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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.77 Michoacán ene./jun. 2023  Epub 02-Jun-2023

 

Artículos

DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA. LA DIPLOMACIA CULTURAL DE MÉXICO (1900-2000)

FROM THE CULTURAL MISSION TO THE INTERNATIONAL PROJECTION OF CULTURE. MEXICO’S CULTURAL DIPLOMACY (1900-2000)

DE LA MISSION CULTURELLE À LA PROJECTION INTERNATIONAL DE LA CULTURE. LA DIPLOMATIE CULTURELLE DU MEXIQUE

Fabiola Rodríguez Barba1 

1Universidad de Quebec en Montreal. UQAM


Resumen

La proyección de la cultura de un país hacia el exterior es una acción característica de lo que se denomina diplomacia cultural; muchos países han utilizado estrategias de diplomacia cultural para promover su identidad, valores, símbolos, tradiciones, estilos de vida, así como las manifestaciones artísticas más sobresalientes para posicionarlo como un país admirable, de tal suerte que generen un clima propicio para la cooperación y los negocios con países con los que mantienen relaciones. El propósito de este artículo es indagar sobre los hitos relevantes de la diplomacia cultural de México a lo largo del Siglo XX. Así, tomando como ejemplo el caso mexicano pretendemos mostrar cómo el componente cultural en la política exterior contribuyó a reafirmar el prestigio internacional del país.

Palabras clave diplomacia cultural; México; cultura; poder suave; diplomacia pública

Abstract

The projection of a country’s culture abroad is a characteristic action of what is called cultural diplomacy; many countries have used cultural diplomacy strategies to promote their identity, values, symbols, traditions, lifestyles, as well as the most outstanding artistic manifestations to position it as an admirable country, in such a way as to generate a favorable climate for cooperation and business with countries which maintains relations. The purpose of this article is to investigate the relevant milestones of Mexico’s cultural diplomacy throughout the 20th century. Thus, taking the Mexican case as an example, we intend to show how the cultural component in foreign policy contributed to reaffirm the country’s international prestige.

Keywords cultural diplomacy; Mexico; culture; soft power; public diplomacy

Résumé

Le rayonnement culturel d´un pays vers l´extérieur est l’une des caractéristiques de ce que l’on appelle communément la diplomatie culturelle. De nombreux états ont utilisé diverses stratégies de diplomatie culturelle pour promouvoir leur identité, leurs valeurs, leurs traditions, leur style de vie ainsi que leurs plus remarquables manifestations artistiquespour se présenter comme un pays qui suscite l’admiration, de façon à créer un climat propice à la coopération et aux échanges commerciaux avec ses pays partenaires. L´objectif de cet article est d´étudier les faits marquants de la diplomatie culturelle du Mexique tout au long du XXe siècle. Ainsi, en prenant comme exemple le cas mexicain, nous cherchons à montrer comment la composante culturelle de la politique extérieure a contribué à réaffirmer le prestige international du pays.

Mots clés diplomatie culturelle; Mexique; culture; soft power; diplomatie publique

INTRODUCCIÓN

El principal objetivo de la diplomacia cultural es la difusión de la cultura de un país en el exterior como estrategia para crear un clima propicio para las relaciones políticas y económicas con el exterior.1 Esto es importante subrayarlo porque en la literatura sobre el tema existe una permanente confusión en cuanto a la distinción entre diplomacia cultural y diplomacia pública; en algunos casos las contraponen, en otros las mezclan y, en unos más, subordinan una en relación a la otra. Este desconcierto permanece porque un mismo autor utiliza indistintamente ambos conceptos.

El término diplomacia pública lo utilizó por primera vez Edmund A. Gullion en 1965, un exdiplomático estadounidense y decano de la Fletcher School of Diplomacy en la Universidad Tufts, al referirse al proceso de información internacional y relaciones culturales internacionales, en sustitución de la palabra propaganda que, sin duda, tenía una connotación fuerte y de carácter hostil. Gullion define a la diplomacia pública como:

[…] deals with the influence of public attitudes on the formation and execution of foreign policies. It encompasses dimensions of international relations beyond traditional diplomacy; the cultivation by governments of public opinion in other countries; the interaction of private groups and interests in one country with another; the reporting of foreign affairs and its impact on policy; communication between those whose job is communication, as diplomats and foreign correspondents; and the process of intercultural communications.2

Es decir, la diplomacia pública se refiere a las acciones enfocadas a realizar un amplio esfuerzo informativo a través de medios de comunicación electrónicos y digitales, así como de relaciones públicas con el fin de dar a conocer o promover una visión o acción concreta de los gobiernos. De ahí que el objetivo de mejorar la imagen de un país ha llevado a confundir la diplomacia pública con la cultural. El empleo de una serie de mensajes y/o estrategias publicitarias buscan generar una “Marca-país” (Nation Branding), la cual es más afín a la diplomacia pública que a la diplomacia cultural, ya que dichas estrategias están dirigidas fundamentalmente a la opinión en el exterior y al público de otros gobiernos con el objetivo de construir una imagen de lo que el país dice ser. Por el contrario, la diplomacia cultural se sitúa en el ámbito de los valores y tradiciones; en las manifestaciones artísticas y culturales que expresan la identidad de una nación.3

Es cierto que en la realidad no existe una división absoluta ni contundente. Los objetivos de la política exterior de los países se consiguen a través de una variedad de estrategias y mecanismos que no son excluyentes; por el contrario, son complementarios. La distinción que hacemos en las ciencias sociales de los conceptos es para efectos de una mayor precisión y entendimiento respecto de lo que implica cada noción, pero indudablemente en la práctica esto no es así. De ahí la imprecisión al referirse a uno u otro término para explicar el factor cultural en la política exterior de los países.

