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Tla-melaua

versión On-line ISSN 2594-0716versión impresa ISSN 1870-6916

Tla-melaua vol.13 no.47 Puebla oct. 2019  Epub 07-Oct-2020

 

Artículos de investigación

¿Sacralización política o mesianismo? Los liderazgos políticos de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Donald Trump y Jair Bolsonaro

Political sacralization or messianism? The political leadership of Nestor Kirchner, Hugo Chávez, Donald Trump and Jair Bolsonaro

Maria Fatima Pinho De Oliveira* 
http://orcid.org/0000-0002-7539-5620

* Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela, Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas. (mpinho@usb.ve)


Resumen

El presente análisis estudia el surgimiento de cuatro liderazgos. Ciertos autores han planteado que su consolidación se ha logrado de la mano de procesos de sacralización política, mediante la cual se les construye una imagen de personajes providenciales, cuya misión es redimir a la sociedad de la opresión y mostrar el destino histórico hacia el cual debe dirigirse. Ejemplos de esto son Donald Trump, Néstor Kirchner, Hugo Chávez y, más recientemente, Jair Bolsonaro. Se analiza brevemente si efectivamente dichos liderazgos han sido objeto de sacralización política para concluir que sí existe sacralización política en los liderazgos de Kirchner y Chávez; lo que se presenta en Trump y Bolsonaro es una tendencia al mesianismo político. Los cuatro líderes analizados tuvieron una tendencia al mesianismo, pero Kirchner y Chávez fueron sacralizados.

Palabras clave: Sacralización política; liderazgo y mesianismo

Abstract

The present writing analyses the emergence of four ways of leadership. Certain authors have argued that their consolidation has been achieved by the hands of a political sacralization processes. through which they have built an image of providential characters, whose mission is to redeem the society of oppression and show the historical destiny to which it is destine to. Examples of these leaderships are Donald Trump, Nestor Kirchner, Hugo Chavez and, more recently, Jair Bolsonaro. These leaderships have indeed been subject to political sacralization to conclude that there is political sacralization in the leadership of Kirchner and Chávez; Therefore, Trump and Bolsonaro are also a tendency towards political messianism. The four leaders analyzed have a tendency towards messianism, but Kirchner and Chávez were sacralized.

Keywords: Political sacralization; leadership and messianism

Sumario:

1. Introducción / 2. Metodología / 3. Breves antecedentes / 4. Autoritarismo, totalitarismo y populismo / 5. El mesianismo político: el sometimiento voluntario al redentor / 6. La sacralización política / 7. El liderazgo político y el carisma / 8. El uso religioso de la política o el uso político de la religión y la trascendencia inmanente / 9. Análisis del proceso de sacralización política de: Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Donald Trump y Jair Bolsonaro / 10. Conclusiones

1. Introducción

La diferencia entre la sociología y la ciencia política no era considerada sustancial para los impulsores de la moderna teoría social: Tocqueville, Marx, Spencer, Durkheim, Michels, Mosca, Pareto y Weber. Su objeto de atención principal era la sociedad. Se consideraban científicos sociales en su concepción terminológica más amplia.

La sociología política se desarrolla en el campo del estudio sociológico que concentra su análisis en la interacción entre política y sociedad. Entre sus objetos y sujetos de estudio principales se pueden identificar las actitudes y la conducta política, la cultura política, la sociedad civil, los movimientos sociales, los grupos de interés, los partidos políticos, las élites, los autoritarismos y los procesos de democratización, entre otras.

En las primeras dos décadas del siglo XXI, el surgimiento de liderazgos fuertes ha sido un fenómeno político. Han logrado victorias electorales, capitalizando, con un discurso confrontativo, la representación de sectores descontentos en la sociedad. Ejemplos de esto serían Donald Trump, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, y más recientemente Jair Bolsonaro. Independientemente de la tendencia ideológica de estos liderazgos, algunos autores han planteado que su consolidación se ha logrado de la mano de procesos de sacralización política, mediante la cual se les construye una imagen de personajes providenciales, cuya misión es redimir a la sociedad de la opresión y mostrar el destino histórico hacia el cual debe dirigirse. En ese sentido, se desarrolla un breve análisis donde se plantea la existencia de un proceso de sacralización política hacia algunos o todos los liderazgos mencionados.

2. Metodología

Para abordar la sacralización política de los liderazgos de Donald Trump, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, y más recientemente Jair Bolsonaro se tiene como objetivo evaluar, a través de la revisión de la literatura científica, algunas opiniones sobre la existencia de la figura de la sacralización política o del mesianismo. Se abordan conceptos como liderazgo, mesianismo y sacralización, haciendo énfasis en la metodología de tipo documental sustentada en la revisión sistemática de la literatura científica sobre el tema de sacralización política. Se toman en cuenta varios autores para presentar una visión general de los conceptos sin ahondar en su análisis riguroso: la dominación legitima de Weber; el planteamiento de Durkheim sobre que la sociedad, en cada rito, crea y recrea el lazo social; un breve enfoque del uso de la religión en la política y la trascendencia inmanente por Gentile, Luhmann y Durkheim; y Souroujon, Álvarez y Chumaceiro, Nieto y Otero, quienes analizan el tema dentro de las bases de la sociología política. La intención es buscar evidencias empíricas sobre la presencia de la figura de sacralización política o de mesianismo en los liderazgos de Donald Trump, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, y Jair Bolsonaro.

3. Breves antecedentes

La Iglesia católica, cuna del cristianismo, tuvo como propósito la obediencia cristiana. El interés que contribuyó a la creación del cristianismo fue una doctrina de salvación, no una filosofía ni una teoría política. Los cristianos podían creer en el derecho natural, el gobierno providencial del mundo, la obligación del derecho positivo, en el gobierno, de ser sustancialmente justos y la igualdad de todos los hombres ante los ojos de Dios.1

Los teóricos políticos clásicos de la modernidad fueron los primeros en advertir la relevancia de la sacralización: Maquiavelo, al señalar el carácter instrumental que el universo religioso contiene para aquellos que disponen del poder político; Rousseau, al articular en el siglo XVIII la categoría de religión civil como corolario de su contrato social, el cimiento último y necesario para la estabilidad de la comunidad política.

