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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.61 Michoacán ene./jun. 2015

 

Reseña

 

Le Bot, Yvon, La gran revuelta indígena

 

Julio Lisandro Cañón Voirin

 

México, Océano, 2013, 262 pp.

 

Universidad de Santiago de Compostela.

 

 

Yvon Le Bot, sociólogo en el Centre d'Analyse et d'Intervention Sociologiques (École des Hautes Études en Sciences Sociales y Centre National de la Recherche Scientifique, París), se ha dedicado a estudiar movimientos sociales y culturales, violencia e identidad en el contexto de la globalización. La gran revuelta indígena es resultado de una investigación iniciada en Colombia en la década de 1970, cuando comenzaron a emerger en la zona latinoamericana movimientos indígenas, cuyo desarrollo ha seguido desde los Andes hasta México y del Amazonas hasta California. Ha dedicado varios libros al tema, entre ellos El sueño zapatista, escrito en colaboración con el subcomandante Marcos.

El análisis de los movimientos indígenas modernos, ha sido eje de estudio desde diversas aproximaciones, trabajos de distinta hondura intelectual han hecho su aporte. En ese sentido, la investigación de Le Bot, aparte de nueva es novedosa, redescubriendo la presencia de los pueblos originarios como protagonistas o como actores secundarios, en cada momento histórico de los últimos cincuenta años del continente americano. El abordaje de un amplio período, desde los tradicionales movimientos sociales (décadas de los 60's-80's), a los nuevos movimientos sociales (desde la década de 1990 a la actualidad), aporta una mirada para entender a los primeros, y comprender a los últimos.

El trabajo está estructurado en cuatro partes, cada una de ellas con autonomía y peso específico suficiente como para convertirse en temática individual de sendas obras monográficas. Sin embargo, Le Bot apostó por una única pieza, donde consiguió la articulación precisa para afiligranar la investigación. El nudo gordiano donde descansa la unicidad es la problemática identitaria, más precisamente la de las diversas identidades, que, como señala el autor, en no pocas ocasiones entran en conflicto entre sí.

Un total de doce capítulos, agrupados en cuatro partes, componen el entramado del trabajo. En la introducción, el autor se ocupa de poner el acento en lo vetusto de las miradas etnocéntricas, que hicieron de la desestructuración del mundo indígena el principal elemento explicativo. Por su parte, Le Bot subraya en cada momento la adaptación creativa de las distintas comunidades para resignificarse en la protesta y sobrevivir.

En la primera parte, compuesta de tres capítulos, procesa las discusiones teóricas y empíricas respecto del pasaje de movimientos sociales tradicionales a nuevos movimientos sociales. Un acercamiento a la dinámica del conflicto social y la conexión de éste con las estrategias de los pueblos originarios para plantear sus reivindicaciones, conforman lo sustancial del primer capítulo. Allí ahonda en tres momentos clave: surgimiento (décadas de los 60's y 70's); consolidación (décadas de los 70's-90's); paso a la esfera política (de la década de 1990 al presente). El análisis de la no determinación de la cultura material en la reconstrucción de identidades culturales fuertes y vigorosas, sustentan el capítulo n, tomando nota de la complejidad que atraviesa a los movimientos indígenas y las dimensiones que lo componen (social, étnica, religiosa y ética). Señalando que mientras otras alternativas decaían, la reivindicación de la identidad cultural, revalorizada y restitutiva de una autopercepción positiva entre los pueblos originarios, contribuyó a revitalizar las demandas económico sociales: "bajo la revuelta social emerge la contestación cultural y el rechazo de una representación del otro y de sí mismo" (p. 51). La primera parte se cierra con el capítulo ni, centrado en el paso a lo político y a la conformación del movimiento indígena en nuevo movimiento social. Ubica ese momento bisagra en los años noventa, cuando las demandas económicas, sociales y culturales se acompañan de una dimensión política, producto de un complejo proceso ternario: el retroceso del influjo estatal, el aumento en la autonomía de la sociedad civil y, una reinvención de la cultura política. Ello significó, por parte de los movimientos indígenas, tomar la política en sus propias manos, resultante de un proceso de experiencias diversas en algunos casos tan traumáticas como los conflictos armados de Guatemala, Nicaragua y Perú. Le Bot aborda las experiencias, las reflexiones que devienen de las mismas y la vuelta a la palestra de los movimientos indígenas a través de cuatro líneas de actuación: la vía armada, el multiculturalismo moderado, el indianismo radical y el nacional-populismo identitario. A partir de ello recapitula sobre la actualidad del movimiento indígena, señalando las posibilidades del mismo para influir en el escenario político.

