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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.62 Michoacán jul./dic. 2015

 

Artículos

 

Requiem en México por un exiliado español. La muerte de Don Indalecio Prieto en 1962 y su tratamiento en la prensa mexicana

 

Requiem in Mexico for a Spaniard in exile. The death of Don Indalecio Prieto in 1962 and its treatment by the Mexican press

 

Requiem mexicain pour un exilé espagnol. La mort de Don Indalecio Prieto en 1962 et son traitement par la presse mexicaine

 

Carlos Sola Ayape

 

Tecnológico de Monterrey-Campus Ciudad de México. Correo electrónico: csolaayape@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 2 de septiembre de 2014.
Fecha de aprobación: 5 de noviembre de 2014.

 

Resumen

El largo exilio español, una de las consecuencias directas del régimen franquista, provocó la progresiva e implacable pérdida de la mayor parte de los líderes políticos republicanos, muchos de ellos en México, país que convirtieron en su patria de adopción. Así sucedió con el líder socialista Indalecio Prieto Tuero, residente en la capital mexicana, donde la muerte le sorprendió en aquella madrugada del 12 de febrero de 1962. De este modo, y dada la gran resonancia de su trayectoria política y periodística, las próximas páginas darán cuenta del tratamiento y valoración que la prensa mexicana dio al fallecimiento de quien, con especial respeto, llamó "Don Indalecio".

Palabras clave: Adolfo López Mateos, exilio español, Indalecio Prieto Tuero, prensa mexicana, Partido Socialista Obrero Español, segunda república española.

 

Abstract

The long Spanish exile, one of the direct consequences of the Franco regime, brought about the progressive and ruthless loss of most leading republicans, a lot of them in Mexico, which turned into their new homeland. This was also the case of the socialist leader Indalecio Prieto Tuero, who lived in the Mexican capital and died there on the morning of 12 February 1962. This article discusses how the Mexican press treated and assessed the death of this politician whose political and journalistic career created a strongly impact and who was respectfully called "Don Indalecio" by the press.

Key words: Adolfo López Mateos, Spanish exile, Indalecio Prieto Tuero, Mexican press, Spanish Socialist Workers' Party, second Spanish republic.

 

Résumé

Le long exil espagnol, conséquence directe du régime franquiste, provoqua la progressive et implacable disparition de la plupart des leaders politiques républicains, dont beaucoup avaient fait du Mexique leur terre d'adoption. Il en fut ainsi pour le leader socialiste Indalecio Prieto Tuero, domicilié dans la capitale mexicaine et décédé le matin du 12 février 1962. Compte tenu de la grande résonnance de sa trajectoire politique et journalistique, cet article étudie le traitement et la valeur donnés par la presse mexicaine au décès de celui qu'elle appela, en signe de respect, « Don Indalecio ».

Mots clé : Adolfo López Mateos, exil espagnol, Indalecio Prieto Tuero, presse mexicaine, Parti Socialiste Ouvrier Espagnol, Seconde république espagnole.

 

Vivía sólo alentado por la esperanza de despertar un
día y saber a su Patria liberada. Pero él sentía que no
asistiría a esa hora. Por eso había dispuesto que sus
restos descansaran en México, su segunda Patria.

José Pagés, 21 de febrero de 1962.

 

Prieto quedará ubicado para siempre entre los
esforzados paladines que han posibilitado para todos
el ejercicio del decoro humano.

Alejandro Gómez, 20 de febrero de 1962.

 

SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE INDALECIO PRIETO: A MODO DE INTROITO

Minutos después de la medianoche, ya en la madrugada del 12 de febrero de 1962, la muerte sorprendió a Indalecio Prieto Tuero en su domicilio de la capital mexicana -calle de Nuevo León, número 103-, como consecuencia de una afección cardiaca de la que, a diferencia de otras ocasiones, no logró recuperarse. Tenía 79 años de edad. Conocido el trance, y de los primeros testimonios recogidos, destacaron aquellas declaraciones de Manuel Martínez Feduchy, encargado de negocios de la embajada de la república española en el exilio en México, para quien el deceso de Prieto representaba "una muerte muy sensible", ya que los republicanos españoles perdían "a uno de sus más eminentes políticos y un gran luchador de la causa republicana".1

Recuperando algunos pasajes de su azarosa vida, en un afán de procurar una mínima contextualización histórica y prosopográfica del personaje, hay que decir que su semblanza biográfica está muy entrelazada con buena parte de los hitos más destacados de la historia de la España del siglo XX, así como con la memoria del socialismo español contemporáneo. Recordemos que Indalecio Prieto Tuero nació en Oviedo el 30 de abril de 1883, aunque a la edad de siete años, y tras quedarse huérfano de padre, se trasladó con su familia a Bilbao en enero de 1891, donde fijaron residencia. Desde muy joven empezó a trabajar como taquígrafo en La Voz de Vizcaya, pasando después a El Liberal de Bilbao (1901), donde llegó a ser director y propietario. Participante en la fundación de las Juventudes Socialistas de Bilbao (1904), elegido diputado por esta ciudad (1911) y después por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en diversas elecciones generales (1918 a 1936), Prieto también fue vocal, entre otros cargos, de la comisión ejecutiva del PSOE en diferentes periodos (1918-1919, 1921-1928 y 1932-1939).2

Tras la proclamación de la segunda república española (14 de abril de 1931), Indalecio Prieto fue nombrado ministro de Hacienda del gobierno provisional (14 de abril al 16 de diciembre de 1931), ministro de Obras Públicas en los gobiernos constitucionales de Manuel Azaña (16 de diciembre de 1931 al 12 de septiembre de 1933) y, entre otros más, miembro de la diputación permanente de las cortes (1934-1936). Declarada la guerra civil española (18 de julio de 1936), Prieto fue ministro de Marina y Aire durante el gobierno de Francisco Largo Caballero (4 de septiembre de 1936 al 17 de mayo de 1937) y ministro de Defensa en el primer gobierno de Juan Negrín (17 de mayo de 1937 al 6 de abril de 1938). Destituido de su cargo ministerial (30 de marzo de 1938), Indalecio Prieto siempre sostuvo la idea de que su expulsión del ejecutivo -que no cese- fue debida a la fuerte presión de los comunistas sobre el presidente Negrín. A partir de ese momento, Prieto se convirtió en el dique donde chocaron muchas de las ambiciones políticas del negrinismo.3

A fines de 1938, y ya en los estertores de la guerra, la presencia de Prieto en América se debió a su nombramiento como embajador plenipotenciario de la república española para asistir el 24 de diciembre a la toma de posesión del nuevo presidente chileno, Pedro Aguirre Cerdá, así como para recorrer distintos países -Chile, Argentina y Uruguay-, con el "ánimo de sondear la posibilidad de una mediación de los países americanos, capaz de poner fin a la sangrienta tragedia española".4 "Al enfrentarme con vosotros -dijo Prieto en un discurso en Buenos Aires- me considero representante auténtico de la España martirizada por todos los crímenes que vosotros condenáis".5 Después, y una vez consumada la tragedia para la causa republicana, el triunfo del bando franquista le sorprendió en México, país que muy pronto convirtió en su patria de exilio, debido en buena medida a su cercana amistad con el presidente Lázaro Cárdenas. Y allí permaneció hasta el mismo día de su muerte, con la excepción de algunas breves estancias en los Estados Unidos y en Europa.6

Desde su exilio en México, Prieto se convirtió en el líder la facción mayoritaria del Partido Socialista y, en consecuencia, en uno de los claros referentes políticos de la diáspora republicana.7 En marzo de 1939, y tras hacerse con el cargamento del yate Vita, Prieto ejerció el estricto control de estos bienes a través de un organismo de nueva creación por la diputación permanente de las cortes de la república en el exilio -la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles-, conocida coloquialmente por sus siglas como la JARE.8 Desde su constitución en julio del 39, esta junta contó con su delegación en México, aunque de hecho ésta asumió la verdadera dirección del organismo y la gestión íntegra de los caudales del Vita. Gracias a esta circunstancia, Indalecio Prieto pasó a convertirse, según la acertada definición de Abdón Mateos, en el"embajador oficioso" de la España republicana en México.9

Ya en el marco de la segunda guerra mundial, Prieto fue nombrado secretario general de la Junta Española de Liberación (1943-1945), organismo que, a pesar de representar a una parte de la familia del exilio español, desarrolló con éxito una intensa labor diplomática ante las delegaciones de los países vencedores en la guerra, hasta el grado de impedir, y gracias al apoyo de la delegación mexicana del embajador Luis Quintanilla, que la España franquista quedase fuera de la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU).10

Para ese entonces, estaba claro que el México posrevolucionario había hecho para sí la causa del exilio español, cuya defensa ya venía desde las comparecencias de sus delegados -Narciso Bassols o Isidro Fabela- en la ginebrina Sociedad de las Naciones.11 De este modo, y en su condición de refugiado, Indalecio Prieto mereció el favor de los sectores revolucionarios del país, principalmente de aquéllos vinculados con el cardenismo y el ala más progresista del Partido de la Revolución Mexicana y, después, del Partido Revolucionario Institucional. Por recuperar un vivo ejemplo, recuérdese que, unas horas antes de sorprenderle la muerte, Prieto había recibido en su domicilio de la calle de Nuevo León la visita del ex presidente de México Miguel Alemán, "con quien le ligó una gran amistad".12

No en vano, el hecho de que cada uno de los presidentes de México, desde Lázaro Cárdenas hasta Luis Echeverría, reconociera la legitimidad del gobierno de la república española en el exilio, y se negara a reanudar las relaciones diplomáticas con la España franquista, concedía a los refugiados españoles un cierto halo de protección institucional -por no hablar de prestigio social-, principalmente a figuras políticas de la talla de Indalecio Prieto.13 De hecho, la prueba inequívoca del peso de aquellos exiliados en las estructuras del poder en aquel México se halla presente en el siguiente testimonio de marzo de 1950 de Alfredo Sánchez Bella, en aquel tiempo director del Instituto de Cultura Hispánica. En ese entonces, y con motivo del asesinato en la capital mexicana del representante oficioso de Franco en México, Sánchez Bella firmó el siguiente entrecomillado, a saber: "El gobierno [mexicano], atado por mil compromisos con la Revolución, con los propios revolucionarios todavía parapetados en muchos órganos del poder, rodeado de exilados con influencia y poder político, es todavía un país en el cual el avance español ha de hacerse muy lentamente y no sin grave riesgo".14 Y, como es de imaginar, entre esos exilados se encontraba el protagonista de estas páginas.

