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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.7 no.2 Mérida ene. 2012

 

Artículos

 

¿Por qué los hogares son pobres? Un análisis para la zona metropolitana de Mérida, 2010

 

Jennifer Castañeda Navarrete

 

Universidad Anáhuac Mayab.

 

Fecha de dictamen: 7 de mayo de 2013;
Fecha de aceptación: 24 de mayo de 2013.

 

Resumen

Los procesos de urbanización experimentados en México han configurado las ciudades y el espacio rural, con los consecuentes efectos en el bienestar de la población. Si bien la pobreza se concentra en mayor porcentaje en las zonas rurales del país, es en las ciudades donde vive el mayor número de pobres. En este contexto, este artículo analiza las posibles causas de la pobreza en la Zona Metropolitana de Mérida (ZMM), advirtiendo que aun cuando se pueden identificar características comunes entre los hogares pobres de los seis municipios que conforman la ZMM —como que el jefe del hogar sea mujer, un bajo nivel de escolaridad, un jefe de hogar con más de 60 años o que el jefe de hogar trabaje por cuenta propia—, no se debe pasar por alto que el área de estudio es heterogénea y que cada municipio muestra problemáticas específicas que deben ser comprendidas y atendidas desde su propia realidad.

Palabras clave: zona metropolitana, Mérida, pobreza urbana, brecha cuadrada de pobreza, modelo Tobit.

 

Abstract

The urbanization processes experienced in Mexico have shaped not only the cities but also the rural areas, with consequent effects on the population welfare. While poverty is concentrated in higher percentage in rural areas of the country, the largest number of poor live in the cities. In this context, the article analyzes the causes of poverty in the metropolitan area of Mérida (ZMM by its Spanish acronym), noting that even when common features among poor households can be identified in the six municipalities of the ZMM, like a woman household head, low level of education, a household head with more than 60 years or a self-employed household head; it should not be overlooked that the ZMM is a heterogeneous area and each municipality shows particular problems that must be understood and addressed.

Keywords: metropolitan area, urban poverty, squared poverty gap, Tobit model.

 

El surgimiento de las ciudades puede ser visto como resultado del sistema capitalista de producción, que no sólo ha configurado al espacio urbano, sino también modificado las relaciones en el espacio rural y entre éste y el urbano (Rojas 2008). en este sentido y siguiendo a Baños, la urbanización puede ser entendida como "el proceso de cambio hegemonizado por la economía, la política y la cultura de las ciudades" (Baños 1993, 420).

La conformación de zonas metropolitanas forma parte de este proceso de urbanización, aunque es un fenómeno más reciente, estimulado por la intensificación de la globalización y la implementación de políticas neoliberales. Así, se puede entender a las zonas metropolitanas como espacios que contienen un (gran) núcleo demográfico principal que guarda relaciones económicas y sociales con asentamientos de población de menor tamaño, siendo uno de estos vínculos principales el de domicilio-trabajo (Garza 2007). Ambos procesos —urbanización y metropolización— han tenido efectos en el bienestar de la población, tanto en zonas rurales como urbanas.

En México se reproduce la tendencia global de concentrar en las zonas rurales el mayor porcentaje de población en situación de pobreza: 64.9 % frente a 40.5 % en las zonas urbanas, para 2010. Sin embargo, en términos absolutos, son las zonas urbanas las que suman más personas en esta condición: 35 millones frente a 17 millones en su contraparte rural (Coneval 2011a). Esta situación es la que motiva el análisis que aquí se presenta, y que pretende contribuir a una mejor comprensión de las causas de la pobreza urbana.

El artículo se enfoca en el sureste de México, en particular en la zona metropolitana de Mérida (ZMM), conformada por los municipios de Conkal, Kanasín, Mérida, Progreso, Ucú y Umán. Estos municipios se ubican en lo que un día fuera la llamada zona henequenera, cuya preminencia en la región persiste en la actualidad, al grado de concentrar más del 50 % de la población y la actividad económica del estado de Yucatán. Partiendo de esta referencia, el siguiente apartado analiza el surgimiento y evolución de las zonas metropolitanas en México; el segundo describe las características y trayectoria de la pobreza urbana durante las últimas décadas; el tercero aborda las características demográficas y de pobreza de la ZMM; el cuarto analiza las causas de la pobreza en la ZMM, y finalmente, el artículo concluye con una serie de reflexiones acerca de políticas públicas que se podrían instrumentar a la luz de los hallazgos presentados.

