SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número2Importancia cultural de la fauna silvestre en comunidades rurales del norte de Yucatán, México índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Península

versão impressa ISSN 1870-5766

Península vol.14 no.2 Mérida Jul./Dez. 2019  Epub 29-Nov-2019

 

Artículos

"Hacer partido" o "ser partido". Breve recorrido histórico sobre un concepto político como idea de división social

"Do" or "Be" the Party. A Brief Report of the Assimilation of the Word "Party" (Political Party) as the Idea of Social Division

Rubén Torres Martínez1 

1 Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), rtm.unam@gmail.com, rubentm@hotmail.fr, @rtm_unam.


Resumen

Etimológicamente, las palabras partido (español y portugués), parti (francés, albanés, danés, noruego y turco), partito (italiano), partei (alemán), party (inglés), partit (catalán), partia (ruso), partii (polaco), part (húngaro), partid (rumano), derivan del verbo latín partire, que significaba "hacer partes", es decir, dividir una totalidad en dos o más partes. Pareciese evidente que la noción de dividir traía consigo la noción de compartir. Esto, a su vez, nos lleva hacia la noción de conflicto. Desde la antigüedad y hasta el siglo XVIII los colectivos políticos organizados se reagrupaban en facciones y no en partidos. Es en el siglo XX cuando asistimos a la aceptación cuasi universal de partido político. Buscamos demostrar desde un enfoque socio-histórico cómo el concepto "partido político" se instauró en la cultura liberal democrática de Occidente, sin perder su conceptualización original de dividir y compartir, es decir, de hacer partes.

Palabras claves: partido político; división; conflictos; liberalismo; concepto

Abstract

From an etymological perspective, the words party (English) parti (French, Albanian, Danish, Norwegian and Turkish), partido (Spanish and Portuguese), partito (Italian) partei (German), partit (Catalan) páirti (Irish), párt (Hungarian) partij (Dutch), partii (Polish) partid (Romanian), all derived from the Latin verb partíre, which means the division of an entity in two or more parts. The word "party" therefore suggests division and conflict. In antiquity and until the seventeenth century, organized political groups gathered in factions, not parties. It was not until the twentieth century that we witnessed universal acceptance of the concept of "political party". This paper seeks to demonstrate, from a historical perspective, how the term "political party" was established in Western culture without losing its original associations with the concept of division.

Keywords: Political party; division; conflict; liberalism; concept

Introducción

En los últimos años hemos sido testigos de un distanciamiento entre estas organizaciones llamadas partidos políticos y la sociedad. Sin embargo, la consolidación de sistemas políticos basados en sistemas electorales, partidistas y competitivos termina por acercar de nuevo a sociedad civil y partidos políticos. Prueba de ello es el furor pasajero que causaron en últimos tiempos las llamadas candidaturas "ciudadanas" o "sin partido"; las cuales -sin embargo- no lograron anclarse en el colectivo social y por ende en la vida pública de las sociedades. De una u otra manera, en el mejor de los casos, estas "alternativas ciudadanas" han terminado por transformarse en partidos políticos1 o han tendido a desaparecer.2 Originalmente, los partidos políticos son organizaciones políticas que existen para representar a sectores de la sociedad. Es por ello que, cuando escuchamos las palabras "partido político", pensamos de inmediato en organizaciones que buscan participar en el poder gubernamental, y pocas veces nos detenemos a reflexionar en torno a este concepto. Jean Piaget y Leg Vygtoski (1985) señalaron que uno de los errores más comunes del individuo es el pensamiento espontáneo. Éste consiste en creerse el centro del mundo y creer que éste, a su vez, siempre ha sido tal y como lo percibimos. Ello significa negar el cambio y evolución de las cosas y de la realidad misma. El concepto "partido político", paralelo a numerosas nociones modernas, ofrece la posibilidad de mostrar justamente lo opuesto al pensamiento espontáneo. Ofrece la posibilidad de observar cómo el lenguaje evoluciona y se adapta a realidades y circunstancias diversas, distintas y cambiantes.

Lo que aquí nos interesa es mostrar cómo el término "partido político" es bivalente, en el sentido de que significa, de manera simultánea, "partir" y "ser parte"; buscamos mostrar que la expresión surge de una lógica de reconocerse dentro de una totalidad que no es homogénea sino heterogénea. Es reconocerse como parte de un todo a partir del reconocimiento del otro. En buena medida, ahí radica la riqueza del concepto "partido político". Idealmente un partido político no puede existir en soledad, requiere la existencia de al menos otro para cumplir con su misión de conformar una totalidad. No obstante, la experiencia histórica ha mostrado la existencia de partidos únicos en sistemas más bien autoritarios y no forzosamente partidistas.

A partir de un recorrido histórico buscamos mostrar de qué manera la palabra "partido" se integró y se adaptó al vocabulario político del siglo XX. Buscamos igualmente mostrar cómo ha servido de unidad de análisis para comprender y explicar las sociedades contemporáneas que cuentan con sistemas políticos modernos basados en valores democráticos y liberales.