Siguiendo con los pasos de la biografía del líder socialista, hay que decir que en abril de 1946 Indalecio Prieto alcanzó un sonado triunfo en el congreso de Toulouse del PSOE, al lograr, primero, una condena a la política de Juan Negrín y, después, avanzar hacia una colaboración con los monárquicos exiliados con el fin de restaurar la democracia perdida en España.15 Para tal fin, en 1947 se trasladó a Francia y después a Inglaterra para reunirse con José María Gil Robles, líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA).16 Consecuencia directa de estas conversaciones fue la firma del pacto de San Juan de Luz en agosto de 1948 entre el PSOE y la Confederación Española de Fuerzas Monárquicas, aunque, a la postre, todo hay que decirlo, resultaría sencillamente inoperante.17 El imparable proceso de consolidación de la dictadura militar franquista, así como la progresiva integración de España en los organismos internacionales, que vio su culminación en diciembre de 1955 con su ingreso en la ONU, acabaron por abortar, una a una, las esperanzas políticas de Prieto, hasta el grado que estas adversidades le llevaron al abandono de su cargo en la ejecutiva de su partido en noviembre de 1950. A partir de entonces, y aunque sin renunciar del todo a su activismo político, Prieto dedicó sus últimos años al periodismo, una de sus grandes pasiones de vida.18 Junto a esta vocación declarada, el autor de un sinnúmero de artículos también firmó varios libros como Palabras al viento (1942), Discursos en América (1944) y, ya al final de su vida, Cartas a un escultor: pequeños detalles de grandes sucesos (1962).

Congruente con sus principios ideológicos, la libertad siempre fue el verdadero valor supremo para don Inda.19 Distante de los postulados del comunismo, renunció a la premisa de la lucha de clases en favor de una política activa sustentada en el reformismo social y en la profundización de los principios democráticos, razón que animaría a Ricardo Miralles a definirlo como un "auténtico socialdemócrata avant la lettre".20 Como se dice, y con esta biografía a cuestas, en aquella noche del 11 al 12 de febrero de 1962 su corazón no pudo resistir el embate de una de las tantas crisis coronarias que había padecido en los últimos años.21 A la edad de 79 años, y a unas semanas de cumplir los 80, fallecía en la capital mexicana uno de los referentes del republicanismo español del siglo XX, precisamente, en un año "negro" que vio cómo el obituario del exilio español engrosaba su lista nominal con los decesos de otros dos históricos refugiados: el presidente Diego Martínez Barrio (Unión Republicana) y el que fuera presidente del gobierno tras la reconstrucción de las instituciones republicanas en 1945, José Giral Pereira (Izquierda Republicana).22 Buena prueba de este clima de consternación que se vivió en el seno de la familia de republicanismo español es una carta que, con fecha de 13 de febrero del 62, Julio Just, entonces ministro de Justicia del gobierno republicano español en el exilio, escribió desde su residencia en Boulogne a Rodolfo Llopis, en ese entonces secretario general de Partido Socialista Obrero Español, y residente en la ciudad francesa de Toulouse. He aquí las palabras que mecanografió para su epístola: "Cuán grande es el sentimiento que me ha producido el fallecimiento de Indalecio Prieto, uno de los más altos valores de la democracia española y que tanto honraba a tu partido y en general al movimiento obrero de nuestro país". Para añadir después lo siguiente: "Estoy consternadísimo por esta nueva pérdida que, como la de don Diego, abre un claro en las filas de los que combatimos desde hace tantos años por la libertad y por España".23 Así, este testimonio del ministro Just no sólo ponía de manifiesto el profundo pesar por la desaparición física de Indalecio Prieto, sino la constatación fehaciente de una pérdida definitiva e irreparable del activo político del republicanismo en el exilio, así como de la carencia de nuevos líderes capaces de recuperar para España la democracia perdida.

Cerrando este introito, hay que decir que, como era de prever, la alargada sombra de su biografía política, así como su proximidad a los grandes jerarcas de la política de aquel México, hicieron de la muerte de Indalecio Prieto toda una noticia que cautivó la atención de los principales periódicos de México, en muchos de ellos ocupando importantes espacios en sus primeras planas. De hecho, y tras su forzada salida exilio, a México llegó y en México vivió y murió aquel hombre que nunca pudo regresar a su España natal y que supo hacer de México su patria de adopción hasta el grado de catalogarse de "supermexicano".24 Como se verá en las siguientes páginas, este exiliado "socialista a fuer de liberal", que cultivó su profesión de periodista hasta el último latido de su dañado corazón y que hizo del periodismo escrito uno de los canales para la difusión de su pensamiento, acabó siendo homenajeado, a modo de tributo póstumo, desde el generoso y panegírico pórtico de la prensa mexicana.

 

PORMENORES DE LA MUERTE DE INDALECIO PRIETO, SEGÚN LA PRENSA MEXICANA

Como era de esperar, la noticia del fallecimiento de Prieto muy pronto corrió como reguero de pólvora por las páginas de los principales periódicos de México, ocupando un lugar destacado en las portadas de muchos de ellos. Más allá de su valoración como refugiado español, convencido antifranquista y persona cercana a los máximos dirigentes del país, su primer reconocimiento devino del hecho de que Prieto había sido un prolijo colaborador en diversos periódicos capitalinos como Excélsior, Novedades o el semanario Siempre. Presencia de México. "Estaba dedicado a la vida privada, pero no había dejado sus actividades políticas y periodísticas", decía de él Novedades.25

No se oculta que, durante su largo tiempo de exilio en México, hizo de la prensa el lienzo donde desarrolló buena parte de su infatigable labor periodística, principalmente como analista político y columnista de opinión. Entre otras, fue conocida su particular pelea dialéctica en las páginas de Novedades con el escritor regiomontano Alfonso Junco, teniendo, como tema central de debate, el espinoso asunto de los tesoros del yate Vita.26 Recordando aquello, y en palabras de Prieto, "Don Alfonso Junco, a quien recusé como fiscal, quiere convertirse en juez dirigiéndome una citación judicial con interrogatorio en regla. [...] Perdóneme que no comparezca. [...] El estilo de interrogatorio provisional ideado por don Alfonso resulta propio de cualquier tinterillo".27 Con testimonios como éste, no era de extrañar la particular huella que Prieto dejó en vida. "En nuestro país -escribió El Universal- se decidió a ejercer con singular acierto el periodismo, sobresaliendo en este campo por la amenidad de sus escritos".28 Estaba claro que Indalecio Prieto fue sobradamente conocido en México. Tal vez por ello, Antonio Villa, desde su sección "Colonia Española" de Novedades, se atrevió a calificar la muerte de Prieto de verdadero "mazazo".29

A este respecto, no sorprende que las primeras notas publicadas tras su deceso tuvieran un primer carácter meramente informativo, principalmente, sobre las circunstancias que rodearon no sólo a su muerte, sino también a su posterior sepelio. Muy pronto, y desde que se conoció el suceso, se hizo sentida la necesidad de conocer hasta el más mínimo de los detalles. Y a ello, todo hay que decirlo, contribuyó el propio Prieto. Como se verá a continuación, la particular manera en que concibió su propio cortejo fúnebre ya fue de por sí toda una noticia. Después, y durante los días siguientes y hasta semanas, la prensa mexicana fue dando cabida a otro tipo de artículos con un cariz valorativo e interpretativo sobre la figura y obra del líder socialista español Indalecio Prieto. A dicha tarea no sólo se unieron periodistas, sino también personajes de la vida social y política de aquel México de los años sesenta.

