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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.9 no.1 Mérida ene./jun. 2014

 

Reseña

 

Luis Alfonso Ramírez Carrillo, "...De cómo los libaneses conquistaron la Península de Yucatán". Migración, identidad étnica y cultura empresarial

 

Claudia Dávila Valdés

 

Mérida, UNAM, CEPHCIS, 2012, 258 pp. Monografías 14.

 

claudavila@hotmail.com.

 

Luis Alfonso Ramírez nos presenta un interesante estudio diacrónico de una historia que dura 134 años y en la que se puede identificar claramente la especificidad de la experiencia migratoria de los libaneses en Yucatán. Con el objetivo de poner especial énfasis en la propia dinámica del grupo migratorio, el autor incluye el análisis de la creación del endogrupo, de su movilidad social y de la identidad de su cultura empresarial, sin obviar los factores push-pull de la migración. De esta manera, los dos primeros capítulos tienen la intención de contextualizar un periplo entre dos penínsulas: el de los migrantes que migran desde el Máshreq hasta Yucatán. Pero el autor hace un alto en este viaje para presentarnos algunos de los rasgos principales del fenómeno migratorio de los libaneses en otros de sus destinos importantes del continente americano, como los Estados Unidos, Chile, Argentina, Venezuela, Colombia y Perú, sin olvidar, desde luego, Centroamérica y el Caribe.

Mientras que las malas condiciones políticas y económicas de su país de origen los obligaron a salir, Yucatán los atrajo gracias a una coyuntura especial y única en la historia de la región, caracterizada por la prosperidad de las exportaciones del henequén. Sin embargo a diferencia de los inmigrantes de otras latitudes que llegaban a esta región en la misma época a desempeñar labores agrícolas, los libaneses nunca se dedicaron a ello. Luis Alfonso Ramírez detecta dos factores clave en el proceso de inserción de los libaneses en las labores típicas de los inmigrantes pobres de las ciudades. El primero fue la expansión de la red ferroviaria que originó la ampliación de los mercados y una mayor capacidad comercial, es decir, el desarrollo del comercio ambulante de los migrantes libaneses fue de la mano del desarrollo de las comunicaciones en la Península. El segundo factor fueron las reformas impuestas por Salvador Alvarado, que abolían las tiendas de raya y, por ende, el crédito que otorgaban, mismo que fue sustituido por el sistema de abonos que instalaron estos migrantes. Su éxito en las actividades comerciales fue tal, que con los años pudieron pasar de buhoneros a empresarios.

En su libro, el autor distingue la tendencia a emigrar en comunidad y no sólo en familia como uno de los rasgos principales de la migración libanesa. Esta es la razón por la que desde fechas muy tempranas organizaron asociaciones que fueron transformándose en función de sus objetivos a través de los años: así encontramos las sociales, de asistencia, juveniles y hasta religiosas. Sin embargo se echa de menos una explicación del por qué nunca se preocuparon por abrir escuelas que dieran continuidad, en las siguientes generaciones, a aspectos culturales como la lengua, ciertas tradiciones o su historia. Esto sobre todo, si tomamos en cuenta que en su momento otros grupos migratorios en México como los alemanes, los franceses, los refugiados españoles y hasta los mismos coreanos en Yucatán, sí lo hicieron.