Del origen etimológico al lenguaje especializado

Actualmente existe un debate en torno al origen de la palabra partido. Aunque es reconocido el acuerdo que señala que la palabra tiene como origen el verbo latín partire, es igualmente cierto que la palabra no fue empleada sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Daniel Louis Seiler señala "Constatamos que partido, parti, partito, partei, party, partia en ruso o polaco, part en húngaro, derivan todos de un verbo francés hoy desaparecido: 'partir', que significaba 'hacer partes'. Una significación que implica, de manera muy clara, el acto de dividir una totalidad" (Seiler 2001, 12).

Así, para Seiler el término tiene como origen el francés antiguo y no el latín. Por su parte, Giovanni Sartori explica: "La palabra partido deriva ella también de latín, el verbo partire, que significa dividir. Sin embargo, la palabra no entra en ninguna forma significativa en el vocabulario de la política hasta el siglo XVII, lo cual implica que no entró en el discurso político directamente del latín" (Sartori 2005, 29). Si aceptamos estas ideas, reconocemos entonces que la palabra partido tiene como raíz latina el verbo partire; el latín es una lengua lo suficientemente lejana para influenciar directamente el lenguaje político actual, es por ello que Seiler acude al francés antiguo para encontrar una raíz más directa de la palabra partido.

No podemos olvidar que durante largo tiempo fue el latín el idioma de los sabios y científicos, de los hombres de saber; la mayoría de las lecturas se encontraban en latín, si alguien necesitaba dar a conocer o difundir una idea acudía a esta lengua.3 Muchas de las obras clásicas que hoy conocemos fueron traducidas desde el latín hacia las lenguas modernas (español, francés, inglés, etcétera), por lo cual muchas palabras conservaron su raíz original sin importar la traducción. Lo anterior explica, parcialmente, que la palabra conserve la raíz partire en la mayoría de las lenguas modernas. Desde luego, existen excepciones, por ejemplo, Nicolás Maquiavelo habló de temperamentos (umori) y no de partidos. De igual manera, historiadores de la antigua Roma hablan de facciones. Sin embargo, las traducciones modernas de dichos textos acuden a la palabra partido dejando de lado los otros términos.

De hecho, términos como facciones o temperamentos responden a necesidades y realidades históricas muy bien determinadas. La palabra "facción" deriva del verbo latín facere (hacer, reaccionar), y esa misma logra imponerse rápidamente hasta el día de hoy en el lenguaje político. Sin embargo el término también suele tener una connotación negativa ya que hace referencia a un grupo consagrado a la política que busca un beneficio propio, es decir perturbar la sociedad y la paz social con fines meramente personales o facciosos.4 Ello explicaría, parcialmente, la razón por la cual la palabra facción es vista regularmente como algo peyorativo.

Sartori (2004) nos recuerda que la constitución de conceptos en ciencias sociales puede tener tres orígenes distintos: 1) el filosófico; 2) la ciencia empirista, y 3) el sentido común. Para este caso, es la combinación de estas tres fuentes la que se impone. En el sentido filosófico, la palabra será siempre abstracta, reflexionada, pensada pero especulativa; en el sentido empírico, la palabra se encuentra en constante construcción debido al hecho de responder a realidades sociales que se mueven, cambiantes de un instante al otro; en el sentido común, la palabra partido corresponde a discursos ideológicos-emotivos, es decir, que no son reflexionados y mucho menos confrontados a la realidad, sino construidos a partir de prejuicios que la sociedad misma impone. La combinación de estos sentidos puede fácilmente explicar cómo se conceptualiza hoy en día.

En la actualidad, especialistas de las ciencias sociales, politólogos, sociólogos, historiadores, economistas, etcétera, realizan ensayos para construir la palabra partido recurriendo a reflexiones lógicas que lo diferencien y alejen de la dimensión emotiva. Esta preocupación responde a la necesidad de construir esa palabra en el marco de un lenguaje especial y especializado. Recordemos que:

Los lenguajes especiales son los lenguajes críticos, y más precisamente especializados, a los que se llega por corrección de los defectos del lenguaje corriente. Son críticos en el sentido de que fueron construidos mediante la represión sobre el instrumento lingüístico el que se valen; son especializados en el sentido de que cada disciplina tiende a crearse un lenguaje ad hoc, adaptado especialmente a los problemas heurísticos que se propone" (Sartori 2006, 26).

Recordamos igualmente que los lenguajes especiales construyen sus conceptos (palabras) a partir de tres tiempos: 1) definición del significado de las palabras; 2) otorgar reglas estrictas de sintaxis lógica; 3) creación de nuevas palabras. ¿La palabra partido, incluida en un lenguaje especial, cumple con esos tres tiempos?

Es posible observar que el concepto "partido político" cumple con la lógica de que a cada palabra corresponde un significado, el problema aparece cuando observamos que ese concepto puede tener diversos y diferentes significados.

Para los filósofos y ensayistas del partido se trata de:

  • "Un partido es un grupo de hombres unidos con el fin de promover, mediante sus esfuerzos conjuntos, el interés nacional, sobre la base de algún principio particular en el que todos estén de acuerdo" (1770) (Burke 1996, 426).

  • "Una reunión de hombres que profesan la misma doctrina política" (1816) (Constant 2011, 424).

