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En-claves del pensamiento

versão On-line ISSN 2594-1100versão impressa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.2 no.3 México Jun. 2008

 

Artículos

 

El síntoma neurótico: un retorno del olvido1

 

Francisco Chávez Montalvo*

 

*Estudiante de la licenciatura en psicología organizacional del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México. pacochavez_m@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 28/05/2007
Fecha de aceptación: 02/02/2008

 

Recuerdo lo que no quisiera,
y no puedo olvidar lo que quisiera.

Marco Tulio Cicerón.

 

Resumen

Cuando vivimos una experiencia traumática, buscamos "olvidarla" a través de la represión para defendernos de una representación inconciliable para el yo que nos produce malestar. Pero el recuerdo no es eliminado por completo, retornando en forma de síntoma y guardando una profunda relación simbólica inconsciente con dicha reminiscencia. Tomando como base dos análisis expuestos en las obras de Sigmund Freud —sobre la novela Gradiva escrita por W. Jensen y sobre el olvido de los nombres propios— explicaré cómo tiene lugar este proceso característico de la neurosis.

Palabras clave: síntoma, represión, deseo, inconsciente, neurosis.

 

Abstract

When we live a traumatic experience, we try to "forget it" through the mechanism of repression in order to protect ourselves from having an unacceptable representation for the ego which makes us feel bad. But the memory is not completely eliminated; it returns in symptomatic form and maintains a deep unconscious symbolic relation with that memory. Using two analyses found in the works of Sigmund Freud —a bout the novel Gradiva written by W. Jensen and about the forgetting of the names— I will explain how this characteristic process of neurosis takes place.

Key words: symptom, repression, desire, unconscious, neurosis.

 

Elisabeth von R. presenta dolores en las piernas sin ninguna causa orgánica aparente.2 Una feliz esposa que desea tener hijos, al darse cuenta de que por su esposo no podrá tenerlos, desvaloriza su vida sexual y empieza a lavarse las manos compulsivamente.3 Francisco va a consulta porque padece insomnio y empieza a tener un miedo intenso a hablar en público. Además le teme a la oscuridad y cree padecer de impotencia.4 Juanito le tiene terror a los caballos.5 Sigmund Freud, tratando de recordar el nombre del pintor Signorelli, únicamente puede recordar los nombres de Botticelli y Boltraffio.6 ¿Cuál es la relación entre cada uno de los casos y sus manifestaciones? ¿Por qué surgen dichas manifestaciones? ¿Cómo podemos entenderlas o interpretarlas? Son algunas preguntas a las que trataré de dar respuesta en el presente documento cuyo tema central es el síntoma neurótico y su relación con el retorno de lo que se ha "olvidado". Empecemos entonces el recorrido a través del mundo de los síntomas.

Sería prudente comenzar esta labor recurriendo al análisis que hace Sigmund Freud (1907) respecto a la novela Gradiva escrita por W. Jensen (1903). En dicha obra se describe la historia de un joven arqueólogo que, inspirado por una pieza arqueológica de singular belleza, decide emprender un viaje motivado por un sueño, esperando hallar respuestas que no revelarán sino recuerdos de su vida personal. Es así como Norbert Hanold se encontrará con un amor infantil protagonizado por una joven llamada Zoe que no era parte de una "fantasía pompeyana" como creía el arqueólogo, sino una mujer de carne y hueso. Pero el clímax de la obra nos revela que es ella quien ha mantenido vivo el recuerdo de aquellos tiempos infantiles, mientras que Hanold parece haberse olvidado de ellos. Lo interesante de la historia es centrar la atención en ese olvido, cuyas reminiscencias finalmente resurgirán en forma de fantasía. "¿No columbramos de pronto que las fantasías del joven arqueólogo sobre su Gradiva podrían ser eco de esos recuerdos infantiles olvidados".7 Es así como podemos "dudar [que] 'olvido' sea la designación psicológica correcta para el destino de esos recuerdos de nuestro arqueólogo".8