Dos capítulos componen la segunda parte, identidades y violencia. Ambas temáticas se entrelazan en el capítulo IV, con una pregunta ¿llevan a la violencia las reivindicaciones identitarias? Según Le Bot la guerra como manifestación extrema de la violencia, significa una ruptura del movimiento social: "son los callejones sin salida del conflicto social, la represión de la identidad y la falta de perspectivas políticas los que empujan a los actores sociales hacia una violencia que los aniquila y vuelve difícil su recomposición" (p. 83). Confronta sus planteos mediante el análisis de tres tipos de experiencias: las de los movimientos en contextos sin conflicto armado (Ecuador, Bolivia y Chile), experiencias de movimientos frenados o aniquilados por la guerra (Guatemala, Nicaragua y Perú) y movimientos que trataron de mantenerse a pesar de la guerra (el movimiento zapatista). Sobre esta última experiencia el autor vuelve en reiteradas ocasiones para analizar el zapatismo, por considerarlo el movimiento de confrontación entre lo nuevo y lo viejo, la modernidad y la posmodernidad. En este sentido, el zapatismo emerge como punto de ruptura de la modernidad y de convite a otros horizontes, distintos a los de la linealidad del desarrollo capitalista. Como reivindicación de una altermodernidad posible, un movimiento que combate y construye, rechazando al mismo tiempo la homología de poder y contrapoder, como alternativa a la homogenización forzada de la globalización. En el capítulo V retoma un caso sobre el cual ha trabajado mucho y muy bien: Guatemala (del mismo tiene un substancioso trabajo: La guerra en tierras mayas, México, Fondo de Cultura Económica, 1995). Profundiza sobre reflexiones anteriores, sobre las características del conflicto y el carácter genocida de la resolución impuesta por el Estado guatemalteco.

En la tercera parte, multiculturalismos múltiples, analiza tres casos puntuales: Bolivia (capítulo VI), Ecuador (capítulo VII) y, Oaxaca (capítulo VIII). Del movimiento indígena boliviano, analiza un proceso donde se evidencia claramente el lujo y relujo de las relaciones de poder, que se coronó con la conquista del poder estatal con la elección de Evo Morales como presidente (2006). La realidad boliviana llena de desafíos y exigencias, ofrece contradicciones notorias, que en el caso del movimiento indígena encuentra dos problemas muy profundos: el método de construcción y las formas organizativas. Aunque subraya el carácter incluyente de la identidad indiana construida en Bolivia, menos definida por el monolingüismo, el territorio y la pertenencia comunitaria. En síntesis, en ella encuentran contención los más diversos actores y sectores, aunque sin que ello consiga borrar las divergencias étnicas. En el capítulo VII se detiene en el movimiento indígena ecuatoriano, en ascenso constante durante treinta años desde los años 60's, hasta que a fines de la década de 1990 interviniese de lleno en la política representativa del parlamentarismo burgués. Ello no implicó en modo alguno que olvidase sus reivindicaciones sociales y culturales, en torno a un proyecto etnopolítico. Sin embargo a partir de las diferencias surgidas al interior de la dirigencia, en el año 2000, comenzó una fase de declive; apareciendo dos planteamientos nítidamente definidos en las consideraciones sobre los distintos procesos objetivos de construcción y de la política con que se interviene. Por un lado, los partidarios del asalto al poder por la vía insurrecional y, por el otro, los de la vía electoral. En el capítulo VIII, México ofrece una serie de ejemplos de la creatividad de los movimientos indígenas en la construcción de una nueva cultura política y, que la misma no sea cooptada por las estrategias de dominación del Estado ni por las clases que ejercen su dirección. En este capítulo, Le Bot analiza lo que denomina la experiencia de un multiculturalismo moderado en el estado mexicano de Oaxaca. En ese proceso, rico en matices, se critican en profundidad las tesis tradicionales de la izquierda y su capacidad de inserción en el discurso indígena. Poniéndolas en relación con los sueños, deseos, pasiones, tendencias e imaginación de las comunidades. No se trata de un proyecto antidesarrollista, ni ecologista; se mantiene la primacía de la producción, pero la retorna a la comunidad como proceso: "una manera de emanciparse de la ideología asimilacionista, clientelista y paternalista del Estado mexicano" (p. 166). Esa es la línea de reconstrucción, de combate del multiculturalismo que rechaza la hegemonía y construye otra.

