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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.61 Michoacán ene./jun. 2015

 

Artículos

 

Iglesia, catolicismo popular y Estado: fundamentos socio-históricos de un pueblo michoacano

 

Church, popular catholicism and the state: socio-historical foundations of a village in Michoacán

 

Église, catholicisme populaire et État : les fondements socio-historiques d'un village du Michoacán

 

Jesús Solís Cruz

 

Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Correo electrónico: soliscruz1@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 9 de septiembre de 2013.
Fecha de aprobación: 23 de abril de 2014.

 

Resumen

Durante la fase de institucionalización del gobierno derivado de la revolución mexicana se alentaron proyectos sociales y políticos que buscaron renovar, en el más amplio sentido, a la sociedad nacional. En el espacio rural, el más importante de estos proyectos fue la dotación de tierras. Instrumentado como proyecto de Estado derivó en la formación de una identidad social y política campesina. Popularmente este proceso, conocido como agrarismo, tuvo amplia aceptación como férreas resistencias. En este trabajo se analiza y recuperan hechos históricos clave del pueblo de Tiríndaro, en el estado de Michoacán, en los que se muestran las etapas de arribo y consolidación del nuevo proyecto estatal agrario a principios del siglo XX. Se destaca también lo disruptivo que el mismo resultó en un pueblo que se había caracterizado por industrioso y devoto del catolicismo. Así, a partir de situar la idea de Estado e Iglesia como sociedades contingentes y construidas, en el trabajo se plantea como premisa que la sociedad tirindarense es producto de órdenes sociales, políticos y culturales venidos de la Iglesia católica, el Estado nacional y de las acciones recientes de un catolicismo popular.

Palabras clave: Estado, Iglesia, catolicismo popular, Michoacán, agrarismo.

 

Abstract

During the institutionalization period of the government originating in the Mexican Revolution, certain social and politican projects were encouraged which aimed at renewing national society in its broadest sense. In rural areas, the most important of these projects was to provide people with land. As a result of this state project, a social identity and rural politics started to emerge. his process, known as agrarism, faced both wide acceptance and hard resistance among the population. his paper analyzes and collects historical facts of key importance in the village of Tiríndaro, Michoacán state, which show the different phases of the arrival and consolidation of the new agrarian state project at the beginning of the 20th century. It will also shed light on how disruptive it proved to be in a village which had earlier been characterized by its industriousness and devoted catholicism. hus, starting out from the idea that the state and the church are contingent societies, this research paper sets the premise that the society of Tiríndaro is a product of social, political and cultural parameters coming from the Catholic church, the national State and recent actions of a popular catholicism.

Key words: state, church, popular catholicism, Michoacán, agrarism.

 

Résumé

Pendant la phase d'institutionnalisation du gouvernement issu de la Révolution mexicaine, furent encouragé des projets sociaux et politiques qui cherchaient à rénover la société nationale. Dans l'espace rural, le plus important de ces projets fut celui de la dotation de terres. D'abord projet de l'État, il en résulta la formation d'une identité sociale et politique paysanne. Ce processus, connu sous le nom d'agrarisme, jouit d'une large acceptation populaire, mais aussi rencontra de fortes résistances. Cet article met en lumière et analyse des faits historiques clé du village de Tiríndaro, dans l'État du Michoacán. On y voit les étapes d'ascension et de consolidation du nouveau projet étatique agraire au début du 20e siècle. On y souligne la rupture qu'il en découla dans le village qui s'était caractérisé par son caractère industrieux et dévoué au catholicisme. Ainsi, dans ce travail, on adopte comme prémisse l'idée que la société de Tiríndaro est le produit d'ordres sociaux, politiques et culturels venus de l'Église catholique, de l'État national et des actions récentes d'un catholicisme populaire.

Mots clé : État, Église, catholicisme populaire, Michoacán, agrarisme.

 

Introducción

La literatura que trata la relación Iglesia-Estado en México ha dado poca cabida a los matices en la coexistencia de estas asociaciones institucionales. Haciendo eco del postulado liberal democrático que establece la separación entre los poderes terrenales y celestial, la tendencia en los estudios es mostrarlas, a niveles cupulares, como entes de dominación social y política aliadas o abiertamente confrontadas, según sea el periodo histórico y el encuadre teórico que las trate.1 Particularmente relevante a estos análisis han resultado las fases de construcción del Estado mexicano decimonónico, y de reconstrucción del mismo en la posrevolución de 1910, porque fue entonces que se estipuló y refrendó constitucionalmente el carácter laico del gobierno, la libertad civil de profesión de fe y cultos e incluso la inexistencia jurídica de la Iglesia; ideas que en el caso mexicano decantaron en momentos críticos de anticlericalismo y en fases de secularización.

En el anterior sentido es interesante notar que los gobiernos liberales decimonónicos primero, y los nacionalistas posrevolucionarios después, encaminaran acciones institucionales para afianzar el laicismo y así formar una ciudadanía distanciada de los apegos primordiales y parroquiales. La instauración de una cultura cívica y secular ha sido una tarea ardua y persistente y un reto para los gobiernos republicanos del pasado lejano y reciente de México.

En este marco, menos lugar ha tenido el análisis de la función organizadora de la vida social y cultural que cumplen estas dos asociaciones. Como fuerzas ordenadoras de la sociedad nacional el Estado y la Iglesia católica en México históricamente han desempeñado un papel de primer orden; no obstante, los estudios que abordan esa dimensión argumentan o defiende la preeminencia de una sobre otra sin observar los encuentros o coincidencias de ambas, sin atender también cómo decantan en la conformación de un sistema social y cultural. Roberto Blancarte, por ejemplo, sostiene que el laicismo y la secularización, provenientes de grupos y corrientes liberales, positivistas y posrevolucionarios (en sucesión histórica), constituyen parte importante de la identidad nacional, más que el catolicismo.2 Los estudios regionales en México han destacado, por otra parte, el papel de la religión católica, sincrética y diversificada, en la configuración de sociedades locales.3 También ha habido análisis históricos que destacan la función del republicanismo, el liberalismo y la política popular, imbricada con ciertos rituales católicos, en la formación de la nación y cultura mexicana.4

En este artículo, tomando como caso la localidad de Tiríndaro, me interesa explicar la función de coproducción que han desarrollado la Iglesia católica y el Estado nacional (con sus agentes) en la vida social y cultural de esta localidad. Recupero de la historia local acontecimientos clave: conflicto agrario/religioso, escolarización y catolicismo popular, para señalar cómo los actores sociales se involucran en los planos del terreno del gobierno civil y de las prácticas religiosas, asumiendo razones y proyectos de Estado y de Iglesia, para trazar la forma en que la vida debe ser vivida. En última instancia, el artículo también trata de las formas en que estas razones y proyectos son asumidos por hombres de fe.

Antes presento algunas notas de contexto sobre la localidad en estudio y el argumento que guía el trabajo.

 

La sociedad de estudio y argumento

Tiríndaro se encuentra ubicado en el denominado valle de Zacapu, en el occidental estado de Michoacán. Según la delimitación administrativa y política oficial, la localidad pertenece al municipio que le da nombre a este valle. Tiríndaro se encuentra ubicado en la ciénega, una de las tres zonas que conforman el municipio: zona urbana, la ciénega y la sierra.5 La ciénega a su vez se encuentra integrada por las tres localidades de mayor tamaño en el municipio: Tiríndaro, Naranja y Cantabria, de las cuales la primera es la de mayor tamaño.

Con Naranja, Tiríndaro comparte la particularidad de conservar algunos de los rasgos de su pasado purhépecha, no así con el resto de las localidades del municipio con una composición netamente mestiza.6 En la pasada década se registró tanto para Naranja como para Tiríndaro menos del 30% de hablantes de lengua indígena,7 aunque en los últimos años el uso de la lengua se ha revitalizado en Tiríndaro, promoviéndose incluso su enseñanza en el nivel básico del esquema educativo oficial. Adelante abundaré en datos sobre lengua y población. Como última nota de contexto general importa resaltar que al comienzo de la década del noventa, se eleva y sitúa en Tiríndaro, al parecer con mayor énfasis, la petición de reconocimiento de derechos culturales y autonomía política mediante la organización nación purhépecha.8 Esta petición de respeto y reconocimiento de derechos culturales, así como de autonomía política, se inscriben en la dinámica de movilización social y política nacional y regional centrada en la identidad étnica proveniente de la década del ochenta del siglo XX en Michoacán.

