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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.17 no.1 Mérida ene./jun. 2022  Epub 07-Mar-2022

 

Artículos

Carnaval de Mérida, Yucatán, 1850-1940. Una tradición que lucha contra su elitismo

The Carnival of Mérida, Yucatán 1850-1940. A Tradition that Wrestles Against its Elitism

Silvestre Uresti1 

1 Adscrito al Programa de Antropología Social en El Colegio de San Luis, silvestreuresti@hotmail.com. El presente artículo forma parte de un proyecto más amplio sobre los carnavales mexicanos que recibió apoyo del CONACyT en 2018-2019.


Resumen

En este artículo realizo un estudio del carnaval de Mérida, desde sus inicios hasta 1940, siendo mi objetivo evidenciar su trayectoria y la manera en que la élite del poder se apropió de su tradición festiva, y para eso me sirvo de varias fuentes primarias y secundarias, en especial utilizo los archivos de actas de cabildo, periódicos y otras publicaciones.

El carnaval era organizado por diversas capas sociales, teniendo en la época del porfiriato su mayor esplendor. La clave estuvo en las ligas cada vez más fuertes entre las élites políticas, económicas y la fuerza pública, por eso sus intelectuales orgánicos prolongaron el modelo de un carnaval más exclusivo que popular hasta 1940, década en que por fin integró en su estructura las figuras de un Comité del Carnaval y la elección de una reina.

Palabras clave: Mérida; carnaval; porfiriato; élites

Abstract

In this article I carry out research of the Mérida carnival, from its beginnings to 1940, being my objective to make evident its trajectory and the way in which the power elite appropriated its festive tradition, and for that I use several primary and secondary sources, particularly I use the archives of acts of the council, newspapers and other publications.

The carnival was organized by various social layers, having its greatest splendor at the time of the porfiriato. The key was in the increasingly stronger leagues between the political and economic elites and the public force, that's why its organic intellectuals prolonged the model of a carnival that was more exclusive than popular until 1940, a decade in which it finally integrated into its structure the figures of a Carnival Committee and the election of a queen.

Keywords: Mérida; carnival; porfiriato; elites

Introducción

El carnaval fue símbolo de triunfo político y dominio cultural, pero también fue uno de los actos más evidentes del nuevo mestizaje. El carnaval de 1539, descrito por Bernal Díaz del Castillo (2008), fue una festividad de honores, de triunfo y de júbilo entre diversos grupos sociales. En los carnavales posteriores se heredó ese paseo o entrada simbólica de poder de los carros con la monarquía al frente, y se expandió en distintos niveles mediante las celebraciones a lo largo de la colonia y la república, donde buena parte de ese significado se arraigó en regiones como Mérida, Veracruz, Guaymas o Mazatlán.

El objeto de este estudio se centra en el carnaval de la ciudad de Mérida. Una de las metas será demostrar que en su celebración es posible observar una continuidad, tal vez la más larga y profunda, de aquel sentido mestizo de tradiciones cultas y marginadas, pero con un fuerte perfil elitista, remarcado a partir del porfiriato. En la coyuntura de Porfirio Díaz y Olegario Molina de 1902 a 1909, la tradición del carnaval fue cooptada por un grupo social privilegiado que llamamos élite del poder hispanoyucateco, asegurando así su predominio cultural por la continuidad que le dieron sus intelectuales orgánicos.

En el análisis me apoyo en Mijail Bajtin, para quien el carnaval era "el elemento más antiguo de la fiesta popular" y se visualiza como un "conjunto de regocijos de origen diverso y de distintas épocas, pero que poseían rasgos comunes" (Bajtin 1993, 196-197). También me baso en el historiador Ginzburg (1997, 19), quien sugiere que entre la cultura dominante y la cultura subalterna hay una "circularidad, influencia recíproca". La tarea es buscar en qué medida y cómo ha sido esa relación. En esta misma sintonía coincido en que "a la cultura popular parece preferible definirla inicialmente en sentido negativo como cultura no oficial, la cultura de los grupos que no formaban parte de la élite" (Burke 2010, 29). En este sentido, me parece pertinente recurrir a Zemón Davis, quien anotó que "la vida festiva puede, por un lado, perpetuar ciertos valores de la comunidad (incluso garantizar su supervivencia) y, por otro, criticar el orden político" (1993, 83).

Otras propuestas que influyen en el presente análisis viene de Gramsci y su idea de bloque hegemónico de la sociedad. Su postura es interesante porque está documentada desde los intelectuales orgánicos hasta la cultura subalterna o popular (Gramsci 1986 y 1972). Esto me ayuda a comprender los grupos de poder en pugna como organizadores de la cultura. Otros autores a los que he consultado para profundizar en estas élites del poder son Balmori, Voss y Wortman (1990, 109-179), quienes disertan sobre el concepto de "notables", aplicado a los grupos y familias de poder en sociedades periféricas como Sonora y Yucatán; también manejan la noción de redes familiares y sus signos de notabilidad social e histórica en eventos públicos como el carnaval.

Desde una perspectiva más sociológica del poder, considero que las características, enseguida descritas de la sociedad yucateca, encajan con la proyección básica de la élite de poder de Charles Wright Mills (2005, 273 y 276); el tramo porfirista de 1902 a 1909 puede considerarse como el más sólido de esta élite, cuando fue que se acomodaron los poderes políticos, económicos y fuerza pública, a la vez que se desarrolló un distintivo social que los unificaba ante los demás: sus integrantes debían ser de tez blanca, tener apellido hispano, educación europea, pertenecer a una logia o club selecto, poseer al menos una hacienda henequenera u ocupar un cargo público. En conjunto se desplegó una cadena de alianzas y ramificaciones entre las familias más poderosas del estado y ciudad en cuestión (Pérez de Sarmiento y Savarino Roggero 2001, 74-76 y 115-116).

Primeras menciones del carnaval

Los carnavales mexicanos iniciaron durante la Colonia en 1539 (Díaz del Castillo 2008), permitiendo que tanto españoles como indígenas compartieran varios recintos, como la gran explanada de la antigua Ciudad de México: lugar donde se simuló un bosque natural, dos aborígenes se disfrazaron de rey y reina, presentaron una pelea de juego entre el séquito de esclavos y se ofrecieron dos obras de teatro con participantes autóctonos, con tema europeo. Las escenas carnavalescas, parodiando los nuevos poderes establecidos, proliferaron luego de la llegada de Martín Cortés a Nueva España en 1563. Por ejemplo, en una de las mojigangas, "Los criollos, alumbrados con hachas, se combatían arrojándose esferas de barro llenas de flores o de ceniza, que paraban con las adargas" (Benítez 1953, 209-210). Por otro lado, se puede ver que también existe una confrontación abierta contra los poderes establecidos del Rey y sus virreyes representantes novohispanos, en tanto que los desórdenes de Martín Cortés lo llevaron a ser acusado de autoproclamarse monarca.

En 1565 Luis Céspedes de Oviedo sustituyó a Diego Quijada del cargo de gobernador2 de Yucatán,3 en tanto que Céspedes permaneció en el poder hasta 1571 y, hacia 1577, ocupó el puesto Guillén De las Casas, quien fuera acaso el más polémico por su vida disoluta. En aquel periodo las manifestaciones del carnaval eran más violentas e irreverentes cuando los celebrantes entraban a las casas sin permiso.

Hacia 1790, durante el mandato de Lucas de Gálvez, se construyó la Alameda, que sirvió de escenario hasta 1881 para los "paseos del domingo y martes de carnaval" (Irigoyen 1961, 6). Esta continuidad del carnaval coincide con la renovación del trazado urbano entre 1781 y 1809; Mérida y Campeche se organizaron "en cuarteles" (Castillo Canché 2014, 530): cuatro cuarteles alrededor de la plaza habitados por población española y criolla, y seis cuarteles más alejados eran habitados por mestizos, indígenas, mulatos y otros marginados.

Entre 1793 y 1811, se cerró este primer tramo del carnaval cuando aún no había clubes predilectos (Várguez Pasos 2002, 839), pero ya eran usuales los desfiles exclusivos en calesas y coches, además se acostumbraba jugar carreras de caballos en carruajes y la población se limitaba a mirar o acompañaba en la retaguardia de las comparsas.

