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Tla-melaua

On-line version ISSN 2594-0716Print version ISSN 1870-6916

Tla-melaua vol.13 n.46 Puebla Apr. 2019  Epub Oct 02, 2020

https://doi.org/10.32399/rtla.0.46.222 

Artículos de investigación

Neorracismos, multiculturalismo y pigmentocracia: consideraciones conceptuales e implicaciones para su abordaje

Neo racism, Multiculturalism and Pigmentocracy: Conceptual Considerations and Implications that need to be Approach

Juan David Luján Villar* 
http://orcid.org/0000-0001-8622-4774

Roberto Carlos Luján Villar** 
http://orcid.org/0000-0001-6435-4412

* Secretaría de Educación del Distrito, Bogotá, Colombia, Grupo de Investigación Literatura, Educación y comunicación (LEC). (lujanvillar@gmail.com)

** Universidad del Valle, Programa de Doctorado en Salud, Cali, Colombia. (janlujazz@gmail.com)


Resumen

La mezcla de hechos e ideas de orden biológico, la identificación de diferentes escenas de las realidades sociales y la propagación de ideas culturales centradas en la noción de raza constituyen la evidencia histórica del racismo como un marcador de exclusión. Esto mismo constituye una estrategia de orden político y un compendio discursivo articulado en distintos órdenes, principalmente bajo la lógica del multiculturalismo, dentro de sociedades pigmentocráticas. Los recientes enfoques de la psicología cognitiva, aplicados al estudio del racismo, son en su mayoría apuestas investigativas inter y transdisciplinares, núcleos de estudio que comparten distintos locus de enunciación desde distintas disciplinas integradas. Este artículo examina algunas conclusiones y discusiones sobre las implicaciones del racismo, la conducta social y la noción de raza, desde las ciencias sociales contemporáneas y la psicología cognitiva de base neurocientífica. Como complemento, se propone una reflexión teórica sobre las implicaciones de abordar el estudio de las jerarquías raciales y sus evidencias.

Palabras clave: Raza; racismo; nuevo racismo; multiculturalismo; pigmentocracia

Abstract

The mixture of facts and ideas of biological order, the identification of different scenes of social realities and the widespread of cultural ideas centered on the notion of race constitute the historical evidence of racism as a marker for exclusion. These distortions are a political strategy and a discursive compendium articulated in different places, mainly under the logic of multiculturalism, found in pigmentocratic societies. Recently, cognitive psychology approaches are applied to the study of racism. These interdisciplinary and transdisciplinary researches are a nuclei of study that share different loci of enunciation from different integrated disciplines.

This article examines some discussions and conclusions about the implications of racism, social behavior and the notion of race, from the contemporary social sciences and cognitive psychology based on neuroscience.

As a complement, a theoretical reflection on the implications of approaching the study of racial hierarchies and their evidences is proposed.

Keywords: Race; racism; new racism; multiculturalism; pigmentocracy

Sumario: 1. Introducción. El concepto de raza y el racismo: perspectivas evolutivas y socioculturales / 2. ¿Qué implicaciones tiene la noción de raza en la contemporaneidad? / 3. Racismo en perspectiva neurofisiológica y bases genéticas poblacionales / 4. El racismo y la raza no son sólo una cuestión semántica, existe un accionar que los respalda / 5. Multiculturalismo y pigmentocracia / 6. Conclusiones / 7. Bibliografía

1. Introducción. El concepto de raza y el racismo: perspectivas evolutivas y socioculturales1

El objetivo de este artículo es explorar los mecanismos del racismo a partir de las concepciones de raza, desde algunas de las ciencias sociales contemporáneas y la psicología cognitiva de base empírica. De igual manera, se busca analizar las implicaciones del racismo y la conducta social en el marco del complejo multicultural actual. Un objetivo subsiguiente es la reflexión teórica sobre las implicaciones de abordar el estudio de las jerarquías raciales y sus evidencias. Se descartará el escrutinio de la raza y el racismo desde las perspectivas discursivas y estudios similares. Por consiguiente, la reflexión propuesta y su consecuente discusión se centran -como se verá más adelante- en el escrutinio de resultados de investigación derivados del accionar racista, más que en las posibles discursividades involucradas en estas problemáticas.

Existen diferentes formas de sistematizar o definir la noción de raza, su historia, sus giros específicos o sus consecuencias más generalizadas: los distintos tipos de racismos contemporáneos.2 Una definición básica de diccionario puntualiza lo siguiente sobre el concepto de raza:

Raza es un complejo inestable de significados sociales que constituye una visión del mundo, un fenómeno sociopolítico que no es unitario, sino síntesis de múltiples elementos ideológicos, algunos de los cuales pueden impregnar un conjunto de significados usualmente atribuidos a la etnia. Cierto es que, en determinadas condiciones, las presuntas diferencias biológicas pueden ser consideradas como “diferencias” culturales salvables, mientras que las diferencias étnicas previamente descritas pueden ser socialmente redefinidas en términos de distinciones raciales esenciales.3

Las consideraciones tradicionales de la raza, desde el siglo xvi, alcanzaron su cúspide en el siglo xix y se vincularon con distintas formas de evidenciar o materializar las ideas que acentuaban la diferencia. Esta serie de posturas se conocen como la capacidad de las facultades innatas de la especie humana sobre la variación o diferencia de la humanidad, o sea, la raza. Determinismos, disputas etnocéntricas, diferencias biológicas, e ideologías nacionalistas, económicas y sociopolíticas -leyes de exclusión y apropiación de territorios- configuraron una serie de teorías raciológicas, eugenésicas y hereditarias hasta mediados del siglo xx. Este recorrido rebasa las posibilidades de este estudio, por tanto, no se desarrollarán estos postulados de dominio público, a pesar de su importancia en las prestaciones del ensamble racial actual y las nociones de raza.4

En el marco de la postmodernidad, se discutirá acerca de las implicaciones del racismo, sobre todo en el uso del lenguaje, el rastreo de los términos y semánticas en torno a este fenómeno.5 Los recientes acontecimientos mundiales indican que el racismo no es sólo una cuestión semántica, de etnónimo, de preferencia o de gusto por la variación de la especie humana. En el sentido concreto, más allá del racismo en su aspecto semántico, la lucha debe invocar: a) el respeto cultural y cosmogónico de los pueblos; b) el poder de legislación de los pueblos étnicos y sus territorios bajo sus formas de gobierno propio; y c) la indisposición a reglamentar perspectivas políticas de aislamiento estructural sobre estas poblaciones, de tipo inmigratorio, transnacional o neocolonial. Esta apuesta debe ser epistemológica y pragmática.

2. ¿Qué implicaciones tiene la noción de raza en la contemporaneidad?