Desde que Thomas Jefferson escribió una misiva a James Madison (1785) en la que describe su amor por las artes haciendo énfasis en la reputación, así como la expresión “prestige” utilizada frecuentemente en la diplomacia francesa, que van desde la definición de Philip H. Coombs de la cuarta dimensión de la política exterior; la distinción entre High Politics y Low Politcs de Robert Keohane hasta el concepto de poder suave (Soft Power) de Joseph Nye se ha abordado el lugar de la cultura en las relaciones internacionales.4 Asimismo, este desorden también se debe a la fuerte influencia de los Estados Unidos con sus estrategias de propaganda, información, comunicación y utilización de los medios informativos en sus propósitos de influir en la opinión pública de los países extranjeros, pero sobre todo porque en la versión estadounidense de diplomacia cultural se concibe frecuentemente a la cultura como una industria del entretenimiento (entertainment).5 En contraparte, si definimos a la diplomacia cultural como:

[…] el conjunto de estrategias y actividades llevadas a cabo por el Estado (y/o sus representantes) en el extranjero a través de la cooperación cultural, educativa y científica (así como exposiciones y eventos culturales) con la finalidad de alcanzar los objetivos de política exterior, uno de los cuales es promover los valores y la cultura del país, así como tender puentes de entendimiento mutuo, generar confianza y crear un ambiente más propicio para la política exterior […]

Esto nos permite esclarecer que los encargados de la diplomacia cultural son por ley (y tradición) los funcionarios o representantes del Estado, lo que no excluye la participación activa de otros actores como las universidades, centros académicos (públicos y privados), así como destacadas personalidades de diversos ámbitos.

La proyección de la cultura rebasa cualquier dique legal, económico o político al que se le quiera reducir. La cultura es un bien social que se transmite y difunde por las más variadas vías y desde los más disímiles ámbitos, y cuando se pone en contacto con otros pueblos contribuye a impulsar una identidad, valores y símbolos culturales. Por otra parte, la imagen positiva no es el leitmotiv de la diplomacia cultural, de darse el caso es consecuencia del entendimiento mutuo y proyección de la identidad, los valores, costumbres y expresiones artísticas y culturales, pero no es su propósito sustancial.

Indudablemente no existe una diplomacia cultural, sino una variedad de prácticas de diplomacia cultural. En el escenario internacional encontramos una multiplicidad de modos de hacer diplomacia cultural debido a que los países que la ejercen la desarrollan con base en sus tradiciones, valores y formas organizativas y objetivos de cada nación.6 Ahora bien, lo que ha influido en la diferenciación de las prácticas y formas de diplomacia cultural han sido el avance tecnológico (comunicación digital, internet, redes sociales, sitios web), la creciente importancia de conceptos como opinión pública y audiencias como objetivos clave de las estrategias de comunicación de los gobiernos y la relevancia de los conceptos de Marcapaís e Imagen. Así, en este contexto, la diplomacia cultural adquiere un perfil transversal que en muchas ocasiones ha sido confundido y/o mezclado con la diplomacia pública.

Lo que debe quedar claro es que la diplomacia pública está orientada a gestionar información para modificar la opinión de públicos nacionales y extranjeros con el propósito de mejorar la imagen de un país.7 No obstante, la construcción de una imagen positiva no depende solo de las estrategias propias de la diplomacia pública; asimismo, esta requiere de la constatación por parte de los públicos extranjeros de que el país posee y afirma una identidad, así como una serie de valores y símbolos dignos de ser atractivos para el exterior, ya que esa identidad, valores y símbolos son la base de la reputación y por tanto de la influencia de un país. Para conseguir ese propósito, la diplomacia cultural continúa siendo un instrumento privilegiado de política exterior. La mayoría de los países del mundo así la consideran pues el componente cultural es un elemento sustancial para conseguir sus objetivos.

Con base en lo expuesto, el propósito de este artículo es exponer algunos de los hitos relevantes de la diplomacia cultural de México a lo largo del siglo XX. Así tomando como ejemplo el caso mexicano pretendemos mostrar cómo el componente cultural en la política exterior contribuyó a reafirmar el prestigio internacional del país; para tal efecto el artículo consta de cuatro partes. La primera aborda las primeras acciones de diplomacia cultural en el siglo XX; en la segunda se destaca el papel del Estado mexicano en la promoción cultural internacional; en la tercera se destaca el activismo internacional en materia cultural; en la cuarta se describen las exposiciones México: Esplendores de treinta siglos y Europalia. Finalmente, se presentan unas reflexiones finales.

INICIANDO CON EL SIGLO. LAS PRIMERAS ACCIONES

México, desde que pudo articularse como Estado-nación y dotarse de un gobierno relativamente estable, inició la promoción de sus intereses con la ayuda del factor cultural en su política exterior. Una vía privilegiada fueron las exposiciones universales realizadas por esa época; así mediante exposiciones en pabellones, el país pudo mostrar y proyectar una identidad, valores, productos artísticos y culturales que le eran propios.8 Las exposiciones universales constituyeron espacios donde se yuxtapusieron diversas manifestaciones, una de ellas era la representación a escala de una nación; también significaron una oportunidad para exhibir lo más representativo de cada país con la finalidad de atraer inversiones y ampliar mercados para sus productos naturales e industriales; igualmente, representaron ejercicios de pedagogía y la exhibición de los avances técnicos e industriales más relevantes de los países; así como el enaltecimiento de la modernidad.9

La proyección de la cultura mexicana hacia el exterior como parte de una decisión gubernamental en el siglo XX inició con la participación de México en la Exposición Universal de 1900, la cual tuvo lugar en París durante los meses de abril a noviembre de ese año. Dicha acción pretendía modificar la imagen que se tenía del país como violento, inestable e incivilizado.10 Asimismo, de acuerdo con De Mier, el objetivo de la presencia de México en esa exposición era: “el de disipar multitud de preocupaciones y errores relativos a nuestro país, demasiado extendidos entre los que, no conociéndole, ignoraban sus verdaderas condiciones materiales, políticas y sociales”.11

De ahí en adelante, sobre todo después de la etapa posrevolucionaria, la colaboración de México en las sucesivas exposiciones tendría como finalidad mostrar a una nación heredera de grandes civilizaciones y con la firme intención de continuar su desarrollo conforme a los cánones del momento; así mediante la exhibición del arte mexicano: pintura, escultura, grabado y arquitectura se deseaba exteriorizar “un elemento de su identidad, de autenticidad, de garantía de supervivencia cultural en momentos de definición moderna de la mexicanidad”.12