Para entender el proceso de movilidad social ascendente de los libaneses, el autor privilegia en su estudio al conjunto social, entendiendo que los actos individuales rara vez se alejan de los colectivos, por lo que analiza la dinámica de comunidad y la estructura familiar de estos migrantes y de sus descendentes a través de varias generaciones. Los datos los obtiene de dos fuentes elaboradas y publicadas por integrantes de la misma colonia, así como de sus propias entrevistas y trabajos previos. Tratando de abarcar los tres estados que componen la Península, Luis Alfonso Ramírez logra sacar algunas conclusiones comparativas. El caso de Yucatán —para el que cuenta con más datos y detalles— demuestra que en buena medida se trató de una migración comunitaria y que ésta misma acentuó la endogamia, disminuyó el mestizaje y dilató el proceso de asimilación a la cultura local hasta la segunda generación. Es un proceso en el que el papel femenino resultó ser clave para la perpetuación de la familia pues, como escribe, "en lo privado, la identidad de la colonia era una tela cuyos hilos manejaban, tejían y destejían las mujeres". En Campeche, la inmigración fue mucho menor y también fue distinto el patrón de asentamiento, así como mayores fueron la asimilación y el mestizaje. El autor explica que a pesar de haber tenido en ambos estados un modelo en común en cuanto a la migración comunitaria, el matrimonio y el parentesco, las características del lugar en el que se asentaron, así como las comunidades reconstruidas localmente fueron diferentes. Del proceso migratorio original se registran en Yucatán 511 familias, 87 en Campeche y apenas 15 en Quintana Roo. En este último estado, sin embargo, tiene lugar otro fenómeno migratorio que se relaciona con un movimiento interno de la misma colonia compuesto principalmente de empresarios libaneses de Yucatán y Campeche atraídos por el desarrollo turístico que tuvo lugar después de los años setenta del siglo XX.

Los 134 años de la presencia de libaneses en Yucatán son divididos en este libro en cuatro etapas: la primera —y más intensa en términos numéricos de llegadas de nuevos inmigrantes— es denominada "de formación". Es un periodo que va desde 1880 hasta 1930. Estos 50 años se caracterizan por la solidaridad y la mutua dependencia entre los libaneses a través del crédito, y en la que —dentro de un referente espacial en la ciudad de Mérida, es decir entre el parque de La Mejorada y el barrio de San Cristóbal— establecieron una vida familiar y comunal endogámica y desarticulada del contexto yucateco, dando lugar a la formación de lo que el autor llama el "endogrupo". Visto desde los procesos históricos de ambas penínsulas, el autor subdivide esta primera etapa en tres periodos: de 1880 a 1910, se experimenta una complicada situación económica y política en el Líbano, y el auge henequenero del Porfiriato en Yucatán. De 1910 a 1919 se registra la desarticulación del antiguo régimen y la debacle en el Levante luego de la Primera Guerra Mundial, originando la obligación moral de los libaneses en Yucatán de ayudar a sus paisanos a salir de su país. Finalmente, de 1920 a 1929 se vive un periodo durante el cual, a pesar de la inestabilidad política en Yucatán, la economía pudo sostenerse todavía gracias al henequén.

La segunda etapa es denominada "de consolidación", y va de 1927 a 1950. Se caracteriza por la multiplicación poblacional y el crecimiento natural de la colonia libanesa, así como por el comienzo de una estratificación en el interior de la misma. Los comerciantes mejor capitalizados diversificaron sus negocios, por lo que además de ser dueños de importantes tiendas en la región, invirtieron en la industria cordelera y en bienes raíces, establecieron fábricas y se volvieron usureros. Sin embargo no a todos les fue tan bien, pues debido a las complicaciones económicas de la crisis de 1929 se observa cierta tendencia de reemigración de algunos libaneses hacia otras partes del país, sobre todo al Distrito Federal. En esta etapa todavía son importantes la identidad étnica y las alianzas familiares, o mejor dicho: los arreglos matrimoniales entre los miembros de la colonia como parte de una estrategia que les permitía cierta movilidad social al facilitarles el acceso al dinero, las mercancías y el crédito así como al prestigio, la confianza y el honor. No obstante, también se observa la presencia de la segunda generación que comienza a construir sus redes sociales más allá de la colonia, dando lugar a un mestizaje más abierto y notorio como es el caso de los emblemáticos matrimonios de los Macari que se casaron con hijas de prominentes hacendados yucatecos.

