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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.11 no.21 Zacatecas  2013

 

Editorial

 

En el primer plano geopolítico del sistema mundial capitalista afloran las dinámicas del capital global que trazan al planeta como un escenario constreñido a la libertad de mercado donde privan los intereses de los grandes monopolios financieros, industriales, agropecuarios y comerciales. La trama de la globalización está compuesta por un nuevo tejido de la división internacional del trabajo, donde la fábrica mundial fragmenta el proceso productivo en diversos ámbitos espaciales y los fondos de inversión trastornan los ciclos económicos.

La arquitectura del poder global soporta los procesos concéntricos de acumulación mundial. Los gobiernos se pliegan hacia las proclamas neoliberales y neoconservadoras para abrir nuevos espacios de valorización al capital corporativo interesado en apropiarse de fuentes de ganancia extraordinaria, recursos naturales desregulados, frutos de la innovación científico-tecnológica y fondos públicos. Los organismos financieros internacionales evangelizan a los gobiernos para que asuman las agendas neoliberales apropiadas a los intereses corporativos. No todo es política e ideología, la militarización de las relaciones internacionales también juega un papel preponderante en la expansión capitalista.

Una cultura con pretensiones universalistas se expande por el mundo a fin de promover los valores del capitalismo triunfante: individualismo, consumismo, competitividad, crecimiento y productividad. La realización de la condición humana sólo es posible mediante el influjo del mercado total, en una zona de alto consumo, derroche y hedonismo.

Tras bambalinas subyace un mundo subterráneo que soporta la fiesta del capital global. Es el llamado Sur global, el lado moridor donde habita 80 por ciento de la humanidad, donde pervive la violencia, el despojo y la desesperanza. Los países y regiones instalados en este espacio han sido acotados por el gran capital como fuentes de riqueza. Gracias a la conjunción de múltiples esfuerzos sociales e institucionales generan una excedente económico que es apropiado por las oligarquías nacionales, a menudo derrochadoras, y por las grandes corporaciones transnacionales, que envían remesas de ganancias a los centros financieros e industriales de la economía mundial. Las transferencias de ganancias se complementa con los onerosos pagos de la deuda externa y la renta tecnológica, además de la múltiple fuga de recursos merced al intercambio desigual, que tiene en el comercio intrafirma —el trasfondo del comercio exterior— una de sus principales expresiones. No sólo eso, también el extractivismo de recursos naturales (minerales, petróleo, gas, alimentos, agua) están vulnerando la cultura material de los pueblos del sur. Asimismo, existe una dilapidación de la fuerza de trabajo que es superexplotada por las corporaciones conectadas a la economía mundial en su propio territorio, una condición que lacera el trabajo formal de calidad y genera un abundante mercado informal encabezado por la subcontratación, es decir, un trabajo precario y vulnerable, desprovisto de prestaciones e inseguro. La inseguridad laboral, el desempleo estructural y el desmantelamiento del Estado social arrojan a la calle a grandes contingentes de trabajadores, muchos de los cuales ni siquiera pudieron acceder al trabajo formal y tampoco encuentran alternativas en la economía de subsistencia. Estos sujetos despojados, excluidos y empobrecidos se ven compelidos a emigrar dentro de su propio país para caer en las redes de la informalidad urbana, en las empresas con trabajo inseguro o en la criminalidad. Más aún, tienen que emigrar a otros países persiguiendo el señuelo de una vida de oportunidades en países con mayor densidad de capital.

Los emigrantes indocumentados están sometidos a una travesía plagada de riesgos y peligros, donde la vida pende de un hilo. Son conocidas las atrocidades que padecen los migrantes que intentan clandestinamente ingresar a países de mayor desarrollo relativo. En las economías centrales, los inmigrantes son criminalizados, excluidos, discriminados y explotados. Constituyen una especie de subclase que es reducida a condición de fuerza de trabajo vulnerable, con exiguos derechos laborales, sociales y políticos. Sometidos a una fuerte discriminación que vulnera sus derechos humanos.

El estudio del nexo entre migración y desarrollo ha estado plagado de mitos y encapsulado en una parcela del conocimiento especializado, pero descontextualizado, incrustado en el pensamiento convencional cuyo marco categorial es la globalización neoliberal. La migración ha sido presentada como el rostro humano de la globalización; los migrantes son considerados como emprendedores que intentan maximizar sus ingresos y al ser exitosos devienen agentes de la modernización que irradian ideas, capacidades y recursos que al inocularlos a los sitios de donde proceden irradiarán el consabido desarrollo. En especial, las remesas de dinero representan el «mantra del desarrollo», un supuesto capital privado que hace las veces de palancas del crecimiento ahí donde el empresariado y el Estado han fallado en el cometido de avivar el desarrollo, si acaso alguna vez se lo propusieron. Asimismo, se supone que el retorno significa un beneficio, pues son portadores de aprendizajes y habilidades que pueden aplicar para contribuir al desarrollo de sus comarcas. La migración es un periplo donde todos ganan: los migrantes acceden a un empleo remunerado y sus familiares a medios de subsistencia, los gobiernos emisores purgan conflictos socioeconómicos y abren un canal de divisas, los empleadores acceden a fuentes de trabajo barato, florece una «industria de la migración» que provee servicios a los migrantes, y el gobierno capta recursos fiscales. El capital financiero imbuido por un «sano afán de lucro» puede bancarizar las remesas de los migrantes y generar ciclos de ahorro e inversión que dinamizan la economía en un círculo virtuoso. Esta economía de ficción encubre las injusticias sociales, las violaciones a los derechos humanos y los costos humanos de las migraciones.

