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Huitzil

On-line version ISSN 1870-7459

Huitzil vol.11 n.1 Omitlán Jan./Jun. 2010

 

Difusión

 

Breve historia de la observación de aves en México en el siglo XX y principios del siglo XXI

 

A brief history of birdwatching in Mexico in the 20th and early 21st century

 

Héctor Gómez de Silva1* y Ernesto Alvarado Reyes2

 

1 Huatusco 13, Departamento 5, Colonia Roma Sur, CP 06760, México, DF. Correo electrónico: *hector.gomezdesilva@gmail.com.

2 School of Biological Sciences, The University of Edinburgh. Michael Swann Building, The King's Buildings, Mayfield Road, Edinburgh EH9 3JR, Reino Unido. Correo electrónico: s0569934@sms.ed.ac.uk.

 

Recibido: 5 de junio de 2009
Revisión aceptada: 10 de abril de 2010
Editor asociado: Raúl Ortiz Pulido

 

Resumen

Un observador de aves es una persona que dedica tiempo a observar aves en el medio natural, principalmente con fines recreativos. La observación de aves en México ha aumentado significativamente en los últimos años; sin embargo, el contexto y el desarrollo histórico de la observación de aves en México no han sido descritos. En este artículo, describimos brevemente la influencia del desarrollo inicial de la observación de aves en los Estados Unidos de América, los primeros observadores de aves que visitaron México, las circunstancias que inspiraron a los primeros observadores de aves mexicanos, y algunos adelantos recientes. Nuestros comentarios están enfocados al siglo XX, tratando con más detalle aspectos ocurridos antes de mediados de la década de los 1970s.

Palabras clave: historia de México, turismo, ecoturismo, historia natural, subcultura.

 

Abstract

A birdwatcher or birder is a person who spends time observing birds in the wild mainly for recreation. Birdwatching has increased significantly in Mexico in recent years, yet the context and history of birdwatching in Mexico have not been described. In this paper we briefly describe the influence of the initial development of birdwatching in the United States, the first birdwatchers who visited Mexico, the circumstances that influenced the first Mexican birdwatchers to carry out this activity, and a few recent developments. Our comments focus on the 20th century, particularly on events prior to the mid–1970s.

Key words: Mexican history, tourism, ecotourism, natural history, subculture.

 

Introducción

Esta no es una historia de la ornitología científica, como la relatada en Phillips (1960), Escalante et al. (1993) y Navarro et al. (2008), es sobre la observación de aves como pasatiempo en México en el siglo XX y principios del siglo XXI. Un observador de aves podría ser cualquier persona que dedica tiempo para observar aves con cualquier fin, hasta para enjaularlas o cazarlas. Sin embargo, en el presente trabajo consideramos como observadores de aves sólo a las personas que las observan en el medio natural y principalmente con fines de recreación. Dentro de este grupo, nos referimos específicamente a aquellas personas que están interesadas en saber los nombres de todas o la mayoría de las especies de aves que observan y por lo tanto, en este trabajo, no estamos considerando a los que alguna vez hayan observado algún ave grande y llamativa, como los flamencos (Phoenicopterus ruber) y guacamayas (Ara spp.), sin interesarse en saber los nombres de las demás aves que les rodean.

Entre los observadores de aves, además de algunos científicos dedicados a la ornitología, se encuentran personas jubiladas, niños y personas cuya vida profesional no tiene que ver con las aves; por ejemplo, médicos, arquitectos, químicos, ingenieros, empresarios y geógrafos. A las personas que tenían estas profesiones y viajaron a través de México para colectar especímenes de aves antes del siglo XX; por ejemplo, Xántus de Vesey, Bendire, Brewster, Coues, Mearns y Merriam (Phillips 1986), no las estamos considerando en este trabajo. Empero, todas estas personas fueron importantes en el desarrollo del pasatiempo de la observación de aves. Sus estudios de taxonomía alfa y biogeografía contribuyeron a formar la base en la que se sustenta la ornitología y la observación de aves tal como se practica hoy en día. Tampoco estamos incluyendo en este trabajo a las personas que conocen los nombres locales y muchas veces también las costumbres de la mayoría de las especies de aves que los rodean (por ejemplo, los informantes de obras de Cuevas Suárez [1985], Navarijo–Ornelas [2001] y Mackinnon [2005]), aunque desde luego que muchos de éstos últimos también merecerían llamarse observadores de aves. Algunas obras que tratan esta parte de la observación de aves son Martin del Campo (1948) y Navarijo–Ornelas (1995).

Los observadores de aves modernos utilizan binoculares (o hasta telescopios) para poder ver los detalles de las aves a fin de identificarlas; emplean libros ilustrados (guías de campo) como herramienta para nombrar a las especies. Muchos de ellos anotan sus observaciones en cuadernos o libretas de campo y a veces, poseen con gran orgullo una lista de todas las especies que han podido observar a lo largo de sus vidas, la cual van actualizando conforme observan "especies nuevas" para su lista. Ya se encuentran antecedentes de estas características en personas que viajaron por México desde por lo menos los principios del siglo XX, como se verá más adelante.

