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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.61 Michoacán ene./jun. 2015

 

Reseña

 

Quintero, Inés (Coordinadora), El relato invariable (independencia, mito y nación)

 

Luis Fernando Castillo Herrera

 

Caracas, Alfa, 2011, 297 pp.

 

Instituto Pedagógico de Caracas Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

 

 

¿La historiografía venezolana constituye un relato invariable? ¿Nos hemos enfocado los historiadores venezolanos en temas comunes, con un tratamiento más nacionalista que científico? Son algunas de las interrogantes que necesariamente emergen tras la lectura de una de las últimas obras coordinadas por la reconocida historiadora caraqueña Inés Quintero. Acompañada en esta oportunidad de un grupo de jóvenes y notables amantes del profuso mundo de la investigación histórica. De esta manera, Rogelio Altez, Carlos Pernalete Túa, Ángel Rafael Almarza, Ana Joanna Vergara Sierra, Alexander Zambrano, Pedro Correa, Miguel Felipe Dorta y José Bifano, disertan en torno a la independencia y su tratamiento historiográfico desde el inicio de la era republicana.

En primer lugar, la obra es concebida durante la agitada remembranza del bicentenario de la independencia (1811-2011), sus autores en franca oposición al catecismo fulgurante de los días de júbilo, optaron por un camino más crítico y reflexivo. Intentando observar el problema de la independencia en su más amplia dimensión. Plantando en este sentido, la necesidad de comprender el mito genésicio de la emancipación, el mito del bravo pueblo, las causas de la independencia, los actores y acciones de ella y su carácter revolucionario.

Teniendo en cuenta la numerosa presencia de autores, hemos decidido estructurar la presente reseña enfocándonos en tres aspectos fundamentales que resumen cabalmente el norte narrativo del material. De tal manera, nuestro guion analítico se centrará en la independencia y la historia oficial como factor político, la ficción presente en los actores y hechos narrados de la emancipación y por último el tratamiento marxista del estudio historiográfico de la liberación política venezolana del siglo XIX.

Desde la perspectiva del historiador Rogelio Altez, el principal obstáculo que presenta el estudio de la independencia es el no haberle otorgado el carácter de problema de investigación, tornándose más en una estructura mítica de recuerdos epopeyicos que se mezclan con la visión heroica que el Estado le ha otorgado. "En este sentido, la historia de la nación jamás ha podido separarse del discurso del Estado; junto a la construcción material de la nación, camina la construcción simbólica de la nación" (p. 36).

La historia de la emancipación venezolana se ha convertido en el brazo cultural de la política a través de los años. Los casos particulares de Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez son dos muestras reales de cómo la independencia y la historia en general pueden ser empleadas como el vínculo perfecto entre el pueblo y el seductor político, que se mimetiza entre los legendarios héroes de las gestas pretéritas, ayudados por las fastuosas celebraciones cívicas que sirven de colofón para la fusión historia-política.

En este orden de ideas, Inés Quintero Montiel da evidencias de la existencia de una historia oicial que camina de la mano de los designios políticos. Para la investigadora dicha historia oficial ha tenido como canal principal los textos escolares, que mediante su estudio primario y simplista han estructurado una visión incompleta e interesada del proceso histórico venezolano. En ese esquema único, la independencia es comprendida sólo bajo causas internas y externas repetidas al unísono, sin la más mínima variación.

Por su parte, la simbiosis política-historia, fue guiando la historiografía nacional hacia los caminos selváticos de la ficción, donde el componente patriota es revestido con el más noble y cándido discurso, mientras el contingente realista es idealizado hasta lograr péridos hijos de Satán. El ejemplo más evidente lo conforma la efigie del asturiano José Tomás Boves. Para la historiadora Ana Joanna Vergara Sierra, Boves representa la punta de lanza de la leyenda negra realista. Sus actos violentos con una exageración pronunciada, propios de una guerra desmesurada; lo colocan en el plano más oscuro del relato fantástico de la independencia venezolana. Ante ello, Ana Vergara plantea que " ...ya es tiempo de colocar los eventos y personajes que se han satanizado una y otra vez en nuestra historiografía en su justa perspectiva" (p. 182).