Carnaval caótico y sociedad violenta

Quiero expresar una correspondencia entre carnaval y violencia. Si en la fiesta pública había una serie de incidentes vandálicos era porque en las instituciones oficiales había conflictos, mientras que la sociedad yucateca se debatía entre la lejanía del centro federal por lograr su soberanía y la integración nacional entre 1829 y 1848. En el carnaval de 1843 se reflejó algo de esa polarización social en su desarrollo, en donde un sector privilegiado se apropió de la fiesta a través de asociaciones excluyentes e intentó atraer a grupos populares, por eso la policía municipal anunció una normatividad contra las máscaras para "tirar aguas lim pias, inmundas o teñidas y otros actos contra la decencia".4

Con las expresiones de carnaval caótico y sociedad violenta me refiero a que había entre ambas el denominador común de la querella, es decir, que la existencia de un carnaval agresivo era la respuesta a una comunidad yucateca en constante belicosidad, pues se volvió otro escenario de lucha en el sistema imperante. En el nuevo contexto liberal, dominado por el gobierno de Santiago Méndez y Miguel Barbachano, había una prensa militante que desde 1847 se refería a los mayas rebeldes como "plagas", pedía "guerra sin cuartel",5 y la rivalidad entre Mérida y Campeche, las dos poblaciones de más importancia,6 concluyó con la conformación del estado de Campeche entre 1858 y 1863.

En el carnaval de 1850 se prohibió el viejo hábito de jugar competencias de carruajes y caballos en los paseos y comienzan a presentarse bailes de carnaval en el Teatro San Carlos, mismos que eran concurridos por la élite organizada en el club La Lonja Meridana y otros círculos sociales yucatecos.7

En 1851 se subrayó la imagen de un carnaval como torre de babel mediante un "teatro de animación, de movimiento, de bulla, de confusión", en cuyo caótico despliegue participaba aquel pueblo expectante de indígenas, mestizos y pardos, calles y plazas públicas con bandas de individuos disfrazados y maquillados, que lanzaban agua en cascarones y jeringas, y entraban a las casas "sin reparar su rango social, su sexo, su edad y otras circunstancias" (Irigoyen 1961, 8 y 13).

Los carnavales de 1857 a 1863 fueron muestra de los diversos contactos que se suscitaban durante las celebraciones festivas. Las sociedades elitistas La Unión y La Lonja Meridana compartieron su escenario con las comparsas de los grupos étnicos de los xtoles,8 su música de aire y percusiones: flautas rústicas, tambor de árbol, caparazón de tortuga galápago y astas de ciervo. Estas comparsas tuvieron su auge desde los inicios del carnaval y hasta finales del siglo xvi, pero ya para mediados éste, habían casi desaparecido o de plano estaban muy cambiadas. El atractivo era la base autóctona y su importancia radicaba en su actitud crítica y popular a la vez, como anotó Irigoyen, eran "una viva pero muda protesta contra sus opresores" (Irigoyen 1961).

En esas fechas las comparsas se multiplicaron y surgieron otras más renovadas y mejor organizadas. Es así como podía verse unas más indígenas o rurales y otras más urbanas e híbridas en los recorridos carnavalescos: las comparsas de Los Negritos, los Palitos, El Pilón Cubano y Campechano, Las Jicaritas, Los Apaches, Los Marinos y El Gallo, eran muestra de esa novedad bullanguera y regional, algunas estudiantinas eran patrocinadas por las sociedades elitistas y mercantiles, y su repertorio cultural señalaba un enlace entre tradiciones populares y cultas, las cuales poseían "selecciones de ópera o de obras del género grande español" (Irigoyen 1961, 19-20).

Para 1864, a pesar de haber desarrollado una política más liberal que conservadora, la monarquía de Maximiliano y Carlota, en Yucatán, no tuvo el arrastre esperado de la gente, pero sí más que en los otros departamentos de Campeche e Isla del Carmen. Una de las fallas fue la desilusión entre las capas más prósperas del Departamento meridano,9 reconocido como "el niño mimado del imperio" (Sánchez Novelo 2014, 204). En el carnaval de 1866, la policía buscó "conservar el buen orden"10 y la Iglesia atrajo a sus feligreses católicos divulgando "Ejercicios de devotos para los tres días del carnaval" (Castillo 1866, 34).

Carnaval elitista y sociedad capitalista

La situación derivó en un carnaval más elitista que popular durante el porfiriato. El desarrollo económico de finales del siglo XIX acentuó la polarización social del país, en tanto que en Mérida los grupos sociales dominantes utilizaron el carnaval como una manifestación más de su poder material y cultural. A diferencia de otros carnavales más abiertos como los de Guaymas y Mazatlán, el de Mérida defendió una postura de economía radical, es por eso que llamo al carnaval de Mérida elitista, pues buscaba que la gente reverenciara al pico más alto de esa sociedad capitalista.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, se ubican dos periodos de secularización que influyeron en el carnaval -por secularizar entiendo la idea de desplazar a la Iglesia de la "vida íntima de la sociedad" (López Cárdenas 2014, 283): el primer calendario fue entre 1859 a 1867, y el segundo en 1874, con los que se reforzó la presencia del Estado liberal ante la Iglesia y la sociedad, "las fiestas religiosas se transformaron en ferias bajo la idea de que podían fomentar el trabajo y la industria" (López Cárdenas 2014, 303), y fue así que el carnaval llegó a tener nuevos aires y formó parte de las actividades útiles a la comunidad dominante.

Durante el porfiriato se polarizó la sociedad a tal grado que vivir en la plaza central se volvió un signo de distinción y prestigio. En 1892 los viejos ricos habitaban los alrededores de la Plaza Independencia y los nuevos grupos pudientes habitaban "en los límites del centro con los barrios" (Barceló Quintal 2014, 201).

La red de hacendados del henequén se identificaba con la propiedad privada y la economía internacional del momento. Se perfilaba una aristocratización de su estilo de vida, ya que decían que el gasto de su élite no era un derroche, sino "gusto refinado" (Barceló Quintal 2014, 197). La edificación del Paseo de Montejo en 1888-1904 fue la señal de su opulencia y dominio. En esa época porfiriana es cuando se producen las fiestas de carnaval más grandiosas "donde era notable el derroche y el boato" (Barceló Quintal 2014, 232). De 1881 a 1883 y de 1898 a 1907, las asociaciones privadas La Unión y El Liceo organizaron festejos reservados para ese estrato de más prestigio y los clubes Paz y Unión y Recreativa Popular se concentraron en un público subalterno.

En casi todo ese tiempo el programa de carnaval era así: las mascaritas aparecían en la alameda, en el mercado público y en la plaza mayor, la ciudad iluminaba sus principales frentes de edificios, en especial las sociedades privadas cuidaban el embellecimiento multicolor del primer cuadro de la capital. A la cabeza iba el Bando del nuevo gobierno del carnaval, desfilaba la caballería, luego los carruajes, diligencias, calesas, calesines y el derrotero comenzaba en el local de los socios de La Unión.

Por otro lado, desde 1877 el general Porfirio Díaz se erigió como el "hombre indispensable" de la República (Pérez de Sarmiento 2014, 56, 67, 80), pero en Yucatán su gobierno se impuso hasta 1902. Esto fue entre 1888 y 1902, cuando se consolidó la reelección en todo el país, donde también se observó "la creciente acumulación de poder" (Pérez de Sarmiento 2014, 67). De 1902 a 1910 Olegario Molina empató los intereses de Yucatán con los del centro del país y desde entonces la economía local dependió del capital extranjero, en tanto que la desigualdad aumentó y "la reforma social quedó relegada" (Gilbert y Wells 2014, 94).

El gobernador Olegario Molina concentró en su figura "la fuerza económica más poderosa de la región" hasta 1915 (Gilbert y Wells 2014, 94, 98-99). A esto se sumó hacia 1902 la repartición del nuevo estado de Quintana Roo (Macías Zapata 2014, 345); el dúo Iglesia-Estado marchó casi al unísono: el obispo Martín Tritschler11 y el gobernador Olegario Molina trabajaron juntos en la reconquista de los indígenas indómitos y la moralidad yucateca (Savarino Roggero 2014, 187).

En 1886 el Ayuntamiento publicó el derrotero de los paseos del carnaval12 y El Liceo de Mérida organizó "un paseo bautizado con el nombre de corso o paseo de fuego",13 en el que los asistentes llevaban velas romanas y "el corso presentaba un aspecto fantástico por las luces rojas de las antorchas" (Irigoyen 1961, 17). El corso era menos elegante que el Paseo Matutino o la Batalla de Flores, participando en aquellos desfiles contingentes de estudiantinas, de las que se tiene registro desde 1883.

