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Tla-melaua

versión On-line ISSN 2594-0716versión impresa ISSN 1870-6916

Tla-melaua vol.10 no.41 Puebla mar. 2017

 

Artículos

¿“Dar voz al Otro”? Los métodos biográficos y las narrativas de los migrantes: un debate ejemplar en ciencias sociales

“Giving a voice to the Other”? Biographical methods and narratives of migrants: an exemplary debate in the Social Sciences

María da Gloria Marroni* 

* Profesora investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Correo electrónico: gm09velazquez@hotmail.com


Resumen

El presente artículo reflexiona sobre la relación entre los métodos biográficos en ciencias sociales y los estudios migratorios a partir de una pregunta central: ¿se puede “dar voz al Otro”? Esta es la cuestión eje de la construcción de los métodos biográficos para el estudio de la migración, en donde el “Otro” es el migrante, cuyo conocimiento aspira a ser develado por las ciencias sociales. Se exploran las respuestas que éstas han dado a la interrogante desde los estudios pioneros hasta las propuestas del siglo XXI. Más allá de incorporar instrumentos técnicos y nuevos hallazgos de las ciencias sociales, el problema reside en cómo se concibe la relación investigador-sujeto investigado: lejos de una neutralidad valorativa, el investigador está comprometido con esta relación y todas sus implicaciones.

Palabras clave: Métodos biográficos; migración internacional; “dar voz al Otro”; relación investigador-sujeto investigado

Abstract

This article reflects on the relationship between biographical methods in the social sciences and migratory studies based on a central question: can we “give voice to the Other”? This is the nucleus for the construction of biographical methods to study migration, where the “Other” is the migrant, whose perspective aspires to be unveiled by the social sciences. They explore the answers they have given to the question from pioneering studies to the proposals of the 21st century. Beyond incorporating technical instruments and new findings of the social sciences, the problem lies in how researcher-subject relation is conceived: far from evaluative neutrality, the researcher is committed to this relationship and all its implications.

Keywords: Biographical methods; international migration; “giving voice to the Other”; Researcher-subject relationship

Sumario:

1. Introducción / 2. ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los orígenes de una larga discusión que alcanza los estudios migratorios / 3. De nuevo la interrogante: ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los métodos biográficos y su desarrollo en los estudios migratorios / 4. ¿Un intercambio de voces? La controvertida relación dialógica entre investigador-investigado y los estudios migratorios / 5. Conclusiones

1. Introducción

Paul Ricoeur afirma que “Contamos historias, porque finalmente las vidas humanas necesitan y merecen ser contadas”.1 ¿Los investigadores de las ciencias sociales podríamos encontrar vidas más dignas de ser contadas que las de los migrantes? La profusión de los métodos biográficos -en sus diversas acepciones, llámense historia oral, historia de vida, testimonios, relatos, biografías, autobiografías, cobiografía, trayectorias, itinerarios de vida- indica que estos sujetos de estudio, los migrantes, son portadores de una experiencia humana que necesita ser conocida y valorada, como afirma Ricoeur.

La recuperación de esta experiencia -se ha sugerido en la tradición de estos métodos- debería realizarse a través de mecanismos que rescatan la voz del sujeto estudiado, y que algunas tradiciones investigativas sintetizan en la expresión “dar voz al Otro”. Aunque esta expresión, polémica en las discusiones actuales, no sea la mejor manera de explicar en su totalidad la fascinación ejercida para las ciencias sociales, es el principal referente implícito en la discusión y es, también, el hilo conductor de este artículo.

¿Por qué los métodos biográficos ejercen tanta atracción en los estudios migratorios? “Cuando alguien realiza un viaje puede contar algo”, reza el dicho popular, y se representa al narrador como alguien que viene de lejos.2 La recuperación de experiencias exóticas, o las que muestran mundos diferentes, ha sido objeto de un interés permanente en las diversas culturas, pero, como también señala Benjamin: “No con menos placer se escucha al que honestamente se ganó su sustento, sin abandonar la tierra de origen y conoce sus tradiciones e historias”.3

Estas experiencias transmitidas y recreadas por la memoria colectiva y la tradición oral en canciones, refranes, cuentos populares, y poesía, se mantienen vivas por la figura del narrador -cuya desaparición ya lamentaba Benjamin-. Diríase que una facultad que nos parecería inalienable, la más segura de todas, nos está siendo retirada: la facultad de intercambiar experiencias.

Las apreciaciones de Benjamin sobre la figura del narrador, escritas en 1936 en una coyuntura particular, son un primer referente para entender la recuperación de este recurso por la academia. Los migrantes son portadores de la otredad, de la que la ciencia social se ha ocupado históricamente. Pero el migrante, en la realidad actual, forma parte de nuestra cotidianidad y ayuda a entenderla: la convivencia de mundos diversos es incuestionable en los procesos migratorios de la época contemporánea. La percepción de que el Otro distante está próximo a nosotros despierta la necesidad de construir síntesis integradoras.

Para Arfuch, “la multiplicidad de las formas que integran el espacio biográfico ofrecen un rasgo común, cuentan de distintas maneras, una historia, una experiencia de vida”.4 Rocca i Cirona y Martínez Flores extienden la propuesta en el sentido de que “El relato de vida, por tanto, no es siempre -e incluso podríamos afirmar, en cierto modo, nunca- un producto individual. Deriva, en buena medida, de un amplio contexto grupal, cultural, ideológico e histórico”.5 En su perspectiva etnosociológica, Berteaux plantea:

Dentro del macrocosmos que forma la sociedad global, los mundos sociales constituyen en cierto modo mesocosmos de los que cada uno está constituido por numerosos microcosmos […] La hipótesis central de la perspectiva etnosociológica es que las lógicas que rigen el conjunto de un mundo social o mesocosmos se dan igualmente en cada uno de los microcosmos.6

Según Santamarina y Marinas, trabajar con métodos biográficos es mucho más que afinar o ajustar técnicas o recetarios procedimentales:

Supone tener en cuenta las dimensiones del trabajo de investigación, el contexto histórico concreto, y las formas de discurso que son vigentes en éste […] hacer surgir un discurso que sólo de esta forma se constituye, hay un fenómeno más amplio que afecta la teoría misma de la sociedad. Este fenómeno complejo, cuyo interés central para la teoría sociológica es innegable, conforma una característica o síntoma de época al que podemos llamar el síntoma biográfico.7

Con sus distintos matices, estas perspectivas hacen de los métodos biográficos un espacio privilegiado de convergencia entre las posiciones objetivistas y subjetivistas prevalecientes en las disciplinas sociales, usualmente tendientes a confrontarse. Son instrumentos idóneos para captar, a partir de una subjetividad individual, aquellos fenómenos sociales encubados en cada experiencia vivida y descubrir, a través de ésta, la presencia de una memoria colectiva que transciende al sujeto. En síntesis, condensan en su espacio microsocial las coordenadas del espacio macrosocial.