Al término de la Revolución mexicana, el país desplegó su actividad cultural al exterior con su participación en dos eventos relevantes de ese periodo. La Exposición Internacional de Río de Janeiro, realizada en septiembre de 1922 con motivo del centenario de la independencia de ese país, y la exposición Mexican Arts en el Metropolitan Museum of Art, llevada a cabo en octubre de 1930 y que se volvió itinerante, pues viajó durante dos años por varias ciudades de Estados Unidos y tuvo como propósito “dar a conocer a la sociedad de aquel país el desarrollo cultural y artístico de México desde la época virreinal hasta la posrevolución”.13 Lo interesante de este último evento es que para su realización hubo un esfuerzo conjunto entre Estados Unidos y México para llevar a efecto esa muestra de arte mexicano en el vecino del norte. En esa acción diplomática la figura central fue la del Embajador estadounidense en México, Dwight W. Morrow, al igual que René D´Harnoncourt, quien figuró como agente cultural entre ambas naciones. Estos eventos ejemplifican que desde etapas tempranas el gobierno mexicano utilizó a la cultura como un recurso para lograr sus intereses de política exterior y lograr una mejor relación bilateral.

En este contexto, México inició de forma lenta y no sin dificultades la formación de una red de instituciones abocadas a ese propósito, acompañada de una política cultural cuya estrategia de integración fue conocida como nacionalismo revolucionario que promovía una cultura única como pilar de la nación. Durante este periodo se sentaron las bases de la política cultural oficial que fue esencial en la definición de esta y orientó durante décadas los ejes de la política cultural mexicana.14

EL ESTADO COMO PROMOTOR

El papel del Estado mexicano fue fundamental en el proceso de la construcción identitaria y la consolidación de la cultura nacional, lo que permitió que este desempeñara un papel preponderante en la promoción nacional e internacional de la producción artística y cultural de los creadores mexicanos. En efecto, con la institucionalización en 1921 de la Secretaría de Educación Pública (SEP), cuyo primer titular fue José Vasconcelos, se concibió la estrategia “Plan de las Misiones Federales de Educación” en octubre de 1923, mejor conocido como “Misiones Culturales” en el que la educación adquirió un sentido nacionalista y cultural que tuvo como base la lucha contra el analfabetismo, el fomento de las escuelas rurales, la promoción cultural, el impulso a las artes, el intercambio estudiantil internacional y la investigación científica; particularmente en el Continente Americano. En esa dinámica, la política cultural impulsada por Vasconcelos rescató a la Academia de San Carlos, así como el Conservatorio Nacional, fundó la Orquesta Sinfónica y promovió la poesía de Ramón López Velarde y de Carlos Pellicer.15

En este periodo, México asistió a la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929. En esa ocasión, el pabellón de México estuvo a cargo de Manuel Amábilis, quien presentó un edificio tolteca; mientras que las obras de la Escuela de Pintura al Aire Libre de Xochimilco y los murales de Víctor M. Reyes mostraron las tendencias imperantes en el México posrevolucionario:

[…] orientadas hacia la recuperación de los elementos populares, traducida en una nueva valoración del componente indígena y regional, como fundamento para la creación de un arte verdaderamente mexicano […] Las temáticas de las obras dan cuenta de diversos aspectos que el gobierno posrevolucionario deseaba destacar como parte de la construcción de su nuevo proyecto nacional. Uno de ellos fue la recuperación de las tradiciones como un elemento identitario.16

Así, el gobierno de Plutarco Elías Calles: “vio una oportunidad de cambiar la imagen de México como un país violento y caótico; promover los productos y el arte de México; y, ganar prestigio internacional como un país económicamente bien organizado y pacífico”.17 De ahí que la asistencia de México fue considerada vital por parte de la clase dirigente debido a que tendrían la ocasión de difundir una idea de nación de conformidad con los intereses del gobierno en turno. Es decir, “El Estado posrevolucionario tuvo entre sus fines difundir la imagen de un país reestructurado. Para ello, fue sustancial plantear la integración de las masas al proyecto nacional, aspecto en el que la práctica artística tuvo un papel importante”.18

Este propósito de acción cultural del gobierno mexicano al exterior se realizó con la contribución de importantes escritores, pintores y artistas mexicanos. Entre ellos podemos mencionar a José Juan Tablada (integrante del cuerpo diplomático de México en Caracas en 1918 y Quito en 1920), Alfonso Reyes (segundo secretario y después encargado de negocios en la embajada de México en España entre 1922-1924; ministro en Francia en los años 1924-1927, embajador de México en Argentina en 1927-1930 y Brasil en el periodo 1930-1935); Enrique González Martínez (ministro plenipotenciario de México en Chile, Argentina, España y Portugal entre 1920-1931); Gilberto Owen (integrante del cuerpo diplomático de la Embajada de México en Perú y Ecuador entre 1928-1931) y, José Rubén Romero (cónsul general en España en 1934 y embajador de México en Brasil en 1937), entre otros.

En este entorno podemos destacar la colaboración de México en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (de 1927 a 1939) que tenía su sede en París. El propósito del Instituto, antecedente directo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), era lograr un diálogo de cooperación entre las naciones luego de las dos guerras mundiales, y con ello alcanzar su objetivo primordial; el mantenimiento de la paz.19 En este importante foro internacional las figuras de escritores y diplomáticos como Alberto J. Pani, Alfonso Castelló, Francisco Castillo Nájera y Marte R. Gómez resultaron significativas, debido a que no solo fungieron como representantes mexicanos ante ese organismo internacional, sino que contribuyeron al establecimiento de la Comisión Mexicana de Cooperación Intelectual que tenía como objetivo contribuir a la realización de los propósitos que perseguía el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual.20

