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En-claves del pensamiento

versión On-line ISSN 2594-1100versión impresa ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.1 no.2 México nov. 2007

 

Artículos

 

Estados Unidos entre el petróleo e Israel o cómo conseguir la cuadratura del círculo

 

Pedro Javier Cobo Pulido*

 

* Profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Departamento de Estudios Generales y Estudios Internacionales.

 

Resumen

Tras la Segunda Guerra Mundial Gran Bretaña y Francia dejaban de ser los agentes internacionales principales en Oriente Medio. Estados Unidos y la URSS les sustituirían. A este nuevo panorama se le sumaba la reciente creación del Estado de Israel. Los norteamericanos necesitaban imperiosamente el petróleo de los países árabes por lo que hizo alianzas con los mismos, pero a la vez, intentando lo imposible, apoyó al nuevo Estado Judío, que era rechazado totalmente por los países productores de petróleo. El artículo hace un recorrido por las relaciones internacionales entre Estados Unidos, Israel y los países árabes, intentando explicar cuáles fueron las razones por las que Washington apoyó a Tel Aviv cuando en apariencia ese apoyo le generaba muchos más problemas que beneficios.

Palabras clave: Relaciones Estados Unidos e Israel, conflicto de Oriente Medio, crisis petrolera.

 

Abstract

After World War II, Great Britain and France were no more the main international agents at the Middle East. The United States and the URSS replaced them. In addition to this new panorama, there was the recent foundation of the State of Israel. Due to that the Americans urgently needed petroleum from the Arab countries, they made alliances with the Arabs; meanwhile, they were attempting an impossible goal: to support the new Jewish State, which was petroleum–producing countries. This article analyzes the international totally rejected by the relations between the United States, Israel and the Arab countries. It attempts to explain which were the reasons for Washington to support the Tel Aviv, when, it seemed, that this support was producing more problems than benefits.

Key words: International relations between the United States and Israel, Middle East conflict, oil crisis.

 

Oriente Medio: el centro del Mundo

El palestino Negib Azury publicaba en 1905 El despertar de la nación árabe en el Asia turca. En él, hacía una aventurada profecía que el tiempo se encargaría de cumplir:

Dos fenómenos importantes de la misma naturaleza y sin embargo opuestos que todavía no han llamado la atención de nadie, se manifiestan actualmente en la Turquía asiática: se trata del despertar de la nación árabe y del esfuerzo latente de los judíos para reconstituir a muy gran escala la antigua monarquía de Israel. Esos dos movimientos están destinados a combatirse continuamente hasta que uno de ellos venza al otro. Del resultado final de esa lucha entre estos dos pueblos representantes de dos principios contradictorios dependerá el futuro del mundo entero. De hecho, no es la primera vez que los intereses de Europa en el Mediterráneo se ven agitados en los países árabes pues este territorio, que comunica tres continentes y tres mares, ha sido, en distintas épocas, el escenario donde se han desarrollado acontecimientos políticos o religiosos que han trastornado el curso de los destinos del universo.1

Otro profeta, unos decenios antes, vislumbraba un choque entre el expansionismo ruso y el norteamericano. De nuevo, el agudo barón de Tocqueville, acertó en su Democracia en América; el siglo xx no se entendería sin el enfrentamien–to Este–Oeste.

Nagib previó que los intereses de Europa dependerían de Oriente Medio pero no intuyó lo que vio Tocqueville: el imparable ascenso de la potencia norteamericana y su enfrentamiento con el gran oso del Este de Europa. Si es cierto que ese enfrentamiento fue global, en estricto sentido de la palabra, no es menos cierto que uno de los puntos centrales de esa lucha por el poder fue Oriente Medio. Nixon afirmaba.

Tanto el poderío económico como militar están en nuestros días supeditados al petróleo. Este hecho básico es la causa de que el Golfo Pérsico sea el centro de la tormenta global en las últimas décadas del siglo xx. Si la Unión Soviética llega a poder cerrar los grifos del petróleo de Oriente Medio, podrá también hacer hincar la rodilla a la mayoría de las naciones occidentales.2

Nixon continuaba: "Ahora más que nunca —escribió el libro en 1980—, determinar quién domina qué en el Golfo Pérsico y en el Oriente Medio es la clave para determinar quién domina qué en el mundo". Sí, el petróleo era, y sigue siendo, un factor decisivo en el tablero de ajedrez mundial.

Si antes de terminar la Gran Guerra, Estados Unidos ya se había convertido en la primera potencia,3 y su pnb constituía el 35% del total mundial,4 después de la segunda gran contienda del siglo XX, Estados Unidos superaba con creces sus índices de hacía apenas veinte años. Ese gigante de la producción necesitaba, perentoriamente, el petróleo para poder seguir manteniendo la supremacía global. El primer pozo petrolífero del mundo se excavó en 1859 en Titusville, Pennsilvania, y el emporio de Rockefeller se convertiría, en palabras de Nixon, en la opep de finales del XIX.5 Los enormes recursos petrolíferos encontrados en Oriente Medio en el periodo de entreguerras dieron una ventaja comparativa a los dos imperios coloniales establecidos en esas tierras: Francia y, sobre todo, Inglaterra. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y el ascenso de la URSS en esa zona desplazaron a las potencias europeas de la zona. La proximidad, y su enorme potencial bélico e industrial, convertían a los soviéticos en un poderoso candidato a controlar un punto clave del globo terráqueo; no obstante, los Estados Unidos estaban también bien instalados en Oriente Medio: hacia 1947, las compañías petroleras estadounidenses controlaban el 42% de las extracciones del área6 y no cabe la menor duda de que su intención era la de aumentar su influencia sobre El Dorado petrolífero.

Hacía 1947–1948 la profecía de Nagib empezaba a cumplirse; el nacionalismo árabe se estaba enfrentando al judío y las superpotencias tendría que decidir: o el petróleo o apoyar la causa sionista. La urss tomó partido por los países árabes en contra de Israel; Estados Unidos, sin embargo, intentó la cuadratura del círculo: apoyo a Israel a la vez que intentaba mantener el suministro constante del oro líquido hacia sus industrias. Así, Estados Unidos, desde finales de los años cuarentas del siglo XX, se ha tenido que enfrentar en Oriente Medio a intereses contrapuestos que podríamos resumir en: necesidad de contener a la Unión Soviética; necesidad de preservar el abastecimiento de petróleo; necesidad de anular al terrorismo islámico y, finalmente, el interés por defender al Estado de Israel.7

Si entre los políticos norteamericanos hubo consenso en cuanto a los tres primeros objetivos no se puede decir lo mismo con respecto al último. Es más, el intento de conciliar los tres primeros, lo que implicaba un acercamiento a las dinastías árabes, parecía totalmente incompatible con dar seguridad al joven estado de Israel. Sin embargo, Estados Unidos se empeñó, y sigue empeñada, en conseguir todos a la vez. Este hecho es lo que ha llevado a que la política norteamericana en esa zona sea ambivalente y, a veces, contradictoria.8