En el nacimiento de la democracia tras la expansión del sufragio universal a fines del siglo XIX y principios del XX, algunos intelectuales comenzaron a observar las simetrías entre la religión, el credo socialista y democrático, consecuencia del carácter no racional del comportamiento del pueblo. Le Bon fue el que popularizó está afirmación, Pareto catalogó a la democracia como una nueva religión, y Michels subrayó el paralelismo entre el culto a los santos del pasado y el culto a los líderes socialistas de entonces.

En este orden de ideas, los padres fundadores de la sociología desarrollaron las reflexiones más profundas. Para Weber toda dominación legítima debe irreductiblemente descansar en una creencia, incluso la racional legal.2 Como sugiere Bourdieu la religión es un sistema simbólico que permite legitimar lo arbitrario de las relaciones de poder.3 Pero es particularmente Durkheim quien, al apreciar los fenómenos religiosos como construcciones de la sociedad para representar su unidad, lo toma como un principio sagrado: no es más que la sociedad hipostasiada en donde cada rito crea y recrea el lazo social.4

4. Autoritarismo, totalitarismo y populismo

Linz explica que el autoritarismo y el totalitarismo son diferentes, aunque tienen rasgos en común. El primero se caracteriza por no admitir ninguna oposición, y propone castigar a los que no muestran incondicionalidad y obediencia5. Además, en muchos casos el poder absoluto está liderado por un grupo pequeño específico, encabezado por un personaje fuerte.6 Para Linz se consideran autoritarios:

Los sistemas políticos con pluralismo limitado no responsable, sin elaborada ideología rectora, pero con distintas mentalidades, sin amplia ni intensiva movilización política, excepto en algunos momentos de su desarrollo, y en que un líder u ocasionalmente un grupo pequeño ejerce poder dentro de límites mal definidos, pero en realidad bastante predecibles.7

Los regímenes autoritarios frecuentemente penetran en la vida de la sociedad, evitando la expresión política de ciertos intereses grupales (como religión o labor) o creándolos por políticas intervencionistas, como en regímenes corporativistas. Contrariamente a algunos analistas del totalitarismo, en el caso de autoritarismo Linz utiliza el término de “regímenes” en vez de “sociedades”, dada la existencia de una clara distinción entre el Estado y la sociedad, en el interés de los gobernantes.8

Esta distinción entre el Estado y la sociedad constituye el eje de la diferencia entre autoritarismo y totalitarismo. Como explica Lagos, se entiende por totalitarismo “una especie de concepción del Estado al que no diferencia de la sociedad. A través de la violencia y el terror se adecua la realidad a la propia ideología con el fin de eliminar a individuo “en función de la especie y a las partes en función de todo”.9

Para que un sistema político clasifique como totalitario debe contar primero, con un centro de poder monista y cualquier pluralismo de instituciones o de grupos que exista deriva su legitimidad de ese centro; segundo, una ideología exclusiva, autónoma y más o menos elaborada intelectualmente, con la cual se identifican el grupo gobernante o el líder y el partido que sirve a esos líderes, y que emplean como base para su política o que manipulan para legitimarla; y tercero, se alienta, se exige y se compensa la participación ciudadana en una activa movilización en favor de tareas políticas y colectivas, participación que es canalizada a través de un partido único y muchos grupos secundarios monopólicos caracterizados por una obediencia pasiva y apática.10

En la definición de regímenes autoritarios, prefiere el uso de la palabra mentalidad en lugar de ideología. Refiriéndose a la distinción enunciada por el sociólogo Theodor Geiger quien explica que las ideologías son sistemas de pensamientos más o menos intelectualmente elaborados y organizados, frecuentemente presentados por escrito por intelectuales, mientras que mentalidades más bien son modos de pensar y de sensibilidad. Las ideologías contienen elementos utópicos, y las mentalidades tienen un vínculo más fuerte con el pasado o el presente.

Los sistemas ideológicos de convicción basados en fundamentos fijos, importante para la movilización y manipulación de masas, caracterizan el totalitarismo. Estos sistemas no se observan como cualidad de regímenes autoritarios.11 Hacia la mitad de los años, veinte se empezó a hablar en Italia de Estado totalitario para señalar, desde un punto de vista valorativo, las características del estado fascista como opuesto al estado liberal. Según Arendt, es una forma de dominio radicalmente nueva, porque no se limita a destruir las capacidades políticas del hombre aislándolo en relación con la vida política, como lo hacían las viejas tiranías y los viejos despotismos, sino porque tiende a destruir también los grupos y las instituciones que forman la urdimbre de las relaciones privadas del hombre, sacándolo de este modo del mundo y privándolo hasta de su propio yo.12

El totalitarismo es una forma excepcionalmente amplia de dictadura en la que el Estado monopoliza el control no sólo de todas las instituciones del gobierno, sino también del sistema educativo, los medios de comunicación, la ciencia y las artes, dejando poco espacio a la libertad privada.13 En el mismo orden de ideas, Arendt declara que los sistemas políticos totalitarios difieren esencialmente de otros sistemas de dominación política. Cuando surgió un régimen totalitario, se crearon instituciones políticas completamente nuevas y se destruyeron todas las tradiciones políticas, sociales y legales. Las clases sociales se convirtieron en masas; se sustituyó el sistema de partidos políticos, el centro del poder se desplazó del ejército a la policía y la política exterior se dirigió a la dominación mundial.14

Para explicar brevemente el populismo, se tomarán las opiniones de Laclau quien explica que el populismo es una forma de constituir una identidad social, donde puede existir una multiplicidad de identidades. Se orienta a determinar lo propio de la articulación identitaria populista.