Durante las décadas de los treinta y cuarenta se crearon varias instituciones con el fin de promover la cultura mexicana. Entre las que destacan: el Fondo de Cultura Económica en 1934; el Seminario de la Cultura Mexicana en 1942; El Colegio Nacional en 1943; y el Instituto Nacional Indigenista en 1948. En 1958, con el surgimiento de la Subsecretaría de Cultura (antecedente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: CONACULTA), inició un largo proceso de articulación de diversas instituciones culturales como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) creado en 1939 y el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1946 (actualmente INBAL).21 Con esta infraestructura, el gobierno mexicano a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) participó y promovió una serie de exposiciones para dar a conocer en el extranjero el arte y cultura del país,22 como ocurrió en la Exposición Universal de París de 1937, en la que el gobierno mexicano mostró en su pabellón los temas de la modernización del campo, la industrialización del país y la política educativa. Esta última, de gran importancia durante el gobierno de Lázaro Cárdenas quien dio un perfil socialista a la educación, sustentada en una política gubernamental denominada de masas debido al apoyo que el gobierno le proporcionó a la organización de obreros y campesinos en su gobierno. Esta política gubernamental hizo un uso intensivo de los medios de comunicación de la época para difundir y promover las acciones de gobierno, incluidas las culturales.23

Por otra parte, un hecho a destacar en la década de los treinta lo representó la política de asilo que el gobierno de Lázaro Cárdenas le proporcionó a un importante número de escritores, académicos e intelectuales españoles que coadyuvaron a enriquecer la vida académica, artística y cultural del país. Entre los que podemos mencionar a José Gaos (filósofo), Adolfo Sánchez Vázquez (filósofo), Pedro Garfías (poeta), Max Aub (escritor), Enrique Díez-Canedo (poeta), Ramón Xirau (filósofo), Luis Recaséns Siches (jurista), Wenceslao Roces (traductor), León Felipe (poeta), José Moreno Villa (historiador de arte), Manuel Pedroso (jurista), Eugenio Imaz (filósofo), Jesús de Bal y Gay (historiador), Luis Cernuda (poeta), Juan José Domenchina (crítico literario), entre otros.24 Todos ellos, junto con el liderazgo de Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, fundaron la Casa de España en México (posteriormente convertida en El Colegio de México), la editorial Fondo de Cultura Económica e importantes revistas como Cuadernos Americanos y Revista Mexicana de Sociología. Igualmente, es de mencionar la ayuda humanitaria que México les proporcionó a los exiliados republicanos españoles, en particular a un contingente de infantes que en México se les conoció como los niños de Morelia, para lo cual se crearon una red de centros educativos denominados Colegios del Exilio.25

De igual forma la emergencia de los medios de comunicación masiva en los años cincuenta (la televisión y el cine) contribuyeron a la promoción de la cultura mexicana; particularmente hacia América Latina, a través de la denominada Época de Oro del cine mexicano que consolidó una proyección internacional del país (sobre todo en la década de los cuarenta y cincuenta). Películas como Allá en el rancho grande (1936), Ahí está el detalle (1940), María Candelaria (1944), Cuando los hijos se van (1941), Enamorada (1946), Salón México (1948), Los Olvidados (1950), Espaldas mojadas (1955), Tizoc (1957) y Macario (1959); entre otras, no solo tuvieron un papel notable en la formación de una cultura común en México, sino que también cautivaron a una variedad de públicos de diferentes países con circunstancias históricas y sociales muy diversas entre sí “mediante su cine México promovió su imagen, sus costumbres y cultura, sus paisajes y atracciones turísticas, su estatus como líder y como país moderno de Latinoamérica”.26

Cabe mencionar que esta época de oro del cine mexicano se dio en el inicio de los gobiernos civiles en México. Es decir, el último presidente mexicano de origen militar fue Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y a partir de él los siguientes presidentes fueron civiles pertenecientes a la clase media mexicana con estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Así, con los gobiernos de Miguel Alemán Velasco (1946- 1952) y Adolfo Ruíz Cortínez (1952-1957), se inauguró un período que implicó el desarrollo económico e industrial del país que se denominó “desarrollo estabilizador”; es decir, una etapa de crecimiento económico con estabilidad política. En este ambiente, destacó la XXV Edición de la Bienal de Venecia de 1950 que representó una oportunidad trascendente para la diplomacia cultural mexicana, no solo porque fue la primera ocasión en que México era invitado a ese importante evento cultural, sino porque la exposición Arte Mexicano del Precolombino a nuestros días, tuvo un éxito rotundo, pues también fue montada en los mejores museos de Europa. La exposición incluyó obras culturales y artísticas de José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. La organización y curaduría estuvo a cargo del museógrafo, diplomático y escritor, Fernando Gamboa, subdirector en ese entonces del Instituto Nacional de Bellas Artes.27

Una segunda implicación de México en la bienal fue en 1952, con menor notoriedad que la anterior pero también importante en la estrategia del país de promover la cultura hacia el exterior. En esa ocasión se presentaron obras de Raúl Anguiano (pintor muralista), Guillermo Meza (pintor expresionista), Carlos Orozco Romero (pintor y grabador), Manuel Rodríguez Lozano (pintor muralista) y Jorge González Camarena (pintor, escultor y muralista). Asimismo, durante ese periodo destacó el papel de Jaime Torres Bodet, embajador de México en Francia, como un activo promotor de la cultura de México en el mundo, actividad que ejerció también como director general de la UNESCO de 1948 a 1952.

Un ejemplo más de la proyección de la cultura mexicana al exterior fue la presencia de México en la Exposición Universal de Bruselas en 1958, la cual es considerada la primera exposición internacional de envergadura de la postguerra y que dejó como recordatorio permanente el Atomium (que se ha convertido en el icono internacional de Bruselas). En esa ocasión, el desempeño mexicano tuvo un gran éxito al lograr varios premios entre los que destacó la Estrella de Oro, otorgado por unanimidad al conjunto del pabellón. En palabras del curador de esa exposición, Fernando Gamboa (uno de los más importantes promotores culturales mexicanos del siglo XX) el eje articulador tenía la premisa de “México, país moderno de antigua cultura”. De esta manera, la idea de exhibir la “modernidad” del país atendería a los requerimientos de la exhibición tecnológica mientras que, a la par, se haría una constante referencia a las singulares condiciones locales —la “antigua cultura”— en que esta tiene lugar. Sin avances científicos comparables a los de las principales potencias mundiales, se presentaría como un país pleno de ímpetus juveniles, en un interesante contraste con la vieja Europa.28