Para los sociólogos y politólogos que se inscriben en la tradición del estudio de los partidos a partir de su naturaleza ideológica:

  • "Los partidos son formaciones que reagrupan individuos, que comparten opiniones, y que buscan asegurar una verdadera influencia sobre la gestión de los asuntos públicos" (1921) (Kelsen 1992, 145).

  • "Un partido es, ante todo, un intento organizado de alcanzar el poder, entendiendo por tal el control del aparato estatal" (1942) (Schattschneider 1964, 23).

  • "Una agrupación organizada para participar en la vida política, con miras a conquistar, parcial o totalmente, el poder y con ello hacer prevalecer las ideas e intereses de sus miembros" (1946) (Goguel 1946, 44).

  • "El partido, por su naturaleza, es el gran intermediario que une a las fuerzas e ideologías de la sociedad con las instituciones oficiales del Gobierno, poniéndolas en relación con una acción política en el seno de la totalidad de la comunidad política" (1956) (Neumann 1965, 597).

Para los sociólogos y politólogos que privilegian la organización:

  • "Un partido no es una comunidad sino un conjunto de comunidades, una reunión de pequeños grupos, diseminados a lo largo del país en secciones, comités, asociaciones locales etcétera, vinculados por instituciones que los coordinan" (1951) (Duverger 1976, 85).

  • "El partido se caracteriza por 1) la continuidad en la organización, es decir un organización cuya esperanza de vida no está relacionada con la esperanza de vida de sus dirigentes; 2) un organización visible y verdaderamente permanente a nivel local, dotada de comunicación regular y constante, así como otros modos de relacionarse, con otras organizaciones tanto a nivel local como nacional; 3) una voluntad consiente de los dirigentes para con quistar y conservar el poder de decisión, solo o en coalición, tanto a nivel local como nacional, en lugar de influenciar simplemente el ejercicio del poder; y 4) el reto de organizar y ganar adeptos durante los procesos electorales y en otras ocasiones para ganar el apoyo del puedo" (1966) (La Palom-bara y Weiner 1966, 6).

Para los sociólogos y politólogos, quienes se interesan en las diversas facetas de la realidad partidista:

  • "Llamamos partidos a las formas de 'socialización' que descansando en un reclutamiento (formalmente) libre, tiene como fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación y otorgar por este medio a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales (la realización de fines objetivos o el logro de ventajas personales o ambas cosas)" (1922) (Weber 1997, 228).

  • "Cada partido es la expresión de un grupo social y nada más que de un solo grupo social. Sin embargo, en determinadas condiciones sociales, algunos partidos representan un solo grupo social en cuanto ejercen una función de equilibrio y de arbitraje entre los intereses del propio grupo y los de los demás grupos y procuran que el desarrollo del grupo representado se produzca con el consentimiento y con la ayuda de los grupos aliados, y en ciertos casos, con el de los grupos adversarios más hostiles" (1949) (Gramsci 1980, 29).

  • "Los partidos políticos son agrupaciones voluntarias, más o menos organizadas, que pretenden en nombre de cierta concepción de interés común y de la sociedad, asumir solos o en coalición, las funciones de gobierno" (1965) (Aron 1992, 42).

  • "Los partidos son conductos de expresión: son un instrumento para representar al pueblo al expresar sus exigencias. Los partidos no se desarrollaron para comunicar al pueblo los deseos de las autoridades, sino para comunicar a las autoridades los deseos del pueblo" (1976) (Sartori 2005, 65).

A partir de las citas mencionadas es posible observar una polivalencia muy larga; lo anterior da la ventaja de superar rápida y fácilmente los límites establecidos por el vocabulario, es decir, que el vocabulario mismo se vuelve más rico y variado cuando es empleado por la ciencia produciendo conocimiento (lenguaje especial); la desventaja es que paradójicamente la palabra permanece ambigua y, por ende, incomprensible. Es por ello que la construcción de lenguajes especiales es sumamente necesaria en el ámbito de la ciencia y el conocimiento.

Una de las máximas de la lingüística es que las palabras son indispensables tanto para comunicar como para pensar. Es imposible pensar sin lenguaje. Llamemos de nuevo la atención sobre el hecho de diferenciar entre el acto de pensar y el pensamiento espontáneo: el primero se ubica en un contexto determinado y realiza un ejercicio de reflexión profunda; dicho ejercicio mental exige condensar y reducir el lenguaje para hacerlo concluyente y comprensivo. El pensamiento espontáneo se encuentra alejado de su propio contexto y lleno de prejuicios, por lo tanto, divaga y confunde.

El acto de pensar, pues, se puede considerar abstractamente como un prius del lenguaje; pero no así la actuación del pensar. Pensar es pensar en algo, de algo, a propósito de algo. Es por lo tanto pensamiento discursivo, un pensamiento que tiene por sustancia el lenguaje; no podemos pensar sin palabras y la lógica es a un tiempo onomatología (Sartori 2006, 32).

Podemos establecer que cada palabra dispone o prepara al pensamiento para una cierta explicación o comprensión del mundo. El lenguaje tiene su propia manera de ver y explicar las cosas, es decir, la realidad. Es posible entonces afirmar que es el peso semántico el que preconstruye el pensamiento y el que le da un esquema de interpretación.

