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 número68Vassallo, Jaqueline, Miguel Rodríguez Lourenço y Susana Bastos Mateus, (coordinadores), Inquisiciones. Dimensiones comparadas (siglos XVI-XIX), Córdoba-Argentina, Brujas, 2017, (col. El Mundo de Ayer), 292 pp.Escamilla González, Francisco Omar y Lucero Morelos Rodríguez, Escuelas de minas mexicanas: 225 años de la fundación del Real Seminario de Minería, México, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional Autónoma de México, 2017 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.68 Michoacán jul./dic. 2018  Epub 18-Mar-2020

 

Reseñas

Suárez Argüello, Ana Rosa y Agustín Sánchez Andrés (coordinadores), A la sombra de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017, 581 pp.

María del Carmen Collado Herrera* 

*Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Suárez Argüello, Ana Rosa; Sánchez Andrés, Agustín. A la sombra de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX. 2017. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México: 581p.


Dos especialistas en la historia de las relaciones internacionales coordinan A la sombra de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX. Confluyen en él dos expertos, Ana Rosa Suárez, quien se ha dedicado al estudio de la diplomacia entre México y Estados Unidos, y Agustín Sánchez Andrés, quien lo ha hecho respecto a las relaciones entre México y España. Ambos emprendieron el proyecto de estudiar a los actores informales que actúan en las relaciones internacionales de México con el mundo a lo largo de dos siglos de vida independiente. El tema de este libro borda en los márgenes de la diplomacia oficial, en la búsqueda de actores, instituciones o grupos de presión que se desenvuelven en estos espacios y que pese a su “marginalidad” inciden o quieren incidir en las relaciones de los países. Se trata de un enfoque que se inserta en lo que se ha dado en llamar la “nueva historia diplomática”, perspectiva que tanto Ana Rosa Suárez como Agustín Sánchez han venido impulsando desde hace ya varios lustros. Asimismo, el texto retoma conceptos novedosos como el soft power, el influjo de la cultura y los valores, al que antes referíamos como el papel de la ideología en las relaciones internacionales, al tiempo que utilizan la biografía como herramienta para develar las aspiraciones, los proyectos y los intereses de individuos concretos que incidieron en el desenvolvimiento de la diplomacia oficial. Destaca también en esta empresa intelectual la presencia de temas de la historia del tiempo presente como el Instituto de Estudios de Estados Unidos fundado en el CIDE en 1975.

Si bien diecisiete de los diecinueve autores de este libro son historiadores, aunque algunos con formaciones de carácter más interdisciplinario, como los estudios latinoamericanos o la antropología como carrera de origen, encontramos a una politóloga y un especialista en literatura, todo lo cual enriquece los distintos enfoques con que son abordados los actores informales a los que se refiere la obra. La presencia de investigadores de múltiples entornos universitarios en México —como la Universidad Michoacana, la UNAM, la UAM, el Instituto Mora, la Universidad Iberoamericana, el Tecnológico de Monterrey y la Universidad del Caribe— a los que se unen la Universidad de Helsinki, en Finlandia, y Oberlin College, en Estados Unidos, son otra de las riquezas del texto. Un sello notable de la obra es también el uso de archivos y materiales novedosos en las diversas indagaciones que conforman el libro, abriendo nuevas posibilidades de estudio para algunos de los temas planteados.

A la sombra de la diplomacia está dividido en dos partes, la primera intitulada “Actores informales y grupos de presión” y la segunda llamada “El papel de los actores informales en la construcción de un imaginario nacional”. Como lo indican estos títulos los trabajos fueron agrupados en dos rubros, once de ellos se abocaron a analizar los actuares de personajes y grupos que incidieron en las relaciones entre México y otros países, y ocho refirieron cómo ciertos actores contribuyeron a la creación de imaginarios sobre México. Así, la primera parte se refiere a acciones concretas que ciertos personajes o grupos desempeñaron con la finalidad de incidir en las relaciones diplomáticas, en tanto que la segunda analiza las diferentes percepciones que ciertos actores tuvieron sobre lo que era México y la manera como dichas miradas influyeron o no en la diplomacia formal. Algunos de los personajes, grupos de ellos o instituciones son actores trasnacionales que circulan por encima de las fronteras de los estados nación. Actores e imaginarios tuvieron y tienen una relevante presencia en las relaciones entre los países por lo que el texto posee un atractivo para los interesados en la historia de México. A la sombra de la diplomacia es un libro pionero sobre los actores informales en el país estudiado y constituye una valiosa novedad. Además, la obra descansa en algunos conceptos y preguntas de investigación que vertebran los diferentes capítulos, lo cual le da una coherencia que no siempre está presente en las obras colectivas y más en una constituida por diecinueve capítulos.