En un sentido general este artículo trata de cambio cultural en el que se han puesto en juego concepciones y órdenes morales provenientes de la propia sociedad en estudio como de otras formas de sociabilidad: Iglesia y Estado. Es decir, y este es el argumento: los agentes del estado nacional mexicano, con sus propios proyectos, al igual que los valores cristianos y sus prácticas cultuales en Tiríndaro, han dado fundamentos a la vida pública y a un tipo de sociedad local. La síntesis de estos valores se ha erigido en norma moral y en ideal prescriptivo que hoy otorga identidad socio-cultural a Tiríndaro.

Parto en mi descripción de principios del siglo XX, específicamente de la primera década de ese siglo porque es el momento en que es posible percibir con mayor claridad el perfil de los valores y las reglas que habrá de ir configurando a la sociedad local. Conviniendo en que el Estado y la Iglesia son asociaciones institucionales (en el sentido que plantea Max Weber) y formas de sociabilidad, será importante que la lectura de los datos descriptivos se haga en función de este presupuesto. Así, lo que podrá observarse, a la sazón, son proyectos de sociedad en una misma localidad, impulsados por razones de un gobierno civil y por motivaciones de índole religiosa.

 

La guerra interna

A partir de la primera década del siglo XX los pobladores de Tiríndaro observarán cambios importantes en distintos órdenes de su vida. En este periodo, la lucha por la tierra y el programa político en que devino: agrarismo, marcaran de manera relevante los cambios en esta sociedad local. En esta situación está impresa la particularidad de la región. En tal sentido, la presencia de grandes haciendas en la región de la ciénega de Zacapu hizo propicio que el espacio se convirtiera en escenario de importantes luchas agrarias y políticas que trastocarían todo orden establecido en la región; en la paráfrasis marxista de la lucha de clases, adelantada por los líderes de campesinos y obreros de ese tiempo: "las condiciones para el cambio revolucionario" en la región de Zacapu estaban dadas.9

En la memoria local, el año de 1906 marca el inicio de la lucha por la tierra, encabezada en la localidad por un joven indígena llamado Severo Espinoza. Lucha que se aparejó a otras que se impulsaron en la región. La de Tiríndaro temporalmente fue segunda en antigüedad, según registros de Paul Friedrich, en relación con la que habían iniciado en Naranja en el año de 1900 y con la que posteriormente impulsaron los campesinos de Tarejero en 1917.10 En común tuvieron todas estas luchas haber sido acicateadas por el despojo de tierras sufrido en manos de los latifundistas de la región; y en primer momento estar comprometidas en conseguir la restitución de tierras comunales,11 hecho en correspondencia además con la publicación del decreto que en 1915 hizo Carranza para la restitución de tierras.12

La situación de despojo había resultado tan extrema en el caso de Tiríndaro que hoy relatan algunos pobladores y campesinos, los hacendados prácticamente habían acaparado la totalidad de las tierras de cultivo de la comunidad dejándolos únicamente con las tierras en que se halla el poblado. Arnulfo Embriz Osorio señala para la región de la ciénega de Zacapu que "El avance terrateniente dejaba a los pueblos y comunidades con un total de 2 711 hectáreas para su uso y usufructo, mientras que las haciendas monopolizaban 36 365.8 Ha. que equivalían al 93 por ciento del total de las tierras del lugar y sólo el 7 por ciento a las comunidades".13

En el año 1915 Severo Espinoza denunciaba que los hacendados de Bellas Fuentes hostilizaban a los ciudadanos indígenas de Tiríndaro en la posesión de sus tierras. Señalaba que los dueños de aquella hacienda han estado "atacando nuestros derechos de propietarios de nuestras tierras, al grado de que al tiempo de la recolección de frutos o sea en cosechas, entablábamos verdaderas luchas con gran número de sirvientes que mandaban los nombrados amos de Bellas Fuentes, en cuyos encuentros no era raro que quedasen varios muertos y heridos".14

Considerado el momento de esta denuncia (1915) es necesario indicar que antes de la misma, la lucha por la tierra entre los tirindarenses había visto momentos más pacíficos. Algunos viejos agraristas y descendientes de estos relatan que en un primer momento Severo Espinoza junto a sus compañeros, había buscado resolver el asunto de las tierras mediante gestiones legales en las ciudades de México y Morelia. Para cuando se fecha la denuncia citada aventuro que el proyecto original de restitución de tierras en calidad de bienes comunales había mudado, acorde además a la situación política de México, a la de dotación ejidal. Paul Friedrich15 y Masahiko Tanaka16 señalan que la lucha por la tierra en la región cambió de solicitud de restitución, ligada a una visión de conflicto: indígenas en contra de mestizos y españoles, a otra asentada en la dotación ejidal con su correlato de conlicto de lucha de clases entre explotados y explotador, producto del arribo del liderazgo de Primo Tapia en el año de 1921.17

Sin embargo, viejos agraristas recuerdan que las gestiones para la dotación de ejidos la iniciaron con Severo Espinoza en el año de 1918. Es poco probable entonces que ocurriera en este caso una mutación tan repentina entre modos legales de gestión, y lucha por la tierra e ideologías políticas. Lo último, referente a la innovación ideológica política debió ocurrir en Tiríndaro como contagio de todo el proceso reivindicativo de lucha por la tierra derivado de la fase revolucionaria. Nótese que entre la fecha de inicio de las gestiones de restitución de tierras (1906) y la fecha de inicio de las gestiones para la dotación (1918) había transcurrido la etapa más álgida armada de la revolución. Sin duda, los sentidos de los reclamos de tierra habían cambiado radicalmente en muchos pueblos de México y Tiríndaro no fue la excepción. Por supuesto que la labor política de Primo Tapia en la región debió profundizar los discursos políticos y las luchas por las tierras de las comunidades. De hecho, se tienen registros de que casi inmediatamente a su arribo a la región, Tapia se convirtió en el líder que habría de encauzar las luchas agrarias; en el año 1921 con la constitución del Sindicato de Comunidades Agrarias fue nombrado representante de los líderes locales.18

Junto con la ampliación ideológica que impulsó entre los líderes agrarios de la región, Primo Tapia impulsó una serie de acciones encaminadas a asentar un proyecto político eminentemente agrarista y laico. En gran afrenta resultó tal proyecto en una localidad como Tiríndaro, caracterizada desde antaño por sus habitantes industriosos,19 y apegados a la religión católica.

La lucha de los líderes, entre ellos Severo Espinoza, a la par que buscaba la dotación ejidal para los campesinos hacía eco del proyecto de los ideólogos revolucionarios de crear una sociedad laica y con conciencia de clase; acciones como la creación de la Liga Femenil de Mujeres en Tiríndaro son producto de ese proyecto.20 En una sociedad como la tirindarense con valores cristianos tan arraigados y con cierta inclinación a la solución de sus rencillas en términos legales,21 la propuesta de los agraristas encontraba poco eco. Confrontados con esta realidad, los agraristas, tocados además con cierta aura misionero, impulsaron una campaña política que derivó incluso en confrontaciones violentas.

Ninguna pretensión de lectura simplista mantiene lo dicho. No es que hasta antes del agrarismo la vida de los tirindarenses ocurriese de manera armónica, únicamente se indica lo anterior para mejor resaltar cómo habrían de conocer nuevos proyectos políticos y novedosas formas de interrelación social.

Así, los agraristas de la región y los del mismo pueblo de Tiríndaro tuvieron que realizar campaña política para que los tirindarenses aceptaran en principio luchar para adquirir las tierras en manos de los hacendados, y a continuación, cuando la lucha agraria fue coronada con la dotación de ejidos en 1924, posesionarse de las tierras.22

A pesar de lo vigorosa que parece haber sido la campaña contra los valores y discursos cristianos de respeto irrestricto a la propiedad privada, por parte de los "agraristas" liderados por Primo Tapia en la región y por Severo y Félix Espinoza en Tiríndaro,23 el arraigo de estos era tan fuerte que, según testimonios recogidos en la localidad, únicamente merecían intercesiones menores por parte de los sacerdotes para que los tirindarenses los practicaran, generando con ello la desmovilización social y política. De manera recurrente mis interlocutores afirmaron que el "padre los asustaba (a los tirindarenses) de que se iban a condenar si agarraban la tierra".24 Aunque puede ser aventurado, extremadamente ideologizado y vago sostener que los sacerdotes se hallaban conlagrados con los hacendados, es innegable el hecho de que en este caso en particular los valores cristianos resultaban acordes para no movilizar políticamente a la población.