EL PERIODO DE ACTIVISMO INTERNACIONAL CULTURAL

La década de los sesenta fue un parteaguas debido a las diversas manifestaciones políticas, sociales y culturales que marcaron y transformaron de manera significativa la historia contemporánea internacional. Fue en ese contexto que en México la cultura se incorporó de manera formal en la SRE. El origen de la Dirección General de Asuntos Culturales se remonta al año 1959, cuando el entonces presidente Adolfo López Mateos creó el Organismo de Promoción Internacional de Cultura (OPIC), con el propósito de difundir la cultura de México y promover las relaciones bilaterales en el ámbito cultural. Posteriormente, el 4 de enero de 1960 por acuerdo presidencial, se creó la Dirección General de Relaciones Culturales, cuyo objetivo principal era facilitar la ejecución de los convenios de intercambio cultural y los programas bilaterales en la materia. Por otro lado, en esa época se construyeron diversos museos como el Museo Nacional de Antropología (1964) y el Museo de Arte Moderno (1964).29

Durante este decenio sobresalió como actividad de diplomacia cultural de México, su concurrencia a la Feria Mundial de Nueva York en 1964-1965. El pabellón mexicano fue diseñado por el Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez en colaboración con Rafael Mijares Alcérreca. Posteriormente, la actividad de promoción de la cultura y de las expresiones artísticas de México continuó con la participación del país en la Feria Mundial de Montreal en 1967 (Expo 67), en el marco de las celebraciones por el centenario de la Confederación de Canadá. El Pabellón mexicano fue una representación arquitectónica que asemejaba una concha marina y un templo maya hecho de piedras provenientes de Uxmal. Al entrar al pabellón destacaba un mural de Rufino Tamayo llamado The Mexican and His World, el cual representaba la identidad cultural del mexicano y sus relaciones con el mundo. De igual manera, se presentó una colección de fotografías, así como una serie de objetos precolombinos, religiosos y seculares de la Nueva España del siglo XVI.

Como se observa, a lo largo de varias décadas el gobierno mexicano desplegó acciones de diplomacia cultural para mostrar su riqueza cultural y artística en Estados Unidos, Canadá, América Latina y Europa. Actividad respaldada con el esfuerzo de varios diplomáticos mexicanos que pusieron en alto el nombre de México con su obra literaria y artística. Mención especial merece Octavio Paz quien fue adscrito en Nueva York, San Francisco, Ginebra, París, Tokio (encargado de negocios ad interim; 1952 y embajador en India, Ceylán (hoy Sri-Lanka) y Afganistán entre 1962-1968).30 Esta tradición de promover la cultura de un país a través de la incorporación de intelectuales, artistas y escritores en las actividades de las embajadas no es nueva y es compartida por la mayoría de los países, pues existe una generalizada convicción de que nadie como los propios artistas y creadores para promover la cultura de un país.

En los años siguientes, la diplomacia cultural mexicana continuó llevándose a cabo en diversos foros internacionales. Uno de ellos fue la Exposición Mundial de Osaka, Japón, en 1970, con un pabellón diseñado por el arquitecto Agustín Hernández Navarro y en donde participaron artistas como Francisco Icaza (pintor), Lilia Carrillo (pintora), Manuel Felguérez (pintor y escultor), Gilberto Aceves Navarro (pintor, escultor y grabador), Brian Nissen (pintor y escultor), Fernando García Ponce (pintor), Francisco Corzas (pintor y grabador) y Antonio Peyrí (pintor); todos seleccionados por el museógrafo Fernando Gamboa.

Por otra parte, en ese periodo, gracias a una extensa actividad desplegada en el exterior por el entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez (que incluyó países de la órbita capitalista y socialista), se logró una mayor diversificación de la política exterior, especialmente en América Latina y el Caribe.31 Un éxito importante de la diplomacia mexicana lo constituyó el hecho de que México encabezó el esfuerzo internacional por la firma de una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Este documento incorporaba las principales demandas “tercermundistas” a favor de un nuevo orden económico internacional.32 Por su parte, el gobierno de José López Portillo (1976-1982) inició en un contexto de crisis económica como producto del agotamiento del modelo económico seguido desde los años cuarenta, y después de un periodo de bonanza económica, producto del descubrimiento de yacimientos petrolíferos inagotables (lo que impactó en el perfil de su política exterior) y terminó con una nueva crisis económica como consecuencia del aumento de la deuda interna y un desorden económico que puso en peligro la viabilidad del país.33

En los años ochenta, el ámbito de la diplomacia cultural se caracterizó por una precaria promoción cultural debido a la crisis económica por la que atravesaba el país. En efecto, el inicio del gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) se dio en medio de una inédita crisis económica que tenía como ingrediente principal una creciente deuda externa, devaluación del peso mexicano y una generalizada desconfianza de los inversionistas nacionales y extranjeros en el país, hecho que implicó un periodo de austeridad. Lo destacable durante esta administración es que se elevó a rango constitucional la cooperación internacional como una estrategia para responder a los requerimientos del desarrollo en el exterior. En particular, la política de cooperación técnica internacional buscaba respaldar proyectos productivos orientados a tecnologías útiles al país y a la detección de recursos externos para obtenerlas; mientras la cooperación educativa internacional constituyó otro instrumento de la política exterior destinada a apoyar la vida económica del país.34 En ese contexto, se impulsó la apertura de institutos y centros culturales de México en el exterior; particularmente, en Estados Unidos, donde existía un mayor número de comunidades mexicanas con el propósito de fomentar la cultura nacional; conocer las acciones de la diáspora mexicana; difundir la cultura nacional contemporánea a la población de origen mexicano; y, extenderla incluso al público estadounidense.35 Igualmente, se impulsó el programa Presencia Cultural de México en el Suroeste de los Estados Unidos, con la activa colaboración de los consulados generales de México en California, Arizona, Nuevo México y Texas con el propósito de “divulgar, en forma sistemática, información actualizada sobre el quehacer cultural del país y propiciar una mayor cooperación entre las comunidades académicas, intelectuales y artísticas de ambos lados de la frontera”.36

La importancia de la cultura en la política exterior de México se hizo patente con la colaboración del país en el surgimiento, desarrollo y fortalecimiento de la UNESCO. Desde su creación, México ha desempeñado un papel importante no solo porque el vicepresidente del Primer Consejo Ejecutivo de dicho organismo fue un mexicano, Manuel Martínez Báez, y el segundo director general de la UNESCO fue otro mexicano, Jaime Torres Bodet, sino porque México fue uno de los catorce países en formar la Primera Comisión Provisional, el séptimo en firmar el Acta Constitutiva de la organización, y el primero en América Latina.37