 

La conformación de zonas metropolitanas en México

El desarrollo económico ha sido históricamente acompañado del proceso de urbanización. En México, ese proceso estuvo ligado a la industrialización que vivió el país en el siglo XX. Entre los factores que contribuyeron a este desarrollo, Garza (1990) menciona la intensificación de la Reforma Agraria entre 1933 y 1939, la movilización de la fuerza de trabajo rural a las ciudades, la estricta protección arancelaria, así como la participación creciente del Estado en materia de infraestructura urbana y de comunicaciones.

En este proceso de urbanización, la estructura económica nacional experimentó un cambio, quedando el sector primario subordinado al secundario y terciario. De igual forma, la urbanización propició el desplazamiento de los problemas rurales en la agenda pública, ante las nuevas complicaciones que planteaba el crecimiento de las ciudades, como el transporte, la marginación, el desempleo, la seguridad pública, la contaminación, entre otros (ibíd.). Las zonas metropolitanas (ZM) han surgido a partir de este proceso de urbanización y de la búsqueda de eficiencia económica, que se ha reflejado en la concentración de la infraestructura, los servicios públicos, el aparato gubernamental, así como de la población y la actividad económica (Garza, 2007). Garza (1990, 45-46; 2010) identifica tres periodos en la evolución de las ZM del país:

a) 1900 a 1940. La población urbana, entendiendo con esto a la población que habita en localidades de 15 mil y más habitantes, presentó un crecimiento moderado, de representar 10.5 % de la población total en 1900, llegó a 20 % en 1940.

b) 1940 a 1980. Durante este periodo se pueden identificar dos ritmos de urbanización diferentes: acelerado, de 1940 a 1960, y moderado, de 1960 a 1980. Fue también entre 1940 y 1960 que la ciudad de México se transformó en zona metropolitana, al extenderse la mancha urbana del Distrito Federal al Estado de México. En 1980 la población de la urbe llegó a representar el 56.2 % de la población total.

c) 1980 a 2005. Ocurre el tránsito de un sistema monocéntrico a uno policéntrico, lo cual implicó la aglomeración de la población en las mayores metrópolis y no sólo en la ciudad de México. En 1980, sólo 26 localidades —las únicas clasificadas como metrópolis—absorbieron el 68.8 % de la población urbana total. Para 2005, ya eran 57, que concentraban el 83 % de la población urbana. Es también a partir de 1980 que se inicia un nuevo ámbito de concentración, al formarse un conglomerado megalopolitano en torno a la ciudad de México, es decir, se empiezan a traslapar diferentes zonas metropolitanas. La primera de ellas sería la ZM de Toluca.

 

El rostro de la pobreza urbana en México

El proceso de industrialización vivido en el país durante el siglo XX, favoreció el bienestar de la población urbana sobre el de la población rural. No obstante, como consecuencia de la crisis económica de los años ochenta y las exigencias del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de sanear las finanzas públicas, se registró una reducción del gasto social en las zonas urbanas. A esta medida se sumaron los efectos de la disminución en los niveles de empleo y la caída en los ingresos de los trabajadores, lo cual afectó desproporcionadamente a los habitantes urbanos, quienes dependen más directamente de la economía de mercado que los habitantes rurales y, por tanto, se encuentran también más vulnerables ante sus vaivenes (Damián 2010).

Después de los devastadores efectos de la crisis de los ochenta, los niveles de pobreza mostraron una reducción a principios de la década siguiente, pero se incrementaron substancialmente durante la crisis de 1994-95 y si bien, de 1998 a 2006 presentaron de nuevo una reducción, éstos volvieron a aumentar en el periodo 2008-2010, reflejo de la crisis económica que aún aqueja a la economía mundial, como se puede apreciar en la Figura 1 (Banco Mundial 2005; Coneval 2009a, 2011b).

De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la población urbana en situación de pobreza1 fue de 35 millones en 2010, lo cual representó el 40.5 % de la población urbana total. En comparación con datos de 2008, significó un aumento de la población en situación de pobreza tanto en términos absolutos como relativos. Al contrastar estos datos con los de las zonas rurales, se observa que este sector de la población es mayor en las zonas urbanas en términos absolutos, aunque inferior en términos relativos, al sumar 17 millones los pobres rurales en 2010, esto es, 64.9 % de la población rural total (Coneval, 2011a).

