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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.14 no.26 Zacatecas ene./jun. 2016

 

Coyuntura y debate

La emergencia de China como potencia mundial. Fin del periodo de alto crecimiento y nuevos desafíos

The rise of China's economic power: the end of the period of high economic growth and new challenges

Víctor López Villafañe* 

*Docente-investigador del Doctorado en Estudios del Desarrollo; Doctor en Economía y Maestro en Ciencia Política ambos en la Universidad Nacional Autónoma de México, México.


Resumen:

El trayecto de lo que podríamos llamar la modernización de China, la confrontación con la necesidad de realizar cambios y colocarse en una situación de vanguardia frente a nuevos retos y desafíos, lleva por lo menos siglo y medio, desde que las potencias extranjeras europeas sometieron a la China de la dinastía Qing para otorgarles los beneficios que se derivaron del establecimiento de una relación desigual, a partir de mediados del siglo XIX, así como de las rebeliones internas en el país. Los intentos de respuesta a esta nueva situación se dieron en el marco de lo que se conoció como la política de "auto-fortalecimiento", bajo la cual se realizaron reformas y cambios, principalmente en las estructuras burocráticas del imperio. Más tarde, prácticamente al fenecer el siglo XIX, la llamada "reforma de los cien días", que significaba un intento más profundo de cambio, después de la derrota militar de China, ya no frente a los europeos, sino a manos de Japón, en 1895, fue de muy corta vida, sin poder tener el tiempo para realizar las transformaciones requeridas por China. Posteriormente, entre 1901 y 1905 se dieron nuevos intentos de reformas e incluso la pretensión de llevar a China hacia un gobierno constitucional. Todos estos intentos de reformas profundas terminaron sin poder cambiar efectivamente las instituciones políticas, ni servir de plataforma para el desarrollo de China.

Palabras clave: crecimiento; modernización; modelo económico; desafíos; China

Abstract:

In the distant past, China was a great world power -its influence covered a significant portion of the planet. It was especially influential on the Asian continent. However, after the Europeans arrived in Asia, they came to dominate vast regions -including parts of China. In the 19th century this European incursion created the so-called "Semi colonial China" that lasted until the communists took the power in 1949. The Chinese launched several modernization programs with no success. This changed when the communists began the economic and political recovery of the country, under an economic program of self-reliance based on rural communes and industrialization throughout state-owned enterprises. After Mao's death, in 1978 the new leadership launched a new modernization effort to make China into a world economic power. Since then, foreign investment flowed into China and new western technologies were applied to innovative manufacturing industries, transforming the Chinese economy. A period of high economic growth was the most conspicuous outcome of this monumental change and China became the second world economic power as of 2012. Nonetheless, this period of high economic growth is over and China faces new challenges: social inequalities, political discontent, vast ecological problems and demographic changes.

Keywords: China; economic power; new challenges

Introducción

En el pasado China fue una gran potencia y su influencia y dominio se diseminó prácticamente por todo el mundo, especialmente en las áreas contiguas del continente asiático. Sin embargo, el descubrimiento de las nuevas regiones comerciales realizadas por los españoles y portugueses desde fines del siglo xv y que continuó durante las siguientes centurias, cambió el balance del poder mundial y los países europeos fueron entonces quienes marcaron las tendencias del cambio geopolítico mundial. Estos procesos se acrecentaron con el arribo de la Revolución Industrial inglesa, y el continente asiático fue considerado una región económica de primera magnitud para la realización de los nuevos intereses económicos europeos. En el caso de China, los portugueses se asentaron en Macao desde principios del siglo XVI y la isla de Taiwán fue sucesivamente disputada por españoles y holandeses en el siglo XVII. Los ingleses buscaron penetrar a la China continental desde fines del siglo XVIII y sólo lo pudieron lograr a través de las guerras del opio, la primera entre 1839 y 1842 y la segunda entre 1856 y 1860, dando lugar a los llamados tratados desiguales -una forma institucional de colonización- que China tuvo que aceptar, y no sólo con los ingleses, sino con otras poten cias occidentales, a través de los cuáles estos países lograron concesiones territoriales, económicas y administrativas. En la historiografía oficial a este periodo se le conoce como la "semicolonización de China", que prácticamente se extiende hasta el triunfo de los comunistas en 1949.

Así que lo que denominamos el proyecto histórico de la nueva emergencia de China tiene que ver con las ideas, proyectos y luchas domésticas que tuvieron lugar en este país desde mediados del siglo XIX para modernizarse, es decir, realizar cambios en su estructura política y económica para hacer frente al nuevo reto que el imperio chino enfrentaba a raíz del acoso y sometimiento por la acción de las potencias occidentales. En resumen, podemos decir que con la dinastía Qing, última que gobernó China entre 1636 y 1911, tuvimos dos proyectos de modernización del viejo imperio. Entre 1912 y 1949 China atravesó por una era de guerras civiles caracterizada fundamentalmente por la lucha entre dos grandes proyectos, el de una república al estilo occidental y el proyecto marxista que al final culminó con el triunfo de los comunistas en 1949. Este proyecto comunista estimuló el desarrollo de una agricultura comunal y una industria en manos del Estado, con escaso comercio internacional, hasta el año de 1978 en el que se iniciaron una serie de reformas de apertura comercial e incentivos de mercado en la agricultura y la industria. Se crearon zonas económicas especiales, en donde se aceptaría la inversión extranjera y la economía de China empezó a tener altas tasas de crecimiento cuando estas reformas se profundizaron más tarde. China se ha convertido en la segunda potencia económica mundial después de más de treinta años de cambios incesantes, y hoy tiene que responder a nuevos retos provocados precisamente por el éxito de estas refor mas (López-Villafañe, 2012).

Los proyectos de modernización de China

El trayecto de lo que podríamos llamar la modernización de China, tal y como la hemos señalado, es decir, la confrontación con la necesidad de realizar cambios y colocarse en una situación de vanguardia frente a nuevos retos y desafíos, lleva por lo menos siglo y medio, desde que las potencias extranjeras europeas sometieron a la China de la dinastía Qing para otorgarles los beneficios que se derivaron del establecimiento de una relación desigual, a partir de mediados del siglo XIX, así como de las rebeliones internas en el país. Los intentos de respuesta a esta nueva situación se dieron en el marco de lo que se conoció como la política de "auto-fortalecimiento", bajo la cual se realizaron reformas y cambios, principalmente en las estructuras burocráticas del imperio. Más tarde, prácticamente al fenecer el siglo XIX, la llamada "reforma de los cien días", que significaba un intento más profundo de cambio, después de la derrota militar de China, ya no frente a los europeos, sino a manos de Japón, en 1895, fue de muy corta vida, sin poder tener el tiempo para realizar las transformaciones requeridas por China. Posteriormente, entre 1901 y 1905 se dieron nuevos intentos de reformas e incluso la pretensión de llevar a China hacia un gobierno constitucional. Todos estos intentos de reformas profundas terminaron sin poder cambiar efectivamente las instituciones políticas, ni servir de plataforma para el desarrollo de China.

En su memorable estudio sobre los orígenes de la dictadura y la democracia, Barrington Moore, al analizar el caso de China llega a la conclusión de que en este país las características sociales -una burocracia imperial, la existencia de una clase terrateniente sin motivaciones para la innovación, y una débil amalgama de sectores industriales, comerciales y financieros- explican el fracaso de la modernización democrática cuando el sistema imperial se desvaneció, en 1911. Estas características persistirían en el periodo de los caciques militares (1912-1927) y durante el gobierno del Guomindang (1927-1949), el proyecto de una modernización por la vía reaccionaria también fracasaría. Sólo el movimiento comunista, que contaría con el ingrediente decisivo de la invasión japonesa que hizo posible la unidad campesina, provocaría un nuevo enlace entre la aldea y el gobierno nacional (Moore, 1973: 141-190).