Finalmente la parte cuarta, identidades, sujetos y globalización, se detiene en distintas esferas del fenómeno identitario. Así, en el capítulo IX incide sobre el protagonismo de las mujeres en las luchas indígenas de las últimas décadas, cuya injerencia se manifiesta en diferentes niveles, aunque fundamentalmente, están más visibles en las organizaciones de base. Allí se evidencia más claramente su papel dinamizador como sinónimo de emancipación, aunque se trate de una emancipación retaceada. Centrándose en lo ocurrido en Guatemala y Chiapas, rescata la complejidad y los enfrentamientos en torno a la identidad, al incorporar al análisis la cuestión de la identidad de las mujeres, la diversidad se amplía y gana en conflictividad. Porque la reconstrucción del individuo femenino debe hacerse al tiempo que se conforma un individuo colectivo y ello contribuye a tensionar y traccionar el proceso identitario en un desenvolvimiento no lineal sino contradictorio y dialéctico. Capítulo X, los indígenas en el escenario internacional. Ausculta los intersticios aprovechados por los pueblos originarios para inscribir su lucha en las demandas altermundistas. Al mismo tiempo señala los riesgos que supondría la institucionalización, que traería aparejado el distanciamiento de los conflictos reales y una lógica de funcionamiento bajo las reglas de la reproducción de la dominación, fortaleciendo así a los aparatos estatales. En el capítulo XI se detiene en las migraciones de los jóvenes de sus comunidades de origen, atendiendo a profundas causas objetivas y subjetivas. Donde las normas del modelo consumista del sistema capitalista configuran los estilos de vida deseados, en esa lógica muchos jóvenes sin trabajo se asumen sin perspectivas: "las aspiraciones sociales y personales predominan hoy sobre las aspiraciones comunitarias. La migración tan dañina para las comunidades constituye a la vez una respuesta a las necesidades económicas y una aventura personal" (p. 210). Por último, en el capítulo XII, Le Bot observa la actuación de distintas organizaciones que nuclearon a migrantes mexicanos en California (Estados Unidos), contribuyendo a la identificación de identidades y solidaridades de cada grupo. Le Bot pone el acento en el papel de los enfrentamientos tendientes a la resolución de las divergencias como espacio donde cuaja la identidad. Se trata de un complejo proceso de interacciones y mediaciones, de influencias externas y de identificaciones activas ocurridas en un contexto histórico cultural dado, donde son producidos, reproducidos y transformados por la acción de los sujetos.

Quien se acerca por vez primera a la temática de los movimientos sociales, en general, y de los nuevos movimientos sociales, en particular, encontrará una obra con un balance y una prospectiva equilibrada. Permite entender los movimientos en sus actuaciones pasadas y presentes. Se trata de un trabajo donde prima la narración de síntesis, donde no hay una causalidad determinante y eficiente de la lógica del proceso. Ensaya una reconstrucción histórica, privilegiando el seguimiento analítico de lo concreto del proceso, la unidad de lo diverso, constituido por múltiples determinaciones en su desarrollo diacrónico, inscribiendo también en ello la riqueza de la diversidad y de lo singular del fenómeno identitario. Restituye la acción mediadora de los sujetos en el marco de los circuitos de poder que los estudios macrototalizadores tienden a ocultar. Finalmente, Le Bot no sólo escudriña en las estrategias de los movimientos indígenas sino en las lógicas del discurso social dominante respecto de aquellos.

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