De esta manera, a ese olvido se le conoce como represión o "esfuerzo de desalojo", teniendo en cuenta que no hay una verdadera extinción del recuerdo. Lo anterior remite a reflexionar que "nada se olvida sin una razón secreta o un motivo oculto".9 ¿Pero cuál es esta razón oculta que motiva al olvido? Probablemente la respuesta esté ligada con temas "prohibidos" como la muerte y la sexualidad. Es en este punto donde considero adecuado revisar el contenido del análisis que realiza Freud sobre el olvido de los nombres propios. Él nos relata que al mantener una plática con un extraño sobre las costumbres de los turcos, evitó mencionar a toda costa que para ellos, contrario a su aceptación resignada de la muerte, el goce de la sexualidad implica una lucha por mantener éste o de lo contrario la vida perdería su valor. Es en este diálogo donde Freud "sofoca" el tema pertinente a la sexualidad, dejando en claro que él quería olvidarlo, reprimirlo.

Sin embargo, tal olvido forzado "cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque [Freud] había sustraído [su] atención de [esa idea] antes que concluyera".10 Siendo así, al tratar de recordar el nombre del pintor Signorelli minutos después lo sustituyó por los nombres de Botticelli y Boltraffio. En otras palabras, Freud quería olvidar otra cosa que el nombre del pintor: "yo olvidé lo uno contra mi voluntad cuando quería olvidar lo otro adrede".11 Cabe mencionar que unas semanas antes de esta charla, un paciente de Freud acabó con su vida por una perturbación sexual en Trafoi, una aldea de Tirol, reprimiendo Freud este triste suceso que guardaba de alguna forma relación con las costumbres turcas sobre la muerte y la sexualidad.

Pero en ese momento, una conexión asociativa de nombres impidió que Freud reprimiera lo que en realidad quería olvidar. Por esta razón, "la reminiscencia de lo ocurrido con [su] paciente, no obstante el [...] desvío de [su] atención, se procuró una acción eficiente dentro de [él]".12 Es entonces cuando podemos hablar del retorno de lo reprimido, es decir, del síntoma. El olvido de los nombres propios es un síntoma, un nexo simbólico con una experiencia traumática como lo es el suicidio del paciente de Freud en el caso descrito con antelación. Recapitulando, una vivencia dolorosa buscará ser reprimida, pero retornará en forma de síntoma porque no hay una erradicación completa de dicha reminiscencia. No olvidemos que "junto al olvido de los nombres propios, se presenta también un olvido que está motivado por represión".13

Pero el síntoma no se presenta en forma de recuerdo. Claramente lo expresa Freud: "es verdad que regularmente lo reprimido no puede abrirse paso sin más en calidad de recuerdo".14 En el caso del olvido de los nombres propios, "no sólo se produce un olvido, sino un recuerdo falso. [...] Acuden a la conciencia otros [.. .nombres sustitutivos] que tornan a imponerse con gran tenacidad".15Algo similar sucede con el trastabarse o lapsus. Cuando una persona intercambia una palabra por otra, es porque yace bajo el umbral de la conciencia esta palabra que no estaba destinada a ser dicha. De esta manera, "la perturbación del decir puede nacer [.en] la injerencia de palabras ajenas a la frase intentada, cuya excitación no se habría delatado de otro modo".16 Interesante es el descubrimiento de Freud acerca de que, además de existir un influjo perturbador de algo situado fuera de la oración al momento de trastabarse, es que eso perturbador "es un pensamiento singular que permaneció inconsciente, que se da a conocer por medio del trastabarse".17

Al no retornar el síntoma neurótico en forma de recuerdo, en la histeria se presenta en forma de dolor corporal. Freud realiza el preponderante descubrimiento de que la expresión simbólica de los pensamientos dolorosos puede generar un síntoma somático al analizar el caso de Elisabeth von R. En la neurosis obsesiva, el síntoma se presenta en forma de compulsiones y prohibiciones, ya que las representaciones inconciliables reprimidas han establecido enlaces falsos con otras representaciones cuyo contenido sea lo más contrario posible, es decir, se trata de una formación reactiva. Finalmente, en la fobia, el síntoma se presenta en forma de terror irracional al objeto fóbico, el cual es simbólico. Se trata de un desplazamiento, algo similar a lo que describe Freud en el olvido de los nombres propios: "el proceso destinado a reproducir el nombre que se buscaba se ha desplazado [...] hasta un sustituto incorrecto".18 Por lo descrito antes, podemos observar que en la histeria, en la neurosis obsesiva, en la fobia e incluso en el olvido de los nombres propios y en el trastabarse, el síntoma neurótico es un mecanismo sustitutivo.