En la época republicana (1912-1949) hubo intentos de modernización en varias partes de China bajo el dominio de los señores de la guerra y la influencia colonial. Esto incluyó el desarrollo de la industria del hierro y el acero, minas de carbón, una industria de producción de maquinaria, industria textil, instituciones financieras, ferrocarriles y barcos e industria del tabaco. Debido a que principalmente gran parte de esta actividad económica estaba en manos extranjeras o era abastecida desde el exterior, en la década de 1920 muchas de las regiones económicas de China estaban mejor integradas a la economía mundial que desde 1937 hasta 1978, cuando se iniciaron las reformas de la apertura de China. Incluso, zonas montañosas a cierta distancia de las costas eran proveedoras de productos para los mercados mundiales en el decenio de 1930 (Goodman, 2008: 25).

En relación al proceso de modernización contemporáneo de China, el profesor Wang Hui destaca cómo ha sido analizada por el pensamiento intelectual chino. Afirma que, para los intelectuales chinos, la modernización era, por una parte, una búsqueda de riqueza y poder a lo largo del camino hacia la creación de un Estado-nación moderno; por otra parte, se pretendía llevar a cabo el proceso de reevaluación de la sociedad y la tradición chinas según los valores de occidente. "Así pues, la característica más visible del discurso chino sobre la modernidad es su localización dentro de los binarismos: "China/Occidente y tradición/modernidad" (Wang, 2008: 162).

La "modernización" en el discurso chino y la "modernización" en la teoría de la modernización son dos conceptos distintos. "Esto se debe a que, inherente al concepto chino de modernización, existe una tendencia hacia valores basados en la ideología socialista. Mao Zedong creía en el progreso histórico irreversible y utilizó la revolución y los métodos del Gran Salto Adelante para empujar a la sociedad china por el camino de la modernización". La modernización a menudo se ha interpretado como el proceso de conversión de los países atrasados y semifeudales al capitalismo. En China la situación fue diferente ya que el marxismo chino fue una ideología de la modernización. Así, esta modernización no sólo fue el objetivo del movimiento socialista chino, sino que este movimiento había constituido la característica principal de la modernidad china,

Mao consideraba que su revolución socialista era la heredera de la revolución democrática de Sun Yat-sen, pero pensaba que la suya era la resolución final de un movimiento de modernización que se había mantenido activo desde el siglo XIX y como la determinación de su futura dirección. Desde la perspectiva de la historia y los valores, el socialismo de Mao fue una teoría de la modernización opuesta a la modernización capitalista (Wang, 2008: 166).

La práctica social antimoderna y el utopismo fueron parte del discurso de la búsqueda de la modernización china. El miedo a un Estado burocrático, el desprecio por la formalización de las estructuras legales, un énfasis en el igualitarismo absoluto, constituyen parte de este discurso. La lucha por la modernización y el rechazo de la racionalización se ha desarrollado conjuntamente, lo que ha provocado profundas contradicciones históricas. Por ejemplo, Mao centralizó el poder para establecer un sistema estatal moderno; pero lanzó la revolución cultural para destruir ese mismo sistema.

Sin embargo, después de que se iniciaron las reformas de 1978, la reflexión sobre la modernización de China se refería al examen crítico sobre el papel del socialismo. Después del movimiento de Tian'anmen de 1989 y del colapso del socialismo en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y el este de Europa, el análisis de la modernización de China tuvo un nuevo giro; ahora se dirigía hacia cuestiones técnicas, de la eficacia y de objetivos concretos de la marcha de la economía principalmente. Una idea, que había sido expuesta con anterioridad dentro del propio partido y que había causado grandes divisiones. Por consiguiente, la idea del socialismo contemporáneo de China en realidad ha sido desprovista del carácter antimoderno del socialismo previo. Además el énfasis en el pragmatismo, que se centra únicamente en la eficacia ha creado condiciones para la desigualdad social y también plantea obstáculos para la democratización política. Según el profesor Wang: "Si la redistribución de riqueza social se hubiera implementado abiertamente o con un cierto grado de supervisión popular, el reparto de activos nacionales que caracteriza este proceso no hubiera transcurrido de un modo tan desigual" (Wang, 2008: 169).

El proceso de reforma hacia la mercantilización es impulsado por el Estado con el nombre de "modernización y reforma" en la que los diferentes componentes del aparato del poder del Estado se involucran plenamente en el ámbito económico. Este proceso se denomina "intercambio político" en el cual la elite política tradicional está transformándose en representante de grupos de intereses especiales, mientras sigue dominando el poder político y los grupos de intereses especiales y el capital transnacional tienen que conseguir el apoyo del aparato de poder mediante un proceso de intercambio. Este proceso de intercambio político forma parte del proceso de "despolitización" en China que ha permitido por ejemplo la reforma del derecho de propiedad y la reestructuración de intereses a gran escala.

Esta interrelación y conflicto mutuo entre el control del capital internacional e interno que ha resultado del cada vez más profundo involucramiento de China en la economía global ha provocado una mayor complejidad en la economía nacional y una inevitable corrupción sistémica. Esta corrupción se ha filtrado a las esferas económica, política y moral, y constituirá un gran obstáculo para el desarrollo económico y fomentará un consumismo destructivo que rápidamente agotará los recursos nacionales y sociales.

A propósito de la transición de China y de otros países socialistas a partir de 1989, el profesor Wang señala que es tanto un proceso histórico como un mito histórico, aunque en la práctica ambos usos quedan inextricablemente entrelazados. La transición como proceso histórico se refiere a la realidad de la transformación del régimen socialista tradicional y la transición como mito se refiere a la idea de que un futuro democrático, libre y brillante vendrá a sustituir al pasado despótico, planificado y oscuro. Sin embargo, en el caso de China, las implicaciones de esta transición son indefinidas o "quizá sea mejor decir que la transición marca un proceso histórico indefinido" (Wang, 2008: 15).

China se ha convertido en la segunda potencia económica mundial y sus logros materiales son de una magnitud incuestionable. Desde el inicio de sus reformas para implantar el capitalismo de Estado, el crecimiento económico, y en especial el alto crecimiento, ha sido el factor central que sustituyó a la vieja legitimidad de la época del socialismo autogestionario, basado en el igualitarismo y en la ideología comunista. El nuevo liderazgo, desde la era de Deng Xiaoping, ha fundamentado su legitimidad en los logros del crecimiento material. Sin embargo, este gran proyecto de transformación deberá crear ahora las condiciones sociales y políticas para lograr un equilibrio, que le permita continuar este rápido ascenso de forma estable, y esta es la tarea de los nuevos líderes en las décadas por venir. Desde nuestra perspectiva, China se encuentra en ese momento en el que han surgido nuevos problemas y desafíos, como producto principalmente de su crecimiento económico, y por eso queremos enfatizar lo que pensamos serán los riesgos que se le presentan en esta nueva fase de desarrollo. En este sentido, China tiene nuevos desafíos que deberá resolver para lograr las metas de su completa transformación.