Entrando en matices, lo primero que hay que decir es que la prensa mexicana tuvo un conocimiento puntual sobre la circunstancialidad del fallecimiento de Prieto a través de la información proporcionada por Víctor Salazar, quien fuera su secretario privado y hombre de confianza durante muchos y largos años de exilio. Así, mediante su conducto se supo que en la noche del 11 al 12 de febrero, concretamente unos minutos después de la medianoche, había tenido lugar el fatal fallecimiento en su residencia de la calle Nuevo León de la capital mexicana "del escritor, periodista, orador y político español Indalecio Prieto".30

Develada la fuente de información, Novedades, entre otros, aportó algunos datos sobre el periplo que Prieto padeció antes de su muerte, producto de su fatigado y siempre maltrecho corazón. Así, se decía que en agosto del año anterior, y tras regresar de su último viaje a Francia -donde Prieto participó en el VIII congreso del PSOE, celebrado en agosto en Puteaux (París)-, "el estadista empezó a sentir los efectos de su fatal padecimiento: insuficiencia coronaria". Meses después, y ya en la antesala de su muerte -concretamente en la noche del sábado, día 9 de febrero-, "Don Indalecio volvió a sufrir otro ataque a consecuencia del mismo padecimiento". Así, comenzó a sentirse mal y decidió, "desde ese mismo momento, que el domingo [...] no saldría de su domicilio", posponiendo su visita a las oficinas en la capital mexicana del PSOE, donde quería transmitir un mensaje "acerca de la muerte del director del periódico francés Le Socialiste". Aquel domingo, día 10, Prieto se sentó "plácidamente a ver la corrida de toros por televisión y, unas cuantas horas después, a las 21, le llegó el ataque cardíaco que terminaría por arrebatarle la existencia".31 Precisamente, y como se ha dicho más arriba, uno de sus últimos encuentros fue con Miguel Alemán, quien, poco antes de sentirse mal, fue a visitar a Prieto a su domicilio, donde ambos "charlaron como dos grandes amigos sobre temas diversos".32

Años después de aquello, el propio Víctor Salazar quiso recuperar algunos pormenores que marcaron las últimas horas de vida de Indalecio Prieto. Su muerte se produjo "en los primeros minutos del día 12 de febrero de 1962" -decía-, a pesar de que durante la mañana anterior "había estado recibiendo visitas". En la tarde había manuscrito su último artículo -"El hierro y sus excelencias"-, que después sería publicado en la revista Siempre. Presencia de México.33 Con los primeros síntomas, sus hijas -Clara y Concepción- llamaron al doctor Santiago Villanueva, "que era quien venía atendiendo a Prieto después del fallecimiento de Rafael Fraile",34 médico particular y uno de los grandes amigos que tuvo Prieto. Su organismo "no respondía a los tratamientos que se le daban". Horas después, "al filo de la media noche" el doctor Villanueva le dijo: "Le voy a poner una inyección". Y Prieto pronunció las que serían sus palabras finales: "Sí, doctor. Póngame usted, la última". "Le fue puesta -recordaba Salazar-, y momentos después expiró". A las seis de la mañana de aquel 12 de febrero, la familia de Prieto avisó a "las tres personas que el mismo Prieto había previsto: Eusebio Rodrigo, Ovidio Salcedo y yo".35

La narración siguiente de Salazar guardaba relación con algunos pormenores del cortejo fúnebre. Así, los trámites para el entierro en el cementerio español de la capital mexicana se hicieron muy pronto, teniendo siempre en cuenta que Prieto había dispuesto que su enterramiento "se hiciera de inmediato", en un "acto íntimo", tal y como había sido "el de los demás de su familia que le precedieron en la muerte". Para tal fin, el propio Salazar se trasladó hasta el mencionado cementerio, "en cuya pizarra figuraba ya el nombre y primer apellido del fallecido". Para evitar ser reconocido, "borré el apellido Prieto y puse su segundo, Tuero". En aquella recopilación de remembranzas, Salazar también recordaría que cuando se enteró de la noticia el presidente de México, Adolfo López Mateos -"gran amigo de don Inda"-, "se enojó" al saber que Prieto había sido enterrado "con tal humilde aparato". Y esto así, porque el presidente "hubiera querido rendirle honores".36

"En silencio bajó a la tumba -se leía en Últimas Noticias de Excélsior-, y también, como lo había pedido, fue enterrado envuelto en una blanca sábana. [...] Indalecio Prieto esperó tranquilo su final. Lo veía ya muy próximo. Se sentía cansado".37 Desde las páginas de Novedades, Antonio Villa dedicó unos párrafos al deceso de Prieto con el título "Insospechado". A través de ellos, narró la forma en que se enteró de la noticia, justo cuando telefoneó, en aquella tarde del sepelio, a casa de Prieto para saludarlo, ya que con él compartía una vieja amistad. He aquí lo que escuchó: "Perdone usted, amigo Villa. Tengo que comunicarle una terrible noticia. Soy Ovidio Salcedo, un correligionario y de los más íntimos amigos de Prieto. Don Indalecio falleció esta madrugada víctima de un acceso cardíaco y por prescripción suya ya lo hemos enterrado, sin hacer público su fallecimiento, esta misma mañana". Después, compartiría con sus lectores que el "notición" le había "cortado el aliento" y se le había metido "el corazón adentro". He aquí la posdata a su emotivo artículo: "Pienso de momento en el amigo perdido y en el dolor de Blanquita y Concha, ejemplo de hijas, pegadas siempre al padre y fundidas en admiración por lo que suponía como hombre público y por los lazos de la sangre que endulzaron los reveses de esta vida, común en sacrificios para todos".38

De cualquier modo, Prieto no murió solo, sino que la muerte le sorprendió rodeado de sus parientes más cercanos. Junto a su lecho, y hasta el último suspiro, permanecieron sus hijas Blanca y Concha. Las últimas palabras de Prieto fueron precisamente "para ellas y para la patria ausente, a la que sirvió desde que nació hasta que murió".39 A sus allegados más íntimos, Indalecio Prieto les había dejado con notoria claridad sus últimas disposiciones. En las mismas, dejaba dicho que "no se diera a saber su fallecimiento antes de que sus restos fueran inhumados", que el sepelio "se efectuara cuanto antes", que la conducción del féretro "constituyera estrictamente un acto civil" y que "no se le dedicaran actos necrológicos". En cuanto a su última voluntad, pidió que sus restos mortales fueran sepultados "en la misma cripta" en la que se encontraban los de su hijo Luis, fallecido 14 años antes.40 En palabras del propio Prieto, recordadas por José Pagés Llergo, director de Siempre. Presencia de México, "sólo mis hijas acompañarán al pelmazo de Indalecio en su último viaje, y les evitaría este último fastidio si mi cadáver pudiese ir por sus propios pies al cementerio".41 Y es que Prieto era un "enemigo de oropeles y ceremonias".42

Por eso, y más allá de su muerte, la forma en que tuvo lugar su sepelio sorprendió sobremanera a propios y a extraños. "Ningún órgano informativo se enteró de la noticia. [...] Lo enterraron sin avisar a nadie", informaba Excélsior, recordando a continuación el último deseo del político español. Así, se decía que había sido voluntad del "ilustre dirigente socialista" que el sepelio se hiciera "sin ostentaciones", tal y como había escrito tiempo atrás como consecuencia de sentirse gravemente enfermo en la localidad francesa de San Juan de Luz. "Dejó dicho -informó Excélsior- que no se avisara a nadie; que el sepelio se realizara lo más prontamente posible y que no se formara comitiva alguna ni se le dedicasen actos necrológicos". Por eso, y "en cumplimiento de esas disposiciones, nadie fue informado del fallecimiento del distinguido político español".43 Novedades daba cuenta de que la inhumación de su cadáver había sido el mismo día, a las 14:30 horas en el panteón español, "antes de que la noticia cundiera en los círculos sociales, políticos y diplomáticos".44 Es así como el suceso de su muerte no se dio a conocer "en nuestros círculos metropolitanos" sino hasta las 16 horas de aquel 12 de febrero, es decir, "dos y media después de efectuado el sepelio".45

Como publicaba El Universal, "respetando la voluntad del inquebrantable luchador, procedieron a darle cristiana sepultura,46 junto a los restos de su hijo Luis en el Panteón Español. El sepelio fue ayer a las 15 horas [...] en la mayor intimidad". Al mismo asistieron sus hijas solteras Concha y Blanca, su cuñado Jesús Uribe, los hijos de éste, Jesús, Blanca y Lola; Adoración García, Eusebio Rodrigo, Ovidio Salcedo, Víctor Salazar y el médico de cabecera de Prieto, Santiago Villanueva.

Así fue el último viaje del líder republicano Indalecio Prieto, tal y como dio cuenta la prensa mexicana del momento. Cerramos el apartado con un último apunte. Recuérdese que, ya en su momento, y también tiempos después, lo de la "cristiana sepultura" de Indalecio Prieto llegó a ser un tema no ajeno a la controversia. Lo cierto es que las fuentes reunidas no demuestran que el sepelio de Prieto se hiciera conforme al rito católico, tal y como aseveraba el periódico El Universal en su ejemplar del 13 de febrero de 1962.47 Es más, no hay que olvidar que Prieto siempre se definió como un "incrédulo recalcitrante".48 A nuestro entender, y amén de otras valoraciones, la confusión emana del hecho de que durante algunos años Prieto presumió de tener en su casa un crucifijo para sorpresa de más de uno.

Y aquello tenía su particular intrahistoria. He aquí el testimonio del aludido Víctor Salazar, recogido en un artículo que, a este propósito, escribiera en 1981 para El Socialista, periódico fundado por Pablo Iglesias, bajo el intencionado tenor "El crucifijo de Prieto".49 La razón de este escrito era para salir al paso de unas declaraciones de Ricardo de la Cierva, reproducidas en su artículo "Una historia de salvación" -publicado en el diario Ya, de Madrid y El Pueblo Vasco, de Bilbao-, donde afirmaba que Indalecio Prieto había muerto "besando un crucifijo" y que se le habían hecho "funerales religiosos".50 Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. He aquí el testimonio de Salazar: "En la casa de Prieto no había crucifijo [cuando su muerte]. Hubo uno durante algún tiempo. Para entregárselo, hizo viaje a México don Ricardo Bastida, el ferviente católico de misa y comunión diaria, que fue el más dilecto amigo de don Inda después de la desaparición de Rafael Fraile". Así, por Salazar se supo que aquel crucifijo era "una valiosa obra de arte" y que, cuando Ricardo Bastida falleció (15 de octubre de 1953), "la joya fue devuelta a la familia Bastida, en Bilbao".51

De cualquier modo, y sin entrar en otros detalles, lo cierto es que no era la primera vez que la propaganda franquista, de ambos lados del Atlántico, se hacía eco a través de la prensa escrita de que la muerte y sepelio de los líderes republicanos en el exilio se habían producido bajo la alargada sombra de la cruz y siguiendo la estricta prosapia del rito católico. Sirva como ejemplo de lo que se dice aquel artículo que el hispanista y filofranquista Alfonso Junco escribió el 20 de agosto de 1955 para el periódico Novedades, con un sugerente tenor que, más que título, parecía epitafio: "Azaña murió cristianamente".52 Más allá de la veracidad de los hechos, sí es importante resaltar la particular atención que el régimen franquista prestaba a este tipo de noticias, donde se pretendía poner de manifiesto el supuesto arrepentimiento de los republicanos "rojos y ateos" en el momento de su muerte.