En el carnaval de 1891 la élite socioeconómica introdujo la Batalla de Flores, la cual se debió a El Liceo de Mérida que, junto con La Unión, eran las asociaciones más selectas de Mérida. El circuito era un cuadro de cinco calles céntricas donde se derrochaba "a manos llenas el dinero convertido en flores, en serpentinas y papel picado".14 El martes del carnaval de 1895, por ser el último día, era el día más intenso y se desarrollaba una Batalla de Flores entre los miembros de la élite en presencia del peladero, como les decían a los grupos sociales distantes del primer círculo. Por su parte, los grupos subalternos, de procedencia social muy variable, aprovecharon la presencia de las comparsas para unirse a sus bailes-rituales "con el humo negro y el almagre", pero la prensa los despreció al llamarlos gente del "peladero",15 es decir, estaban pelados en el sentido que carecían de recursos económicos y demás adelantos de la sociedad moderna.

En el carnaval de 1900 se da por vez primera una muestra completa del Bando -era un discurso que pronunciaba el club más notable encargado de convocar a ese primer paseo-, mismo que ya daba inicio al carnaval desde la década de 1880, donde una comisión gestionaba los permisos y proponía el derrotero ante el Ayuntamiento (Irigoyen 1961, 11). La organización del desfile de los carruajes quedaba al mando del presidente municipal, debido a los desmanes que hacían los grupos sociales inconformes durante los paseos y las carreras de carros.16

El Bando del año 1900 se imprimió en un cuadernillo con el subtítulo de "Recuerdo del Carnaval",17 ahí la sociedad La Unión se erigió como portavoz y personificación del Carnaval; en ningún otro carnaval del país un grupito social se auto-presentaba como tal. En los demás carnavales de Guaymas o Mazatlán era una persona, ya sea el rey o la reina, a veces Malhumor, quienes personificaban al carnaval. Mediante la lectura del Bando en verso se dictó al pueblo que su base era la fraternidad sin distinciones y los individuos reunidos en ese momento no eran "de polendas" (es decir, de poder), ni "potentados", sino que "son jóvenes agraciados / capaces de hacer fortuna / si se tropiezan con una joven o vieja heredera / que además de henequenera / sea de baja o alta cuna". Como se ve, el discurso era cínico e hipócrita, y era conformista hacia el grupo en el poder: "¡Vade retro! La tristeza / hoy por hoy, no sienta bien: / ¡está de alza el henequén, / gocemos con loco empeño, / ¡que al cabo la vida es sueño / como dijo no sé quién".

El texto del Bando hecho por la facción más progresista del club La Unión fue irreverente ante la Iglesia católica, pues convocó a los placeres sin pudor alguno: al fin que "ni somos frailes/ni huimos las tentaciones". En las siguientes estrofas fue más incisivo,18 el tono irrespetuoso y descarado era constante también en los demás escritos publicados.19 Los intelectuales orgánicos buscaron apropiarse del perfil crítico del carnaval a través de dichos discursos e irónicamente en el carnaval era un tiempo en que más sentían la necesidad de los otros y requerían de su mirada.

El paseo de los carros alegóricos era para las familias pudientes, pues solamente ellos podían costear su construcción y despliegue público, por eso eran frecuentes los apellidos Cicero y Gutiérrez, Ancona y Cámara, Martínez Cantón, entre otros. En el carnaval de 1900 destacó un automóvil utilizado por las hijas de los Fernández y Vales, e igual de grandioso era el de la sociedad El Liceo en el paseo de la Batalla de Flores, que era la mejor exhibición en cuanto a decoración se refería. El primer premio se lo llevó El Tazón de China, tripulado por la familia Martínez de Arredondo, en tanto que en el Paseo del Bando de El Liceo, el primer premio se lo dieron a Dolores González.20 Estaba claro que el carnaval era una fiesta hecha por las capas sociales poderosas, dentro de "un orden severísimo, que se conserva hasta el fin, sin que ninguna nota discordante venga a perturbarlo". Ese cuidadoso orden entre los diferentes grupos sociales, entre la cultura dominante y la cultura subalterna, a pesar de su predominante desigualdad, Mérida parecía no tener "igual en ninguna otra parte".21

La incertidumbre de abrirse a los demás también se observaba en eventos como el llamado Nacimiento o Alborada de Carnaval, el cual era un conjunto de escenas que se presentaban desde 1880. En 1902 hubo una petición formal al cabildo para no disfrazarse, ni tomar "parte en las mojigangas del carnaval",22 debido a la actuación del Nacimiento del Carnaval y al Entierro de Juan Carnaval, ya que estas dos actividades parecían ser las más irreverentes y populares, en todo caso se evidencian las ganas del sector adinerado por pulir aún más al carnaval de toda burla y contenido no apto para sus mentalidades exquisitas. Era una muestra de la lucha entre la cultura de la alta sociedad y los demás sectores subalternos.

Los participantes de esos eventos festivos dramatizaban los contenidos del nacer y morir humanos, los hombres se vestían con ropas de mujer y simulaban un parto, o bien se vestían como viudas y lloraban por la muerte de Juan Carnaval. El Nacimiento del Carnaval se representó a bordo de un carro alegórico que partió del Liceo, al cual se le llamaba Corso desde su primero paseo en 1910, y años más tarde se dividió en dos: en el Nacimiento, realizado el primer día y el Paseo del Corso, el segundo día. El nacimiento de Juan Carnaval fue interpretado por José E. Marín, alias Huecho, quien estuvo "vestido de mujer, recostado en una hamaca y en trance de haber dado a luz a un niño",23 y, a su vez, otro hombre caracterizado por Alfredo Novelo alias El Chato, vestido también de mujer, quien amamantaba al supuesto niño. Junto a ellos había un médico, actuado por Alfredo Zavala, brindando los primeros auxilios de salud. Esta era otra muestra más de las porciones de poder que los grupos subalternos disputaban en el seno mismo del carnaval, pues era el sentido cada vez más abierto del mismo y señal de los nuevos tiempos revolucionarios que se avecinaban.

El fin del porfiriato henequenero

La fama del carnaval de Mérida tuvo su apogeo entre 1900 y 1910 "por su desarrollo de ingenio, de dinero, de lujo, de animación y de alegría" (Irigoyen 1961, 14); los clubes privados estuvieron asociados con las más encumbradas familias henequeneras, políticas y militares, quienes organizaban las fiestas del carnaval. Un ejemplo del elevado elitismo y diferenciación social estaba en su forma de acometer el baile por invitación personal, las mujeres eran conducidas del brazo hasta sus mesas, "se le daba un pequeño carnet con su correspondiente lapicillo para anotar las piezas que concedían a los solicitantes y sólo bailaban la respectiva pieza con quien había sido anotado, previamente, en el carnet".24

Los carnavaleros seguían un programa con el derrotero y tablados de los paseos públicos. En los carnavales de 1902 y 1903 hay registros de solicitudes para construir un tablado en la Plaza de la Independencia,25 y ya en 1904 el desfile partió desde esta plaza.26 Otro detalle interesante es que el conglomerado de carruajes y comparsas no siempre fue ordenado, por eso, un grupo de 19 firmantes solicitó al municipio negar el ingreso a los automóviles por "daños" a personas y propietarios. La normatividad puntillosa del carnaval de 1906 sugiere que los desórdenes en los paseos continuaban como desde hacía años.27

En 1908 se registró el primer testamento de Juan Carnaval, que era un festejo teatral hecho el último día y su organización no dependía de los clubes elitistas, pero estaba sujeta a ellos, a su reducido grupo más progresista. El tránsito municipal custodiaba la comitiva, varios de los organizadores iban disfrazados de viudas y una orquesta amenizaba la fúnebre procesión, lo que significa que esta parte del carnaval estaba dominada por la cultura subalterna y no tanto por la elitista.

El carnaval de 1911 significó el fin del modelo festivo porfirista cuando El Liceo de Mérida, uno de los más selectos grupos sociales, no presentó ningún paseo y su festejo carnavalesco se replegó en sus instalaciones "sin mucha animación y poco divertida" (Irigoyen 1961, 21). Igual sucedió en La Unión y El Centro Español, los cuales intercambiaron la rondalla y en la pasarela pública sólo hubo tres carros decorados.