En principio, la paradoja procede de la misma asimetría de los intereses que los Estados Unidos tiene con cada una de las partes: Israel y los países productores de petróleo. En el caso de Israel se trata de una relación con un país que apenas supera, en la actualidad, los cinco millones de personas, por lo que el beneficio directo que los Estados Unidos puede recibir es simbólico con respecto al total de su economía. Por el contrario, nuestro vecino del norte recibe más del 20% del total de sus importaciones de petróleo de los países del Golfo Pérsico. Teniendo en cuenta esta enorme asimetría lo lógico hubiera sido que los Estados Unidos hubieran dejado a su suerte hace mucho tiempo a Israel favoreciendo sus relaciones con los países árabes; pero lo cierto es que Estados Unidos ha favorecido enormemente al Estado de Israel durante los últimos sesenta años. Múltiples factores coadyuvaron a que se estableciera esa asimétrica y sorprendente relación; siguiendo a Bar–Siman–Tov,9 tendríamos entre ellos a:

A) Los de baja política: valores similares con respecto a la democracia y la cultura occidental; influencia del lobby judío en Estados Unidos cara a las elecciones y a la aprobación de leyes en el Congreso y Senado. A esos, señalados por Bar–Siman–Tov, nosostros podríamos añadir el peso del fundamentalismo protestante y su visión apocalíptica de la historia: para esta visión, apoyada supuestamente por textos bíblicos y evangélicos, es necesario que el pueblo judío se reestablezca en Israel y que se reconstruya el Templo de Salomón como paso previo a la Segunda Venida de Jesucristo.10

B) Entre los de alta política se encontrarían: mismos intereses en el contexto de Guerra Fría entre 1970 y 1990; Y, a partir de esa fecha, la contención del terrorismo islámico.

Podríamos resumir ese tipo de relación con la siguiente frase de Ariel Sharon:

Existe una profunda amistad entre Israel y los Estados Unidos —entre nuestros pueblos y países—. Las bases de esta amistad se deben a valores comunes, al compromiso con la democracia, libertad, paz y comunes intereses, incluyendo la lucha por la estabilidad regional y la prevención del terrorismo y la violencia. 11

Si tanto Kennedy como Carter afirmaron categóricamente que su relación con Israel era especial12 no podemos dejar de pensar que la relación del actual presidente Bush con Israel también lo es, tal como el mismo afirmó:13 "Lucharemos por nuestros principios y apoyaremos a nuestros amigos en el mundo. Y uno de los más importantes es el Estado de Israel". Para demostrarlo basta con repasar la agenda del gobierno estadounidense durante junio (2003) para darnos cuenta de esa afirmación: Bush, Powell, Condolezza Rice y el enviado especial para la zona, Wolf, llegaron en el plazo de unas tres semanas para interesarse por el conflicto palestino–israelí. No es pues extraño que la percepción generalizada es la de que Estados Unidos apoyó siempre y en todo momento a Israel. Y la respuesta es cierta en términos generales; sin embargo, la realidad, como suele pasar, siempre es más compleja. En las siguientes líneas intentaré hacer un rápido recorrido por las relaciones entre Estados Unidos e Israel en los últimos cinco decenios y medio con el fin de esclarecer qué tipo de relaciones hubo entre esos dos países y cuales fueron las causas de esa relación tan estrecha.

Las preguntas que pretendo plantear, e intentaré responder, serán las siguientes: ¿A qué factores se deben estas especiales relaciones entre países tan asimétricos como son los Estados Unidos e Israel? ¿Esas relaciones siempre fueron así o hubo periodos en los que hubo tensión? ¿Cómo manejó —o está manejando— Estados Unidos y cómo le está afectando esas relaciones con respecto a los países árabes productores de petróleo?

 

Roosevelt: adentrándose en el laberinto

Joseph Grew, subsecretario de Estado, advirtió en un memorando de 1945 que las actividades sionistas en los Estados Unidos se convertirían en la mayor amenazada para establecer buenas relaciones con los países árabes productores de petróleo. Roosevelt, a pesar de su afinidad por la causa sionista, se dejó llevar por la Realpolitik y por los consejos de Edward Stettinius, su secretario del Departamento de Estado, quien le aconsejó entrevistarse con el rey de Arabia Saudita con el fin de conseguir petróleo14. Roosevelt creyó que convencería al rey para que cediera ante el problema de los judíos desplazados de Europa y accediera a admitirlos en Palestina. Ante la negativa del rey, Roosevelt entendió: si quería la amistad de Arabia Saudita había que olvidar a los desplazados judíos. Según el asistente del presidente norteamericano en ese momento, David K. Niles, de haber continuado vivo Roosevelt es posible que Israel no hubiera nacido.15

 

Truman y Eisenhower: amigos pero no tanto

Truman, desde niño, tenía una cierta afinidad hacia el puebo judío y hacia el sionismo.16 Además, cuando llegó al poder, el horror del Holocausto le empujaba a favorecer la emigración hacia Palestina de los judíos desplazados de Europa. También influía en su visión de la jugada el hecho de que el lobby judío era enormemente eficaz. La azec (American Zionist Emergency Council), fundada en 1943, se había convertido en el grupo de presión más importante de Estados Unidos,17 por lo que no fue extraño que Robert Hanegan, Presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata, informara a Truman de la importancia que tendría su postura prosionista para favorecer la recaudación de fondos para el partido demócrata,18 Esas presiones hicieron que los Estados Unidos fueran favorables a la partición de Palestina y a la creación del Estado de Israel en mayo de 1948. La posición de Truman no fue fácil, no sólo se enfrentó a la tradicional posición del Departamento de Estado sino que, incluso, su secretario de Estado, George Marshall, le criticaría de haber envilecido la presidencia al haber supeditado la política exterior a las elecciones.19 Aún así, la relación bilateral entre los dos países distó de ser especial entre 1948 y 1960.20 La baja política animó a Truman a reconocer a Israel en 1948, pero tanto el pentágono como la cia intentaron minimizar esa relación ya que entendían, con razón, que podía dañar los intereses de los Estados Unidos en la región.21 Tanto es así, que el Estado de Israel pudo hacer frente a la guerra del 48–49 gracias al armamento checo y no al estadounidense.22

En cuanto a la administración Eisenhower, el presidente y su secretario de Estado, Foster Dulles, consideraron que las relaciones con Israel eran un obstáculo a la seguridad de los intereses estadounidenses, especialmente en cuanto a la contención del comunismo.23 Que la afinidad de Eisenhower hacia Israel no era muy grande quedó demostrada ampliamente cuando, por ejemplo, impuso sanciones económicas a Israel tras la crisis del Canal de Suez de 1956 y cuando amenazó a Israel con expulsarla de la Naciones Unidas e incluso de romper relaciones diplomáticas.24 La posición de Dulles25 era clara en ese sentido; en febrero de 1957, tras conocerse que Israel era reticente a retirarse de la Franja de Gaza y de un área en el Sinaí cercana a Puerto Eilat, afirmó ante un grupo de senadores que, si Israel seguía empecinándose, se desataría una agitación sin fin: los ataques guerrilleros volverían a empezar, el petróleo cesaría de llegar a Europa y la influencia de la Unión Soviética aumentaría en la zona. En definitiva, concluía Dulles, sucedería todo aquello que se pretendía evitar desde el nacimiento de Israel en 1948. Por su parte, Eisenhower envió una carta a Ben Gurión en donde le animaba a retirarse antes de que se encontrara con menos amigos de los que hasta ese momento había tenido.26