 

LA PRENSA MEXICANA Y SU REQUIEM POR DON INDALECIO

Uno de los aspectos más destacados del particular requiem de la prensa mexicana por la figura de Indalecio Prieto fue la de subrayar sus múltiples cualidades personales y profesionales. A tenor de lo visto, motivos para ello no faltaban. El Universal destacó su labor profesional como periodista, escritor y "principal animador de la resistencia contra la sublevación militar en España". De él dijo que también "poseía una innata facilitad de palabra, y ello le abrió las puertas para figurar en diversos cargos públicos, que desempeñó con singular acierto".53 En la misma línea, Excélsior calificó a Prieto de haber sido un "notable político español",54 reconociendo también que México había admirado siempre "su poderoso cerebro y su formidable pujanza de orador".55

Desde el semanario Siempre. Presencia de México, César Falcón, en su artículo "Recuerdos críticos de Indalecio Prieto", dijo que era un hombre de "bondad esencial".56 Al igual, Excélsior abrió un buen espacio en su periódico para recuperar datos de la dilatada biografía de Prieto,57 y hacer así su particular retrato en una columna titulada "En la muerte de Prieto". En la misma, se concluía que se había marchado "la figura política más destacada de la emigración española: periodista, escritor, hombre de gobierno", siendo "uno de los líderes de la República y una gloria intelectual de la Madre Patria".58

En portada, Novedades publicaba una foto de Indalecio Prieto, retratado con boina calada, y a pie de imagen con unas líneas que decía esto: "Insigne periodista, extraordinario político y profundo conocedor de los problemas sociales y económicos, don Indalecio Prieto llegó a escalar los más altos puestos en su país, España, al que defendió ardientemente, desde su exilio en México". Ya en columna, se decía que había sido uno de los más destacados "fundadores de la Segunda República Española" y que, en su condición de periodista, había dejado una herencia de "brillantes escritos". En otra columna -"Pérdida valiosa para el exilio republicano"-, Novedades se hacía eco de la "profunda conmoción" que la noticia del fallecimiento "del estadista y escritor español don Indalecio Prieto" había causado "en todos los círculos de la ciudad", de quien había hecho de México "su segunda patria".59 En otro apartado, este mismo periódico mexicano presentaba a Indalecio Prieto como un "infatigable luchador demócrata".60

Excélsior fue más allá para señalar que sus ideas republicanas lo habían llevado a militar "en un campo que, a la postre, quedó bajo el dominio de los rojos" y que, por tal situación, "por ser republicano y no marxista, fue fríamente eliminado de la vida política por agentes de Moscú".61 También desde este periódico, Francisco Mancisidor catalogaba a Prieto de "humanista y de gran caballero español". Así, al dolor por su partida se le juntaba "su vida singular", entendida ésta como "un magnífico estimulante y un valioso ejemplo", fruto de "su entrega total a sus hondas convicciones y a su causa, que es la del magnífico pueblo español".62

Novedades le dedicó varias columnas para dar cuenta de su biografía bajo el titular "Don Indalecio empezó como vendedor de periódicos". De él se decía que había sido "hijo de un empleado público y de una dama de origen modesto, pero muy honorable", que cuando apenas tenía seis años comenzó a vender periódicos para "ayudar al sustento de la familia" y que sería, precisamente en ese ambiente, "donde desarrolló su afición al periodismo por el contacto directo con los periodistas". Así, y poco a poco, "demostró su anhelo de superación y sus posibilidades como periodista", hasta que fue nombrado representante administrativo de grandes rotativos de Madrid como El Liberal, El Imparcial y El Heraldo, donde colaboró como cronista taurino. Finalmente, y gracias a su dedicación al estudio, "lo hizo poseedor de amplia cultura, que canalizó hacia el movimiento obrero español". En cuanto algunos hitos de su biografía política se daba cuenta de su ingreso en 1899 al Partido Socialista Español y a la Unión General de Trabajadores -"organismos a los cuales dedicó los esfuerzos de toda su vida"- y de su vinculación estrecha con figuras políticas del republicanismo español del siglo XX como Álvaro de Albornoz, Manuel Azaña, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Diego Martínez Barrio, Alejandro Lerroux, Julián Besteiro, Niceto Alcalá Zamora o Miguel Maura.63

De hecho, y como era de prever, el boletín de la Unión General de Trabajadores también recogió la noticia del fallecimiento del líder socialista. "Ha muerto Indalecio Prieto" -se decía-, quien "hasta el último instante de su vida" había continuado "la lucha por la libertad del pueblo español". De su líder, se comentaba que Prieto siempre había honrado "la condición humana, al demostrar lo que el hombre es capaz por sí mismo cuando tiene voluntad y siente como propios los dolores de los demás". También se decía que había sido un "luchador constante", un "hombre de temple", un "hombre de gobierno" y, sobre todo, un "incansable defensor de la libertad y de los derechos del hombre", pues, "para Prieto, como para todos los hombres de corazón generoso, sin libertad no vale la pena vivir".64

Recuperando el recuerdo biográfico que Novedades hizo de la vida y obra de Prieto, este periódico también decía que de su cargo como ministro de Obras Públicas, bajo la presidencia de Alcalá Zamora, se había significado "como un extraordinario estadista, y la planeación de obras [...] aún benefician a España". Ya en la Guerra Civil española se daba cuenta de su salida del ministerio de la Defensa Nacional, dadas "sus discrepancias de criterio con los grupos comunistas". A su llegada a México en 1938, hizo de este país el centro "de sus actividades literarias y políticas, y su gestión ante el entonces presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, hizo posible la inmigración de varios millares de refugiados españoles, víctimas de la guerra civil". También se comentaba que Prieto estuvo detrás de la fundación de la Junta de Auxilio de los Refugiados Españoles y posteriormente la Junta de Liberación Española, dos hechos referidos más arriba.65

También desde Novedades, en la sección "Kinopanorama", Barrios Gómez describió a Prieto como "un caballero que, en todo y por todo, propugnaba por la paz total en España" y hombre muy admirado siempre por su calidad de "magnífico periodista y maestro de la dialéctica". Después, recordaría algunas leyendas que venían envolviendo al "famoso político español", que había sabido sobrevivir "a más de 12 infartos". La primera de ellas era la fama que le rodeaba acerca de la riqueza acumulada en vida. "Se decía que era un hombre inmensamente rico, pero la realidad es que el único bien a su nombre era un inmueble de la calle de Nuevo León de esta capital", escribió este articulista. Al respecto, recuperaba unas declaraciones del propio Prieto cuando se le inquiría con respecto al origen de los bienes de fortuna que le permitían vivir con cierta holgura en México. He aquí sus palabras: "Yo era propietario de la maquinaria de El Liberal y, al venderla en México, obtuve ingresos suficientes para subsistir".66

En uno de los artículos más completos de cuantos se publicaron durante aquellos días sobre la biografía política de Indalecio Prieto, firmado por Isaac Abéntua para la revista Hoy, con el título "Indalecio Prieto pudo haber salvado a la República", el autor decía que Prieto se había despedido de la vida "con estoicismo sólo turbado por un dolor: la España sojuzgada por una tiranía brutal y corrupta". "Como a don Miguel de Unamuno -escribía Abéntua-, España le dolía en el cogollo del corazón".67 Y sobre esa patria natal, el periódico Últimas Noticias de Excélsior valoró el hecho de que Prieto siempre conservó "ánimos de volver a España", ya que "esperaba y confiaba en un cambio en el gobierno español".68

En la misma línea, las principales agencias internacionales de noticias, como France Presse, United Press International o la española Efe, también se hicieron eco de la muerte de Indalecio Prieto. Desde París, Francisco Díaz, redactor de France Presse, daba cuenta de que su muerte había causado "honda impresión" y "gran sensación en los círculos españoles republicanos de Francia". Así, se decía que en el local parisino del Partido Socialista Obrero Español y también de la Unión General de Trabajadores no habían cesado "durante todo el día de hoy las visitas y llamadas telefónicas para expresar la condolencia de muchas personas por la desaparición del presidente del comité directivo". A su vez, se daba testimonio de que todas las organizaciones socialistas de Francia habían lamentado "profundamente tan grande pérdida" y que en todos los círculos republicanos "la emoción fue igualmente grande".69 Esta misma agencia de noticias informaría acerca de la "pena en España por la muerte de Indalecio Prieto en México", así como "este sentimiento de tristeza", extendido "por igual en todos los medios democráticos de la capital vizcaína".70