Para Laclau, la base del populismo tiene que ver con la estructura social. Esta última ofrece una amplia variedad de discrepancias que generan reclamos sobre algunos puntos. Esas demandas pueden verse como peticiones de inclusión al sistema, pero si no encuentran respuestas satisfactorias se convierten en reclamos y se van acumulando. Si se extienden y se entremezclan con otros reclamos se vuelven populares.15 Así, opera un recurso retórico que introduce una distinción en el espacio social que lo divide en dos campos. Se identifica un “nosotros-pueblo” frente a un “ellos-poder”. Se constituye como tal con la elaboración de un sistema estable de sentidos colectivos capaces de movilizar a los grupos demandantes; esto es entonces la constitución de lo social.

5. El mesianismo político: el sometimiento voluntario al redentor

Después de haber analizado brevemente la distinción entre autoritarismo y totalitarismo, y un poco sobre el populismo, se pasará a vislumbrar las definiciones sobre el mesianismo político. El concepto de mesianismo, de acuerdo con la Enciclopedia Visor, se define como la doctrina relativa al mesías, que deriva del latín bíblico Messĭas, o del mesianismo como tal. En hebreo, el término messiah significa “ungido”, una persona “elegida”. Es una expectativa de un cambio profundo de la situación operado por la intervención de un líder carismático, de tipo religioso o político.16

En una entrevista de Krauze para Literal Magazine, explica la palabra redentores en la esfera política como una palabra típica del ámbito religioso, donde el mesianismo político presenta riesgos, se concentra el poder en manos de una sola persona fuerte, carismática, que convoca a su alrededor el culto de la personalidad y de quien los pueblos esperan una salvación.17 El redentor es un hombre providencial. Pero, además, está caracterizado por el apego rutinario y fanático a una ideología en el campo político. Es un mesías, una figura salvadora.

Por otra parte, Lagos manifiesta que el mesianismo se asume como parte de un entorno político social, con un significado meta-social: se espera a un “enviado de Dios”, que reestablecerá el orden y la justicia según el modelo de gobierno que el grupo específico propone y añora. “El líder mesiánico es un ser especial, al que se debe obediencia e incondicionalidad y que se instala en el poder a partir de premisas de origen indiscutible, pues provienen del campo de lo divino”.18 Se observa que la locución enviado de Dios de Lagos y el término redentor de Krauze parecen corresponderse. Ambas definiciones cuentan con una figura providencial, carismática y fuerte, a cargo de un grupo o país.

Para estructurar la legitimidad del mesianismo dentro de un sistema de dominación política, es de gran importancia el “campo religioso, constituido por iglesias, movimientos, entidades diversas, símbolos, significados, fe individual y colectiva, signos, espacios sacros”.19 Para el autor citado, el mesianismo requiere la voluntad y la obediencia de un público a unas órdenes impuestas. Sin esta voluntad no puede existir una relación de autoridad.

Basándose en el estudio de líderes con modelos políticos impuestos como Hitler, Mussolini, Khomeini, Ríos Montt y Franco, Lagos afirma que el verdadero poder de la ideología se posiciona cuando hay aceptación a título de fe, se asienta una violencia simbólica sin medios coercitivos, pero perturbando las certezas valóricas de los individuos y grupos sociales. “Esta violencia simbólica, es un discurso ideológico disfrazado, por ejemplo, de fe cristiana; es violencia disimulada tras máscara sacra”.20 Un discurso político-ideológico no religioso puede, por el camino de la fe religiosa provocada por el carisma, facilitar la adhesión de los fieles al líder.

Asimismo, Lagos explica que el lenguaje religioso y la gestualidad religiosa facilitan la introducción y aceptación de modelos conductuales. El lenguaje religioso representa la realidad del día a día, y es propio de la mayor parte de la población pobre. Las significaciones del lenguaje religioso suprimen los lenguajes de otros campos que no contienen esa racionalidad. La validez de la gestualidad religiosa, dependiente de la legitimidad del ejecutor del gesto, se muestra en “la potencia de lo divino”.

El mesianismo político dispone de un fundamento religioso que administra lenguaje, símbolos, signos, significantes y convocantes para la conciencia religiosa. Estos pueden ser peligrosamente atractivos para llenar o sustituir “las pérdidas de sentido de las masas populares”,21 decepcionadas de la estructura anteriormente estable y segura, pero hoy en crisis e incertidumbre.

6. La sacralización política

La sacralización del poder consiste en atribuir un carácter sagrado a la autoridad; es darle una cualidad de sagrado algo que no lo es, es decir se le otorga un carácter divino o divinizado.22

Una nota histórica que refieren Macías y Díaz se trata del líder Constantino, el emperador, hijo de Santa Elena, a manera de ejemplo. Quien fue el primero en sacralizar “cristianamente” su poder al usar la cruz como símbolo en su estandarte. Este emperador, adulado por sus amigos y protegidos del clero, quien profesaba la fe cristiana, dio orden de darle muerte a su esposa, a su hijo primogénito, a su suegro y a sus cuñados para no tener rivales que aspiraran al trono. Así se originó, cristianamente, la sacralización del poder.23

Según Guerra, la sacralización alude a la naturaleza de los regímenes históricamente asociados con el totalitarismo, el fascismo y el socialismo soviético.24 A tal efecto, Gentile observa que la religión de la política no constituye un simple caso homogéneo, explica que no puede asociarse exclusivamente con los totalitarismos ni con un solo tipo de régimen político;25 pueden sacralizarse las democracias, las autocracias, la igualdad y la desigualdad.26