La condición de la pigmentación dérmica o la coloración de la piel se desplaza hacia campos de la cognición humana, en los cuales pareciera ser que el aprendizaje de tal coloración está tan profundamente enraizado que es precisamente esta materialidad del mayor órgano del cuerpo humano -la piel y su visibilización- el lugar donde las emociones responden a estructuras mentales y preconceptos, basados en la noción de raza. Para sorpresa de muchos, esta noción no se evidencia en el proceso racional que viabiliza el racismo y la racialización social -actual y antigua-. Esta noción se ha heredado de tiempos precoloniales y llega a su punto crucial en el denominado “sistema mundo moderno capitalista”. Así, se relaciona estrechamente con “el conflicto de clases en la economía del mundo capitalista.6

Como evidencia de esta concepción, distintos trabajos de corte histórico en ciencias sociales7 sobre la articulación de la idea de raza, a su manera, plantean que nos encontramos frente a un fenómeno real, en tanto ideal corporeizado, e irreal, en tanto fundamento biológico,8 dentro de la lógica del capitalismo actual. Por otra parte, algunas investigaciones de corte naturalista y evolutivo9 sostienen la imposibilidad de estudiar la raza en términos científicos. Sobre esta perspectiva, el antropólogo Sperber enfatiza lo siguiente:

Queremos comprender lo que, en la construcción de la especie, prepara a sus miembros para la vida social y cultural. Los racistas buscan diferencias biológicas entre grupos humanos que expliquen y justifiquen sus desiguales destinos. Aún sin entrar en el detalle de las pruebas y argumentos […] quedaría patente que la búsqueda de los racistas carece de entidad científica.10

¿Cómo ocurrió el proceso de fortalecimiento de esta noción en las ciencias de la naturaleza primeramente? Una posible respuesta se encuentra en el nacimiento del modelo precientífico expuesto por la frenología. Franz Joseph Gall estudiaba las diferencias existentes entre razas a través de rasgos corporales, precisamente en el tamaño, medidas del cerebro y el cráneo humano, una perspectiva centralizada en la fisionomía. Como expresara Sagan,11 la frenología fue una desgraciada aberración del siglo xix. El conocido genetista Cavalli-Sforza, experto en genética de poblaciones y célebre por ser un pionero de este campo, recuerda sobre los conceptos de raza y racismo el contexto de su creación y sus distintos órdenes de articulación:

Durante mucho tiempo la tendencia dominante ha sido, y continúa siendo, la de considerar las diferencias de conducta observadas en naciones o culturas distintas como algo unido a diferencias de herencia biológica. Esta tendencia ha culminado en el “racismo”: la convicción de que las diferencias en el desarrollo económico y la supremacía militar y política entre los pueblos han sido causadas por diferencias innatas e inmutables. La expansión del pensamiento racista se ha producido especialmente en los dos últimos siglos. De todos modos, desde hace ya algunos milenios, el crecimiento demográfico y otros motivos que hicieron necesario aumentar las dimensiones y la complejidad de los grupos sociales, habían creado una rígida estratificación socioeconómica en clases o en castas, consideradas como ejemplos de “superioridad o inferioridad biológica”. Todo esto se halla en desacuerdo con los estudios de genética de las poblaciones de los últimos cincuenta años.12

La mezcla de argumentos e ideas de orden biológico, sustentadas en el sentido común, recuerdan algunas estrategias deductivas históricamente orientadas hacia un relativismo racial, y puede ser éste el origen del nacimiento en la contemporaneidad de distintas actitudes sobre lo racial a manera de neorracismos. Estas posturas son aquellas formas de discriminación, ideas, hechos y actos que se sustentan en acciones y actitudes prejuiciosas13 -conscientes e inconscientes- y críticas de tipo nacionalista a los modelos políticos y culturales de distintos grupos étnicos que operan, por lo general, a nivel simbólico.

La puesta en escena de realidades sociales y la propagación de ideas culturales centradas en la noción de raza evidencian la justificación histórica -directa o entre líneas- del racismo. Así, éste funge como un marcador de exclusión necesario, y una estrategia de orden político “con funciones” de control desde el ideal democrático occidental. Para ello, se auxilia de un conjunto discursivo histórico que articula la noción de “razas superiores e inferiores”. De este modo, se establece un maniqueísmo implícito, desplegado en algunos casos notorios como un “choque de civilizaciones”.14

Los sociólogos Daynes y Lee15 presentan lo que denominan un “ensamble racial”, basándose en cuatro objetos distintos: el fenotipo (la apariencia propia); la percepción del fenotipo; las ideas raciales; y las prácticas raciales. Para presentar este ensamble, su esquema es más o menos el siguiente: el fenotipo posee unos límites y eficiencias, y se convierte en ideas raciales, además de ser percibido de manera obviamente fenotípica. Esta percepción es atravesada por un cruce entre la división naturaleza/cultura, donde las ideas raciales, a su vez, emiten una serie de razonamientos o causalidades sobre las prácticas raciales que influyen en la percepción del fenotipo.16 La idea básica de esta argumentación es que, al no haber una existencia física o natural de la raza, la idea misma de su existencia, paradójicamente, la valida y reproduce. En tanto práctica racial y producto perceptible, la idea de raza condiciona su existencia como proceso de creencia. Es decir, se trata de una naturalización de las significaciones, resignificadas en la arena de la interacción social.

Cavalli-Sforza recuerda que, extrañamente, en el pensamiento raciológico sobre el grupo étnico al que pertenece la persona que emite el juicio siempre es el grupo sobresaliente en relación con los demás. “Uno se queda inevitablemente perplejo al descubrir que lo más frecuente es que el pueblo considerado superior sea siempre el de uno mismo.”17 Esta práctica se conoce como etnocentrismo18 y es una tendencia que lleva la impronta de los neorracismos contemporáneos y su determinismo racial.19

El etnocentrismo posee un trasfondo simbólico, encadenado a una serie de esencialismos de tipo biológico, convertidos en narrativas de hechos naturales

-por ejemplo, el nacer, el morir, o la edad- o naturalizados -la procedencia geográfica, el lenguaje, o la ancestralidad, entre muchos otros-. Por tanto, lleva a evidentes consecuencias sociales y decisiones políticas. Es ahí donde recae la importancia del accionar de la raza.20 Algunos hallazgos recientes sobre las actitudes por parte de grupos sociales, a partir de conceptos como la raza, demuestran cómo este tipo de ideas, en efecto, se transforman en comportamientos y actitudes de diferenciación sociocognitiva.

3. Racismo en perspectiva neurofisiológica y bases genéticas poblacionales

Los recientes enfoques de la psicología cognitiva aplicada al estudio del racismo, en su mayoría, son apuestas investigativas interdisciplinares -sociología del comportamiento, neurociencias, neurobiología, psicología política y evolutiva, entre muchas otras líneas de trabajo-, núcleos de estudio que comparten distintos locus de enunciación desde diferentes disciplinas integradas. La introducción de estos campos transdisciplinares en el estudio del racismo presenta líneas de trabajo alternativo a los estudios centralizados en la discursividad. Sobre la existencia biológica y neurológica del racismo, se encuentra el informe elaborado por Kawakami21 y su grupo de psicólogos, de las universidades estadunidenses York, Yale y British Columbia, publicado en la prestigiosa revista Science:

El experimento consistió en preguntarle a un grupo de personas como se sentirían al presenciar una serie de situaciones racistas y de someter a otro grupo a que viviera estas circunstancias a través de una simulación con actores. Lo sorprendente es que, aunque la mayoría (83%) aseguró que eludiría la compañía del racista, cuando llega el momento de presenciar la escena, el 63% elige al racista como compañero para un trabajo.22