Todo lo anterior tenía que ser mostrado antes de pasar al análisis del concepto "partido político", sobre todo si reconocemos que, en ocasiones, encontramos dificultades para comprender conceptos que nos llegan de otras culturas, de otras civilizaciones, de otras sociedades, y sobre todo de otros tiempos; como observaremos en el caso de3 "partido político", a pesar de todo, el concepto ha logrado establecerse de manera definitiva y durable en el lenguaje político, traspasando fronteras culturales y temporales.

Utilización de la expresión partido político en la historia de las sociedades contemporáneas

La mayoría de los científicos sociales que han estudiado el tema de los partidos políticos (Duverger 1951; Cattaneo 1964; Sartori 1976; Seiler 1993) coincide en señalar a Bolingbroke (1732) como el primero en emplear el término en su sentido moderno. Este autor será seguido de cerca por Hume (1742), Burke (1770), Voltaire (1778) y Constant (1816). Es notorio que se trate de autores seguidores del movimiento Ilustrado y que paralelamente -como testigos o como protagonistas- vivieran alguno de los tres grandes eventos de la historia moderna que a continuación se enumeran: la Glorious Revolution en Inglaterra (1688-1689), la Independencia en los Estados Unidos de Norteamérica (1776) o la Revolución Francesa (1789).

Dichos autores realizaron el esfuerzo de redimir el sentido de la palabra "partido" distinguiéndola y alejándola de la palabra "facción"; pero igualmente construyéndola desde una nueva lógica. Toda facción es un grupo concreto, visible, de individuos que buscan tomar el poder en su propio beneficio. Por el contrario, el partido hacía referencia a un conjunto de individuos; la idea de conjunto exige realizar un ejercicio de abstracción mental, es decir no se trata de algo forzosamente visible o concreto. Esta fue una de las grandes ventajas que el término partido ofreció en un primer momento a los pensadores y políticos de la época: separar lo negativo de lo neutro.

Pasar de la palabra facción (concreto), a la palabra partido (abstracto), para explicar una realidad hasta entonces inédita, exigía un conocimiento avanzado y profundo de la realidad social y política del momento, pero sobre todo demandaba un enorme esfuerzo de reflexión. Ello explica por qué un autor como Bolingbroke emplea en sus textos las palabras partido y facción de manera indistinta. Sin embargo, el gran avance que aporta Bolingbroke es que realiza una separación tajante entre partidos y facciones a partir del reconocimiento de principios, programa y proyectos en los partidos, mientras que observa que son los sentimientos y las pasiones las que movilizan a las facciones.

Hume, junto con Voltaire, Constant y toda la tradición francesa de la época, retomarán y desarrollarán poco a poco la distinción realizada por Bolingbroke. Por ejemplo, Hume considera que los partidos estaban formados por facciones, es decir que estas últimas, las facciones, requerían integrarse a los partidos si buscaban sobrevivir. Esta reflexión llevó a Bolingbroke a realizar una primera tipología donde afirma que los "partidos políticos" encuentran su fundamento en cierta habilidad para compartir principios comunes, cosa de la cual eran incapaces las facciones; aunque Hume añade que los partidos comparten también una base de intereses y de afectos personales entre sus miembros. Con esta afirmación el partido se vuelve más concreto, pero sin perder la riqueza abstracta presentada por Bolingbroke. No obstante, el salto cualitativo respecto al concepto de partido se debe principalmente a Burke, quien afirmó:

Un partido es un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están de acuerdo. Los fines requieren medios, y los partidos son los medios adecuados para permitir esos hombres poner en ejecución sus planes comunes, con todo el poder y toda la autoridad del Estado (citado en Sartori 2005, 36).

La gran novedad de Burke es que habla del partido como medio o conexión pero, sobre todo, como parte de un conjunto. Esta afirmación lo vuelve todavía más concreto, además de que toma distancia considerable de la facción, por lo cual se vuelve imposible continuar confundiéndolos; a partir de Burke, partido y facción son cosas, palabras, conceptos con significados distintos, que no pueden seguir siendo mezclados o confundidos. He aquí el gran aporte del gentleman inglés, padre del conservadurismo moderno.

Gracias a él, la palabra partido encontrará un éxito sin precedentes debido a la idea de conexión que adquiere. Burke veía a la sociedad, y desde luego al gobierno, como un conjunto constituido por hombres "individuales", es decir diferentes de "irremplazables". Así, son las conexiones las que aproximan o alejan a los individuos, por ejemplo la lengua, la cultura o bien, las creencias religiosas.5

Vale la pena recordar la importancia de Burke en el pensamiento político contemporáneo. El día de hoy, a pesar de ser uno de los pensadores más liberales de su época en el ámbito económico, sigue siendo visto como uno de los padres fundadores del conservadurismo político moderno. En realidad, era un agudo observador de las realidades políticas y sociales que le tocó vivir. Recordemos que en el momento en que Burke realiza sus reflexiones, la Glorious Revolution se encontraba en proceso de institucionalización; ello brindó la oportunidad al autor de observar que las antiguas facciones del Parlamento británico se encontraban igualmente en proceso de institucionalización dentro del juego político, es decir, se estaban transformando en "partes" de un conjunto: el reino de George III. Burke advirtió que el gobierno, a pesar de las antiguas facciones, funcionaba bastante bien bajo la nueva lógica impuesta por el rey; nota un cambio de actitud en las facciones cuando son integradas al conjunto, es decir, cuando son "partes" de un todo más amplio, que en este caso era el gobierno. Al mismo tiempo, dicho conjunto se encontraba dividido o partido, pero sin dejar de ser un todo. De esa manera, los partidos se encontraron de pronto dentro del dominio del gobierno, y dejaban de ser una simple oposición al conjunto; a partir de ese momento, remarca Burke, los partidos son partes de un todo que ejerce el poder.