La relación entre religión y política ha demostrado ser más compleja que lo que presumía el modelo de la ilustración, la relegación al orden de lo privado de las creencias religiosas que el proceso de secularización llevó a cabo, no supuso tal como se presuponía, la paralela superfluidad del rol fundamental que la religión ostentaba para la integración, legitimación y reproducción de la sociedad.27

Al crearse la separación entre lo religioso y lo político (Iglesia-Estado), lo político se vio obligado a reconstruirse desde su propia lógica. Con la ausencia de las religiones, que imprimían desde fuera los horizontes de certidumbre social, lo político debe asumir ese carácter teológico, clamando para sí misma la prerrogativa de determinar el sentido de la existencia humana en la tierra.28

Según Gentile, en la sacralización de la política, “los campos de la política y la religión se desdibujan y se mezclan. Refiere a la dimensión religiosa de la política en cuanto política, distinta y autónoma con respecto a las religiones históricas tradicionales”.29

Rousseau, quien desde su particular óptica acuñaría el concepto de religión civil, al comprender que la transformación de hombres naturales en ciudadanos leales e identificados con su comunidad, solo podía ser fruto de una profesión de fe civil.30

7. El liderazgo político y el carisma

El liderazgo político se define dentro de la teoría sociológica de Max Weber sobre los tres tipos de dominación.

La probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos […] En el caso concreto esta dominación (“autoridad”), en el sentido indicado, puede descansar en los más diversos motivos de sumisión: desde la habituación inconsciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines establecidos.31

La naturaleza del motivo es lo que determina el tipo de la dominación. El motivo de esta obediencia puede ser por intereses puramente materiales o racionales, lo que implica una relación relativamente débil. Sin embargo, los motivos netamente afectivos o de valor tampoco pueden representar los fundamentos de la dominación. Se necesita la creencia en la legitimidad del ejercicio del poder.32

Toda dominación procura animar e impulsar la creencia en su legitimidad. Weber distingue entre tres clases de legitimidad “según sus pretensiones típicas”. La clasificación hace que sea esencialmente diferente “tanto el tipo de la obediencia, como el cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carácter que toma el ejercicio de la dominación”.33 Los tres tipos puros de dominación legítima expuestos por el autor son los siguientes:

  1. De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de los órdenes estatuidos y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal).

  2. De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde tiempos lejanos y en la legitimidad de lo señalado por esa tradición para ejercer la autoridad (autoridad tradicional).

  3. De carácter carismático: que descansa en la entrega extra-cotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada autoridad carismática).34

En el supuesto de una dominación legal, se cumplen “las ordenaciones impersonales y objetivas legalmente estatuidas y las personas por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus disposiciones dentro del círculo de su competencia”. En el caso de la dominación tradicional “se obedece a la persona del señor llamado por la tradición y vinculado por ella por motivos de piedad, en el círculo de lo que es consuetudinario”. En el supuesto de una dominación carismática, se obedece a la personalidad carismática “por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su carisma tiene validez”.35

El liderazgo carismático tiene sustancia y compone la influencia de un líder. Con él, los líderes perfilan en el entorno lo mejor de su gente, dan lo mejor de sí mismos y encuentran el discernimiento del logro más trascendental: el logro compartido.36

En ese mismo orden de ideas, la personalidad del líder influye en la gobernabilidad democrática. James D. Barber, Greenstein,37 Harold Lasswell y George y George han realizado estos estudios. Koeneke resume estos estudios haciendo énfasis en los siguientes aspectos sobre la personalidad: el carácter y el desempeño presidencial se hallan, según Barber, en los niveles de autoestima de los gobernantes, donde:

Los activos-positivos son personas con elevada autoestima, con alta motivación al logro, tienden a rodearse de asesores y colaboradores competentes. Los activos-negativos se caracterizan por una baja autoestima, la cual buscan elevar rodeándose de adulantes. Los Presidentes de este tipo actúan de manera compulsiva e inflexible.38

Asimismo, Greenstein analiza las gestiones presidenciales, desde Franklin D. Roosevelt hasta Bill Clinton, basado en las seis características personales que, desde su punto de vista, tienen mayor incidencia en el éxito y el fracaso de dichas gestiones:

1) Efectividad del presidente como comunicador público, 2) Capacidad de organización, 3) Habilidad política, (asertividad), 4) Visión, definida como habilidad para inspirar a los ciudadanos y como agudeza para evaluar la factibilidad de las políticas públicas, 5) Estilo cognitivo analítico, e 6) Inteligencia emocional.39

Koeneke finaliza explicando que, en cualquier caso, la personalidad de un líder, tanto en sus características personales como su estructura motivacional, tiene una influencia importante en su desempeño una vez alcanzado el cargo de elección popular. Llama la atención que la primera incidencia del éxito es la efectividad como comunicador público, que caracteriza a los líderes carismáticos.

8. El uso religioso de la política o el uso político de la religión y la trascendencia inmanente

Aunque la genealogía de la “religión política” se puede remontar a menos del siglo XVII, la expresión se ganó un lugar en la historia después del establecimiento de un régimen comunista en Rusia y la aparición del fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania. Preocupados por las aspiraciones totalitarias de estos nuevos regímenes, un gran número de filósofos, teólogos y científicos políticos casi simultáneamente empezaron a hablar de “religión política”, un término que usaban para referirse a las aspiraciones religiosas que comenzaron a mostrar los reinos políticos bajo Lenin, Mussolini y Hitler.