La respuesta a la pregunta “¿Por qué estas actitudes?” no es sencilla, pero se podría rastrear en el estudio de las emociones.23 Según esta investigación, la fisiología del racismo se encarna en la emocionalidad. Esta emocionalidad aflora cuando el sujeto se encuentra en una situación racializada, es decir, donde la raza o algún argumento racial están de por medio. Esto evidencia la personalidad de quien debe elegir, y tomar posición, al autoclasificarse como esto y no como lo otro. “Por lo cual los blancos tienden a adoptar emocionalmente la identidad de “blancos” (lo sean o no) ante una situación racista.”24

Smith, Mackie, Leonard y Moons, de la Universidad de California25 sostienen que la complejidad de esta situación recae en que “todos oscilamos entre varias identidades posibles, y son las emociones, no la razón, las que delatan la identidad que predomina en cada situación”.26 Así, Pérez, especialista en neuropsiquiatría, sin mayor asombro, interpreta el experimento de la siguiente manera:

La falta de reacción ante la situación racista de la vida real tiene explicaciones muy simples. La principal es que las reacciones emocionales primarias, las inmediatas, sólo se disparan al percibir una amenaza, y en este experimento no la hay [Pérez también subraya la inutilidad de ignorar el componente biológico del racismo] La respuesta defensiva a lo distinto es un mecanismo etológico fundamental [un comportamiento regulado por la evolución]. Si los experimentadores esperaban que la educación y la cultura hubieran suprimido esa respuesta fisiológica, realmente estaban pidiendo demasiado. Pero la educación puede canalizar estas tendencias. Y más importantes aún son las experiencias comunes, que los niños compartan las aulas.27

Según la psicóloga Banaji, especialista en el campo de las percepciones interraciales, este tipo de conductas son susceptibles de análisis. Sus estudios en el campo de la psicología experimental, adelantados en la Universidad de Harvard, versan sobre las formas de discriminación, estereotipificación y esencialismos de género, desde el campo de la ética social. En numerosos trabajos, Banaji denomina la respuesta a este tipo de reacciones de corte implícito en el cerebro humano, en relación con la diferencia, como “prejuicios ocultos”. Éstos pueden estar enraizados en los mecanismos ordinarios de la percepción y la categorización humanas28 de aquellas maneras que consideramos como naturales o esenciales respecto a nosotros mismos.

La propuesta de Banaji, conocida como teoría de la justificación del sistema, explica la forma en que justificamos, con nuestras reacciones automáticas, las respuestas de tipo psicológico que consideramos funcionan adecuadamente en nuestra sociedad. Esto es perceptible en el sentido común que evidencian nuestras acciones, donde todo debe estar en su sitio; también en las clases sociales y su racialización correspondiente, por ejemplo, en la asignación subjetiva de emitir juicios raciales sobre otros. En otras palabras, para Jost, Banaji y Nosek,29 la teoría de la justificación está soportada por conceptos de la psicología política y social: el estrés y el auto interés; el intergrupo; el conflicto; el etnocentrismo; la homofilia; la predisposición en grupo; la antipatía al grupo de afuera; la dominancia y la resistencia. Según estos autores, la teoría de la justificación arguye lo siguiente:

a) Hay un motivo ideológico general para justificar la existencia del orden social; b) este motivo, en últimas, es parcialmente responsable por la internalización de la inferioridad entre miembros de grupos en desventaja; c) es observado muy fácilmente en un implícito, no-consciente, nivel de conciencia, y d) paradójicamente, esto es algunas veces más fuerte entre quienes están más perjudicados por el statu quo.30

En este contexto, aparecen las ideologías de tipo político, inmiscuidas de modo histórico, especialmente, por el conservadurismo, liberalismo y neoliberalismo, como explican Kinder y Sears.31 Como observan Jost y sus colegas, la teoría de la justificación que defienden no se centra en la forma habitual de concebir los conceptos que constituyen su teoría, sino en su propuesta de desnaturalizar las conductas descritas. Quizá la teorización propuesta en la imaginación de las ciencias sociales las concibe como endémicas -autointereses universales de los grupos sociales en ventaja, en relación con los otros que no lo están-, donde se presuponen estas conductas sociogrupales de modo histórico. Por el contrario, la perspectiva de estos estudiosos pretende desmantelar estas apreciaciones. Recalcan que la teoría recoge y visualiza, precisamente, las actitudes con las cuales los grupos sociales o individuos “legitiman” los argumentos de su accionar.

Podemos establecer un paralelo con algunos postulados derivados de los estudios genéticos y la antropología física sobre las consideraciones de la raza y el orden social histórico. Dentro de la geografía latinoamericana, existen distintos tipos de genealogías poblacionales imaginadas en los distintos contextos regionales. Es interesante observar cómo la biología genética desmonta una serie de postulados subsistentes al paso del tiempo, por ejemplo, los orígenes étnicos de distintos pueblos.

Un ejemplo de este tipo de indagaciones es el caso del Departamento de Antioquia (Colombia) y sus pobladores. Como es conocido, el carácter emprendedor y comerciante de esta región (Antioquia), para muchos, se atribuye a supuestos orígenes étnicos: judíos españoles o sefarditas, vascos e inclusive alemanes, que llegaron en determinado momento a Colombia, específicamente a esa zona. Con el pasar del tiempo, se tejió un poderoso sentido común alrededor de esta cuestión, no obstante, algunos estudios especifican que existió una gran diversidad genética que, por supuesto, incluye a Antioquia.32

La emotividad que alberga el color de la piel y su sentido común bloquea a través de la clase social la posible desmitificación de ese racismo tempranamente fundamentado de manera colonial, el cual se aloja en el complejo de superioridad que brinda una piel blanca o más pálida en parte, en las familias. Por ejemplo, no todos los miembros de una misma familia como resultado son leucodérmicos (blancos), como estos estudios lo demuestran.

Algunos genetistas consideran esta región colombiana como una tesis similar e incluyen también el elemento africano como complemento en el acumulado genético antioqueño: “La población actual del departamento de Antioquia (noroeste de Colombia) es el resultado de la mezcla de cientos de nativos americanos con europeos, en su mayoría inmigrantes españoles, y un número indeterminado de esclavos africanos”.33 A causa de comprobaciones como las anteriores, se pierden los horizontes raciales que se tenían seguros en el imaginario popular.

4. El racismo y la raza no son sólo una cuestión semántica, existe un accionar que los respalda

Las continuidades de la raza son significativas, nos dicen mucho más de las formas fundacionales, como sucede en el caso anterior, con una comunidad imaginada,34 una “Antioquia blanca”. Consideramos que esto es debido a algunos patrones eurocéntricos, propios de la matriz colonial del poder y su estratificación aún persistentes,35 y a su devenir, en el sentido de la clasificación sociorracial de antiguos precedentes coloniales. Análogamente, el estereotipo racial cómplice sustenta la aparente “obvia verdad”, que recae en la apariencia cutánea de los colombianos. El peligro de este tipo de anclajes, de supuesta superioridad reside en ideas similares que aún se sustentan en centros educativos. Esto sucede en todos los niveles, por causa de educadores que desconocen los múltiples procesos interétnicos latinoamericanos, procesos que son tan complejos como nosotros mismos.