Burke colocaba al "partido" dentro de la esfera del gobierno y volvía a concebirlo como una partición que ya no se producía entre súbditos y soberano, sino entre soberanos... Burke lo proponía, pues de hecho concibió el "partido" antes de que éste llegara a existir, y de hecho brindó la idea que ayudó a los partidos, con el paso del tiempo, a pasar más allá de las facciones (Sartori 2005, 38-39).

De esa manera, es posible afirmar que de Bolingbroke a Burke, la palabra partido se volvió "normativa"; el concepto comenzó a ser reflexionado como un grupo de individuos, abstracto y concreto, diferente de la facción; en él se comparten -sobre todo- valores y principios. Una vez asimilada esta idea, nuevos autores comenzarán a reflexionar en torno a los niveles de institucionalización, integración y formación, etcétera, de dichos grupos en la esfera política, es decir, en el gobierno.

Estado actual

Es a partir de Maurice Duverger y de su obra clásica Les partis politiques (1951) que inicia el periodo actual de reflexión y estudio en torno a los partidos políticos. Es importante señalar que Duverger no consigue elaborar una concepción sólida y firme del partido; sin embargo, es este autor quien nos recuerda que los partidos -en el sentido semántico de la palabra- son partes de un todo. Duverger habla de partidos en plural y no de partido, en singular; para el politólogo francés es necesario tener varios partidos para concebir el todo, y si bien la idea aún parece vaga, su principal avance se encuentra en que los partidos sólo son posibles en sistemas políticos democráticos y concurrentes. Así, lanza un cuestionamiento muy fuerte al preguntarse si acaso en la actualidad los partidos políticos se encuentran involucionando a su estado primitivo de facciones. Dicha reflexión será igualmente desarrollada por Raymond Aron (1965) quien cuestiona la existencia de partidos únicos en los regímenes totalitarios. Aquí es importante señalar que los partidos políticos no fueron aceptados jurídicamente como "sujetos de interés público", sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Antes, los partidos políticos eran considerados, dentro de las constituciones nacionales, como "asociaciones de interés privado".

El cambio observado por Duverger -pasar de interés privado a interés público y obtener reconocimiento en las leyes y constituciones de los Estados que emergían de la Segunda Guerra Mundial- fue una realidad a nivel global. Y es este reconocimiento el que transformó a los partidos políticos en medios de expresión. Es decir, en adelante serán ahora reconocidos como herramientas de representación del pueblo, de la sociedad; son la vía para expresar los deseos de la población. Seiler retoma a Duverger y afirma que los partidos políticos encontraban finalmente su deber ser. Los partidos son parte de un todo (del gobierno, pero más específicamente del pueblo soberano), y es por ello que no pueden sino ser concebidos sólo en plural y nunca en singular.

No obstante, la realidad empírica observada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial dará al traste con esta concepción de pluralidad. Fue Gramsci, quien al observar a los partidos como "realidades socio-históricas móviles", contempla cómo también pueden servir a sistemas totalitarios, como en el fascismo italiano que sufrió el filósofo de entreguerras.

La historia de un partido, en suma, no podrá ser menos que la historia de un determinado grupo social [...] Escribir la historia de un partido no significa otra cosa que escribir la historia general de un país desde un punto de vista monográfico, para subrayar un aspecto característico. Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso, justamente en la medida en que su actividad particular haya pesado más o menos en la determinación de la historia de un país (Gramsci 1980, 48-49).

Sin lugar a dudas, Gramsci se refiere a los sistemas partidistas no competitivos, donde los fenómenos de partido único y partido hegemónico son moneda corriente. Es importante insistir que este tipo de partidos se da única y exclusivamente en sistemas partidistas no competitivos. El partido único es exactamente eso: un partido en solitario, lo cual en sí ya es una contradicción epistemológica; no obstante, desde siempre han existido partidos únicos en diferentes regímenes (China, URSS, España, Portugal, Cuba, Túnez, etcétera).

Los partidos únicos pueden ser catalogados en dos grandes vertientes: a) totalitarios y b) pragmáticos. Los primeros están fuertemente ideologizados y buscan permear la totalidad de la vida pública y privada de la sociedad, es decir son omnipresentes; no toleran ningún tipo de autonomía y derivan en dictaduras (URSS, Bulgaria y Polonia de la posguerra; Cuba a partir de 1962 con el bloqueo económico impuesto por EUA). Los partidos únicos pragmáticos, por otro lado, no gozan de una ideologización fuerte, por lo cual acuden al "exclusionismo" como forma de control: limitan a todo aquel individuo que no se encuentra dentro del partido; los partidos únicos pragmáticos son una deriva de los partidos únicos totalitarios que buscan adaptarse a nuevas circunstancias. España con la Falange Española Tradicionalista (FET) y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS),6 así como la União Nacional7 en Portugal, desde los años treinta y hasta los setenta del siglo pasado, evolucionaron de sistemas partidistas no competitivos con partidos únicos totalitarios a partidos únicos pragmáticos; lo mismo puede observarse actualmente en Cuba con el Partido Comunista. Sería interesante desarrollar un estudio de caso para la ex URSS, convertida actualmente en Rusia. ¿Qué tipo de sistema partidista tiene? ¿Cómo podríamos catalogar a sus partidos políticos?