Con este artículo propongo una reflexión sobre la presencia de las narrativas de los migrantes y de los investigadores que los estudian -cabe la aclaración- en la literatura sobre el tema a partir de su uso intensivo en este campo. La pretensión es deslindar los ejes metodológicos que transforman un fenómeno social relevante de nuestro tiempo en conocimiento y sus implicaciones para los investigadores. Retomo la expresión “dar voz al Otro” como el sustrato de mis reflexiones en el entendido de que es imposible abarcar la amplia discusión sobre estos métodos. A partir de esta expresión, selecciono tres ejes que desarrollaré, a su vez, en tres apartados: a) ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los orígenes de una larga discusión en las disciplinas sociales y que alcanza los estudios migratorios; 2. De nuevo la interrogante: ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los métodos biográficos y su desarrollo en los estudios migratorios; 3. ¿Un intercambio de voces? La controvertida relación dialógica entre investigador-investigado y los estudios migratorios.

El origen de estas reflexiones se basa en mi experiencia de investigación en varias temáticas relacionadas principalmente con el sector rural, familia, género y migración. En relación con esta última temática, primeramente, la importancia de este fenómeno en el mundo y muy especialmente en el caso de México8 me condujo a abordar el tema, motivada también por una amplia bibliografía surgida a partir del final del siglo XX que enfatizó la prioridad de un enfoque metodológico para el tratamiento del tema.9

La otra fuente de inspiración para este artículo fue mi experiencia como docente en varias universidades del país, en la propia enseñanza de la investigación y sobre todo su metodología en ciencias sociales. Este quehacer representó una oportunidad de repensar las tareas que enfrenta un académico en la construcción del conocimiento en las ciencias sociales. Hoy este conocimiento está severamente cuestionado y necesita un debate sustancial que debemos afrontar ineludiblemente.

2. ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los orígenes de una larga discusión que alcanza los estudios migratorios

La búsqueda de las disciplinas sociales para adquirir el estatus de ciencias al final del siglo XIX se realizó entre intensas discusiones sobre cómo lograr este objetivo. El modelo de ciencia moderna basada en los métodos hipotético- deductivos proporcionaba una guía segura para legitimar esta pretensión, pero sus supuestos no tenían la clave para entender el comportamiento humano en sus complejas dimensiones, y menos aún para encausarlo o controlarlo, como parecía ser el objetivo último de tales disciplinas, según sus más entusiastas promotores.

En la primera mitad del siglo XX se observa un debate intenso sobre el quehacer de las ciencias sociales y surge una pregunta crucial: ¿Es posible conocer el mundo? (social en este caso). La respuesta, polémica en sí misma, implicaba otra interrogante: ¿Cómo? Las discusiones derivaron en confrontaciones académicas sintetizadas, a su vez, en dos perspectivas: la de aquellos que afirmaban la existencia de un mundo externo cuya existencia era independiente de los sujetos, y la de quienes partían del supuesto de que este mundo sólo existe en relación con el sujeto cognoscente.

En sociología, el debate relacionado con la constitución de la disciplina se expresó en corrientes que abogaban por la primacía de la existencia de hechos sociales susceptibles de ser conocidos a través de métodos objetivos, asociados con recursos estadísticos e instrumentos verificables de medición, comprobación, y matemáticos.

Las aportaciones con esta orientación dejaban sin respuesta muchas cuestiones: las disciplinas sociales no podrían constituirse como ciencias transportando el corpus de conocimiento de las ciencias duras, en especial sus nociones de causación y de explicación -fundamento del quehacer científico de estas últimas-. La sociología comprensiva, así como los aportes de otras disciplinas de raigambres fenomenológicas, hermenéuticas e interpretativas -agrupadas un tanto indistintamente como metodologías cualitativas-, reivindicaban la necesidad de incorporar la dimensión subjetiva del comportamiento humano; propugnaron por la construcción de aparatos teórico-metodológicos específicos para descifrar este comportamiento.

Los métodos biográficos fueron portavoces de esas distintas maneras de visualizar la realidad social y estuvieron también en el centro de la polémica, ya fuera por su aceptación, su desarrollo instrumental, su flexibilidad, su posibilidad práctica de implementarse o hasta por sus críticas y deformaciones. Ellos se erigían como el instrumental idóneo para disminuir los sesgos de estrategias de investigación demasiado generalizadoras, homogeneizadoras, con enfoques macroestructurales, deductivas, basadas en instrumentos cuantificables, cuyo resultado era la obtención de datos duros. Criticaron la conformación de un investigador intrusivo, situado fuera, por arriba o, por lo menos, suficientemente distanciado emocional e ideológicamente de sus sujetos de estudio para mantener una neutralidad valorativa en sus apreciaciones científicas.

El origen de estos métodos se ubica en Europa en la historia social y oral inglesa; en la antropología, cuya estrategia principal seguía siendo la etnografía y el estudio de sociedades primitivas; y en la sociología, cuyo foco de atención se dirigía a los rápidos procesos de urbanización e industrialización propiciados por el desarrollo capitalista, lo que se manifestaba claramente a partir del siglo XIX. Esta disciplina, la sociología, recuperaba la presencia del Otro en la propia sociedad moderna occidental, pero como un elemento disruptivo o incomprensible: este Otro no se integraba a los valores predominantes de la modernidad; constituía, por tanto, un foco rojo para el funcionamiento de esta sociedad. Se imponía la cuestión social como categoría de análisis.