A pesar de que parezca que la observación de aves se encuentra alejada de la ornitología científica, ambas comparten un antecedente y conceptualización común, la taxonomía linneana. Un observador casual de aves podría basarse en sistemáticas folclóricas para recordar las aves que observa. Pero las formas de sistemática folclóricas tienden a ser distintas a la científica. Por ejemplo, pueden darles el mismo nombre a varias especies con morfologías similares, aún si tales estructuras son producto de una evolución convergente. Un ejemplo es la forma folclórica de llamar "golondrina" tanto a las golondrinas sensu stricto (Passeriformes: Hirundinidae) como a los vencejos (Apodiformes: Apodidae). Aunque la mayoría de los observadores de aves no utilizan binomios latinos, sí utilizan nombres que reflejan la taxonomía científica.

La observación de aves se tiende a llevar a cabo durante el tiempo libre del aficionado; las clases sociales no se encuentran claramente delimitadas entre los observadores de aves y debido a que es una actividad de campo, la observación de aves está ligada a los lugares al aire libre donde se practica. Entre los que la practican hay un sentido de pertenencia a una comunidad, la de los observadores de aves. Durante esta actividad, la persona que la está practicando tiende a centrarse en la búsqueda de aves. Todas estas características propias que la distinguen de otras actividades hacen que la observación de aves se pueda considerar una subcultura, de acuerdo con las características que señala Gelder (2007), y una actividad recreativa "seria" (Scott et al. 2005). La historia de una subcultura relacionada con la historia natural y la biología puede revelar patrones en común con la evolución de la cultura y de la sociedad en general. Debido a que esta actividad arribó a México proveniente de los Estados Unidos de América (EUA), estudiar su historia puede ayudar, en parte, a comprender cómo se forman nexos culturales entre ambos países. Abajo describimos su desarrollo inicial en el siglo XX en los EUA, los primeros observadores de aves que visitaron México, el desarrollo de herramientas para el observador de aves y las influencias que inspiraron a los primeros observadores de aves mexicanos a llevar a cabo esta actividad (limitándonos a los que iniciaron antes de la década de los 1970s).

 

Tradiciones importantes fuera de México a principios del siglo XX

La aparición de la observación de aves en México estuvo muy influenciada por su desarrollo en EUA. En el siglo XIX era popular en EUA y Canadá competir amistosamente en una "cacería navideña". Frank M. Chapman inició en 1900 una nueva tradición que fue el "conteo navideño de aves". Editaba la revista Bird Lore y en ella convocó a interesados a participar voluntariamente en un primer conteo navideño de aves en el día de Navidad de 1900 (National Audubon Society 2009). Lo único que tenía que hacer una persona para participar era contar todas las aves observadas en esa fecha, desde dondequiera que se encontrara. A partir de entonces, todos los años se han realizado conteos navideños promovidos por la Sociedad Audubon, la cual se creó como una organización dedicada, primordialmente, al estudio y preservación de las aves por ciudadanos que no tuvieran calificaciones académicas o empleos de ornitólogos.

Otra sociedad que surgió a principios del siglo XX y que compartía con la Sociedad Audubon una ética de conservación fue la de los Boy Scouts of America. En 1911, implantaron la "medalla al mérito en el estudio de las aves" (Bird Study Merit Badge), la cual, por muchas décadas, fue un requisito indispensable para alcanzar los niveles más altos de la jerarquía de los scouts (en 1952, fue remplazada por una medalla al mérito de naturaleza y medio ambiente, dejando de limitarse al estudio de las aves, pero la medalla de observación de aves sigue existiendo como forma de ganar puntos). La sección de identificación de aves de los primeros manuales de los scouts fue escrita por el mismo Frank M. Chapman (Scouting for Birds 2009). Creemos que estas dos tradiciones contribuyeron al aumento de popularidad de la observación de aves en EUA y Canadá.

 

Dos amantes de las aves y la lista de vida de Louis Agassiz Fuertes

Entre los primeros observadores de aves en México, se encuentra el naturalista estadounidense William Beebe quien, en 1905, publicó su libro "Two Bird–lovers in Mexico". Su libro relata una expedición de tres meses en los que él y su primera esposa visitaron México en el invierno de 1903–1904 con el fin de observar aves. Llegaron a México en barco de vapor, viajaron por tren, a caballo y en carruajes jalados por animales, porque en el México de esa época los vehículos motorizados todavía eran escasos. Beebe financió su expedición por medio de la colecta de aves para museos. Durante el Porfiriato, un viaje de tal naturaleza era una verdadera expedición, pues era muy difícil que un particular pudiera viajar para observar aves simplemente por placer, sin estar financiado por una institución científica.