Los agraristas locales, en el contexto del proceso revolucionario y de institucionalización del gobierno que derivó del mismo, exacerbaron sus acciones generando altos costos sociales. El mismo año en que se consiguió la dotación ejidal (1924) ocurrió el enfrentamiento más cruento del que se tenga memoria en la localidad entre agraristas y católicos o agraristas y cristeros, en el que los últimos fueron acribillados. Al año siguiente, ya posesionados de las tierras y del poder comunitario, los líderes agrarios realizaron confiscación de bienes a "personas contrarias a la causa revolucionaria".25

Era este un ambiente permeado por la confrontación entre jerarcas del gobierno civil y del religioso en México, que en el ámbito local se reprodujo puntual y violentamente.

Extrañas pugnas se libraron en este contexto. Mestizos católicos económicamente pudientes, controladores del comercio local ajusticiados por naturales o indígenas agraristas pero también por mestizos agraristas; católicos naturales aporreados o acribillados por naturales agraristas, unos y otros en la misma situación de clase y etnia. Ningún acorde con la tan corriente sentencia proletaria de lucha de clases de ese momento, tampoco con la visión de lucha interétnica de amplio uso mucho después y en estos días.

Las relaciones y vínculos sociales experimentaron cambios en este contexto. Lealtades, ligas y empatías fueron reafirmadas o trocadas de acuerdo a la posición desde la que se ubicaban las familias. Así, muchas vidas de católicos o de agraristas, pero sobre todo las de los primeros, con cierta inclinación al sacrificio, fueron salvadas por la oportuna intervención de alguna amistad o parentela del bando contrario.26 Incluso las presencias no terrenales, figuradas en santos y vírgenes, fueron puestas a salvo en el año de 1924, fecha del cierre del templo, por estos mismo lazos parentales o amistosos. La escisión de la sociedad tirindarense entre "bolcheviques (como eran identificados por sus oponentes los agraristas) y católicos" fue tal que durante muchos años, se recuerda hoy, no hubo uniones matrimoniales entre personas de uno y otro bando.

Situado el agrarismo como proyecto político y sus impulsores en el gobierno local, tal como lo relataría Primo Tapia en una misiva de 1925,27 prácticas sociales y culturales ligadas al catolicismo fueron desplazadas o desterradas. Sobre estas volveré adelante, por ahora únicamente terminar indicando que lo ocurrido en la localidad de Tiríndaro es relejo de un proyecto de estado nacional que observaba en la iglesia católica cierta amenaza a la instauración de su proyecto de gobierno homogéneo y unificador, de allí, tal como sostiene Roberto Blancarte,28 que para los gobiernos posrevolucionarios la existencia de una iglesia católica únicamente podía ser imaginada como eminentemente nacional sujeta a los ordenamientos del gobierno mexicano.

 

Agrarismo y educación: la acentuación de un proyecto

Febrero de 1924 es la fecha en que se emitió la resolución presidencial mediante la cual se reconoció la dotación de 792 hectáreas a la localidad de Tiríndaro, tomadas de las haciendas El Cortijo y Cantabria.29 Oficialmente la resolución marcó una nueva etapa en la vida de los tirindarenses, en adelante, visiblemente con tendencia anticlerical y agrarista. De hecho sobre el principal líder agrario de la localidad, Severo Espinoza, se decía que en su lucha manifestaba un "profundo sentimiento anticlerical y su tendencia a la violencia eventualmente le valieron a Tiríndaro su fama de centro de un tipo de política salvaje y, posteriormente, de ser un baluarte del cardenismo".30

El agrarismo como práctica social y política sentó sus reales en Tiríndaro, aunque para ello se valieron los líderes locales del apoyo de personas y personajes externos a la localidad. El hecho de que hoy en la localidad existan descendientes de agraristas provenientes de otras localidades, obedece al hecho de que fueron ellos quienes se posesionaron, en acuerdo con los líderes y demás agraristas, de las tierras ganadas, ante la negativa de los locales de tomarlas. Así, "vinieron foráneos, como los de Cofradía, que agarraron las tierras".31 Es posible sostener que novedosas formas de convivencia y prácticas sociales habrían de operar a partir de aquí. Con el agrarismo se inició una novedosa etapa de configuración de reglas y valores que dio pie a una igualmente novedosa moralidad pública; sobre esto abundaré adelante.

En un momento en que se debatía y buscaba consolidar política, social y culturalmente el destino de una recién proyectada nación mexicana emanada de la revolución, la dotación de tierras resultaba acorde a este proyecto. De allí que la reforma agraria, el más destacado y permanente proyecto político integrador de los gobiernos posrevolucionarios, para la ciénega de Zacapu (al igual que para otras regiones) se significara en un proceso de institucionalización entre las comunidades solicitantes de tierras y el Estado que las concede.32

Tiríndaro como localidad, fue bajo este sentido que se ligó a la recién proyectada nacionalidad mexicana posrevolucionaria. Una nacionalidad que desde al menos el siglo XIX se había imaginado entre intelectuales y políticos como sedimentada sobre una figura y tipo social: el mestizo de la clase media. No es pues fortuito que la producción literaria posrevolucionaria en México, al igual que la literatura del último cuarto del siglo XIX, compartieran la preocupación por retratar y redefinir la nacionalidad mexicana.33 En el siglo XIX la producción literaria con los "científicos" en el poder es vista como una razón de estado para transformar la realidad; en el siglo XX postrevolucionario como una decisión de los intelectuales por deinir la "nacionalidad mexicana" que en gran medida se había redescubierto con la revolución de 1910-1917.34

Los esfuerzos institucionales bajo esa premisa fueron dirigidos a conformar la figura y tipo social que habría de dar rostro y modernidad a México. En el campo mexicano una pléyade se dispersó en misiones modernizadoras.

La figura del maestro rural en este contexto cobró gran importancia por su labor integradora y modernizadora. Bajo su tutela se buscaba encauzar social y culturalmente a los mexicanos, es decir, educar en todos los sentidos al "pueblo" para sacarlo de la ignominia y podredumbre moral. Con cierta aura redentora estos maestros habrían de comprometerse con el proyecto revolucionario al extremo de lindar sus acciones con el martirio. De la llamada novela de la revolución, abundantísima en ejemplos de lo anterior, extraigo citas, de la pluma de Martín Luis Guzmán para mejor ilustrar:

Instalé mi escuela (en Kinchil, Yucatán, pueblo temidísimo por su fama de violencia y sus crímenes) y la abrí: no se presentó nadie. Entonces me eché a buscar niños y adultos que quisieran recibir mis enseñanzas; pero confirmé pronto -yo ya lo sabía- lo difícil de aquella catequización. Amedrentados por las advertencias de la gente dominadora del pueblo, los campesinos huían de mí, o se ocultaban [...] Las autoridades del municipio, que me esperaban reunidas, no me guardaron formulas ni cortesías. Sin muchos rodeos me dijeron que me meterían a la cárcel si no renunciaba a seguir instruyendo a los campesinos que había logrado seducir con mis ideas disolventes. Y como yo les contesté que la cárcel no me asustaba, me amenazaron con golpearme y martirizarme.

-No será usted -me decían, sonriendo con sus ojos acostumbrados a la crueldad-. No será usted el primero ni el último. Les respondí que estaba bien.

-Pueden martirizarme -les dije-, si se atreven: yo no abandono mi deber. Y si mis doctrinas les chocan por disolventes, denúncienlas y acúsenme a mí. Yo también informaré de todo al presidente de la República.