Los estudios sobre pobreza en las zonas metropolitanas del país son aún escasos, no obstante, se cuenta con investigaciones como la de Damián (2010), quien analiza datos del año 2000, encontrando una alta desigualdad en el desarrollo urbano del país. La autora destaca que las ciudades de estados pobres, como Chiapas, Guerrero y Guanajuato, tienden a ubicarse entre las de mayores carencias, mientras que las ciudades del norte se ubican entre las de menores rezagos. Sobre la zona metropolitana de la Ciudad de México encuentra que si bien en conjunto presenta una situación intermedia de bienestar, los municipios conurbados del Estado de México acusan niveles de carencia mayores que el Distrito Federal (ibíd. 256).

En lo que respecta a las causas de la pobreza urbana y a las características de la población en situación en pobreza, se cuenta con un estudio relativamente reciente del Banco Mundial (2005), en el cual se señala que, si bien los pobres de las zonas urbanas comparten muchas características con los pobres de las zonas rurales, como el tener familias numerosas, menor educación y menor acceso a servicios que la población no pobre; existen, sin embargo, diferencias significativas en los patrones de consumo. Por ejemplo, los pobres urbanos gastan más en vivienda, en transporte y educación, pero relativamente menos en alimentos, vestido y salud. Igualmente se destaca en ese estudio, que los pobres urbanos son mucho más dependientes del mercado laboral para la obtención de ingresos, más vulnerables a las crisis macroeconómicas, tienen mayor acceso a servicios públicos y que las transferencias gubernamentales tienen un peso menor en el ingreso del hogar. Otro hallazgo se refiere a la alta heterogeneidad en los niveles de bienestar entre áreas urbanas y al interior de ellas, con las consecuentes implicaciones para los mecanismos de focalización de los programas de protección social. En el siguiente apartado se analiza el caso particular de la zona metropolitana de Mérida.

 

La pobreza en la zona metropolitana de Mérida

La zona metropolitana de Mérida (ZMM) comprende los municipios de Conkal, Kanasín, Mérida, Progreso, Ucú y Umán (Iracheta y Bolio 2012). Esta delimitación, que coincide con la utilizada en otras investigaciones y la misma definición oficial utilizada por el Gobierno Estatal, difiere de la definición propuesta por el Gobierno Federal en 2006, la cual excluye al municipio de Progreso (ibíd.). No obstante, Iracheta y Bolio (2012) han señalado la conveniencia de considerarlo parte de la ZMM, dados los flujos económicos y de personas existentes, y las relaciones político-administrativas que existen con Mérida. Estos autores destacan también que Progreso cumple con las condiciones estipuladas por la más reciente definición federal de zonas metropolitanas (Sedesol et al. 2008 en Iracheta y Bolio 2012, 38), como son:

a) Está incluido en una declaratoria estatal de zona conurbada.

b) Está considerado en el programa de ordenación de la zona conurbada de Mérida.

c) Está reconocido en el Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio 2001-2007, como "aglomeración Mérida-Progreso".

La ZMM forma parte de la Región II Noroeste del estado de Yucatán, parte del territorio de la ex zona henequenera. La actividad económica generada alrededor de la producción del henequén a finales del siglo XIX favoreció la concentración de la población en la zona, que abarcaba casi sesenta municipios, erigiéndose Mérida desde esa época como el centro comercial y financiero del estado (Baños 1993). Hoy día, en términos de población, la ZMM representa en su conjunto, el 52.5 % de la población estatal, Mérida por sí sola concentrando el 42.5 % (INEGI, 2010).

La actividad henequenera inició su prolongado declive en 1920, siendo la década de 1970 cuando se observó una intensificación del proceso de urbanización, con el consecuente descenso de la población ocupada del sector agrícola y un incremento en la concentración de la población en Mérida, alimentada por las migraciones de la fuerza laboral henequenera (Baños 1993, 429). Entre 1980 y 1990 esta tendencia se extendió a los municipios vecinos de Kanasín y Umán, manteniendo el primero de estos el mayor ritmo de crecimiento de la ZMM hasta la fecha (Domínguez 2011). En contraste, los municipios de Mérida, Progreso y Umán han reducido su tasa de crecimiento demográfico, mientras que Conkal y Ucú disminuyeron su ritmo crecimiento en la década de 1980, para incrementarlo ligeramente entre 1990 y 2010 (Cuadro 1).

En términos económicos, la ZMM agrupaba en 2008 al 39.5 % de las unidades económicas, al 69.9 % del personal ocupado y al 90.9 % de la producción bruta total de Yucatán (INEGI 2009). En el Cuadro 2 se observa el peso del municipio de Mérida tanto en términos demográficos como económicos. En lo que a población se refiere, a la capital le siguen por orden de importancia Kanasín, Progreso y Umán; mientras que por el valor de la producción bruta de las empresas establecidas en el municipio, después de Mérida, el orden cambia ubicándose Umán a la cabeza, seguido de Progreso y Kanasín. Esta diferencia en la distribución geográfica de la población y de la actividad económica indica una mayor dependencia de los habitantes de Kanasín a la actividad económica de Mérida, en comparación con el resto de los municipios de la ZMM.

Los cambios en la estructura económica de la ZMM, así como en la concentración y distribución de la población que en ésta habita, han tenido consecuencias en los niveles de bienestar. De acuerdo con datos de Coneval para el año 2010, un 9.3 % de la población de la ZMM se encontraba en situación de pobreza alimentaria, 15.4 % en pobreza de capacidades y 38.8 % en pobreza de patrimonio; cifras inferiores a los promedios estatales de 20, 28.1 y 52.9 %, respectivamente (Coneval 2012).

En la ZMM, los municipios con mayores porcentajes de población en situación de pobreza son Progreso, Kanasín y Umán, los cuales registran porcentajes superiores al promedio estatal en lo que se refiere a pobreza patrimonial. Los datos disponibles de Coneval se remontan a 1990, lo que permite hacer un análisis de la evolución de esta situación durante las últimas dos décadas. Si bien, en términos generales los índices de pobreza han disminuido durante las últimas dos décadas, en el caso del municipio de Progreso la tendencia ha sido la opuesta, al registrar un aumento de entre 4 y 10 puntos porcentuales, dependiendo de la línea que se utilice como base. Por su parte, Conkal y Ucú son los municipios con mayores reducciones en los índices de pobreza, mientras que, al otro extremo, Mérida, Ucú y Kanasín presentaron disminuciones más conservadoras (Ver Cuadro 3).

 

Causas de la pobreza en la zona metropolitana de Mérida

Metodología

Para identificar las causas de la pobreza en la zona metropolitana de Mérida se utilizaron datos del Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI, debido a que es una de las pocas fuentes de información nacional con representatividad a nivel de localidad.

Considerando los datos disponibles, se optó por un enfoque monetario para determinar los niveles de bienestar, empleando para tal efecto, datos de ingresos por trabajo de los hogares, así como las líneas de bienestar estimadas por el Coneval para el mes de junio de 2010, $1,320.97 y $2,106.50 para zonas rurales y urbanas, respectivamente. De igual forma, para considerar la heterogeneidad entre los hogares se ajustó el ingreso por adulto equivalencias y economías de escala, conforme a los criterios adoptados por Coneval en su más reciente medición de pobreza monetaria, como parte de su metodología multidimensional (Coneval 2009 b).

La medida empleada fue la brecha de pobreza al cuadrado de la clase de medidas Foster, Greer y Thorbecke (1984), la cual a diferencia de otros cálculos que únicamente nos dicen si una persona es pobre o no, también proporciona información sobre la severidad de la pobreza y la desigualdad que existe entre las fracciones de población pobre. La brecha de pobreza al cuadrado para el hogar i en el año t se determina como sigue:

Donde yit es la medida de bienestar del hogar —aquí ingreso— ajustado por adulto equivalencias y economías de escala y normalizado por las líneas de pobreza referidas más arriba.

Para identificar las causas de la pobreza, se utilizó un modelo Tobit truncado a la izquierda, de la siguiente forma:

Donde la variable dependiente P(yit) es la brecha de pobreza al cuadrado definida en (1); αi, es una constante; Xi es una matriz nxk de variables explicativas para cada hogar i y ε. es un vector nx1 de residuales de regresión. Las variables explicativas incluidas en Xi fueron: Sexo, edad, origen étnico y ocupación del jefe de hogar; tasa de dependencia y escolaridad promedio del hogar; y tres variables dicotómicas que indican si el hogar se localiza en un área considerada como rural, si recibe algún apoyo del gobierno y si recibe o no transferencias de familiares.

 

Resultados

Para el conjunto de la ZMM se encontró un valor promedio de la brecha de pobreza al cuadrado de .010, inferior al que estudios previos han observado para el país, de entre .122 y .125 (Garza etal. 2010; Castañeda 2011). Algo interesante que se observó, es que si bien, Conkal y Mérida presentan los menores porcentajes de población en situación de pobreza, no ocurre lo mismo en cuanto a la severidad y desigualdad de la pobreza, siendo en este caso, Umán y Kanasín los municipios con menores valores de la brecha de pobreza al cuadrado, seguidos por Mérida, Conkal y Progreso; mientras que Ucú, presenta el mayor valor de la brecha de pobreza al cuadrado.

El Cuadro 5 presenta los resultados obtenidos de las regresiones del modelo Tobit (ecuación 2). Se encontró que las variables que reducen la probabilidad de que los miembros del hogar vivan en situación de pobreza son: que el jefe de hogar sea del sexo masculino, lo cual reduce la probabilidad en 3.7 %; un año más de escolaridad promedio del hogar reduce la probabilidad en 0.4 %; mientras que los hogares que se encuentran en las áreas que aún pueden identificarse como rurales dentro de la zona metropolitana, restringe en un 2 % las probabilidades de estar en pobreza.

Por otro lado, las variables que incrementan la probabilidad de que los miembros del hogar vivan en situación de pobreza son: que el jefe de hogar sea indígena, lo cual amplía la probabilidad en 0.8 %; el aumento de una unidad en la tasa de dependencia eleva la probabilidad también en 0.8 %, y los hogares donde el jefe de hogar tiene 60 años o más, presentan una probabilidad 7 % mayor de vivir en situación de pobreza. Respecto a la posición en el trabajo, ser jornalero, ayudante o trabajar por cuenta propia, incrementan la probabilidad en 9, 10 y 5.9 % respectivamente. Finalmente, recibir transferencias del gobierno o de familiares, no parece estar contribuyendo significativamente a cerrar la brecha entre pobres y no pobres, encontrándose que ambas variables incrementan la probabilidad de que el hogar sea pobre en 2 y 4 % respectivamente.

Analizando la variación que genera la educación promedio del hogar en el valor de la brecha de pobreza al cuadrado,2 se tiene que se requerirían cinco años más de escolaridad en promedio del hogar para reducir a cero la brecha de pobreza al cuadrado de la ZMM (de .010).

No obstante lo anterior, al analizar regresiones separadas para cada municipio con las mismas variables explicativas, los resultados difieren entre sí en signo y magnitud. Por ejemplo, en el caso de Conkal, los años de escolaridad promedio del hogar no fueron encontrados un factor significativo para explicar la reducción de la pobreza de los hogares, mientras que el hecho de que el jefe del hogar sea jornalero, reduce la probabilidad de que el hogar se encuentre en situación de pobreza en 5 %. Esto último también se observó para Progreso y Umán, con una reducción de 6.5 y 2.5 %, respectivamente. Por otra parte, Mérida fue el único municipio donde el origen étnico del jefe de hogar fue un factor significativo y asociado con un incremento en la probabilidad, severidad y desigualdad de pobreza. Mientras que Ucú fue el municipio en el cual el efecto de los años de escolaridad promedio del hogar en la reducción de la pobreza fue mayor, requiriendo cuatro años más de educación en promedio para reducirla a cero, esto es, un año menos que el promedio de la ZMM, aun cuando la brecha cuadrada de pobreza en Ucú es mayor.

 

Conclusiones

A la luz de los resultados aquí encontrados, es posible identificar causas comunes a la pobreza de los hogares de la ZMM y por tanto, generar intervenciones de política pública que contribuirían a mejorar el nivel de vida de la población. Con base en las estimaciones para la ZMM en su conjunto, se puede identificar como población vulnerable a los hogares con mujeres como jefe de hogar, los hogares indígenas y los adultos mayores. En el primer caso, el resultado fue consistente con las estimaciones obtenidas para cada uno de los municipios por separado, lo cual refleja las desventajas a las que se enfrentan los hogares a cargo de una mujer, bien porque aún falta cerrar brechas de género en los ingresos y oportunidades laborales, o por contar con una mayor tasa de dependencia, es decir, menos adultos trabajando por cada miembro del hogar que no trabaja.

La vulnerabilidad de los hogares con un jefe de hogar femenino, reclama medidas estructurales como campañas contra la discriminación de género y becas escolares; así como estrategias de corto plazo, como son los servicios de guardería y los subsidios para alimentación. Estos apoyos pueden dirigirse no sólo a las jefas de familia, sino también a los padres solteros que enfrentan la necesidad de atender de la educación y cuidado de sus hijos y al mismo tiempo sostener económicamente el hogar. Otra política encaminada a reducir la vulnerabilidad de estos hogares, son los seguros de vida, tales como el nuevo programa federal "Seguro de Vida para Mujeres Jefas de Familia".

Por otra parte, en la medida en que la población está envejeciendo y la tasa de fertilidad disminuyendo, las intervenciones públicas encaminadas a reducir la pobreza que enfrentan los hogares a cargo de adultos mayores serán cada vez más importantes. Si bien los hijos han constituido en México como en otros países en desarrollo, una importante red de protección social para que los padres puedan gozar de una vejez digna, la disminución en el número de descendencias hace aún más importante el que la población cuente con pensiones o fondos para el retiro, especialmente aquella que vive en condiciones precarias (Lunde etal. 2009).

Otro grupo de población vulnerable identificado en este análisis es el de los trabajadores por cuenta propia. Seguramente gran parte de ellos incluidos en la economía informal, carecen de prestaciones sociales y ante una enfermedad o desastre natural, se verían imposibilitados para conseguir un ingreso para ellos y sus familias. Para este sector de población, son relevantes tanto los programas de vivienda social, como los seguros médicos y los seguros de vida.

Si bien es posible identificar características y problemáticas comunes entre los municipios que conforman la ZMM e incluso, con la información analizada se podría caracterizar a un "hogar promedio" no pobre de esta región, como aquel donde el jefe del hogar es del sexo masculino, con alrededor de 40 años de edad, es no indígena, con un nivel de estudios igual o superior al bachillerato, trabaja como empleado y no recibe transferencias de familia o gobierno; la ZMM es un área heterogénea y cada municipio muestra particularidades, donde las relaciones entre la capital y la periferia, así como entre los espacios rural y urbano, se configuran de forma distinta, seis realidades interrelacionadas, que deben ser comprendidas y atendidas.

En este sentido, además de las políticas públicas comunes a los seis municipios, cada autoridad municipal debería realizar intervenciones para atender las problemáticas particulares. Por ejemplo, en Mérida se podrían incrementar los esfuerzos por reducir la discriminación en contra de la población indígena y en Ucú, dado el mayor efecto de la educación en reducir la pobreza, se podría favorecer la inversión en esta área por sobre otras.

Al interior de los municipios también son relevantes las intervenciones diferenciadas, especialmente si tomamos en cuenta que aun siendo una zona metropolitana, persisten espacios rurales en los cuales se requieren medidas diferentes a las requeridas en los espacios urbanos. Aunque sólo el 2 % de la población ocupada de la ZMM labora en el sector primario, al desagregar la información por municipio encontramos que en Ucú ésta representa el 20.1 %, seguido por Progreso, con 14.3 %, y Conkal, con 7.7 %; mientras que los municipios con menor población ocupada en el sector primario son Mérida (1 %), Kanasín (1.7 %) y Umán (4.4 %) (INEGI, 2010). Un reflejo de esta situación son los resultados obtenidos para los municipios de Conkal y Progreso, donde los años de escolaridad promedio del hogar no fueron encontrados un factor significativo para explicar reducciones en la pobreza de los hogares, mientras que el hecho de contar con un jefe del hogar cuya ocupación principal sea como jornalero, se encontró asociado a una reducción en la probabilidad de que el hogar enfrentara pobreza en 5 % y 6.5 % para Conkal y en 6.5 % para Progreso.

 

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Notas

1 Medida siguiendo la metodología de pobreza multidimensional.

2 Esto se realizó estimando los efectos marginales para valores esperados de P(yit)>0, a diferencia de las probabilidades que se presentan en el cuadro 5.

 

Información sobre la autora

Licenciada en Economía por la Universidad Autónoma de Yucatán, es maestra en Gobierno y políticas públicas por la misma universidad, y en Economía con especialización en Desarrollo Económico, por la universidad de Nottingham, en el Reino unido. Fue coordinadora Editorial del Boletín Economía Hoy, de la UADY y es autora de diversas publicaciones en medios de circulación nacional sobre temas de desarrollo, y coautora del libro Situación actual y perspectivas del estado de Yucatán. Actualmente es profesora de tiempo completo en la universidad Anáhuac Mayab, impartiendo cursos en Economía y Negocios Internacionales; así como Coordinadora del Observatorio Económico y Social Anáhuac Mayab. jennifer.castaneda@anahuac.mx; castaneda.jennifer@gmail.com.

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