En 1910, en las vísperas de la Revolución Mexicana, el excepcional pintor de vida silvestre Louis Agassiz Fuertes, también estadounidense, acompañó al ya mencionado Frank M. Chapman en su expedición de colecta de aves por México. Su visita a México también fue patrocinada/justificada como investigación científica. La razón por la cual Fuertes se puede considerar más un observador de aves que un cazador (aunque también le interesaba formar una colección de especímenes disecados) era que para poder pintar a las aves en poses realistas, observaba su comportamiento y los detalles de su apariencia. Además de pasar más tiempo observando aves in vivo que sus colegas contemporáneos, le daba una importancia crucial a los sonidos que producían las aves para lograr su identificación correcta. Aparte de México, tuvo la oportunidad de acompañar expediciones científicas en varias partes del mundo (Chapman 1928). Otra de las razones por las cuales Fuertes puede ser considerado como afín a los observadores de aves actuales es que fue uno de los primeros en poseer una lista de todas las especies de aves que había observado en su vida (Kaestner 2003).

 

Otros eventos en los Estados Unidos de América

La observación de aves como pasatiempo en EUA y Canadá recibió un enorme impulso en 1934 con la publicación, por parte de Roger Tory Peterson, de "A field guide to the birds" (Peterson 1934). Su importancia radica en haber popularizado la identificación de aves silvestres sin tener que cazarlas primero (pero usando los binoculares del cazador de antaño), lo que fue moldeando al observador de aves moderno. Creemos que la clave del éxito de esta "guía de campo" fue que era un libro fácil de cargar, se ilustraban en él todas las especies que uno pudiera encontrar y las ilustraciones de varias especies parecidas se presentaban en una misma página para facilitar su identificación.

En 1940, Edward L. Chalif convenció a Roger Tory Peterson para que juntos hicieran una guía de campo para las aves de México. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y otros factores retrasaron el trabajo sobre la guía (Peterson y Chalif 1973, p. vii). El retraso también estuvo relacionado con que en esas épocas todavía estaba en su infancia el conocimiento sobre las aves en México y su distribución, como observó Griscom (1945).

 

Los primeros observadores de aves mexicanos

Mientras tanto, surgía en México, durante el tiempo de la Guerra Cristera, una de las personas que tal vez se puede considerar como el primer observador moderno de aves mexicano (aunque luego adquirió la nacionalidad estadounidense): Walter Bishop Guajardo. Don Walter Bishop empezó a ver aves alrededor de 1928, siendo un niño de unos 9 años. Era hijo de un cazador y la residencia donde vivía en la Ciudad de Durango, Durango, tenía una huerta muy grande. Empezó a identificar las aves que veía con la ayuda de un hortelano, quien le decía los nombres locales de las aves. A principio de los 1930s fue por unos años a Kansas, EUA, allí se unió a los boy scouts y destacó particularmente en la actividad de "bird study" bajo el observador de aves Pershing Gilligan. El primer libro de aves que lo impulsó fue "The book of woodcraft", del naturalista Ernest Thomson Seton (1921), que tenía una pequeña sección que describía generalidades de las aves norteamericanas. Cerca de 1940, tuvo la suerte de observar dos veces al ahora casi seguramente extinto carpintero imperial (Campephilus imperialis) – probablemente es el único observador de aves viviente que llegó a ver vivo este carpintero. La primer guía de campo que tuvo fue la de Peterson (1960) (W. Bishop com. pers.). Casi al mismo tiempo que Don Walter Bishop, Don Carlos Sánchez Mejorada empezó a observar aves (entre 1929 y 1930), cuando recién salió de la Escuela Militar a los 18 años (A. Garza de León com. pers.).

A mediados de la década de los 1940s empezó a observar aves Don Aldegundo Garza de León. Cuando era un niño de cuatro años que vivía en Saltillo, Coahuila, quedó impresionado al ver un tiránido de la especie Pyrocephalus rubinus un día que acompañaba al campo a su padre. Más o menos un año y medio después, empezó a cazar las aves para disecarlas y así poder enseñarlas y compartir su belleza con su familia y amigos. Al principio, se limitaba a cazar aves grandes porque los taxidermistas de ese entonces no tenían ningún interés en disecar aves pequeñas. Sin embargo, a principios de la década de los 1970s, el ornitólogo Allan R. Phillips fue a su casa y le enseñó a preparar las aves pequeñas y a hacerles etiquetas con información de utilidad científica. Desde entonces, Don Aldegundo, comerciante por profesión, continuó dedicándose, en su tiempo libre, a la observación de aves, pero con la particularidad de que su pasión incluía el colectar uno o pocos ejemplares representativos de cada especie (Mendoza 2008, A. Garza de León com. pers.). Al principio, al igual que sus antecesores, identificaba las aves usando los nombres comunes que les daban en la región. Mucho más adelante, consiguió una guía de identificación de las aves de "Norteamérica" (EUA y Canadá), la cual le fue muy útil porque la gran mayoría de las aves del norte de México son compartidas con los países vecinos del norte. En 1992, Don Aldegundo Garza de León donó su colección de pieles de aves al estado de Coahuila para fundar el Museo de las Aves de México, en Saltillo. La fundación de su museo ha ayudado a difundir el pasatiempo de la observación de aves entre los mexicanos.