La firmeza de mi actitud les hizo ver lo inútil de sus amenazas; ante lo cual, por entonces, me dejaron volver sano y salvo a mi escuela. Allí me esperaban, temerosos y agitados, mis quince campesinos. Así seguí la lucha.35

Pedro Reyes, pudo ser el protagonista de las obras realizadas en Kinchil, fue sin embargo en Tiríndaro el promotor de obras parecidas a las relatadas por Martín Luis Guzmán. De grata memoria entre los letrados de la localidad, sobre todo entre los profesores, Pedro Reyes es reconocido por su labor educativa entre los tirindarenses; de él se dice:

Corría el año de 1931, cuando llega a nuestro pueblo un maestro rural de nombre Pedro Reyes; el maestro Pedro era un gran profesor, de esos que en la actualidad tanto necesita Tiríndaro; su intenso deseo por ayudar a nuestros indígenas y su gusto por el trabajo, pronto se capitalizarían en evidente progreso social en nuestra comunidad.

A los pocos días de su llegada, el maestro Pedro se hizo rodear de un grupo de jóvenes entusiastas; a los que les platicó la importancia del deporte, tanto para la salud física como para la salud mental; así como lo que podría significar en la vida del pueblo, que por aquel tiempo se debatía en medio de violentas pugnas entre los caciques de nuestra población.

Como dato complementario de la obra del maestro Pedro Reyes, diremos que él fue quien trazó la plaza del lugar con sus jardines y callecitas empedradas, esta obra la realizó con la colaboración de sus alumnos y deportistas del lugar. Tanto quiso Don Pedro a Tiríndaro, que pidió a sus amigos que a su muerte se le sepultara en el campo santo de la comunidad que tanto amó, porque nuestro maestro se proclamó hijo adoptivo de Tiríndaro y Tiríndaro amorosamente adoptó a quien tanto amor le profesó.36

La modernización social y cultural mediante la educación, de la cual formaba parte la labor del profesor Reyes, dirigida sobre todo a las poblaciones indígenas, fue impulsada de forma destacada en los gobiernos estatales y nacionales del general Lázaro Cárdenas.

[...] el Gral. Cárdenas se distinguió en su periodo de gobernador 1928-1932, por su decidido apoyo a las instituciones educativas federales dirigidas a las comunidades indígenas, tales como las dos misiones culturales de Charapan y Paracho, Michoacán, mencionadas anteriormente, y a todo el magisterio en general, sobre todo en la época llamada guerra de los cristeros.37

Los tirindarenses parecen haber sido particularmente receptivos de estas políticas educativas y de la labor de los misioneros culturales (jóvenes profesores de enseñanza rural),38 los cuales buscaban capacitar sobre todo a la población indígena en "actividades agropecuarias, pequeñas industrias, higiene, deportes y educación cívica".39 El proyecto en Tiríndaro resultó exitoso y es hoy visible en los altos niveles de escolarización y profesionalización.

Enrique Guerra Manzo cita un informe del año 1935 que el inspector de la zona escolar de Pátzcuaro, que incluía a Zacapu, envió a la Secretaría de Educación Pública en el que se releja la aceptación y compromiso de la población con la escuela y los maestros rurales. El inspector para ilustrar lo anterior relataba el caso de la comunidad de Tiríndaro, señalaba:

[...] comunidad esencialmente de ejidatarios entusiastas, activos, progresistas y de un ideal vigoroso. Con estos elementos me puse en comunicación directa. Instantes después de mi arribo al poblado tenía delante todos los núcleos organizados, con un afán admirable de conocer el objetivo de las visita y también para exponer sus problemas y dar a conocer su programa de acción [...] Convencidos de lo provechoso de la visita trataron de poner de manifiesto sus adelantos en el deporte, en la música y en los bailables regionales hábilmente dirigidos por su maestro, el profesor Manuel Chávez. Expusieron sus puntos de vista y demostraron su identificación absoluta con el Gobierno [...] Pusieron de relieve la conciencia que tienen de las luchas sociales, lo cual es muy laudable porque no se trata de un grupo manejado por líderes, sino colectividades que cuerpo a cuerpo van conquistando las primicias de la Revolución, incubadas en la Escuela Rural.40

En lo único que se equivocó el relator fue en señalar que no había lideres manejando a la población. Por lo demás la labor de escolarización fue sumamente exitosa. La lengua original, en este caso la purhépecha, relegada del proyecto modernista de los estados nacionales y minusvalorada en la enseñanza escolarizada cayó en franco desuso entre los tirindarenses, otrora república de naturales.

Lo anterior, es necesario indicar, se enmarca en un proceso de institucionalización de la vida social y política de México, llevada a cabo de manera consecuente a partir de la década del treinta del siglo XX. Al parejo del proceso de institucionalización se buscó desde las agencias gubernamentales la modernización productiva, además de la socio-cultural mediante la escolarización.

En términos de lo primero se realizaron acciones tales como el desplazamiento o la franca desaparición de liderazgos que resultaban en amenaza para este proyecto. El asesinato de Primo Tapia en 1926, destacado líder de la región, se enmarca en este contexto. En el mismo sentido la creación en 1929, a iniciativa del general Lázaro Cárdenas, de la Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo (CRMDT), a la cual se adhirieron líderes de obreros y campesinos que al paso del tiempo y al cobijo de la figura del general Cárdenas devinieron en caciques regionales o locales.41

La modernización productiva fue de igual modo alentada por los oicios de Lázaro Cárdenas. En el año de 1933, con la ayuda del general, los ejidatarios de Tiríndaro estrenaron un tractor que les dio servicio por quince años, y fue mediante esta relación con el gobierno y los apoyos recibidos de éste que los tirindarenses destacaron entre sus vecinos en términos de mecanización del campo.42

Sobre la modernización socio-cultural he mencionado algunos datos, para concluir sobre esto indicar que la escolarización ha tenido tal aceptación entre los tirindarenses, que hasta el día de hoy es vista como una eifciente formula de escala y distinción social. La existencia de instituciones de prácticamente todos los niveles educativos releja la alta consideración que los tirindarenses tienen hacia la educación formal. En la localidad existen dos Jardines de niños, un centro escolar primario con dos turnos, una escuela secundaria técnica, un bachillerato tecnológico y desde el año dos mil cuatro se instaló una extensión del Instituto Tecnológico Purhépecha, y, lo que ha atraído poderosamente mi atención, un colegio particular del nivel de educación básica. Uno de mis informantes me relataba que de acuerdo al conocimiento que tiene sobre la población, calcula la existencia de al menos dos profesionistas por familia43.

Un censo elaborado expresamente para ser utilizado en la recaudación de aportaciones económicas para la realización de festejos católicos, registra un alto número de profesionistas por encima de ocupaciones tales como campesinos, jornaleros, comerciantes y taxistas.44 Cifras oficiales de hace dos décadas muestran esa tendencia. Según el censo de 1990 en Tiríndaro, de un total de 2 996 habitantes, 653 de seis a catorce años saben leer y escribir, 54 de seis a catorce no saben leer y escribir; 1 590 son alfabetas de quince y más años, en el mismo rango de edad se reportan como analfabetas 295.45

Visto lo anterior a la distancia es posible aventurar entonces, que el proyecto modernizador integracionista de los gobiernos posrevolucionarios en Tiríndaro resultó exitoso. Hoy además de hallar la amplia aceptación del modelo de vida distanciada de la rural, cifrada en la profesionalización de sus miembros, encontramos un elevado grado de mestizaje y pérdida de rasgos diacríticos asociados a la identidad indígena. Pero el hecho de que el proyecto modernizador impulsado por las agencias de los gobiernos posrevolucionarios encontrara buena recepción en Tiríndaro no se debe exclusivamente a los buenos oficios de sus agentes, obedece también al carácter abierto y receptivo de esta sociedad local. Por ejemplo, en 1916, de un total de 1 593 habitantes registrados en Tiríndaro, 448 no eran originarios de esta localidad.

[...] habían llegado en el transcurso de los años de la construcción de las haciendas de la región y especialmente de la de Cantabria. Estos se avecindaron en la zona urbana de la comunidad al serles vendidos partes de los solares que eran hipotecados a los campesinos ricos y comerciantes de la comunidad, y que con el paso del tiempo pasaron a formar parte de la misma. Estos avecindados eran campesinos que incluso aprendían el tarasco y gracias a ello fueron aceptados en la comunidad.46

En la actualidad, en términos de hablantes de la lengua purhépecha, es posible observar que buena parte de la población la ha dejado de usar en la comunicación cotidiana; según reportes oficiales en la localidad de Tiríndaro, se registran a 546 personas de un total de 2 996 como hablantes de lengua indígena y español. El resto como monolingües, es decir, hablantes de castellano.47 Sin embargo, en años recientes se ha observado una revaloración de la lengua materna a tal punto que en uno de los dos planteles del nivel preescolar se alienta el uso de la misma.