En el derrotero del carnaval de 1913, las novedades estuvieron en la convocatoria pública para licitar la construcción de tablados a un costado de la Plaza de la Independencia. En años anteriores, su construcción era por solicitud de colectivos particulares o por iniciativa individual ante el municipio. La otra novedad fue la descripción pormenorizada del derrotero y su normativa, debido a que en la práctica el recorrido se complicaba por la magnitud y características de los autos, carruajes y bicicletas.28

La decena trágica nacional no afectó el carnaval de 1913, el cual se realizó del 2 al 4 de febrero. Por su parte, las sociedades La Unión y El Liceo de Mérida solicitaron permisos para sus bailes y paseos, realizaron su Batalla de Flores el uno y dos de febrero,29 pero a mediados de este mes, cuando Victoriano Huerta asaltó el poder federal y fusiló al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, el gobernador de Yucatán Nicolás Cámara renunció a su cargo. Arcadio Escobedo gobernó a partir del 26 de febrero, y, posteriormente, de julio a septiembre, los generales huertistas Eugenio Rascón y Prisciliano Cortés gobernaron sucesivamente, siendo conocido este periodo como "el porfiriato sin don Porfirio" (Gilbert y Wells 2014, 289).

En el carnaval de 1914 los carros alegóricos salieron desde La Mejorada hasta la plaza de Santiago y se buscó el respaldo de la Gendarmería de Mérida "por ser insuficiente para ese suceso el Cuerpo de la Policía Municipal".30 La Batalla de Flores organizada por El Liceo de Mérida fue en la noche, por lo tanto, para una mejor vista, reforzaron "con lámparas de gasolina" (Irigoyen 1961, 17) y las principales sociedades elitistas compitieron por exhibir el mejor paseo, pero ya no había aquel lujo y resplandor anterior a la revolución de 1910. El carnaval de Mérida entró en un proceso de cambio, la prensa hizo su evaluación: después de 1914, "las fiestas de carnaval en los tiempos posteriores hasta 1920, se limitaron a pálidas demostraciones".31

La élite del poder hispanoyucateca

En la sociedad yucateca del último cuarto del siglo XIX y principios del XX, una minoría se perpetuó en el poder en los rubros económico, político, social, militar y cultural, gracias a que sus integrantes amasaron una fortuna en recursos y crearon una identidad común. Esto fue lo que pasó con el ascenso a la presidencia nacional del héroe militar Porfirio Díaz. No todo fue miel sobre hojuelas. Un caso extremo fue el de Acapulco, Guerrero, donde un pequeño grupo de criollos no permitió el tendido ferroviario, ni dieron paso a la modernización porfiriana, en tanto que en otros lugares, a pesar de la desigualdad social y la guerra sin cuartel contra la población originaria como en Sonora y Sinaloa, las élites del poder local no fueron tan radicales en su calendario festivo, sino que colaboraron con el régimen, con los grupos subalternos y dispersaron las fiestas del carnaval.32

En Yucatán, por el contrario, se prolongaron viejos privilegios en un puñado de familias españolas y yucatecos descendientes de hispanos,33 en un nivel subalterno estaba la mayoría mestiza y racial como los mayas,34 chinos35, negros, yaquis36 y sirio-libaneses.37 En esa población tan diversa dominó una porción reducida de gente, a la cual hemos llamado élite del poder hispanoyucateca,38 la cual tuvo su coronación en la primera década del siglo XX cuando coincidieron los poderes nacionales y estatales en la elección y reelección del gobernador Olegario Molina Solís. Acaso, por vez primera en el estado, una élite del poder concentró los ejes de la política, la economía y el poder militar. En esos años antidemocráticos el hombre de negocios era también un político y un militar, ocupaba alternativamente las tres carteras y ministerios.

La casta divina del poder empezó su hegemonía39 con la formación de asociaciones de todo tipo,40 entre los que se pueden mencionar los referentes a negocios,41 comerciales,42 político-económicos,43 hermandades religiosas44 y masónicas, clubes de arte y festividades diversas como los carnavales, en los cuales tenían cabida, antes que otros, españoles y mexicanos descendientes de europeos y, aunque estaban abiertas a la sociedad, en la práctica sólo ellos controlaban los recintos, emitían normas y aceptaban a sus agremiados. El carnaval fue para ellos el "organizador de una nueva cultura" (Gramsci 1986, 353), aquella que los representara, por eso hicieron suya la tradición de la fiesta en un sentido casi literal. Esto lo hicieron de modo efectivo porque se apropiaron del espacio público y la identidad general, mediante sociedades que tuvieron una importancia cada vez mayor en la vida local, que eran La Lonja Meridana (fundada en 1846), La Unión (creada en 1857) y El Liceo de Mérida (instalado en 1870). En las primeras cuatro décadas del siglo XX compartieron escenarios con múltiples clubes obreros, signo de los nuevos tiempos y su lento declive como élites homogéneas: Paz y Unión, Recreativa Popular, Ateneo, Libanés, Yucatán, Campechano, Centro Español, Social Club, Escuela Modelo, Renacimiento Social, Alcázar, entre otros mencionados en este artículo, atendiendo a un público más abierto. En esas ligas y vínculos colectivos se encontraban las personas, empresas o instituciones de más poder y recursos, también eran ellos los representantes de la llamada alta cultura, si tenemos en cuenta que casi todas fueron creadas con fines académicos,45 periodísticos,46 científicos y de recreación. Sus instalaciones estaban acondicionadas de acuerdo al último giro de la moda arquitectónica y de decoración europea: poseían billar, comedor, fumadores, cafetería y sala de lectura (incluso llegaron a tener salas de teatro).47

Para ahondar en la llamada élite solidaria del poder basta con detenerse en algunos de sus reductos de mayor prestigio que perduraron más allá de 1910. La Lonja Meridana fundada en 1846 contaba con una revista, con las comodidades especiales antes descritas y aglomeraban lo más granado de las familias, sus socios eran españoles o hijos de criollos nacidos en Yucatán.48

Entre 1894 y 1897 el empresario y político Olegario Molina Solís llegó a la presidencia de la junta directiva de La Lonja, lo que significó su coronación porque "era el legitimante social del poder económico que detentaba y al poder político que habría de ejercer" (Várguez Pasos 2002, 843) como gobernador y ministro porfirista en 1902-1911.49 Para 1897 la Lonja Meridana estaba convertida en la cabeza de la vida cultural de Yucatán y la organización de las fiestas de carnaval era uno de sus eventos principales. La cultura subalterna se redujo al máximo y se intensificó su resistencia.

Otro foco elitista similar era el Liceo de Mérida, fundado en 1870 por Manuel Nicolín Echanove, y, al igual que los otros clubes recreativos, también participó "mucho en las fiestas de carnaval" (Várguez Pasos 2002, 845); en 1878 su junta directiva y socios invitaron a los bailes carnavalescos en el Liceo.50

La élite del poder hispanoyucateca51 fincó en el henequén sus negocios y empresas comerciales porque "el henequén fue el que mayores dividendos, económicos y políticos, le redituó a los productores y comerciantes españoles y yucatecos de ascendencia hispana" (Várguez Pasos 2002, 850). A partir de 1880-189052 la élite del poder de hacendados53 intensificó sus redes54 en la economía capitalista de la península.55

En resumen, la élite del poder yucateco se apropió de los altos mandos de la política, la economía, la milicia para sus miembros y socios, y también alineó los campos de cultura y sociedad para beneficio propio. Esto ocurrió en tres tiempos importantes de la historia estatal: uno fue de 1880 a 1901, el otro abarcó de 1902 a 1911 y el tercer tramo ocurrió de 1912 a 1940. El segundo periodo fue en realidad poderoso porque mantuvo cooptado el desarrollo general del estado e incluso del país. La élite yucateca extendió sus líneas militares entre 1905 y 1910 cuando se afianzó la trilogía de guerra: Luis Emeterio Torres-Olegario Molina-Ramón Corral.

No parecía haber espacio público y privado que no tuviera injerencia esa minoría enriquecida, porque para la élite del poder hispanoyucateca, el carnaval de Mérida funcionó como el legitimador colectivo por excelencia, pues, a través de su celebración mestiza de siglos, quiso llegar a todos los grupos sociales, y no obstante que ese dominio del carnaval le dio fama y fortuna, no pudo conectar con los sentimientos profundos, de renovación constante, que propone la tradición subalterna por excelencia.

Una de las fallas de la élite del poder en el campo de la cultura, acaso la principal, fue apoderarse del carnaval y no conformarse con el papel de intermediario,56 lo cual se pudo haber subsanado con la creación de un comité o junta que organizara la fiesta para la generalidad del pueblo, incluyendo a las élites, de manera que su estructura festiva se anquilosó y no cambió, sino mucho tiempo después, por eso digo que el carnaval de Mérida era más elitista que popular.

Carnaval y Estado posrevolucionario

En 1915 la élite yucateca convocó a la defensa de la soberanía de Yucatán, pero, en menos de dos días, el ejército de Salvador Alvarado venció a los conservadores locales entrando a Mérida y gobernó hasta 1918. Así fue como se impuso la revolución carrancista en el estado.