La relación entre religión y política ha demostrado ser más compleja, la relegación al orden de lo privado de las creencias religiosas que el proceso de secularización llevó a cabo, no supuso tal como se presuponía, la paralela superfluidad del rol fundamental que la religión ostentaba para la integración, legitimación y reproducción de la sociedad.40

Por lo tanto, la religión cumple la función social de restringir el sentido de lo que acontece en el mundo con ideas religiosas.41 Linz sostiene que la religión política es concebida por los gobernantes como un medio de legitimación de un movimiento y de un sistema político.42 Rousseau presenta el concepto de religión civil al comprender que la transformación de hombres naturales en ciudadanos leales e identificados con su comunidad solo podía ser fruto de una profesión de fe civil.43 Para la historia, la religión política fue más que una herramienta analítica para la comprensión de las aspiraciones cuasireligiosas de los regímenes totalitarios.

Para Barel, Lanceros y Ferrater, la tradición filosófica y teológica occidental ha opuesto constantemente las nociones de trascendencia e inmanencia, estableciendo una distancia infranqueable entre ambas. Esta distinción central es la que hace de lo inmanente, de lo-que-aquí-está-y aquí-se-queda el mero mundo; frente, y acaso contra, una trascendencia con valor añadido.44

Para Carretero-Pasin en la tradición de pensamiento occidental se ha presupuesto que algo trascendente es ontológicamente superior a algo inmanente. De ahí que la infinita superioridad de Dios con respecto a todo lo por él creado residiese precisamente en su carácter trascendente o visto como un “traspaso de fronteras que limitan lo inalcanzable”.45

Durkheim, por su parte, señala que la recurrencia a lo social como fundamento explicativo de lo religioso obedecería fundamentalmente a que este último surgiría de una demanda orgánica emanada del interior del cuerpo social. Plantea, además, que la religión es el fundamento de la vida social y que no es posible la existencia de la sociedad sin ella. Propone la transcendencia inmanente como el recurso más acertado para descifrar el significado de la religión en el entramado social.46

El imaginario social, a modo de trascendencia inmanente, es lo que posibilitará una complementariedad entre los individuos que componen una sociedad en torno a un todo unificado; lo que propiciará la compatibilidad y una confluencia entre la disparidad de los integrantes de una sociedad. En suma, el imaginario social es aquello que ocasionará que la sociedad adopte la idiosincrasia de un cuerpo en sí mismo homogéneo.47

Maffesoli verá en la trascendencia inmanente durkheimiana, un fecundo estímulo a partir del cual se podría desarrollar un revelador análisis de las sociedades derivadas de la modernidad. Reapropiándose de la noción de trascendencia inmanente durkheimiana, las directrices esenciales de la posición de Maffesoli en torno a la relación entre religión y política son las siguientes:

  • Las sociedades descansarían sobre un presupuesto de fondo no explícito que subyacería y que sobrepasaría a las relaciones específicamente contractuales y utilitarias que mediarían entre sus miembros. Donde el punto de encuentro entre lo religioso y lo político será que se aludiría a algo fundador de grupo. Así el verdadero fundamento de lo político sería inexorablemente religioso; es decir, no habría política sin religión.

  • La esencia de lo político se basa en una “salida consentida de sí mismo” y un abandono en un nosotros colectivo proyectado en un reconocimiento y en un apego en torno a una figura carismática representativa de un impersonal divino social.

  • La religión es la trascendencia inmanente que sirve de argamasa para el mantenimiento de una comunidad. De la fuerza de lo social y el reconocimiento de que esta no puede obtenerse sino bajo un cuerpo impersonal o sustentado sobre “una fuerza de unión cotidiana” surge la trascendencia inmanente.

  • La trascendencia inmanente de cada grupo se concretizará en una imagen simbólica representativa de éste, y, al mismo tiempo, esta imagen simbólica se eleva en lo trascendente. Asociando de esta forma lo ideal (lo invisible/lo trascendente) y lo material (lo visible/ lo inmanente).48

Visto lo planteado por los diferentes autores, actualmente la relación entre religión y política en América Latina ya no puede entenderse más en forma directa. Se torna difícil comprender las complejas relaciones entre el campo religioso y el campo político y entre las creencias de los ciudadanos y sus opciones políticas en la región.

Sin embargo, las transformaciones políticas y socioculturales de las últimas décadas han influido en las transformaciones del campo religioso, acentuando su pluralidad. Por ello, el pluralismo en la política de parte de las opciones religiosas se evidencia en los contextos políticos nacionales. Esto hace que el factor religioso ya no constituya más un componente central en la lucha ideológica y política. Pero la religión continúa siendo un factor de cohesión social funcional a la gobernabilidad democrática.

9. Análisis del proceso de sacralización política de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Donald Trump y Jair Bolsonaro

A continuación, se presentan dos artículos que evidencian la importancia del discurso político, el sentimiento de afecto que puede generar un líder hacia el pueblo, así como el uso de la retórica semántica en los procesos de sacralización política.

En el primer trabajo, Nieto y Otero refieren que la conversación forma parte de la actividad humana como práctica social, al igual que la retórica como discurso bajo la concepción de Aristóteles. En palabras de Van Dijk, la retórica es un “discurso calculado para influir en un auditorio hacia un cierto fin particular”;49 además, de la “relación que tiene la afectividad con la conversación proviene que los sentimientos se manifiestan en la interacción a través de la cortesía y la modalización”.50

En el segundo trabajo, Álvarez y Chumaceiro analizaron la sacralización de la figura del líder político Hugo Chávez en el sentido de Gentile. Consideraron la sacralización como un recurso (retórico/semántico) presente en el discurso político venezolano actual, destinado a cumplir la función estratégica de legitimación. En este mismo orden de ideas, Macías y Díaz señalan que la sacralización del poder consiste en atribuir un carácter sagrado a la autoridad; es convertir arbitrariamente en sagrado algo que no lo es. El poder sacralizado es aquél al que se le da un carácter divino o divinizado.51

En resumen, de lo presentado en los párrafos anteriores, es importante la presencia de un líder carismático que utilice recursos retóricos-semánticos destinados a cumplir la función estratégica de legitimación en el poder. Ese líder carismático es quien se presenta ante el pueblo como un líder mesiánico, un salvador. Por ejemplo, Chávez asume heroicamente en la tierra el rol redentor: eliminar las injusticias del pasado, acabar con la corrupción, procurar el bien buscando la felicidad suprema, la justicia para los pobres y establecer el orden y autoridad de la nación.52

Continuando con el análisis de los artículos científicos, Souroujon presenta dos trabajos en los años 2016 y 2017 donde describe la relación entre la lógica religiosa y lo político en las democracias liberales, y sobre la religión, política y muerte.