La última clasificación en estos sistemas partidistas no competitivos es la que corresponde al partido hegemónico.

El partido hegemónico no permite una competencia oficial por el poder, ni una competencia de facto. Se permite que existan otros partidos, pero como partidos de segunda, autorizados; pues no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad [...] el partido hegemónico seguirá en el poder tanto si gusta como si no (Sartori 2005, 282).

Los partidos hegemónicos no pueden ser llamados totalitarios, dado que permiten la competencia, pero cuidan que dicha competencia se dé en dos niveles; ello les permite otorgar "prebendas" conservando el poder; existe la clara simulación de una pluralidad partidista e ideológica, pero sabiendo de antemano quién ganará. El caso que mejor ejemplifica al partido hegemónico es el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano a lo largo del siglo XX, desde su fundación como Partido Nacional Revolucionario (PNR), su mutación en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y finalmente su transformación en PRI.

El PRI tiene que ganar de todas formas. Si existe alguna duda acerca del gran margen de victoria que necesita el PRI, se da pucherazo o se destruyen las urnas. Por otra parte, "si fracasa la cooptación de los grupos disidentes, entonces es probable que se recurra a la represión". El PAN no es una amenaza, y de hecho ayuda a mantener viva, como oposición desde la derecha, la imagen revolucionaria de un PRI orientado a la izquierda. En cambio, si los grupos de izquierda del PRI se convirtieran en una amenaza, el PRI está plenamente dispuesto -por lo menos ha habido abundantes pruebas de ello en el pasado- a reprimirlos por motivos de seguridad interna y/o a asegurarse de que sus resultados electorales sean todo lo bajos que deben ser (Sartori 2005, 288).

Y aunque hoy en día aún existen sistemas políticos con la presencia de partidos únicos o partidos hegemónicos, estos sistemas no suelen ser competitivos y, por ende, son sumamente cuestionados.

En la medida en que los sistemas electorales democráticos se fueron instalando y fortaleciendo a lo largo del globo, los partidos derivaron en herramientas indispensables e irremplazables de los sistemas políticos modernos. Se convirtieron en medios de expresión que cuentan con el sostén popular, y es este apoyo el que sirve como medio de presión para los partidos mismos. Para los gobiernos en turno, así como para las sociedades llamadas postmodernas (Giddens 1993) o postindustriales (Touraine 1973; Bell 1991), resultó bastante conveniente y funcional que la disidencia continúe dentro de los dominios de los aparatos institucionales de Estado (poder legislativo por ejemplo), controlando, organizando y gestionando el conflicto a fin de evitar una confrontación física y material violenta, la cual pondría en riesgo la unidad del todo, y no sólo del gobierno en turno, sino de la sociedad misma.

De esa manera los partidos expresan -pero, sobre todo, canalizan- demandas populares. Es preciso recordar que para que esto sea posible son necesarias ciertas condiciones socio-históricas, como el triunfo del liberalismo (libertad de pensamiento, sin olvidar la libertad de mercado) y la politización de la sociedad civil, o al menos una sociedad civil organizada y fuerte. Sin una sociedad politizada, el partido es un medio de expresión, pero no de canalización. Es así que el empleo y la aceptación del concepto de partido se utiliza en las sociedades postmodernas -occidentales, sobre todo-, donde el liberalismo logró imponerse como sistema de vida social, política, económica y cultural.

Discusión

Hemos observado de qué manera el concepto "partido" fue construido y reconstruido desde la Ilustración y la llegada del liberalismo a nuestras sociedades, hasta nuestros días. Anteriormente se hablaba de facciones, hoy se habla de partidos, y el cambio es sustancial, como hemos mostrado. Se trata de un concepto que ha tenido un recorrido histórico que le permite pasar de una connotación negativa hacia algo más neutro, pero que, sobre todo, deriva en herramienta de análisis que permite explicar el conflicto gestionado al interior de las sociedades modernas. Sin embargo, es importante señalar que, como bien lo indicó Gramsci, el recorrido del concepto en cuestión continúa en evolución. Como hemos referido, podemos hablar de, al menos, tres momentos en la conceptualización del término: 1) El periodo normativo: cuando la palabra comienza a ser pensada pero mal empleada; sería Burke quien le otorgue un verdadero sentido y, con ello, le permita superar esta etapa. 2) El periodo de los padres fundadores de la ciencia política; aquellos primeros científicos sociales que retoman el análisis de Burke para desarrollarlo y profundizarlo; la idea de partido siendo parte de un todo, una manera nueva de conceptualizar todo un sistema, no sólo político, sino social y de vida: más tolerante, plural y abierto, es decir, el advenimiento de los valores liberales y democráticos. Tocqueville, Michels y Weber explicaron cómo, a pesar de todo, los partidos son realidades incontestables, hijas de la Ilustración y el pensamiento moderno. 3) Finalmente, el periodo actual: desde Duverger, pasando por Sartori y Seiler, entre otros; autores que explican el sentido con temporáneo del concepto de partido, agente de expresión que canaliza deman das populares y que con ello logra llevar por cauces institucionales el conflicto. "Para que haya conflicto deben existir divisiones y divergencias que se confrontan alrededor de un problema cualquiera: al menos dos campos deben encontrarse uno en presencia del otro. No hay partido sin todo, no hay toma de partido sin adversario y no hay sistema de partidos sin pluralismo" (Seiler 2001, 13).