Sociedad armoniosa y el sueño chino

"Hexie Shehui" es el término chino de la sociedad armoniosa, proyecto lanzado por el presidente Hu Jintao en 2004 que buscaba lograr la estabilidad política y social, con un desarrollo sustentable y dirigido a conseguir el bienestar del pueblo. Para el profesor Yingjie Guo, el proyecto de la sociedad armoniosa descansa en el desarrollo de la clase media china y en el alejamiento de la clase obrera (Guo, 2008: 50-52). Posteriormente, el nuevo presidente Xi Jinping -quien asumió el poder a finales de 2012-, ha declarado que se debe buscar el sueño chino, "Zhongguo meng", interpretado como la búsqueda de la prosperidad dentro del esfuerzo colectivo para mantener el socialismo y la gloria nacional. Todo lo anterior, para resarcir los tremendos desequilibrios sociales que este capitalismo salvaje ha producido en China, en este periodo de reformas para introducir el capitalismo.

El mundo ha vivido grandes transformaciones de todo tipo en las últimas décadas, pero sin lugar a dudas lo que ha sucedido con la economía de China no tiene paralelo en la historia del desarrollo mundial. Habíamos atestiguado, casi de manera continua desde la posguerra mundial del pasado siglo, los crecimientos económicos de países como Japón, al que le siguieron posteriormente el de Corea del Sur, Taiwán, Singapur y otros en el Este y Sudeste de Asia, pero lo que ha acontecido en China desde 1978 y muy especialmente en las dos últimas décadas, no tiene referencia histórica, sobre todo por el tamaño y el peso que este país tiene en la evolución del sistema mundial. Sin embargo, es tiempo de examinar la nueva situación de este país, en la que el crecimiento económico parece seguir desenvolviéndose magistral y poderosamente, aunque ahora ya el panorama futuro presenta nuevas disyuntivas y se asoman problemas tanto económicos y sociales que nos llevan a pensar que los dirigentes chinos pasarán por una etapa sumamente delicada en la que su capacidad de liderazgo se pondrá a prueba.

A continuación señalaremos lo que pensamos son los principales retos que el gobierno de China deberá enfrentar en el futuro inmediato.

La deuda social

Al optar por el desarrollo de las provincias costeras, colocar el énfasis en las industrias exportadoras del capital extranjero y en general privilegiar las conexiones con la economía internacional, ha producido como consecuencia directa un modelo desigual de ingresos y de formas de vida muy distintos entre la población china, que ya se puede advertir en la superficie del tejido social de este país o esta "civilización que pretende ser una nación", como la llama Lucien Pye. La desigualdad económica y social está presente en China y ha aumentado más en los últimos años. Es una desigualdad que, medida ya por el coeficiente Gini la coloca como si fuera un país perteneciente a América Latina, más que a uno del Este de Asia. Este coeficiente aumentó de 1985 a 2013 de 0.31 a 0.52 y ya en 2010 el 10 por ciento de la población china de ingresos más altos era poseedora de 65 por ciento de toda la riqueza de China. Esta desigualdad ahora no sólo es la que se da entre las zonas rurales y las urbanas, y entre diversas provincias, sino que se extiende hacia el interior de cada uno de los sectores. Dentro del sector rural hay desigualdades, así como en las zonas urbanas. Por ello, podemos decir que China se hace complejamente desigual.

Conozco casi todas las teorías que justifican el origen de la desigualdad y aquellas más simples como la de crear primero el pastel para luego repartirlo o la del derrame de la riqueza hacia abajo ("trickle down"), es decir, que la riqueza una vez creada se filtrará hacia abajo. En China, fue la versión de Deng Xiaoping de que no importaba la manera de crear la riqueza sino de generarla, en la versión de que no importaban los colores del gato, sino la de su capacidad para atrapar al ratón, o de que hacerse rico era glorioso. Ahora después de más de tres décadas, tienen la tarea de igualar a la sociedad, o de buscar la "sociedad armoniosa" como lo ha dicho Hu Jintao o la "sociedad de prosperidad" en la concepción de Xi Jinping, y quienes han colocado este objetivo como política de Estado para revertir esta situación. Se pueden ver todos los dispositivos financieros, legales y de todo tipo que ya están en marcha para ayudar a aquellos que no han sido favorecidos por el modelo, y eso me parece que es una gran diferencia con los modelos desiguales de otra latitudes, nadie cuenta con la enorme capacidad como la tiene el Estado chino para imponer condiciones, sobre todo cuando su capacidad política futura, y no sólo a nivel interno, sino internacional, estará en juego, si no se frena y se da reversa a estas tendencias de desigualdad.

Esta situación de desequilibrio social se complica, desde mi punto de vista, porque muchos de los beneficiados del modelo forman parte ahora de la cúpula de poder. El Partido Comunista Chino es cada vez más la expresión de estos intereses; muchos empresarios de la nueva China ahora forman parte del Partido y muchos miembros de éste son empresarios, y sus ganancias se han derivado de los bajos salarios que pagan a sus trabajadores. Será muy interesante ver cómo se van a aplicar todas está políticas en la realidad para reducir está brechas. Además, habrá que ver como los nuevos presupuestos para gasto social pueden llegar a los necesitados y cómo se implementa en la realidad todo este nuevo conjunto de políticas sociales. Este es el tipo de problemas que enfrentará China para las próximas décadas.

Agotamiento del modelo económico intensivo en mano de obra y recursos

Por otro lado, como sabemos, el modelo chino se ha basado fundamentalmente en el trabajo barato, pero ahora esto representa dos problemas económicos al menos para este país. Para una gran mayoría de los trabajadores chinos su trabajo sigue siendo barato, es decir, sus salarios no han aumentado lo suficiente, y esto acarrea el problema de seguir en el futuro sobre las mismas bases. Es lo que algunos economistas chinos llaman la trampa del país de ingresos bajos y moderados que, de seguir en el futuro, haría muy difícil para China pasar al verdadero estatus de país desarrollado, con ingresos crecientes para su población. Esto limitaría también el potencial del mercado interno a largo plazo. Esa situación de incorporar año con año trabajadores de su enorme reserva laboral en sectores de salarios bajos, pondría a China permanentemente en la condición de ser una economía de industrias intensivas de mano de obra casi indefinida. Por esta condición, el gobierno chino empezó a adoptar una serie de políticas salariales para mejorar la condición económica de sus trabajadores. De esta manera, los salarios promedio por hora han aumentado, pasando de .60 centavos de dólar en 2000 a casi 3.50 en 2015. También los salarios mínimos se han incrementado sucesivamente, pero en general se puede afirmar que los salarios en China siguen estando por debajo del nivel de subsistencia, y sólo el trabajo extra en cantidades excesivas permite que puedan tener darse un nivel de vida básico (Li y Qi, 2014).

El gobierno chino quiere el cambio industrial y tecnológico y los planes apuntan hacia estos logros, pero los instrumentos para ese gigantesco cambio están en manos de la empresa china, que siguen siendo competitivas en los antiguos ramos, de poca calificación, a las que les falta innovación y mucho desarrollo tecnológico, razones que explican por otro lado el éxito de Japón y Corea, cuando hicieron este tránsito. La diferencia salarial está en relación con la fuerza sindical, y esto obviamente pasa por el contexto político. En el caso coreano, en donde las luchas obreras de los ochenta condujeron a cambios importantes, no sólo en el aumento de los salarios, sino en el entorno político de ese país.