En este escenario, la cuestión migratoria y el migrante como el Otro, considerado como un elemento perturbador en las conflictivas sociedades occidentales hegemónicas, empezaron a ser una temática central en las nacientes ciencias sociales. Fue con la Escuela de Chicago, y el ambiente académico y político generado en torno a ella, que surgieron propuestas sobre la mejor manera de entender el crisol étnico con que se constituiría la nación norteamericana. El debate migratorio surgía como una dimensión particular de la cuestión social, debido al incremento de los flujos migratorios a aquel país y a su diversidad étnica.

William I. Thomas y Florian Znaniecki, académicos ligados a esta escuela, introdujeron el debate a través de un monumental estudio sobre la migración polaca a Estados Unidos. Fue un referente temprano para interpretar la situación de un grupo étnico sin satanizarlo -los campesinos de esta nación- procedente de un contexto disímil a la próspera sociedad norteamericana al inicio del siglo XX. Fue también una primera y visible convergencia entre los estudios migratorios y los métodos biográficos.

De acuerdo con la argumentación de Zaretsky,10 estos autores develaron la contribución de los migrantes a la formación de la nación; además, propusieron una manera novedosa de entender la cultura de los grupos étnicos de acuerdo con sus propios referentes:

Thomas and Znaniecki invented what was at that point a new method of social investigation -the life study method. The essence of this method was in getting the immigrants to tell their own life stories, either by hiring them to do so or by finding documents, especially letters, in which they did.11

La ciencia social, así concebida, incursionaba en recursos que permitían entender a los sujetos dentro de sus propios marcos referenciales, su historia, coyuntura, y su misma subjetividad, siempre a través de su propia voz. Los métodos biográficos buscaron ese entendimiento a través del habla, el discurso expresado, y el desarrollo de técnicas para la realización de entrevistas.

La obra de Manuel Gamio sobre la migración tenía premisas semejantes, a partir del estudio de un grupo étnico diferente, los mexicanos, cuya presencia en los Estados Unidos ya se hacía notar de manera importante en la década de los veinte. Devra Weber12 destaca de manera sugestiva el significado de la obra en los inicios del siglo XXI.

El análisis de Weber trae a escena una revisión del material que obtuvo Gamio en función de los problemas metodológicos relacionados con la obtención de la información directa con los migrantes. La primera cuestión por resolver es el acceso a los sujetos investigados; hoy se tiene claro que este acceso implica siempre una mediación. Las estructuras políticas, culturales y sociales producen mediaciones en la práctica misma de la investigación. A menudo los informantes claves o “los porteros” introducen al investigador en su contexto de estudio y lo acercan a los sujetos, siempre desde una posición que aparece oculta o irrelevante, pero con una influencia decisiva en el rumbo mismo del proyecto.

Como bien escrudiña con rigor Weber, este es el caso de los entrevistadores de los migrantes que trabajaron el estudio de Gamio: en muchas situaciones, ellos sesgaron la selección de los informantes, pusieron en sus relatos sus propios prejuicios y observaciones, eliminaron lo que les parecía inadecuado y corrigieron el lenguaje “inconveniente” de sus personajes, lo que alejaría el objetivo inicial de captar la realidad según la voz de los sujetos, como lo consideraríamos actualmente en la revisión de la obra del autor.

Los análisis retrospectivos de los estudios pioneros en este campo apuntan -sin negar sus contribuciones- a cómo ellos no pudieron incorporar los avances de varias disciplinas humanas y sociales consolidados a medida que el siglo XX avanzaba. La propia revisión que Weber hace de la obra de Gamio indica la difícil problemática que se les presenta a las nuevas perspectivas para abordar y conocer los fenómenos sociales a través del relato de los protagonistas.

No obstante, varias cuestiones no estaban suficientemente dilucidadas. Desde el punto de vista cualitativo, dar voz al Otro no era un reto sencillo para las ciencias sociales como se había concebido en las propuestas de sus pioneros.

3. De nuevo la interrogante: ¿Se puede “dar voz al Otro”? Los métodos biográficos y su desarrollo en los estudios migratorios

La revisión en torno a los métodos biográficos se desarrolló a partir del replanteamiento del quehacer de las ciencias sociales, desarrolladas a partir de la segunda mitad del siglo XX. La realidad social de la posguerra se imponía en el nuevo escenario mundial.

Era el periodo de la pérdida de la hegemonía del imperio inglés y la consolidación del norteamericano; era un mundo dominado por el capitalismo pero disputado sin tregua por un naciente socialismo. Las antiguas colonias dominadas por los europeos se independizaron paulatinamente, pero no pudieron escapar a un nuevo estatus de subordinación creado en función de otra división del mundo, ahora bajo la hegemonía estadounidense. Los países de América Latina, Asia o África, resultaron países subdesarrollados, del Tercer Mundo o del Sur; en esta nueva y extraña clasificación mundial que dividía los campos de poder y de la política mundial de manera dicotómica entre Norte y Sur.13

Los cambios en la geopolítica, el frágil equilibrio entre socialismo y capitalismo, a causa de la disputada hegemonía, y las luchas de los demás países para buscar un lugar propio ente los dos bloques dominantes no podían estar ausentes en el debate de las disciplinas sociales, aunque éstas no respondían con la celeridad necesaria.

La discusión abarcaba lo mismo las premisas epistemológicas, metodológicas, que los principios éticos e ideológicos. Se cuestionó el principio de una ciencia libre de valores y la posibilidad de neutralidad valorativa por parte del investigador: cualquier proposición de la sociedad y de las disciplinas humanas -se defendió hasta el hartazgo- significaba una visión del mundo y una posición de quien la emitía. No había neutralidad posible, pero no se renunciaba a la idea de construir una ciencia social. ¿Cómo? ¿Cuáles serían sus fundamentos y sus prácticas?