Con la educación escolarizada, de gran aprecio entre los tirindarenses he dicho antes, se situaron o reforzaron valores cívicos que cultivaron un sentimiento patriótico. Prueba de ello son las fiestas patrias, con un amplio calendario de festejos (del 3 al 16 de septiembre), coordinadas por una junta patriótica elegida por mandato del jefe de tenencia. Al igual que en el caso de las fiestas religiosas de las que hablaré adelante, aquí median valores tales como la honorabilidad, la lealtad y la disposición al servicio de la comunidad, perfectamente adaptados hoy en un discurso etnicista que algunos letrados de la localidad buscan situar como contrahegemónico.

Pero la educación escolarizada, es necesario reafirmar, formó parte de un proyecto amplio que en principio se ligó a la idea de nación mexicana posrevolucionaria asentada sobre la reforma agraria. Y en este mismo proyecto se enlazaron los líderes agrarios de Tiríndaro; la acción más destacada de estos lograr la dotación de tierras. Con la tierra ganada los líderes agrarios iniciaron el proceso de renovación de valores y códigos de convivencia social. El año 1924 no sólo es significativo por la obtención del reconocimiento legal en la posesión de sus tierras; es trascendente también porque fue el año, según la memoria local, en que los indígenas armaron "revuelta contra los mestizos de la localidad"; año aciago para unos y victorioso para otros por el cierre del templo de la localidad.

Con estas acciones nuevos usos cultuales se habrían de situar en la localidad; con la vigencia de la política agrarista pasaron al clandestinaje o cayeron en desuso viejos ritos cultuales católicos. Es importante en este punto señalar cómo las imágenes y las representaciones cobran gran importancia. Tanto en el gobierno civil como en el religioso se trazan mitos que van a configurar una compleja discursividad para gobernar. Con el primero, las figuras de caudillos y agentes (llámense maestros o caciques) son trascendentes en la configuración de esa discursividad en tanto se sienten llamados o elegidos para cumplir con una misión renovadora, con el segundo, el religioso, se vuelven más evidente las representaciones sobre las imágenes sacras y aquí también existen hombres llamados al servicio o los elegidos. Unos y otros dispuestos al martirio o a la muerte.

Importa aquí resaltar que ambas sociedades: religiosa y civil, se presentan en el caso de Tiríndaro como constituyentes de una moralidad pública.

 

Iglesia y catolicismo popular: el renacer cultual y cultural en Tiríndaro

He realizado párrafos atrás anotaciones y reflexiones sobre los proyectos del gobierno nacional mexicano puestos en marcha en la localidad de Tiríndaro, ahora trataré el destierro e innovación en las prácticas cultuales católicas que me ayudarán a dilucidar lo que he presentado como argumento antes.

La intervención de la Iglesia católica en la vida social y cultural de los pueblos en México hasta antes de la revolución mexicana había sido casi indiscutible, con la excepción, como se indicó en la introducción, de la etapa del liberalismo decimonónico. Sin embargo, a partir del periodo posrevolucionario la hegemonía ideológica y cultural de la Iglesia fue confrontada mediante proyectos alternos de profesión de fe y de formación escolar. El propósito, declarado y asumido públicamente por agentes del gobierno civil, era sacar a la Iglesia de todos los órdenes de la vida de los pueblos. La moral católica, en un contexto en que la percepción sobre la vida pública va a ir cambiando gradualmente de contemplativa a activa y radical, se concibió como lastre. Esta percepción alojó en los ideólogos cupulares como en los líderes locales más modestos. El presidente de la república, Plutarco Elías Calles, sobre este tema declaró en 1934 que a la revolución le pertenecía las conciencias de las nuevas generaciones y como gobierno civil debían por tanto apoderárselas, desplazando a los enemigos (clerecía y conservadores) del espacio privilegiado donde se las apropiaban: la escuela48.

La pugna no era menor pues de antaño la Iglesia había procurado no sólo las primeras letras sino las enseñanzas éticas en los pueblos de México. Ya desde finales del siglo XIX la Iglesia católica, ante la creciente aceptación del socialismo en Europa, había reaccionado promoviendo un catolicismo activo y militante que se tradujo en acciones organizativas gremiales, etarias y de género, del mismo modo que políticas y educativas.49

En México esta política eclesial hubo de acentuarse hacia principios del siglo XX y fue fuertemente confrontada en el periodo revolucionario y su fase posterior. En la parroquia de Tiríndaro, los curas del pueblo fueron particularmente receptivos de la misma y actuaron consecuentemente formando sociedades de auxilio y ayuda mutua, organizando a obreros y campesinos, al tiempo que vigorizaban las prácticas confesionales.50

La virulencia y radicalidad de los discursos y acciones de los agraristas tendientes a erradicar de raíz el catolicismo, se explica por el fuerte arraigo que la confesión de fe y la política eclesial tenía entre los tirindarenses.

Si bien para algunos habitantes de Tiríndaro (además de los mestizos algunos indígenas) el hecho de pelear por tierras que consideraban ajenas les pareció escandaloso y hasta pecaminoso,51 el cierre de los templos y la quema de los santos les horrorizaron y hasta el día de hoy es uno de los acontecimientos que más persisten en la memoria local. Recuerdan que fue en 1924 cuando se registró la cruenta refriega entre "cristeros y agraristas" pero también cuando se cerró el templo. Fue en ese año cuando vino desde Morelia una mujer apodada "La Pelona" quien pasó cerrando todos los templos de la región: "el de Zacapu no pudieron pero el de Naranja y de Tiríndaro sí". La noche en que ello ocurrió, Severo Espinoza junto con Pablo Agustín y un "tal Gaspar" fueron los que se encargaron de quemar los santos.52 Los santos que lograron "escapar" de la quema fueron los que algunos vecinos devotos consiguieron rescatar debido a que fueron enterados de los hechos poco antes por alguna mujer de agrarista, o por algún agrarista mismo que contaba con información privilegiada. Los santos "salvados" pasaron al clandestinaje en la casa de los devotos, y el cura local a salto de mata escapó de Tiríndaro.53

Aunque difiere en cuanto a las fechas, los sucesos anteriormente narrados coinciden con la versión que registró Paul Friedrich:

[...] los hermanos Espinoza, quienes, con un grupo de combatientes, fueron una noche a la iglesia y mataron a cinco "reaccionarios". El edificio fue saqueado, algunos hombres bailaron usando las vestimentas del cura y los hogares de los "católicos fanáticos" fueron invadidos y despojados de imágenes religiosas, biblias y objetos similares. El cura se salvó escondiéndose en un pretil y, temprano a la mañana siguiente, escapó acompañado de un guía. Para fines de 1923, no había curas en Naranja, Tiríndaro o Tarejero y las iglesias y casas parroquiales habían sido convertidas en graneros, lugares de reunión o escuelas.54

El templo en la versión de los tirindarenses fue cerrado al culto en el año de 192455 y permaneció así hasta el año de 1944. En todo este periodo este edificio al igual que la casa parroquial, en manos de los agraristas cumplieron las funciones de bodega y granero. Cuando el ambiente anticlerical amainó, la denominada junta vecinal del pueblo reforzó las gestiones que había venido haciendo para recuperar tanto el templo como la casa parroquial ocupada por los agraristas. Como he dicho, en 1944 se recuperó y logró reabrir el templo, no así la casa parroquial que se mantuvo en poder de los agraristas convirtiéndola al final en el actual centro escolar que lleva por nombre el del líder agrario: Severo Espinoza.

Con la reapertura del templo se iniciaron los trabajos de remodelación material del mismo y se puede decir de reencauzación evangelizadora de los fieles. Grande fue el contento y la fiesta en esa ocasión, relatan. Se volvió a festejar a los santos reyes, patronos de la localidad y se reanimaron los bailes y demás tradiciones festivas del pueblo. Todas las prácticas cultuales asociadas sobre todo con las fiestas religiosas indígenas observaron un renuevo.