El gobernador Felipe Carrillo Puerto profundizó la revolución hacia "un socialismo yucateco" entre 1918 y 1922-23 (Gilbert y Wells 2014, 317; Castro Martínez 2014), convirtiéndose en el gobernador que más tierras repartió en su momento e impulsó el anticlericalismo sonorense, a la vez un catolicismo popular, lo que benefició a las fiestas de carnaval que estaban compuestas por una gran variedad de tradiciones culturales.

Desde el punto de vista de las fiestas carnavalescas, los grupos privilegiados ya no lo eran tanto, pues su organización había decaído. Es probable que entre 1915 y 1918 los grupos sociales aún no se recuperaran de la crisis de la revolución armada, aunque sí hubo carnaval en 1917,57 y en los de 1919, 1920,58 1921,59 1923, 1925,60 1928 y 1929 la situación mejoró, ya que en esa década las agrupaciones más exclusivas eran La Unión, Social Club, Centro Campechano, Centro Español y Club Yucatán y los clubes menos exclusivistas eran los obreristas Paz y Unión y El Ateneo. En 1923 las sociedades favoritas de El Centro Español, Social Club, La Unión y el Yucatán Club solicitaron permisos para hacer el Corso y la Batalla de Flores en el Paseo de Montejo.

Por otra parte, en 1925 se mencionó por vez primera que habría un Gobernador del Carnaval (Piña 1925), esto significa que aún no había el cargo de reina como en los otros carnavales nacionales. En Guaymas y Mazatlán desde finales del siglo XIX contaban con una corte de reyes, princesas y damas. En la península hubo un impulso feminista entre 1915 y 1923, realizando en Mérida dos congresos académicos sobre la importancia de la mujer en la sociedad, pero en áreas más urbanizadas, como Mérida, la promoción de los derechos de la mujer tuvo una oposición fuerte por parte de los grupos conservadores y eclesiásticos ya mencionados.

Aunque el legendario clan de Olegario Molina se mantuvo distante, el gobierno revolucionario de Álvaro Torre Díaz mantuvo relaciones con los grandes hacendados y las familias más acomodadas de Yucatán, redujo el reparto agrario, desatendió infracciones a leyes laborales y le dio más importancia a la "armonía social que a la justicia social" (Fallaw 2014, 55), pues en ese tiempo los yucatecos reprimieron a anti-obregonistas y vasconcelistas, lo que explica en parte el descontento y la violencia durante los carnavales de la época, y en 1925 se anota que abundaron los actos vandálicos y "punibles".61

El carnaval de 1926 fue una de las fiestas más concurridas y participativas. Se menciona que desfilaron más de quinientos autos adornados. En esta época ya había asociaciones y grupos de carnavalescos más o menos independientes de las conocidas asociaciones elitistas: Asociación de Charros, el Club del Gobernador del Carnaval, el Chinesco de La Unión, los Viejos Verdes, entre otros; en el carro de Paz y Unión iba la reina del carnaval de ese club selecto.62

Los carnavales de 192863 y 1929 se realizaron en el Paseo de Montejo, donde hubo permisos para rentar sillas al público que asistía a los paseos y corsos. Como novedad se acordó prohibir el consumo de bebidas embriagantes a los participantes de los desfiles "bajo la pena de cinco a cincuenta pesos la multa",64 pero en plena ley seca el propio gobernador Bartolomé García Correa traficaba alcohol en la clandestinidad, por eso la ley de alcoholes no se respetó.

Crisis y cambio del carnaval

En el carnaval de 1931 se subrayó la crisis social por la que estaban pasando los yucatecos, mencionando varias veces ese concepto en las crónicas del Diario de Yucatán. Se subrayaba que "las fiestas... se reducirán este año a bailes organizados por las diversas sociedades coreográficas. Tal vez se pudieran llamar las fiestas de nuestra señora la Crisis".65 Las observaciones del Diario de Yucatán de un carnaval precario tenían sustento real y eran también muestra de las tensiones libradas contra el gobernador Bartolomé García Correa, cuyo gobierno fue "controvertido" (Fallaw Ben 2014, 57, 61-62), ya que reprimió a sus adversarios políticos, siendo uno de ellos el Diario de Yucatán, al cual, por su celo político, lo llevó a identificarlo como uno de sus oponentes, que en esos años funcionaba como vocero de la élite social, lo que explica por un lado la amplia cobertura que hizo de los carnavales y, por otro, aclara por qué cerró el Diario de Yucatán a mediados de 1931.

En ese año hubo dos tipos de carnavales porque aún no se contaba con un comité que repartiera la celebración en la generalidad de la ciudad: uno de plaza pública que fue poco reseñado por ser del pueblo común y otro realizado dentro de las residencias particulares, el cual ocupó las páginas de la prensa por ser de lo más granado de la élite social. En la primera fiesta hubo un paseo con "gentiles damitas ataviadas caprichosamente, con vistosos trajes de fantasía, lucieron la gracia de su donaire en numerosos automóviles y algunos carros adornados", el resultado se debió "quizás a la agobiante situación económica que prevalece".66

En el otro carnaval privado se destaca la fragmentación de los grupos elitistas en una variedad de asociaciones y clubes, también en ellos se presentó "Nuestra Señora la Crisis", pero no tanto pues en el Club Mérida Social, ubicado en la residencia de Martina Gutiérrez, viuda de Cano, se bailó hasta el amanecer; en el Centro Campechano también asistió parte de la élite; en El Ateneo la alegría se concentró en la residencia de Alfonso Vales García; en el Club de los 100 hicieron de todo para olvidarse de la crisis; la Unión, el Recreativa Popular y el Centro Español convocaron a bailes; el Club Bohemia, dirigido por Manuel Espinosa E. y Manuel Palomo V., hizo cinco bailes en la residencia de Enrique Zapata; el Club México Social tuvo su sede en una residencia de Marcial Cáceres; en el Club Campechano y Club Juvenil Obrero unas cien parejas de jóvenes ocuparon cada una sus pistas de baile.

La experiencia de los carnavales de 1932,67 193368 y 193469 fue similar en la queja de una agobiante situación económica que prevalece70 y en la realización de un carnaval callejero y otro en casas privadas. La impresión era que el carnaval sirvió para dejar aún más vacíos los bolsillos de cada uno y se ejemplificó con una caricatura de un plato con la palabra "hambre" y la frase "lo único que dejó en su testamento Juanito Carnaval".71 La recurrente crisis de los yucatecos se debía al estado económico del henequén, el oro verde

nos fustiga, pero no nos abate [...] Caeremos mofándonos de ti y de nosotros mismos [...] Y aún somos capaces de una explosión brillante, en el fondo se advierte la desilusión de los carnavales antiguos, de la lujosa época porfiriana, no obstante el consuelo era que "si se gastó algo, no fue para bolsillos extranjeros".72

En el carnaval de 1935 los centros sociales aún exclusivos convocaron a sus típicos bailes temáticos: el Club Mérida, el Club México, el Club Libanés, sin embargo, las sociedades elitistas estaban en crisis, ya no eran tan selectivas y generosas en sus recepciones. Por otro lado, la prensa semanal publicó dos apuntes sobre el ritual de Juan Carnaval, en el que uno de esos textos es un discurso dictado en su agonía, cuya primera aparición fue en 1908; su funeral es político porque reflexiona sobre su situación social y la de sus allegados, además hay una liga entre el Gobernador del Carnaval y Juan Carnaval, donde los dos monigotes sueltan su diatriba política a la menor provocación,73 ambos resuelven que esas circunstancias económicas adversas les han llevado a la tumba, porque "las haciendas se están repartiendo con todo y todo a los jornaleros".74 El segundo artículo de Juan Carnaval publicado en la prensa con el subtítulo de "Obras Festivas del Chato Duarte" es la herencia para sus seguidores, su legado era una combinación de asuntos regionalistas que dan vida cotidiana en un lapso de un año.75 Los grupos culturales subalternos recuperaban espacios en la tradición del carnaval.

En los carnavales de 1937,76 193877 y 193978 la figura del Gobernador del Carnaval se usó para personificar las fiestas, mientras que en otros carnavales la reina y el rey eran los más destacados. Una persona conocida en el medio de Mérida era quien solía ser elegida por acuerdo entre los clubes y otras por designación. En ese año fue candidateado el señor Gonzalo Zavala Batracio, y con el nombramiento de Gobernador del Carnaval se parodiaba el cargo de gobernador de Yucatán.