Este modelo de desarrollo económico ha generado además lo que se ha sido llamado por el profesor Richard Madsen "la China de tres sistemas económicos" (Madsen, 2003). Estos tres sistemas están unidos por una codependencia entre ellos, pero sin sinergias. Se trata de un condominio inestable, pero que se sostiene por los intereses de los grupos poderosos en cada uno de los sistemas y que tiende a explotar a la población débil en cada uno de los mismos. No son sistemas geográficos, pero sí tienen alguna determinante de este tipo, por ejemplo, el noreste, en donde la economía estatal es todavía un factor importante.

Estos tres diferentes sistemas lo constituyen:

El tercer mundo de China: representado fundamentalmente por las regiones en la parte atrasada de China, y que nutre de mano de obra barata especialmente a las regiones en industrialización rápida. Por otro lado, se encuentra la China socialista: esta parte es la que suministra fundamentalmente los activos del Estado a favor de la creciente economía de mercado que surge en el país. Finalmente, se encontraría la China que forma parte de la nueva economía en rápida industrialización: es la parte que se dedica a la exportación principalmente y en la cual prevalece el espíritu capitalista. Estos sistemas han traído en su conjunto beneficios claros, pero de corto plazo a China, y esto sucede así para evitar su incompatibilidad en el largo plazo.

La deuda ecológica

Este es quizá el problema más serio e importante que China deberá resolver en el futuro inmediato. Es muy difícil que China pueda seguir con los niveles actuales de degradación ecológica sin afectar a todo su sistema de salud. Las posibilidades del surgimiento de epidemias seguramente seguirán siendo un riesgo importante para la salud de la población. Es tremenda la situación en la que se conjugan la suciedad con polvos, alimentos, construcción, y el ruido. En las olimpiadas de 2008 el gobierno impuso la política de cielo azul, retirando autos y cerrando fábricas, creando un espacio respirable para los atletas y extranjeros que acudían a estos juegos. Sin embargo, en años recientes la contaminación del aire en varias de las principales ciudades de China ha alcanzado niveles preocupantes. A fines de 2015 se declararon emergencias por vez primera en Beijing y otras ciudades importantes de China. Por la experiencia de otras ciudades contaminadas en el mundo, los efectos sobre la salud de la población generan enormes costos, que China deberá asumir en el futuro, como resultado de la industrialización rápida y salvaje, sin regulaciones de carácter ecológico de estas décadas.

Como hemos señalado, China se encuentra en la primera década del siglo XXI cruzando nuevos mares, luego de que se ha embarcado en un gigantesco cambio desde fines de los años setenta. Desde las reformas de la primera generación, inmediatamente después de la muerte de Mao, hasta las actuales en la primera década del siglo XXI, realizadas en el periodo de gobierno de lo que se ha llamado la cuarta generación de líderes, con el presidente Hu Jintao a la cabeza y que continúan con el nuevo presidente Xi Jinping, hemos podido presenciar transformaciones impresionantes de su economía y más recientemente de su sociedad. Es frecuente decir ahora que China será una superpotencia en este siglo XXI. Su tamaño es descomunal en todos los sentidos; cualquier cifra alcanza dimensiones astronómicas en este país (debido al terremoto de Sichuan de mayo del 2008 se requerían 5 millones de tiendas de campaña para atender a los afectados). Ello hace prever que, efectivamente, de continuar el crecimiento de China, no sólo producirá un gigante económico, sino que obligará al resto del mundo a formar grandes alianzas regionales para poder hablarle a China desde una posición de fuerza equiparable. Pero esto es precisamente lo que estará en juego para los próximos años, la posibilidad de que China pueda seguir por esta ruta. Sin embargo, el desarrollo de China no está exento del surgimiento de nuevos problemas políticos y sociales, que pudieran alterar y frenar lo que parece un destino inefable de su nueva grandeza.

Fin del periodo de alto crecimiento y desarrollo del modelo económcio

La reforma de la economía china, y con ello el viraje hacia un nuevo modelo económico que dejara atrás la era de la autosuficiencia socialista, no fue algo totalmente nuevo en China. En enero de 1975, en el marco del cuarto congreso de la Asamblea Popular, Zhou Enlai describió la política de las cuatro modernizaciones (agricultura, industria, ciencia y tecnología, y la defensa nacional). El mismo Zhou ya había presentado una estrategia similar para la modernización de China en 1964, antes de que estallara la revolución cultural. Así, el cambio del modelo económico en China esperaba su momento, y éste llego cuando Deng Xiaoping, que representaba a la vieja facción que había criticado la ortodoxia maoísta, asumió el poder en 1978. Con Deng llegó la visión pragmática del desarrollo de China a sustituir a la ideo lógica de Mao. Para Deng una economía de mercado no necesariamente implicaba capitalismo, así como una economía planeada tampoco significaba socialismo, lo que en esencia abrió las puertas para las reformas que hemos visto pasar por la economía china desde entonces. Lo que ahora está en juego, después de más de tres décadas de cambios en la economía y la sociedad, es si verdaderamente una economía de mercado, tal y como se esta desarrollando a gran velocidad, no va a implicar el surgimiento de alguna variedad de modelo capitalista en China, con todas las implicaciones y consecuencias del caso.

Según el profesor Timothy Cheek, la dirigencia china afirma que China es un estado socialista. Sin embargo, China tiene una economía capitalista. Este capitalismo llamado socialismo con características chinas por el Partido Comunista, está cargado de tensiones y problemas, con ganadores vertiginosos y perdedores miserables, y con peligrosos desequilibrios en el uso de la tierra y energía que podría dejar a China incapaz de producir suficiente alimento o conservar las luces en un no muy distante futuro (Cheek, 2006).

En China se desarrolla un modelo de mercado muy particular, con desequilibrios regionales, que se parece en mucho a la experiencia de otras economías en América Latina y otras partes del mundo, en donde coexisten zonas altamente desarrolladas con áreas de atraso. China no es una economía nacional y comprende a diversas economías regionales, que van de la extrema pobreza a la prosperidad relativa. En grandes partes de las zonas rurales, los campesinos todavía luchan en los márgenes de la subsistencia, mientras que en Shangai, Beijing y Guangdong, una economía moderna se encuentra en formación. La diversidad de China puede encontrarse en las dos incompletas transiciones. La primera corresponde a la transformación de un socialismo burocrático hacia una economía de mercado. En segundo lugar, China está a medio camino de su proceso de industrialización, es decir una larga marcha para dejar de ser una sociedad rural y pasar a ser una sociedad urbana. Estas dos transiciones distan de estar terminadas, y así China conserva en la actualidad los rasgos de una sociedad tradicional, socialista, moderna y de mercado. Todo esto mezclado al mismo tiempo, lo que la hace ser una sociedad muy compleja (Naughton, 2007: 4).

El mercado es ahora la institución predominante en China. Como resultado, los desafíos de la transición están siendo reemplazados por los retos del desarrollo: la necesidad de invertir en las capacidades de la fuerza de trabajo y en las obras de infraestructura; la necesidad de crear instituciones efectivas, y la necesidad de proteger a los sectores vulnerables de la población. Todavía hoy existe una población de 200 millones que se encuentran en pobreza extrema y esto no puede ser visto como inevitable o aceptable. Además, el crecimiento de China ha sido acompañado por un aumento de la desigualdad del ingreso que es percibido como injusto. Otro reto será el de encontrar empleo para cerca de 200 millones de trabajadores que no lo tendrán en las zonas rurales.

Según Barry Naughton (Naughton, 2007: 6-7) los factores del rápido crecimiento de China han sido:

  • 1. alta proporción de inversión anual (especialmente en infraestructura física vital);

  • 2. "bono demográfico" en la forma de rápido crecimiento de la fuerza de trabajo moderna;

  • 3. el sector moderno de la fuerza de trabajo permite absorber flujos de trabajadores de las zonas rurales en las ciudades;

  • 4. grandes inversiones en capital humano, igual que en salud que se agregan a las capacidades generadas en el socialismo.