Algo similar sucedió con la nota que publicó la agencia United Press International, donde registraba el gran impacto que la muerte de Prieto había causado en Argentina, generando en la prensa de este país "muchos comentarios sobre su vida, especialmente con motivo de la visita que hizo a Buenos Aires en 1939". También se hizo eco de una nota de France Presse, donde se informaba del "sentimiento de consternación en la ciudad de Bilbao", así como del gran pesar en Asturias, y en especial en la cuenca minera, "donde desarrolló muchas campañas socialistas y en la ciudad de Oviedo donde nació en 1883".71

Por el contrario, tal y como era de esperar, la agencia de noticias Efe -fundada en España en 1939 por Ramón Serrano Súñer y Manuel Aznar Zubigaray-, dio un tratamiento radicalmente diferente al hecho de la desaparición de Indalecio Prieto. Tras hacerse público el suceso, Efe remitió a la prensa española una breve nota donde informaba del fallecimiento de Prieto por una afección cardíaca y daba cuenta sucintamente de su desempeño ministerial en cargos como ministro de Obras Públicas y de Hacienda "en el primer periodo de la Segunda República española" y también como ministro de Defensa "en uno de los Gobiernos rojos durante la guerra de Liberación española, hasta caer en desgracia por la derrota sufrida en la batalla de Teruel, a comienzos de 1938". Empero, y a pesar de su condición telegráfica, la nota servía para tachar a aquel gobierno republicano de "rojo" y también para concebir la guerra civil -e implícitamente la insurgencia militar franquista- como "guerra de liberación" de España, una liberación -entiéndase, porque tal era el sentir desde la mirada franquista- con respecto al microbio moscovita y a los vendedores de la patria a los agentes de Moscú. Esta constatación no hacía sino mostrar la cara y la cruz de una realidad: la del elogio mexicano y la del oprobio franquista.

 

VALORACIONES PERSONALES A TÍTULO POSTUMO SOBRE LA FIGURA DE PRIETO

Uno de los artículos de mayor emotividad, publicados en aquellos días tras la muerte de Indalecio Prieto, fue escrito por su compañero, José Pagés Llergo, fundador y director de Siempre. Presencia de México, semanario que tantas y tantas líneas publicó procedentes de la pluma y tintero del malogrado periodista.72 En su amplio y emocionado recordatorio -"Don Indalecio se ha ido: ha nacido una leyenda" fue el título de su columna-, aseveró que tenía la certeza de que "una noche cualquiera dejaría de latir el corazón donde cabía España entera y dejaría de brillar la luz que iluminó a un pueblo en las horas más bajas de su destino". De su amigo Prieto decía que se había marchado "una de las voces más viriles que ha dado España en el último siglo", que era "el hombre de las tempestades" y que por fin había encontrado "lo único que la vida le negó en sus 79 años de existencia: la paz".

En su narración, Pagés no tuvo reparo en afirmar que "un hombre fabuloso había pasado a la historia", el mismo que se había levantado "desde las calles de Bilbao donde voceaba periódicos, hasta convertirse en uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo. No de España. Del mundo todo". Sobre su biografía, dijo esto: "Su historia es la historia de la magia del hombre. Es el símbolo más elocuente de la voluntad. Es el milagro de un iluminado a quien la adversidad golpeó despiadadamente desde niño sin derrotarlo nunca".

En las líneas centrales de su artículo, Pagés dio cuenta de una confesión que un buen día le hizo su buen amigo Prieto: "Usted se preguntará para qué vivo, Pagés. Vivo para escribir y escribo para seguir viviendo". Sin embargo, para quien había escuchado tal confidencia, aquélla era una "verdad a medias", ya que "vivía sólo alentado por la esperanza de despertar un día y saber a su Patria liberada. Pero él sentía que no asistiría a esa hora. Por eso había dispuesto que sus restos descansaran en México, su segunda patria". Con respecto a España, Pagés confesó esto: "La quiso con ternura de hijo, con pasión de padre, con celos diabólicos de amante". Para la ocasión, recordaría unas palabras de Prieto, en presencia del ex presidente Lázaro Cárdenas, de Eduardo Hay -secretario de Relaciones Exteriores- y de Francisco Castillo Nájera -embajador en Washington. La conversación versaba sobre quién era el hombre que más medallas había recibido en vida, y esto es lo que respondió Prieto: "Yo sólo tengo la cruz de España, que la llevo a cuestas". Con respuestas de este tipo, no era de extrañar que José Pagés considerase que la segunda república española había perdido "el motor que le dio impulso y la brújula que le marcó su rumbo".73 A este respecto, recuérdese que Le Socialiste recuperó un artículo autobiográfico del mismo Prieto, escrito en 1949 con motivo de sus bodas de oro en el PSOE, con el título "50 años de militante socialista". En el mismo, Prieto escribió este entrecomillado: "La experiencia, ¡amarga experiencia!, lejos de producirme escepticismo, robustece mi fe. Tengo fe en el pueblo español, al que amo entrañablemente".74

Desde las páginas de Excélsior, Antonio Robles, confesando sus ansias de que "España vuelva a ser de los españoles" y ante "el tremendo dolor" producido por la pérdida de Prieto, consideraba que se había perdido a "la figura política más personalmente prestigiosa de la emigración hispana, esa figura de la gran constancia, de la constancia perenne en los deseos de que España vuelva a ser de los españoles". Pensando en la España franquista, reconocía que "la dictadura, que a aquella tierra aprisiona, piensa que con la pérdida de ese símbolo -símbolo de utilidad-, ha descendido nuestra esperanza", para confesar después: "Hemos perdido a un español que supo ver los problemas políticos sin más pasión que la patria". Lo describía como un hombre "sincero, áspero a veces, compatible con el fino humor de sus conversaciones", para terminar valorando a Prieto de esta forma: "Jamás convirtió la política en adulación: ni desde las oposiciones, ni desde los gobiernos. Fue siempre el signo del aseo en las sinceridades de su amor a España. La política, en este español, no fue sino la limpieza de su patriotismo".75

Desde las páginas de Novedades, Alejandro Gómez Maganda, quien fuera diputado federal mexicano, cónsul general de España durante la presidencia de Lázaro Cárdenas y, entre otros cargos, presidente del Congreso en 1947, quiso hacer su contribución a la memoria del fallecido con su artículo "Doblan las campanas por Indalecio Prieto". Pocos como Gómez Maganda apelaron al recurso de la caracterización hasta lograr hacer su particular retrato del "socialista incorruptible", tal y como lo nominó. De Prieto dijo que se había ido "sin decirnos adiós" para sumarse a "los ilustres fallecidos que le precedieron" como Diego Martínez Barrio, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Niceto Alcalá Zamora, Alejandro Lerroux, Julián Zugazagoitia y, "para no citar más, Manuel Azaña".

Es así como Prieto daba carpetazo a una vida que este articulista calificaría de "espectacular". Entre otras caracterizaciones, Gómez Maganda tildó a Prieto de "cordial y de perenne buen humor", "astur belicoso", "verbomotor de impares diapasones en estupendas jornadas parlamentarias", uno de "los más formidables personajes de la generación del 98", "repúblico y esteta del verbo", "grandilocuente y púgil" y hombre de "extraordinaria inteligencia". De él también dijo que "quedará ubicado para siempre entre los esforzados paladines que han posibilitado para todos, el ejercicio del decoro humano". En la misma línea, identificó a Prieto como un defensor de la libertad, algo que hizo "con denuedo singular en el atormentado curso de su fecunda existencia", de ahí su adjetivación al concebir a Prieto como un "adalid cervantino", de "desbordada naturaleza contradictoria" y "hombre de acción". También quiso reconocer que Prieto había sido "maestro de sí mismo" y que, gracias a sus propias admirables disciplinas" le habían otorgado "el señorío de su vasta cultura". Así, "la reciedumbre de su verbo hirsuto a las vegadas cascabelero, relampagueante a veces y lo más, afilado como una espada vengadora en las rudas aristas de la injusticia social".76

Por último, y para ir terminando, el semanario Siempre. Presencia de México publicó una emotiva carta de Dolores Ibárruri, líder destacada del Partido Comunista de España y exiliada en la Unión Soviética, con el título: "Don Indalecio visto por La Pasionaria". Sus primeras palabras sirvieron para constatar el hecho de la muerte de Prieto en el exilio, "lejos del País Vasco, que él consideraba como su patria, lejos de España a la que sirvió, según su saber y entender". Después, su epitafio póstumo no podía ser más elocuente: "La democracia española está de luto". A su entender, la muerte del "gran dirigente socialista" dejaba "un vacío difícil de llenar en el partido obrero hermano", destacando de su trayectoria política la fidelidad "a sus convicciones en la estrechez y en la prosperidad, en el poder y en la oposición". Cerraba su carta con estas elocuentes palabras: "Y a esta gran figura que no quebró la dádiva ni rompió la desgracia en su fidelidad a ideas que yo no comparto, pero a las que él dedicó su vida y sus energías, rindo el homenaje emocionado de mi respeto".77

 

VALORACIONES FINALES

Como se ha visto en estas páginas, la sorprendente muerte en la ciudad de México del líder socialista exiliado Indalecio Prieto sorprendió a propios y extraños, principalmente, por la forma en que tuvo lugar el cumplimiento de su última voluntad: la rapidez de su sepelio y además en la más absoluta intimidad. A pesar de ello, y una vez hecha pública la noticia a través de amigos cercanos como Víctor Salazar, la prensa mexicana quiso brindar a Indalecio Prieto, hombre cercano a las grandes autoridades del presidencialismo mexicano, su último adiós a título póstumo, cuidando en todo momento su memoria con la buena dispensa de una prosa bien cuidada, en todo momento respetuosa y siempre cómplice con el elogio, algo muy distinto al tratamiento que, en paralelo, le ofreció hostilmente la prensa franquista.78

Ciertamente, a lo largo y ancho de las muchas columnas publicadas en los principales periódicos mexicanos, se fueron insertando muchas adjetivaciones sobre la figura y obra del malogrado Prieto. A tenor de los testimonios reunidos, no hay duda de que éste, y no otro, fue el verdadero rasgo dominante, alcanzando una dimensión verdaderamente panegírica. De manera generalizada, y sin excepción alguna, la prensa mexicana hizo su particular retrato de Prieto, caracterizándolo, entre otros, de estadista, de gloria intelectual, de brillante en sus escritos, de ser uno de los destacados fundadores de la segunda república española, de eminente político, de gran luchador de la causa republicana, de magnífico orador, de extraordinario periodista, de infatigable luchador demócrata, de haber sido un apasionado de la política, de astur belicoso, de ser uno de los más formidables personajes de la generación del 98, de repúblico y esteta del verbo, de grandilocuente y púgil, de adalid cervantino, de ser defensor del decoro humano, de socialista incorruptible, de ser un hombre de acción y a la vez prisionero de su gran corazón. Y finalmente, y por encima de otras valoraciones, de ser un amante y defensor de la libertad.