Este planteamiento se bifurcó, por un lado, entre aquellos que abogaban por la necesaria ética del investigador para hacer explícitas sus posiciones y controlar su envolvimiento emocional con sus proyectos investigativos, sin negar la empatía con sus sujetos de estudio; por otro, surgieron posiciones más radicales en las que sus portadores anunciaban una ciencia social que implicaba un compromiso de clase; el conocimiento, así concebido, debía proceder, ser retroalimentado y devuelto a los oprimidos y servir a su liberación. Para ellos se trataba de deshacerse del modelo de ciencia predominante en los centros educativos que actuaban como un instrumento de dominación ideológica y política donde el poder era hegemónico y se construían saberes destinados a mantener la subordinación.

En la vasta polémica, los métodos biográficos y los estudios migratorios no ocupaban un lugar preponderante: la investigación participativa o militante, como se denominó a esta perspectiva, se centraba sobre todo en buscar en las comunidades o grupos organizados y subordinados una confluencia entre la ciencia y el saber procedente de ellos mismos, en una simbiosis con el investigador para transformar su realidad de manera radical. Eran procesos masivos o colectivos en donde las voces individuales sólo tenían expresión a través de un colectivo social organizado para transformar sus condiciones desde abajo.14

En este periodo el problema migratorio había desaparecido de la agenda pública. Durante las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX, los flujos migratorios internacionales habían perdido importancia; repuntaron de manera acelerada y con un nuevo perfil a partir de la década de los setenta.

En Estados Unidos la población migrante en 1970 era de 9 619 300, pero constituía sólo 4.7% (un mínimo histórico desde 1850); en 2012 alcanzó los 40 824 600 y representaba 13% de la población de ese país.15

En ciencias sociales el abordaje de este problema no fue inmediato. A partir de los años ochenta proliferaron estudios sobre el tema, dada la importancia de los flujos migratorios Sur-Norte, y en especial los de México-Estados Unidos. Estos estudios se encontraron con una nueva realidad: además de incorporar de manera significativa los avances en instrumentos matemáticos y modelos estadísticos se originó una nueva perspectiva que abogaba por el “retorno” de las orientaciones hermenéuticas y fenomenológicas.

Desde el punto de vista de los métodos biográficos, uno de los estudios que recoge esta discusión fue Voces mexicanas. Sueños americanos.16 Su autora, Marylin P. Davis, estaba inmersa en esta coyuntura metodológica. Con una sólida empatía para la migración mexicana y por México, desarrolló un amplio trabajo de campo durante los ochenta, incluida una pluralidad de abordajes, como la etnografía y la observación participante en México o con la comunidad migrante en los Estados Unidos. En el referido estudio recaba un gran número de entrevistas; asimismo, se sirve de otros recursos, como la transcripción de cartas y la recopilación de música sobre el tema (corridos). La autora organiza la presentación de su material con una lógica que describe el ciclo migratorio de los mexicanos que se dirigen hacia Estados Unidos y el surgimiento de una nueva generación de origen mexicano nacida en aquel país.

La autora es radical en su concepción de la investigación: los sujetos involucrados en una situación no sólo tienen algo que decir sobre ella, son los únicos autorizados para hacerlo: “Los políticos, los académicos y los burócratas contaban cualquier historia que se ajustara a sus propósitos. Con todo y sus estudios y estadísticas, se hallaban muy alejados de la vida que llevaban los inmigrantes. Y éstos permanecían envueltos en el mito, la desinformación”.17

A partir de esta crítica, y con la grabadora en la mano, Davis se propone una nueva forma de mostrar realidades con una orientación etnográfica comprometida con los sujetos de estudio. Ella misma afirma que a pesar de las investigaciones anteriores sobre el tema: “ésta es la primera vez que los inmigrantes han consentido en narrar sus propias experiencias y grabarlas directamente.18 Y lo más importante es que nadie -legal o ilegal, de este lado o del otro- se rehusó a hacerlo”.19

Advierto en la obra un amplio material sobre el ciclo migratorio de los mexicanos en Estados Unidos en la década de los ochenta y una posición empática de la investigadora para tratar de manera positiva el carácter de esta migración. Ubico este compromiso en un momento en que la migración de mexicanos a Estados Unidos es cuestionada y una ola de xenofobia empieza a concretarse a través de legislaciones persecutorias y actitudes despectivas para la población mexicana en ese país.

Sin embargo, como lo hizo Weber para el caso de Gamio, la obra Voces mexicanas, sueños americanos requeriría una arqueología para una retrospectiva de sus aportaciones y limitaciones. Su obra propicia un cuestionamiento bajo el lente actual del debate del presente artículo, expresadas en sus proposiciones: a) sólo los sujetos que viven una situación pueden hablar de ella, b) los académicos, políticos y otros agentes ligados al campo y sus estudios e estadísticas están alejados de la vida de los migrantes; c) existe un recurso técnico, la grabadora, que permite captar esta habla; d) en su estudio “nadie se rehusó a hablar”; e) el material presentado procede, en su mayoría, del discurso explícito de los sujetos investigados (inclusive entrevistas con personajes públicos cuestionados).

Finalmente, el investigador aparece como una figura subordinada, un ente pasivo que reproduce la única verdad posible: su voz es la voz de los sujetos entrevistados. Dar voz al Otro se transformó de una perspectiva metodológica novedosa a un conjunto de transcripciones literales de las entrevistas captadas a través de una grabadora y con una orientación metodológica basada en la premisa de que los hechos hablan por sí mismos.

Teorías desarrolladas a partir de la lingüística, la literatura, el psicoanálisis, la fenomenología, la neurociencia, la psicología y el desarrollo de las tecnologías de la información, así como el nuevo papel del periodismo de investigación habían puesto en duda el carácter transparente del lenguaje y señalaban su objetivo instrumental en la comunicación humana.

Los obstáculos para captar la expresión de los sujetos a partir de su habla no residen solamente en los entrevistadores u otras mediaciones -como el escenario de la investigación- sino en los propios entrevistados, en la manera en como ellos se sitúan en el proceso dialógico con su interlocutor y, a partir de esto, construyen sus relatos.

