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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versão On-line ISSN 2007-963Xversão impressa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.64 Michoacán Jul./Dez. 2016

 

Reseñas

Diario de Ángel Calderón de la Barca. Primer Ministro de España en México, edición y estudio introductorio de Miguel Soto, México, Dirección del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores-Clements Center for Southwest Studies, Southern Methodist University, 2014, 344 pp.

Eduardo Flores Clair* 

*Dirección de Estudios Históricos Instituto Nacional de Antropología e Historia. México

Diario de Ángel Calderón de la Barca. Primer Ministro de España en México. , edición y estudio introductorio de, Soto, Miguel. México: Dirección del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Clements Center for Southwest Studies, Southern Methodist University, 2014. 344 pp.


El 19 de diciembre de 1839, el bergantín de guerra español Jason arribó a las costas veracruzanas, transportando al Excmo. Sr. Ángel Calderón de la Barca, primer ministro plenipotenciario de S.M.C.; según la crónica, le hicieron los honores correspondientes y distinguidas personalidades le acompañaron a su alojamiento. Después fue visitado por autoridades, diplomáticos, comerciantes y particulares. Al parecer, todos se congratularon por su presencia y le desearon "feliz arribo". Meses antes, en marzo de 1839, la prensa española había impugnado el nombramiento porque Calderón tenía "antecedentes poco favorables": era criollo por haber nacido en Buenos Aires y se sospechaba que un "extranjero" relegaría los intereses de "la patria". Decían que Francisco Cea Bermúdez, diplomático y secretario de estado, era el culpable de la "monstruosa elección". Añadieron que gozaba de mala fama porque, estando en Washington en 1833, se negó a jurar la Constitución de Cádiz. La prensa española insistió en que la misión del ministro era muy delicada y revestía enorme importancia; México era una república independiente, pero su presencia favorecería que los "súbditos" arruinados por la revolución, presentaran sus reclamaciones y aprovecharan la amistad para incrementar el tráfico comercial. A pesar de las críticas y la solicitud de revocación del mandato, Calderón de la Barca permaneció en su puesto hasta marzo de 1841.

Miguel Soto nos ofrece uno de los textos más significativos de las primeras décadas del México independiente; el diario del ministro español contribuye a esclarecer una amplia gama de temas y problemas de nuestra historia. Es un escrito intimista, unos apuntes para ser releídos por el propio autor y quizá por alguna persona muy allegada, pero que ahora se ofrecen a todo tipo de lectores. Cada descripción nos permite observar a un Ángel humano, con sus contradicciones, soportando disímiles estados de ánimo, lo mismo aporta noticias que alegran que otras que afrentan. Es una fuente histórica que permite rememorar la vida del embajador, la relación con su esposa, las relaciones diplomáticas, el trato y el juicio de los funcionarios mexicanos, la amplia y compleja red de nuevas amistades, la ambigüedad y desencanto de la vida privada y pública.

A través de un largo proceso de investigación, Miguel Soto enfrentó numerosos retos por las características particulares del manuscrito y los resolvió de una manera extraordinaria. El diario se guarda en los acervos de la Biblioteca De Golyer, de la Southern Methodist University; es relevante mencionar que cerca del 15 por ciento está redactado en "taquigrafía decimonónica" y otros fragmentos están en inglés, alemán, francés y latín. Soto llegó a compenetrarse tanto con el manuscrito que logró identificar diversas señales para que los posibles lectores comprendiéramos el texto de manera cabal; por ejemplo dice: "pensaba frecuentemente en inglés", "a más disgustos con Fanny, más taquigrafía" o "quiso escribir una cosa, pero escribió algo distinto". El diario refleja un amplio desfile de personajes, que Miguel Soto se dio a la tarea formidablede identificar; podríamos pensar que esto demuestra el interés de reconstruir un contexto histórico cotidiano, presentar la multitud de protagonistas destacados, aunque se confiesa que fue imposible reconocer a todos, como una mujer de nombre Julie, a quien el marido golpeaba; el resto son la base de un sobresaliente estudio prosopográfico.

Otro de los asuntos reveladores del texto es que permite complementar la visión de su famosa esposa, Frances Erskine Inglis, mejor conocida como Madame Calderón y años más tarde, por sus servicios a los monarcas españoles, marquesa Calderón de la Barca, quien con su obra La vida en México durante una residencia de dos años en ese país, reveló al mundo un nuevo país llamado México. Por medio de su correspondencia con sus amistades, dibujó unos mexicanos de carne y hueso, lanzó una mirada ajena al conjunto de la sociedad y la describió con un excepcional realismo, reseñando sus vicios y virtudes. La lectura de las cartas de Fanny nos ha trasportado a los años de inicio de la vida independiente, donde los estilos de vida y los valores de los indígenas deslumbraron a la escocesa. Bien afirma Miguel Soto, en el Diario, "los Calderón aparecen en una dimensión hasta ahora desconocida como pareja", más adelante señala que ambos poseían "intereses y sensibilidad distintas". Sin duda, pero ambos argumentos son complementarios por ser productos de dos visiones distintas, escrituras de género que narran un mismo hecho de manera diferente.