Sintetizando estos elementos, podemos decir que la fórmula del rápido crecimiento del PIB en China, se podría resumir en los aumentos constantes de los siguientes factores: capital físico + trabajo + capital humano. Para contextualizar esta fórmula de rápido crecimiento de China debemos recordar algunos datos de su evolución económica.

En cuanto a la geografía económica de China, ésta se desenvuelve por conducto de grandes macro-regiones económicas. El territorio de China es muy grande y diferenciado por climas, suelos, y dotaciones de recursos. Esto ha producido diferencias importantes en términos económicos. La región del norte es la más importante. La planicie del norte de China es el área de tierra más extensa y contiene un poco más de una cuarta parte de la tierra cultivada, así como también un poco más de 25 por ciento de la población total. Beijing, que es la capital nacional, representa el centro urbano de esta macro región del norte. La población que vive en esta gran región económica produce 30 por ciento de la producción industrial y 31 por ciento de la producción de las cosechas agrícolas de todo el país.

Otra importante macro región es la del bajo Yangtze (la ciudad de Shangai como su centro) que es la más desarrollada de China. En esta región vive 10 por ciento de la población, pero producía 21 por ciento del PIB de China en 2003. Sus tierras que son cultivadas intensamente, representan 7 por ciento de la tierra arable pero produce 10 por ciento de las cosechas agrícolas de la nación.

En el extremo sur, se encuentra la provincia de Guangdong con sus zonas económicas especiales, más Hong Kong y Macao. Constituyen las áreas más abiertas a la economía mundial y las zonas económicas especiales son las zonas líderes de la exportación manufacturera de China. En esta región debe incluirse a Fujian en la costa sureste. Finalmente, en el norte y noroeste con las provincias de Shaanxi, Mongolia interior, Gansu y Ningxia, con 10 por ciento de la población, el 6 por ciento de la industria total y el 8 por ciento de la producción agrícola.

En suma, 41 por ciento de la población vive en las provincias costeras y si se toman en cuenta a las cinco macro regiones adyacentes, la población se incrementa a 59 por ciento. De acuerdo a Naughton, el problema más serio del desarrollo chino no está en el oeste, sino en las provincias pobladas y pobres, en el arco de Mongolia interior, Shaanxi, Gansu, Sichuan, Guizhou y Yunnan (Naughton 2007: 30). En esta geografía de grandes macro regiones es importante subrayar el hecho de que la economía china no existe como una gran unidad de interacciones. Las provincias son todavía muy autosuficientes y sus relaciones con otras provincias son limitadas. Por eso aún la gran mayoría de los bienes consumidos en cualquier provincia china son producidos dentro de la misma provincia.

En términos económicos la ruptura con la URSS tuvo consecuencias importantes en la geografía. La preocupación de una guerra con los soviéticos condujo a la política industrial del tercer frente a principios de los años sesenta. La provincia central de esta política fue Sichuan y el lejano suroeste, así como inversiones en el noroeste. Hubo un masivo cambio en la orientación de la inversión, casi de 50 por ciento de mediados de los sesenta a la mitad de los setenta, para construir una base industrial, así como instalaciones nucleares que pudieran resistir un ataque soviético. Sin embargo, esta política económica dejó a Sichuan y a Chongqing con el problema de contar con una industria anticuada en la década de los noventa. La necesidad de China de reconstruir su economía fue también alentada por los choques con las tropas soviéticas en el río Ussuri en marzo de 1969. Esta confrontación militar entre la URSS y China en su zona fronteriza, posterior a la invasión soviética de Checoslovaquia justificada por la doctrina Brezhnev que concedía el derecho a los soviéticos de intervenir en los asuntos de otros países socialistas, fue un aliciente importante en el reconocimiento de Mao de que el fortalecimiento y autonomía de China eran factores estratégicos de primer orden. Esto debió haber convencido igualmente a Mao de la necesidad de restaurar el orden tras el caos provocado por la revolución cultural. También lo llevó a pensar en la necesidad de mejorar las relaciones con Estados Unidos, que culminaron en la visita del presidente Nixon a Beijing en 1972.

Según Robert G. Sutter (Sutter 2008: 103), los retos para la continuidad del crecimiento de China están vinculados a:

  • 1. Empresas estatales. Manejan un tercio de la producción y dos terceras partes de los empleados urbanos. Más de la mitad de estas empresas pierden dinero y reciben subsidios.

  • 2. El sistema bancario otorga un 50 por ciento de sus préstamos a las empresas estatales y una gran parte no van a ser pagados.

  • 3. El sistema agrícola es sumamente deficiente por mantener un alto grado de auto suficiencia en granos, y muchos productos tienen precios arriba de los precios mundiales.

  • 4. Infraestructura. Existen cuellos de botella en transportación y energía, que impiden mantener la producción al nivel de la demanda y crean entonces inflación.

  • 5. Estado de derecho. Corrupción, especulación financiera y mala inversión de fondos del gobierno. Las conexiones del partido, y no las fuerzas del mercado son las determinantes del éxito.

  • 6. Problemas sociales. Desigualdad de ingreso; regional; urbana-rural. Además, contaminación, pensiones y vulnerabilidad a epidemias.

Otros problemas a los que se deberá enfrentar China tienen que ver con el cambio demográfico. Relativamente pronto la estructura de edades de la población china se moverá hacia los segmentos de gente adulta. En 2025 China tendrá una población de más de 200 millones con una edad superior a los 65 años. Este número se incrementará hasta llegar a 300 millones en 2050. Además, la población entre 15 y 59 años -que se puede considerar el fundamento de la población en edad de trabajar- ha empezado a descender en términos absolutos desde 2010 y se dice que este grupo se reducirá en casi 30 millones de personas entre 2010 y 2020. Esto quiere decir que China va a enfrentar ya los problemas de una tasa descendente de su fuerza laboral. Todo esto tiene como fondo el debate sobre la caída de la oferta laboral, frente a una demanda creciente de trabajadores, lo que produce cambios en toda la economía. Además por la política de un solo hijo, la tasa de natalidad seguirá descendiendo y la brecha de género creara otro problema, al establecerse un desequilibrio entre la población masculina (que es mayor) y la femenina, lo que va a conducir a una reducción de los matrimonios y creara un nuevo problema social.

Por lo que respecta al desperdicio energético, China consume energía en exceso. Para producir un dólar del PIB usa tres veces más que el promedio mundial de consumo de energía, cuatro veces más que Estados Unidos y ocho veces más que Japón. En 2009, China se convirtió en el principal consumidor de energía del mundo superando por primer vez a Estados Unidos en un 4 por ciento.

En cuanto al sesgo exportador, su dependencia de este factor en la economía es muy grande, con una participación de 50 por ciento en el crecimiento económico. Pero la continuación de este fenómeno tiene ya limitaciones reales. Se afirma que si la estructura actual de crecimiento continúa, para 2020 las exportaciones chinas llegarían a una cifra cercana a los 5 trillones de dólares, lo que equivaldría a 100 por ciento de su PIB de ese año y representaría al 50 por ciento de las exportaciones mundiales. Sin embargo, alcanzar esto requeriría de más producción proveniente de las empresas extranjeras, pero ya casi todas están en China y además los países occidentales tendrían que absorber estas importaciones.