Entre 1934 y 1939 la Reforma Agraria no se aplicó entre los yucatecos, por lo que el presidente Lázaro Cárdenas decidió intervenir más de cerca, creando nuevos ejidos y transfiriendo 56 mil hectáreas, "casi la mitad de ellas plantadas con henequén" (Fallaw Ben 2014, 92). Sin embargo, fue insuficiente, ya que de 60 mil campesinos se contabilizó que 13 mil aún no tenían tierra; la situación adversa se coronaba con un avanzado sexenio que ya había gastado buena parte de sus recursos políticos y estaba preparándose para la sucesión presidencial.

En este panorama, en 1938 se celebró el carnaval, y desde principios de enero se divulgó una alianza entre los distintos niveles de gobierno para hacer "del próximo carnaval un exponente de alegría". Lo novedoso del anuncio era la idea de distribuir la fiesta "a fin de que todos podamos decir que nos estamos divirtiendo".79 Esta idea de generalizar la celebración era un atributo de un comité del carnaval, pero en Mérida no hay registro que así haya sido.

En 1939 se registró el primer Comité Organizador del Carnaval, el cual dio las llaves de la ciudad al Gobernador del Carnaval. En otros carnavales -por ejemplo los de Guaymas y Mazatlán-, desde el porfiriato ya contaban con una junta o comité que garantizaba la fiesta para la población. Mérida demostró una vez más su conservadurismo al no contar con un comité o cuerpo colegiado del carnaval. El Gobernador desplegaba una función similar al papel de la reina. Por ejemplo, en ese año el Gobernador estuvo representado por José María Peón Zapata, alias Hobonyá I, quien tenía una corte de funcionarios, anunciaba el inicio del carnaval, recibía las llaves de la ciudad de Mérida y encabezaba los desfiles.80

En el carnaval de 194081 se realizó un tipo de desfile más popular que elitista, las cantinas y bares estaban llenas de borrachitos, en los clubes el baile del martes siempre había sido de etiqueta rigurosa, pero esa vez no fue así en todos, pues en el Yucatán y en el Unión sus bailes fueron de traje informal, entonces la prensa pareció elogiar el carnaval de Mérida en su agonía, pero finalmente admitió que "Todo se redujo a bailes, a bailes sin mascaradas [...] que hasta el sepelio de Juanito se suprimió por la falta del ataúd."82

Conclusiones

La élite del poder organizadora del carnaval se prolongó más allá de esa fecha tan corta, de 1902 a 1909. Aquí, hago hincapié en el hecho de que el grupo económico-cultural yucateco creció a partir de 1862 y fortaleció su estructura política y militar hacia 1876 con Porfirio Díaz en la presidencia nacional y Olegario Molina en el estatal, posteriormente, perdió fuerza con la caída del gobierno de Díaz, con la crisis capitalista de 1908-1909 y con la revolución maderista de 1910-1912. Desde la historia cultural de los grupos subalternos, la transición del carnaval fue lenta hasta que en 1941 se concretó su estructura democrática actual, por eso afirmo que el carnaval yucateco fue una tradición que luchó contra su elitismo.

La insurrección de 1910 contra el gobierno porfirista arrebató a los intelectuales orgánicos la apropiación exclusiva del carnaval, pero tan enraizada estaba la élite del poder hispanoyucateco en la vida social y cultural, que se extendió más allá de 1915. La revolución constitucionalista tardó en concretarse en Yucatán, pero ya se vislumbraban nuevos tiempos, por ejemplo, en 1908 se añadió Juan Carnaval, uno de los eventos más populares y críticos de esa tradición. Se retomó el ritmo del carnaval a partir de 1920, pero sin los aires del marcado lujo y distinción social, no obstante, en 1925 hubo algunos signos conservadores cuando se agregó el personaje del Gobernador del Carnaval, mientras en otras partes como Veracruz o Guaymas, la imagen de la mujer a través de la reina era la destacada. En Mérida se optó por una presencia masculina y patriarcal.

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2 A partir de 1527 Francisco de Montejo fue gobernador de Yucatán; en 1548 su mando entró en crisis por denuncias ante la Corona y en 1550 dejó todos sus cargos oficiales (Saucedo González 2014, 77).

3En 1517 se aplicó por accidente el nombre de "Yucatán" al territorio. Las construcciones mayas y la esperanza de que hubiera oro fueron los resortes para su conquista hasta 1550, cuando se confirmó que no había metales preciosos (Quezada 2014, 301 y 304).

425 de febrero de 1843. Periódico oficial del estado de Yucatán. El Siglo XIX. Hemeroteca Nacional Digital de México (HNDM).

512 y 17 de febrero de 1858. Periódico oficial del estado de Yucatán. El Siglo XIX. HNDM.

6Ambos protagonizaron una rivalidad amigable hasta 1863, año en que se creó el estado de Campeche. Durante la mayor parte de esos años, Mérida comerciaría más con La Habana, en tanto que Campeche haría lo propio con Veracruz. En adelante usaré este concepto en la definición que Wright (2005, 253-277) le da en su ensayo.

713 de febrero de 1850. Periódico oficial del estado de Yucatán. Boletín Oficial. HNDM.

8Los xtoles eran hasta diez danzantes vestidos con "camisón, calzoncillo, alpargata, racimos de conchas pendientes y sonando sobre el pecho y un arillo de madera adornado de plumas en la cabeza, teniendo en la mano la sonaja del xluch, especie de calabacillo seco con figura cilíndrica y delgado en un extremo donde se empuña"; en un sitio estable e improvisado se aglomeraban en torno a los instrumentos y comenzaban a bailar, "acompañándole uno de ellos con el son del caramillo y los demás con el xluch y una especie de canto recitado y poco alegre, resultando del todo una música asaz salvaje y melancólica" (Irigoyen 1961).

9En octubre de 1864, en Yucatán había tres departamentos: Mérida, Campeche e Isla del Carmen. Cada uno tenía su prefecto político y militar. Los mayas tuvieron un abogado para su defensa legal. Así, con esta nueva estructura, Maximiliano implantó su imperio a lo largo de 1865, el mejor año de su poder.

105 de febrero de 1866. Actas de Cabildo. Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY).

11En el último cuarto del siglo XIX, en el núcleo duro de la élite hispanoyucateca había 92 religiosos regulares de la Iglesia católica, 64 eran nacionales, 23 eran españoles y cinco de otras nacionalidades. En 1901 el obispo Tritschler y otros altos dignatarios les dieron cuerda suficiente para extenderse hasta 1914 cuando fueron expulsados del país, y para tal fecha el número de españoles era de 56, véase a Várguez Pasos (2002).

1210 y 19 de marzo de 1884. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

13Album Yucateco 1901. Biblioteca Virtual de Yucatán (BVY).

14Álbum Yucateco 1901. BVY.

153 de marzo de 1895. El Cometa, Suelto Humorístico y de Variedades. BVY.

1623 de enero, 11, 18 y 29 de febrero de 1884. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

1724 de febrero de 1900. Bando de La Unión. BVY. Las siguientes frases entre comillas pertenecen a esta fuente, salvo cuando se indique lo contrario.

1824 de febrero de 1900. Bando de La Unión. BVY.

19Álbum Yucateco 1901. BVY.

20Álbum Yucateco 1901. BVY.

21Álbum Yucateco 1901. BVY.

2227 de enero y 3 de febrero de 1902. Actas de Cabildo. AGEY.

23Febrero de 1957. Diario de Yucatán. Biblioteca Yucateca (BY). Es una nota que recuerda carnavales pasados.

2414 de febrero de 1957. Diario de Yucatán. BY.

259 de febrero de 1903. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

268 y 9 de febrero de 1904. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

2711 de febrero de 1874. Periódico oficial del estado de Yucatán. La Razón del Pueblo. HDNM; 13 y 27 de enero de 1913. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

2813 y 27 de enero de 1913. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

2913 y 27 de enero de 1913. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

3019 y 26 de enero, 3, 9 y 16 de febrero de 1914. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

31Álbum Recuerdo Carnaval de Mérida 1920. BVY.

32Desde fines del siglo XIX, las élites norteñas desempeñaron un papel de intermediación a través de las juntas y comités del carnaval (Uresti 2017, 71-93; Uresti 2018).

33Apellidos como Cicero, Elizalde, Escudero o Quijano eran de familias dueñas de haciendas y apoyadas por el Estado liberal que protegía la pequeña propiedad, "gracias a esto y a la hacienda, los propietarios tuvieron movilidad social y económica: Fajardo, Peña, Pérez, Molina y Canto" (Machuca 2011, 238), a fines del siglo XIX esas élites se consolidaron con el cultivo del henequén y entraron en declive con la Revolución Mexicana.

34Sobresalían los caciques o indios ricos, cuya identidad mejor serían los rancheros.