Souroujon plantea que deben existir ciertos tópicos que deben estar presentes en los discursos políticos. Dichos tópicos se encuentran en los discursos de Kirchner y Chávez.

  • La muerte como sacrificio, presentada como consecuencia de un exceso del espíritu o la voluntad sobre el cuerpo, una muerte biológica. Los autores citados establecen en sus análisis de los discursos políticos las trascendencias inmanentes de estos líderes como mártires. El sacrificio en pos del bienestar del pueblo da origen a la presencia de un mártir político.

  • Los arquetipos de que estos líderes reencarnarían.

  • Las distintas formas en que se presenta la relación de Cristina y Maduro con los líderes fallecidos, en cuyos discursos mantienen su presencia inmanente, hacen alusión a que ellos sigue presentes; así como el estatus que los presidentes asumen en el nuevo escenario político.53

No se puede hablar de la imposición de una trascendencia inmanente desde el poder sin tener en cuenta sus tradiciones, sus emociones y los imaginarios que habitan en la sociedad. Esta trascendencia inmanente permite mantener la legitimidad del régimen político. Tanto Maduro como Fernández usan la sacralización política para estabilizar y robustecer su posición frente al ejecutivo. Esto se evidencia en el ahínco de ambos líderes por mostrar cómo sus proyectos y decisiones se encuentran otorgados por la presencia del espíritu de Chávez y Kirchner.

Para Souroujon, la sacralización de estos líderes políticos (Kirchner y Chávez) fue articulada sobre la raíz de ciertos arquetipos reconocidos por estas sociedades; lo que hace posible conectarse más fácilmente con sus creencias, y de esta forma anclar la efectividad para otorgarle significación a la experiencia política, superar el déficit motivacional, cohesionar a los seguidores y otorgarle legitimidad al poder.

Souroujon advierte que una de las características más usuales de las sacralizaciones políticas es revestir a las figuras sacralizadas con la condición de un buen padre de familia.

En la construcción de Néstor Kirchner como una trascendencia inmanente se presentan arquetipos que están anclados en el sentir de la sociedad argentina, y que se desarrolla en vida del expresidente, en la cual subyacen elementos católicos anclados fuertemente en la sociedad, con la relectura que de ellos hace la militancia radicalizada peronista de las décadas del 60 y 70.

Se hallan dos grandes modelos sobre los que se construye esta sacralización, en primer lugar, la figura de Eva Perón: el sacrificio de Kirchner reproduce el sacrificio de la trascendencia inmanente más importante que el peronismo procuró articular, muchos aspectos del martirio de Evita son reproducidos en un nuevo contexto. La muerte de Kirchner producto de un exceso interior que erosiona el cuerpo es un reflejo del proceso de sacralización política que se había construido en torno a Evita, en el cual la magra salud era representada como consecuencia de su accionar político.54

Para Souroujon, el proceso de sacralización de Chávez tiene sus comienzos en etapas previas a su muerte, en particular a partir del 2007, cuando la figura de Cristo se agrega a la de Bolívar como predecesores del socialismo. Después de la enfermedad y muerte de Chávez, el discurso oficial ha apelado de manera hiperbólica e insistente a la permanencia inmortal de la figura del líder y de su obra, hasta el extremo de propiciar su sacralización.55

La sacralización de Chávez fue ampliamente reseñada en la prensa venezolana en los días de su enfermedad. Torres […] habla del liderazgo religioso de Hugo Chávez y sostiene que su discurso tiene dos vértices básicos, el discurso histórico nacionalista bolivariano y por el otro un discurso redentorista-cristiano-socialista, aunque ninguno de los dos discursos sigue fielmente la base teórica de la que proviene, sino que crea un discurso propio.56

Asimismo, se observa cómo Chávez en su discurso se aleja de la iglesia católica y desconoce su jerarquía. Si se compara la doctrina católica, el papa es el embajador de Cristo en la tierra, y Chávez sostenía que Cristo no necesitaba de un embajador. De esta manera, Chávez plantea en el plano del manejo ideológico su particular visión sobre la relación entre Cristo y el pueblo, llegando al extremo de implicar que el Cristo verdadero está en los que, como él, luchan por los más necesitados afirman Álvarez y Chumaceiro.

Álvarez y Chumaceiro analizan en su trabajo dos aspectos de la sacralización de la figura de Chávez: el tema de la religión popular, donde a Chávez se le venera como figura religiosa (cultos sincréticos de larga tradición en Venezuela) y a la estrategia política correspondiente a la legitimación como función del discurso político. Por ejemplo, en los diálogos utilizados en los ascensos militares, analizados por las autoras, se utiliza una “frase de identificación entre los seguidores del oficialismo, pues no solo expresa contenidos fuertemente ideologizantes sino que hace explícita la presencia de Chávez más allá de la muerte, y la necesidad de continuar sus ideas socialistas dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana”.57

Para Souroujon Chávez presenta en sus discursos constantemente a Bolívar y a Cristo como sus predecesores. Justifican sus acciones como revolucionario comparándolas con la condición revolucionaria de Cristo.58

Álvarez y Chumaceiro concluyen que la tendencia a la sacralización viene dirigida desde el poder, por lo cual se trata de un fenómeno abiertamente estratégico que tiene la intención de cambiar, desde el discurso, la forma de pensar del receptor con fines determinados. Como estrategia política, tiene la función de acaparar los sentimientos y pensamientos del auditorio para aumentar el poder del líder y de su entorno.59

Ahora bien, en los liderazgos de Trump y Bolsonaro, aún no se dan los tópicos que señalan tales autores, dado el poco tiempo que se encuentran en el poder. Por ejemplo, no tienen aún sucesores que los eleven hacia aspectos religiosos del ideario social. Ambas figuras se han presentado ante el pueblo como líderes mesiánicos, que vienen a salvar a sus naciones de la crisis y la corrupción.