Otro de los primeros mexicanos observadores de aves es Héctor Ceballos–Lascuráin. Creció en Parral, Chihuahua, donde vivía en un oasis en el desierto con árboles grandes y un lago artificial. Su iniciación como observador de aves fue influenciada por su entorno, la orientación científica de su padre y las subscripciones a las revistas National Geographic y Audubon, así como por un telescopio que le regaló su tío y unos modestos binoculares de 5x30 (H. Ceballos–Lascuráin com. pers.). El primer registro en su cuaderno de campo data del 2 de enero de 1951, cuando tenía siete años de edad (registró la gallareta americana, Fulica americana). La identificación de las aves que lo rodeaban fue facilitada porque aparecían en los libros y revistas de EUA a las que tenía acceso. En la década de los 1960s, mientras realizaba sus estudios profesionales de arquitectura, prácticamente dejó la observación de aves, pero la retomó en la década de los 1970s después de sus estudios de postgrado en Europa, en los que se vio rodeado por aves distintas a las que había conocido de niño. Tuvo la oportunidad de realizar numerosos viajes al campo con el Dr. Allan R. Phillips. Héctor Ceballos–Lascuráin dice "La observación de aves me ha traído grandes satisfacciones espirituales a lo largo de mi vida y también me orientó de manera decisiva hacia mi carrera profesional: la asesoría internacional en proyectos de ecoturismo" (H. Ceballos–Lascuráin com. pers.).

Otro observador de aves mexicano, activo desde la década de los 1950s, fue Don Pedro F. Domecq González (H. Ceballos–Lascuráin com. pers.). Gracias a su pasión por la naturaleza y en particular por las aves, la Casa Pedro Domecq, que fundó en 1948, siempre proporcionó apoyo a la protección del ambiente, además de apoyar proyectos culturales y de educación (Beard s/f). Junto con Héctor Ceballos–Lascuráin, Mario A. Ramos y otros, fue de los creadores de la organización conservacionista Pronatura en 1980/1981 (Ceballos–Lascuráin 2006).

 

Conteos navideños

Paradójicamente, el invierno suele ser una mala época para realizar observación de aves en muchas partes de EUA y Canadá porque la mayoría de las especies han emigrado a tierras más calientes para esas fechas. La tradición de los conteos navideños, al volverse más popular, inspiró viajes a México. Entre los primeros que conocemos esta el conteo navideño de Tamuín, San Luis Potosí, llevado a cabo en 1946 y cuyos resultados fueron publicados en la revista Audubon Field Notes (G. LeBaron com. pers.). En él, cuatro estadounidenses registraron 3,683 individuos de 136 especies de aves. El siguiente conteo navideño realizado en México fue en 1950 y fue realizado por 20 estadounidenses (G. LeBaron com. pers.). Algunos de los nombres comunes de aves que salieron publicados como resultado de esos conteos navideños ya no se usan, un ejemplo es "Mexican Warbler" para el chipe Parula superciliosa.

Hasta ahora, se han registrado 38 áreas en México donde se llevan a cabo conteos navideños (Macías–Caballero 2009). Sin embargo, no todos los años se realizan conteos en todas esas áreas. En la más reciente recopilación (el conteo navideño de 2008–2009), más de 350 personas participaron en 24 áreas de México y el total de especies más alto fue de 194 especies en el conteo de Ensenada, Baja California (Macías–Caballero 2009).

 

La evolución de los libros de aves de México

Un excelente pintor de aves que fue aprendiz de Louis A. Fuertes, George Miksch Sutton, realizó sus primeros viajes a México en búsqueda de aves en 1939, 1941, 1947 y 1948–49. Publicó unos de los primeros libros que incluían ilustraciones de aves mexicanas que no se encuentran más al norte: "Mexican birds: first impressions" (Sutton 1951), "At a bend in a Mexican river" (Sutton 1972) y "Portraits of Mexican birds" (Sutton 1975). Sus libros sirvieron de inspiración a una nueva generación de observadores de aves.

En 1953, Emmet Reid Blake publicó la primera guía de identificación de aves mexicanas, titulada "Birds of Mexico: a guide for field identification" (Blake 1953). Tal trabajo fue de suma importancia; aunque, a diferencia de las guías de campo actuales (y las anteriores de Roger Tory Peterson), estaba fuertemente basada en claves dicotómicas para diferenciar a las especies y contaba con ilustraciones sólo de algunas de las aproximadamente 970 especies que se conocían en México en esa época (y las ilustraciones eran de calidad variable). A pesar de sus limitaciones, dicho trabajo facilitó que varios turistas estadounidenses viajaran a México con la intención de observar aves como pasatiempo. Antes de la publicación de la guía de Blake, la forma de hacer la identificación de las aves vistas en México era por medio de la cacería para poder comparar las aves con las descripciones y medidas contenidas en los libros científicos. La forma de identificación que practicaba esta nueva generación de observadores de aves poco a poco fue desplazando la forma ortodoxa de estudiar aves hasta dar como resultado que en la actualidad la observación, y no la caza, es la forma más usual de estudiar aves, aun en el ámbito científico.