Decíamos entonces que lo reprimido no puede retornar como recuerdo, pero permanece "susceptible de operación y de acción eficiente",19 expectante a un influjo externo, para así generar "secuelas psíquicas que es posible concebir como productos por mudanza y unos retoños del recuerdo olvidado, y no se entenderían si no se las concibiese así".20 Regresando al análisis de la Gradiva, las fantasías de Hanold sobre Gradiva y el renacer de Pompeya son retornos de los recuerdos reprimidos de su amistad infantil con Zoe. En el caso de los sueños que tiene el arqueólogo, se pueden apreciar restos diurnos, es decir, elementos que quedan del estado de vigilia y que se conectan con el inconsciente para así dar tema al sueño. Los sueños, como formaciones del inconsciente, son productos de los deseos. Freud indica en su análisis sobre el trastabarse que "la formación de sustituciones y contaminaciones en el trastabarse es [...] un esbozo de aquel trabajo condensador al que hallamos como diligente constructor del sueño".21 Siendo así, estos enlaces o recuerdos falsos de los que hablamos con anterioridad, son en realidad formaciones inconscientes de nuestros deseos, al igual que en el caso de los sueños.

El primer sueño y un canario enjaulado de la casa vecina son los precipitantes de la decisión de Hanold de viajar a Pompeya, ya que el ave lo incitó "a establecer una comparación con su propia persona. También él se encontraba como en la jaula".22 Los síntomas, al ser la representación de lo reprimido, inician cuando ya existe un malestar. El malestar de Hanold es esta sensación de encierro, de soledad, que se viene a confirmar cuando compara a las parejas recién casadas con molestas moscas que revolotean a su alrededor. Finalmente, el arqueólogo reconoce que "su insatisfacción no nacía sólo de lo que hallaba en su entorno, en parte, brotaba de él mismo. Se sentía desazonado, algo le faltaba y no podía precisar qué".23

Es interesante detenerse en esta parte, ya que se comentó que el material reprimido se mantiene susceptible a un influjo externo para retornar como síntoma. Freud nos indica en su análisis del olvido de los nombres propios que "un elemento sofocado se afan[a] siempre por prevalecer en alguna otra parte, pero sólo [alcanza] este resultado allí donde unas condiciones apropiadas lo solicitan".24 Esto quiere decir que una de las condiciones para que surja un síntoma, además de cierta predisposición para su olvido y un proceso de sofocación o represión, es la existencia de una posibilidad de establecer "una asociación extrínseca".25 Pero cabe reflexionar si únicamente estas "moscas" que revolotean en el entorno son lo único que está produciendo el malestar e impulsando el retorno de lo reprimido, o mejor dicho, la generación de un síntoma. Freud concuerda con lo indicado previamente por Jensen: en parte, la insatisfacción surge del mismo Hanold. Esto lo enfatiza en su análisis del olvido de los nombres propios: "Para el devenir–conciente del nombre sustitutivo parecen decisivos dos factores: en primer lugar, el empeño de la atención y, en segundo, una condición interna propia del material psíquico".26

Por otro lado, si volvemos a la reflexión de la Gradiva y al hecho de que los síntomas son expresiones de deseo, podemos decir que una vivencia traumática que resulta insoportable es reprimida buscando desalojar del yo ese deseo (por esta razón se conoce a la represión como "esfuerzo de desalojo"). En otras palabras, son las representaciones sexuales en términos de un deseo "prohibido" o son esas pulsiones las que buscan ser reprimidas en defensa del yo, lo que retorna en forma de síntoma. Es así como el afecto retorna en forma de dolor corporal en la histeria, mientras que en la neurosis obsesiva se adhiere a otra representación más aceptable para el yo manifestando una hipermoral y compulsiones como la limpieza extrema. "Cabe esperar ese retorno de lo reprimido cuando es el sentir erótico de una persona el que adhiere a las impresiones reprimidas, cuando es su vida amorosa la afectada por la represión".27