Este conjunto de saberes cuestionó el valor de los discursos explícitos; apuntaló las limitaciones tanto de su uso en la investigación como fuente de verdad, como para acceder a la comprensión de los hechos y de los sujetos que los viven. La relación entre discursos, prácticas e ideologías es compleja: las personas no necesariamente dicen lo que piensan ni hacen lo que dicen que hacen; aun cuando estén formalmente receptivas para contar sus experiencias, su relato implicará una selección discursiva: construirán una narrativa coherente que les garantice integridad, autoestima y capacidad de negociación de su rol, en situaciones tan intrusivas a su yo como puede ser el proceso de investigación.

Pierre Bourdieu20 cuestionaba la viabilidad misma de construir historias de vida en la perspectiva planteada inicialmente como una de las promesas de las ciencias sociales para conocer el mundo. Para él se trataba de una ilusión biográfica, polémica inclusive dentro de su trayectoria, ya que en la obra que coordinó, Miseria del mundo,21 presenta una serie de entrevistas basadas en relatos de vida.

El cuestionamiento de Bourdieu, así como el de otros autores, se ubica en otra coyuntura de las ciencias sociales y de los propios estudios migratorios. Se demostraba cada vez más que esta comunicación está mediada por mecanismos que ocultan, distraen, distorsionan, manipulan, diluyen, transfiguran, destacan y construyen significados expresados en el acto de hablar. De acuerdo con Montesperelli, “existe una relación entre memoria y significado, deteniéndose sobre todo en los condicionamientos que parten del significado para imponerse a la capacidad de recordar”,22 de ahí que “el recuerdo como cualquier actividad cognitiva, es un esfuerzo hacia el significado, por lo tanto, no va desde el pasado hacia el presente, sino que cumple un itinerario inverso, en tanto se orienta a encontrar un sentido que concuerde con las necesidades actuales del individuo”.23

Desde Francia, Daniel Berteaux se preguntaba: ¿Puede uno fiarse de lo que dicen los sujetos?24 Y Arfuch, en 2002, ampliaba el marco de discusión:

Sin duda, el paso del siglo, los desengaños teóricos y políticos, la crisis del pensamiento totalizador y la pérdida de ingenuidad sobre la transparencia del lenguaje, no permiten hoy las mismas ilusiones que alentaban en el comienzo de los métodos biográficos: parece claro que no hay una armonía a recuperar, que la contradicción y el antagonismo son los modos de ser de lo social, que la otredad va cambiando de signo, que el reparto de la voces y la proliferación de historias de vida no han logrado atenuar la inequidad de los sistemas con quienes las protagonizan. 25

Beverley discute afirmaciones tan polémicas como la de Spivak: “Si el sub-alterno pudiera hablar -es decir, hablar de una forma que en verdad nos importe, que nos haga sentir obligados a escuchar- entonces no sería subalterno”.26 Aun así él no niega la posibilidad de escuchar la voz del otro pero de manera distinta: “En este sentido, el testimonio también incluye la nueva posibilidad de una agencia política […] Más que una empática culpa liberal o corrección política, lo que el testimonio busca poner de manifiesto es la coalición”.27 Aunque la perspectiva de coalición entre las prácticas investigativas y la sociedad también es una propuesta polémica.

Se producía, así, una nueva crisis en las aspiraciones de las ciencias sociales para conocer el mundo, crisis que se expresaba en las interrogantes sobre la relación entre el investigador y los sujetos investigados. ¿Se puede dar voz al Otro? ¿Cuál es o debería ser la nueva perspectiva de estas preguntas actualmente en los métodos biográficos? ¿Y para los estudios migratorios?

4. ¿Un intercambio de voces? La controvertida relación dialógica entre investigador-investigado y los estudios migratorios

Desde la segunda mitad del siglo XX la sociología cualitativa norteamericana había cuestionado la relación asimétrica entre el investigador y los sujetos investigados, así como su carácter autoritario e intrusivo. Proponía una relación más humanista, sensible y holística en la comprensión de los problemas, y no intrusiva.28

Las estrategias cualitativas se desarrollaron, entonces, como un recurso para aproximar al investigador a su sujeto de estudio, con la premisa de que esta aproximación era condición sine qua non para conocer a este sujeto y, por lo tanto, obtener mejores resultados en la tarea investigativa. Desde tal perspectiva, la aproximación produce necesariamente una relación dialógica, con las implicaciones que tienen todas las relaciones humanas y la particular de ese contexto.

Estos posicionamientos fueron sometidos a su vez a un escrutinio más riguroso y cuestionador: la investigación cualitativa ¿es realmente menos intrusiva? ¿Más comprometida? ¿Son realmente los investigadores cualitativos más sensibles a los efectos que causan en la gente? ¿Resuelve la cuestión ética? ¿Resuelve cuestiones centrales de la relación investigador-sujetos investigados?

Estas cuestiones proponen un nuevo debate sobre los métodos biográficos en lo que parece ser el denominador común al inicio del siglo XXI para replantear la cuestión y lo que atañe a los estudios migratorios y su diversidad.

Los métodos biográficos también expresaron esta diversidad: algunas estrategias mantuvieron la tendencia a recoger los relatos y hacerlos hablar por sí mismos. Desde el punto de vista de la construcción de un acervo histórico, estas perspectivas representaron una contribución para constituir la memoria de la migración en un tiempo en que los recursos técnicos, metodológicos y de todo tipo eran limitados; la acumulación de datos y su sistematización en esta época representaban una tarea básica de las disciplinas sociales. El desarrollo de las disciplinas sociales y la tecnología al final del siglo XX obligaron a las ciencias sociales a replantear su quehacer. En los estudios migratorios, el debate sobre la construcción de trayectorias es un ejemplo pertinente para la discusión.

La reconstrucción de las trayectorias sociales29 es una estrategia ampliamente utilizada en los estudios migratorios; en sus vertientes principales recuperan hallazgos procedentes de múltiples teorías y disciplinas relacionados con las características de los eventos vitales de los individuos, las experiencias laborales y dinámicas del desplazamiento territorial de los grupos humanos. Se nutren asimismo de corpus teóricos más amplios de los estudios demográficos, de la sociología del trabajo, de la familia y del análisis de la sociedad rural sobre la economía campesina, en este caso los aportes de Chayanov30 sobre la reproducción de la unidad económica campesina. Tal perspectiva resulta transcendental por la hegemonía de los estudios de migración, cuyo centro fueron -en México principalmente- el medio rural y las poblaciones campesinas.