Es decir, antes de 1960 la baja política —afinidades políticas y culturales— hacían pensar a la opinión pública que la relación era especial; sin embargo, la alta política pesó más en las decisiones de Washington: negó a Israel la posibilidad de entrar en la otan y no aceptó el ofrecimiento de instalar una base militar estadounidense en el Neguev.27 En ese momento era, a los ojos estadounidenses, más conveniente atraerse a los países árabes con el doble propósito de mantener abierto el canal del petróleo y evitar la intromisión de la URSS en la zona. Por otra parte, en la política de Contención de Eisenhower, Israel no tenía un papel importante y él, personalmente, minimizaba el miedo israelí a ser atacado.28

 

Kennedy y Johnson: una relación especial

En 1962 Kennedy dijo en conversación privada a Golda Meir: "Los Estados Unidos tiene una relación especial con Israel en el Medio oriente, únicamente comparable con la que tienen con Gran Bretaña acerca de un amplio abanico de asuntos mundiales".29 Johnson sentía también simpatía por Israel.30 Las administraciones demócratas de los años sesentas se tuvieron que enfrentar al pan–arabismo nasseriano, a la unión de Siria a Egipto y a la, cada vez mayor, influencia de la urss en Oriente Medio.31 Con el fin de no perder poder en esa zona se estimularon las reformas en Irán, se estimuló las relaciones Israel–Irán y las de Israel con Turquía. A la vez, Kennedy insistía en la necesidad de que Israel no desarrollara el programa de armamentos nucleares. Tel Aviv se mostraba reticente pero, finalmente, Levi Eskhol, más flexible que Ben Gurión, cedió y prometió no ser el primer país de la zona en hacerlas. A cambio, Estados Unidos inició el envió de armas a Israel que, sin ser importante, si era significativo para el joven Estado.

Algo había cambiado. Kennedy, al igual que Eisenhower, entendía que una buena relación entre Israel y los países árabes era fundamental para conservar los intereses estadounidenses en la zona; sin embargo, a diferencia de Eisenhower, no veía a Israel como un estorbo sino como una fuerza positiva que, al compartir los ideales norteamericanos, le podía ser de gran utilidad en la zona.32 Además, a diferencia de su predecesor, sí reconoció la inseguridad de Israel pues la venta de armas de la URSS a Irak, Siria y Egipto ya era un hecho. Johnson no hizo más que intensificar esa relación (1964–1967). Además del aumento de armamento enviado por la URSS a Egipto, Johnson necesitaba el apoyo del lobby judío en su campaña en Vietnam33.

La guerra de 1967, quizá fue el primer momento en el que ambos países coincidieron en la situación global. Israel, previendo un ataque, golpeó primero, aún a riesgo de ir sola. Johnson había anunciado antes: "Israel no irá sola a no ser que decida ir sola".34 Sin embargo, Israel sabía que una vez iniciada la contienda, la urss podría entrar en la guerra ya que los soviéticos habían amenazado: "Si Israel inicia el ataque militar la Unión Soviética apoyará al atacado",35 por lo que Israel preveía que, una vez iniciada la guerra, Estados Unidos no tendría otra salida que apoyarles. Las previsiones se mostraron ciertas hasta el punto de que, una vez iniciada la contienda, los Estados Unidos ni siquiera protestaron por el ataque del ejército Israelí al barco de vigilancia Liberty. Su destrucción impidió a los Estados Unidos saber exactamente saber lo que estaba pasando y dejó las manos libres a los israelíes en los Altos del Golán. Ante la amenaza de los soviéticos de intervenir,36 los norteamericanos olvidaron el afaire. El cambio de rumbo quedó materializado con el aumento de envío de armamento. Si en 1963 se enviaron armas por un valor de 44.2 millones de dólares, en 1968 la suma alcanzaba la cifra de 995.3 millones.37

La victoria de Israel en la guerra de los Seis Días en 1967 produjo una serie de cambios que llevarían al establecimiento de, ahora sí, una verdadera relación especial entre los dos países. Los factores que influyeron en ese cambio fueron:38 la ocupación de Israel del Sinaí, de Cisjordarnia, de Gaza y de los Altos del Golán convertían de pronto a los Estados Unidos en el mediador necesario entre los países árabes e Israel; el poderío militar israelí impresionó a los países árabes y a los soviéticos, incluso a los propios norteamericanos: Israel, a los ojos de los norteamericanos, empezó a verse de forma más atractiva cara el enfrentamiento democracia–comunismo; Estados Unidos, al comprobar que Israel había ganado la guerra sin intervención directa de los Estados Unidos, entendió que era más rentable el apoyo económico y militar a una tercera potencia que la presencia de tropas estadounidenses en una zona de conflicto. Vietnam estaba siendo un buena escuela de lo que no se debía hacer.

A partir de ese momento la política de Estados Unidos persiguió, en líneas generales, dos objetivos: conseguir que Israel devolviera los territorios ocupados y armar a Israel, utilizándolo como contención ante el avance del comunismo en la zona.

 

Nixon y Kissinger: golpear para atraer

A partir de Nixon dos visiones aparecieron con respecto a Oriente Medio: la del Secretario de Estado William Rogers y la del Consejero de Seguridad Henry Kissinger.

Rogers aseguraba que la inestabilidad en Oriente Medio y la incursión de la URSS en la zona era debida al conflicto con Israel y, en especial, a su intransigencia, que llevó a la guerra del Yom Kippur. Por lo tanto, era partidario de presionar a Israel para que hiciera concesiones. Kissinger, por otra parte, veía la relación con Israel como una parte de la lucha entre los dos superpoderes. Proponía disminuir la influencia de los radicales árabes y de la Unión Soviética y aumentar el poderío Israelí. De esta forma, los estados árabes se darían cuenta que sólo los Estados Unidos, y no la URSS, serían quienes les podrían ayudar en solucionar sus diferencias con Israel. Según el mismo Kissinger,39 la URSS fue quien llevó la pauta en las negociaciones acerca de Oriente Medio durante los sesentas y "sólo se podía romper el estancamiento si todas las partes tuvieran que enfrentarse a la fundamental realidad geopolítica del Oriente Medio: que Israel era demasiado fuerte […] y que los Estados Unidos estarían alerta contra toda intervención soviética". La conclusión era obvia para Kissinger: la clave de la paz en el Medio Oriente residía en Washington y no en Moscú. Si los Estados Unidos jugaban sus cartas con cuidado, los soviéticos tendrían que contribuir a una auténtica solución, o bien uno de los clientes árabes rompería filas y empezaría a desplazarse hacia los Estados Unidos. En ambos casos se reduciría la influencia soviética entre los Estados árabes radicales.40