Podemos concluir entonces que son los deseos incestuosos de Elizabeth von R. y su enamoramiento secreto del esposo de su hermana difunta el origen de sus síntomas: dolencias somatizadas, mientras que en el caso de la esposa "feliz" que no podrá tener hijos se trata de pulsiones sádicas y anal–eróticas las que ha de reprimir, retornando en síntomas como su compulsión por lavarse las manos. Igualmente, en el caso de Francisco son estas pulsiones anal–eróticas sádicas las que se manifiestan en el ser controlador, en su rigidez y en su duda obsesiva. Y no nos olvidemos de Juanito, que le teme a ser devorado por su madre, es decir, ser devorado "por su demanda de complacerla en todo momento, de nunca ser suficiente para ella",28 lo que se manifiesta sintomáticamente en el temor a los caballos. El desplazamiento de la madre al caballo se relaciona en que ella muerde como si se tratase de un equino.

Jacques Lacan retoma el deseo como el descubrimiento freudiano más importante en relación con los síntomas. Para Lacan el síntoma se presenta bajo una máscara y dicha máscara es la representación del deseo. "La cuestión es la del vínculo entre el deseo, que permanece como signo de interrogación, una x, un enigma y el síntoma que se reviste, es decir, la máscara".29 Este psicoanalista francés nos enseña que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y de esta manera el síntoma, como una formación del inconsciente, es el que habla en la sesión psicoanalítica. Si "el síntoma va [...] en el sentido del reconocimiento del deseo",30 este reconocimiento sólo se manifiesta en forma de máscara. Nadie puede leer este reconocimiento hasta que aprenda a descifrar su clave. Pero esto va más allá de una simple lectura porque aunque el inconsciente esté estructurado como un lenguaje no quiere decir que quede reducido a "un lenguaje".

El inconsciente se deja entrever en el discurso del paciente. Es una metáfora a ser descifrada a través del lenguaje pero en la lógica del deseo. Debemos entender entonces al deseo como lo que el sujeto quiere hacer reconocer, pero que a la vez es un "deseo de nada" porque "este reconocimiento se presenta bajo una forma cerrada al otro"31 al estar rechazado o excluido. Este doble carácter del deseo inconsciente lleva a Lacan a pensar que cuando se le identifica con su máscara, lo convierte en algo distinto de lo que se podría dirigir a cualquier objeto. En otras palabras, identifica el "carácter vagabundo, huidizo, insaciable del deseo".32 Lacan retoma el caso de Elisabeth von R. para poner de manifiesto el único error que a su juicio comete Freud: "verse arrastrado en cierto modo por la necesidad del lenguaje" y de esta forma orientar al sujeto prematuramente para así implicarlo en esa situación de deseo, sin tomar en cuenta lo huidizo del deseo. En otras palabras, Freud no se privó de decirle a Elisabeth von R. que estaba enamorada de su cuñado y que al reprimir ese deseo retornó en forma de dolor corporal, lo que en el caso de "una histérica es un forzamiento".33

Finalmente, me gustaría cerrar este recorrido enfatizando que los síntomas son expresiones de deseo y a su vez el retorno de lo olvidado. Lo que define el proceso neurótico es la represión y a su vez el retorno de lo reprimido, guardando los síntomas (ya sean corporales, en forma de compulsiones, manifestándose como terror y angustia o simplemente olvidando los nombres propios y trastrabándose) un profundo significado simbólico que está relacionado con el acontecer de los sucesos de una persona. Por otro lado, se debe tener presente que para la curación es necesario emprender un profundo recorrido en estas formaciones simbólicas y reminiscencias inconscientes para encontrar su relación con los deseos reprimidos. Aprender la clave que permita descifrar esa máscara, ese lenguaje que se deja ver en el cuerpo no biológico, de tal manera que tenga lugar lo que expresó el doctor Manuel Contreras en su conferencia sobre la histeria: "Cuando él [Freud] pudo situarse frente al cuerpo de la histérica [...] ese cuerpo comenzó a hablar y a decir cosas que aún nos maravillan. Los síntomas se descifraban, se comprendían y sorprendentemente ¡desaparecían!".34

 

Notas

1 Escrito realizado para la asignatura de Psicopatologia de la licenciatura en Psicología Organizacional del CCM–ITESM impartida por la doctora Lucia Rangel.