Si, como bien dice Todorov, "la memoria, como tal, es forzosamente una selección",79 era evidente que todo lo visto era un ejercicio calculado de esta prensa, y que por las evidencias mostradas muy lejos quedaba aquel polémico episodio de junio de 1941, cuando periódicos mexicanos como Novedades llegaron a tachar a Indalecio Prieto de "rojo", de ser "autor de los delitos de contrabando y fraude al fisco, por haber introducido al país 61 aviones con valor de 16 millones de pesos sin haber pagado los impuestos",80 de ser "un peligro para México", así como de ser "el dictador de la JARE", para reclamar después a las autoridades mexicanas que "debía ser expulsado" del país.81 De la misma manera, la prensa mexicana tampoco hizo alusión alguna al controvertido episodio del yate Vita, ni al particular manejo de sus fondos por parte de Prieto, tal y como le llegó a reprochar en su día, y entre otros, el escritor y periodista regiomontano Alfonso Junco.82 Así, los años transcurridos desde aquellos hechos, su amistad con los presidentes mexicanos, su colaboracionismo con la prensa mexicana y, entre otros, la sólida integración de la colonia republicana española en la vida de aquel México estuvieron detrás de estos olvidos en el momento del requiem póstumo por Indalecio Prieto.83

Dadas así las cosas, recuérdese para poner el punto final a estas páginas aquellas palabras de Indalecio Prieto, cuando en febrero de 1940 llegó a confesar que los gobernantes republicanos del exilio, "expulsados de nuestra patria por la derrota", eran tan sólo "cadáveres" que se paseaban por el mundo "con permiso del sepulturero".84 Desde aquella lejana aunque siempre presente premonición, lo cierto es que su corazón acabó haciendo las veces de sepulturero para retirar a don Inda el permiso de seguir paseando por el mundo. Con el último latido, se marchaba en silencio uno de los líderes políticos más representativos de la España republicana. Para la causa del franquismo, el bando vencedor había logrado, tal y como había sucedido con otros -y también con quienes vinieron después-, que aquellos republicanos murieran y fueran sepultados extramuros de la patria natal, una de las trágicas enseñanzas que también nos dejó aquella guerra.

Metafóricamente hablando, en la madrugada de aquel lunes, 12 de febrero de 1962, los refugiados de la España peregrina y los muchos simpatizantes que tuvo en México escucharon el último latido de Prieto para poner fin a sus 23 años de exilio. Como se ha puesto de manifiesto en este manuscrito, la prensa mexicana dio cuenta de su vida y su vasta obra, a modo de testimonio póstumo, la misma que para la ocasión siempre se refirió a Prieto, como si de un sentido tributo se tratase, con un respetuoso "Don Indalecio".

 

Notas

1 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

2 Sobre la semblanza biográfica de Indalecio Prieto, véase Saiz Valdivielso, Alfonso Carlos, Indalecio Prieto. Crónica de un corazón, Barcelona, Planeta, 1984 y Cabezas,         [ Links ] Octavio, Indalecio Prieto, socialista y español, Madrid, Algaba, 2005.         [ Links ]

3 En su artículo en francés -reproducido también en La Dépéche du Midi (15 de febrero de 1962)-, Gabriel Pradal avanzó la siguiente valoración sobre Indalecio Prieto: "Es probable que la República no se hubiera perdido si le hubieran escuchado sus previsiones sobre la insurrección militar que, de la forma en que sabemos, trajeron el régimen que todavía sigue impuesto en España" [traducción propia]. Pradal, Gabriel, "Retrato de un gran Español: Indalecio Prieto", Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, p. 4.         [ Links ]

4 Eran palabras de Indalecio Prieto y, aunque el presidente Negrín no se opuso, éste manifestó sin embargo sus dudas de que estas gestiones tuvieran el éxito esperado. Véase Cabezas, Indalecio Prieto, p. 428.

5 "Cooperación de las Américas para reconstruir a España". Discurso de Prieto pronunciado en el centro asturiano de Buenos Aires el 11 de enero de 1939. Véase Prieto, Indalecio, La tragedia de España: discursos pronunciados en América del sur, Buenos Aires, Claridad, 1939, p. 55.         [ Links ]

6 Barruso Bares, Pedro, y Aurelio Martín Nájera, Diccionario biográfico del socialismo español (1879-1939), Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2010, pp. 658-660.         [ Links ]

7 Sobre el activismo de Indalecio Prieto en México, véase, entre otros, Herrerín López, Ángel, El dinero del exilio: Indalecio Prieto y las pugnas de posguerra (1939-1947), Madrid, Siglo XXI, 2007 y Mateos Ló         [ Links ]pez, Abdón, De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México: Indalecio Prieto y Lázaro Cárdenas, Madrid, Biblioteca Nueva-Fundación Indalecio Prieto, 2005.         [ Links ] De entre las publicaciones recientes, véase Sola Ayape, Carlos, "El exilio puesto a prueba: la polémica periodística entre Indalecio Prieto y Alfonso Junco en torno del oro del Vita", en Historia Mexicana, v. LXIII, núm. 4 (252), 2014, pp. 1809-1870 y Serra Puche,         [ Links ] Mari Carmen, José Francisco Mejía Flores y Carlos Sola Ayape (Editores), 1945, entre la euforia y la esperanza: el México posrevolucionario y exilio republicano español, México, Fondo de Cultura Económica-Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2014.         [ Links ]

8 El tema de los tesoros del Vita no fue un tema menor ni en la biografía política de Indalecio Prieto, ni tampoco en la azarosa vida de la España peregrina. Detrás no sólo estaba la dirección política del exilio español y su correspondiente financiación, sino las profundas y enconadas diferencias entre Prieto y el presidente del gobierno Juan Negrín. Recordemos que el 23 de marzo de 1939 llegó al puerto de Veracruz este yate con importantes tesoros, enviados por Juan Negrín al Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE), organismo que representaba en México al Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (sere). Sobre el papel, el objetivo era la financiación de la llegada de los exiliados españoles a México con motivo de la inminente derrota republicana en la guerra civil. Una vez en el puerto Tampico, donde finalmente atracó la embarcación el 30 de marzo, y en ausencia de José Puche, comisionado por Negrín para receptar el cargamento, Indalecio Prieto, que había arribado a México tan sólo unas semanas antes, se hizo con el cargamento con autorización de su amigo, el presidente Lázaro Cárdenas, para trasladarla después a la ciudad de México. A partir de ese momento, y no sin polémica, el líder socialista Prieto ejercería el control de dichos bienes a través de un organismo de nueva creación por la diputación permanente de las cortes de la república en el exilio, con la colaboración, entre otros, de los socialistas de Prieto: la jare. A este respecto, véase entre otros Cabezas, Indalecio Prieto, pp. 439-456; Mateos, Abdón, De la guerra civil al exilo. Los republicanos españoles y México. Indalecio Prieto y Lázaro Cárdenas, Madrid, 2005, pp. 117-122;         [ Links ] Angosto, Pedro Luis, La república en México: con plomo en las alas (1939-1945), Sevilla, Espuela de Plata, 2009, pp. 159-170;         [ Links ] Velázquez, Aurelio, Empresas y finanzas del exilio. Los organismos de ayuda a los republicanos españoles en México (1939-1949), México, El Colegio de México, 2014, pp. 145, 171 y Gracia,         [ Links ] Francisco, y Gloria Munilla, El tesoro del "Vita": la protección y el expolio del patrimonio histórico-arqueológico durante la guerra civil, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2013, pp. 436 y ss.         [ Links ]

9 Mateos, Abdón, "La embajada oficiosa de Indalecio Prieto en México durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, 1939-1940", en Revista de Indias, v. 63, núm. 228, 2003, pp. 541-560.         [ Links ]

10 Para la recreación del contexto histórico y de sus múltiples pormenores, véase Serra Puche, Mejía Flores y Sola Ayape, 1945, entre la euforia y la esperanza.