Nixon optó por la vía intermedia: presionar a Israel para que hiciera concesiones y armarlo para atraerlo a Israel según la visión de Kissinger. Así, con Nixon, las posiciones de Israel coincidían con las de Estados Unidos en términos de política global. Nixon afirmó: "Nuestros intereses son a favor de la libertad y no necesariamente a favor de Israel debido al voto judío. Estamos con Israel porque Israel desde nuestro punto de vista es el único estado en Oriente Medio que está a favor de la libertad y es una barrera efectiva a la expansión soviética".41 Barrera que fue muy útil en la guerra de 1970 en Jordania: Estados Unidos pudo quedarse al margen gracias al ejército israelí y así evitar un mayor enfrentamiento con la urss. De tal forma que Kissinger pudo decir, sin mentir, a Golda Meir que los Estados Unidos tenían la suerte de contar con un aliado como Israel en la zona.42 En definitiva, para la doctrina de Nixon Israel tenía un papel importante en Oriente Medio. La experiencia de Vietnam estaba enseñando que no era suficiente un gran poderío armamentístico. Era también necesario tener aliados en las zonas de conflicto, e Israel lo era.43

Siguiendo la visión expuesta, la política de los Estados Unidos en esa zona estuvo centrada fundamentalmente en tres países:44 Israel, Irán y Arabia Saudita. Israel sería considerado como un aliado y se debía mantener bajo la influencia de los Estados Unidos. En cuanto a Irán y Arabia Saudita, los territorios ocupados por los israelíes serían utilizados como moneda de cambio y, por si fuera poco, la ayuda militar a Israel sería lo suficientemente grande como para convencer a los países árabes que la única posibilidad viable en Oriente Medio era el estar cerca de los Estados Unidos. Así, la ayuda militar llegó generosamente a Israel. Si entre 1950 y 1970 se envió armamento por un total de 653 802 millones de dólares, sólo en 1971 se envió 440 018 millones, para subir a 472 298 en 1972 y a 2 505 323 en 1974, después de la guerra del Yom Kippur.45 A su vez, se venderían armas a los países árabes amigos con el fin de controlar la oposición interna y la posible amenaza de los soviéticos.46 Irán sería tratado como uno de sus grandes aliados; su enorme riqueza ayudaría a modernizar al país y podría comprar armas a los norteamericanos. En cuanto a Arabia Saudita, enormes sumas de dinero, en manos de empresarios relacionados con la familia reinante, estarían seguras en bancos norteamericanos o se invertirían en lujosas mansiones en ese país.

Sin embargo, los políticos del Departamento de Estado no valoraron la humillación profunda que estaba sufriendo el mundo árabe; y la guerra del Yom Kippur de 1973 bien pudiera ser vista como el resultado de esa frustración. La guerra condujo al embargo de petróleo y a una crisis mundial. A partir de la guerra, la posición de Nixon cambió ya que su premisa principal —armar a Israel para evitar la guerra— fracasó. A partir de ese momento la política estadounidense incluyó no sólo el factor israelí sino también el árabe.47 Gracias a esta nueva política, Washington supo sacar ventaja de la guerra:48 evitó el aplastamiento de los ejércitos árabes por parte de los israelíes, lo que les permitía mostrarse como árbitros imparciales en el conflicto y facilitaba un mayor acercamiento. De esta forma, los países árabes pudieron percibir como más beneficiosa la relación con los norteamericanos que con rusos; por otra parte, una vez mejoradas las relaciones con los países árabes, la importancia de Israel en el contexto de la Guerra Fría disminuía, lo que facilitaba la presión para que Tel Aviv devolviera parte de los territorios ocupados en 1967.

Como afirmaría Kissinger, a partir de ese momento se "necesitaría el apoyo norteamericano, primero para restaurar el statu quo ante y luego para lograr un avance hacia la paz".49 El éxito de esta política fue evidente en el caso de Egipto que llevó a los acuerdos de Camp David (1979); también hubo otros países que se deslizaron hacia los Estados Unidos como fueron Irak, quien le compró alta tecnología;50 y la misma Arabia Saudita suprimió el embargo cinco meses después de haberlo iniciado.51 En cuanto a Jordania, la ocupación por parte de Israel de Cisjordania en 1967 y, por lo tanto, de la Explanada de las Mezquitas —el tercer lugar santo para todo musulmán—, implicaba que Israel y su aliado Estados Unidos se convertían en enemigos. Sin embargo, el intento de la OLP en 1970 de derrocar al rey Hussein hicieron que Jordania tuviera que pedir ayuda precisamente a Israel con el fin de expulsar de su territorio a los revoltosos; aún, cuando difícilmente Hussein pudiera estar contento con el resultado de la guerra de 1973. Éste sabía que su permanencia en el poder dependía en gran medida de los gobernantes de Tel Aviv y Washington. En cuanto a Irán, el régimen de Reza Pahlevi dependía para su supervivencia de los Estados Unidos y poco podía hacer en contra de quien le había apoyado a subir al trono, teniendo en cuenta que desde 1953 había una oposición interna muy fuerte al gobierno.52 A pesar de que la política de Nixon y Kissinger tendría algunos años más tarde sus frutos en los acuerdos de Camp David, lo cierto es que cuando llegó la nueva administración demócrata de Carter la solución a los problemas en Oriente Medio no sólo estaban lejos de solucionarse sino que su complejidad había aumentado en dos sentidos:53 el aumento de costo y la aparición del pueblo palestino como entidad organizada gracias a la OLP.

 