En 1959, A. Starker Leopold publicó "Wildlife of Mexico: the game birds and mammals" (Leopold 1959). Dicho libro estaba organizado más como las guías de campo actuales que como la guía de Blake. Sin embargo, estaba dirigido a la comunidad cinegética, además de que sólo trataba un número limitado de especies de aves (sólo las aves de caza) y no tuvo un impacto notable en la comunidad creciente de observadores de aves.

Debido a que muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial fueron a vivir a San Miguel de Allende, Guanajuato, dicha ciudad se convirtió en un sitio popular entre visitantes extranjeros. Entre sus tradiciones, introdujeron la observación de aves, lo que llevó a la formación de la Sociedad Audubon de México a finales de la década de los 1950s y principios de los 1960s (L. Whynman com. pers.).

Emulando los libros pioneros de Pettingill (1951, 1953) que describían los mejores sitios para observar aves en EUA, Ernest Preston Edwards publicó "Finding birds in Mexico" (Edwards 1955), en donde describía algunos de los mejores sitios para observar aves (hubo ediciones posteriores del mismo en 1968, 1976 y 1985). La edición de 1968 fue particularmente importante porque además de describir muchos más sitios, incluía una sección que fungía como guía de campo rudimentaria: ilustraba 212 especies que no se encontraban en EUA y se describían brevemente las características distintivas de las especies restantes que no estaban ilustradas en guías de campo de aves de "Norteamérica".

Margaret Wheeler de la Sociedad Audubon de México publicó, en 1967, "A bird watcher's guide to Mexico" (Wheeler 1967), un librito muy pequeño que describía e ilustraba a color un número selecto de especies. Peter Alden, en 1969, publicó el libro "Finding birds in western Mexico" que describía lugares para la observación de aves en el noroeste de México e incluía ilustraciones de 100 especies de aves que no se encuentran en EUA (Alden 1969).

En 1971, Miguel Álvarez del Toro publicó "Las aves de Chiapas" (Alvarez del Toro 1971, edición posterior en 1980). Desgraciadamente, no tuvo mucho impacto en el desarrollo de la observación de aves, ni a nivel estatal ni a nivel nacional.

Poco después, salieron al mercado las primeras guías de campo ampliamente ilustradas sobre las aves de toda la República Mexicana. La primera fue otra obra de Ernest Preston Edwards (Edwards 1972), seguida por la de L. Irby Davis (Davis 1972) y después de un largo retraso, la de Roger Tory Peterson y Edward L. Chalif (1973). Éstas representaron un gran avance; sin embargo, como su mercado principal eran turistas de los países vecinos del norte, estaban en inglés y daban por sentado que no era necesario ilustrar las especies compartidas con los vecinos países del norte.

Posiblemente, una de las razones que causó el incremento exponencial en la observación de aves en México (y la publicación de libros relacionados) a principios de la década de los 1970s fue la supresión de varios grupos izquierdistas que operaban con tácticas guerrilleras en las sierras de México (Rodríguez–Munguía 2007). Tras la supresión de estos grupos, por medio de las fuerzas militares, las áreas rurales de México debieron de haberse convertido en lugares más seguros desde la perspectiva de los turistas, lo que incrementó la observación de aves en el país.

 

Visitas guiadas

Fue también en las décadas de los 1960s y 1970s que el mercado de observadores era lo suficientemente grande y entusiasta que surgieron las visitas guiadas de observación de aves (conocidas popularmente por su nombre inglés: tours). Probablemente, el primer guía de tours de observación de aves en México fue Peter Alden, mencionado antes en el contexto de uno de los primeros libros sobre observación de aves en el noroeste de México. Él empezó a guiar a personas en el occidente de México en 1964, cuando era estudiante en la Universidad de Tucson y hubo una convención de la Tucson Audubon Society (Alden 1969).

Una de las compañías de tours para observación de aves más grandes actualmente y una de las primeras en el mundo, Victor Emanuel Nature Tours, surgió en 1974 con un viaje de observación de aves en Yucatán, aprovechando una convención de la National Audubon Society (Emanuel 2009). Desde entonces, México se ha convertido en uno de los destinos favoritos de más de 40 empresas extranjeras que organizan tours para la observación de aves y que generan una derrama económica significativa.