Es importante señalar que Ángel Calderón escaló peldaño tras peldaño en la Secretaría de Estado, pero a la carrera diplomática había que sumarle su interés intelectual, tanto como traductor como pionero de la fotografía. Para dar una idea sobre las imágenes que captaron en aquella época, Miguel Soto incluye cuatro daguerrotipos: Zócalo, Catedral, Calendario Azteca y Palacio de Minería, pero existe la duda sobre su autoría, ya que se piensa que podrían pertenecer a Jaean Prelier o a los Calderón de la Barca. Por otra parte, es bien conocido que publicó en español el libro de Johannes von Müller, Historia Universal. Asimismo, tradujo la obra de Julia Karanagh, La mejor Victoria, leyendas de unas montañas. El ministro escribió: la trama es sencillísima, "una campesina, de limitados recursos propios, logró al fin edificar un hospicio, para los desvalidos de su pueblo, a fuerza sólo de ardiente caridad e incesante diligencia". Pero hemos encontrado que logró un mayor reconocimiento por la traducción de la obra del Arzobispo de Westmister, el Cardenal Nicholas Wiseman, titulado Fabiola o la Iglesia de las catacumbas, que relata la historia de los primeros mártires cristianos en Roma. Dicha novela alcanzó diversas impresiones en el mundo hispanoamericano e inclusive llegó a la pantalla grande.

En la historiografía, Calderón es considerado un "liberal moderado", pero por sus escritos y disputas queda plenamente demostrada su enorme filiación monárquica. Asegura que el 24 de agosto de 1840, en una visita que realizó a la casa de Lucas Alamán, le comentó "la imposibilidad de que [México] sea una república ni federal ni central y del poco espíritu público que había en ella". El 20 de octubre del mismo año, comentó un folleto de José María Gutiérrez de Estrada donde proponía como forma de gobierno la Monarquía Constitucional; el embajador escribió que "todos los hombres de camisa limpia piensan y desean lo mismo y todos sin embargo critican por intempestiva y fecunda en nuevos partidos una publicación que en mi sentir demuestra la instrucción y la noble independencia así como el valor patriótico del autor".

Calderón era un experimentado diplomático y formaba parte del sistema de inteligencia español. En México tejió una red de informantes, teniendo como base a su equipo consular, por más disputas que tenía con algunos de ellos. Como escribió Faustino Fernández Fernández, entre 1836 y 1837, Caderón desempeñó el cargo de ministro plenipotenciario en Washington y se convirtió en testigo presencial de la guerra de Texas, informó de manera oportuna sobre tales acontecimientos, evitó hasta donde le fue posible la interrupción del comercio en el Caribe y predijo la guerra inevitable entre los Estados Unidos y México. Como diplomático, Calderón demostró gran oficio a través de la lealtad, discreción, veracidad en sus informes y moderación en su papel de negociador, pero también habilidad para la intriga y tacto político. Escribió en su Diario:

Por la noche a ver a Letamendi [Agustín de, cónsul]. Mi deseo es realmente servirle, sin comprometer por pequeñeces los grandes intereses existentes y o pendientes. No cedió al principio, como era natural irritado y conociendo que se desvirtúa su autoridad; pero me valí para convencerle a él como para convencerme a mí de este argumento. Si dejamos seguir las cosas el curso que ha tomado no hay posibilidad de retroceder y acaso nos exponemos a consecuencias graves. Si tomamos este término medio podremos tal vez reformarlo en lo sucesivo: de dos caminos uno sin retroceso otro de posible salida la prudencia aconseja adoptar el último. Puedo equivocarme pero me ha conducido el deseo del bien.

Uno de los aspectos que más sobresalen en el Diario de Calderón son las emociones que en las páginas se fueron registrando día a día, el desasosiego que le produjeron los pronunciamientos de la tropa y la inseguridad en los caminos donde sintió "miedo, sobresalto y mal dormir"; más adelante dirá que todos hablan de una revolución "como quien habla de un próximo terremoto". De todas las emociones que experimentó en su estancia sobresalen las que le causaron los forcejeos con su esposa, Fanny; por ejemplo escribió: "mi mujer amaneció mala y chasqueada de la cepa que yo sin saber por qué había convenido de tener hijos. Lo que en mi parecer nacería y vistos los gastos y los malos médicos de este país sería tal vez una desgracia". El disgusto le duró más de cinco días, en donde no volvió a comunicarse con su diario, pero días después, escribió "por la noche disgustado por la primera vez de mi mujer, por parecerme fría", y más adelante remata: "fue Fanny muy obsequiada por el afable bien parecido y joven guardián".

En poco tiempo, la sociedad decimonónica olvidó al matrimonio Calderón, pero a finales de abril de 1843, llegaron noticias y se publicó parte del libro La vida en México, el cual recibió una gran acogida por el público inglés y estadounidense. Sin embargo, por la prensa sabemos que en México se pensaba que era una obra "injusta, apasionada y virulenta diatriba por parte de la Sra. Calderón"; quien era una "medias azules", expresión inglesa para designar a las escritoras frívolas. En general, se apuntó que la familia del embajador traicionó la generosidad de sus anfitriones y desprestigió a muchas personas respetables. Y añadía que "sabemos que hay algunos mexicanos celosos del honor de su país, que se ocupan de analizar esta obrilla, formada con igual designio que los viajes de Gulliver, para convertir en pigmeos a los hombres grandes". A lo que podemos agregar: fue muy buena suerte que jamás se dieron por enterados de los juicios y agravios del Sr. Calderón de la Barca, pues su indignación se hubiera visto multiplicada.

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