Editora asociada: Katherine Renton
Introducción
La introducción de especies no nativas o exóticas invasoras de un ecosistema a otro se da, principalmente, tanto de forma intencional como accidental, ya sea por cuestiones económicas, ambientales, por contrabando, falta de información o por razones sociales (Chenje y Mohamed-Katerere 2006). Estas especies tienen la capacidad de extender su distribución, pueden establecerse en nuevas áreas, y en la mayoría de los casos de forma agresiva, al superar por competencia a las especies nativas. Ocasionan daños significativos a las especies nativas y al ecosistema invadido (Tylianakis 2008, García et al. 2014).
Los daños provocados por las especies de aves consideradas exóticas invasoras se han documentado en diversos países del mundo -entre los que destacan Estados Unidos y España- y van desde la competencia en sitios de anidamiento, agresividad, desplazamiento y transmisión de enfermedades a especies de aves nativas (Kerpez y Smith 1990, Radunzel et al. 1997, Clark y McClean 2003, Carlson et al. 2011, Capdevila-Argüelles et al. 2013) hasta perjuicios, desde el punto de vista económico, en la agricultura, la infraestructura del patrimonio cultural y en los tendidos eléctricos y de telefonía (Somers y Morris 2002, Linz et al. 2007, Capdevila-Argüelles et al. 2013).
En México, Álvarez-Romero et al. (2008) reportan 20 especies de aves exóticas introducidas y González et al. (2014) registran 17 especies exóticas de alto riesgo para el país, entre las que destacan el gorrión doméstico (Passer domesticus), la paloma doméstica (Columba livia) y el estornino europeo (Sturnus vulgaris), entre otros (Avery y Tillman 2005).
Otra especie exótica invasora que ha sido de interés y de la cual se ha documentado su dispersión en gran parte del país, es la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), hay registros en diferentes estados: en la Ciudad de México (antes Distrito Federal), Estado de México, Oaxaca, Querétaro, Michoacán, Puebla, Chiapas, Guanajuato, Chihuahua, Baja California Sur, Guerrero e Hidalgo (Álvarez-Romero 2008, Pablo-López 2009, MacGregor-Fors et al. 2011, Pineda-López y Malagamba-Rubio 2011, Ramírez-Albores 2012, Guerrero-Cárdenas et al. 2012, Soto-Cruz et al. 2014, Almazán-Núñez et al. 2015, Tinajero y Rodríguez-Estrella 2015, Zuria et al. 2016).
Los individuos de la cotorra argentina que escapan de sus jaulas o son liberados intencionalmente tienen una gran capacidad para reunirse en grupos (gregarios) en palmas, eucaliptos, yucas, postes de luz o telefonía, donde inician la construcción de sus nidos comunales (Ramírez-Albores 2012, Soto-Cruz et al. 2014, Tinajero y Rodríguez-Estrella 2015), los cuales son utilizados para la crianza, el descanso durante el día y dormidero durante la noche (Torres et al. En preparación).
Esta especie de psitácido originaria de Sudamérica (Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil) habita los bosques abiertos, sabanas cerca de cursos de ríos y en viviendas, y debido a su gran interés ornamental y gran carisma ha expandido su rango de distribución (Aramburú y Corbalán 2000, Cassey et al. 2004), por lo tanto forma parte de la larga lista de mascotas exóticas en otros países, ya que se adapta a diversas condiciones climáticas (Aramburú y Corbalán 2000, MacGregor-Fors et al. 2011). En México, las importaciones masivas y la liberación intencional o accidental de esta especie han provocado que aumente el número de ejemplares escapados, los cuales forman grupos que viven en libertad y afectan los ecosistemas urbanos (Gómez de Silva et al. 2005, Ramírez-Albores 2012, Zuria et al. 2016).