Desde la década de los 1980s se formaron empresas mexicanas que organizan tours para la observación de aves, incluyendo a la primera empresa del mundo con un nombre derivado de la palabra "ecoturismo": Ecotours, fundada en 1983 por Héctor Ceballos–Lascuráin y el observador de aves de origen inglés Richard Wilson (Mader 1999). En la actualidad, existe una gran cantidad y variedad de compañías ecoturísticas locales. Algunas ofrecen visitas guiadas por extranjeros residentes en México o por observadores de aves mexicanos. Hoteles, ranchos, desarrollos turísticos campestres o empresas dedicadas al turismo de aventura también figuran entre las compañías que ofrecen este tipo de actividades. A pesar de que México tiene un amplio territorio, tales compañías tienden a visitar un número selecto de localidades (Figura 1) que combinan una adecuada infraestructura turística con un amplio interés avifaunístico

 

Don Andrés M. Sada

En marzo de 1961, Don Andrés M. Sada, un empresario de Monterrey, Nuevo León, que durante años había practicado la cacería en su tiempo libre, prometió no tirar un sólo tiro durante un año si se recuperaba su hija de un año, quien acababa de sufrir una fractura de cráneo potencialmente peligrosa. Su hija se recuperó y durante el siguiente año, Don Andrés acompañaba a sus amigos en sus viajes de cacería y permanecía en los escondites, pero no disparó un tiro. Fue en esos viajes que empezó a darse cuenta de todas las demás aves que había en los alrededores. Poco después, en un viaje de negocios en la Ciudad de México, vio en un aparador el libro de George Misksh Sutton "Mexican birds: first impressions" y lo compró. El libro describía la avifauna de varios lugares que Don Andrés había conocido desde niño o que había visitado en sus viajes de cacería. Gracias a estas circunstancias, Don Andrés se convirtió en un entusiasta observador de aves.

Además de realizar viajes de observación de aves por su cuenta, empezó a tomar tours con Victor Emanuel Nature Tours, el primero en Texas en 1977, pero el segundo, ya en México, en 1980 (Emanuel 1989, A.M. Sada com. pers.). Después de numerosos viajes, Don Andrés se convirtió en la primera persona en llegar a ver más de 900 especies de aves en México (American Birding Association 1991).

 

Estadounidenses famosos cuyas primeras experiencias con las aves neotropicales fueron en México

En la década de los 1960s, antes de la aparición de las guías ampliamente ilustradas de aves mexicanas, el estadounidense Guy Tudor realizó cuatro visitas a México para la observación de aves. Antes de sus viajes, fue al Museo de Historia Natural de Nueva York y haciendo uso de su talento artístico, se hizo sus propias ilustraciones de las aves de los sitios que visitaría y que no estaban ilustradas en otros libros (G. Tudor com. pers.). Esta fue la primera experiencia con las aves neotropicales de quien se convertiría en uno de los mejores ilustradores de guías de campo para Sudamérica.

Entre los observadores de aves estadounidenses que visitaron México en la década de los 1970s, se encuentran Ted Parker (Theodore Parker III), Steve Hilty, Mark Robbins (Parker et al. 1976), Bret Whitney, John Arvin y Kenn Kaufman. Todos ellos posteriormente se han convertido en personas muy prestigiadas entre los ornitólogos y/o los observadores de aves.

 

Las aves de México en publicaciones periódicas

En la década de los 1970s, empezaron a salir algunos artículos sobre aves mexicanas en las revistas estadounidenses de observadores de aves como American Birds, Western Birds, Continental Birdlife y otras. En 1976, se formó un grupo de observadores de aves, la mayoría estadounidenses, que crearon el Mexican Birds Newsletter, el cual, en 1987, se convirtió en la Mexican Birding Association Bulletin Board, en 1988, en Aves Mexicanas y de 1992 a 1994, en la revista Euphonia.

En 1994, empezó a salir la revista para observadores de aves neotropicales llamada Cotinga, que hasta la fecha publica varios artículos sobre aves mexicanas de interés tanto para científicos como para aficionados a la observación de aves, misma función que desempeña la revista electrónica mexicana Huitzil desde el 2000. Desde el 2001, se publica una sección de México en North American Birds, una revista donde se mencionan registros notables hechos por observadores de aves. Desde el 2006, la misma organización que publica Cotinga ha publicado una revista dirigida exclusivamente a los observadores de aves neotropicales, Neotropical Birding, en la que también han aparecido artículos sobre aves mexicanas.