Los conceptos raza y racismo se encuentran más allá de una mera construcción social o histórica. La psicología contemporánea, como se observó, revela que los grupos sociales contienen sistemas clasificatorios de lo racial, vinculados a lo económico y lo político. Asimismo, se observó que estos grupos son desplazados hacia un prejuicio individual y colectivo. Con estas evidencias, se encuentra que nuestras reacciones automáticas -en las pruebas psicológicas, en experimentos grupales- revelan la inmediatez de nuestros profundos temores raciales, así como el mantenimiento del orden y los supuestos de la ideología de la inferioridad, sobre miembros de grupos en desventaja económica.

Lo anterior nos conduce a considerar la idea de raza y racismo como una postura que defiende una concepción pragmática de los hechos, de lo que fue y de lo que debería ser. La noción de raza es la excusa del sentido común que permite el mantenimiento del racismo y, a su vez, la sistematización de la diferencia, a través de la dominancia y de la resistencia a la unificación social.

Todo indica que el racismo no sólo es una cuestión de etnónimos o neologismos que corresponden a la filiación étnica de las personas y, aunque en términos políticos sean determinantes, la función de la lucha contra el racismo no termina ahí, en el uso del lenguaje.

Además, estos estudios demuestran que la educación de nuestras emociones, sentimientos, creencias y vinculaciones, es vital para la construcción de un mundo más justo, donde se pueda desarticular el evidente ensamble racial de nuestra especie. Esto es relevante debido a que nos encontramos en un mundo cada vez más integrado virtualmente, pero más separado físicamente.

Las ideas se vuelven conceptos, los conceptos se convierten en ideologías y estas últimas en convicciones que guían las acciones. Las implicaciones no son sólo semánticas, también son pragmáticas de los supuestos raciológicos y raciologizantes que se vuelcan sobre el cuestionamiento de las políticas étnicas. Así, tales políticas se violentan de manera continua en nuestras democracias contemporáneas.36

El campo de las leyes es un buen ejemplo para traer a colación las dinámicas raciales dentro del contexto de la criminalidad ordinaria. En su ensayo, el experto en leyes criminalísticas, Taslitz, esboza una preocupación central: las conexiones entre raza e inocencia, cuando se realizan acusaciones formales sobre personas de comunidades minoritarias. Según el jurista, cuando entra en juego la raza en este tipo de situaciones, es importante tener como primera medida consideraciones psicológicas sobre los testigos oculares y sus reacciones ante la “diferencia racial del acusado”, y no sólo consideraciones técnicas sobre este tipo de sucesos. Motivado por estas inquietudes, Taslitz exploró algunas posibles raíces de factores que influyen en la mayoría de estas acusaciones.

Los factores que priman en la investigación de testigos oculares se basan, por lo general, en la identificación interracial del acusador -en muchos casos, de blanco hacia afro o negro-. Llama la atención que sea más probable cometer un error de tipo interracial que uno de orden intrarracial. Probablemente, ello se debe a que, cuando el testigo se encuentra en un proceso intrarracial, se focaliza en detalles faciales; cuando percibe rostros fuera de su grupo, se concentra en encontrar una serie de entradas categóricas que se presentan como percibidas, para ser consideradas por un grupo de miembros.

Las etiquetas verbales pueden empeorar la situación de este proceso, así, en el caso de un asaltante, pueden existir conexiones fenotípicas, por ejemplo, pelo ensortijado y cierta dimensión de la nariz. De este modo, se está construyendo la imagen de un rostro que se puede decir: “ya he visto antes”. Como señala Taslitz, este proceso es automático e inconsciente. La interesante argumentación del autor expone las conclusiones de algunas investigaciones de este tipo:

La investigación con rostros de razas ambiguas muestra cómo cambiando sólo un rasgo facial a un marcador racial estereotípico desencadena la categorización racial en el proceso de identificación, más que la correcta configuración intrarracial en el proceso detallado. Algunas investigaciones sugieren que lo que ahí está son algunos buenos modos post-dictivos -los cuales son explicaciones después del hecho- para decir con una mesura significativa de confidencia que es probable que un testigo ocular en la identificación sea correcto. Sin embargo, en situaciones de otras razas, estos post-incidentes son inútiles, por lo que no hay forma de hacer una estimación de precisión educada después de los hechos: la raza supera a otros factores.37

Las cifras sobre jóvenes afroamericanos sindicados en Estados Unidos son igualmente impactantes. Taslitz recoge las estadísticas de Brown y sus colegas, las cuales registran las disparidades raciales a nivel de la población juvenil penitenciaria estadunidense. En ese país, la juventud afro sólo es 15% debajo de 18 poblaciones, pero representan 26% de arrestos juveniles. Representan 44% de los jóvenes referidos a la corte -salvo quienes fueron detenidos en custodia-. Además, representan 40% de los jóvenes en detención domiciliaria; 46% de los jóvenes prescindidos de una corte de adultos criminales, y 58% de los jóvenes admitidos a prisiones del estado para adultos.38 En este sentido, la conclusión de Taslitz es contundente:

Quizá por hacerlo tan bien se ve que la balanza de la señora justicia estuvo bien balanceada después de todo. Pero lo dudo, porque ella es usualmente representada como blanca, cuando las vidas en sus manos no lo son. No quiero decir que se supone que una convicción errónea sobre un hombre negro sea algo peor que una sobre un hombre blanco. Pero lamento que sólo por ser negro haga que el error sea mucho más probable en el primer lugar.39

La justificación del trabajo de Taslizt tiene eco en la nueva ciencia cognitiva, la cual estudia aspectos como las reacciones automáticas, las cuales funcionan como mecanismos perfectos para emitir prejuicios y juicios a priori sobre los demás. Estas inclinaciones o asociaciones implícitas están aparte de las decisiones conscientes, por lo tanto, ser racista amerita una simple naturalización de los impulsos sociales más básicos, como son el miedo a la diferencia, la ignorancia intercultural o la defensa de un bienestar social ilusorio, entre muchos otros factores.

Es posible que el racismo surja de los sistemas internos que actúan por debajo de la consciencia. Pero, ¿cómo combatir esta condición inherente a la conducta contemporánea de las sociedades? Como sabemos, no sólo estamos dominados por los genes o por nuestros sistemas biológicos. La necesidad de educar nuestros sentimientos y emociones, e interiorizar aspectos interculturales, es una posible salida del callejón de la raza.

Los ciudadanos del futuro deben enfrentarse a conocer el mundo con sus diferencias externas, por más que su apariencia varíe en distintos aspectos, como costumbres, lenguajes, pensamientos y posicionamientos dentro de lo que podemos llamar un escenario de reciprocidad.

5. Multiculturalismo y pigmentocracia

El escenario de la contemporaneidad exige enfrentarse de modo directo a los distintos dilemas políticos de la diferencia entre las poblaciones del planeta. Múltiples perspectivas sitúan este plano como un contexto multicultural, como la confluencia de múltiples culturas. Para los sistemas político-conservadores, además de sus versiones liberales, los usos de la cultura evocan un problema, una discusión continúa de la revisión histórica de los orígenes de los Estados nación, donde las políticas multiculturalistas se establecen específicamente alrededor de la idea de la raza.40

Un esbozo del multiculturalismo nos remitirá a la política actual neoliberal y conservadora, la cual, desde sus políticas públicas, edifica lo que defienden paradójicamente como la “diferencia cultural”. También podemos decir que esta diferencia, como primera medida, corresponde a sociedades con formaciones multirraciales y emerge como respuesta a las necesidades integracionales, bajo el ideal de la democracia contemporánea y su reconocimiento implícito.

