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Acta médica Grupo Ángeles

versión impresa ISSN 1870-7203

Acta méd. Grupo Ángeles vol.20 no.2 México abr./jun. 2022  Epub 31-Oct-2022

https://doi.org/10.35366/104271 

Editorial

Máximo beneficio (no hacer es hacer) y cuidados paliativos

Maximum benefit (not doing is doing) and palliative care

Federico Leopoldo Rodríguez Weber1  * 

José Luis Ramírez Arias2 

1 Médico Internista. Profesor adjunto del Curso de Residencia en Medicina Interna. Profesor de pregrado y postgrado de la Facultad Mexicana de Medicina de la Universidad La Salle. Hospital Angeles Pedregal. Ciudad de México. México.

2 Médico Radiólogo. Director Médico. Hospital Angeles Pedregal. Ciudad de México. México.


El ejercicio de la medicina en nuestros tiempos está lleno de decisiones y disyuntivas producto del momento histórico, de los avances científicos, de la evolución de los temas legales de las regulaciones, de la distribución de los recursos económicos y del compromiso de la profesión médica por hacer que el paciente viva más tiempo. Por situaciones culturales y familiares, al final la toma de decisiones es compleja, primariamente para los pacientes y familiares; pero también para los prestadores de los servicios, estando a la cabeza el médico, pero también lo es para enfermeras, cuidadores y/o autoridades hospitalarias, incluso terceros pagadores.

Históricamente, el hombre ha contemplado a la muerte y su entorno en distintos contextos y en sus diferentes momentos en formas diversas, como mencionan algunos autores que, desde la Edad Media, la persona que estaba muriendo o que próximamente se preveía que lo haría, invitaba a sus seres queridos a que lo acompañaran alrededor de su lecho, pudiendo así utilizar ese tiempo para arreglar sus problemas espirituales, sociales o personales.1 En tiempos más recientes, la idea de la muerte está centrada en la preocupación familiar del fallecimiento del ser querido en la actividad de los familiares; este enfoque se manifiesta mediante la expresión pública del duelo y el inicio del culto a los difuntos en los cementerios, situación que prevalece en algunos lugares,2 por lo que pueden pasar a un segundo término las preferencias de los pacientes e incluso ser ignoradas las indicaciones dadas en otros tiempos por parte de ellos en previsión de lo que pudiera suceder y cómo les gustaría que se les atendiera.

No podemos pasar por alto que hoy los importantes avances terapéuticos y técnicos están dirigidos a incrementar las expectativas de vida de la población en general; no se debe olvidar que la calidad de vida de los pacientes debe ser el objetivo central del tratamiento, pudiendo llegar a ofrecer como opción tratamiento sintomático para minimizar el sufrimiento y no prolongar agonías o etapas terminales difíciles y haciendo eficiente el uso de los recursos.3 El ver en el paciente sólo fenómenos que se producen en órganos o sistemas, puede desviar el motivo de la atención, no atendiendo lo que es el todo, el paciente en forma integrada, y olvidar que muchos de estos enfermos se encuentran fuera de cualquier alcance terapéutico curativo. Los médicos estamos obligados a redescubrir qué parte de la razón de ser de los médicos no sólo es tratar de curar, sino que nuestra labor también es cuidar, acompañar y consolar al paciente cuando se encuentra con padecimientos en etapa terminal. Con esta visión y sentimiento humanista es como en la década de 1970, en Europa y especialmente Inglaterra, nacen formalmente los cuidados paliativos.4

Por otro lado, en los tiempos que vivimos, es indudable el reconocer la disminución sostenida de las tasas de natalidad y de mortalidad, siendo más evidente este proceso en Europa y en los países desarrollados, la cual está influenciada por procesos como el mejor control de las enfermedades infecciosas, la industrialización y urbanización sanitaria que acompaña a los cambios en los estilos de vida, dando como respuesta el envejecimiento progresivo de la población y un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas y degenerativas. Este último fenómeno ha llevado a la sociedad y a los médicos a enfrentar situaciones que obligan a tomar decisiones para atender a los pacientes fuera de los hospitales, optimizando los recursos de la atención y evitando prolongar estancias hospitalarias para tratar de evitar utilizar recursos diagnósticos y terapéuticos que impactan negativamente en la calidad de vida de los pacientes y que no aportan nada a la recuperación de los males que les aquejan y, en cambio, sí incrementan los costos y generan expectativas inadecuadas por parte de la sociedad; por ello, de acuerdo a cada caso, se debe considerar que el no hacer un procedimiento o un tratamiento es hacer en favor de mantener la calidad de vida sin que tenga importancia el impacto en el tiempo de vida.5

Esta situación ha hecho que se generen protocolos de atención domiciliaria desde los hospitales, haciendo más eficiente y humana la atención y optimizando recursos materiales y humanos para preparar al paciente al bien morir.6 Se cuenta con los recursos que brindan los cuidados paliativos al proporcionar a los pacientes ambientes más agradables para vivir el proceso final, utilizando terapias no habituales y recurriendo, cuando así lo requiera, al apoyo de los tanatólogos, psicólogos, rehabilitadores, etcétera. En nuestro país no se ha avanzado suficiente en esta cultura, pero sin lugar a duda en el futuro tendremos que fomentar estas conductas pensando en la calidad de vida.5,7,8

Es por eso que se invita a los médicos, que estamos en contacto con este tipo de pacientes, a que tengamos clara la forma en que debemos brindar la atención y hasta dónde lo debemos hacer, aclarando que en algunas ocasiones el no hacer es hacer y puede ser que sea la mejor forma de hacer; siempre dejando evidencia documentada en el expediente clínico de la forma en que se enfrenta el problema y cómo es compartida esa decisión con el paciente y sus familiares. La tarea no está hecha, es tiempo de ponernos a trabajar con las nuevas generaciones para que quede claro que en muchos casos el no hacer es hacer.

Referencias bibliográficas

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2. Tiberio A. La muerte en la cultura occidental. Aproximación al trabajo de morir. Colombia: Editorial Universidad de Antioquia; 2001. [ Links ]

3. Callahan D. Death and the research imperative. N Engl J Med. 2000; 342 (9): 654-656. [ Links ]

4. Clark D, Centeno C. Palliative care in Europe: an emerging approach to comparative analysis. Clin Med (Lond). 2006; 6 (2): 197-201. [ Links ]

5. Domínguez-Marín AD. Cuidados paliativos. Sus orígenes y su llegada a México. Rev Hosp Jua Mex. 2016; 83 (3): 64-66. [ Links ]

6. Chin-Jung L, Shih-Jung C, Shou-Chuan S, Cheng-Hsin C, Jin-Jin T. Discharge planning. Int J Gerontol. 2012; 4: 237-240. doi: 10.1016/j.ijge.2012.05.001. [ Links ]

7. Peimbert-García RE, Gutiérrez-Mendoza LM, García-Reyes H. Applying lean healthcare to improve the discharge process in a Mexican Academic Medical Center. Sustainability. 2021; 13 (19): 10911. Available in: https://doi.org/10.3390/su131910911 [ Links ]

8. d’Empaire G. Calidad de atención médica y principios éticos. Acta Bioeth. 2010; 16 (2): 124-132. [ Links ]

*Autor para correspondencia: Dr. Federico Leopoldo Rodríguez Weber. Correo electrónico: fweber@saludangeles.com

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