Es así como el día de hoy, alguien que interrogue sobre las prácticas culturales indígenas, encontrará en el interlocutor tirindarense una referencia inmediata a las fiestas católicas y a los bailes tradicionales (moros, pukes, maringias, vaqueros). Con la religión católica post-agrarista en Tiríndaro, se renovaron prácticas no solo cultuales sino de tipo cultural que dan sentido e identidad indígena a esta localidad con gran composición mestiza.

El calendario festivo católico es muy amplio y cubre prácticamente todo el año. Destaca por su complejidad ritual y su aparentemente sencilla organización.56 Para ejemplificar retomaré la celebración de la virgen del Rosario. Se efectúa el 8 de octubre. El día treinta de agosto se inicia un novenario en honor a la virgen del Rosario. Al término de esta novena, el día 8, se festejan las "coronitas", un ritual en el que panes con formas circulares, que semejan una corona, son colocados en las cabezas de las y los cargueros principales.

Todo este rito se lleva a cabo en casa del o la carguera principal, y frente al altar cuidadosamente adornado con lores, llamado entre los tirindarenses "enrosado", donde se halla la imagen de la virgen. Esta coronación ocurre en un espacio perfectamente delimitado. He señalado que es frente al altar de la virgen, pero además, bajo un manto de color azul que atado a unas "varitas" es sostenido por los cuatros extremos, por igual número de jovencitas, denominadas guananchas. Aunque en la ocasión que presencie el rito no ocurrió lo que a continuación relataré, me indicaba uno de mis informantes que ha sido frecuente que cuando existe empatía entre matrimonios y alguno de ellos tiene hijos menores de edad, es probable que en el marco de este evento se trasladen hasta el cobijo del manto y allí establezcan un vínculo de compadrazgo. El vínculo establecido en ese momento adquiere igual validez, me indicaban, que si hubiese ocurrido en un templo.

Sobre este hecho he aventurado una explicación, pero antes es pertinente señalar dos situaciones. La primera es la propagación del sentimiento anticlerical en la localidad con la actividad de los agraristas. Señalé párrafos atrás que en el año de 1924 los agraristas que cerraron los templos quemaron también las imágenes de los santos. La única imagen que escapó de la quema fue la de la virgen del Rosario, misma que fue resguardada por miembros de una familia de Tiríndaro que hoy se conocen como "encargados o dueños" de ella. La segunda cuestión es que en la reclusión de la vida privada se continuaron las prácticas de fe católica y sin duda la veneración de imágenes.

Haciendo conexiones entre los anteriores hechos aventuro que, ante la imposibilidad de continuar cultivando la fe católica y los lazos rituales tales como el compadrazgo de forma abierta y pública, los católicos de Tiríndaro encontraran propicio, aún en el clandestinaje, tender estos lazos frente a la única imagen religiosa a la que podían tener acceso: la de la virgen del Rosario.

Casos como el que a continuación refiero me hacen pensar lo anterior. Un poblador de Tiríndaro me relataba cómo fue bautizado en el clandestinaje en los días del agrarismo por un sacerdote huido de su parroquia, teniendo como testigos únicamente a sus padres y a las personas más allegadas a ellos: hermanos y abuelos.57 Resulta probable que los actuales y eventuales compadrazgos establecidos durante el rito de las "coronitas" en un espacio cerrado (la casa del carguero en turno) sean un remanente de aquellas prácticas católicas clandestinas de la época del agrarismo.

Algunas anotaciones inales en relación con la fiesta en honor a la virgen del Rosario. Como lo señalaba antes, esta fiesta se realiza por cargo.

Las figuras de autoridad en esta fiesta son: el carguero principal, el primer urete y el segundo urete, el piscal, el kengue, el carare y el copalero. A ellos o ellas les acompañan otro grupo menor de cargueros quienes contribuyen de diversos modos para el desarrollo de la fiesta (ofreciendo comida a los asistentes, encargándose de comprar el manto de la virgen, etcétera) en el período de cuatro viernes en que se desarrolla la fiesta, iniciando el primer viernes del mes de septiembre concluyendo el día 8 del mes octubre.

El cargo (ya sea mayor o menor) lo toman quienes tienen alguna manda o promesa ante la virgen. Los cargueros de los años 2004 y 2005, por ejemplo, previamente habían migrado a los Estados Unidos, y en agradecimiento por "la licencia que les permitió la Virgen de estar allá" ofrecieron la fiesta en su honor.58 Esta cualidad de libre asunción del cargo principal se repite en los menores y en estos últimos casos se hace como un ofrecimiento de acompañamiento al principal. Es de ese modo como el sistema de cargos, queda conformado por 15 cargueros. Ha ocurrido que cuando el carguero principal recibe la virgen le sea ofrecido un innumerable apoyo o acompañamiento en el desarrollo de la fiesta, pero también ha ocurrido lo contrario. Así, "ha habido personas a las que le sobran gentes y otras a las que le faltan". Que ocurra una u otra situación releja la estimación social y la honorabilidad del carguero.

Hay en este caso una moralidad que se funda sobre códigos y valores (honradez, honor, servicio a la comunidad, bondad) aceptados socialmente enmarcados en la religiosidad católica. En este sentido la sociedad tirindarense se mantiene vigilante de la observancia de estos valores y códigos y una forma de transmitirlo y sancionarlo es el festejo religioso, aun cuando quien efectúe la celebración católica sea un individuo, como se muestra a continuación.

Santiago Reyna59 es un caso ilustrativo de lo anterior, su figura, como intentaré brevemente explicar, es importante en el concierto de esta configuración de reglas y valores entre los tirindarenses. Festeja a la virgen del Rosario el día 14 de octubre; a diferencia del festejo descrito antes, él lleva a cabo la fiesta, puede decirse, de manera individual.

Destacado y reconocido impulsor del culto a la virgen del Socorro en la localidad, al cabo del tiempo y por diferencias personales con el sacerdote en turno hace más de cuarenta años mutó su labor a la difusión del culto a la virgen del Rosario. Mutación dada no exclusivamente por sus diferencias personales con el sacerdote, sino por revelación divina. Cuarenta y cinco años ha de que Santiago Reyna andando "hacia el cerro" recibió las señales que le habrían de guiar al lugar en que halló la imagen de la virgen María, figurada en piedra en la virgen del Rosario. Sobre esto, Santiago relata que acercándose a ella dijo:

¡Ay, Madre Santísima! mis manos no son dignas de tocarte Señora, están llenas de inmundicia, del pecado de la vida, ¡ay Señora! Perdóname. ¿Por qué no me permites saludarte con el saludo angelical? (rezo), terminando esa fe teologal, pues me puse a hablarle en mi lenguaje así: (purhé), qué le decía yo: ¡eh, Madre Santísima!, quiero que te vayas conmigo, te vas conmigo yo te voy a hacer una casita al alcance de mis posibilidades, en donde tú seas la Reina de mi hogar, la Reina del corazón de mis hijos... y la levanté y besé sus piecitos y aromaba a rosas de castilla y a incienso, y dije... ¡esto es cosa buena!

Desde entonces, con esfuerzos, Santiago Reyna cultivó la fe a la virgen del Rosario entre los tirindarenses y entre habitantes de las localidades vecinas. Hoy de gran vistosidad es la fiesta que él ofrece en honor de la virgen; grande es la asistencia de los pueblos vecinos porque dicen grandes son las gracias concedidas. Más de uno da testimonio de ellas. Merecedora entonces la virgen, a decir de su protector y difusor, de un bonito oratorio, sobreponiéndose incluso a los intentos por aminorar la fe puesta en ella. Prueba de ello la edificación (con las aportaciones económicas recibidas) del actual oratorio levantado sobre las ruinas del anterior, "quemado por manos alevosas".