Es necesario realizar una salvedad: en el imaginario popular, las diferencias raciales se comprenden como una forma de reconocimiento estético-racial, primeramente. Por esta razón, el catalizador racial no se inclinó en la historia occidental de la misma manera para los judíos, para los africanos o los indígenas americanos.

El distanciamiento de un verdadero conocimiento intercultural constituye el problema central de una posible unificación social. Sabemos que, como ideología, el reconocimiento de ese “otro”, inactivo y pasivo políticamente, es una forma de participación ilusoria, sustitutoria e inactiva, en nombre de la heterogeneidad. Las sociedades de formación multicultural poseen algo en común: un evidente régimen racial, el cual se instrumentaliza de forma estética en el orden simbólico del capitalismo global.

Existe una construcción tipológica del régimen racial, con profundos matices históricos, especialmente en las sociedades poscoloniales. Esta construcción pigmentocrática41 se basa en el fenotipo, el color de la piel, el idioma o su apariencia externa, dibujados en el contexto multicultural del capitalismo despolitizado y global. La noción de pigmentocracia, desde una perspectiva histórica, fue elaborada por el fisiólogo chileno Alejandro Lipschutz, en 1944, en su texto Indoamericanismo y el problema racial en las Américas.42

En su texto, Lipschutz intentaba explicar cómo las desigualdades étnico raciales y la estratificación social operaban en Latinoamérica, no sólo en términos de desigualad biológica o racial, sino como el resultado de las desigualdades económicas, políticas, sociales y étnicas que afrontaban las masas populares indígenas y negras del sur de América en la época. En este sentido, la jerarquía pigmentocrática inicia con la gente blanca en el nivel superior, los mestizos en el medio y los pueblos afro e indígenas en el nivel inferior. Para Moore, este concepto es clave en el precapitalismo y la formación del capitalismo moderno:

En el plano concreto, la estructuración de clases de una sociedad pigmentocráctica obedece a un sistema de rank, en el que linaje y estirpe se confunden con diferenciaciones fenotípicas: color de la piel, textura de los cabellos, forma de los labios y de la nariz, entre otras características normatizan tanto los comportamientos como el “lugar” social de cada uno.43

La lógica racial que encierran las sociedades pigmentocráticas es una forma de pensamiento y de jerarquización dérmico-fenotípica, basada en el color de la piel y en la apariencia del sujeto. Según lo anterior, podemos decir que aquel sistema de rank al cual alude Moore es precisamente el telón de fondo donde se proyecta y acepta el multiculturalismo, en el sentido de la apertura a su receptividad pasiva. Tal receptividad no es más que el funcionamiento de lo multicultural como ideología. En tal caso, ese lugar donde nos encontramos, pero no nos re-conocemos es tan solo donde nos percibimos de manera virtual, idealizada y simulada.

El multiculturalismo despolitizado debido a su misma razón de ser, es decir, la tolerancia -soportar al “otro”-, propicia aquello que exige la democracia contemporánea: el consenso como producto de las tensiones del conflicto. Quizá ningún texto exponga con tanta contundencia y demuestre el fenómeno de la violencia étnica como el trabajo que realizó Mann.44

Ideológicamente, según Ricoeur, un fenómeno de este carácter corresponde a lo siguiente: “Está ligado a la necesidad que tiene un grupo social de darse una imagen de sí mismo, de representarse, en el sentido teatral de la palabra, de ponerse en juego y en escena”.45 Así, la normatización pigmentocrática obedece a la forma hegemónica de la lógica multicultural, una ideología vertida como fenómeno autojustificado: la diferencia. De este modo, el papel de la raza genera un parámetro diferenciador en la estructura social.

Este fenómeno ideológico, conservado dentro de lo popular, cimienta un orden simbólico racializado. En este sentido, el nivel ideológico de orden social sufre una paradoja, pues, en muchos casos, lo defienden sistemáticamente quienes están más perjudicados.46 Zizek propone de manera radical una definición de multiculturalismo en relación con el racismo:

El multiculturalismo es un racismo que ha vaciado su propia posición de todo contenido positivo (el multiculturalista no es directamente racista, por cuanto no contrapone al Otro los valores particulares de su cultura), pero, no obstante, mantiene su posición en cuanto privilegiado punto hueco de universalidad desde el que se puede apreciar (o despreciar) las otras culturas. El respeto multicultural por la especificidad del Otro no es sino la afirmación de la propia superioridad.47

¿Hace parte el multiculturalismo despolitizado del sistema de justificación propuesto por Bajani y sus colegas?, ¿soporta el multiculturalismo el peso del statu quo? Las prácticas sociales constituyen de muchas maneras los mecanismos sobre los cuales se configura la realidad. A menudo, estas prácticas conforman secuencias de posicionamientos estratégicos -por ejemplo, beneficios de grupos y políticas centralizadas, a través de discursos tejidos alrededor de la justificación de relaciones de poder asimétricas-, los cuales permiten determinar entre muchas otras cosas el consenso.

La complejidad de este acuerdo -más allá de posiciones de tipo subjetivo- nos lleva a reevaluar cómo el multiculturalismo -considerado como “la forma ideológica ideal de este capitalismo (global)”-48, aunque sea un acuerdo multicultural y conceda los beneficios del reconocimiento parcial a los distintos grupos étnicos, no basta con concebirlo en términos de la reciprocidad que simula. Esta articulación sin puntos de ruptura, de un fuerte carácter burocrático, lleva a la despolitización, precisamente, de esos grupos étnicos dentro de los Estados nacionales occidentales.

La discusión actual sobre el multiculturalismo y lo multicultural es pertinente, pues debate distintos aspectos que se sitúan dentro de la pregunta: ¿Es posible otra lógica multiculturalista y de politización de lo multicultural? En este espacio, consideramos que los nuevos racismos hilvanados alrededor de la lógica multiculturalista universal no son simplemente una serie de racismos simbólicos, sino la simbolización misma del racismo.

Este orden simbólico, plenamente racializado, lejos de buscar la unificación de la humanidad, es el reflejo de la inclusión, el disfraz de la participación, un decente establecimiento de la relación de fuerzas mediante el código multicultural. Tal esquema no procura la represión -al estilo de las viejas leyes Jim Crow o leyes racistas estadunidenses- porque sencillamente es mucho más caro, o, para decirlo de otro modo, es menos productivo.

Consideremos que hoy no es posible mantener el viejo apartheid, y que, debido principalmente a las dinámicas sociopolíticas de esos grupos diferenciados, éste ya no se combatiría sólo mediante simbolismos, o, como diría Scott, a través de discursos ocultos o de una infrapolítica49. Sería insensato pensar que, en la actualidad, una resistencia al racismo violento ocurriría mediante canciones o poemas. La multiplicidad étnica, vista en términos de multiculturalismo, puede entenderse como la cara pública del racismo. Funge como la justificación del sistema que emerge desde los recónditos autorreclamos por la inclusión de una falsa conciencia, sin la reparación que la historia evidencia como necesaria para aspirar a la justicia social.