México también ha impulsado las más preciadas iniciativas de la UNESCO, a través de los programas de reconstrucción de los sistemas de educación, alfabetización para adultos en la postguerra, los de educación destinados a las mujeres, así como la creación de oficinas técnicas y la salvaguarda de sitios culturales. Una de las convenciones más importantes suscritas por México ha sido la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO, aprobada el 16 de noviembre de 1972 en París, Francia, y que entró en vigor el 17 de diciembre de 1975. La Convención creó un Comité Intergubernamental de Protección del Patrimonio Cultural y Natural de valor universal, denominado Comité del Patrimonio Mundial, integrado por 15 estados partes de la convención. Asimismo, México, desde 1984 ha figurado como miembro del Comité y en 1997 ejerció la presidencia. Otra convención de la UNESCO en la que México jugó un papel destacado fue la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, considerado uno de los instrumentos fundadores del derecho internacional de la cultura.38

De igual manera, México ha sido anfitrión de eventos importantes organizados por la UNESCO como la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, mejor conocida como la MONDIACULT, celebrada en la Ciudad de México en 1982, y considerada una pieza clave en la actividad llevada a cabo por la UNESCO en el ámbito cultural. Dicha conferencia sirvió de base para el inicio de una serie de proyectos e iniciativas que condujeron a la proclamación en 1988 de la Década Mundial de la Cultura y más tarde en 1991, la creación de la Comisión mundial de Cultura y Desarrollo de la UNESCO. 39 Esta actividad convalidó el prestigio internacional ganado por el país en esa época debido a que hizo de la proyección de la cultura un elemento importante de su política exterior. Asimismo, la reputación de México se debió a la asistencia prestada a los refugiados de la guerra civil española y a los ciudadanos chilenos que huyeron de la dictadura militar de Augusto Pinochet en los años setenta, así como a su intervención en procesos de pacificación de Centroamérica en los años ochenta y a la participación mexicana en los principales foros mundiales de la centuria.40 Lo anterior con base en los postulados que sustentan sus principios normativos de política exterior.41

Otra de las acciones de diplomacia cultural fue la creación de centros académicos de estudios sobre México en distintas universidades del mundo cuya finalidad es la cooperación educativa entre las universidades e instituciones educativas de México y los países sede. A través de estos centros se permite la interacción entre estudiantes y profesores especialistas en el tema de México o que realizan análisis sobre la relación bilateral y se ofrece la posibilidad de intercambio académico. Destacan la Cátedra Rosario Castellanos de Estudios Mexicanos en la Universidad Hebrea de Jerusalem; el Institut d’Études Mexicaines de la Universidad de Perpignan y el Centro de Estudios Mexicanos UNAM en Francia; la Cátedra de Estudios sobre México Contemporáneo de la Université de Montréal, en Canadá; el Centro de Estudios de México en la Unión Europea (CESMUE), del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset en Madrid, España; el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de Texas en Dallas; el Center for U.S.-Mexican Studies de la Universidad de California en San Diego; el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) del Ministerio Francés de Asuntos Extranjeros; la Cátedra México de la Universidad Nacional de la Plata en Argentina, por destacar solo algunos.

De igual manera, existen centros culturales de México en diversas latitudes. Además, de esta acción cultural hacia el exterior, México participó en foros internacionales en el ámbito cultural, entre los que destacan: el Encuentro de Ministros de Cultura y Responsables de las Políticas Culturales de América Latina y el Caribe; la Comisión Mexicana de Cooperación con América Central; el Grupo de Alto Nivel de la UNESCO; el Comité Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Algo que debemos mencionar es que esos logros en materia de diplomacia cultural se realizaron sin contar con una estructura orgánica estable; de un cuerpo de profesionales de la cultura apropiados42 y sin un financiamiento acorde con las metas y objetivos institucionales.43 Asimismo, si bien a nivel discursivo se enunciaron objetivos generales se careció de una estrategia establecida en un documento o en los programas de gobierno que coordinara toda la estructura cultural del país; de tal manera que la política exterior del gobierno mexicano otorgó una importancia relativa a la proyección cultural del país en el exterior, intensa en algunos años y rutinaria en otros. A pesar de ello, la diplomacia cultural de México logró afianzarse como un actor internacional respetado en esa materia teniendo como eje la cooperación internacional mediante los intercambios académicos y científicos,44 la promoción y cooperación cultural a través de su presencia en ferias y exposiciones internacionales más relevantes; así como una activa diplomacia multilateral a través de una variedad de organismos especializados como la UNESCO.

LAS EXPOSICIONES MÉXICO: ESPLENDORES DE TREINTA SIGLOS Y EUROPALIA

Durante el siglo XX, uno de los eventos en los que la diplomacia cultural de México refrendó su carácter como instrumento privilegiado de política exterior, lo constituyó la exposición México: Esplendores de treinta siglos que se inauguró en octubre de 1990 en el Museo Metropolitano de Nueva York. En esa ocasión, la promoción de la cultura mexicana fue vista como un vehículo que coadyuvaba a alcanzar los propósitos económico-políticos del gobierno debido a que el componente cultural contribuía a ampliar las bases del diálogo político y a promover la convivencia entre las naciones.

Este acontecimiento estuvo precedido por el arribo en el gobierno de una nueva clase política con formación económica y técnica especializada, con una educación cosmopolita y una mirada puesta en el comercio exterior y por tanto en aprovechar las posibilidades que se abrían con el nuevo contexto económico gestado por la globalización.45 Así, en el marco de las negociaciones del entonces Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN, ahora T-MEC), el gobierno de Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de actividades culturales mexicanas como parte de la estrategia de seducción de futuros socios comerciales. Con ese propósito se llevó a cabo un amplio programa de relaciones públicas para atraer inversionistas extranjeros, así como actividades culturales, en particular con las comunidades mexicanas residentes en el extranjero, para mejorar la imagen del país en el exterior.46

En el evento mencionado, la diplomacia cultural fungió como un importante eje en las estrategias de la política exterior mexicana, debido a que en el contexto de la firma del TLCAN la cultura sirvió como un instrumento eficaz para los propósitos de política exterior. Dos de los objetivos del gobierno de Salinas de Gortari fueron “hacer de la cultura uno de los principales elementos para reafirmar la identidad nacional y ampliar la presencia del país en el mundo; y promover la imagen de México en el exterior”. Dichos propósitos fueron delineados en el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994.47 Así, en el contexto de las negociaciones del TLCAN en un hecho inédito en la historia contemporánea del país y en conjunción con la presidencia de la República, las instituciones culturales y el sector privado trabajaron de manera coordinada como equipo para dar a conocer en los Estados Unidos las expresiones artísticas y culturales más relevantes en la historia de México.