35Desde que llegaron los chinos hacia la década de 1880 los canalizaron para trabajar en el tendido de rieles en Yucatán.

36En 1880 se barajaron tres soluciones contra la guerra del yaqui, con el objetivo de apropiarse de sus tierras fértiles: exterminio, deportación y colonización. Hacia 1900 se aplicó la primera deportación de 250 mujeres y niños hacia las haciendas henequeneras de Yucatán, cuyos dueños eran M. Fernández Leal, María de Jesús Peón de Peón y Augusto Peón, Olegario Molina Solís, Joaquina Peón, Alvino Manzanilla, Luis S. Carranza, entre otros. Entre 1907-1908 se intensificó su traslado a un promedio de 500 por mes como mano de obra barata y esclava, debido a un interés compartido entre el yucateco Olegario Molina Solís y los sonorenses Ramón Corral y Luis Emeterio Torres. Se calcula que esa élite del poder militar envió a Yucatán unos 6500-7000 yaquis (Padilla Ramos 1996).

37El primer libanés que se registra es de 1878 y para 1910 se contaban 568 turcos, de los cuales 365 eran hombres y 203 mujeres, esa composición singular permitió su reproducción social como grupo racial aparte en la península (Ramírez Carrillo 2014, 30).

38La idea de élite hispanoyucateca está basada en Várguez (2002, 831) cuando afirma que "Reconocerse como grupo, relacionarse entre sí, actuar en defensa de los intereses que les eran comunes, compartir determinados espacios, realizar ciertas actividades y crear sus propias institu ciones, fueron elementos que incidieron en la conformación de esa identidad. Pero más todavía, en su constitución como una élite que dominó dicha sociedad en ese periodo". Otros autores también se refieren a la "elite solidaria" porque sus integrantes tenían diferentes profesiones, pero su etnicidad en común; también destacan el término de "casta divina" porque ocuparon los cargos más importantes en la función pública y era la imagen social que proyectaban (Iturriaga 2018; Ramírez 1994). El punto central es que era una élite del poder, según la definición de Wright Mills (2005).

39De acuerdo a Gramsci (1986) es la ideología dominante forjada a través de los "intelectuales orgánicos" ligados al sistema capitalista, a todas sus empresas productivas incluyendo la política, la militar y la cultura.

40Por ejemplo, la Beneficencia Española en 1888 fundado por Eloy Haro, Miguel Laviada, Arsenio Caballero y Miguel Nogués. Y su junta directiva fue conformada por Florencio Laviada; Miguel Nogués; Santiago Mestas; Eloy Haro, Joaquín Ancona, Manuel Troytiño y Manuel Suárez; Claudio Navalle y Agustín Alvino, Andrés Cano Diego, Manuel Vallejos y Pablo Bouza. Después eligieron a la nueva directiva: Camilo Carrancá, Manuel Suárez, Fernando Juanes Gutiérrez, Miguel Gamboa G., Miguel Laviada, Miguel Nogués, Avelino Montes, Francisco Bárbara, Miguel Quintero, Norberto Hernández, José Martínez y Pedro Malvarés. Desde sus orígenes la "Beneficencia Española" fue una institución abierta a toda la sociedad yucateca. En los artículos y de su reglamento, se establecía y describía el tipo de miembros de los cuales estaría integrada dicha institución. Éstos eran tres. Socios de número, protectores y honorarios. Los primeros eran los españoles e hijos, residentes en el estado, mayores de catorce años y de buenas costumbres; los segundos eran aquellos simpatizantes con los fines de la asociación, sin distinción de nacionalidad, que quisieran contribuir con una cuota mensual para socorrer a los necesitados y; los terceros eran quienes prestaban algún servicio de reconocida utilidad (Várguez Pasos 2002, 847).

41Hicieron grandes negocios en vías férreas, trenes y ferrocarriles: José Rendón Peniche, Pedro Contreras Elizalde, José y Alfredo Domínguez Peón, José María Ponce Solís, Eusebio Escalante, Eloy Haro, Avelino Montes y Olegario Molina Solís; entre 1875 y 1889 fundaron loterías estatales: Francisco Diego, Francisco Álvarez Galán, Eusebio Escalante, Benito Aznar Pérez, Pedro de Regil y Peón, Nicolás Almeida, J. Rafael de Regil, Eusebio Escalante Bates, Nicanor Ancona, Pedro Peón Contreras y Juan A. Urcelay Martínez y Arsenio Rodríguez Caballero. En 1878 Santiago Mestas instaló una casa de empeño.

42Arsenio Rodríguez Caballero representaba a la compañía Liverpool and London Globe; Miguel Haro, a la Compañía Transatlántica Española; José María Ponce Solís, a la Línea de Vapores Españoles del Marqués del Campo; Olegario Molina Solís, del vapor español Ciudad Condal.

43En 1902 el clan yucateco Molina-Montes y socios norteamericanos fundaron la Internacional Harvester Co para controlar la venta del henequén, la situación monopólica la mantuvieron hasta 1916 (Vela Sosa y Vela Manzanilla 2016, 193-216).

44Manuel Nicolín Echánove, Bernardo Ponce Font, Gabriel Aznar Pérez, Juan Francisco Molina Solís y Benito Ruz y Ruz, José Vidal Castillo, Felipe Ibarra Ortoll, crearon la Sociedad Católica de Mérida en 1860.

45El 1849 se fundó la Academia Ciencias y Literatura, y Justo Sierra O Really la presidió en 1860. En 1875 su junta directiva estaba conformada por Fabián Carrillo, Pablo García, Olegario Molina, José García Morales, Agustín Vadillo Cicero, Antonio Cisneros y Genaro González (Várguez Pasos 2002, 847).

46El equipo de redactores del periódico El Pensamiento, fundado en 1856, eran José García Morales, Justo Sierra, Tomás Aznar Barbachano, Pedro I. Pérez Ferrer, Pantaleón Barrera, Pedro de Regil y Peón, Marcial Aznar Pedrera y Nicanor Contreras Elizalde, Federico Pagés Costa, Juan Carbó, Liborio Irigoyen Romero, Antonio García Buela, Manuel Meneses, Pablo García y Cirilo Gutiérrez, Emilio G. Cantón, Manuel Molina Solís, Felix Ramos i Duarte. También Pimienta y Mostaza, periódico fundado en 1892, fue publicado en 1892-1893 y 1903. Miguel Nogués siempe ostentó la dirección y sus redactores eran José Gamboa Guzmán, Lorenzo López Evia, Ramón Aldana, Pedro Escalante Palma, Delio Moreno Cantón y José Inés Novelo, sus escritores Isidro Mendicutti, Carlos R. Menendez, Serapio Rendón, Roberto Castillo Rivas, Marcial Servera Buenfil, Antonio Cisneros Cámara y Alberto González; otros medios impresos fueron La Revista de Mérida en 1869; El Semanario Yucateco que se publicó de 1878-1882; La Unión Católica, La Idea Católica y La Fe, publicados entre 1892-1894; El Movimiento Católico circuló de 1897 a enero de 1898.

47El Casino Español también fue fundado por españoles, hijos de españoles y mexicanos hijos de españoles. Dueño Salvador Vidiela, en los bajos del hotel Independencia, era un centro recreativo para hombres y mujeres, y había una estudiantina española en la música.

48Miguel Barbachano y Tarrazo, Pedro de Regil y Estrada, Luis Gutiérrez Zagarzazú, Julián González Gutiérrez, Antonio García Rejón, Francisco Morales Lanzos y Felipe Cámara Zavala, Justo Sierra O'Reilly, Donaciano García Rejón, Antonio García Gutiérrez, Florencio Laviada, Alfredo Domínguez, Pedro de Regil y Ávila, Pedro Peón Contreras, José María Ponce, Alberto García Fajardo y Emilio García Fajardo, Augusto Luis Peón, Rogelio Suárez, José Juanes G. Gutiérrez, Gonzalo Cámara Zavala, Martín Peraza P. y J. Castilla E.

49La camarilla de políticos científicos que sostuvieron desde un principio a Olegario Molina Solís en la gubernatura fueron José Yves Limantour, Joaquín Casasús, los hermanos Justo y Manuel Sierra (Pérez de Sarmiento 2006, 54). En su reelección el Directorio Estatal se compuso con el pico más privilegiado de la sociedad yucateca: José Patrón Correa, Augusto L. Peón, Elías Amábilis, Manuel Sierra Méndez, Domingo Evia, Luis Urcelay, Arturo Escalante Galera, Agustín Vales Castillo, más "un número importante de acaudalados henequeneros" entre los que destacaba su yerno Avelino Montes, por eso sus adversarios decían que Yucatán estaba tomado por unos cuantos españoles y un reducido número de amigos del gobernador (Pérez de Sarmiento 2006, 58).