Gracias al Proyecto perla (2010) y al Barómetro de las Américas (2010), se accedió a algunos datos sobre ocho países (Bolivia, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México y Perú), para establecer la relación entre los niveles de escolaridad y la etnización de los entrevistados mayores de 25 años. Para ello, se suponen diversos niveles de escolaridad terminada

(una muestra final que oscila entre 2220 casos en Brasil y Ecuador a 785 en México), entre otros aspectos.50 En la Tabla 1, se presenta el comparativo entre los diversos grupos étnicos, estipulados por quienes respondieron durante las entrevistas. Los datos revelan que la piel más clara es sinónimo de mayores niveles educativos en relación con la piel más oscura, según las categorías étnicas, en la mayoría de los países.

Tabla 1 Regresión Tobit de los años de escolaridad con color, identificación etnorracial y ocupación de los padres en ocho países latinoamericanos (25 años y más)51  

Variables Means
(promedio)
SD
(desviación
estándar)
Modelo 1 Modelo 2
B sig se B sig se
Bolivia
Color de piel 5.0 1.47 -0.710 *** (0.077)
ID etnorracial (ref= No indígena)
Quechua .36 -1.834 *** (0.202) -1.531 *** (0.209)
Aymara .17 -1.766 *** (0.423) -1.271 ** (0.434)
Chiquitano .03 -0.955 ** (0.315) -0.664 + (0.351)
Otros indígenas .07 -0.024 (0.470) 0.354 (0.502)
Ocupación de los padres 33.5 14.16 0.106 *** (0.006) 0.094 *** (0.007)
Observaciones 2,282 2,282
Brasil
Color de piel 4.6 2.16 -0.503 *** (0.097)
ID etnorracial (ref= Blanco)
Moreno .45 -.444 ** (0.178) -0.010 (0.195)
Negro .11 -0.939 *** (0.243) 0.196 (0.324)
Indígenas .02 -1.172 * (0.551) -0.535 (0.558)
Asiático .03 0.232 (0.426) 0.428 (0.421)
Ocupación de los padres 31.5 13.18 0.078 *** (0.005) 0.078 *** (0.005)
Observaciones 2,728 2,728
Colombia
Color de piel 4.5 1.91 -0.389 *** (0.087)
ID etnorracial (ref= Todos los otros)
Indígenas .07 -0.513 (0.555) -0.521 (0.567)
Negro/Mulato .24 -0.786 * (0.375) 0.068 (0.382)
Ocupación de los padres 32.0 13.26 0.103 *** (0.012) 0.099 *** (0.012)
Observaciones 854 854
República Dominicana
Color de piel 5.1 1.82 -0.530 *** (0.115)
ID etnorracial (ref= Blanco)
Indio .66 -0.272 (0.478) 0.512 (0.476)
Negro .10 -0.702 (0.602) 1.112 + (0.643)
Mulato .11 1.569 * (0.613) 2.430 *** (0.600)
Ocupación de los padres 30.6 12.89 0.078 *** (0.011) 0.073 *** (0.011)
Observaciones 1,207 1,207
Ecuador
Color de piel 4.2 1.44 -0.377 *** (0.077)
ID etnorracial (ref= Blanco)
Mestizo .81 0.526 * (0.262) 0.958 *** (0.277)
Indígenas .03 -0.893 (0.608) -0.241 (0.647)
Negro/Mulato .04 -1.036 (0.651) 0.336 (0.719)
Ocupación de los padres 32.7 13.72 0.105 *** (0.007) 0.102 *** (0.007)
Observaciones 2,376 2,376
Guatemala
Color de piel 5.0 1.31 -0.675 *** (0.136)
ID etnorracial (ref= No indígena)
Kaqchikel .04 -0.678 (0.656) -0.403 (0.664)
Kiche .05 -2.304 *** (0.586) -2.264 *** (0.612)
Mam .05 -2.569 *** (0.629) -2.243 *** (0.615)
Qeqchi .04 -1.134 (1.114) -0.774 (1.113)
Otro .13 -1.849 *** (0.436) -1.548 *** (0.437)
Ocupación de los padres 32.2 12.71 0.117 *** (0.011) 0.111 *** (0.011)
Observaciones 1,172 1,172
México
Color de piel 4.5 1.41 -0.423 ** (0.161)
ID etnorracial (ref= No indígena)
indígenas .06 -0.969 * (0.445) -0.860 + (0.453)
Ocupación de los padres 31.5 12.54 0.101 *** (0.014) 0.097 *** (0.014)
Observaciones 833 833
Perú
Color de piel 4.6 1.38 -0.595 *** (0.128)
ID etnorracial (ref= Blanco)
Quechua .18 -1.684 ** (0.496) -1.085 * (0.528)
Aymara .03 -3.151 ** (0.814) -2.105 * (0.903)
Amazonía .03 -1.394 * (0.558) -0.740 (0.547)
Afro .03 -0.696 (0.514) 0.466 (0.610)
Mestizo .63 -0.316 (0.380) 0.338 (0.424)
Ocupación de los padres 33.5 15.19 0.090 *** (0.006) 0.088 *** (0.006)
Observaciones 1,201 1,201

6. Conclusiones

Se presentaron evidencias sobre nuevas formas de racismo y racialización. El reconocimiento de diversas epistemologías tejidas alrededor del racismo establece el reto no contemplativo de intentar transformar la realidad. Consideramos que los hallazgos sobre los neorracismos presentados indican la necesidad de reconocer los diferentes marcos conceptuales que se tienen sobre las diversas manifestaciones del racismo cosmopolita, difíciles de detectar desde los marcos teóricos clásicos.

La interdisciplinariedad expuesta en las distintas formas de investigación de algunas de las diversas ciencias del accionar humano provee datos sólidos sobre las conductas enmascaradas del racismo y sus estereotipificaciones.52 Las evidencias nos llevan a corroborar que poseemos un cerebro social,53 así como algunos comportamientos grupales específicos, por ejemplo, las tácticas de decepción o las formaciones de coalición, las cuales están ligadas a la complejidad de lo ecológico y los ambientes de vida. Hace más de medio siglo, Montagu lapidó el concepto de raza, aunque su misma argumentación lo mantiene tan vivo como siempre:

Cada vez que se utiliza el término “raza”, la mayoría de la gente cree que algo así como una verdad eterna se ha pronunciado cuando, de hecho, no se ha dado nada más que evidencia de que hay muchos ecos, pero pocas voces. “Raza” es una palabra tan familiar que, al usarla, es probable que el pensador acrítico adopte su propio significado privado por completo, sin pensar nunca en cuestionar un instrumento tan básico del lenguaje como la palabra “raza”.54

No obstante, la paradoja es la existencia de la idea raza en los términos que expone Montagu. Proponemos reconocer que la noción de raza tiene una importancia tan real en la actualidad como su falta de base biológica. Tal paradoja no condiciona los efectos devastadores que presenta para la unificación humana. La alteridad (alternar), como aquello que comprende la variación humana, nos hace pensar sobre el respeto por los demás humanos que componen nuestras sociedades, así como por las diferencias que componen esa variación. Asimismo, podemos pensar las formas en que nos relacionamos con el “otro” y cómo lo comprendemos.

Estas relaciones intersubjetivas son susceptibles de educación y claman por que sea así, en el sentido del establecimiento de una ética social acorde a nuestro tiempo. Abogamos por la construcción de una responsabilidad heterónoma para pensar, a través del “otro”, la forma consciente de razonar frente a la inconsciencia de nuestros sistemas clasificatorios que -según las evidencias- están cada vez más automatizados en nuestras mentes.