La tercera etapa es "de integración". Sucede entre 1950 y 1990 y está caracterizada por el prolongamiento de la crisis henequenera que obligó a muchos de los que se habían instalado en los pueblos a regresar a la ciudad de Mérida a buscar nuevas oportunidades y a procurar a los hijos una mejor educación. Se percibe ya un alejamiento de los miembros de la colonia, pues el éxito económico, la socialización y la escolaridad de las nuevas generaciones, así como la pérdida del referente espacial —ya que muchas de las familias abandonaron el barrio para irse a vivir a las colonias del norte de la ciudad de Mérida— terminaron por disolver la identidad étnica y colectiva, lo que dio lugar a los matrimonios mixtos y completó finalmente el proceso de mestizaje e integración cultural. Los descendientes libaneses se habían convertido en parte importante de las clases media y alta de la Península y unos cuantos se estaban integrando a las poderosas élites empresariales de la región. La colaboración entre los mismos empezaba a ser selectiva para dejar de ser solidaria como al principio.

La última etapa es la de la "asimilación". Se extiende desde 1990 hasta 2012. Es entonces cuando los valores y conductas de las nuevas generaciones se han incorporado completamente a los de las clases medias y altas de Yucatán. Es decir, si en un principio la etnicidad fue el punto de encuentro entre estos migrantes, al paso de los años y con el éxito económico, este factor dio paso a la identidad de clase donde lo que importa ahora son los ingresos, así como los estilos de vida y los patrones consumo, marcados por una muy estratificada sociedad yucateca. Ramírez Carrillo nos explica que el origen libanés es ya más bien parte de la historia familiar y del mito de origen que se relaciona sobre todo con esfuerzo y éxito, pero con un bajo valor de mercado. Incluso las asociaciones pasaron de ser espacios de construcción étnica a espacios de construcción de clase. En este sentido el autor argumenta que el Centro Deportivo Libanés Mexicano ya no tiene entre sus objetivos la reivindicación étnica ni el apoyo mutuo, tampoco la vinculación con la nación de origen. Ni siquiera representa a toda la comunidad de origen libanés, sólo a al sector económicamente más poderoso, pues ser miembro del Club es más bien un símbolo de estatus y de pertenencia a un grupo privilegiado. Los descendientes de libaneses son identificados en esta última etapa como empresarios, profesionistas y, en menor medida, empleados, dedicados sobre todo al comercio, los servicios, la industria y la construcción, pero susceptibles a los vaivenes de una economía regional integrada a la globalización. De hecho el autor señala que en los últimos 20 años ha habido una pérdida en la hegemonía en diferentes ramas donde destacaban las empresas libanesas.

Para el autor, la asimilación cultural de los libaneses en Yucatán es un proceso que tuvo lugar en cinco campos: en principio se encuentra el ámbito lingüístico, en el que el idioma árabe fue siendo sustituido por el español. Después, está la pérdida del referente espacial que se encontraba entre el parque de La Mejorada y el barrio de San Cristóbal en la ciudad de Mérida, que en un principio fue un mecanismo de supervivencia y de movilidad social. En tercer sitio tenemos el campo religioso en el que los libaneses en Yucatán tuvieron que asimilarse al culto católico. En lo que se refiere al político, la tendencia ha sido inversa pues aquí se destaca una temprana participación así como un aumento de las actividades y de las relaciones de los descendientes de libaneses en este ámbito. Al final se encuentran los negocios, así como la vida económica y empresarial en la que como ya se dijo la globalización y las diferentes crisis económicas afectan a empresarios de origen libanés y no libanés por igual.

...De cómo los libaneses conquistaron la Península de Yucatán... es un libro completo en todos los sentidos, pues además de su rigor científico y de su aporte al conocimiento, en él, Ramírez Carrillo nos ofrece una lectura amena —y a ratos conmovedora—, llena de historias, nombres y números de una inmigración que llegó y se metió hasta la cocina de los yucatecos.

Pero su aportación no termina ahí pues al final nos ofrece también un anexo biográfico titulado "Identidad y asimilación. Los otros libaneses de Yucatán", escrito por Gustavo Abud Pavía, el cual resulta particularmente ilustrativo para conocer a aquellos personajes de origen libanés que viven en Yucatán y que no se han distinguido por sus actividades empresariales, ni por su éxito económico. Es un recuento que complementa la visión que nos da el texto principal que como vimos destaca a aquellos que alcanzaron niveles socioeconómicos aventajados dentro de la sociedad yucateca.

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