Para Pineda, Trump reúne todas las características del líder mesiánico. Explica que estos jefes se consideran superiores y elegidos, presentan personalidades hostiles y con resentimiento, con actitudes paranoicas y narcisistas. No conciben el diálogo y la negociación, sino la imposición y el control, midiendo otros dentro de sus propios términos y en la permanente relación “amigo-enemigo”.60

Al parecer, el discurso del presidente Trump el día de su investidura se semejaba a la proclama de un jefe militar o de un dictador. Para este líder solo existe su país. Mantiene la creencia de la existencia de una conspiración contra Estados Unidos, con enemigos internos y externos. Alude a que los gobiernos anteriores han sido nefastos y han conducido al país a la catástrofe, a la pobreza y que con su llegada comienza la democracia para hacer fuerte de nuevo a Estados Unidos.61

Jair Bolsonaro ganó las elecciones de Brasil apoyado en citas bíblicas, con promesas de lucha contra la corrupción y por el restablecimiento del orden y la seguridad. Afirmaba: “No soy el salvador de la patria; quien va a salvar a la patria somos todos nosotros. Necesitamos elegir a alguien honesto, que tenga a Dios en su corazón y que sea un patriota”.62

El discurso del presidente Bolsonaro se basó en declaraciones contra los lideres tradicionales corruptos alegando que “el país necesita es un político con mano dura como él”. Dada la crisis política y económica que ha sufrido Brasil, este líder se convirtió a través de estos discursos en un fenómeno en las redes sociales. A pesar de ello, ha sido comparado con Trump por sus actitudes extravagantes y radicales, además de la doctrina ultrarreaccionaria que comparten, conocida como nacionalpopulismo.63

10. Conclusiones

Para finalizar este breve estudio, es interesante lo que plantean los autores Gentile y Souroujon, quienes sugieren que la aparición de una sacralización política y la articulación de trascendencias inmanentes en los regímenes democráticos no implican una anomalía. No solamente se debe pensar que se origina en regímenes totalitarios. La religión de la política no constituye un simple caso análogo; no puede asociarse exclusivamente con el totalitarismo ni con un solo tipo de régimen político. Pueden sacralizar inclusive las democracias. Ello dependerá, además del liderazgo carismático, de la legitimidad planteada por Weber y por el discurso político que maneje el líder.

La literatura científica precisa de la existencia de la sacralización política en los liderazgos de Kirchner y Chávez. Pero lo que se presenta en Trump y Bolsonaro es una tendencia al mesianismo político; el tiempo dirá si llegan a convertirse en sacralizaciones. Habría que analizar si en Estados Unidos y Brasil existe un ideario social que los eleve hacia esos aspectos religiosos. Los cuatro líderes analizados tuvieron una tendencia al mesianismo; pero Kirchner y Chávez fueron sacralizados.

En la sacralización de Kirchner y Chávez se observaron los tópicos en los discursos políticos señalados por Souroujon: a) La muerte como sacrificio; b) Los arquetipos que estos líderes reencarnarían; c) Las distintas formas presentadas de la relación de Cristina y Maduro con los líderes fallecidos, así como el estatus que los presidentes asumen en el nuevo escenario político. Para los liderazgos de Trump y Bolsonaro, aún no se presentan en los discursos políticos los tópicos señalados por Souroujon; sus pueblos apenas los identifican como líderes mesiánicos.

Plantear el mesianismo actualmente es muy diferente a como se visualizaba en el siglo XX. El mesianismo se refería a una persona. Es a la figura de Jesucristo la que todos relacionan con el término mesías. Actualmente, en el siglo XXI, un liderazgo de carácter mesiánico no es cosa de una persona, sino de un conglomerado de personas inspirados por una causa común.

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2Weber, M., El político y el científico, Barcelona, Altaya, 1996.

3Bourdieu, P., La eficacia simbólica: religión y política, Buenos Aires, Biblio, 2009.

4Durkheim, É., Las formas elementales de la vida religiosa, Akal, Madrid, 1982.

5Linz, J., Totalitarian and authoritarian regimes, Boulder, Lynne Rienner, 2000.

6Lagos, H., El general Pinochet y el mesianismo político, Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2001, pp. 9-10.

7Linz, J., Totalitarian and authoritarian regimes, op. cit., 2000, p.255.

8Idem, pp. 160-161.

9Lagos, H., op. cit., p. 10.

10Linz, J., Totalitarian and authoritarian regimes, op. cit..

11Geiger, T., Die Soziale Schichtung des deutschen Volkes, Stuttgart, Enke, 1932, p. 162.

12Bobbio, N. y Bovero, M., Origen y Fundamentos del poder político, México, Grijalbo, 1984.

13Sodaro, M., Política y Ciencia Política: una Introducción, España, McGraw-Hill, 2004, pp. 239-240.

14Arendt, H., Los orígenes del totalitarismo, España, Santillana, 1998.

15Laclau, E., La razón populista, México, Fondo de Cultura Económica, 2005.

16Enciclopedia Visor. Mesianismo. Tomo 17 MAZA-MUSG Enciclopedias Audiovisuales S.A, Edición Especial para Latinoamérica, Argentina, 1999.