Sin embargo, la terca realidad ha cimbrado la burbuja especulativa que sustentaba la idea de que los migrantes son agentes de desarrollo en el sentido convencional del término, es decir, como concurrentes del mercado con capacidad para invertir sus ahorros y capital para detonar dinámicas de crecimiento. En lugar de ello, los migrantes afrontan severas condiciones de inseguridad en el tránsito, en el cruce de fronteras y al arribar al país de destino.

Desde la Red Internacional de Migración y Desarrollo y de las páginas impresas en la revista Migración y Desarrollo, en el curso de una década diversas expresiones de investigación, reflexión y análisis han abordado las aristas más representativas de la relación entre migración y desarrollo. Frente a la convencionalidad circundante, el abordaje crítico y alternativo pretende situar el problema desde la compleja realidad social de los países con alta incidencia migratoria, a la sazón países subdesarrollados o dependientes que han perdido la soberanía laboral (capacidad de dotar de trabajo digno a su población), la soberanía alimentaria (capacidad de producir alimentos básicos para su población), la soberanía financiera (control del sistema de pagos y créditos); se trata de países que transfieren al exterior buena parte del excedente económico generado y que en lugar de organizar ciclos de acumulación de capital con la tentativa de redistribuir el ingreso, generan espirales de desacumulación, amén de que transfieren su fuerza de trabajo calificada y no calificada, un trabajo vivo y un trabajo conceptual vital para el desarrollo nacional.

Dicho pensamiento situado o contextualizado también se emprende desde la esfera vivencial de los sujetos migrantes, a menudo sectores sociales despojados, excluidos, empobrecidos y necesitados. Campesinos, artesanos, obreros, desempleados, jóvenes, profesionistas, que se ven compelidos a emigrar para subsistir. Otra pretensión del pensamiento situado es la tentativa de desarrollo entendida como un proceso de transformación social sustantivo donde se supriman las relaciones de explotación, dominación, discriminación y racismo en contra de clases, pueblos y grupos sociales históricamente victimizados por los poderes económicos y políticos del capitalismo y el colonialismo, donde los migrantes se cuentan entre los grupos que han sufrido mayor victimización, opresión y explotación. A menudo, los estudios de migración y desarrollo no definen la noción de desarrollo, simplemente parten del supuesto de que los migrantes se convierten en agentes de desarrollo y las remesas en palanca. Mucho menos se anteponen la necesidad de descifrar el contexto de desarrollo desigual donde gravitan la mayoría de los flujos migratorios y la necesidad de transformar sus dinámicas estructurales para generar condiciones de justicia social. Uno de los saldos de la crisis mundial capitalista ha sido el desmoronamiento del pensamiento único, que atribuía a la economía del mercado la noción de crecimiento, prosperidad y desarrollo. Ahora se discuten otras nociones de desarrollo, como el vivir bien, la transmodernidad, la economía política de la vida, entre otras.

Para analizar a profundidad la compleja relación entre las dinámicas del desarrollo y las migraciones se precisa escapar del pensamiento convencional, de los marcos políticos y categoriales impuestos por la occidentalidad euroestadounidense que tiene en el mercado el referente de la modernidad universal. Pensar en otro proceso civilizatorio centrado en los oprimidos y explotados del orbe, los migrantes entre ellos, reclama una nueva epistemología, es decir, formas de pensamiento situado, un pensamiento crítico y un diálogo intercultural. Un nuevo marco categorial donde se discuta a fondo el desarrollo alternativo o las alternativas al desarrollo, si por ello entendemos cuestionar las nociones universalistas de progreso, modernidad y occidentalidad, no como un proceso lineal o etapista, arredrado en el desarrollismo, el crecimiento económico y el libre mercado, sino en otro desarrollo basado en la justicia social, la democracia, la emancipación social, la cultura material y el vivir bien.

El pensamiento crítico, creativo y propositivo que promueve Migración y Desarrollo es un esfuerzo necesariamente inacabado, dada la complejidad de la problemática invocada, sin embargo ha sido un trabajo fructífero, como se atestigua en los 21 número publicados hasta la fecha. Los afanes investigativos no paran en esta primera década, sino que se renuevan y concitan la participación de investigadores comprometidos con los mundos de vida y trabajo de los migrantes del mundo. Seguramente que el lector podrá encontrar en estas páginas muchos puntos de debate y puentes para el diálogo.

 

Humberto Márquez Covarrubias

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