Por lo que respecta a la creación de empleo se ha dicho que también el modelo de gran absorción de trabajadores presenta limitaciones en las etapas recientes del desarrollo chino. Un dato importante que se ofrece para apoyar esta afirmación consiste es indicar que el pib fue creando menos empleo cada año. Por ejemplo, en 1980 cada punto porcentual adicional creaba 0.32 por ciento de incremento en empleo, pero se redujo a mediados de los noventa a 0.14 y ya en el 2000 a sólo el 0.1 por ciento. Las causas son de diversa índole, exceso de trabajadores no requeridos al principio de las reformas, aumento de la productividad, incorporaciones tecnológicas y administrativas (Wang, 2004: 210).

Por otra parte y no menos importante es la falta de las tradiciones ideológicas y críticas del sector empresarial, de lo que se puede llamar las "instituciones suaves" del capitalismo, así como un campo público dinámico, como parte integral del desarrollo y la sustentabilidad, que van a la par de los procesos "duros" de la formación de mercados y el surgimiento de las compañías privadas.

En particular se comprende ahora que la calidad de las instituciones de un país es tan importante para el desarrollo tanto como la fuerza y diversidad de los procesos de mercado. El mayor progreso de los noventa provino del reconocimiento de que la tarea central de la transición del comunismo hacia una economía de mercado involucraba la construcción de la infraestructura institucional correspondiente a una economía de mercado. Esta percepción fue complementada por un reconocimiento creciente de que malas instituciones pueden sabotear a las buenas políticas públicas.

A continuación se mencionan los nueve pilares que China deberá afianzar (Hutton, 2006:175): 1) instituciones públicas; 2) infraestructura; 3) educación; 4) disposición tecnológica; 5) sofisticación de negocios; 6) innovación; 7) salud; 8) eficiencia de mercado, y 9) rigor macro-económico.

Lo más importante para el futuro de China será si algún día se podrá aceptar la idea de la esfera pública, es decir, un espacio político independiente del Estado y el Partido Comunista. Para William Hutton, China está atrapada en un gran dilema. No puede continuar con el actual modelo ya que éste se encuentra rodeado de una gran cantidad de contradicciones que en algún momento harán que China ponga los pies en la tierra. La convulsión de China puede ser provocada por una crisis bancaria, o una de sobreinversión y exceso de oferta, o por una combinación de ambas (Hutton, 2006: 331).

El cambio económico ha forjado nuevas divisiones en la sociedad china. La primera de estas divisiones es la que existe entre lo urbano y lo rural. Aunque esta división no es nueva, es mucho más aguda ahora que antes. Una razón es la feminización de la agricultura. Muchas villas rurales están sin hombres jóvenes y de mediana edad, quienes se han ido a las ciudades para obtener dinero. La producción agrícola ha sido dejada a las mujeres, quienes deben también atender el cuidado de los niños y los ancianos. El modelo adoptado ha conformado una estructura social típica de país subdesarrollado. En la cima se encuentra una pequeña elite rica. Le sigue una clase media integrada por 200 millones de personas. Posteriormente, una clase media baja estimada entre 800 y 900 millones, y al final se encuentran 200 millones, viviendo en pobreza extrema (Cheek, 2006: 90).

Como ya hemos señalado anteriormente, una de las visiones más interesantes de lo que está aconteciendo en China la ofrece el profesor Richard Madsen, con su teoría de los tres sistemas sociales integrados pero incompatibles que han surgido en ese país y que provocan una serie de contradicciones constantes. En las décadas posteriores a las reformas para introducir el capitalismo, el desarrollo social de China ha sido fuertemente desigual y lleno de paradojas. Por un lado, el rápido crecimiento económico ha creado una boyante clase media que busca el consumo tipo americano. Pero este sólo puede ser logrado entre la clase media a la que pertenecen los gerentes, los profesionistas, los empresarios exitosos, y en general aquellos que han podido sacar beneficios de la transición hacia una economía de mercado. Esta clase media ha crecido prácticamente de cero en 1978 para constituir un segmento importante de la población de más de 300 millones de personas en el año 2015.

La sociedad china en transición es un paisaje de un conjunto débilmente unido a través de relaciones co-dependientes en un frágil equilibrio. Tal vez como los socios de un mal matrimonio, los sistemas sociales en China son dependientes uno del otro. Estos obtienen beneficios superficiales y de corto plazo de manera recíproca, lo que evita una confrontación seria sobre la incompatibilidad de largo plazo de dichas relaciones.

Chalmers Johnson sugirió clasificar a este sistema en tres partes: uno del tercer mundo, otro de la China socialista y finalmente el de la China emergente o de reciente industrialización. Sin embargo, estos tres s sistemas no son claramente distinguibles por su geografía. Por ejemplo, aun en las áreas costeras de desarrollo económico avanzado uno puede encontrar algunos de los patrones sociales que caracterizan a la China del tercer mundo y a la China socialista (Madsen, 2003: 92).

Estos tres sistemas tienen una codependencia disfuncional. El capital que se inyecta al sistema de la China de reciente industrialización proviene del sistema de la China socialista y los trabajadores de la China del tercer mundo van a emplearse a sus industrias en expansión. Lo que hace a todo este sistema frágil es la incompatibilidad de las formas de vida social. Los funcionarios se convierten en empresarios, los trabajadores rurales se van a las ciudades a probar suerte, y las familias urbanas se dividen entre trabajos en el gobierno y en el sector del mercado. La presión que amenaza con hacer explotar todo este engranaje es el sufrimiento de los pobres y las ansiedades de la clase media.

El movimiento de Tiananmen de 1989 mostró que el descontento urbano tiene mayor fuerza desestabilizadora que la protesta rural, ya que puede dar lugar a movimientos masivos que pueden representar una amenaza para el presente régimen. La lógica del actual sistema chino descansa en el hecho de que los poderosos hacen que los débiles paguen los costos del desarrollo económico. Estos se encuentran desorganizados, cuentan con pocos recursos materiales y no tienen representación efectiva en el nivel nacional, así que los agricultores han sostenido una participación desproporcionada de los costos de la modernización de China. Todo este andamiaje se recarga sobre los campesinos y la gente pobre. Por ejemplo, en los noventa, el tamaño del gobierno al nivel de pueblos y villas rurales se expandió a 400 por ciento. El ingreso de estos funcionarios provenía de aumentar los pagos impuestos a los productores locales por el intercambio de servicios de dudoso valor. En épocas recientes, la desposesión y venta de las tierras de los campesinos, para incorporarlos al nuevo y lucrativo mercado inmobiliario representa una fuente de ingresos notables para los gobiernos locales.

Por consiguiente, la frontera entre el Estado y la sociedad civil empieza a borrarse. La transición entre Estado y sociedad civil toma lugar en una esfera "no oficial", de carácter informal y parcialmente oscura, expresión de la burocracia oficial, una esfera que depende de las estructuras gubernamentales y que las subvierte, al mismo tiempo, con estas prácticas. ¿Cómo entonces podemos conceptualizar el modelo de capitalismo que está conformándose en China? Tal vez, el término aunque imperfecto, que mejor podría describir este proceso es el de un "capitalismo patrimonial". Este concepto captura la forma en la que funcionarios poderosos tratan a sus organizaciones como si se tratara de sus casas personales y pueden tomar decisiones sin que tener que apegarse a ningún tipo de reglas (Madsen, 2003: 105,106).