En el presente estudio proporcionamos por primera vez evidencias de una colonia reproductiva establecida en la ciudad de Torreón, Coahuila, y recomendamos la elaboración de un plan de erradicación, pues se trata de una especie de efectiva dispersión y gran capacidad reproductiva, lo que muy probablemente afecte la vida silvestre nativa.
Observación
La observación se realizó dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN), campus Unidad Laguna, municipio de Torreón, Coahuila (25°33’14” N y 103°22’30” O) a 1124 msnm (Figura 1). La vegetación del sitio es principalmente arbórea y arbustiva y en menor presencia plantas herbáceas, cactus y pastos. Las familias que están mejor representadas son plantas nativas de la región: cactáceas, leguminosas y euforbias. En el sitio se pueden observar especies de interés ornamental: las benjaminas (Ficus benjamina), pinos (Pinus sp.), mezquites (Prosopis sp.) cactáceas (Ferocactus sp., Mammillaria sp. Opuntia sp., entre otras) y yucas (Yucca elata).
En febrero de 2013 observamos por primera vez varios nidos comunales, construidos en una planta arborescente de yuca (Y. elata), a una altura de 4.0 m sobre el suelo, en la parte baja del dosel de las hojas; dentro de los nidos había tres individuos jóvenes de M. monachus (Figuras 2 y 3). Además de un grupo de nueve individuos sobrevolando el sitio, adentrándose en la propiedad de la UAAAN; adicionalmente, buscamos en el área adyacente y no encontramos rastro de su presencia. Tres años después -en junio de 2016-, recorrimos el mismo lugar y observamos que los nidos que se registraron en la yuca seguían activos y que hubo un incremento: 25 individuos en total, tanto en el árbol de soporte de los nidos como en los alrededores.
Discusión
La presencia de individuos de cotorra argentina, considerada una especie exótica invasora y registrada en años recientes en diversos estados del territorio nacional, obedece a la fuga (intencional o accidental) de ejemplares mascota. En libertad, los individuos mantienen altas tasas reproductivas, lo que conlleva a tener una población estable en un periodo relativamente corto. La gran adaptabilidad de esta especie, tanto a cambios ambientales (gran variedad de climas) como antrópicos, y su alta capacidad de dispersión, son fundamentales para el éxito de su supervivencia (Van Bael y Pruett-Jones 1996, MacGregor-Fors, et al. 2011, Guerrero-Cárdenas et al. 2012, Tinajero y Rodríguez-Estrella 2015). Esta situación la observamos en la zona urbana de la ciudad de Torreón, que incluye una variedad de árboles exóticos y nativos que son potencialmente atractivos para proveer estructuras de anidamiento y alimentación a la especie (Hyman y Pruett-Jones 1995, Van Bael y Pruett-Jones 1996, Tinajero y Rodríguez-Estrella 2015).
Estos registros evidencian un incremento en la distribución y establecimiento de la cotorra argentina en México, lo mismo que el riesgo de problemas para la biodiversidad y los ecosistemas urbanos y naturales. Por ejemplo, en España y Estados Unidos se han reportado los daños directos a las especies nativas de aves (enfermedades y desplazamiento) (Ehrlich et al. 1988, Acha y Szyfres 2003, Gómez de Silva 2005); en lo económico, ha ocasionado daños a los cultivos anuales y huertas frutales (Tillman et al. 2000, Domenech et al. 2003, Pablo-López 2009) y a la infraestructura urbana, torres de radiocomunicación o tendidos eléctricos (Avery y Tillman 2005, Pruett-Jones et al. 2007).
Con base en lo expuesto y a los daños potenciales que puede ocasionar esta especie en la región, sugerimos realizar estudios ecológicos a corto y mediano plazo, implementando un programa de monitoreo periódico de la población, sus tasas de reproducción y dispersión, la conducta de interacción con otras especies y el uso de los recursos del hábitat urbano y peri-urbano, para generar información que facilite la creación de un programa o estrategias para el control o erradicación de la cotorra argentina.