Muchos de los temas abordados se refieren a las relaciones con Francia, Estados Unidos y España, pero traspasan este itinerario más frecuentado por la historia diplomática, para incluir al Reino Unido, Italia, Guatemala, Finlandia, la Sociedad de Naciones, la Organización Internacional del Trabajo o a actores trasnacionales. En muchos casos, los capítulos incluidos contienen visiones historiográficas renovadas y para ilustrar algunas de ellas me referiré a tres ejemplos escogidos un tanto al azar. El texto de Agustín Sánchez Andrés: “La mediatización de las relaciones entre México y España por los grupos económicos hispano-mexicanos, 1836-1910”, aborda la actuación de un grupo de presión integrado por españoles y mexicanos que, al amparo de la bandera ibérica, presionaron e incluso lograron que España interviniera en México para reclamar el pago de los bonos de deuda que diversas administraciones mexicanas habían emitido. Ya había sido señalado por la historiografía que la adquisición de bonos de deuda mexicana durante los primeros cincuenta años de vida independiente se convirtió en una forma de acrecentar fortunas en una etapa signada por el estancamiento económico del país. Así, ciertos prestamistas, en algunos casos verdaderos agiotistas, utilizaron cuanta influencia política tuvieron a su alcance para conseguir que el gobierno pagara los bonos que poseían con preferencia sobre otras emisiones de deuda, comprometiendo las aduanas más importantes del país. La novedad del caso que nos ocupa, es que refiere puntualmente a las manipulaciones de los agiotistas que, utilizando su poder al otro lado del Atlántico, incidieron en la política exterior de la menguante corona española, valiéndose de la prensa madrileña y de otros grupos políticos que ahí se movían a lo largo de casi ocho décadas.

El otro capítulo al que me referiré escrito por Irina Córdoba, “Ernesto Galarza: una visión crítica del programa bracero”, estudia las acciones en defensa de los braceros legales e ilegales que trabajaban los campos estadunidenses en la década de los años cincuenta realizadas por un mexicano-americano: Galarza. Más allá de las acciones y de las diplomacias de México y Estados Unidos, este personaje se constituyó a través de publicaciones, en una voz de denuncia de los abusos que padecían los trabajadores agrícolas mexicanos, legales e ilegales y defendió los intereses laborales de ellos instándolos a incorporarse a las organizaciones sindicales estadunidenses. En suma, el texto aborda las acciones emprendidas por Galarza en pro de la defensa de los derechos laborales de los trabajadores rurales de origen mexicano en Estados Unidos como un antecedente de la lucha que, una década después, emprendió César Chávez y devela que las posturas de Galarza incidieron en la operación del programa bracero desde México.

El tercer trabajo que presentaré es “Los misioneros metodistas, voceros de la Revolución mexicana” de Rubén Ruíz Guerra. En esta investigación demuestra la manera en que los misioneros metodistas estadunidenses defendieron la Revolución Mexicana en su país de origen, ante los ojos de una serie de actores, con intereses económicos en México o preocupados por la estabilidad del vecino del sur, que sentían amenazadas sus fortunas o las de sus aliados o socios. La defensa de las reformas que propusieron los constitucionalistas triunfantes, explicando que se trataba de las aspiraciones de grupos jóvenes de mexicanos que deseaban actualizar a su país se volvió crucial, por ejemplo, para contrarrestar las posturas intervencionistas que impulsó el senador Albert B. Fall, quien buscaba que Washington defenestrara a Carranza y a sus sucesores en 1919. En este caso resulta clarísimo el valor que las actividades procedentes de una organización de corte religioso tuvieron en las relaciones entre Estados Unidos y México.

Los ejemplos mencionados son apenas una pequeña muestra del conjunto de trabajos que cubren temáticas como la salud, desarrollado por Ana Rosa Suárez a partir del Dr. Liceaga; las relaciones entre la Iglesia católica, el Estado y el Vaticano, trabajado por Gabriela Aguirre Cristiani; la influencia de un abolicionista estadunidense en las relaciones entre México y Washington a partir de la separación de Texas, elaborado por Gerardo Gurza; el influjo de Rafael Carrera en las relaciones entre México y Guatemala, de Harim Gutiérrez; las tareas de Julio Limantour en Francia y Estados Unidos, de Laura Muñoz; la presencia de correspondientes mexicanos en la Sociedad de Naciones y la Organización Internacional del Trabajo, de Fabián Herrera; la trayectoria de un hispanista estadunidense en México de Sebastián Farber; o la de Carlos Prieto en las relaciones entre México y España en el siglo XX. Como se aprecia en esta brevísima reseña de los temas atendidos en la primera parte del libro son por demás interesantes y valiosos.