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1 Los autores agradecen los sugestivos comentarios realizados por cuatro revisores anónimos y al cuerpo editorial de la revista Tla-Melaua, por sus oportunas sugerencias. Los descargos de responsabilidad habituales se aplican.

2Esta perspectiva fue introducida en los tempranos años setenta por Sears y Kinder para referirse al problema del racismo contra la población afroamericana de Estados Unidos. Su perspectiva fue conocida como un “racismo simbólico” en el sentido de evidenciar, desde la perspectiva de la psicología social, cómo el prejuicio se renueva y mantiene en disfraces moralistas propios de la tradicional ética protestante americana y sus valores, abstractos contenidos discriminatorios cargados de resentimientos contra la población afro. Su análisis recrea el aspecto político de la vida democrática de la ciudad de Los Ángeles, específicamente evidencia la construcción de una serie de votantes antinegros de orientación conservadora, lo cual acentúa las diferencias raciales. Véase Sears, David y Kinder, Donald R., “Racial Tensions and Voting in Los Angeles”, en Werner Hirsch (ed.), Los Angeles: Viability and Prospects for Metropolitan Leadership, New York, Praeger, 1971, pp. 51-88; Kinder, Donald y Sears, David, “Symbolic Racism versus Racial Threats to “The Good Life”, Journal of Personality and Social Psychology, núm. 40, 1981, pp. 414-431.

3Barfield, Thomas, Diccionario de antropología, México, Siglo xxI, 2000, p. 521.

4Los siguientes trabajos desarrollan estas y otras ideas de manera puntual desde la antropología: Harris, Marvin, El desarrollo de la teoría antropológica, México, Siglo xxI, 1996; Harris, Marvin, Teorías de la cultura en la era postmoderna, Barcelona, Crítica, 2007; Daynes, Sarah y Orville, Lee, Desire for Race, New York, Cambridge University Press, 2008; Trouillot, Michel-Rolph, Transformaciones Globales. La antropología y el mundo moderno, Popayán, Bogotá: Universidad del Cauca, Ceso-Universidad de los Andes, 2011.

5Harris, Marvin, op. cit., p. 153.

6Balibar, Etienne y Wallerstein, Emmanuel, Raza, Nación y Clase, Madrid, Verso, 1991, pp. 179-193.

7Rodney, Walter, De cómo Europa subdesarrolló a África, México, Siglo xxI, 1982; Daynes, Sarah y Orville, Lee, op. cit.; Moore, Carlos, Racismo e sociedade: novas bases epistemológicas para entender o racismo, Belo Horizonte, Mazza, 2009.

8Existe una gran diferencia en lo que consideramos como “biológico”. Es decir, desde el plano genético podemos decir que la genética de poblaciones en la actualidad tiene una ubicación casi precisa del lugar del color de la piel en el genoma humano. No obstante, esta diferencia se explica como producto de la evolución y de distintos factores que, en suma, ejemplifican un pensamiento antirraciológico. Por otra parte, si el término biológico se comprende como la historia natural, entonces se sitúa lo biológico como una forma de medir o comparar dentro de lo que podemos llamar una pseudociencia, las diferencias entre las razas y su apariencia externa.

9Sperber, Dan, Explicar la cultura. Un enfoque naturalista, Madrid, Morata, 2005; Cavalli-Sforza, Luigi, La evolución de la cultura, Barcelona, Anagrama, 2007.

10Sperber, Dan, op. cit., pp. 143-144.

11Sagan, Carl, El cerebro de broca, México, Grijalbo, 1981.

12Cavalli-Sforza, Luigi, op. cit., pp. 11-12.

13Sobre la noción de prejuicio bajo una orientación sociológica, véanse los clásicos y pioneros estudios de Adorno, Theodor, Frenkel-Brunswik, Else, Levinson, Daniel, y Sanford, Nevitt, The authoritarian personality, New York, Harper, 1950; y el muy citado y debatido trabajo del psicólogo Allport, Gordon Willard, The Nature of Prejudice, Cambridge, Addison-Wesley, 1954.

14Huntington, Samuel, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, New York, Touchstone, 1996.

15Daynes, Sarah y Orville, Lee, op. cit.

16Idem, p. 138.

17Cavalli-Sforza, Luigi, op. cit., p. 12.

18Adorno, Theodor W., Frenkel-Brunswik, Else, Levinson, Daniel, y Sanford, Nevitt, op. cit.

19Harris, Marvin, op. cit., pp. 406-407.

20De todas maneras, es necesario establecer que la vanguardia de los estudios genéticos precisa la capacidad de entrevezar la raza con un alto nivel de predictibilidad, a través de muestras de adn. Ahora bien, estos estudios desencializan la noción de raza, dado que muestran evidencia formal de cómo el contexto racial está presto al cambio y está lejos de ser una condición estática de la humanidad. El conocido genetista Frudakis parte de la antropología forense para elaborar su técnica conocida Molecular Photofitting: “Se ha demostrado, por ejemplo, que a partir de una muestra de adn se puede determinar con alta probabilidad el grupo racial de pertenencia y al menos ciertos rasgos de la fisonomía”. Reynoso, Carlos, Corrientes teóricas en antropología: perspectivas desde el siglo xxi, Buenos Aires, Editorial Sb, 2008, p. 296; Frudakis, Tony, Molecular photofitting: Predicting ancestry and phenotype using dna, Nueva York, Elsevier Academic Press, 2007. Moore, Carlos Reynoso recuerda también cómo, desde los inicios de estos estudios, el reciente descubrimiento del gen slc24A5 posiblemente explicaría la pigmentación y la aparición del color de la piel en los europeos y de algunas de sus variantes, las poblaciones asiáticas. Loomis, por su parte, explica en detalle cómo las cuestiones de la aparición de la piel blanca o leucodérmica, posterior a la anterior piel negra o melanodérmica, es una consecuencia evolutiva, debido a factores de tipo geográfico, genético y climatológico. En síntesis, la evidencia apunta, como señala Frudakis, Tony, op. cit., p. 596, que son los genes Mc1R, Tyr, asip, MaTp, slc24A5 y oca2 los marcadores informativos de tipo ancestral, que están implicados directamente en la pigmentación de la piel en distintas poblaciones del planeta. Balter, Michael, “Zebrafish Researchers Hook Gene for Human Skin Color”, Science, vol. 310, núm. 5755, pp. 1754-1755. Disponible en: https://doi.org/10.1126/science.310.5755.1754a; Brownlee, Christen, “Shades of Flesh Tone: Test Reveal Gene for People’s Skin Color”, Science News. Online, vol. 168, núm. 25, pp. 388. Disponible en: https://doi.org/10.2307/4016970; Lamason, Rebbeca, Mohideen, Manzoor-Ali, Mest, Jason, Wong, Andrew, Norton, Heather…. y Aros, Michele, “slc24A5, A Putative Cation Exchanger, Affects Pigmentation in Zebrafish and Humans”, Science, vol. 310, núm. 5755, pp. 1782-1786. Disponible en: https://doi.org/10.1126/science.1116238; Rogers, Alan, David Iltis y Stephen Wooding, “Genetic Variation at the Mc1R Locus and the Time Since Loss of Human Body Hair”, Current Anthropology, vol. 45, núm. 1, 2004, pp. 105-108. Disponible en: https://doi.org/10.1086/381006.