11 Véase Sánchez Andrés, Agustín, y Fabián Herrera León, "Contra todo y contra todos". La diplomacia mexicana y la cuestión española en la Sociedad de Naciones, Tenerife, Idea, 2011;         [ Links ] Herrera León, Fabián, México en la Sociedad de Naciones, 1931-1940, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2014 y Sola Ayape,         [ Links ] Carlos, "A ganar la Guerra Civil española: México contra Franco en la Conferencia de San Francisco de 1945", en Casa del Tiempo, v. II, núm. 24 (2009), pp. 153-159.         [ Links ]

12 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

13 Prieto tenía una especial de amistad con Lázaro Cárdenas y también con otros presidentes mexicanos como Miguel Alemán o Adolfo López Mateos. Durante su estancia en México, era frecuente verlo en homenajes a las figuras del general Cárdenas o del diplomático Gilberto Bosques. No en vano, Prieto llegó a impulsar la candidatura, finalmente fallida, de Miguel Alemán al Premio Nobel de la Paz.

14 Del llamado "Informe sobre Méjico" que Sánchez Abella elaboró para el ministerio de Asuntos Exteriores español, en marzo de 1950, tras el asesinato en la ciudad de México de José Gallostra y Coello de Portugal, representante oficioso de España en México. En Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, R-2419, exp. 6.

15 La tesis central consistía en que el PSOE seguiría apoyando al gobierno republicano en el exilio, presidido por José Giral, aunque el partido no se opondría a ninguna fórmula que "por caminos distintos a los del gobierno, que le están constitucionalmente señalados, pudiera conducir a la liberación de España y al restablecimiento incruento de la República". Véase Cabezas, Indalecio Prieto, pp. 546-547.

16 Gil Robles, José María, La monarquía por la que yo luché: páginas de un diario (1941-1954), Madrid, Taurus, 1976, pp. 265-273.         [ Links ]

17 El 10 de julio de 1951, Juan de Borbón, pretendiente al trono de España, remitió una carta al general Franco para decirle, en clara alusión a las negociaciones previas entre "sus" monárquicos y los socialistas del exilio, que había "huido cuidadosamente de identificar la Corona con ningún movimiento partidista" y, en consecuencia, "mis manos están libres de cualquier atadura o pacto para el futuro". Véase Fernández de Castro, Ignacio, y José Martínez, España hoy, París, Ruedo ibérico, 1963, p. 22.         [ Links ] Sobre los entresijos y, a la postre, inoperancia del pacto de San Juan de Luz, véase Barruso Barés y Martín Nájera, Diccionario biográfico, p. 660; Cabezas, Indalecio Prieto, pp. 601-606 y Sainz Ortega, Luis, "Un episodio poco conocido de la emigración española en Francia: el pacto de San Juan de Luz", en Anales de Historia Contemporánea, núm. 15 (1999), pp. 451-464.         [ Links ]

18 Como destaca Alfonso Carlos Saiz Valdivielso, "Prieto, perdida toda esperanza de volver a España, se refugia en el periodismo, es decir, en lo que prácticamente fue la razón de su vida, con independencia de la política". Saiz Valdivielso, Indalecio Prieto. Los tres exilios, Madrid, Cuadernos de la Fundación, 1995, p. 23.         [ Links ]

19 La vinculación de Indalecio Prieto con la libertad fue una idea enfatizada por José Prat -socialista español exiliado en la capital colombiana y hombre cercano ideológicamente a Prieto-, en un artículo publicado en El Tiempo de Bogotá, con fecha de 13 de febrero. Tras afirmar que con la pérdida de Prieto desaparecía "la voz más elocuente y más entrañable del pueblo español", escribió esto: "Era ciertamente un español integral, [...] hijo de sus obras", forjado "a sí mismo en una lucha tenaz contra la adversidad y trascendiendo siempre su empeño en el servicio de los ideales de libertad y progreso de su pueblo". El documento fue reproducido en Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, p. 4.         [ Links ] Por cierto, este mismo periódico, que en el nombre llevaba su orientación ideológica, publicó numerosos telegramas con testimonios de pésame por la muerte de Prieto, procedentes de muchos lugares de Europa como Bruselas, Londres, Roma, Tours o París. Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, p. 5.         [ Links ]

20 Miralles, Ricardo, "Indalecio Prieto, un socialista clave en la política nacional y vasca, 1883-1962", en Ricardo Miralles et al., Indalecio Prieto en la política vasca, 1883-1962, Vitoria, Fundación Indalecio Prieto-Gobierno Vasco, 2012, p. 22.         [ Links ]

21 Sobre la semblanza biográfica de Indalecio Prieto, véase Saiz Valdivielso, Alfonso Carlos, Indalecio Prieto. Crónica de un corazón, Barcelona, Planeta, 1984;         [ Links ] Cabezas, Indalecio Prieto. En cuanto a su talante político e ideológico, véase Gibaja Velázquez, José Carlos, Indalecio Prieto y el socialismo español, Madrid, Pablo Iglesias, 1995;         [ Links ] De la Granja Sainz, José Luis (Coordinador), Indalecio Prieto: Socialismo, democracia y autonomía, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013;         [ Links ] Miralles, Ricardo, Textos escogidos de Indalecio Prieto, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2000;         [ Links ] Cornide Ferrant, Enrique, Indalecio Prieto, socialista a fuerza de liberal, Sada, Do Castro, 1995 y Huerta Paredes,         [ Links ] José María, Estudiopsicosocial del liderazgo:perfil de Indalecio Prieto Tuero, Madrid, Universidad Complutense, 1980.         [ Links ]

22 Sin ir más lejos, la prensa mexicana también fue exquisita en el trato dispensado a la memoria de Diego Martínez Barrio, una vez consumado su fallecimiento. Sirvan, como ejemplo, aquellas palabras de Juan Bautista Climent al retratarlo, desde las páginas de Excélsior, como una personalidad cuya "finura de espíritu [había] sido portadora de un mensaje perenne del anhelo de libertad y tolerancia, de fraternal concordia, de progreso cívico y social para la patria española". Excélsior, ciudad de México, 8 de enero de 1962, pp. 6 y 9, respectivamente.         [ Links ]

23 Fundación Universitaria Española, JJ/86-1.

24 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 10.         [ Links ]

25 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.         [ Links ]

26 Al respecto, véase Sola Ayape, "El exilio puesto a prueba", pp. 1809-1870 y Sola Ayape, Carlos, "La pluma y la cruz al servicio de Franco: Alfonso Junco y el exilio republicano español en México", en Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 59 (enero-junio 2014), pp. 174-199.         [ Links ]

27 Prieto, Indalecio, "Canciones y condumios", Novedades, ciudad de México, 19 de noviembre de 1946, pp. 4, 7.         [ Links ]

28 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 7.         [ Links ]

29 Novedades, ciudad de México, 16 de febrero de 1962, p. 3.         [ Links ]

30 Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

31 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13. "A Prieto le dolían los ojos, semiciegos, y le dolía el corazón, pero además de verdad. Su vista siempre fue precaria y su corazón muy débil, a pesar de lo cual su cuerpo pudo aguantar algo así como 15 infartos de miocardios a lo largo de su vida [...]. Era un enfermo débil que gozaba de muy buena salud". Saiz Valdivielso, Los tres exilios de Indalecio Prieto, p. 14.

32 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

33 Prieto, Indalecio, "El hierro y sus excelencias", Siempre. Presencia de México, ciudad de México, 28 de febrero de 1962, p. 19.         [ Links ] El artículo fue acompañado por una gran foto de Prieto, con boina calada, trabajando en su escritorio y donde figuraba una imagen al fondo del ex presidente Lázaro Cárdenas.

34 Rafael Fraile Ruiz de Quevedo, nacido en Madrid el 8 de octubre de 1896, fue otro de los exiliados españoles que llegó a México tras la derrota republicana en la guerra civil. Médico de profesión, especialista en medicina interna y gastroenterología, compartió con Indalecio Prieto amistad y afinidades ideológicas. Desde 1930, y hasta la fecha de su muerte el último día de marzo de 1952, perteneció al PSOE. Con Prieto colaboró en la gestión de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) y fue miembro de la Agrupación Socialista Española en México. Cabezas, Indalecio Prieto, p. 443.

35 Salazar, Víctor, "El crucifijo de Prieto", El Socialista, 15 de octubre de 1981, p. 7.         [ Links ] He aquí el siguiente testimonio que publicó Le Socialiste: "Cada vez que sobrevivía a uno de los asaltos [de corazón], en vez de guardar un reposo preventivo, se afanaba por aumentar más aún el ritmo de su actividad. [...] Presintiendo que éste pudiera ser el último, quería que no se le quedara por decir algo que había meditado. [...] Y pronunciaba discursos y hacía largos viajes, contra el parecer de sus médicos. Era admirable aquella apasionada actividad estimulada trágicamente bajo la amenaza de una muerte por sorpresa". Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

36 Salazar, Víctor, "El crucifijo de Prieto", El Socialista, 15 de octubre de 1981, p. 7. Recuérdese que, a comienzos de mayo de 1985, los restos mortales de Indalecio Prieto fueron trasladados a España para reposar hasta la fecha en el cementerio de Vista Alegre -Derio (Bilbao)-, en la parte destinada a cementerio civil.

37 Últimas Noticias de Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

38 Novedades, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, p. 2.         [ Links ]

39 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.

40 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.         [ Links ]

41 Siempre. Presencia de México, ciudad de México, 21 de febrero de 1962, p. 4.         [ Links ] Para Indalecio Prieto la pérdida a muy temprana edad de su padre (11 de agosto de 1888) no sólo le marcó, sino que también lo hicieron aquellos recuerdos que conservó del particular sepelio. Desde New York, quien firmaba con las siglas J. G. M. escribía en el periódico España Libre para dar cuenta de un testimonio del propio Prieto: "Gracias a su portentosa memoria relata pormenores del entierro de su padre, el desfile por la casa mortuoria de enchisterados señores, tan solemnes ante el cadáver, como indiferentes ante el incierto porvenir de la infortunada viuda y sus tres hijos". España Libre, 16 de marzo de 1962, p. 3.         [ Links ] Véase también Cabezas, Indalecio Prieto, p. 29.

42 En otra sección se comunicaba a los lectores que la obligación del boletín era "señalar las lacras de la dictadura franquista para evitar que se contamine con las mismas lo más sagrado de España que lo es su propio pueblo [sic]" y también asegurar para el ser humano "la Justicia y la Libertad". He aquí el cierre del testimonio: "Cumplir con estos deberes constituirá el mejor homenaje de amistad y de cariño que podamos rendir a nuestro malogrado compañero Indalecio Prieto Tuero". Boletín de la Unión General de Trabajadores de España en el Exilio, núm. 209 (marzo de 1962), pp. 1, 8.         [ Links ]

43 Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.

44 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.

45 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.

46 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1. En el archivo personal de Julián Borderas Pallaruelos, cuyos fondos se conservan en la Fundación Pablo Iglesias, con sede en Alcalá de Henares, se preserva un recorte de prensa de este mismo artículo de El Universal, donde alguien sin identificar, probablemente el propio Borderas, remarcó con tinta azul la palabra "cristiana". En nota abajo, a pie de noticia, escribió la significativa palabra "incierto". Véase Fundación Pablo Iglesias, AJBP-766-5.

47 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.

48 Salazar, Víctor, "El crucifijo de Prieto", El Socialista, 15 de octubre de 1981, p. 7.         [ Links ]

49 Salazar, Víctor, "El crucifijo de Prieto", El Socialista, 15 de octubre de 1981, p. 7.         [ Links ]

50 Consúltese Ateneo Español de México, fondo moderno, sección de hemerografía, serie: exilio, guerra civil, república española, años 1969-1982, caja 48, exp. 1. Hoy en día, este crucifijo se conserva en el archivo de la Fundación Indalecio Prieto, con sede en Alcalá de Henares.

51 En palabras de Alfonso Carlos Saiz, "la gran obsesión de don Ricardo Bastida fue que Prieto abrazase la fe católica, y Bastida tomó un avión, se presentó en México sin decírselo a su familia. [...] Don Ricardo en aquel viaje a México, le dejó algo, particularmente muy íntimo: una acuarela que había pintado Aurelio Arqueta, ese otro gran amigo de los dos con el tema de "La vocación de los Apóstoles", [...] y el crucifijo que cubrió el féretro en el que se enterró al hijo de don Ricardo, muerto en la guerra como voluntario del bando franquista". Saiz Valdivielso, Los tres exilios, p. 23.

52 "Hace tiempo -escribía Junco- traje a estas columnas el testimonio dado por Monseñor Pierre Marie Théas, obispo de Tarbes y de Lourdes, quien personalmente confesó a don Manuel Azaña y le administró la extremaunción. Testimonio directísimo y de insuperable jerarquía moral. [...] El entierro fue civil, pero la muerte había sido cristiana. ¿No era esto lo esencial?". El recorte de este artículo se custodió en los archivos históricos del franquismo con una nota que decía: "Interesantísimo artículo publicado en el diario Novedades, del que es autor Alfonso Junco". Consúltese en Fundación Nacional Francisco Franco, núm. 17639.

53 El Universal, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 7.

54 Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.

55 Excélsior, ciudad de México, 15 de febrero de 1962, p. 6.         [ Links ]

56 Siempre. Presencia de México, ciudad de México, 23 de junio de 1962, p. 44.         [ Links ]

57 Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 16.         [ Links ]

58 Excélsior, ciudad de México, 15 de febrero de 1962, p. 6.

59 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ] El periódico oficial El Nacional no pudo ser más explícito: "Político republicano español que vivía aquí desde hace años". El Nacional, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 6.         [ Links ]

60 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.

61 Excélsior, ciudad de México, 15 de febrero de 1962, p. 6.

62 Excélsior, ciudad de México, 17 de febrero de 1962, p. 8.         [ Links ]

63 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.

64 Finalmente, se decía que Indalecio Prieto quedaba para la historia de España como "una figura de primera magnitud" y "para los trabajadores y los demócratas un ejemplo". "Los militantes socialistas y ugetistas -terminaba el escrito- estamos de luto". Boletín de la Unión General de Trabajadores de España en el Exilio, núm. 209 (marzo de 1962), p. 8.         [ Links ]

65 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 13.

66 Novedades, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 10.

67 Hoy, ciudad de México, 10 de marzo de 1962, pp. 122-123.         [ Links ]

68 Últimas Noticias de Excélsior, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 3.         [ Links ]

69 El Universal, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, p. 5.         [ Links ]

70 Véase El Universal, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, p. 5 y El Universal Gráfico, ciudad de México, 13 de febrero de 1962, p. 1.         [ Links ]

71 El Universal, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, p. 5 y Novedades, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, p. 3.         [ Links ]

72 Siempre. Presencia de México, 21 de febrero de 1962, p. 4.         [ Links ] Curiosamente, esta revista publicó un artículo de Indalecio Prieto -"¿Qué ocurre entre Washington y Madrid?"-, tan sólo dos días después de su muerte sin hacerse alusión alguna a su reciente pérdida. Por cierto, Prieto recuperaba unas declaraciones del general Francisco Franco donde denominaba a la de Estados Unidos de "democracia podrida". Siempre. Presencia de México, 14 de febrero de 1962, pp. 26-27.         [ Links ]

73 Siempre. Presencia de México, ciudad de México, 21 de febrero de 1962, p. 4.

74 Haciendo una alusión directa a Franco y a los arquitectos del franquismo diría esto: "¡Pobres diablos los que, arrancados de playas tranquilas por fuertes resacas, creen ser ellos quienes dominan la marea! No advierten que, aunque floten y se hagan muy visibles sobre el ras del agua, son simple juguete de fuerzas superiores". Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, pp. 4-5.         [ Links ]

75 Excélsior, ciudad de México, 14 de febrero de 1962, pp. 6, 10.         [ Links ] A este respecto, el periódico Le Socialiste publicaba el siguiente entrecomillado sobre Prieto: "Le gustaba España. [...] lo decimos por contraposición a ese 'no nos gustaba España, que suele decirse con insistencia estúpida en discursos altamente oficiales. Suele decirse para justificar aquel alzamiento militar sangriento, ruinoso y desespañolizante, que se buscó ayudas extranjeras a las cuales tampoco les gustaba España. Por lo mismo que a Prieto le gustaba España, quería depurarla en su propio ser, eliminando de ella la miseria, la injusticia y la ignorancia, para verla amada y servida por cada uno de los españoles. Le gustaba España con amor". Le Socialiste, París, 22 de febrero de 1962, p. 1.

76 Novedades, ciudad de México, 20 de febrero de 1962, p. 5.         [ Links ]

77 Siempre. Presencia de México, ciudad de México, 7 de marzo de 1962, p. 5.         [ Links ]

78 La prensa española del momento trató muy duramente la figura política de Indalecio Prieto, donde no faltaron, a modo de dedicatoria póstuma, los improperios más altisonantes. Por poner un ejemplo, recuérdese para la ocasión este fragmento recogido en un editorial de ABO -titulado "Un líder colérico y demoledor"-, unos días después de conocerse la muerte del líder socialista: "Triste destino el suyo. Su nombre ha quedado para siempre unido a efemérides desoladoras y trágicas de la nación [española], a la que únicamente supo afligir con desgracias. Irreductible en su incredulidad, confiemos que en el supremo momento haya merecido la misericordia de Dios". abo, Madrid, 18 de febrero de 1962, p. 83.

79 Todorov, Tzvetan, Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós, 2008, pp. 22-23.         [ Links ]

80 Novedades, ciudad de México, 10 de junio de 1941, pp. 1, 12.         [ Links ] Al día siguiente, este periódico dejaba constancia de que había causado "impresión la denuncia" contra Prieto, al que le iban a exigir "cuentas claras". Novedades, ciudad de México, 11 de junio de 1941, p. 1.         [ Links ]

81 De hecho, en un editorial titulado "La audacia de Indalecio Prieto" se decía también esto: "Este hombre con sus millones -que no son suyos-, su desaprensión, su audacia y su falta de conciencia política -que ésta sí son muy suyas- constituye un peligro para México. Lo mismo trafica en joyas que se dedica a la venta de aviones". Para añadir también lo siguiente: "Éste es el hombre en cuya psicología se interfieren desconcertantes rasgos de monstruosidad, de inconsciencia y de vesania". Novedades, ciudad de México, 11 de junio de 1941, p. 5.         [ Links ]

82 El mencionado editorial de Novedades decía lo siguiente: "Su conducta en México es bien conocida. Contando como un avaro los brillantes, las esmeraldas, las perlas, y pesando los lingotes de oro de que sin derecho alguno se apoderó al incautarse del Vita, deja pasar el tiempo en que pudo sin dificultad traer de Francia a sus compatriotas. [...] ¿Qué le importan a Prieto las vidas de los españoles, moribundos en los campos de concentración? Aquí, en nuestra capital, mientras los refugiados sin trabajo se debaten en la miseria, él continúa su existencia opulenta, manejando millones". Novedades, ciudad de México, 11 de junio de 1941, p. 5.

83 Y también quedaban lejanos aquellos tiempos de la llegada de los republicanos españoles a México, con desagrado recibidos por una parte de la sociedad mexicana. La prensa conservadora no sólo los tildaron de rojos, sino que avalarían una y otra vez la cruzada emprendida contra ellos por el general Franco.

84 Excélsior, ciudad de México, 27 de febrero de 1940, pp. 1, 4.         [ Links ]

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