Entre los textos de la segunda parte, dedicada al papel de los actores informales en la construcción de un ideario nacional, abordaré tres ejemplos igualmente tomados al azar. Hago hincapié en la selección porque todos los textos hacen aportes e iluminan nuestro conocimiento, por lo que resulta difícil decidirse por uno. El primero de ellos, de Franco Savarino “De Roma al Extremo Occidente. Escritores italianos en el periodo de Entreguerras”, presenta a tres autores italianos que escribieron sobre México, teniendo como punto de referencia al fascismo de Mussolini. Los tres autores buscaban el exotismo que tanto agradaba a los lectores europeos y que México representaba por su pluriculturalidad, pero también deseaban presentar las revolucio­nes y “experimentos políticos y culturales originales”. Lo que buscaban estos viajeros era desentrañar la identidad mexicana y presentar a México como parte de la cultura latina y, por tanto, como un valladar ante el expansionismo estadunidense. Estos autores presentaron una imagen de México teñida de claroscuros y prestaron especial atención al conflicto de la Iglesia católica con el gobierno de Plutarco Elías Calles y algunos de sus sucesores, porque ese conflicto se estaba viviendo en Italia también en la década de 1920. La preocupación central de los tres escritores era la identidad mexicana dividida entre lo indígena, lo mestizo, lo criollo; el avance de Estados Unidos y de la influencia soviética. Uno de ellos llegó a soñar con que México, apadrinado por Italia, con un catolicismo pagano y romano a la vez, sirviera como barre­ra latina al avance de la doctrina Monroe y del internacionalismo soviético.

Carlos Sola Ayape, con su capítulo “La España franquista, madre y guía espiritual de México: una visión desde la pluma de Jesús Guisa y Azevedo”, es el segundo ejemplo al que haré referencia. El trabajo presenta un análisis de los escritos periodísticos de Guisa y Azevedo, propagandista del franquismo en México, en un periodo en que el país se hallaba dividido entre el respaldo a la España republicana o la franquista. Su defensa del catolicismo a ultranza le llevó a concebir al catolicismo como la única civilización digna de ese nombre en 1942. Este periodista, quien estudió en el seminario de Morelia y acabó su formación en la Universidad de Lovaina, se unió a las filas del Partido Acción Nacional y veía a Franco como un héroe de enormes proporciones por haber defendido al catolicismo, sin reparar en la brutal represión que ejerció contra los republicanos al finalizar la Guerra Civil española. La propaganda abierta­mente franquista de Guisa y Azevedo sirvió como puente entre la España del caudillo, con quien México no mantenía relaciones diplomáticas, y la España republicana a través del hispanismo expresado en sus escritos.

Por último, me referiré al artículo de Graciela de Garay: “Arquitectura global desde los márgenes mexicanos. Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013)”. De Garay plantea cómo a través de cuatro obras de este notable arquitecto de la segunda mitad del siglo XX (el aula casa-rural, el Museo Nacional de Antropología, el Estadio Azteca, la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, así como de la organización de la Olimpiada Cultural), Ramírez Vázquez creó la imagen del México de la posguerra. Una imagen anclada en la modernidad global y las tradiciones locales. El arquitecto utilizó los avances en el diseño, los materiales y las estructuras para crear cuatro edificios icónicos del modernismo mexicano. Resulta muy atractiva la lectura de este artículo en donde se desentraña el contenido simbólico de varias obras que incorporan las tradiciones locales con los avances contemporáneos, anclándose en lo local y lo global.

Estos tres capítulos son apenas una muestra del contenido de la segunda parte del libro. Además tenemos el estudio sobre Niceto de Zamacois y la construcción de un nacionalismo anclado en la herencia hispánica, de Antonia Pi-Suñer; el análisis de Lorena Careaga sobre una viajera inglesa que difundió la importancia de la cultura maya en el mundo anglosajón; la en­trevista Díaz-Taft y sus implicaciones políticas en un periódico liberal como el Diario del Hogar, de María del Rosario Rodríguez; la imagen de México en Finlandia, de Nadia Nava; y la relevancia del Instituto de Estudios sobre Estados Unidos fundado por Luis Maira escrito por Patricia de los Ríos.

En conjunto, como podemos apreciar, se trata de una obra de referencia inexcusable para los especialistas en el estudio de las relaciones exteriores de México, que analiza un aspecto poco o nada estudiado de las relaciones de nuestro país con el resto del mundo durante los siglos XIX y XX, como es la acción de los actores informales.

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