21Kawakami, Kerry, Dunn, Elizabeth, Karmali, Francine y Dovidio, John, “Mispredicting Affective and Behavioral Responses to Racism”, Science, vol. 323, núm. 5911, pp. 276-278. Disponible en: https://doi.org/10.1126/science.1164951

22“¿El racismo es fisiológico?”, El Espectador, 10 de enero, 2009.

23“Los psicólogos descartan que se trate de un caso masivo de cinismo. La mayor parte de los voluntarios muestra signos convincentes de haber asimilado realmente el resultado de décadas de educación, campañas cívicas y convivencia en las ciudades norteamericanas. Los autores creen que las opiniones antirracistas que manifestaron en las pruebas eran sinceras.” Sampedro, Javier, “La base visceral del racismo es resistente a la educación”, El País, 9 de enero, 2009. [Consulta: 15 de agosto, 2017]. Disponible en: https://elpais.com/diario/2009/01/09/sociedad/1231455605_850215.html

24“¿El racismo es fisiológico?”, El Espectador, 10 de enero, 2009.

25Moons, Wesley, Leonard, Diana, Mackie, Diane, y Smith, Eliot, “I Feel Our Pain: Antecedents and Consequences of Emotional Self-Stereotyping”, Journal of Personality and Social Psychology, núm. 45, pp. 760769. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.jesp.2009.04.016

26Sampedro, Javier, op. cit.

27Sampedro, Javier, op. cit.

28Banaji, Mahzarin, Bhaskar, R., “Implicit Stereotypes and Memory: The Bounded Rationality of Social Beliefs”, en Daniel Schacter y Elaine Scarry (eds.), Memory, Brain, and Belief, Cambridge, Ma, Harvard University Press, 1999, pp. 139-175.

29Jost, John, Banaji, Mahzarin y Nosek, Brian, “A Decade of System Justification Theory: Accumulated Evidence of Conscious and Unconscious Bolstering of the Status Quo”, Political Psychology, vol. 25, 2004, p. 881-920. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1467-9221.2004.00402.x.

30Jost, John, Banaji, Mahzarin, y Nosek, Brian, op. cit., p. 881.

31Kinder, Donald y Sears, David, op. cit.

32Rojas, Winston, María Victoria Parra, Omer Campo, María Antonieta Caro, Juan Guillermo Lopera, William Arias, Constanza Duque, Andrés Naranjo, Jharley García, Candelaria Vergara, Jaime Lopera, Erick Hernández, Ana Valencia, Yuri Caicedo, Mauricio Cuartas, Javier Gutiérrez, Sergio López, Andrés Ruiz-Linares & Gabriel Bedoya, “Genetic Make-up and Structure of Colombian Populations by Means of Uniparental and Biparental dna Markers”, American Journal of Physical Anthropology, vol. 143, pp. 13-20; Bedoya G, Montoya P, García J, Soto I, Bourgeois S, Carvajal L, Labuda D, Alvarez V, Ospina J, Hedrick pw, Ruiz-Linares, “Admixture dynamics in Hispanics: A shift in the nuclear genetic ancestry of a South American population isolate”, Proc Natl Acad Sci usa, vol. 103, pp. 7234-7239.

33Gómez-Pérez, Luis, Alfonso-Sánchez, Miguel, Pérez-Miranda, Ana, García-Obregón, Susana, Builes, Juan, Bravo, María, De Pancorbo, Marian y Peña, José, “Genetic Admixture Estimates by Alu elements in Afro-Colombian and Mestizo Populations from Antioquia, Colombia”, Annals of Human Biology, vol. 37, núm. 4, pp. 489.

34Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

35Quijano, Aníbal, “Colonialidad del poder y clasificación social”, Journal of world-systems research, vol. 6, núm. 2, pp. 341-386.

36Pensamos en problemáticas complejas, como la expropiación de territorios sagrados con fines extractivos de materias primas naturales; las violentas minerías capitalistas; el turismo exótico y exotizante de las tradiciones y religiones de tipo sagrado en muchas comunidades y la pérdida de los valores ancestrales debido a la globalización. Estas son sólo algunas de las problemáticas que identifican la sociología y la antropología sociocultural contemporánea.

37Taslitz, Andrew, “Wrongly Accused: Is Race a Factor in Convicting the Innocent?”, Ohio State Journal of Criminal Law, núm. 4, p. 124.

38Idem, p. 127.

39Idem, p. 133.

40Trouillot, Michel-Rolph, op. cit., p. 205.

41Moore, Carlos, op. cit., p. 263.

42Lipschutz, Alejandro, Indoamericanismo y el Problema Racial en las Américas, Santiago, Nascimiento, 1944. 43 Moore, Carlos, op. cit., p. 252.

43Moore, Carlos, op. cit., p. 252

44Mann, Michael, The Dark Side of Democracy. Explaining Ethnic Cleansing, New York, Cambridge University Press, 2005.

45Ricoeur, Paul, “Ciencia e ideología”, en Paul Ricoeur, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica ii, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 282.

46Jost, John, Banaji, Mahzarin, y Nosek, Brian, op. cit., p. 881.

47Zizek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2008, pp. 56-57.

48Idem, p. 56.

49Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Era, 2004.

50Las páginas de los proyectos perla https://perla.princeton.edu/ y Barómetro de las Américas http://www.vanderbilt.edu/lapop-espanol/acerca-americasbarometer.php

51Fuente: Proyecto sobre etnicidad y raza en América Latina 2010 y Barómetro de las América 2010. Notas: Errores estándar robustos entre paréntesis y ajustados por valores perdidos imputados. Todos los modelos controlan el sexo, la edad, el tamaño de la comunidad y la región y, para Brasil, el conjunto de datos perla. *** p <0,001, ** p <0,01, * p <0,05, + p <0,10 (pruebas de dos colas). Adaptado de Telles, Edward, René Flores y Fernando Urrea-Giraldo, “Pigmentocracies: Educational Inequality, Skin Color and Census Ethnoracial Identification in Eight Latin American Countries”, Research in Social Stratification and Mobility, núm. 40, p. 44. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.rssm.2015.02.002

52Banaji, Mahzarin, Bhaskar, R., op. cit.; Jost, John, Banaji, Mahzarin, y Nosek, Brian, op. cit.; Taslitz, Andrew, op. cit.; Kawakami, Kerry, Elizabeth Dunn, Francine Karmali, y John F. Dovidio, op. cit.; Moons, Wesley, Lenoard, Diana, Mackie, Diane, y Smith, Eliot, op. cit.

53Cacioppo, John, Gary G. Berntson, Ralph Adolphs, C. Sue Carter, Richard J. Davidson, Martha K. McClintock, Bruce S. McEwen, Michael J. Meaney, Daniel L. Schacter, Esther M. Sternberg, Steve S. Suomi, y Shelley E. Taylor, Foundations in social neuroscience, Cambridge y Londres, MiT Press, 2002.

54Montagu, Ashley, “The Concept of Race”, American Anthropologist, vol. 64, núm. 5, pp. 927.

Recibido: 26 de Septiembre de 2017; Aprobado: 14 de Mayo de 2018

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