que oscila entre los polos de lo prohibido y la transgresión, ya que se refiere al mero ethos humano.

40 Aspecto fundamental de lo religioso.

41 E. Cassirer, op. cit., p. 144.

42 Como se dijo: el superyó es el que censura ("la voz de la conciencia"), pero desde el psicoanálisis mismo: una potencia exterior es la que sustenta la censura en el superyó, ejemplo: la autoridad parental en el mito del parricidio. Véase Roland Chemama et al., Diccionario del psicoanálisis. Buenos Aires, Amorrortu, 2004.         [ Links ]

43 S. Freud, El malestar en la cultura. Madrid, Alianza, 2005, p. 29.         [ Links ]

44 Modo ser, modo de actuar.

45 Friedrich Hölderlin, Hiperión. Madrid, Hiperión, 1998, p. 26.         [ Links ]

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