La discusión en torno a la utilización de las trayectorias de vida incluye las críticas sustentadas en posiciones como las de Bourdieu, mencionadas anteriormente:

[…] que describe la vida como un camino […] con sus encrucijadas

[…] un desplazamiento lineal, unidireccional (la “movilidad”), etapas y un fin, en su doble sentido, de término y de meta […], un fin de la historia. […] el hecho de que la vida constituye un todo, un conjunto coherente y orientado, que puede y debe ser aprehendido como expresión unitaria de un “propósito” subjetivo y objetivo […] Esta vida organizada como una historia (en el sentido de relato) se desarrolla, según un orden cronológico que es asimismo un orden lógico […]31

Las objeciones, como ilustra el texto, van enfocadas a la transformación forzada y mecánica de los fenómenos humanos en una linealidad que les garantiza una coherencia en medio de un caos que las ciencias sociales pretenden hacer inteligible. Los métodos biográficos buscaron proporcionar una racionalidad de los relatos frecuentemente incomprensibles y contradictorios de los individuos estudiados. El investigador desempeñaba, entonces, una función activa para ordenarlos y transmitirlos, pero de manera implícita y hasta negada: no se cuestionaba que el discurso así construido se presentase como la voz del Otro (y no la del investigador). El texto de Davis, citado anteriormente, ilustra de manera contundente esta afirmación.

En la medida en que el debate sobre la metodología alcanzó los estudios migratorios, el concepto de trayectoria se enriqueció también: su complejidad se hizo evidente en función del perfeccionamiento de los mismos recursos investigativos, de las nuevas aportaciones de varias disciplinas y de los cambios societarios que dieron un duro golpe a la concepción de una vida individual previsible, estable y racional en sus decisiones.

A la existencia de los individuos -el foco inobjetable de los métodos biográficos- se le empezaron a analizar rupturas, reajustes, trastrocamientos y recomposiciones casi siempre relacionados con su entorno inmediato y representado tanto por la familia como por los hechos vitales vinculados con ella. A su vez, las trayectorias laborales incorporaron las tendencias de la restructuración neoliberal del sistema basadas en la flexibilidad, precariedad e inestabilidad en el trabajo y en las condiciones de vida que obstaculizaban las perspectivas de los individuos para planear su vida pública y productiva más allá de un futuro inmediato; para los migrantes esto era imposible y lo es mucho más con el crecimiento de la inmigración irregular.

Por ello, los estudios del ciclo migratorio también abandonaron la idea de construir las rígidas trayectorias de la “emigración a la inmigración”, o las rutas fijas y predeterminadas “de la sociedad de origen a la integración a la de destino”. Se incorporaron fenómenos como la asimilación segmentada de los migrantes en vez del modelo clásico de su integración a la sociedad de acogida; el retorno, la circularidad, la migración de relevo y el tránsito se volvieron elementos consubstanciales de las historias de vida.

El transnacionalismo como una nueva interpretación de la migración proporcionó un sustrato teórico e indicó algunas coordinadas metodológicas que necesitaban desarrollarse. Exigió de los académicos mayor destreza para vincular lo global y lo local, distinguir e integrar lo subjetivo y lo objetivo, y también una mayor sensibilidad para aproximarse a los sujetos de estudio. Requirió, igualmente, una considerable capacidad para desarrollar y controlar su propio envolvimiento emocional, entender los lenguajes cifrados y filtrados, las trampas del discurso expreso, administrar el contrato propio de la relación establecida con los investigados, manejar su posición en el juego de poder que conlleva cualquier relación humana. En los procesos dialógicos de la investigación fue necesario, entonces, elaborar un patrón de aproximación que superase el comportamiento neutral y distante de su contexto de estudio, así como evitar caer en la posición de ingenuidad investigativa.

Bajo la influencia de la etnografía multilocal y la construcción de biografías multiespaciales,32 el transnacionalismo también llevó al investigador por el circuito migratorio de los migrantes.

Parte de esta nueva orientación reside en la incorporación de una visión sobre la clandestinidad e ilegalidad en la experiencia de los sujetos, en sus características actuales. La dimensión de los flujos irregulares masivos con la consecuente persecución y criminalización de los migrantes que se encuentran en esta situación está produciendo otro tipo de narrativa. La épica, el heroísmo, el romanticismo y el triunfalismo de las narraciones anteriores -propios de una realidad en la que cruzar la frontera de forma ilegal representaba una aventura con un riesgo menor- ha sido sustituida por los otros relatos: los del fracaso, la violencia, el sufrimiento, la desesperación, el miedo y la desesperanza. La xenofobia, la asociación de la migración ilegal con el terrorismo y el control de las fronteras como parte de un política de seguridad nacional, han transformado la migración en uno de los fenómenos más brutales y se tornan parte de la recepción que hace el investigador, con la carga emocional que ello significa.

En este camino, el investigador también es transformado por la realidad investigativa que construyó: el texto producido integra las dimensiones del otro y las propias.