La dirección de todos estos empeños recayó en una amplia variedad de actores e instituciones, entre los que destacaron el titular de la CONACULTA, el rector de la UNAM, el jefe del Departamento del Distrito Federal, el poeta e intelectual Octavio Paz, así como la Asociación Amigos del Arte encabezados por el empresario Emilio Azcárraga Milmo. Este gran esfuerzo institucional y privado se condensó en México: Esplendores de treinta siglos. Durante tres meses las expresiones y manifestaciones artísticas y culturales de México se expusieron para posteriormente, en 1991, mudarse al Museo de Arte de San Antonio y al Country Museum of Art de los Ángeles.

Un suceso similar se dio en 1993, en el contexto de la firma de un Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación con la Comunidad Europea. México fue invitado de honor en el festival denominado Europalia, en el que durante varias semanas y en distintas ciudades de Bélgica se expuso lo mejor de la cultura y el arte de México. Para tal efecto, el gobierno mexicano creó una comisión integrada por los titulares de la SRE, la SEP, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, del jefe del Departamento del Distrito Federal y por el titular de la Oficina de la Presidencia, denominada Comisión Nacional para Europalia. 48 El evento fue considerado por el gobierno mexicano, el más relevante acto internacional de las últimas décadas, por lo que fue catalogado como la culminación del esfuerzo gubernamental por dar a conocer a México en el mundo, a través de su cultura. En palabras del entonces presidente de la nación:

La presencia de México en Europalia se producirá en circunstancias especialmente propicias para ofrecer una imagen integral y orgánica de nuestra cultura. La participación de nuestro país constituye una aportación novedosa en un festival que, por tradición, ha presentado el mosaico de las culturas europeas durante más de veinte años. México será el segundo país no europeo y el primero del continente americano que protagonizará tal evento. Las naciones europeas tendrán la oportunidad de confrontar sus identidades con la diferencia y, a la vez, con la afinidad que les propone nuestra cultura.49

El hecho de que se creara esa comisión desde la cúspide del poder daba cuenta de la importancia que el gobierno mexicano otorgó al componente cultural en sus objetivos de política exterior.

Durante la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), los procesos de globalización y de cooperación internacional obligaron al presidente a fortalecer la presencia de México en el exterior. Se emprendió una reestructuración de la SRE, destacando la creación del Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCI), cuya labor era la coordinación de las comisiones mixtas de cooperación educativa y cultural, así como el establecimiento de programas bilaterales en ese ámbito.50

La relevancia de la cultura en la política exterior mexicana cobró un nuevo impulso en el inicio del nuevo milenio, pero esa es otra historia que por razones de espacio y que rebasan el propósito de este texto no podemos aludir. Lo que sí debemos comentar es que durante la década de los noventa, una nueva agenda internacional acompañada de transformaciones económicas, políticas y sociales en el marco de la globalización y sobre todo el avance tecnológico influyeron en las acciones de la diplomacia cultural.51 El papel de la cultura comenzó a ser replanteado como elemento importante en el desarrollo de los países por su valor económico —ejemplo de ello fueron las industrias culturales denominadas posteriormente industrias creativas o economía naranja—, pero sobre todo, porque en un mundo convulso, la cultura como instrumento de política exterior fue revalorada como un medio para al entendimiento mutuo y la cooperación económica y cultural.

REFLEXIONES FINALES

Como se puede observar, la acción cultural de México en el exterior a través de su participación en exposiciones artísticas y culturales, fue un elemento importante para proyectar su cultura con la finalidad de que fuera atractiva y tendiera puentes de comunicación con el mundo; al mismo tiempo, le permitió ser parte de iniciativas globales que le otorgaron prestigio, por lo que podemos afirmar que el elemento cultural en la política exterior de México a lo largo del siglo XX, es incuestionable. De manera incipiente y siempre influenciada por la coyuntura interna, la diplomacia cultural de México tuvo durante la primera mitad del siglo XX hitos importantes para lograr sus objetivos de política exterior. Posteriormente, durante el periodo de las dos postguerras mundiales, la diplomacia cultural mexicana amplió sus horizontes al participar en valiosas iniciativas impulsadas por la UNESCO y fortaleció sus proyectos de cooperación cultural, educativa, científica y tecnológica a través de la existencia de cátedras, institutos culturales e intercambios educativos y científicos. Además de la riqueza de las manifestaciones culturales y artísticas como el muralismo, las películas del cine de oro, las figuras icónicas de Frida Kahlo, Diego Rivera, Rufino Tamayo y la obra literaria de Octavio Paz que contribuyeron de manera significativa al conocimiento de los valores e identidad culturales de México en el exterior

Esto fue posible porque la diplomacia cultural tiene un elemento (la cultura) que cautiva; que, a diferencia de otros adjetivos como diplomacia económica o diplomacia pública, los cuales generan cautela, con la cultura no es igual. La cultura seduce y atrae. Una de las razones consiste en que con solo mencionar diplomacia cultural nos viene a la memoria la importante labor realizada por prominentes intelectuales, escritores, pintores o artistas como promotores de la cultura al exterior como: Octavio Paz, Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Paul Rivet, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, François Chevalier, Salvador Dalí, Alain Rouquié, Alejo Carpentier, Gabriela Mistral, o a la acción de importantes instituciones como el British Council (Reino Unido), Instituto Cervantes (España), el Institut Français (Francia), Instituto Goethe (Alemania), Sociedad Dante Alighieri (Italia), Instituto Camões (Portugal) o el Instituto Confucio (China), todos ellos teniendo como soporte principal la promoción de la lengua y su cultura a través de la cooperación cultural, educativa, científica y tecnológica.