De lo anterior, y para ines de este trabajo, importa enfatizar que la figura de Santiago Reyna, en esta sociedad local, representa una especie de síntesis de valores y códigos morales católicos, escenificados en las festividades. Incluso, la vida personal de Santiago es en algunos sentidos representativa de la trayectoria social y cultural de Tiríndaro, de hecho, él lo ha entendido así cuando reiere a la historia de su pueblo y su historia personal, impregnadas ambas por el sufrimiento y martirio a causa de su fe. Huérfano a la edad de cinco años es criado por sus padrinos de bautizo; muerto su padrino por las armas de los agraristas quienes lo identificaban como del bando contrario, tuvo que padecer por partida doble la orfandad. Por ello, en una lectura salvacionista y mística airma que "Si de aquí salió el caudillo (Severo Espinoza) que provocó todo esto, entonces, de aquí tenía que salir la persona que levantara lo destruido". Pero la figura de Santiago Reyna es también trascendente hoy porque introduce, en una sociedad local que en los últimos años ha realizado un proceso de revaloración cultural y reivindicación étnica, nuevos cultos religiosos que son asumidos por algunos promotores de esta nueva política etnicista como fundacionales de esta sociedad. Curiosamente muchos letrados que controlan el discurso de la diferencia cultural y étnica supuestamente arraigada en las fiestas tradicionales católicas, no reconocen la deuda con la labor misionera de Santiago Reyna.

En la actual sociedad tirindarense, con algunos miembros conceptualizándola como puramente indígena, un mestizo católico ha sido promotor de lo que se identifica como visiblemente más indio. Cabría decir, para cerrar, que estamos sin duda asistiendo, en esta sociedad, a una nueva fase de promoción de moralidades y visiones de sociedad local en la que se están imbricando los valores venidos del proyecto estatal, los de la Iglesia católica y el catolicismo popular con los de un indianismo que se plantea como políticamente alternativo y contrahegemónico.

 

Conclusión

El laicismo en las sociedades liberales occidentales, históricamente ha buscado limitar la incidencia de las sociedades religiosas en la vida pública. Pese a que ha sido este un proyecto permanente del laicismo, como doctrina política, no ha conseguido la reducción pretendida porque en su evolución el liberalismo político como medida de freno al poder absoluto y la arbitrariedad ha planteado la libertad de credo de los individuos, del mismo modo que de asociación, en ese mismo sentido el valor de la tolerancia ha sido un instrumento de garantía de los derechos negativos de los sujetos frente al gobierno civil.

En Tiríndaro, en los momentos más álgidos del conflicto entre agraristas y católicos, es posible ver esa tensión. Aquí los católicos apelaron a sus derechos de libertad de culto y profesión de fe como forma de freno al poder ascendente y hegemónico de los líderes agrarios, agentes del gobierno civil en la localidad. En 1930, un grupo de mujeres envió una carta al presidente de la república en la que decían: "Estando enteradas de que el Supremo Gobierno se dignó dar libertad a los cultos religiosos suplicamos a Ud. con encarecimiento la gracia y supremo favor, se digne concedernos plena libertad en nuestro criterio religioso".60

Actos defensivos de fe como el anterior son relevantes no solo porque expresan el ejercicio de derechos de libertad, son también trascendentes porque ilustran el impacto que causó el arribo de novedosas nociones de sociedad y persona a través, en el caso analizado, del agrarismo.

Ha sido en este sentido que he buscado, en el presente trabajo mostrar, cómo el Estado nacional y la Iglesia como tipos de sociedad, y también como formas de gobierno, han configurado órdenes sociales especíicos. Incluso han sido coincidentes las formas y proyectos que han implementado para construir sociedad y persona: mediante la escolarización, la promoción de formas asociativas sectoriales, las ritualidades (cívicas y religiosas).

Lo relevante al final es que, en una especie de síntesis, estas formas diferenciadas de concebir y formar sociedad fueron acentuándose e imbricándose a nivel local para dar forma a un nuevo orden social y cultural que hoy busca un nuevo horizonte ponderando la diferencia cultural.

 

Notas

1 Cfr. Ceballos Ramírez, Manuel, "Iglesia católica, Estado y sociedad en México: tres etapas de estudio e investigación", en Frontera Norte, 8:15, enero-junio de 1996, pp. 91-106.         [ Links ] Gill, Anthony, The Political Origins of Religious Liberty, Cambridge, Cambridge University Press, 2008.         [ Links ]

2 Blancarte, Roberto J, "Laicidad y secularización en México", en Estudios Sociológicos, XIX:3, 2001, pp. 843-855.         [ Links ]

3 De la Peña, Guillermo, "El campo religioso, la diversidad regional y la identidad nacional en México", en Relaciones, XXV:100, otoño 2004, pp. 21-71.         [ Links ]

4 Cfr. Mallon, Florencia E., Campesino y nación. La construcción de México y Perú poscoloniales, México, El Colegio de San Luis-El Colegio de Michoacán-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2003;         [ Links ] Annino, Antonio, "Pueblos, liberalismo y nación en México" en Antonio Annino y François-Xavier Guerra (Coordinadores), Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.         [ Links ]

5 Mümmert, Gail, Tierra que pica. Transformación social de un valle agrícola michoacano en la época postreforma agraria, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994.         [ Links ]

6 Mummert, Tierra que pica.

7 Cfr. Tanaka, Masahiko. "Relatos de Tiríndaro en torno de un líder local: la imagen de Severo Espinoza", en Carlos Paredes Martínez y Marta Terán (Coordinadores), Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, vol. II, México, El Colegio de Michoacán-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Instituto Nacional de Antropología e Historia-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2003.         [ Links ]

8 Documento dirigido al gobierno del estado de Michoacán por la organización nación purhépecha, noviembre de 1994, citado en Máximo Cortés, Raúl, "Orígenes y proyecto de Nación P'urhépecha", en Paredes Martínez y Terán, Autoridad y gobierno indígena en Michoacán.

9 Véase al respecto Martínez Múgica, Apolinar, Primo Tapia. Semblanza de un revolucionario. michoacano, México, El Libro Perfecto, 1946 y Friedrich,         [ Links ] Paul, Revuelta agraria en una aldea mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1981.         [ Links ]

10 Paul Friedrich, en su libro Revuelta agraria en una aldea mexicana, registra el año de 1909 como el momento en que se inicia la lucha agraria en Tiríndaro, no explicita si es la lucha por la vía de la restitución que se caracterizó por su carácter legal y pacifico o si es la de dotación con carácter violento, como se registra en la memoria colectiva de los tirindarenses.

11 Cfr. Domínguez, José Luis, "Zacapu: un pueblo que trabaja", en Sergio Zendejas (Coordinador), Estudios Michoacanos III, El Colegio de Michoacán-Gobierno del Estado de Michoacán, Zamora, 1989;         [ Links ] Martínez Múgica, Apolinar. Primo Tapia. Semblanza de un revolucionario michoacano, México, El Libro Perfecto, 1946;         [ Links ] Poot Capetillo, Efraín Eric, "Origen y funcionamiento del sistema de partidos en Zacapu, Michoacán", en Jesús Tapia Santamaría, Intermediación social y procesos políticos en Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992.         [ Links ]

12 Agradezco a uno de los dictaminadores anónimos del artículo la precisión y ayuda para situar históricamente este proceso.

13 Embriz Osorio, Arnulfo, La liga de comunidades y sindicatos agraristas de Michoacán. Práctica político-sindical, 1919-1929, México, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1984, p. 44.         [ Links ]

14 Informe a la junta de reclamaciones citado en Embriz Osorio, La liga de comunidades y sindicatos agraristas de Michoacán, p. 43

15 Friedrich, Revuelta agraria en una aldea mexicana.

16 Tanaka, "Relatos de Tiríndaro en torno de un líder local".

17 Sobre el liderazgo de Primo Tapia véase Friedrich, Revuelta agraria en una aldea mexicana.

18 Cfr. Martínez Múgica, Primo Tapia; Embriz Osorio, Arnulfo, y Ricardo León García, Documentos para la historia del agrarismo en Michoacán, México, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1982.         [ Links ]

19 Cfr. Reyes García, Cayetano, Tzacapu: las piedras universales, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998.         [ Links ]

20 Véase al respecto Martínez Múgica, Primo Tapia.

21 En el archivo de la Jefatura de Tenencia es posible observar hacia la segunda mitad del siglo XIX registro de pleitos de todo tipo buscando ser o siendo resueltos por el entonces alcalde único del pueblo de Tiríndaro. Archivo de la Jefatura de Tenencia de Tiríndaro (en adelante AJTT), carpetas varias.

22 Archivo del Registro Agrario Nacional [delegación Morelia] (en adelante ARANM), expediente Tiríndaro dotación núm. 38.