Cuando construimos una historia o un relato de vida, no cabe duda de que el protagonista es el narratario, pero no es tan claro quién es el autor del producto escrito. Este punto es polémico, porque sin la intervención del investigador no existiría tal historia o relato en la forma que se objetiviza, y a la inversa, sin narrador no tendríamos relato. Parece que la mejor definición de esta relación es la de coproducción.33

En Como las mariposas monarca. Migración, identidad y métodos biográficos, Sánchez Díaz de Rivera y Hernández Rojas34 concretizan esta propuesta de coproducción para reconstruir el circuito migratorio entre Coyula, Puebla, y Los Hamptons, Long Island, Nueva York, a través de la vida personal articulada con la historia social de Hernández. La integración de las voces del narrador y narratario es, en el texto, una experiencia de construcción de horizontalidad entre los participantes de un proceso investigativo que incursiona en nuevas modalidades del quehacer académico aún en ciernes. La propuesta no está libre de riesgos e interrogantes, como se plantea en la misma obra:

Porque cada investigador va construyendo el relato junto con los protagonistas del mismo a partir de circunstancias específicas. Porque cada contexto, cada trabajo, cada persona con la que se trabaja, llevan a replantear recurrentemente las preguntas siguientes: ¿qué conviene hacer?, ¿qué es viable?, ¿qué es lo más respetuoso?, ¿escribir o contar?, ¿grabar o no, o cuándo?, ¿qué tanto intervenir durante los diálogos en la narrativa?, ¿quién se beneficia con este trabajo y cómo?, ¿quién puede resultar perjudicado?35

5. Conclusiones

Las preguntas anteriores coinciden con las cuestiones planteadas en este artículo y las interrogantes iniciales de “por qué estudiamos lo que estudiamos de la forma en que lo hacemos”.36 En estas conclusiones reitero la importancia de revisar nuestros procedimientos de investigación más allá de la presentación de resultados -tarea actualmente imprescindible en la academia, pero insuficiente-. Ilustro esta premisa con la discusión sobre los métodos biográficos utilizados en los estudios migratorios; su estrecha relación (entre métodos e investigación de la migración) se estableció desde las investigaciones pioneras y constituyó parte fundamental de ellas, ya como instrumento central o como un recurso complementario de otros abordajes cualitativos; se transformó en función de las nuevas realidades planteadas para las ciencias sociales durante el siglo XX y en el inicio del siglo XXI. El sustrato epistemológico de este abordaje residió en la premisa de dar voz al Otro; aunque metodológica, técnica y éticamente el significado de este concepto se fue modificando como lo fue la manera de concebirlo empíricamente. En las ciencias sociales las posibilidades de este método residían en que el conocimiento de un individuo es, de diversas formas, también conocimiento de la sociedad.

En esencia se trataba de buscar a los sujetos de estudio, escuchar lo que decían, encontrar una forma de registrar su habla y comunicarla. Después de casi un siglo de discusiones -desde el recurso de las antiguas y artesanales notas de campo, a la promesa que significó el uso de la grabadora, y posteriormente las tecnológicas de la era de la información-, se afinaron estrategias y diversificaron propósitos en estos estudios. Contribuyó a ello la incorporación de los hallazgos de las ciencias sobre el potencial y límites del discurso expreso y las formas ocultas del comportamiento verbal y corporal.

En esta búsqueda, los investigadores se encontraron con cuestionamientos sobre su propia posición en el proceso investigativo. Perdieron la seguridad e ingenuidad originarias que destacaba la propuesta de neutralidad valorativa, así como la objetividad con que pretendían garantizar el control del proceso de producción del conocimiento. Concluyeron que no se trataba de buscar solamente instrumentos técnicos para ello, sino que deberían repensar su quehacer desde la perspectiva de su propio compromiso y envolvimiento personal-integral al plantearse sus proyectos de investigación. “Ayudar a que se produzcan historias de vida, o historias orales de procesos, conflictos y formas de elaborarlos y resolverlos cuestiona directamente la posición del investigador. De una manera más radical que otras prácticas de investigación.”37

Ferrarotti amplía la reflexión cuando afirma: “De este modo, el investigador no sólo estudia al otro, sino que se estudia también a sí mismo”.38 Así, la posición de este autor abre aún más el debate: implica directamente al investigador, no sólo como un sujeto portador de un conocimiento delegado por la sociedad, en función de sus méritos y la posición institucional que le confiere poder en la relación asimétrica con su sujeto de estudio; lo compromete en esta relación de manera integral. Para el autor, la producción sociológica plantea un problema relacionado con la dinámica de los intercambios dialógicos y la influencia de estos en la producción del propio discurso: también es una manera de cuestionar la posibilidad de dar voz al Otro de manera lineal, aunque el autor no lo plantea en esos términos.

Hoy la cuestión sigue abierta: ¿Cómo dar voz al Otro? Se dispone de amplios conocimientos, de un acceso nunca antes visto a la información, y la posibilidad de incorporar los hallazgos de las ciencias sociales para contar las historias de los migrantes y reivindicar los métodos biográficos como un recurso fundamental para ello. Sin embargo, se requiere también, como nunca, explorar nuevos caminos que tomen en cuenta la complejidad de las relaciones humanas y el proceso investigativo, así como plantearse la pregunta: “En este proceso ¿quién es el Otro?”

Referencias

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1Arfuch, Leonor, El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 87.

2Benjamin, Walter, El narrador, Madrid, Taurus, 1991, p. 2.

3Ibid, p. 2.

4Arfuch, Leonor, op. cit., p. 87.

5Rocca i Cirona, Jordi y Martínez Flores, Lidia, “Relatar la vida, delatar la identidad”, Historia, Antropología y Fuentes Orales, vol. 2, núm. 36, pp. 89-112, 2006, p. 89.

6Berteaux, Daniel, Los relatos de vida. Perspectiva etnosociológica, España, Ediciones Bellaterra, 2005, p. 18.

7Santamarina, Cristina y Marinas, José Miguel, “Historias de vida e historia oral”, en Juan Manuel Delgado y Juan Gutiérrez (coords.), Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, España, Editorial Síntesis, 2007, pp. 257 y 259.

8En 1850 los mexicanos constituían sólo 0.6% de los migrantes en Estados Unidos; en 1930 ya eran 641 500 y constituían 4.5%. Las cifras se mantienen con un pequeño crecimiento hasta 1970, pero en 1980 los 2 199 200 mexicanos ya constituían 15.6% de los migrantes en Estados Unidos. A partir de esta fecha, el crecimiento es exponencial; alcanzó su máximo en 2010, cuando ya eran 11 711 100 mexicanos y representaban 29.3% de los migrantes. Asimismo, se observó un leve decremento en 2011 y 2012. Migration Policy Institute, “Number of Mexican Immigrants and Their Share of the Total Immigrant Population, 1850 to 2013”. [Consulta: 18 de octubre de 2014]. Disponible en: http://www.migrationpolicy.org/programs/data-hub/charts/mexican-born-population-over-time?width=1000&height=850&iframe=true

9Adopto una posición reciente que retoma las dimensiones de nuestro quehacer durante el proceso investigativo y no sólo en su etapa final. Con esta orientación, en 2008, Enrique Santamaría propuso Retos epistemológicos de las migraciones transnacionales; posteriormente, como fruto de un seminario realizado en la UNAM se publicó el libro Métodos cualitativos y su aplicación empírica. Por los caminos de la investigación sobre migración internacional. Ariza, Marina y Velasco, Laura (coords.), Métodos cualitativos y su aplicación empírica. Por los caminos de la investigación sobre migración internacional, México, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México - El Colegio de la Frontera Norte, 2012.