17Krauze, E. y De Haro, F., “En América Latina la democracia ha tardado en aclimatarse”, Cuadernos de Pensamiento Político, núm. 33, pp. 217-223

18Lagos, H., op. cit., p. 9.

19Idem, p. 10.

20Idem, p.11

21Idem, p.19

22Macías, G. y Díaz, I., “La sacralización del poder”, Crisol Plural, 2013. [Consulta: 10 de noviembre, 2018]. Disponible en: https://crisolplural.com/2013/03/01/la-sacralizacion-del-poder/

23Ibidem.

24Guerra, A., “La sacralización de la política”, El Impulso, 2013. [Consulta: 10 de noviembre, 2018]. Disponible en: https://www.elimpulso.com/2013/02/08/opinion-la-sacralizacion-de-la-politica-por-alexis-j-guerra-c/

25Gentile, E., Politics as Religion, Nueva York, Princenton University Press, 2006.

26Souroujon, G., “Religión, política y muerte. La articulación de trascendencias inmanentes en torno a Néstor Kirchner y Hugo Chávez Frías”, Revista POSTData: Revista de Reflexión y Análisis Político, vol. 22, núm. 1, pp. 169-201. [Consulta: 10 de noviembre, 2018]. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=52251158006

27Souroujon, G., “La relación entre la lógica religiosa y lo político en las democracias liberales. La sacralización política de Néstor Kirchner”, Reflexión Política, año 18, núm. 35, p. 18.

28Gentile, E., Politics as Religion, op. cit.

29Gentile, E., Il culto del littori. La sacralizzazione della politica nell’Italia fascista, Bari, Laterza, 1993, p. 140.

30Souroujon, G., “La relación…”, op. cit., p. 16.

31Weber, M., Economía y sociedad, Buenos Aires, Biblioteca Virtual Universal, 2006, p. 1.

32Idem, p. 2.

33Ibidem.

34Idem, pp. 4-5.

35Idem, p. 5.

36Maxwell, J., “Liderazgo carismático”, Emprendedores News, 5 de febrero, 2016. [Consulta: 10 de noviembre, ]. Disponible en: http://emprendedoresnews.com/liderazgo/liderazgo-carismatico.html

37Greenstein, F., The Presidential Difference, Princeton, Princeton University Press, 2000.

38Koeneke, H., “Personalidad presidencial, cultura política y gobernabilidad. Algunas consideraciones sobre el caso venezolano”, Memoria política, núm. 9, p. 231.

39Ibidem.

40Souroujon, G., op. cit., p. 18.

41Luhmann, N., La religión de la sociedad, Madrid, Trotta, 2007.

42Linz, J., “El uso religioso de la política y/o el uso político de la religión”, Reis: Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 114, pp. 11-36.

43Souroujon, G., op. cit., p. 18.

44Carretero-Pasin, Ángel, La trascendencia inmanente: un concepto para comprender la relación entre lo político y lo religioso en las sociedades contemporáneas [pdf], 2009. Papeles del CEIC # 48, Volumen 2009/2, septiembre 2009 (ISSN: 1695-6494). [Consulta: 10 noviembre 2018]. Disponible en: http://www.identidadcolectiva.es/pdf/48.pdf

45Luhmann, N, La religión de la sociedad, Trotta, Madrid, 2007.

46Durkheim, É, Las formas elementales de la vida religiosa, Akal, Madrid, 1982.

47Carretero-Pasin, Á., “La trascendencia inmanente: un concepto para comprender la relación entre lo político y lo religioso en las sociedades contemporáneas”, Papeles del CEIC, vol. 2009/2, núm. 48. [Consulta: 10 noviembre 2018]. Disponible en: http://www.identidadcolectiva.es/pdf/48.pdf

48Maffesoli, M., La transfiguración de lo político, Barcelona, Herder, 2005.

49Van Dijk, T., El discurso como interacción social. Estudios del discurso: introducción multidisciplinaria, vol. 2, Barcelona, Gedisa, 2000.

50Nieto y Otero, M., “La afectividad en la comunicación política”, Opción, año 18, núm. 39, 2002, p. 40.

51Macías, G. y Díaz, I., op. cit.

52Lozada, M., “Pueblo, poder y petróleo: la divinización de Hugo Chávez”, El Punto Sobre La i, 1 de julio, 2013. [Consulta: 10 de noviembre, 2018]. Disponible en: http://saber.ucv.ve/bitstream/123456789/13825/1/PUEBLO%2C%20PODER%20Y%20PETROLEO.LA%20DIVINIZACI%C3%93N%20DE%20 HUGO%20CHAVEZ.pdf

53Souroujon, G., “Religión, política y muerte...”, op. cit.

54Idem, p. 186.

55Álvarez, A. y Chumaceiro, I., ‘“¡Chávez vive...!”: la sacralización del líder como estrategia en el discurso político venezolano’, Boletín de Lingüística, vol. 25, núm. 39-40.

56Idem, p. 10.

57Idem, p. 24.

58Souroujon, G. “Religión, política y muerte…”, op. cit., p. 186.

59Álvarez, A. y Chumaceiro, I., op. cit, p. 24.

60Pineda, J. C., “Trump: ¿Líder Mesiánico?”, Globovisión, 16 de febrero, 2017. [Consulta: 11 de noviembre, 2018]. Disponible en: http://globovision.com/article/trump-lider-mesianico

61Ibidem.

62Armendáriz, A., “Mano dura y mesianismo: Bolsonaro, el candidato más temido, se lanzó en Brasil”, La Nación, 22 de julio, 2018. [Consulta: 11 de noviembre, 2018]. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/2155398-mano-dura-y-mesianismo-bolsonaro-el-candidato-mas-temido-se-lanzo-en-brasil

63Ibidem.

Recibido: 04 de Diciembre de 2018; Aprobado: 11 de Febrero de 2019

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