 

Nuevas guías de campo

En 1989, Ernest P. Edwards publicó una nueva edición de su guía de campo de aves de México (Edwards 1989). Ésta ilustra 870 especies de aves (Peterson y Chalif 1973 ilustra 520 especies). Más recientemente, Steve Howell (geógrafo de carrera) y Sophie Webb (pintora, aprendiz del mencionado Guy Tudor) publicaron "A guide to the birds of Mexico and Northern Central America" (Howell y Webb 1995). Tal trabajo ilustra casi 630 especies. Otra vez, en general omite ilustraciones de especies ampliamente distribuidas en EUA, lo cual representa, en cierto sentido, un retroceso. Sin embargo, la información incluida en esta guía es más actualizada, el texto es mucho más extenso y completo y por primera vez, incluye mapas de distribución de todas las especies. El que el libro tenga casi 980 páginas (incluyendo láminas) puede verse como un defecto a la hora de llevarlo al campo. Más recientemente, apareció otra guía de campo para las aves de México y Centro América, la guía de van Perlo (2006). Esa guía ilustra todas las especies de México, además de más de 500 especies que no hay en México (lo cual causa ciertas complicaciones para su uso). A pesar de algunos defectos adicionales (ver Gómez de Silva 2007b), representa el único libro compacto que ilustra todas las especies relevantes.

 

Nombres comunes y guías de campo en español

En 1981, se publicó una recopilación de los nombres locales de las aves de México (Birkenstein y Tomlinson 1981), la cual frecuentemente incluyó muchos nombres comunes para una misma especie y a veces, el mismo nombre común para varias especies. En 1984, se publicó "Nombres en castellano para las aves mexicanas" donde se pretendía escoger un nombre común estandarizado para cada especie de ave mexicana (Sada et al. 1984, con una segunda edición en 1987). En 1989, la editorial Diana en México publicó una edición en español de la guía de Peterson y Chalif (Peterson y Chalif 1989). Esta edición incorporaba ilustraciones que Peterson había publicado en sus diferentes guías de aves de "Norteamérica", llegando así a ilustrar 970 de las especies presentes en México. El intento de estandarizar nombres comunes para las aves mexicanas iniciado por Sada et al. (1984) evolucionó en una versión más moderna (Escalante et al. 1996), la cual se hizo disponible en internet (http://www.ibiologia.unam.mx/cnav/).

Muchos observadores de aves en México usan una guía de aves de "Norteamérica" como complemento a alguna de las guías de aves de México; existen varias guías para "Norteamérica" en inglés, pero en 2005, se publicó una edición en español de la guía de Kenn Kaufman (Kaufman 2005).

 

Otros adelantos que apoyaron el florecimiento de la observación de aves en México después de la década de los 1980s

Han empezado a aparecer guías para la identificación de aves de regiones determinadas, la mayoría en español, como las de Xalapa, Veracruz (González–García y Terrazas 1983), la Península de Yucatán (MacKinnon 1989), los Altos de Chiapas (Vidal y Macías–Caballero1997), el estado de Coahuila (Garza de León 2003), la Reserva de la Biosfera La Michilía, Durango (Garza Herrera et al. 2004) y la Ciudad de México (Wilson y Ceballos–Lascuráin 1986, con una segunda edición en 1995, del Olmo y Roldán V. 2007, Grosselet y Ruiz 2008).

En 1999, Steve Howell publicó "A bird–finding guide to Mexico", un libro que recomienda sitios para observar aves. Por mucho tiempo fue escasa la información en español describiendo los mejores sitios donde se podría realizar observación de aves; Gómez de Silva (2005b) publicó una muy breve guía que tuvo muy poca difusión. En 2007, Robert Straub publicó ediciones en inglés y español de su guía de sitios para la observación de aves en Veracruz (Straub 2007).

En 2002, se publicó el primer manual en español (en México) para los principiantes en la observación de aves (Manzano 2002) y recientemente se publicó otro (del Olmo 2010).

En las últimas dos décadas, se han creado asociaciones locales de observadores de aves, como el Club para la Conservación y Observación de Aves en el Distrito Federal (que sólo existió pocos años) y el Club de Observadores de Aves del Noreste (COA), ambas creadas en 1990. Posteriormente, se formaron el Club de Observadores y Conservadores de Aves de Durango (cuyo presidente fundador es Don Walter Bishop Guajardo) y el Club de Observadores de Aves de Xalapa (COAX), fundado en 2003. La popularización del internet desde mediados de la década de los 1990s ha permitido que también existan foros de discusión electrónicos, como las listas de yahoo "Ornitologica_de_Mexico" de Cipamex, "avesraras" y "Mexico–Birding", el foro "avesdemexico.net" e inclusive blogs sobre aves de alguna región como "Alas y Escamas de Guanajuato", "Guadalajara Ciudad de Aves" y "Veracruz Hawkwatch".

Desde finales de la década de los 1990s, se ha fomentado la capacitación de campesinos para que puedan fungir como guías de observación de aves en sitios importantes para ellas. Esto se debe a que permeó la idea que sostiene que la protección del ambiente se logra facilitando que los pobladores locales obtengan dinero de éste sin destruirlo. Muchas veces, las personas entrenadas han pasado a convertirse en fanáticos observadores de aves. De esta forma, la observación de aves dejó de ser un pasatiempo exclusivo de personas de las clases media y alta que disponían de tiempo libre y dinero para realizar su afición, y se convirtió en un pasatiempo, además de una fuente de ingresos de algunas personas de bajos recursos, sobre todo de aquellas localizadas en poblaciones rurales.