23 Paul Friedrich, en Revuelta agraria en una aldea mexicana [Fondo de Cultura Económica, México, 1981]         [ Links ], afirma erróneamente que Félix y Severo Espinoza son hermanos. En realidad, tal como lo relatan un sobrino y sobrino nieto de este último en Tiríndaro, ambos eran "compañeros de lucha" no hermanos. El único hermano de Severo Espinoza era Telésforo, quien además de compañero en la lucha, fue uno de sus más afamados matones. Félix Espinoza, por otro lado, era el ideólogo del agrarismo en la localidad (entrevistas AEG, AE; julio-agosto de 2005).

24 Entrevistas a SAE, HAT, DA, agosto de 2005; septiembre de 2006 y diciembre de 2007, Tiríndaro, Michoacán.

25 Los datos provienen de Carpeta del año 1925 en el AJTT y de entrevistas: da mayo de 2005 y septiembre de 2006; AE septiembre de 2005; NE agosto de 2007.

26 Entre los católicos y contrarios a los agraristas que se recuerda fueron asesinados o escarmentados en este ambiente de agresión y de disputas de tierras figuran: Jesús Anguiano, Honorato Ruiz, Lorenzo Andrade y Víctor Aparicio (líder de los católicos). Entrevistas AE, SMC, DPA, junio-noviembre de 2005.

27 Cfr. Martínez Múgica, Primo Tapia.

28 Blancarte, Roberto citado en Jesús Morales Bermúdez, Entre ásperos caminos llanos. La diócesis de San Cristóbal de Las Casas, 1950-1995, México, JUAN PABLOS-UNICACH-UNICH-COCYTECH, 2005.         [ Links ]

29 ARANM, exp. Tiríndaro dotación núm. 38.

30 Friedrich, Revuelta agraria en una aldea mexicana, p. 77.

31 Entrevistas SAE, agosto-septiembre de 2005.

32 Dietz, Gunther, "Movimientos indígenas y ongs en México. Desarrollo, autonomía y ciudadanización en México", en Nueva Sociedad, núm. 164, noviembre-diciembre 1999, pp. 45-55.         [ Links ]

33 Lameiras, José, "Una identidad mexicana decimonónica en la literatura novelística", en José Eduardo Zárate Hernández (Editor), Bajo el signo del Estado, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1999.         [ Links ]

34 Sobre la polémica que en torno a este tema se suscitó entre los intelectuales en la época posrevolucionaria en México véase Sheridan, Guillermo "Entre la casa y la calle: la polémica de 1932 entre nacionalismo y cosmopolitismo literario", en Roberto Blancarte (Compilador), Cultura e identidad nacional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Fondo de Cultura Económica, 1994.         [ Links ]

35 Guzmán, Martín Luis, "Kinchil" en El Universal, suplemento de cultura Confabulario, ciudad de México, 27 de agosto de 2005, pp. 2 y 3.         [ Links ]

36 Río Baltasar, Héctor del "¿Cómo y cuando llega el deporte a nuestro pueblo?", en La Chispa de la llama, 1:3, junio de 2001, pp. 18-19.         [ Links ]

37 Reyes Rocha, José, María Luisa Miaja Isaac y Abelardo Torres Cortés, La educación indígena en Michoacán, Morelia, Gobierno del Estado-Instituto Michoacano de Cultura, 1991, p. 31.         [ Links ]

38 Como testimonio tangible de la labor de estos misioneros culturales puede verse un mural en las actuales instalaciones de la jefatura de tenencia del pueblo.

39 Reyes Rocha, José, María Luisa Miaja Isaac y Abelardo Torres Cortés, La educación indígena en Michoacán, p. 30.

41 Embriz Osorio, Arnulfo, y Ricardo León García, Documentos para la historia del agrarismo en Michoacán.

42 Mummert, Tierra que pica.

43 Entrevistas HA, agosto-noviembre de 2005, Tiríndaro, Michoacán.

44 Hasta ahora he realizado el conteo de uno de cuatro cuarteles en que se divide el trazo de la localidad, sin embargo el caso es ilustrativo: de un total de 150 cabezas de familia registradas en este cuartel, 35 de ellas están integradas por profesionistas; 8 de estas cabezas de familia están a su vez registradas como matrimonio profesionista, lo cual hace un total de 43. Por otra parte, 50 cabezas de familia se reportan como ejidatarios y jornaleros y los 65 restantes se dividen entre comerciantes, jubilados, obreros y taxistas. Archivo Personal Hermilo Alonzo Téllez (en adelante APHAT), carpeta festejo de la virgen del Rosario, Tiríndaro, Michoacán.

45 XI censo general de población y vivienda. Michoacán. Resultados definitivos. Datos por localidad. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 1990.

46 Embriz Osorio, La liga de comunidades y sindicatos agraristas de Michoacán, p. 89.

47 XI censo general de población y vivienda. Michoacán. Resultados definitivos. Datos por localidad. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 1990.

48 Blancarte, Roberto, Historia de la iglesia católica en México, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio Mexiquense, 1993, p. 32.         [ Links ]

49 Sobre la acción y pensamiento social católico o catolicismo social consúltese el trabajo de Manuel Ceballos Ramírez, "La encíclica Rerum Novarum y los trabajadores católicos en la ciudad de México (1891-1913)", en Historia Mexicana, XXXIII:1, julio-septiembre de 1983;         [ Links ] y el de Roberto Blancarte, Historia de la iglesia católica en México.

50 En esta parroquia fue el cura José Reyes Orozco quien implementó la acción social católica. Organizó una sociedad de obreros católicos, la Liga de Madres Católicas y una caja de ahorro para los campesinos. Además a partir de 1920 se registran como sociedades activas en la localidad a la Acción Católica Mexicana (ACM) y a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). El párroco José Padilla da cuenta de estas acciones en un mecanoscrito inédito localizado actualmente en el Archivo de Notarias de la Parroquia de Tiríndaro (ANPT, en adelante).

51 Esta visión, según los agraristas, era fomentada por los curas. En una lectura posterior de los acontecimientos, el párroco de Tiríndaro José Padilla Villicaña, en un libro publicado en el año de 1977, además de rescatar la historia de la parroquia, planteó la idea de que contraria a la acusación de los agraristas, la iglesia católica desde sus preceptos universales se oponía y se hubiese opuesto a tolerar la situación de opresión en que eran mantenidos los campesinos de la región en las haciendas. Consúltese Padilla Villicaña, José, Tiríndaro, Morelia, Fimax Publicistas, 1977.         [ Links ]

52 Entrevistas SMC, DPA, DA, Tiríndaro, mayo-junio 2005, septiembre de 2006.

53 Padilla Villicaña, Tiríndaro.

54 Friedrich, Revuelta agraria en una aldea mexicana, p. 150.

55 Algunos habitantes de Tiríndaro refieren el año 1926 como la fecha en que fue cerrado el templo, esta fecha es sin embargo la menos difundida aunque coincidente con la decisión de la jerarquía católica de México de cerrar los templos al culto. Agradezco a uno de los dictaminadores de este artículo la contextualización y precisión sobre la decisión oficial religiosa de cerrar templos al culto y señalar además la posible coincidencia con la memoria local.

56 Inicia el año con el festejo de los santos reyes, patronos de la localidad, los días 4 al 6 de enero, y se concluye el año con la fiesta del tacare o niño Dios (15 de diciembre); entre estas dos se celebran y solemnizan: la semana santa (fecha variable entre marzo y abril); virgen del Socorro (11 al 13 de mayo); coronitas (8 de septiembre); novenarios y actos rituales previos a la celebración de la virgen del Rosario (durante cuatro viernes de septiembre); virgen del Rosario (7 y 8 de octubre); virgen del Rosario (15 y 16 de octubre); Santa Cecilia o día del músico (22 de noviembre) y virgen de Guadalupe (12 de diciembre).

57 Entrevistas RS, octubre de 2005, Tiríndaro, Michoacán.

58 Entrevistas CVM, agosto-octubre de 2005, Tiríndaro, Michoacán.

59 Para guardar la identidad de la persona ha sido cambiado el nombre.

60 Archivo General e Histórico del Poder Ejecutivo de Michoacán (AGHPEM), serie asuntos religiosos, año 1930, expediente número 263, caja 14. Una serie más de cartas, fechadas durante el año 1930, en el mismo sentido de apelación se localizan en este mismo archivo y expediente.

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