Otra interesante visión de los problemas que puede enfrentar el modelo chino lo ofrece Fan Gang, director del Nacional Research Institue of Economics de Beijing, para quién el modelo de desarrollo de China se encuentra en una fase muy aguda de agotamiento en la que deberán hacerse correcciones importantes (Gang, 2007). Gang plantea las verdaderas razones -una serie de privilegios- que se encuentran detrás de la alta rentabilidad de las empresas chinas. Según él, una vez que se eliminen estos privilegios las empresas chinas encontrarán un camino muy distinto y duro en la competencia internacional. Los privilegios de los que han gozado las empresas chinas son:

  • 1. En general los recursos obtenidos han estado por debajo de sus precios reales, por lo que sus altas ganancias y productividad es exagerada debido al bajo costo de recursos.

  • 2. China no impone sanciones por el daño ecológico, como pasa con otras empresas en el mundo, por lo que las empresas chinas tienen una ventaja adicional.

  • 3. Los costos laborales son todavía bajos en China y muchas empresas no pagan por completo o alguna parte de los gastos que comprenden la seguridad social, como en otras partes del mundo.

  • 4. El mercado de capitales está todavía protegido y no abierto a la competencia internacional, y las empresas financieras chinas todavía obtienen ganancias por la diferencia entre los intereses al ahorro y lo que devienen de los préstamos protegidos del Estado.

  • 5. Las empresas estatales no estaban obligadas a pagar dividendos hasta recientemente. Así que el gobierno hacía grandes inversiones sin recibir dividendos, lo que se traducía en subsidios importantes del gobierno que aumentaban su rentabilidad.

En relación al bajo precio de los recursos, el profesor Yiping Huang ha señalado que los productores chinos habían recibido subsidios significativos del resto de la economía, equivalentes a 7 por ciento del PIB o 15 por ciento del PIB industrial, que han rebajado los precios de los insumos e incrementado y mejorado la competitividad internacional de las exportaciones chinas, pero estos subsidios han contribuido a deprimir el ingreso familiar. La participación del trabajo cayó de 52 por ciento del PIB en 1977 a sólo 40 por ciento en 2007, y esto era la causa del lento consumo en China, que explica una de las razones principales de la política china de los últimos años para revertir esta tendencia principalmente a través del aumento salarial a la población trabajadora. Para 2012, esta participación había aumentado a 45 por ciento del PIB, siguiendo siendo un freno para el aumento del consumo (Huang, 2009).

En suma, para Gang, estas antiguas "fortalezas" se están transformando en debilidades y en cuanto estos privilegios se eliminen, las empresas chinas no podrán tener éxito en la economía internacional. Por eso aconseja reconocer estas debilidades y proceder a una reforma para apuntalar la verdadera competitividad de las empresas chinas. Por otro lado, señala que existen fuertes desequilibrios en la economía china. Estos se pueden resumir en los siguientes: 1) ahorro en exceso que representa 50 por ciento del PIB; 2) exceso en el excedente comercial del 10 por ciento del PIB; 3) un nivel demasiado alto de reservas de divisas, y 4) un exceso de flujo monetario (Gang, 2007).

La pregunta crucial no es si China tiene el potencial para sostener su crecimiento en el largo plazo, sino la posibilidad de que este crecimiento pueda ser alterado por una crisis económica o financiera. Ejemplos anteriores de fluctuaciones económicas o crisis fueron la deflación y la contracción económica entre 1997 y 2000 que representaron una forma de disrupción macroeconómica que fue bien manejada. Sin embargo, si ocurriera una crisis financiera seria con un impacto similar al de la crisis financiera de Asia de 1997, ésta podría tener un impacto severo y podría detener el crecimiento económico de China. Por consiguiente, se debe poner mucha atención a las alzas en las acciones de la bolsa y los precios del mercado inmobiliario, ya que podrían representar burbujas o bien sobrecalentar la economía china y producir un tipo de crisis grave.

Otra teoría interesante sobre el modelo económico chino es la relativa a lo que podríamos llamar el fin de la economía basada en la abundancia del trabajo barato. Su autor es el profesor Ross Garnaut, quien señala que China se encuentra en un periodo de transición muy importante, en el que sus características principales serían las siguientes: 1) continuos incrementos de los salarios reales y en el porcentaje del salario en el ingreso nacional, que se va a traducir en un mayor consumo en el gasto y en una reducción de la tasa de ahorro; 2) la tasa de ahorro se va a reducir más que la tasa de inversión y por lo tanto el excedente comercial y de cuenta corriente se va a reducir. Esto tendrá como efecto una presión hacia el incremento de la tasa de interés y requerirá que los Estados Unidos tengan que hacer un esfuerzo más serio sobre sus gastos y su deuda pública; 3) China va a cambiar su perfil competitivo, de productos intensivos en mano de obra, hacia productos de mayor desarrollo tecnológico y por lo tanto la competencia comercial mundial de China va a cambiar; 4) el gobierno de China no podrá resistirse a una apreciación del valor del yuan (Garnaut, 2010).

Un punto muy discutible de esta teoría es la suposición -utilizando la curva de Kuznets- de que este nuevo periodo de la economía de China hará reducir las desigualdades en el ingreso de la población china. Como sabemos bien por la experiencia de América Latina, las desigualdades, una vez instauradas en los mecanismos económicos, requieren de fuertes políticas del Estado para regular y restablecer la equidad dentro del sistema económico y social de un país. Por otro lado, China cuenta con mercados de trabajo geográficamente muy diferenciados. Esto puede significar que los salarios pueden incrementarse rápidamente en algunas ciudades, pero permanecer bajos en otros lugares y por lo tanto la resistencia de la producción intensiva en mano de obra permanecer y seguir prosperando. Lo mismo puede decirse de las áreas rurales; en algunas de ellas pueden presentarse escasez y en otras abundancia de trabajadores.

La corrupción es uno de los factores que aquejan al desarrollo de China. A manera de ejemplo de cómo esta situación afecta a la economía y a la gobernabilidad de China, mencionaremos un caso en el que las transferencias destinadas a aliviar las penurias de los agricultores, termina en los bolsillos de los burócratas. A principios de 2000, en la provincia de Anhui, el gobierno central creó unas agencias de abastecimiento de granos con cerca de 4 mil millones de yuanes para cada año, pero solamente cerca de 400 millones de yuanes fueron transferidos a los agricultores. Las agencias son una fuente de corrupción, comprando grano a precios del Estado y vendiéndolos a precios de mercado, muchos más altos. El premier Wen Jiabao anunció el fin de este sistema, y en junio de 2003 el gobierno declaró que pagará los subsidios directamente a los agricultores. Otro caso relevante fue el de las escuelas que se colapsaron en el terremoto en Sichuan de marzo de 2008, en parte por la fuerza del sismo y en parte por la corrupción de los constructores, dejando una gran tragedia en miles de familias chinas de la región, y originando uno de los movimientos más críticos contra el gobierno de los últimos tiempos. El nuevo presidente Xi Jinping se ha embarcado en una cruzada contra la corrupción y han sido detenidos funcionarios de alto nivel, como el anterior jefe de seguridad Zhou Yongkang y el jefe del partido en Chongqing Bo Xilai. Sin embargo, esta campaña más bien parece representar un medio para consolidar su poder, y hacer a un lado a aquellos funcionarios y políticos que pueden significar un desafío político a su dirección, como jefe del partido y del Estado chino.