Los adelantos tecnológicos en las dos últimas décadas han mejorado la experiencia de los observadores de aves a través del desarrollo y accesibilidad a mejores binoculares, telescopios y cámaras (particularmente, las cámaras digitales). Las cámaras digitales, a veces en combinación con binoculares o telescopios, han hecho relativamente sencillo y barato el tomar fotos de buena calidad, equivalentes a las fotos tomadas por las cámaras profesionales pesadas y costosas de antaño. Esto ha permitido que sea más sencillo documentar una rareza (ahora sin tener que cazarla) y de esta forma, en las últimas décadas, los observadores de aves, equipados con cámaras, han documentado decenas de especies nuevas para la lista de aves de México (Cuadro 1) y una multitud de datos nuevos sobre distribución e historia natural. Existen ahora en México tiendas especializadas para el observador de aves, donde se puede adquirir mucho de este equipo, además de libros y otros accesorios. Ejemplos de ello son Bruja de Monte (México, DF) y Aveóptica (Xalapa, Veracruz).

Por otra parte, la asociación civil Pronatura ha sido muy importante en el impulso de la observación de aves en fechas recientes. Entre sus actividades más importantes han estado su programa Río de Rapaces que, desde 1995, ha expuesto a miles de visitantes a la migración de aves, particularmente de rapaces, en el centro de Veracruz. Pronatura también participó en la creación del Festival de las Aves de Yucatán Toh, en 2002, y el Festival de Aves de Mazatlán, en 2009. Otros festivales de aves en México incluyen el Festival de Aves de El Cielo, el Festival de Aves de Nuevo León y el Festival Internacional de las Aves Migratorias (San Blas, Nayarit).

Otro desarrollo reciente en la historia de la observación de aves en México es la inclusión de México en el proyecto conocido como eBird de la Sociedad Audubon y el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell. El portal mexicano, patrocinado por la CONABIO y conocido como aVerAves, así como los portales canadiense (eBird Canada) y estadounidense (eBird) permiten que cualquier observador de aves mantenga sus registros de aves observadas en forma electrónica. La base de datos es accesible para toda persona, sea observador de aves, científico u otro interesado. De esta manera, aVerAves simultáneamente proporciona un servicio a los observadores de aves y facilita que sus registros formen parte de un conjunto de datos que pueden ser usados con fines científicos y de conservación. aVerAves comenzó a funcionar en julio de 2004.

 

Conclusión

El desarrollo de la observación de aves como pasatiempo en México, en su sentido moderno, ha sido un fenómeno de los siglos XX y XXI. Creemos que en su surgimiento influyó de manera importante el desarrollo del movimiento conservacionista y la observación de aves en EUA. Sostenemos también que tuvieron un efecto en ella, a veces por vías inesperadas, la cacería deportiva y la colecta científica, así como el desarrollo de vehículos motorizados, infraestructura carretera y seguridad para el viajero en México.

En particular, apoyamos la idea que sostiene que la observación de aves en México es parte del fenómeno cultural conocido como globalización. Esto es porque esta actividad se lleva a cabo en forma casi idéntica a como se hace en EUA. Así, las zonas rurales de México se han ido adaptando a la cultura estadounidense a la par que la observación de aves se ha ido popularizando. Esto no se debe a que la observación de aves haya introducido la cultura de EUA a las zonas rurales o viceversa, simplemente son dos eventos que resultan de la creación de una economía de mercado mundial.

Considerando esta inter–culturización, creemos que hay dos caminos para la observación de aves mexicanas en el futuro. El primero es que ésta puede uniformizarse con la subcultura de observación de aves estadounidense y formar una sola subcultura transnacional. El segundo camino es que puede adaptarse a la idiosincrasia de los mexicanos y tomar una identidad propia. Independientemente del camino que tome, la observación de aves ha incrementado el interés de la población por las aves y esto puede permitir que más personas se interesen por participar en proyectos científicos y de conservación.

Creemos que la observación de aves en México seguirá siendo una actividad sana, tanto para las personas que la llevan a cabo como para las personas que les proporcionan bienes y servicios, así como para el ambiente (e.g., Sekercioglu 2002, Gómez de Silva 2009).

 

Agradecimientos

Queremos agradecer muy especialmente a todas las personas que contestaron nuestros mensajes electrónicos o llamadas telefónicas y contribuyeron en la recopilación de la información, en particular a don W. Bishop Guajardo, H. Ceballos–Lascuráin, don A. Garza de León, G. LeBaron, C. Macías Caballero, don A. M. Sada, G. Tudor, F. Valdés Perezgasga y L. Whynman. Desde luego, también les agradecemos a B. L. Sharp, M. Grosselet y dos revisores anónimos cuyos comentarios y sugerencias mejoraron sustancialmente el manuscrito.

 

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