Pensamos que el momento crucial para aceptar y comprender el empleo del concepto de partido, con el apellido "político", llegó en el momento en el que las sociedades y los individuos comenzaron a ser tolerantes y libres, es decir, cuando comprendieron que lo realmente importante era saber ¿Cómo hacer que una parte del todo trabajara en provecho del todo, más que ponerlo en riesgo? Lo anterior no ocurrió de manera automática ni de la noche a la mañana, sino que ha sido producto de un largo y difícil proceso de ensayo-error en las sociedades contemporáneas. De manera irónica, fueron los partidos únicos y los partidos hegemónicos, mediante su existencia empírica, los que hicieron comprender la utilidad de tener sistemas de partidos competitivos, es decir de tener partidos, en plural.

Estas experiencias hicieron comprender a las sociedades que un partido es solamente un fragmento de ellas mismas y jamás el todo. Además, el partido entendió que ganaba más si trabajaba en beneficio de todos y no solamente en el propio; a ello hay que aunarle que el partido no puede, ni debe, aspirar a ser un todo. Desde esa óptica, la aceptación de la palabra partido en el vocabulario corriente de la política significaría el triunfo de un pensamiento tolerante, plural y democrático.

Cuando los partidos son "partes" (en plural), es evidente que son organismos de expresión, esto es, que sirven para el objetivo primario de comunicar con vigor a las autoridades las exigencias del público como un todo. Los partidos que son partes son instrumentos para dirigir un todo pluralista proponen la diversidad e institucionalizar el disenso. El partido no-parte niega, en cambio, el principio mismo de la diversidad e institucionaliza la represión del disenso (Sartori 2005, 103).

No buscamos aquí realizar una apología o un cuestionamiento absoluto sobre el empleo de la palabra partido en nuestro vocabulario. Intentamos más bien mostrar cómo en el seno de las sociedades actuales, los partidos políticos son indispensables dado que son resultado de realidades incontestables. La célebre frase, atribuida originalmente a Carl Von Clausewitz: "La guerra es la continuación de la política por otros medios", algunos politólogos la han reformulado como "la política es la continuación de la guerra por medios pacíficos". Los partidos políticos deberían aceptar esta idea a condición de confirmar también que, en tanto partidos, son parte de un todo más amplio, un todo plural, tolerante y democrático.

Bibliografía

Anderson, Benedict. 2016. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: FCE. [ Links ]

Aron, Raymond. 1992. Démocratie et totalitarisme. París: Gallimard. [ Links ]

Bell, Daniel. 1991. El advenimiento de la sociedad post-industrial: un intento de prognosis social. Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]

Blondel, Jean. 2003. "L'analyse politique comparée et l'institutionnalisation des Paris". Revue Internationale de Politique Comparée 10 (2): 247-264. [ Links ]

Bolingbroke, Henry. 1894. The Works of the Right Honorable Henry St John V4: Lord Viscount Bolingbroke. Montana: Kessinger Publishing LLC. [ Links ]

Burke, Edmund. 1996. Textos políticos. México: FCE . [ Links ]

Cattaneo, Mario A. 1964. Il partito politico nel pensiero dell'Illuminismo e della Rivoluzione francese. Roma: Antonino Giuffrè. [ Links ]

Constant, Benjamin. 2011. Principes de politique applicables à tous les gouvernements représentatifs: (texte de 1806). París: Walter de Gruyter. [ Links ]

Duverger, Maurice. 1976. Les partis politiques. París: Armand Colin. [ Links ]

Errejón Galvan, Iñigo. 2014. "¿Qué es 'Podemos'?". Le Monde Diplomatique en Español, julio. Consultado el 5 de diciembre de 2018. https://mondiplo.com/que-es-podemos . [ Links ]

Giddens, Anthony. 1993. Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza. [ Links ]

Goguel, François. 1946. La politique des partis sous la troisième République. París: Seuil. [ Links ]

Gramsci, Antonio. 1980. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires: Nueva Visión. [ Links ]

Hume, David. 1978 [1739]. A Treatise of Human Nature. Oxford: Clarendon Press. [ Links ]

Kensel, Hans. 1992. Esencia y valor de la democracia. México: Colofón. [ Links ]

Kuhn, Thomas S. 2006. La estructura de las revoluciones científicas. México: FCE . [ Links ]

La Palombara, Joseph y Myron Weiner, edición. 1966. Political Parties and Political Development, Princeton: University Press. [ Links ]