Otro gran problema del modelo económico chino, como hemos venido diciendo, tiene que ver con el excesivo consumo de recursos y la afectación al medio ambiente. El Banco Mundial estima que el daño causado por el medio ambiente representa 6 por ciento anual del pib. Por la experiencia de otros países, como Japón mismo, en el que el alto desarrollo generó una contaminación muy grave y dio lugar a grandes movimientos urbanos y a problemas de salud muy serios, como la llamada enfermedad de Minamata, podemos decir que el desarrollo de China está ya en una frontera de enorme peligro por el desastre ecológico en el que se halla sumergido. Beijing y otras ciudades se están volviendo invivibles y el respirar buen aire tendrá un valor incalculable. Se han estado rebasando todas las normas y la población se encuentra expuesta a sufrir graves trastornos de salud. Este será un peso que va a gravitar sobre la productividad de la fuerza laboral china. Además de los problemas del aire, está el del agua, la desertificación y otros que son obra directa de la corrupción en China como la adulteración de productos alimenticios (caso de la leche materna) y bajos estándares en las regulaciones sanitarias.

En China hay 100 millones de personas que viven en ciudades cuyo aire normalmente está catalogado como "muy peligroso", causando problemas serios tales como la muerte prematura de 400,000 personas anualmente. Más o menos cerca de 30 mil millones de toneladas de aguas negras son introducidas a los flujos de agua por todo el país al año, originando un grave problema para la salud. Las famosas empresas de las villas y los pueblos representaban 26 por ciento del PIB de China en 1998, pero producían cerca de 50 por ciento de todos los contaminantes a nivel nacional. Todavía en años recientes, el carbón representaba más de dos terceras partes de la energía consumida en China y ello sigue representando uno de los factores detrás del deterioro ambiental de este país.

Mientras las contradicciones entre ricos y pobres y entre el gobierno central y los gobiernos locales son más agudas, es la contradicción crónica de sustentabilidad la que fundamentalmente determinará el futuro de China. Los privilegios de la elite del partido se conectan con la elite rica del más alto rango y luego, abajo, con la clase media. De estos dos niveles de elites, la clase media es la que amenaza con mayor rigor los cambios en China, ya que sus intelectuales buscan una mayor liberalización política para articular mejor sus intereses y obtener recompensas materiales. Esta movilización de la clase media ha conducido a China a consumir mayores cantidades de energía que de acuerdo con la mayoría de los analistas no puede sustentar. En suma, los intereses de la clase media china conducen tanto a una demo cratización política como a un desastre ecológico (Cheek, 2006: 106).

En China, el periodo de alto crecimiento muestra ya hoy grandes fisuras. La desigualdad es creciente, la corrupción rampante, millonarios al alza y el desastre ecológico es profundo. Pero desde mi punto de vista son tres los temas que van a gravitar en el futuro inmediato de China, y que son: 1) las enormes desigualdades sociales existentes y crecientes; 2) el cambio demográfico, y 3) el desastre ecológico. Los millonarios en China han venido aumentando (personas que tienen una riqueza de más de mil millones de dólares) especialmente desde 2009 que eran 129 y que en 2011 pasaron a ser 271, aunque se dice que muchas fortunas se encuentran "ocultas", así el número podría ir hasta los 600 millonarios). Pero lo que más sorprende es que una tercera parte de los 50 más ricos, son delegados a los órganos políticos más representativos, o bien miembros del Partido Comunista. El periódico New York Times (25 de octubre de 2012) reveló que familiares del primer ministro, en el periodo de 2003 a 2013, Wen Jiabao, habían amasado una fortuna de dos mil setecientos millones de dólares.

El salvaje alto crecimiento en China desembocó en uno de los sistemas más inequitativos sobre la tierra, y ello ha presupuesto un enorme peso sobre la población china que ya hoy se ve claramente en las continuas protestas que tienen lugar en prácticamente todo el territorio de este país. Por esta razón el PCCH ha aumentado dramáticamente el presupuesto en el rubro de "mantenimiento del orden" (weiwen) en años recientes. En el 2011 la Asamblea Popular aprobó un presupuesto de 95 mil millones de dólares en áreas relacionadas a la aplicación de la ley y el mantenimiento del orden.

En China, los intereses creados, la información asimétrica, el abuso de poder y la falta de respeto a la ley y regulaciones son todavía fallas endémicas en el mercado chino, y esto tiene efectos muy graves en la forma en que se conducen los procesos de mercado, así como las decisiones gubernamentales. Se requerirá una buena dosis de voluntad y coraje para llevar adelante las reformas políticas que serán necesarias para enfrentar todos estos desafíos y que son esenciales para instaurar un sistema empresarial moderno y sustentable en China (Song, 2013).

El hecho más significativo, y que es el catalizador de todo lo que ahora acontece en China, es el fin del ciclo de alto crecimiento que se inicia a principios de la década de los años noventa del siglo pasado y que finaliza en los primeros años de la segunda década de este siglo XXI. En estos 20 años, aproximadamente, la economía china creció a tasas del 10.4 por ciento anual. Sin embargo, el ciclo de descenso ha comenzado -ya con tasas menores al 7 por ciento en 2015- y la pregunta es el tamaño de esta caída, y los efectos sobre otras variables, como el empleo y las finanzas. Un pronóstico sobre el futuro del crecimiento consiste en ubicar el PIB en 3.9 por ciento como promedio para las dos próximas décadas, sin que se dejen de lado las posibilidades de una caída mayor (Pritchett y Summers, 2014).

La crisis mundial de los años 2008 y 2009 hicieron que China adoptara un plan muy agresivo de estímulos para impedir que este ciclo de descenso de la economía se produjera desde esos años. El costo total de estas políticas de ayudas, está estimado en una cantidad de casi dos veces el PIB de China. Como resultado de lo anterior, las deudas han crecido, debido a políticas laxas de créditos; hoy el total de la deuda en China, es de más de 22 trillones de dólares, una cantidad exorbitante desde cualquier punto de vista. Y aunque la mayoría de esta deuda es de carácter doméstico, no deja ser un factor de gran incertidumbre para la salud financiera de China en el futuro (Sharma, 2015). A lo anterior hay que agregar la aparición de sobre-producción en una serie de ramas básicas de la economía china, y que el mercado mundial muestra de nueva cuenta signos de desaceleración, inestabilidad y extrema vola tilidad en el sector financiero.

Como podemos apreciar, los desafíos económicos, financieros, demográficos y sociales a los que deberá hacer frente el gobierno de China son mayúsculos. Además, deberá navegar en los mares de una economía mundial, con grandes fracturas e incertidumbres, de todo orden. Este es el tamaño del reto que se le presenta a China en los albores de este siglo XXI.

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Víctor López Villafañe. Docente-investigador del Doctorado en Estudios del Desarrollo. Doctor en Economía (Universidad Nacional Autónoma de México). Maestro en Ciencia Política (Universidad Nacional Autónoma de México). Ha sido investigador visitante en: Institute of Developing Economies de Tokio, Japón, (1988-1989); Investigador Fullbright en la Graduate School of International Relations and Pacific Studies, University of California, San Diego, (1991-1992); Center for US-Mexi can Studies, Universidad de California, San Diego, verano de 1999; y Universidad British Columbia de Canadá, de junio a agosto del 2000. Además, ha sido profesor visitante en la Academia de Ciencias Sociales de China, Beijing, verano de 1995; y en la Universidad Ritsumeikan de Kioto, Japón, de septiembre del 2000 a enero del 2001. Es autor de más de 70 artículos, capítulos de libros y ensayos en revistas mexicanas y extranjeras. Ha publicado 10 libros, siendo el más reciente Japón después de ser el número uno (2015) junto con Carlos Uscanga.

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