De seguida, la ficción evoca la presencia de las mujeres en el desarrollo bélico independentista. Es una realidad que muchas mujeres venezolanas participaron bajo distintos roles en la consecución de la ruptura de las cadenas monárquicas. Sin embargo, el discurso historiográfico ha sido mezquino al momento de evocar aquellas actuaciones de las féminas de antaño. Alexander Zambrano afirma en torno a la narración de las mujeres en la guerra que "Sus hazañas son adornadas con frecuencias de forma romántica dentro de un marco legendario en el que son habituales los relatos estrictamente anecdóticos" (p. 186). Bajo la perspectiva de Alexander Zambrano, la reivindicación de las heroínas de la historia venezolana no ha logrado ser efectiva, partiendo, en primer lugar, de la narración difusa y simplista presente en nuestra historiografía. En segundo lugar, hay un énfasis mayor hacia Luisa Cáceres de Arismendi, en relación al resto de las llamadas heroínas. En este sentido, "No hay en su accionar ningún enfrentamiento durante la guerra, como si lo hicieron otras mujeres." (p. 189). Existe una gran deficiencia en torno a la construcción historiográfica de las heroínas venezolanas, denotando ".ausencia de estudio riguroso sobre su actividad política, no se recurre a fuentes documentales y predomina el trazado fantasioso o anecdótico del autor" (p. 190).

La ficción también hace presencia al momento de definir el fin de la guerra de independencia. Pedro Correa es enfático al preguntar "¿y quién dijo que la batalla de Carabobo puso fin a la guerra de independencia?" Tradicionalmente la batalla de Carabobo del 24 de junio de 1821, es descrita como el combate que selló la emancipación criolla. No obstante, el historiador Pedro Correa, bajo un análisis y recopilación de fuentes, explica que tras la mítica batalla acontecieron 54 combates más, es decir, Carabobo no fue el último de los choques entre patriotas y realistas.

Más allá de los cálculos y los combates, Correa intenta develar el trasfondo de la exposición de Carabobo como la batalla inal. Desde su óptica, aquel enfrentamiento en el campo de Carabobo, es expuesto no sólo como el inal del yugo español, sino además como la gran estrategia militar del libertador Simón Bolívar, quien incluso es elevado más allá de la figura de José Antonio Páez, quien dirigió notablemente la caballería que otorgó la victoria a los republicanos. Para Pedro Correa, "La historiografía presenta un relato lineal sin cambios de rumbos, sin retrocesos y donde los hechos bélicos y los militares son los grandes protagonistas de nuestra historia. En él la gloria del Libertador no hace sino crecer; nada perturba su grandeza" (p. 225).

Otro elemento destacado por Correa, que engloba aquella ficción donde suele caer la interpretación de la independencia venezolana, gira en torno al evocado ejercito libertador y su conexión con la fuerza armada de la nación moderna. Para Pedro Correa, el componente armado nacional no es heredero del ejército libertador, pues este se disolvió al separarse la república de Colombia; en todo caso derivaría del ejército gomecista, pues fue el presidente Juan Vicente Gómez quien terminaría potenciando y modernizando las fuerzas castrenses venezolanas.

De esta manera, observamos cómo el relato invariable se mantiene, se articula de forma irme e inamovible en nuestra historia nacional; la independencia surge como recurso político que se entrecruza con la ficción y la mítica expresión de los héroes y las hazañas fantásticas que deslumbran y guían al venezolano a una devoción perpetua hacia los guerreros comandados por el libertador Simón Bolívar.

Finalmente, nos interesa resaltar la visión expuesta por Miguel Felipe Dorta y el enfoque marxista de la independencia venezolana. Bajo la perspectiva marxista de los historiadores Carlos Irazábal y Federico Brito Figueroa, la independencia venezolana es entendida como una revolución inconclusa, pues no redimió a los miembros de los sectores más bajos de la estructura social de la naciente república. En el estudio presentado por Miguel Felipe Dorta, se aprecia la visión económica que Carlos Irazábal le da al proceso de emancipación. Para este autor, las motivaciones de quienes guiaron la lucha contra la monarquía eran más de orden económico que ideológico. Es por ello que al concluir la guerra se prolonga por varias décadas más la presencia de la esclavitud. Concluyen que la independencia se acerca más a una revolución burguesa, aunque deja una serie de incongruencias respecto a los conceptos y criterios para asumirla de esa manera.

En otro extremo de la representación marxista, se presentan otros historiadores de la talla de Francisco Pividal y Guillermo García Ponce, quienes de una manera mucho más concisa terminan dotando a la gesta independentista de la connotación de revolución, plantando en ella al libertador Simón Bolívar como el principal líder de la misma. Indudablemente dentro del grupo de historiadores marxistas se presenta también el dicotómico debate de una independencia que comprende dos caras: por un lado, la fascinante y epopéyica; por el otro, una mucho más analítica y menos mítica.

El relato invariable (independencia, mito y nación) nos abre el portal del candente debate histórico, que obliga a despojarnos de una narrativa mística, nacionalista y ausente de análisis. La obra nos arroja a las brasas de la cruda realidad histórica, y desnuda a los inmarcesibles héroes de la aquilatada historiografía venezolana. Su lectura y debate parece convertirse en una tarea obligatoria.

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