Carter: distender para ganar

La época Carter se caracterizó por un compromiso idealista, pero a veces poco real, en defensa de los derechos humanos —Chile, Argentina, URSS y a favor de los acuerdos para restringir la construcción de las armas nucleares. Sin embargo, su política en términos globales careció de la consistencia necesaria en un contexto nada fácil al debatirse entre las propuestas de contención total en cualquier parte del mundo —de su Consejero Nacional de Seguridad, Brzezinski— o las de acuerdos económicos entre las dos superpotencias —apoyadas por Vance, Secretario de Estado—.54 No obstante, tuvo un éxito notable en la zona más conflictiva de todo el mundo: Oriente Medio. Varios factores ayudaron a ese éxito. Carter se empeñó personalmente en la cuestión de Oriente Medio, en parte debido a su influencia protestante, en donde Jerusalén y los territorios bíblicos tienen un especial significado. Pero también tenía un interés político concreto: si él triunfaba en donde tantos otros habían fracasado el esfuerzo sería redituable.55 En 1972 Carter afirmaba "tenemos una relación especial con Israel. Es crucial que en nuestro país o en cualquier parte del mundo que nadie dude acerca de que nuestro primer compromiso en el Oriente Medio es proteger el derecho de Israel a existir, a existir permanentemente, y a existir en paz".56 Además, la segunda mitad de los setentas, disfrutó de una cierta distensión Este–Oeste lo que le permitió intentar un acuerdo con la URSS acerca de Oriente Medio. Asimismo, la desaparición de Nasser y la llegada al poder de Sadat en Egipto ayudó en gran manera a la política del presidente norteamericano, pudiéndose iniciar un nuevo periodo en las relaciones Estados Unidos e Israel.57 Sadat ayudó mucho en esa nueva relación al dejar de lado a la URSS y volverse hacia los Estados Unidos.58 En el momento en el que gobernante egipcio tendió la mano a Washington, el gobierno norteamericano se concentró en la búsqueda de acuerdos bilaterales más que en los multilaterales. Así, Carter, gracias a la estrategia del palo y la zanahoria —acercamiento a los países árabes y dinero para armas a Israel— pudo conseguir los acuerdos de Camp David en los que la península del Sinaí pasaba de nuevo a manos de los egipcios. En un nuevo contexto de mejores relaciones con los países árabes —Egipto e Iraq— Carter no dudó en amenazar a Begin para que cediera. De no haber cedido éste, las ayudas económicas a Israel hubieran peligrado.59 El acuerdo de paz se consiguió, Israel recibió una generosa ayuda económica y Arabia Saudita y Egipto ayuda militar. Los norteamericanos seguían con su política de balances.

 

Reagan: el mejor amigo de Israel

La política de Reagan hacia Oriente Medio estuvo basada en cuatro premisas:60 se debía asegurar el suministro de petróleo por parte de los países árabes a Estados Unidos; el conflicto palestino–israelí había dejado de ser tan importante y se podía dejar de lado; Israel y los países árabes eran zonas distintas y cada una tenía su propia dinámica y, por lo tanto, había que tratarlas por separado; los estados en esa zona debían ser defendidos de la amenaza soviética. De estas cuatro se puede deducir la quinta: Israel era un punto importante en la lucha Este–Oeste y Estados Unidos debía apoyarla con toda su fuerza. El Secretario de Estado de Reagan, Alexander Haig, lo manifestó de forma diáfana: "Israel no ha tenido mejor amigo en la Casa Blanca que Reagan".61 Reagan veía a Israel —al igual que toda su política exterior— en términos de la tensión Este–Oeste y en ese contexto Israel era el amigo ideal que nunca le iba a traicionar ya que su existencia dependía de la fortaleza estadounidense. La relación de Reagan, de esta forma, no sólo se veía como el resultado de una cierta afinidad —cultural, política o religiosa— si no en términos globales de poder en contra de la Unión Soviética.62

En septiembre de 1982, Reagan anunciaba públicamente su plan para conseguir la paz en Oriente Medio. Según él, la olp era el mayor obstáculo para alcanzar la paz —en Israel y en el Líbano— y repitió en varias ocasiones el derecho legítimo de Israel a vivir bajo fronteras seguras y defendibles".63 El discurso de Reagan terminó con un contundente: "El compromiso de América con la seguridad de Israel es total. Y, podría añadir, también el mío".64 Sin embargo, Reagan no consideraba a Cisjordania y Gaza como esenciales para la defensa de Israel y le conminaba a que diera pasos para retirarse de esas zonas.65 A pesar de esos buenos propósitos la administración Reagan no se caracterizó por la presión sobre el gobierno israelí en ese sentido. En definitiva, la batalla importante era contra la URSS y no contra su mejor aliado en Oriente Medio, como lo demostró la cooperación sin precedentes en materia militar y asistencia económica. Así, entre 1980 y 1988, se firmaron varios tratados de cooperación estratégica, y se nombró a Israel como el mayor aliado no perteneciente a la otan.66 Durante su Administración, Israel recibió 22.9 mil millones. Sin embargo Reagan no olvidó a sus aliados sauditas a los que vendió AWACS y F–15.67 Siguiendo con esa política de balances, el sueño de Reagan era establecer un consenso entre los Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita intentando crear una especie de alianza regional.68 Alianza más necesaria que nunca en un momento en el que Irán, el otro gran productor de petróleo, había declarado la guerra santa a los Estados Unidos. La Alianza, como era previsible, no se consiguió. Reagan se equivocó: Israel y los países árabes sí estaban en la misma zona y en la diplomacia no se podían separar del todo. Pero si no se podía separar, sí que se podía conseguir alianzas con los países árabes aprovechando sus diferencias. Se había perdido Irán, pero se podía ganar Irak aprovechando la guerra con el régimen de Jomeini.

 

Bush y Clinton: y el Muro se cayó

En el momento de llegar Bush al poder, 1988, la situación en Oriente Medio había cambiado mucho con respecto al año anterior.69 Irak había obligado a Irán a firmar un alto el fuego beneficioso para el gobierno de Sadam. También en 1988, en un encuentro en Argelia, las naciones árabes declararon a la olp como la única organización que representaba a los palestinos. Por su parte, el Consejo Nacional Palestino reconoció a finales de 1988 el Estado de Israel y el derecho de Palestina a tener un Estado.70 Ese supuesto nuevo Estado —ya que sólo existía en papel— fue reconocido por más de cien naciones incluyendo la Unión Soviética y China, pero lo no fue por los Estados Unidos, Europa Occidental ni por Israel.71

En los primeros dieciocho meses del gobierno Bush, la política hacia Israel varió con respecto a las líneas generales de toda su política exterior. Se estaban llegando a acuerdos con la urss gracias a la llegada de Gorbachov— en sitios como Afganistán, Namibia, Angola o Mozambique. Siguiendo esta línea, Bush deseaba llegar a un acuerdo con respecto a Oriente Medio, pero, si ése era su deseo, lo más normal es que hubiera llegado a un acuerdo a través de la olp; sin embargo no fue esa su línea de actuación, sino que siguió la línea elaborada en 1988 por Dennis Ross y Richard Haas, miembros del Washington Near East Policy, en la que se insistía en la tradicional política hacia Tel Aviv, con algunos pequeños ajustes de acuerdo con el nuevo contexto mundial de distensión.72

Sin embargo, la guerra contra Irak obligó a Bush a variar un poco su tradicional política hacia Israel. La invasión de Kuwait por Irak obligaba a los Estados Unidos a buscar una alianza con los países árabes con el fin de atacar con el mayor número de fuerzas —materiales, pero sobre todo morales—, lo que implicaba que la alianza estratégica con Israel, más que una ayuda, se convertía en un estorbo. El hecho de que los Estados Unidos presionaran a Israel para que este no respondiera a los ataques iraquíes —a cambio de misiles defensivos Patriots procedentes de Estados Unidos— acababa con la idea de que Israel defendía los intereses norteamericanos en la zona.73 Por otra parte, la coalición Laboristas–Likud gobernante en ese momento se deshizo; a partir de ese momento el líder del Likud, Shamir, gobernaría en minoría con el apoyo de grupos marginales que apoyaban la colonización de Cisjordania. Debido a esas razones, la visión del gobierno de Bush hacia Israel cambió, convirtiéndose en la primera, desde Eisenhower, en mostrar una actitud recelosa ante Israel —apoyada por algunas voces disidentes judías, dentro de Israel y de la comunidad judía internacional— y actuó en contra de la política de asentamientos y de falta de respeto de los derechos humanos de los palestinos.74

La presión, tanto interna como externa, tuvo efecto, y en 1992 en la batalla electoral los laboristas conseguían situar a Rabin como primer ministro de Israel. De esta forma, cuando llegó Clinton al poder, 1993, la suerte le sonrió. Además de ser un gran amigo de Israel, la llegada de los laboristas Rabin y Peres al gobierno ayudaron al buen entendimiento. Ambas administraciones buscaban la pacificación de la zona como salida a los graves problemas. La nueva actitud pronto dio sus frutos en los acuerdos de Oslo de 1993: Jordania inició relaciones con Israel, y Estados Unidos mejoró sus relaciones con Siria. Clinton siguió aportando puntualmente a Israel tres mil millones de dólares anuales y se firmó un acuerdo por el que Israel estaría al mismo nivel que los países de la otan en cuanto a transferencia de tecnología de punta procedente de los Estados Unidos. En cuanto a los países árabes, las buenas relaciones estaban aseguradas: el proceso de paz en Israel parecía que iba en buen camino y la mayoría de los países —incluyendo a Irán— estaban encantados con la guerra del Golfo y las sanciones económicas impuestas desde Washington a Bagdad. En general, se podía decir que Clinton había cosechado éxitos en Oriente Medio, sin embargo tenía que terminar lo empezado. Durante el año 2000, ya en su último año como presidente, el mandatario estadounidense convenció a palestinos e israelíes de la necesidad de llegar a un acuerdo de paz definitivo. La actitud de Barak fue generosa, ofreció incluso la posibilidad de que la futura capital palestina se asentara en Jerusalén Este. El conocimiento de esa oferta desató una oleada de protestas en Israel; protestas que aprovechó Sharon, candidato del Likud a la presidencia. En julio de ese año parecía claro que los acuerdos de Camp David no iban a llegar a buen puerto. Una serie de problemas lo impidieron: los refugiados, la soberanía de las carreteras y de la ribera del Jordán. El descontento era general. Sharon, consciente de la debilidad de Barak se paseó por la Explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre. La excusa fue perfecta para el mundo político palestino. La Segunda Intifada, ya preparada, empezó en ese mismo día. La administración Clinton, con las elecciones presidenciales a las puertas poco podía hacer. Había que dejar el asunto en manos del siguiente presidente.

 

George W. Bush : la neurosis como política

George W. Bush, en su discurso inaugural el 20 de enero de 2001, dejó clara cual iba a ser su política en cuanto a la defensa de los Estados Unidos: "Los enemigos de nuestra libertad y de nuestro país no deben equivocarse […] Defenderemos nuestros intereses y nuestros aliados […] Enfrentaremos la agresión y la mala fe con resolución y fuerza".75 Sin embargo, el objetivo principal de la política exterior de Bush, según sus propias palabras, no sería la lucha contra los enemigos de su nación, sino que se centraría en fortalecer los lazos económicos y políticos con Latinoamérica y, en especial, con México.76 Esta política cambió radicalmente a partir de los atentados del 11 de septiembre. A partir de ese momento la lucha contra el terrorismo se convertiría en el eje de toda su política. En octubre se atacaba a Afganistán y el 1 de febrero de 2002, Bush pronunciaba su famoso discurso acerca del "Eje del mal" que estaría supuestamente formado por Irán, Irak y Corea del Norte. En ese año se aprobó el aumento del gasto en defensa más alto desde 1980.77 El 19 de marzo de 2003 iniciaba el ataque a Irak.

Aunque ya pasaron más de cuatro años de la invasión a Irak y todavía es muy pronto para valorar el alcance de la nueva visión en las relaciones internacionales, cabe poca duda de que los Estados Unidos —y por ende, el mundo— ha iniciado una nueva época con respecto a la geopolítica mundial. Las líneas generales de esta política, siguiendo a Ikenberry serían:78 mantenimiento del mundo unipolar; cambio en la forma en la que las amenazas —especialmente las procedentes de grupos terroristas— deben ser enfrentadas lo que implicaría que deberían ser atacadas antes de que estas actúen con toda la fuerza disponible (guerra preventiva); lo anterior implicaría una redefinición de lo que es soberanía, aún pasando por encima de tratados internacionales.

Partiendo de esas premisas, la política en Oriente Medio, también tendría como primer objetivo el acabar con el terrorismo, según manifestó Williams Burns, subsecretario de Estado para Oriente Medio,79 el 18 de junio de 2002. En ese discurso, Burns acusó a Irán de seguir promoviendo el terrorismo y se comprometía a evitar cualquier posibilidad de que Sadam volviera a amenazar la región. Seguidamente, expresó cuáles eran los puntos más importantes ante los que se enfrentaba en Oriente Medio su administración: reestablecer la esperanza en la búsqueda de la paz entre árabes e israelíes y los problemas económicos y sociales a los que se enfrentaba la población en esa zona. Con respecto al conflicto palestino–israelí, Burns, dejó clara la posición de la Administración Bush: "La relación Estados Unidos–Israel es más fuerte que nunca, y no puede haber duda de que esta administración está comprometida con la seguridad de Israel", aún así, tampoco dudaba en criticar la política de asentamientos en Cisjordania y en defender la creación de un Estado Palestino: "Ambos pueblos merecen un futuro que ponga fin al corrosivo impacto de la ocupación y de los asentamientos, un futuro que acabe con las humillaciones diarias bajo un régimen de ocupación, un futuro que permita a los palestinos tener su propio Estado, un gobierno responsable y la oportunidad de unas vidas normales y dignas para ellos y sus hijos".

Sin embargo, aunque el conflicto palestino–Israelí es el más acuciante no por eso es el único. El empuje económico y social de una zona inmensamente rica, pero con terribles desigualdades, es, sin lugar a dudas, un grave pendiente en la agenda estadounidense. Pero, como el mismo Burns afirmó, es difícil llegar a un acuerdo con los países árabes sobre cualquier cosa, incluyendo el ataque a Irak, sin tener en cuenta el proceso de paz palestino. De hecho, en las conversaciones del Secretario Asistente con los líderes árabes durante esos meses prácticamente el único tema que se trataba era ese: cómo actuaría Estados Unidos para resolver el conflicto.80 Estados Unidos lo sabía, y lo sabe: no se llegará a la estabilidad en la zona mientras no se solucione el problema palestino ya que, como afirma Mark Strauss, editor de la revista Foreing Policy "Nada moviliza más a la opinión pública árabe que el problema palestino".81 Por eso, una vez que Bush decidió intervenir con toda la fuerza para acabar con los focos supuestamente peligrosos para la integridad norteamericana, era necesario ofrecer un regalo al mundo árabe y al mundo musulmán. Debía conseguir una paz estable y duradera en Palestina si quería cambiar el "atrasado y bárbaro" Oriente Medio en una zona próspera y con mentalidad occidental. Con ese propósito Bush propuso el 24 de junio de 200282 el llamado Road Map o Camino de Ruta, gracias al cual, y si se cumplían ciertas condiciones, para el 2005 habría un Estado Palestino.83 Con ese plan la administración norteamericana esperaba granjearse por lo menos la aquiescencia de los países árabes a la invasión de Iraq. Sin embargo, el apoyo árabe al ataque sobre Irak no llegó y, aunque la retirada de los isralíes de Gaza, agosto de 2005, fue un éxito no dejó de ser una victoria pírrica frente a una opinión pública árabe que es totalmente contraria al ataque a Afganistán84 y también al de Irak.85

Si el gobierno de Bush está perdiendo la batalla por la opinión pública, tampoco se puede decir que esté ganando la de la paz en Palestina. El conflicto, aunque muy disminuido, en gran parte al muro construido entre Cisjordania e Israel, no hay visos de que se arregle pronto, tal como lo pronosticaba el Secretario de Defensa israelí Shaul Mofaz: "El conflicto se está prolongando, y cualquier solución está lejos en el tiempo".86 Al igual que hace cincuenta años, Estados Unidos sigue intentando desatar el nudo gordiano de Oriente Medio.

 

A modo de epílogo

A casi sesenta años de la creación del Estado de Israel, este país puede decir que tiene en Estados Unidos su más fiel aliado y este último también puede afirmar que Israel es su más incondicional amigo, aún cuando no siempre sus intereses coincidan.

Estados Unidos, gracias a una mezcla de habilidad y de "suerte" ha podido hasta el momento conciliar tres de sus objetivos: alejar a la URSS de la zona —ahora a Rusia, aunque esta está acercándose cada vez más a Irán—, abastecerse de petróleo y mantener íntegro el Estado de Israel —aunque con muchas dificultades—. El cuarto todavía está lejos de alcanzarse: el evitar que Oriente Medio sea el principal foco de terrorismo contra sus intereses. Es decir, se podría decir, en cuanto a Realpolitik se refiere, que los Estados Unidos ha obtenido una muy buena calificación en cuanto a su actuación en esa parte del mundo en el último medio siglo. Aún así, el futuro no parece muy halagüeño. Si los países árabes cedieron en cuanto al tema palestino fue debido a la necesidad de dólares estadounidenses pero eso quizá pueda cambiar en los próximos años. La venta de petróleo a países asiáticos es cada vez mayor y se prevé que la tendencia aumente en los próximos decenios de tal forma que los países productores de petróleo dependerán cada vez menos de los norteamericanos.87 Por otra parte, la opinión pública árabe cada vez es más hostil a la política intervencionista estadounidense, y la supuesta política democratizadora de Oriente Medio llevada a cabo por los Estados Unidos está muy lejos de ser efectiva. Es más, éste país ha encontrado, como predijeron muchos, un segundo Vietnam en la zona y no sabe cómo salir de él. Aún así, su enorme potencial militar económico hace prever que en un futuro inmediato Israel no correrá un peligro grave externo teniendo que "conformarse" con unas cuantas decenas de muertes anuales provocadas por los terroristas palestinos, pero me temo que el día en el que los Estados Unidos deje de ser la superpotencia mundial, su principal aliado en Oriente Medio empezará a sufrir gravemente. Deseo enormemente que esa situación no la veamos en nuestra generación ya que el día que los países árabes se sientan lo suficientemente fuertes para "arrojar a los judíos al mar" —frase muy común entre ellos que refleja de forma clara sus más profundos deseos— tendremos la Tercera Guerra Mundial a las puertas. Pero como no quiero ser muy catastrófico es mejor que los historiadores no nos metamos a profetas de mal agüero y les dejemos esa función a los muchos huntingtons que hay sueltos por ahí.

 

Notas

1 Charles Zorgbibe, Historia de las relaciones internacionales, vol. 1. Madrid, Alianza, 1997, p. 139.         [ Links ]

2 Richard M. Nixon, La verdadera guerra: la Tercera Guerra Mundial ha comenzado. Trad. de Carlos Andrés Alba. Barcelona, Planeta, 1986, p. 87.         [ Links ]

3 Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias. 3a. ed. Barcelona, Plaza & Janés, 1994.         [ Links ] Véase las tablas comparativas en las pp. 322, 326 y 329.

4 Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial. Barcelona, Paidós, 1998, p. 123.         [ Links ]

5 Richard M. Nixon, op. cit., p. 88.

6 Howard Morley Sachar, A History of Israel: From the rise of zionism to our time. Nueva York, Alfred A. Knopf, INC, 1998, p. 287.         [ Links ]

7 Avi Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en Journal of Palestine Studies, vol. 17, núm. 2, Winter, 1988, p. 15.         [ Links ]

8 Idem.

9 Yaacov Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en Diplomatic History, vol. 22, núm. 2, spring,1998, p. 232.         [ Links ]

10 Así, Brands afirma que uno de los principales motivos del especial interés que tuvo Carter para implicarse tan directamente en el proceso de paz en Israel fue el haber educado en un ambiente baptista gracias al que para Carter Jerusalén y las tierras de la Biblia tenía un profundo significado (H. W. Brands, Into the Labyrinth: The United States and the Middle East, 1945-1993. Nueva York, McGraw Hill, 1994, pp. 146–147).         [ Links ] Por otra parte, no hay que olvidar que los primeros grupos que ayudaron económicamente a la emigración judía a Palestina estuvieron grupos protestantes de Inglaterra y Estados Unidos. En el último mes de junio (2003) cuando la presión de la Administración Bush se hizo patente con el fin de que el Estado de Israel se retirara de los Territorios Ocupados, líderes ortodoxos judíos viajaron a Estados Unidos buscando el apoyo de los grupos cristianos fundamentalistas de Estados Unidos. Para entender este maridaje se puede ver el articulo de Gary North en http://www.lewrockwell.com/orig/north7.html, visitado el 8–9– 2003.         [ Links ]

11 http://www.us–israel.org/about/index.shtml, visitado el 1–10–2003.         [ Links ]

12 Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: "A Special Relationship?", en op. cit., p. 1.

13 http://www.us–israel.org/about/index.shtml, visitado el 1–10–2003.         [ Links ]

14 H. M. Sachar, op. cit., pp. 254–255.

15 Idem.

16 Ibid., pp. 255–256.

17 Ibid., p. 289.

18 Ibid., p. 290.

19 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 17.

20 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 233.

21 Idem.

22 Thomas Baylis, How Israel Was Won: A Concise History of the Arab– Israeli Conflict. Maryland, Lexington Books, 1999, p. 69.         [ Links ]

23 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 17.

24 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 233.

25 H. W. Brands, op. cit., p. 71.

26 Ibid., p. 72.

27 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., pp. 233–234.

28 Ibid., pp. 234–235.

29 Ibid., p. 231.

30 William B. Quandt, "America and the Middle East: A Fifty Year Overview", en Carl M. Brown. Diplomacy in the Middle East: the International Relations or Regional and Outside Powers. Londres, I. B. Tauris. 2003, p. 65.         [ Links ]

31 Ibid., pp. 63–65.

32 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 18.

33 Y. Bar–Siman–Tov, The Israeli–Egyptian War of Attrition, 1969–1970. Nueva York, Universidad de Columbia, 1980, pp. 236–239.         [ Links ]

34 T. Baylis, en op. cit., p.163.

35 Idem.

36 Ibid., p. 176.

37 Malik Mutfi, "The United States and Nasserist Pan–Arabism", en David W. Lesch, ed., The Middle East and the United States: A Historical and Political Reassessment, Colorado, 1996, p. 180.         [ Links ]

38 Y. Bar–Siman–Tov, The Israeli–Egyptian War of Attrition 1969–1970, p. 241.         [ Links ]

39 Henry Kissinger, La Diplomacia. Trad. de Mónica Utrilla. México, FCE, 1995, p. 731.         [ Links ]

40 Ibid., p. 732.

41 Y. Bar–Siman–Tov, The Israeli–Egyptian War of Attrition 1969–1970, p. 244.

42 Ibid., p. 245.

43 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 18.

44 W. B. Quandt, "America and the Middle East: A Fifty Year Overview", en Carl L. Brown, op. cit., pp. 65–67.

45 Anne Hessing Cann, "United States Arms to the Middle East 1967–1976: A Critical Examination", en Great Power Intervention in the Middle East, Nueva York, 1979, p. 103.         [ Links ]

46 Ibid., p. 104.

47 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 19.

48 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 248.

49 H. Kissinger, op. cit., p. 733.

50 Phebe Marr, "Iraq: Balancing Foreign and Domestic Realities", en Diplomacy in the Middle East: The International Relations or Regional and Outside Powers. Londres/Nueva York, I. B. Tauris, 2003, pp. 193–194.         [ Links ]

51 Hermann Frederick Eilts, "Saudi Arabia's Foreing Policy," en L. Carl Brown, ed., Diplomacy in the Middle East: The International Relations or Regional and Outside Powers. Londres/Nueva York, I. B. Tauris, 2003, p. 228.         [ Links ]

52 Sussan Siavoshi, "Iranian Perceptions of the United States and the Mussadiq Period", en David W. Lesch, ed., Middle East and the United States: A Historical and Political Reassessment. Colorado, Westview Press, 1996.         [ Links ]

53 William R. Polk, The Elusive Peace: The Middle East in the Twentieth Century. Nueva York, St. Martin's Press, 1979, p. 126.         [ Links ]

54 Walter La Feber, America Russia and the Cold War 1945– 1990. 6a. ed. USA, Mc Graw–Hill, 1980, pp. 284–290.         [ Links ]

55 H. W. Brands, op. cit., pp. 146–147.

56 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 231.

57 Bernard Reich, "The United States and Israel: The Nature of a Special Relationship", en David W. Lesch, ed., Middle East and the United States: A Historical and Political Reassessment, Colorado, Westview Press, 1996, p. 236.         [ Links ]

58 H. Kissinger, op. cit., p. 734.

59 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 251.

60 A. Shalim, "The Impact of U.S. Policy in the Middle East", en op. cit., p. 20.

61 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 252.

62 B. Reich, "The United States and Israel: The Nature of a Special Relationships", en David W. Leisch, ed., op. cit., p. 237.

63 Mark A. Tessler, A History of the Israeli–Palestian Conflict. Bloomington, Ind., Universidad de Indiana, 1994, p. 601.         [ Links ]

64 Idem.

65 Ibid. p. 602.

66 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 252.

67 B. Reich, "The United States and Israel: The Nature of a Special Relationships", en David W. Leisch, ed., op. cit., p. 238.

68 Y. Bar–Siman–Tov, "The United States and Israel since 1948: A Special Relationship?", en op. cit., p. 252

69 Kamil Mansour, Beyond Alliance: Israel in U. S. Foreign Policy. Nueva York, Universidad de Columbia, 1994, p. 180.         [ Links ]

70 Helena Cobban, "The Palestinians from the Hussein–Arafat agreement to the Intifada", en Robert O. Freedman, edit., The Middle East from the Iran–Contra to the Intifada. Universidad de Syracuse, pp. 257–259.         [ Links ]

71 T. Baylis, op. cit., p. 254.

72 K. Mansour, op. cit., pp. 180–181.

73 Ibid., p. 186.

74 Cf. H. M. Sachar, op. cit., p. 974.

75 Discurso inaugural del presidente George W. Bush, 20 de enero de 2001, en http://www.bartleby.com/124/pres66.html, consultado el 20 de septiembre de 2003.         [ Links ]

76 http://www.wikipedia.org/wiki/George_W._Bush#Foreign_policy, consultado el 20 de septiembre de 2003.         [ Links ]

77 http://www.bartleby.com/65/bu/BushGWlkr.html, consultado el 20 de septiembre de 2003.         [ Links ]

78 G. John Ikenberry, "La ambición imperial de Estados Unidos", en Foreign Affairs en Español, vol. 2, núm. 3, otoño–invierno, 2002, pp. 8–15.         [ Links ]

79 Discurso pronunciado ante el House International Relations Committee, Subcommittee on the Middle East and South Asia Washington, DC el 18 de junio de 2002. http://www.scoop.co.nz/mason/stories/WO0206/S00096.htm, consultado el 20 de septiembre de 2003.         [ Links ]

80 Peter Grier, "Bush Relearns Lessons of Mideast", en Christian Science Monitor, vol. 93, inúm. 184 (8/16/200).         [ Links ]

81 Idem.

82 Sería enviado a palestinos e israelíes el 30 de abril de 2003.

83 Se puede ver el texto completo del discurso de Bush en http://www.us–israel.org/jsource/Peace/bushplan.html#text, consultado el 20 de septiembre de 2003.         [ Links ]

84 James Poniewozik, et al., "The Battle For Hearts And Minds", en Time, 10/22/2001, vol. 158, núm. 18.         [ Links ]

85 Scott Peterson,"How Arabs, Sensitive To Iraq, View Strikes", en Christian Science Monitor, 4/8/99, vol. 91, núm. 92.         [ Links ]

86 Zvi Zrahiya, "When fence reaches Ariel, we'll deal with U.S.", 30–9– de 2003, http://www.haaretz.com/hasen/spages/345229.html, consultado el 30–9–2003        [ Links ]

87 Eric Watkins, "The Unfolding Us Policy in the Middle East", en International Affairs, vol. 73, núm. 1, enero, 1997, p. 4.         [ Links ]

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