50José García Morales, Augusto L. Peón, Manuel Nicolín Echanove, Pedro Peón Contreras, Manuel M. de Arredondo, Miguel Laviada, Avelino Montes, Fernando García Fajardo y José García Fajardo, Carlos Casares Martínez de Arredondo, Manuel Sierra Méndez, Fernando Ponce Cámara, Lorenzo Peón, Eusebio Escalante Peón, Manuel, Juan Francisco y Olegario Molina Solís.

51Compuesta por Carlos Jeré, Francisco Gómez Pérez, Luis Bros, Francisco Álvarez Galán, Francisco Gómez Ruiz, José Huertas, Eloy y Julián Haro, Celestino y Francisco Ruiz del Hoyo, Andrés Cano Diego, Manuel, Rogelio y José María Suárez Fernández , Santiago Pujol, Francisco Barbará, Antonio Aloy, Avelino Montes, Emilio Seijo, Aurelio Portuondo, Manuel y Demetrio Prieto, José Toroella, Francisco Alzina, Juan Planas, Ramón Caral, Eduardo y Ramón Juanes Patrulló y Eloy y Julián Haro, Eusebio Escalante Bates, Manuel Dondé Cámara, José María Ponce Solís y Olegario Molina Solís.

52Como ya lo hemos dicho, empiezan a despuntar apellidos como los Peón, Bolio, Duarte, Molina, Palma, Campos, Peniche, "emparentados con propietarios menores como los Casares, Cámara y Escalante" (Iturriaga 2018, 118).

53La familia Peón tenía 72 haciendas; los Bolio, 23; Duarte, 19; Molina, 17; Canto, 13; Casares, 12; Escalante, 11; Ayuso, 8; De Regil, 7; Peniche, 7; Andrade, 6; Cámara, 6; Escobedo, 6; Hernández, 6; Castellanos, 5; García, 5; Palma, 5; Arjona, 4; Domínguez, 4; Font, 4; González, 4; Méndez, 4; Ancona, 3; Díaz, 3; Dondé, 2; Fajardo, 2; Zapata, 2; "y 18 más con una sola hacienda" (Iturriaga 2018, 118).

54Cuya base era el henequén: Florencio Laviada, Alfredo Domínguez, Andrés Calero, Miguel Peón, Augusto L. Peón, Rafael Peón, José Marí a Ponce, Diego Hernández, Lorenzo Ancona, José Vales Castillo, Carlos Casares E., Manuel Rivas Mediz, Manuel Pasos Gutiérrez, Eulalio Casares, Manuel Espinosa Rendón, Fernando Cervera y Camilo Cámara Zavala, Manuel Rivas Mediz y Fernando Cervera.

55En 1887 los Escalante y los Dondé establecieron el Gran Depósito de la Agencia Comercial para exportar el henequén, otros abrieron casas de cambio, cobro y envío dentro y fuera de México: Francisco Álvarez, Eusebio Escalante, Olegario Molina, José María Ponce Solís, Eloy Haro y Avelino Montes; también en la creación del Banco Yucateco, S. A. estuvieron Manuel Pinelo Montero, Nicanor Ancona, Olegario Molina Solís, Alonso de Regil y Peón, Fernando Cervera, Florencio Laviada y Eloy Haro, Manuel y Rogelio V., Suárez Fernández, Juan Urcelay Martínez, Fernando García Fajardo, José Domínguez Peón, Olegario Molina Solís, Alonso de Regil y Peón, Manuel Zapata M. , Rodolfo G. Cantón, Leandro León Ayala, Juan A. Pérez Gálvez, Eduardo Bolio, José T. Molina , Manuel Solís Cano y Manuel Suárez, Eloy Haro, Avelino Montes y Rogelio Suárez; en el otro llamado Banco Mercantil de Yucatán, S. A. estuvieron Eusebio Escalante Bates, Benito Aznar Santamaría, Manuel Heredia Arguelles, Manuel Zapata Martínez, José Palomeque Solís, José María Ponce Solís y José Juanes González Gutiérrez y Manuel Nicolín Echánove.

56Intermediarios son aquellas personas, figuras sociales o instituciones que interconectaban la tradición culta, instruida, y la tradición popular, callejera, oral, del pueblo raso y bajo, es decir facilitar la "coexistencia, eran un hecho fundamental de la vida cultural" (Burke 2010, 130).

5712 de febrero de 1917. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

58Álbum Recuerdo Carnaval de Mérida 1920. Biblioteca Virtual de Yucatán. También véase a Irigoyen 1961, 8 y 10.

5929 de enero de 1921. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

6020 de enero de 1925. Actas del Cabildo de Mérida. AGEY; 25 de febrero de 1925. La Lucha Semanario Independiente, 4-5. BVY.

6125 de febrero de 1925. La Lucha Semanario Independiente, 4-5. BYD.

6225 de febrero de 1925. La Lucha Semanario Independiente, 4-5. BY.

6321 de enero, 4 y 21 de febrero de 1928. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY.

6430 de enero y 6 de febrero de 1929. Actas de Cabildo de Mérida. AGEY. Álvaro Torre Díaz gobernó del 01 de febrero de 1926 al 01 de febrero de 1930. Con la muerte del exgobernador Iturralde en junio de 1926, Álvaro Torre Díaz y Bartolomé García Correa dominaron la política yucateca hasta 1933.

6514 de febrero de 1931. Diario de Yucatán. BY.

6615 de febrero 1931. Diario de Yucatán. BY.

677 y 14 de febrero de 1932. La Caricatura, núm. 50. BVY. La Caricatura 50, BVY, 7 y 14 de febrero de 1932.

684 de marzo de 1933. La Caricatura, núm. 97. BVY.

693 de febrero de 1934. La Caricatura. BVY.

7015 de febrero 1931. Diario de Yucatán. BVY

7131 de enero de 1932. La Caricatura. BVY.

727 y 14 de febrero de 1932. La Caricatura, núm. 50. BVY.

73Del carnaval de Valladolid de 1938 se conserva un discurso completo del Gobernador del Carnaval. Y es muestra del perfil político, social y económico en su contenido, dicho en clave de parodia y risa. Obras festivas del Chato Duarte. BVY.

7416 y 23 de febrero, y 2 y 9 de marzo de 1935. La Caricatura. BVY.

75Carnaval de Valladolid 1938. Obras Festivas del Chato Duarte. BVY. Presento un fragmento del discurso del Gobernador: "A los cordeleros, encabezados por Cabalán, la nueva contribución; A Fernando Vergés Palma aquel puesto que le dieron para la campaña del doctor; A Galo Herrera la dirección de Boxtorón y a Tontolín la dirección de Leña y la amistad del Dr. Maurito López; Al Dr. Vega Loaeza un saludo cariñoso de los estudiantes bomberos del Instituto Literario; Al Gallo Combaluzier otra invitación de Roy Carter; A la Chachalaca Ruíz un pase libre en la huahua de la Reforma; A Osealdito Cámara un par de patines para que imite al negrito Pous; Al Tucho Medina un pase libre por vida a los bailes del Mérida Social; Al Dr. X, a Chavo y a Milo Río un coche de sitio, con dos pares de arneses y un par de caballos; A Pepito Mafud la presidencia del Centro Libanés; Al Dazalito Salazar una autorización para que vuelva a llevar al famoso paquete a los bailes del Club Mérida; A Rodolfito Peraza una trusa de boxeador para que pase por la calle 59; a Rabanito Baqueiro un establo y un par de zapatos de goma; Al Dr, Berrón por sus sentimientos socialistas, un tomo del capital de Carlos Marx; Al conocido Albornoz la Presidencia de los conexos; Al Dr. José Castro de la Facultad de Rochester, un título de la Universidad Nacional del Sureste".

7630 de enero y 6 de febrero de 1937. La Caricatura, núms. 301 y 302. BVY.

7719 de febrero de 1938. La Caricatura, núm. 355. BVY.

7818 de febrero de 1939. La Caricatura, núm. 407, p. 3. BVY.

798 de enero de 1938. La Caricatura, núm. 349. BVY.

8020 y 21 de febrero de 1939. Diario de Yucatán. BY

815, 6 y 7 de febrero de 1940. Diario de Yucatán. BY.

8210 de febrero de 1940. La Caricatura 457, 4. BVY.

Recibido: 05 de Septiembre de 2019; Aprobado: 03 de Noviembre de 2021

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