2 Cf. Sigmund Freud, "Estudios sobre la histeria, Historiales clínicos, Caso Elisabeth von R." (1896), en Obras completas, t. 2. 5ª reimp. Trad. de José Luis Etcheverry. Buenos Aires, Amorrotu, 1975, pp. 151–182.         [ Links ] Elisabeth von R. fue una paciente de Freud que presentaba dolores corporales sin tratarse de un malestar orgánico. Después de desarrollar un método para curar a la joven, descubre la relación de los significados simbólicos inconscientes con los sucesos dolorosos del historial patológico de la enferma.

3 Cf. S. Freud, "La predisposición a la neurosis obsesiva. Contribución al problema de la elección de las neurosis" (1913), en op. cit., t. 7, p. 340. En esta obra, Freud hace referencia a una esposa que había sido feliz y estaba satisfecha con su matrimonio hasta que enfermó porque recibió la noticia de que no podría tener hijos con el hombre que amaba y había elegido. Freud indica que su deseo de tener hijos estaba relacionado con una fijación de deseo infantil, por lo que después de este suceso, presentaría síntomas de la neurosis obsesiva como la compulsión de lavarse las manos y la excesiva limpieza.

4 El caso de Francisco fue revisado en clase, tratándose de un documento no publicado. De acuerdo con este caso, los males de Francisco iniciaron cuando se divorció debido a que su esposa ya no soportaba tanto control de su parte, además de que no le gustaba asistir a fiestas y reuniones haciéndola sentir en una "cárcel de oro". Es en este momento cuando Francisco empieza a presentar los síntomas descritos anteriormente.

5 Cf. S. Freud, "Análisis de la fobia de un niño de cinco años" (1909), en op. cit., t. 10, p. 43. El caso de Juanito (Hans) le permitió a Freud dar un primer paso para aclarar aspectos desconocidos sobre la angustia, la fobia, la obsesión y la histeria. Freud explica la formación del objeto fóbico, en este caso los caballos, y su relación con el tema de la devoración y la angustia de castración.

6 Cf. S. Freud, "Psicopatología de la vida cotidiana" (1901), en op. cit., t. 6, p. 9–15. En esta obra, su autor dedica un capítulo para explicar el olvido de los nombres propios y el fracaso de la función psíquica del recordar a través de un suceso observado en sí mismo. Este análisis será retomado a lo largo del texto.

7 S. Freud, "El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen" (1907[1906]), en op. cit., p. 26.

8 Ibid., p. 29.

9 Ibid., p. 20.

10 S. Freud, "Psicopatología de la vida cotidiana", en op. cit., p. 11.

11 Ibid., p. 12.

12 Ibid., p. 11.

13 Ibid., p. 15.

14 S. Freud, "El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen", en op. cit., p. 29.

15 S. Freud, "Psicopatología de la vida cotidiana", en op.cit., p. 9.

16 Ibid., p. 63.

17 Ibid., p. 64.

16 Ibid., p. 9.

19 S. Freíd, " El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen", en op. cit., p. 29.

20 Idem.

21 S. Freud, "Psicopatología de la vida cotidiana", en op. cit., p. 62.

22 S. Freud, "El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen", en op. cit., p. 12.

23 Idem.

24 S. Freud, "Psicopatología de la vida cotidiana", en op. cit., p. 13.

25 Idem.

26 Ibid., p. 14.

27 S. Freud, "El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen", en op. cit., p. 29.

28 Lucía Rangel, La fobia: más que un simple miedo, [Manuscrito no publicado], p. 4.

29 Jacques Lacan, "Las formaciones del inconsciente (1957–1958), sesión del 16 de abril de 1958", en Seminario. México, Paidós, p. 334.         [ Links ]

30 Idem.

31 Ibid., p. 335.

32 Ibid., p. 328.

33 Ibid., p. 332.

34 Manuel Contreras, "En la histeria, del elogio a la elegía", conferencia dictada en Garza García N. L. el 10 de noviembre de 1985,inédito.         [ Links ]

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