Lipset, Seymour Martin y Stein Rokkan. 2008. Structures de clivajes, systèmes de partis et alignement des électeurs: une introduction. Bruselas: ULB. [ Links ]

Machiavel, Nicolas. 2000. Le Prince. París: PUF. [ Links ]

Michels, Robert. 1914. Les partis politiques : essai sur les tendances oligarchiques des démocraties. París: Flammarion. [ Links ]

Neumann, Sigmund. 1965. Partidos políticos modernos. Madrid: Tecnos. [ Links ]

Ostrogorski, Moïse. 1903. La démocratie et l'organisation des partis politiques. París: Calmann-Lévy. [ Links ]

Sánchez, José Ramón Aja. 1996. " Vox populi et princeps: el impacto de la opinión pública sobre el comportamiento político de los emperadores romanos". Latomus 55 (2): 295-328. [ Links ]

Sanner, Michel. 1999. Modèles en conflit et stratégies cognitives: Esquisse d'une psychologie de la raison. París: De Boeck Supérieur. [ Links ]

Sartori, Giovanni. 2005. Partidos y sistemas de partidos. Madrid: Alianza Editorial . [ Links ]

______. 2006. La política. Lógica y método en las ciencias sociales. México: FCE. [ Links ]

Sartori, Giovanni y Leonardo Morlino (comps.). 1999. La comparación en las ciencias sociales. Madrid: Alianza Editorial . [ Links ]

Schattschneider, Elmer. 1964. Régimen de partidos políticos. Madrid: Tecnos . [ Links ]

Seiler, Daniel-Louis. 1993. Les partis politiques . París: Armand Colin . [ Links ]

______. 2001. La comparaison et les partis politiques. Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials. [ Links ]

Tocqueville, Alexis de. 2003. De la démocratie en Amérique. París: Penguin. [ Links ]

Touraine, Alain. 1973. La sociedad postindustrial. Barcelona: Ariel. [ Links ]

Vygotski, Lev Semenovitch y Jean Piaget. 1997. Pensée et langage. París: La Dispute. [ Links ]

Weber, Max. 1996. Economía y sociedad. México: FCE . [ Links ]

1Un buen ejemplo de tal fenómeno es el movimiento intelectual-ciudadano español Podemos, el cual, en tan sólo escasos cuatro meses, entre enero y abril de 2014, pasó de ser un movimiento ciudadano a organizarse como partido político (Errejón 2014).

2El contraejemplo a la derivación de movimiento ciudadano a partido político es la desaparición del movimiento. Iniciativa Ahora se presentó como una iniciativa ciudadana para competir en las elecciones federales de 2018 en México. Con el tiempo, y ante la dificultad para cumplir con los requisitos de ley para presentarse en las elecciones, las principales figuras de Iniciativa Ahora fueron absorbidas por la Coalición por México al Frente (PAN-PRD-MC), condenando inevitablemente a la iniciativa a desaparecer; así lo muestra su sitio de internet el cual se encuentra abandonado desde finales de junio de 2018, una semana previa a las elecciones federales. Véase. http://ahorasi.mx.

3Para fortalecer esta idea Anderson señala respecto al momento en que nace la imprenta: "El mercado inicial fue la Europa alfabetizada, un estrato amplio pero delgado de lectores de latín. La saturación de este mercado se llevó cerca de 150 años. La característica determinante del latín —aparte de su carácter sagrado— era que se trataba de un idioma de bilingües. Relativamente pocos nacían hablándolo y hemos de imaginar que menos aún soñaban en él. En el siglo XVI era muy pequeña la proporción de bilingües dentro de la población total de Europa; muy probablemente no era mayor que la proporción de población del mundo actual —a pesar del internacionalismo proletario— en los siglos venideros. Entonces, como ahora, el grueso de la humanidad era monolingüe" (Anderson 2016, 64-65).

4De hecho, originalmente la factio era la empresa privada que organizaba los juegos de cuadrillas y peleas de gladiadores en la antigua Roma; habiendo cuatro facciones, una por color, rojo (russata), blanco (albata), azul (ueneta) y verde (prasina), los empleados y seguidores de cada facción eran llamados "partidarios"; sumamente populares en el Oriente del imperio romano, pronto esas empresas comenzaron a financiar campañas electorales de ciudadanos romanos que buscaban algún cargo público; las facciones, al ser empresas privadas, tenían finalidades meramente lucrativas (Sánchez 1996, 295-328).

5Sobre la base de esta idea es que los politólogos Martin Lipset y Stein Rokkan (1968) desarrollarán su teoría de clivajes y los cuatro clivajes fundacionales (clase, religión, etnia y cultura), que explican la emergencia de partidos políticos en todos los regímenes con sistemas de partidos competitivos (Lipset y Rokkan 2008).

6Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, popularmente conocidas como "Falanges", fue el partido único durante el franquismo en España, disolviéndose en 1977 con la muerte del "caudillo".

7La União Nacional —o "Unión Nacional"— fue el partido único del régimen salazarista o Estado Nuevo en Portugal. En la década de los años setenta fue rebautizada como Ação Nacional Popular; no obstante desapareció en 1974, tras la Revolución de los Claveles.

Recibido: 26 de Junio de 2018; Aprobado: 14 de Noviembre de 2018

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons