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Migración y desarrollo

Print version ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.16 n.31 Zacatecas Jul./Dec. 2018

 

Artículos

Solidaridad comunitaria transnacional del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) por otra democracia, justicia y libertad

Transnational community solidarity of the Indigenous Governing Council (IGC) for a new kind of democracy, justice and freedom

Inés Durán Matute* 

* Posdoctorante del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Occidente.


Resumen:

En mayo de 2017 el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) crearon el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y nombraron una vocera para contender en las elecciones presidenciales de México en 2018. El propósito no era la toma de poder, sino utilizar el espacio electoral para organizarse desde abajo y construir un nuevo proyecto de gobierno y de sociedad. Dicha propuesta no se dirigió exclusivamente a la sociedad mexicana, sino que a escala mundial buscó confrontar a un sistema capitalista racista, clasista y patriarcal. Al respecto, este artículo mapea la articulación transnacional del CIG bajo un objetivo en «común» e ilustra cómo se nos invita a repensar la democracia, libertad y justicia, junto con otros sectores. Se exponen, además, las posibilidades para confrontar las formas jerárquicas y la regulación de vidas, espacios y mentes en un mundo cada vez más globalizado.

Palabras clave: redes transnacionales; migración; pueblos indígenas; movimientos sociales; democracia

Abstract:

In may, 2017, the National Indigenous Congress (NIC/CNI) and the Zapatista Army of National Liberation (EZLN) created the Indigenous Governing Council (IGC/CIG), and appointed a spokesperson to run in Mexico's 2018 Presidential Election. The aim was not to take power, but rather to use the electoral space to organize from below and build a new project of government and society. This proposal was not exclusively directed at Mexican society, but sought at a global scale to challenge a racist, classist and patriarchal capitalist system. Therefore, this article maps out the transnational reach of the IGC/CIG toward a common objective and illustrates how we are invited to rethink democracy, freedom and justice, in hand with other sectors. Further, it sets out the possibilities for confronting hierarchical structures and the control of lives, spaces and minds in an ever-more globalized world.

Keywords: transnational networks; migration; indigenous peoples; social movements; democracy

Nosotros entendemos las traducciones de la libertad,

la justicia y la democracia, al igual que los otros

continentes, creo lo que nunca le encontramos

su traducción es el que chingue a su madre Trump.

Comandanta Míriam, 2017

En octubre de 2016 durante el 20 aniversario del Congreso Nacional Indígena (CNI) se hizo un balance poco alentador sobre las condiciones de los pueblos indígenas en México, el cual evidenció una agudización de la pobreza, la explotación, el despojo, la migración, la violencia y la desintegración (González, 2017). En ese contexto, el CNI y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) manifestaron:

Considerando que la ofensiva en contra de los pueblos no cesará sino que pretenden hacerla crecer hasta haber acabado con el último rastro de lo que somos como pueblos del campo y la ciudad, portadores de profundos descontentos que brotan también en nuevas, diversas y creativas formas de resistencias y de rebeldías, es que este Quinto Congreso Nacional Indígena determinó iniciar una consulta en cada uno de nuestros pueblos para desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción (Congreso Nacional Indígena y Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 2016).

Ante esta tormenta -como la nombran los zapatistas- se propusieron realizar una consulta para formar un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y nombrar a una mujer indígena como vocera para contender en las elecciones presidenciales de México en 2018. Se llevó a cabo la consulta en 523 comunidades de 25 estados del país y de 43 pueblos indígenas, quienes resolvieron en mayo de 2017 crear el CIG, conformado por un hombre y una mujer de cada pueblo elegidos en asamblea a través de sus usos y costumbres, y con María de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy, al frente como su vocera. 1Lo interesante de la propuesta fue que desde su inicio se pretendió que fuera mundial y no únicamente nacional, ya que se trata de un nuevo proyecto de gobierno y de sociedad para hacer frente a un sistema capitalista racista, clasista y patriarcal.

En diversas latitudes comenzaron a movilizarse activistas, académicos, movimientos, colectivos, pueblos y comunidades que no sólo buscaban apoyar la propuesta, sino que querían volverse parte de ella. Por un lado, distintas organizaciones, pueblos, colectivos y miembros de las redes neozapatistas del mundo (La Sexta y Las Otras) respondieron al llamado; por otro lado, en Estados Unidos, migrantes de las propias comunidades se movilizaban y organizaban. En ese sentido, el artículo explora la manera en que actores de diferentes geografías están articulándose para construir nuevos entendimientos de democracia, libertad y justicia contra las agendas y planes de los Estados y de un sistema capitalista-neoliberal. Asimismo, resalta el papel de los migrantes para organizarse, adaptarse y luchar a través de las fronteras contra el Estado mexicano y, de modo más general, contra este sistema. En seguida, se enuncian las preguntas que motivan la investigación: ¿Cuáles son las posibilidades que se tienen en el contexto de la gobernanza neoliberal y el diseño global de desarrollo y modernidad para disputar la regulación de vidas, espacios y mentes en un mundo cada vez más globalizado? ¿Cómo construir nuevos entendimientos de la democracia, la justicia y la libertad de forma colectiva y global? ¿Qué lecciones da el CIG a través de su solidaridad comunitaria transnacional?

Con la finalidad de responder a lo anterior, organizo la exposición de la siguiente manera: primero, explico mi propuesta teórico-metodológica para repensar los movimientos sociales por medio del transnacionalismo y las redes de resistencia y a partir de sus conocimientos; segundo, doy unos breves antecedentes del surgimiento y organización del CNI en aras de entender su funcionamiento en red y sus razones para crear nuevas propuestas políticas; tercero, detallo la propuesta y el caminar del CIG con la idea de conocer cómo se han articulado con otros sectores y han construido sus objetivos; por último, exploro su articulación transnacional que desde distintos momentos y ámbitos apunta hacia la configuración de otra democracia, justicia y libertad apartadas de la lógica capitalista.

Redes de solidaridad transnacional que redefinen el mundo

Las fronteras actúan como mecanismos que reproducen el sistema capitalista por medio de la criminalización (Sassen, 1988), el racismo y el establecimiento de jerarquías sociales. Es primordial entonces adentrarse en las redes y relaciones que crean posibilidades para hacer frente y construir autonomía y dignidad a través de las fronteras. Si bien ya se han realizado trabajos con indígenas migrantes en Estados Unidos en torno de su organización transnacional, su papel en las comunidades de origen y la formación y actuación de redes neozapatistas, no se ha estudiado si tales redes han sido adoptadas, ampliadas y renovadas por el CIG. Parto de que la transnacionalización de los movimientos «es una respuesta espontánea a proteger y defender a la gente vulnerable y la estrategia para alentar su capacidad y para obtener espacio autónomo independientemente del Estado» y de que su articulación con otros movimientos apunta a la ampliación de los patrones de las relaciones políticas y a la renovación de las estructuras de la gobernabilidad (Vargas-Hernández, 2008). Así, no se trata sólo de una realidad poco estudiada, sino que implica entender cómo el CIG está experimentando nuevas formas de organización, adaptación y lucha transfronteriza con la expansión y la creación de redes de solidaridad transnacional para desafiar la gobernanza neoliberal.2

Utilizo el concepto de redes por la posibilidad de examinar tales vínculos y acciones de manera más flexible y menos estructurada aunque su articulación se sustente con un objetivo y perspectiva comunes, o en palabras de Guiomar Rovira (2014) por «nociones comunes». Sostengo que las redes no pueden ser entendidas únicamente como una forma de producción de capital social, humano o monetario, que funge como estrategia de sobrevivencia (Fox, 2009; Rivera-Salgado, 2015). Las redes son un modo de organización basado en la voluntariedad, horizontalidad, reciprocidad y consenso, que aun con sus paradojas y contradicciones constituye una lucha maleable y resistente contra la acumulación de capital. Dichas redes, inspiradas en las ideas de Raúl Zibechi (2006), son un movimiento, un entramado móvil, cambiante, fluido, fragmentado y disperso.

Al respecto, este trabajo sigue la línea argumentativa de Alicia C.S. Swords (2007), quien analizó cómo las redes neozapatistas utilizan las políticas culturales para ofrecer distintos significados y prácticas del desarrollo y la democracia. El mapeo de las formas de organización y lucha por autonomía y dignidad de las redes del CIG que presento a continuación ofrece una actualización y ampliación que conduce a un acercamiento a nuevos entendimientos de libertad, democracia y justicia -mismos que los pueblos indígenas en México llevan años construyendo. El artículo contribuye así a repensar estos conceptos, pero también a los movimientos sociales y al activismo en red, pues se combinan diferentes perspectivas, formas, tiempos y modos y una mayor flexibilidad y espontaneidad que les permite ajustarse a diversas geografías y sociedades. No me enfoco en los circuitos de información y comunicación que ya han sido ampliamente estudiados (Rovira, 2014; Olesen 2004; Wolfson, 2012), sino en cómo crean vínculos comunitarios e interacciones y relaciones con otros movimientos. Se están estableciendo nuevas formas de acción política que crean nuevos significados para reconstruir nuestras realidades y hacer frente a un conglomerado de redes de poder transnacionales que sirven a la gobernanza neoliberal al sustentar distinciones para explotar cuerpos, vidas y territorios.

En este contexto, contrario a varios estudios acerca de los migrantes como actores políticos transnacionales (Duquette-Rury, 2014; Schütze, 2013), cuestiono su relación con el Estado mexicano y los procesos de «democratización» que emprenden. Con anterioridad, a través del caso de Mezcala, demostré cómo, aun con su papel contradictorio, los migrantes tienen la posibilidad de volverse una fuerza para desafiar el poder del Estado y las estructuras institucionales, y deconstruir jerarquías étnicas y económicas al construir alianzas a través de las fronteras (Durán, 2018). Asimismo, el artículo, en contraposición a la perspectiva de Alejandra Aquino M. (2012) , analiza la migración como una opción que expande y fortalece la lucha anticapitalista, para dotar de nuevos significados a la democracia y desmantelar un racismo itinerante.

A la par observo una ampliación de los movimientos indígenas que les permite salir de los ámbitos locales, situación que Francisco López Bárcenas (2016) indica que había sido una desventaja ante la expansión del capital y las políticas estatales. No se trata de una simple alianza, más bien es la creación de un entramado transnacional de solidaridad con una agenda común por la construcción de otro mundo. Ello puede leerse, siguiendo las ideas de Christian Laval y Pierre Dardot (2015) , como una actividad y lucha colectiva que busca construir formas de autogobierno locales para un porvenir no capitalista, es decir, de lo «común» como respuesta. Las redes del CIG muestran que, si bien están fijadas en realidades locales concretas, son móviles y se articulan en una lucha en común que se desentiende de las divisiones fronterizas. Juntos intentan construir un nuevo proyecto de gobierno y de sociedad, donde se confrontan las formas jerárquicas y la regulación de vidas, espacios y mentes en un mundo cada vez más globalizado.

Una metodología descolonizada desde y para las redes de resistencia

Antes de efectuar el análisis presento unas breves notas en cuanto a la metodología utilizada. Cabe aclarar que el artículo es parte de un proyecto de investigación en marcha más amplio en el que se practica la lógica zapatista; es un trabajo en, con y para las comunidades indígenas. Como investigadora y activista, asisto a reuniones, encuentros y actividades en apoyo al CIG desde agosto de 2017, a la par que mantengo pláticas informales con algunos de sus miembros. Aunque se ha realizado observación participante siempre ha sido bajo una postura activista y comprometida. Tal postura ha sido abordada con amplitud de distintas maneras en América Latina por quienes abogan por un pensamiento crítico (Leyva et al., 2018; Regalado, 2017). La propuesta es, expandiendo las ideas de Xochitl Leyva Solano (2018), realizar una investigación descolonizada que revalore los conocimientos de los movimientos antisistémicos, desafíe las prácticas académicas y sea útil a los intereses y demandas políticas del CIG. A largo plazo entraña una investigación que se involucra con los pueblos y asiste a un movimiento en pie de lucha por medio de la construcción de conocimiento y de proyectos transnacionales para ir más allá del capitalismo neoliberal, desafiar el desarrollo y la modernidad y deconstruir jerarquías.

A continuación presento unas reflexiones en torno de mi primer acercamiento con el CIG. Para ello me apoyo en la etnografía institucional, la cual mapea las relaciones de dominación y aquellas de resistencia a través de narrativas (Kinsman, 2006). Desde dicha sociología alternativa y abonando a sus presupuestos (Kinsman, 2006; Smith, 2005), recupero la voz y las experiencias del CIG mediante sus discursos y narrativas en su recorrido por México y Estados Unidos, de octubre de 2017 a febrero de 2018.3 Esto permite reconstruir los hechos, sus propuestas y acciones, y también comprender cómo se vinculan y coordinan transnacionalmente para desafiar usos y definiciones hegemónicos de democracia, justicia y libertad. Parto de los conocimientos locales con el fin de comprender lo global, es decir, de las conexiones y organización de redes de resistencia ante las relaciones de poder articuladas globalmente.

Una breve mirada al caminar del CNI

En medio de las negociaciones para la firma de los Acuerdos de San Andrés el EZLN organizó dos foros con la intención de analizar sus avances. De ellos nació el CNI en octubre de 1996, el cual agrupaba a la mayoría de pueblos, naciones, barrios y comunidades indígenas del país bajo el lema «Nunca más un México sin nosotros». El CNI es un espacio de análisis, reflexión, diálogo y articulación entre distintas comunidades indígenas del país, donde se comparten experiencias, dolores, resistencias y esperanzas para el reconocimiento de sus derechos, territorios y autonomía, y la reconstitución de sus pueblos. Emerge de la lucha zapatista no como una organización, sino como un organismo de representación de los pueblos originarios (Rodríguez, 2001). Está constituido partiendo de sus raíces y culturas y se rige por los Acuerdos de San Andrés y los siete principios del «Mandar obedeciendo». Por lo mismo ha respaldado al EZLN en sus decretos, acciones y luchas contra el capitalismo (Congreso Nacional Indígena, s/f).

Desde su surgimiento, el CNI se organizó con una postura independiente del Estado y de los partidos políticos (Hernández, 2009), que demandaba un país democrático. Sin embargo, se enfocó en negociar con el Estado mexicano el respeto a los derechos humanos y de los pueblos y el reconocimiento constitucional. Con la alternancia política en 2001 quedó en evidencia que la democracia en México funciona como una «democracia simulada»; esto es, una democracia construida bajo un eje eurocéntrico que preserva los pactos de gobernanza acordados por las élites políticas y económicas que perpetúa las formas de dominación a través de fraude, corrupción y clientelismo, al tiempo que hace creer a la sociedad en una mayor igualdad y participación (Durán, 2018). En los hechos el gobierno desconoció los Acuerdos de San Andrés: realizó una reforma constitucional en contra de lo establecido y reforzó la represión y la cooptación de líderes y comunidades indígenas para destruir su organización, recolonizar y relocalizar a sus pueblos.

Ante esta traición, el CNI rompió con el Estado y denunció las prácticas corruptas, racistas y represivas que los poderes políticos en complicidad con los económicos han impulsado. Se advierte entonces cómo la democracia se vincula al capitalismo en la construcción del Estado nación. Por lo tanto, el CNI decidió llevar la autonomía en la práctica y ensayar la resistencia y la rebeldía en distintas regiones del país para conformar un frente anticapitalista. El CNI, de hecho, ha demostrado ser «uno de los espacios organizativos de carácter nacional más autónomos, independientes y democráticos que ha existido en la historia de la izquierda en México» (Delgado y Crossa, 2018:10). Ahora, por medio de una propuesta política -la creación del CIG- aspiran a reconstruir un país en ruinas con ejercicios autónomos y formas de organización desde abajo y a la izquierda por otra democracia, libertad y justicia (Congreso Nacional Indígena, 2017), como expongo a continuación.

El CIG, una propuesta astuta

El proyecto de formar el CIG y nombrar una vocera para que contendiera en las elecciones presidenciales podría parecer, a primera vista, contradictorio a los modos de actuar y de pensar del CNI y de los zapatistas. De hecho, pareciera opuesta a la iniciativa zapatista de La Otra Campaña en las elecciones de 2006 en la que se buscaba una manera diferente de hacer política, al promover el encuentro desde abajo y a la izquierda, dejando de lado la vía institucional política, los partidos y las elecciones (Alonso, 2006). Sin embargo, la candidatura se manifestó como una necesidad reactiva para desmontar el poder de arriba y establecer una consulta directa con los pueblos (Perozzi, 2018). Además, al nombrar a María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, una médica tradicional nahua de Tuxpan, Jalisco, se desafiaron las formas de conocimiento y a una sociedad capitalista, racista y patriarcal, a la vez que se evidenciaron la explotación, la opresión, la violencia y la marginación agudizada que se vive por ser mujer e indígena. Tal como lo expresó la comandanta Everilda (2017): «Esta iniciativa del CNI de presentar una mujer indígena de pueblo originario para las elecciones presidenciales del 2018 responde a que el capitalismo no tiene madre, no tiene hijas y no siente el dolor que está causando a la humanidad y a nuestra madre tierra».

Marichuy representa también una propuesta colectiva que camina con los pueblos con base en la solidaridad, que desdeña la democracia de los de arriba y que confronta los planes de exterminio sobre sus vidas y territorios. Es una nueva forma de concebir la política, una estrategia que se aparta de la lógica dominante del poder y el resultado de una larga historia de lucha, organización, resistencia y rebeldía (Delgado y Crossa, 2018). El objetivo nunca ha sido la toma de poder, sino utilizar el espacio electoral para denunciar y visibilizar nuestros distintos sufrimientos, despojos y problemas. Se nos invita a una lucha política incesante en aras de alcanzar nuevos caminos democráticos y recuperar nuestra capacidad de autogobernarnos fuera de los partidos políticos, con el cuestionamiento de las prácticas democráticas (neo)liberales y sus consecuencias, y la perpetuación de los poderes políticos, ideológicos, económicos, sociales y culturales que sostienen el racismo, las jerarquías y el miedo (véase imagen 1).

Caracol deMorelia, 15 de Octubre de 2017 Autora : Inés en collaboración con PVIFS

Imagen 1 «Nuestros sueños no caben en sus urnas»  

La finalidad era hacer visibles sus luchas y planteamientos, integrar a nuevos actores, acercarse, organizarse, fortalecerse y unirse para desarticular el aparato del Estado y configurar nuevas relaciones sociales y un otro mundo anticapitalista. Es decir, se trata de levantar la voz para reconstruir el país con un nuevo proyecto de gobierno y sociedad por la dignidad, la libertad, la democracia, la autonomía y la justicia de diversos sectores: trabajadores, campesinos, estudiantes, jóvenes, maestros, mujeres, la comunidad LGBT, personas con discapacidad, migrantes, periodistas, intelectuales y artistas. La invitación está abierta para todos aquellos que «se sienten excluidos del actual sistema de gobierno y modelo económico» (Moreno, 2018) sin importar su afiliación política, credo, raza, color, lengua y cultura. El propósito es escuchar sus voces y crear una conciencia colectiva a partir de ellas para consolidar un poder desde abajo (Patricio, 2018). De esta manera se decidió abordar las problemáticas que mueven a la sociedad civil y conformar nueve mesas de trabajo: 1. Autonomía. 2. Tierra y territorio. 3. Mujeres. 4. Jóvenes y niños. 5. Diversidad sexual. 6. Personas con discapacidades. 7. Trabajo y explotación. 8. Migración. 9. Justicia.

El caminar del CIG

La labor del CIG comenzó con la realización de una serie de asambleas con la sociedad civil en varias ciudades y pueblos de México, cuyo objetivo era extender y explicar su propuesta, despertar conciencias y escuchar ideas acerca de cómo organizarse. Cabe aclarar que nunca han dicho cómo hay que organizarse, sino que invitan a la reflexión, la compartición y la articulación de los sectores de la sociedad contra el sistema capitalista. Quieren incitar algo que nombro «autoorganización en colectivo»: invitar a las personas (sean indígenas o no indígenas) a conocerse, compartir, escucharse, reflexionar, discutir y organizarse en sus propios espacios, ciudades, barrios, colonias, comunidades, y emprender acciones de modo dialógico y articulado al CIG para unir fuerzas y encontrar formas de colaborar, hacer y actuar que transformen nuestras realidades. Este era el momento de cuestionar, denunciar y cambiar las jerarquías raciales/étnicas, sociales, económicas y culturales que nos hacen desechables.

Con el registro oficial de Marichuy como precandidata4 se convocó a los pueblos y a sus concejales a una Asamblea Nacional de Trabajo entre el CIG, el CNI y el EZLN en cinco caracoles zapatistas (Guadalupe Tepeyac, Morelia, La Garrucha, Roberto Barrios y Oventik) del 11 al 19 de octubre de 2017. Durante esos días los zapatistas nos demostraron que lejos de estar muertos están vivos y bien organizados. Lograron reunir a miles de personas, incluyendo a 120 concejales, 300 delegados, invitados especiales y medios libres para escuchar la palabra de zapatistas y concejalas en un espacio festivo de lucha y diálogo.5 La figura central en el recorrido no fue Marichuy sino las mujeres,6 con ello se insistió en romper con las figuras y formas de poder (véase imagen 2).

Guadalupe Tepeyac, 14 de octubre de 2017 Autora: Inés en colaboración con PVIFS

Imagen 2 Bienvenida a Marichuy y Concejalas 

Además, como habían decidido participar en lo electoral comenzaron a recabar firmas para que Marichuy fuera candidata independiente a la presidencia.7 Los tiempos eran cortos y los requisitos excesivos, pero también eran clasistas, racistas y excluyentes -tal como lo demostró la imposición de recabar las firmas a través de una aplicación disfuncional en un smartphone de gama alta. Marichuy aseguró: «Con estas medidas clasistas, racistas y excluyentes nos estamos dando cuenta de que este sistema electoral no está hecho para que seamos los pueblos de abajo los que gobernemos y que las leyes e instituciones del Estado están hechas para los de arriba, para los capitalistas y su clase política corrupta, resultando una gran simulación» (Patricio, 2017c).

La contienda electoral se percibía así como un mecanismo que perpetúa y acentúa las divisiones sociales, culturales y económicas; es decir, es funcional a una democracia simulada.8 El hecho de que iniciara el recorrido en tierras zapatistas no era casualidad, pues el CIG quería que sirvieran de ejemplo para impulsar la organización de los pueblos de acuerdo a sus tiempos, modos y geografías, con el objetivo común de resistir y proteger a la humanidad y a la madre Tierra (Patricio, 2017b). Desde ese momento y hasta febrero de 2018 se realizó un recorrido por todo el territorio nacional en el que se visitaron alrededor de 62 pueblos y ciudades en México. Las condiciones y rutas fueron difíciles e inseguras, pero Marichuy no se detuvo, siempre acompañada de varios concejales; y se encontraron con sindicatos y colectivos, en universidades y colonias populares, con mexicanos y extranjeros.9

De igual manera, fueron evidentes el rechazo y la burla, marcados por el racismo y la discriminación, para desacreditar al CIG y a su propuesta. Sin embargo, ellos continuaron y denunciaron la renovación colonial: explotación, humillación, imposición, control, discriminación, saqueo, desprecio, represión, privatización, despojo, olvido, marginación y muerte. Paralelamente reclamaban otra democracia, libertad y justicia. Asimismo, en cada lugar se buscaba prender la esperanza con música, fiesta y tradición, y acoger a nuevos actores que se unían a la lucha con energía y compromiso.

Desde su inicio, el CNI se ha organizado en forma de red y ha respetado modos y tiempos, como lo manifiesta constantemente su lema «Juntos somos asamblea, separados somos red». Su propósito ha sido fortalecer las distintas luchas de los pueblos, de manera colectiva, vinculada y solidaria, y ahora se replicaría en gran escala al promover la solidaridad con la sociedad civil nacional e internacional. Rocío Moreno, concejala de Mezcala, me explicó que los zapatistas ya lograron mejorar sus condiciones de vida; el problema es que no ha funcionado del todo porque les falta algo, y ese algo es arreglar el país y el mundo (véase imagen 3). En su primer discurso Marichuy expresó que «esta lucha va mucho más allá de México, que quede claro que es para el mundo» (Patricio, 2017a), porque las injusticias, los dolores y las rabias no respetan fronteras, y es a través de la organización que se podrá salir adelante. En virtud de ello, realizo un análisis de la organización y lucha transnacional que plantean.

Mural en el caracol de Morelia, 15 de octubre de 2017 Autora: Inés en colaboración con PVIFS

Imagen 3 Una lucha por la vida 

Una propuesta para México y el mundo

Desde el «¡Ya basta!» se manifestó la importancia de crear lazos solidarios con la sociedad civil nacional e internacional (Rovira, 2005). Por ejemplo, fue ésta quien ayudó a frenar la represión y fomentó el diálogo para la firma de los Acuerdos de San Andrés; por medio de La Sexta Internacional se ha apoyado, denunciado y velado por la seguridad, la libertad y el respeto de las comunidades. Aún más, La Otra Campaña incluyó a migrantes en Estados Unidos y resonó en varios de sus movimientos impulsándolos a encontrar un espacio donde pudieran organizarse, practicar otra forma de hacer política y trabajar activamente para sus comunidades (Zugman, 2008). Aunque el CNI es un espacio estrechamente enlazado con el zapatismo, en el nivel internacional se le ha puesto poca atención a su actuar. Desde su origen, el CNI también ha vinculado al movimiento indígena con otros movimientos y activistas mediante el establecimiento de redes sociales y económicas. Ahora, con la propuesta del CIG, el objetivo ha sido estrechar y ampliar esos lazos a fin de conformar una movilización anticapitalista; o, en palabras de Marichuy, «para ser, juntos, la gran estructura nacional que derribe los muros que nos oprimen, dividen y debilitan» (Patricio, 2017d). Estos muros no sólo son materiales y geográficos, como el que Trump quiere construir y marcar, sino que son simbólicos, económicos, sociales y culturales; son muros de injusticias basadas en jerarquías coloniales que promueven la aniquilación de los pueblos.

Marichuy y los concejales que la acompañaban tenían la misión de llevar la voz y la propuesta del CIG a todo el país y al mundo. Así, en los primeros días del recorrido la comandanta Rosalinda solicitaba:

Compañera Marichuy, te pedimos que lleves este mensaje en la gira a las otras compañeras mujeres del campo y de la ciudad de este país, México, y del mundo: que se organicen, que se unan, que ya no se dejen engañar por el mal sistema capitalista, porque nos usan como negocio, nos explotan en mil maneras, nos ponen en grandes negocios, nos obligan a prostituir para generar sus riquezas. Unidas y organizadas podemos frenar y destruir estos maltratos (comandanta Rosalinda, 2017).

No se trataba únicamente de visibilizar su lucha en el mundo, sino de invitar a organizarse desde diferentes latitudes con un objetivo común: crear un nuevo gobierno y sociedad basados en otra democracia, justicia y libertad para los pueblos. Inspirada en las ideas del intelectual mixteco Francisco López Bárcenas (2016) , presencié un tipo de movimiento indígena distinto, ya que sus manifestaciones y demandas no se restringen a un espacio delimitado: incluyen diversos territorios y sectores trastocados por la expansión del capital que hacen uso de tácticas muy propias. En efecto, la movilidad del CIG ha permitido novedosas formas de actuar y organizarse que siguen varios ritmos, valores, usos y costumbres, formas, recursos y tiempos, basados en especial en la solidaridad. En opinión de Silvia Federici (2004) , la agudización de la acumulación primitiva impone nuevos retos para entender las luchas de todos aquellos que denigra y busca explotar. En ese sentido, un análisis de cómo diversos sectores y luchas se articulan y solidarizan transnacionalmente con la intención de confrontar las formas jerárquicas y la regulación de vidas, espacios y mentes, podría arrojar luz acerca de las nuevas luchas y sus posibilidades en un mundo capitalista cada vez más globalizado.

En seguida, profundizo en lo anterior, primero con una mirada al pasado que esclarece cómo se ha consolidado una organización transfronteriza con el zapatismo, de la cual se ha apoyado el CIG, y al examinar cómo se han renovado con el CIG redes comunitarias tejidas a través de la frontera México-Estados Unidos. Posteriormente, me adentro en la actuación del CIG en Estados Unidos para estudiar la organización de varios sectores en la frontera para pelear contra los intereses del capital; y por último, expongo cómo han ido tejiendo redes de solidaridad y resistencia en el mundo para construir otra democracia, justicia y libertad.

El zapatismo y la organización transfronteriza

El CIG decidió seguir la misma lógica zapatista en la que no sólo se ve el rechazo a las políticas antimigrantes en Estados Unidos y otros países, también considera la organización transfronteriza como una estrategia vital para confrontar la expansión del capital. Desde su inicio el EZLN conformó una red de solidaridad transnacional con el propósito de proveer apoyo económico y político, al mismo tiempo que funcionó como inspiración y referente simbólico para nuevos movimientos sociales en distintas geografías que se reapropiaban de su discurso y se organizaban en redes (Rovira, 2005). Asimismo, los zapatistas se han solidarizado con las luchas que otros pueblos originarios llevan a cabo en el continente y en el mundo para salvar al planeta y a la humanidad (comandanta Hortencia, 2017). De tal suerte, se creó una red transnacional de defensa y de solidaridad para apoyar sus demandas, la cual fungiría como medio de difusión y denuncia, como presión política y acompañamiento, como un tejido de experiencias, luchas e intercambios de proyectos conjuntos para construir un otro mundo (Rovira, 2005).

En ese contexto, en 2017 los zapatistas organizaron la campaña «Frente a los muros del capital: la resistencia, la rebeldía, la solidaridad y el apoyo de abajo y a la izquierda» para respaldar a quienes son perseguidos, detenidos, deportados y separados por las fronteras y luchar contra la discriminación y el racismo (subcomandante insurgente Moisés y subcomandante insurgente Galeano, 2017). Mientras aumentan las deportaciones, el miedo, el hostigamiento, la criminalización y la represión hacia los mexicanos en Estados Unidos, los zapatistas decidieron promover el café «Fuck Trump!», una manera de desafiar las fronteras y demostrar las posibilidades de organizarse en redes transnacionales de solidaridad. Apoyados de sus redes, los zapatistas hicieron circular una tonelada de café que sería vendido por los migrantes y solidarios de diferentes geografías. Esta acción colectiva y fraterna fue un intento de contrarrestar la xenofobia y el racismo a escala mundial, puesto que las jerarquías operan entre lo local-regional-global al ser funcionales al capitalismo. El CIG se apoyó de estas redes neozapatistas transnacionales, en especial de las que se tejieron con La Sexta Internacional y el café «Fuck Trump!», y también de las comunitarias consolidadas por una larga historia migratoria (es el caso del Frente Indígena Oaxaqueño Binacional, FIOB).

Renovación de la organización comunitaria transnacional

Las formas de organización de las propias comunidades a través de las fronteras datan desde sus primeras migraciones ante las nuevas inseguridades. Los pueblos indígenas de la frontera norte iniciaron procesos transnacionales desde que los norteamericanos buscaron apoderarse del territorio norte de México en el siglo XIX, por lo que tuvieron que desafiar las fronteras nacionales, territoriales y étnico-culturales, y elaboraron estrategias de resistencia basadas en su movilidad transfronteriza y en la recreación de sus identidades y comunidades (Garduño, 2004). Asimismo, desde 1989 comenzaron los esfuerzos por conformar coaliciones y por organizar asambleas con grupos indígenas en ambos lados de la frontera, muestra de ello fue la Border Tribes Summit (Garduño, 2004:57). Sin embargo, la articulación política de las comunidades transnacionales para exigir autonomía y reconocimiento se desarrolló con el levantamiento zapatista.

Este hecho se manifestó con la movilización política binacional que tuvo lugar en febrero de 1997 para exigir al gobierno mexicano que cumpliera con las demandas de 22 comunidades pertenecientes al Frente Indígena Oaxaqueño Binacional (FIOB) y que reconociera los Acuerdos de San Andrés (Rivera-Salgado, 1999). El movimiento surgió de las comunidades mixtecas y zapotecas de Oaxaca, y en 2005 se transformó en el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales con el fin de expandirse e incluir a otras comunidades indígenas (Rivera-Salgado, 2015). Ellos han realizado actos solidarios y de denuncia en ambos lados de la frontera; desde la creación del CNI fungen como enlace entre éste y la población indígena migrante en Estados Unidos (Rivera-Salgado, 1999; 2015).10 Si bien ahora el Frente no parece llevar a cabo dicho papel, hay un apoyo mutuo y ha sido la base para expandir la organización de pueblos indígenas y respaldar las acciones del CNI-CIG en Estados Unidos. Por ejemplo, aunque secundó la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en 2012 (Rivera-Salgado, 2015), ejercieron presión para que sus comunidades cooptadas en México apoyaran al CIG; también convocaron a reuniones en San Diego y en Los Ángeles en las que se recabaron firmas.

A decir verdad, las comunidades indígenas transnacionales en Estados Unidos experimentan contradicciones y ambigüedades debido al papel que desempeñan los gobiernos y las políticas que promueven. El caso de la comunidad coca de Mezcala es ilustrativo de lo anterior. Por un lado, varios migrantes han sido atraídos por la oportunidad de realizar cambios y estimular el supuesto «desarrollo» de su comunidad, por lo que se han involucrado en una dinámica que agudiza la fragmentación, la cooptación, el clientelismo y la corrupción en su interior y perpetúa una sola idea de desarrollo vinculada al capitalismo. Las comunidades son cautivadas por el discurso del «desarrollo», la «modernidad» y el «progreso», en especial mediante el mito del «sueño americano» y por los clubes migrantes y programas sociales (como el 3x1) promovidos por el Estado mexicano (es el caso del Club Mezcala). Por otro lado, algunos migrantes que se han dado cuenta de esto han decido conformar su organización autónoma, como Unidos por La Cuesta. Este esfuerzo de los migrantes de un barrio en Mezcala pretende apoyar proyectos mediante el diálogo transnacional y bajo un eje que parte del respeto a su identidad, territorio, cultura y autonomía.

De esa forma, aun cuando en sus propias comunidades existen problemas para organizarse a causa de la fragmentación, dispersión y cooptación de miembros, aunado a la represión, violencia e inseguridad, una parte de ellos no claudica y lucha. En Mezcala este escenario ha dado un giro más esperanzador: por medio de la etnogénesis se ha dignificado su identidad como pueblo coca y se ha incitado la organización de un movimiento transnacional para modificar la forma en que una comunidad se relaciona o no con el sistema y transgreda jerarquías y estructuras impuestas (Durán, 2018). Con la propuesta de CIG varios integrantes del Club y de Unidos se han interesado por apoyarla y difundirla gracias a la identidad que han tejido. Asimismo, está surgiendo un proyecto para la construcción de una Universidad de la Tierra en el cerro del Pandillo, del cual se apropió un empresario tapatío y lleva casi 20 años en juicio. Con dicha acción se busca la recuperación de tierras, de asambleas y de la organización comunitaria. Se quiere dar una respuesta articulada al despojo que los secuaces del capitalismo intentaron efectuar en Mezcala con un proyecto autónomo colectivo que involucrara a los migrantes en Estados Unidos y las redes del CIG-CNI en aras de liberar de la institucionalización, la cooptación y la fragmentación a la comunidad diaspórica, construir otra democracia y justicia, y forjar nuevos alcances de su activismo y actuar político que desafíen al Estado y al capitalismo.

El CIG al norte del muro

El capitalismo, en opinión de Juan Bobadilla, purépecha residente en la Ciudad de México, está rompiendo el tejido social al expulsar a los miembros de las comunidades indígenas a Estados Unidos y ciudades en México. Se vive un escenario de acumulación por desposesión y de neoextractivismo y entreguismo de gobiernos a los intereses del capital, como lo denunció el concejal yaqui Mario Luna Romero (2018) . Los pueblos buscan adaptarse a las nuevas condiciones y a una agudización del desarrollo desigual, por lo que muchos abandonan sus lugares de origen por los despojos de sus territorios y de sus vidas, la falta de empleo y la alta violencia e inseguridad. Todo, incluyendo a la población, está siendo transferido al exterior y puesto al servicio del capital. Los gobiernos actúan como vigilantes de este atraco y facilitan la ocupación en nombre del desarrollo (López, 2016). Con ello se exacerban y transnacionalizan desigualdades económicas y sociales; se afectan territorios, culturas, identidades y vínculos; y los sueños de muchos son coartados. Así, lazos e identidades colectivas que construyen los ayudan tanto a sobrevivir y soportar el racismo, la discriminación, la segregación y la violencia, como a construir la esperanza.

Como se ha expuesto desde el principio, el CIG abogó por una vinculación con mexicanos en Estados Unidos por su fuerza y su participación tan vital en el esfuerzo de articulación con el objetivo de recuperar México y pelear contra el sistema capitalista que atenta contra nosotros sin importar nuestra geografía (Hernández, 2017). No sólo eso: mediante su desterritorialización se han intentado crear nuevas formas de organización y expresión política que desafían los modos previos de construcción de espacios políticos transnacionales. El CIG planificó diversas acciones para encontrarse con los miembros de sus comunidades indígenas, con migrantes mexicanos, activistas, universidades, colectivos, movimientos, pueblos, comunidades y organizaciones en Estados Unidos. Muestra de ello fue la «Gira por la vida» que recorrió 15 ciudades de Estados Unidos y cuyo propósito era recabar firmas, difundir la propuesta y estrechar lazos de solidaridad (véase imagen 4). También consiguió auxiliares en al menos 12 estados de ese país que ayudarían en las tareas.

Fuente : Facebook<<Apoyo al CIG al norte del muro>>

Imagen 4 «Gira por la vida»  

En adición, el CIG y sus redes realizaron múltiples actividades, entre las que sobresalen «Voces transfronterizas con Marichuy» en la frontera Tijuana-San Diego, cuya finalidad era escuchar los sentires de los migrantes;11 y «Papalotes contra el muro y por la vida, por el CIG y por Marichuy», posicionamiento político contra las intenciones de Trump de edificar un muro fronterizo como mecanismo para separar y diferenciar.12 Con estas actividades se creó una red para movilizar recursos, reclamar agravios, exigir por muertos y desaparecidos y velar por la seguridad de la caravana. En su interior distintos actores se han logrado conocer, escuchar, solidarizar y unir con el objetivo de hacer frente a las políticas promovidas por Trump y los intereses del capital. Así lo enunció Marichuy en su paso por Guadalajara: «Nos necesitamos para hacer caer los muros, necesitamos andar por los caminos que nos hacen ser uno, que nos hacen ver en el horizonte el nuevo mundo donde quepan todos los mundos» (Patricio, 2017e).

Las relaciones internacionales del CIG

Estos posicionamientos no fueron exclusivos de la frontera México-Estados Unidos: otros sectores en el país se solidarizaron y denunciaron las políticas xenófobas y misóginas de Trump, así como la violencia y discriminación vividas en Estados Unidos. En el Encuentro de las Mujeres del CNI y CIG con las Mujeres que Luchan, un grupo de mujeres cuestionó las fronteras que dividen y las aspiraciones que se nos imponen. Paralelamente se reconoció que nos tenemos que movilizar para hacer frente al capitalismo transnacional que afecta nuestras oportunidades y rumbos de vida. Aún más, quienes se unieron a la propuesta del CIG comprendieron que era la hora de luchar contra el sistema capitalista y romper con el régimen jerárquico clasista y racista global. En ese sentido, Jesús López Nuño, de la Central de Trabajadores Democráticos de Occidente (TRADOC), en la clausura del Encuentro Nacional Anticapitalista del CNI-CIG y su Vocera con las Trabajadoras y Trabajadores del Campo y la Ciudad, manifestó:

Tenemos que derrotar los intentos del imperialismo de seguirnos imponiendo sus condiciones, levantando la dignidad del pueblo mexicano. En conjunto con los pueblos de América y del mundo, porque el futuro es nuestro. Si somos capaces de superar las trampas de la falsa democracia burguesa, si unimos nuestras luchas, nuestras resistencias que se extienden en todo el país, así se nos abre un panorama de lucha de esfuerzos unitarios y de unificación de esfuerzos.

Surge entonces un debate en torno de las problemáticas globales para elaborar estrategias de forma colectiva y articulada que apunten a otro mundo donde reine otra democracia, justicia y libertad. Desde las redes de solidaridad transnacional se promovió la difusión de la propuesta en distintos idiomas y rincones del planeta, pues se pretendía usar este espacio para atraer la atención nacional e internacional hacia los pueblos indígenas, transmitir su mensaje y expandir la organización globalmente. En consecuencia, el CIG creó la Coordinación de Relaciones Internacionales y la Coordinación de Comunicación con el fin de intercambiar y dialogar con organizaciones, pueblos, comunidades y movimientos, y establecer lazos de solidaridad con ellos. Ambas coordinaciones han establecido vínculos en distintos países: Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Holanda, Italia, Perú y Venezuela.

Los solidarios abrazaron la propuesta de manera crítica, ya que para algunos no era claro cómo sería la participación del CIG en las elecciones; fue el caso de una comunidad en Canadá que cuestionó el nuevo rumbo del CNI. No obstante, y en concordancia con la estrecha relación que han tejido con las mujeres kurdas, este era un llamamiento para alzar la voz y construir por fuera del sistema político-electoral, alternativas al sistema-mundo. Los kurdos han lanzado la propuesta de un confederalismo democrático; es decir, practicar la democracia sin jerarquías, a partir de la autoorganización manifestada en confederaciones locales, regionales, nacionales y mundiales (Öcalan, 2012, citado en Alonso, 2018). El objetivo es conseguir que la sociedad se autogobierne desde abajo con flexibilidad, participación y consenso, entrelazando lo local con lo global por medio de redes (Öcalan, 2012, citado en Alonso, 2018). De ese modo han empezado a dialogar las distintas propuestas, muestra de ello fue el conversatorio «Defensa del territorio y construcción de autonomía» entre concejales del CIG y Erol Polat del Congreso Nacional de Kurdistán. Con esto se busca construir una organización global que desafíe las estructuras existentes a la par que resalta lo comunitario y lo colectivo. Ante la concepción de la justicia como mercancía, de la libertad reducida a la esfera de lo económico y de una democracia burguesa, el CIG y sus redes ensayan, cada uno a su modo, pero de manera articulada, diferentes tipos de relaciones económicas, políticas, sociales y culturales que podrían cambiar el panorama a escala mundial.

Conclusiones

Los indígenas y campesinos de México, América y el mundo resistimos,

resistimos a la muerte, aquí estamos para que nuestra palabra se haga eco,

puente, camino, lugar y casa. Para que viva el corazón primero de esta patria,

para que nunca más el silencio sea cómplice del crimen como actualmente

está pasando en México y en todo el mundo.

Comandanta Everilda, 2017

En 1997, Pablo González Casanova (2015) , al hacer un recuento histórico, expresó que no se ha planteado un movimiento universal de democracia no excluyente y plural; sin embargo, esto comenzaba a cambiar. Hoy, mientras en México continuamos viviendo una democracia simulada, en la que rigen la corrupción y los acuerdos entre las élites, al igual que la exclusión y la discriminación, los pueblos no callan y nos invitan a organizarnos con miras a transformar nuestras realidades y desafiar al sistema-mundo capitalista. La sociedad civil se está tejiendo y dialogando para construir otra democracia, justicia y libertad o, desde la perspectiva de unos jóvenes universitarios, construir «en conjunto una propuesta que contribuya a un cambio desde un posicionamiento que nos es común» (De Santiago, Aguirre y Guerra, 2018). Así, el CIG está logrando, en palabras de Marichuy, «tejer desde abajo una telaraña tan grande que sea capaz de perdurar los tiempos venideros, aprovechando el llamado de nuestra tierra para que la organización que construyamos penetre en todas las estructuras de esta nación y nos garantice la libertad, la democracia y la justicia» (Patricio, 2017d).

Es verdad que se han enfrentado con diversos problemas para funcionar de esta manera, pues en su caminar han encontrado sectarismos y contradicciones, así como ciertas muestras de machismo, cooptación, desacuerdo y falta de compromiso. No obstante, han conseguido visibilizar, convocar, ampliar y fortalecer la organización para crear una ofensiva que desmonte las estructuras del sistema capitalista (véase imagen 5).

Caracol La Garrrucha, 16 de octubre de 2017 Autora: Inés en colaboración con PVIFS

Imagen 5  Solidaridad con el CIG en tierras zapatistas 

Las redes de solidaridad no han sido limitadas por calendarios o geografías. Por un lado, aunque en ocasiones los migrantes se ven envueltos en las lógicas estatales, han cuestionado los límites impuestos por fronteras nacionales, territoriales y étnico-culturales, mediante sus redes y sus lazos comunitarios. Además, como se advierte en la experiencia de Mezcala, se crea la posibilidad de construir espacios transnacionales que otorguen una verdadera voz a los pueblos y resignifiquen nuestras nociones de democracia, justicia y libertad hacia la esperanza. Por otro lado, como lo he demostrado aquí, las redes constituyen apoyo económico, medios de difusión y de denuncia para una vida más justa y digna, y -más importante aún- para definir el rumbo de México y el mundo, a la par de configurar otras formas que desafíen al sistema capitalista en diversas latitudes. En dicho proceso organizativo del CIG es factible apreciar una redirección de los esfuerzos trasnacionales hacia lazos solidarios por fuera del Estado que retan las concepciones de raza, etnicidad y nacionalidad para acabar con la subordinación impuesta dentro de un sistema-mundo capitalista.

Ante la expansión del capitalismo se va tejiendo una lucha global, puesto que, «no sólo ellos pueden globalizarse, nosotros también podemos globalizar nuestra lucha para hacer la rebelión por todo el mundo, porque tenemos un solo enemigo común que es el sistema capitalista neoliberal» (comandanta Amada, 2017). Asimismo, la concejala Rocío Moreno (2018) argumenta que su lucha es por «el respeto a sus identidades propias» que no importan al capital, por «habitar este planeta con nuestras preferencias, particularidades, con nuestra historia, cultura e identidad propia». Tal como lo demuestra la situación de Mezcala, las identidades cobran fuerza, ya que pudieran ser aquello que los desvincule de la política tradicional y del sistema capitalista. Con la experiencia del CIG y sus redes se confirma que por medio de la instauración de una identidad colectiva podrían renovarse las luchas (Gulewitsch, 2011) y originar alternativas de vida (Zamora, 2017) transnacionales que cuestionen las ideas homogeneizadoras que, paradójicamente, conllevan a la legitimación de las estructuras de dominación de un capitalismo global.

Sólo de esta forma la migración y la dispersión son capaces de ampliar los espacios de lucha y resistencia; de propiciar una descentralización, de trabajar en red y conectar lo local con lo global. El grito lanzado por los zapatistas en 1994 quedó arraigado en las mentes de solidarios nacionales e internacionales; ahora, con las acciones del CIG, nos demuestran el avance de una rebelión global por lo «común», un porvenir no capitalista. No sorprende, por lo tanto, que el gobierno estadounidense haya señalado en varias ocasiones el reto que los movimientos indígenas latinoamericanos suponen para su gobernanza, debido a sus modos de estrechar lazos con otros movimientos y activistas (Colussi, 2018). Si bien es cierto que existen continuidades y discontinuidades, poco a poco se está gestando un tipo de movilización y participación de solidaridad transnacional que podría desmantelar las redes de poder y sus múltiples estrategias contrainsurgentes.

Cabe resaltar, también, que lo que estamos presenciando trasciende lo que hemos conocido como movimientos sociales; apunta a una articulación dinámica, solidaria y flexible que engloba distintos propósitos, ritmos, estrategias, formas y recursos, en los hechos. Es una expresión diferente para cambiar la cultura política, articular otra democracia, reivindicar la libertad, construir la igualdad y alcanzar la justicia; es decir, otra expresión de emancipación que cuestione el carácter colonial y moderno de los gobiernos y del sistema. La experiencia del CIG y sus redes no únicamente contribuye a repensar la democracia, la justicia y la libertad, sino a las comprensiones de los movimientos sociales, la etnicidad, el transnacionalismo y el cambio social. Ellos ocupan y crean espacios con la finalidad de conectar diferentes identidades y propósitos en una sola lucha global. Al respecto, habremos de estar pendientes de su agenda, en especial de las caravanas que se planean en Estados Unidos y América Latina para estrechar lazos, crecer las redes y trabajar directa y activamente con las comunidades en el exterior; sin duda, seguirán alimentando nuestros conocimientos y rebeldías.

Agradecimientos

Agradezco los comentarios de Jorge Alonso y Rocío Moreno a una versión previa de este texto.

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1 Con un total de 156 concejales y concejalas hablantes de 39 lenguas y de 63 regiones del país (Patricio, 2017d).

2La gobernanza neoliberal, a grandes rasgos, la entiendo como una lógica operacional local-global y sus arreglos institucionales que quebrantan engañosamente las vidas de las personas; mediante la coerción y la seducción las enmaraña profundamente dentro de las estructuras de poder y discursos capitalistas y colonialistas (Durán, 2018).

3Me distancio de la etnografía institucional en su postura condescendiente y descuidada hacia los otros conocimientos, en su negación de la agencia de los sujetos y en su afán de poner a los investigadores como traductores o intérpretes.

4Fue gracias a la solidaridad de académicos, músicos, artistas, abogados y escritores, quienes formaron la Asociación Civil «Llegó la hora del florecimiento de los pueblos», que se obtuvo el respaldo para el registro de Marichuy como precandidata.

5En este recorrido participé como medio libre en colaboración con Proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur (PVIFS). Las fotografías resultantes de dicha labor fueron montadas en la exposición «Nunca más...» en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco «Juan José Arreola», durante el mes de marzo de 2018

6Marichuy tuvo un papel clave: la llenaron de poesías, flores, canciones, danzas y ofrendas; en el imaginario de muchos aparecía cierto fanatismo, pero el objetivo era fortalecerla, pues aunque el pueblo manda, ella cargaría el peso de ser la vocera.

7El Instituto Nacional Electoral (INE) solicitaba a escala nacional 866 mil 593 firmas de personas con credencial electoral y obtener al menos 1 por ciento de apoyo del electorado en 17 estados de la república antes del 19 de febrero de 2018.

8No es el objetivo de este escrito adentrarse en un balance sobre los obstáculos en la colecta de firmas. Para un análisis detallado véase Alonso (2018).

9En estas condiciones la camioneta en la que viajaba Marichuy con 10 personas más sufrió un accidente; una persona perdió la vida.

10El objetivo del FIOB es mejorar las condiciones económicas, políticas, sociales y defender los derechos e identidades de los pueblos indígenas en los dos lados de la frontera. Para conseguirlo, el Frente colabora con otras organizaciones sociales, políticas, religiosas y laborales en México y Estados Unidos (véase www.fiob.org).

11Debido a un accidente de la caravana acaecido tres días antes, la organización y el impacto del encuentro fueron afectados: se realizó de manera modesta y sin la presencia de Marichuy y los concejales. En junio de 2018 tuvo lugar un nuevo encuentro en Tijuana al que sí pudieron asistir los concejales y su vocera para continuar tejiendo redes de organización solidaria.

12Este muro, tal como lo demuestra la experiencia del pueblo Tohono O'odham, acentuará la división en territorios y pueblos y afectará sus recursos, vidas y culturas (Yescas Angeles Trujano, 2008). En efecto, la línea fronteriza ha divido a los pueblos K'miai, Kikapoo, T'pai, Cucapá, Pimas y Papagos (Garduño, 2004), y también ha perjudicado a las tribus Yaqui, Kiliwa y Seris por los procesos migratorios intensos.

Inés Durán Matute, doctora en Artes y Ciencias Sociales por la Universidad de Sídney, Australia, es posdoctorante del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Occidente. Su línea de investigación comprende política y sociedad. Recientemente ha publicado «Mezcala: construcción de autonomía. Balance de retos y propuestas frente al neoliberalismo», (2015) e Indigenous peoples and the geographies of power. Mezcala's narratives of neoliberal governance, (2018). Correo-e: ines.duran@ciesas.edu.mx

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