Esta forma de diplomacia cultural ha sido considerada como tradicional por sus críticos, en gran parte por las innovaciones que en la esfera tecnológica y digital han ocurrido en la última década y que ha influido en el quehacer diplomático y en las relaciones internacionales. Como ya lo mencionamos, la comunicación digital, el internet, la pluralidad de redes sociales, de sitios web; así como la creciente importancia de la opinión pública y la relevancia de los conceptos de Marca-país e Imagen; todo ello, han repercutido en la actividad de la diplomacia cultural y puesto en boga a la diplomacia pública y a la diplomacia digital como nuevas formas de promover los intereses de los Estados.

La diplomacia cultural; por el contrario, tiene en la cooperación cultural, educativa y científica su campo de acción sustancial. Es por ello que el elemento cultural en las relaciones internacionales no provoca resistencia ante los otros, pues posee una connotación neutral en comparación con otros ámbitos de la política exterior como el económico y el político. En ese sentido, el propósito de la diplomacia cultural es tender puentes de entendimiento mutuo a través de la expresión de la cultura, lengua, tradiciones y valores de las naciones; así como generar confianza y un ambiente más propicio para la consecución de los objetivos de política exterior de los países.

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Notas

5Cummings define a la diplomacia cultural como “the exchange of ideas, information, art, and other aspects of culture among nations and their peoples in order to foster mutual understanding”. Es decir, el intercambio de ideas, información, arte y otros aspectos culturales para lograr el entendimiento mutuo. CUMMINGS C., Milton, “Cultural Diplomacy and the United States Government: A Survey”, Washington, D.C., Center for the Arts & Culture, 2003, p. 1; Cultural Diplomacy. Recommendations & Research, Center for Arts & Culture, July 2004; Globalization and Cultural Diplomacy, Center for Arts & Culture, 2001.

10Esta mala imagen se gestó desde la vida independiente del país y continuó hasta principios del siglo XX, como puede constatarse en el estudio de SANDERS, Frank, “México visto por los diplomáticos del siglo XIX”, Historia Mexicana, vol. 20, núm. 79, enero-marzo de 1971, pp. 368-411.

29De acuerdo con Del Río, la historia de la red de museos en México es el resultado de las políticas e iniciativas gubernamentales, así como del contexto histórico-social y la problemática nacional con el fin de promover la conservación, investigación y difusión del patrimonio cultural del país. DEL RÍO CAÑEDO, Lorenza, Las vitrinas de la nación. Los museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Contexto, Desarrollo y Gestión 1939-2006), Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2010.

30De igual manera, podemos mencionar a: Alfonso Reyes (embajador en Francia, España, Argentina y Brasil entre 1913-1938); Rosario Castellanos (embajadora en Israel en 1971); Carlos Fuentes (embajador en Francia entre 1975-1977); Jaime Torres Bodet (encargado de negocios, primer secretario y jefe de cancillería en la década de los años treinta en París y embajador en Francia entre 1970-1971); José Luis Martínez Rodríguez (embajador de México ante la UNESCO entre 1963-1964, Perú entre 1961-1962 y Grecia entre 1971-1974); Antonio Castro Leal (embajador de México ante la UNESCO y miembro ejecutivo entre 1949-1954); Manuel Maples Arce (embajador de México en Panamá, Chile, Colombia, Japón, Canadá y Noruega entre 1944- 1967); Enrique González Martínez (embajador de México en Chile entre 1920-1922, Argentina entre 1922- 1924, España y Portugal entre 1924-1931). En épocas más recientes, Sergio Pitol (consejero cultural en las embajadas de México en Hungría, Polonia, la ex Unión Soviética y embajador en Checoslovaquia entre 1983- 1988); Fernando del Paso (agregado cultural en la embajada de México en París entre 1986-1988 y cónsul en ese país entre 1988-1991); Fernando Benítez (consejero cultural en la embajada de México en China y embajador de la República Dominicana entre 1991-1994), entre otros.

41Estos son: La no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y seguridad internacionales. GÓMEZ ROBLEDO VERDUZCO, Alonso, “La política exterior mexicana: sus principios fundamentales”, Anuario Mexicano de Derecho Internacional, vol. 1, 2001, pp. 197-217.

42En el periodo analizado, en el Reglamento de la Ley del Servicio Exterior Mexicano no existe ninguna mención, dentro de la rama diplomático-consular, sobre la categoría de agregado o promotor cultural, por lo que en la práctica, esa importante labor la realizaron miembros del Servicio Exterior Mexicano.

43Para el periodo abordado en este artículo no existen datos oficiales sobre el financiamiento que en cada periodo de gobierno se asignó al propósito de proyectar la cultura mexicana hacia el exterior. Lo anterior, debido a que antes del año 2000 no existía la tradición ni obligación de rendición de cuentas; el régimen priista fue opaco en muchos ámbitos de la vida pública. Es a partir de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, que en 2002 se inició un proceso de acceso a la información de las instituciones y organismos del Estado. No obstante, con base en una revisión de los Presupuestos de Egresos de la Federación, por ejemplo, del periodo 1971 a 2000, el presupuesto para la SRE en relación al total, oscila entre el 0.1 y el 0.2 % para ese periodo, que comparado con el de Defensa del 7 % o el de Educación que contempló hasta un 30 % en 2000, su presupuesto resulta menor.

44Si bien la cooperación internacional ha sido importante en la política exterior de México (sobre todo a partir de los años setenta), no fue sino hasta 1988 en que adquirió estatus jurídico al ser incorporada en el artículo 89 de la Constitución mexicana y ser un principio normativo de la política exterior del país; así, mediante este sustento, la SRE mantiene vínculos permanentes con los organismos internacionales y agencias de cooperación con los que mantiene relación. FIGUEROA FISHER, Bruno,Cien años de cooperación internacional de México 1900-2000: solidaridad, intereses y geopolítica, México, Instituto Matías Romero- SRE, 2016.

Recibido: 05 de Julio de 2021; Aprobado: 12 de Noviembre de 2021

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