10Zaretsky, Eli, “Introduction”, en William Isaac Thomas y Florian Znaniecki, The Polish peasant in Europe and America: a classic work in inmigration history, United States of America, University of Illinois, 1996, pp. ix-xvii.

11Zaretsky, Eli, op. cit., p. x.

12Weber, Devra, “Introducción”, en Manuel Gamio, El inmigrante mexicano. La historia de su vida. Entrevistas completas, 1926-1927, México, Instituto Nacional de Migración - The University of California - Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social - Miguel Ángel Porrúa, 2002.

13Marroni, María da Gloria, “Latinoamérica en la geografía migratoria mundial: nuestro sur en el norte”, en Daniel Villafuerte Solís y Maricarmen García Aguilar (coords.), Migración, seguridad, violencia y derechos humanos. Lecturas desde el sur, México, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas - Benemérita Universidad Autónoma de Puebla - Promep - Miguel Ángel Porrúa, 2011, pp. 51-77.

14Algunos trabajos, sin embargo, fueron obras paradigmáticas que ilustraron el género biográfico en sus diversas modalidades, testimoniales, literarias o propiamente de investigación, como Lewis, Oscar, Los hijos de Sánchez, México, Fondo de Cultura Económica, 1964. Este tipo de bibliografía abordó un vasto abanico de estudios de los grupos subalternos y la otredad (no sin polémica). Fue la época de oro de las discusiones sobre el cambio social, la pobreza y el desarrollo y su perspectiva de dar la voz a los que no tenían.

15Migration Policy Institute, Number of immigrants and Immigrants as Percentage of the U. S. Population, 1850-Present. [Consulta: 20 de febrero, 2014]. Disponible en: http://www.migrationpolicy.org/programs/data-hub/charts/immigrant-population-change-decade?width=1000&height=850&iframe=true

16Davis, Marilyn, Voces mexicanas. Sueños americanos, México, Siglo XXI,1993.

17Ibid., p. 14.

18La utilización de la grabadora en las entrevistas despertó un gran entusiasmo entre los investigadores, posiblemente mucho mayor de lo que posteriormente se constató; no obstante, para Marilyn P. Davis la grabación aparecería como un instrumento técnico capaz de develar finalmente la verdad investigativa. Sin embargo, muchos investigadores empezaron a advertir que el recurso técnico no tenía la clave siempre buscada para encontrar esa verdad. Ferrarotti plantea el problema de manera clave: nadie cuenta su vida a un magnófono. Ferrarotti, Franco, “Las historias de vida como método”, Convergencia, núm. 44, pp. 15- 40, mayo-agosto, 2007, p. 26.

19Davis, Marilyn P., op. cit., p. 15.

20Bourdieu, Pierre, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1997, pp. 74-83.

21Bourdieu, Pierre, La miseria del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999.

22Montesperelli, Paolo, Sociología de la memoria, Buenos Aires, Nueva visión, 2004, p. 119

23Ibid, p. 112

24Bertaux, Daniel, op. cit., p. 10.

25Arfuch, Leonor, op. cit., p. 185

26Beverley, John, “Testimonio, subalternidad y autoridad narrativa”, en Norma Denzin e Yvonna Lincoln (comps.), Manual de investigación cualitativa. Volumen III: Estrategias de investigación cualitativa, Argentina, Gedisa, 2013, p. 350.

27Ibid, p. 356

28Taylor, Steve y Bogdan, Robert, Introducción a los métodos cualitativos de investigación, España, Paidós, 1987.

29Berteaux, Daniel, op. cit.

30Chayanov, Alexander. V., La organización de la unidad económica campesina, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1974.

31Bourdieu, Pierre, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1997, pp. 74-75.

32Hirai, Shinji, “« ¡Sigue los símbolos del terruño! »: etnografía multilocal y migración transnacional”, en Marina Ariza y Laura Velasco (coords.), Métodos cualitativos y su aplicación empírica. Por los caminos de la investigación sobre migración internacional, México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM - El Colegio de la Frontera Norte, 2012, pp. 81-111. Velasco, Laura y Gianturco, Giovanna, “Migración internacional y biografías multiespaciales: una reflexión metodológica”, en Marina Ariza, y Laura Velasco (coords.), Métodos cualitativos y su aplicación empírica. Por los caminos de la investigación sobre migración internacional, México, Instituto de Investigaciones Sociales - UNAM - El Colegio de la Frontera Norte, 2012, pp. 115-15. Marcus, Gerge E., “Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal”, Alteridades, vol. 11, núm. 22, 2001, pp. 111-127.

33Velasco, Laura y Gianturco, Giovanna, op. cit., p. 141.

34Sánchez Díaz de Rivera, Ma. Eugenia y Hernández Rojas, Luis, Como la mariposa monarca. Migración, identidad y métodos biográficos, México, Universidad Iberoamericana, Puebla, 2012.

35Ibid, p. 137

36Santamaría, Enrique, Retos epistemológicos de las migraciones transnacionales, España, Anthropos, 2008.

37Santamarina, Cristina y Marinas, José Miguel, op. cit., p. 257.

38Ferrarotti, Franco, “Historias de vida y Ciencias Sociales. Entrevista a Franco Ferrarotti”, Periferia, núm. 5, pp. 1-14, 2006, p. 7.

Recibido: 28 de Abril de 2016; Aprobado: 10 de Junio de 2016

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