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Península

versão impressa ISSN 1870-5766

Península vol.7 no.1 Mérida Jan. 2012

 

Artículos

 

Viajar en 1832: ¿empresa ilustrada o gesta romántica?

 

Carolina Depetris

 

CEPHCIS, UNAM.

 

Fecha de recepción: 8 de junio de 2012;
Fecha de dictamen: 14 de agosto de 2012.

 

Resumen

El trabajo tiene por objeto analizar cómo se filtran estructuras literarias en los testimonios asentados en relatos de viaje con fuerte pretensiones de cientificidad. Para ello se analiza qué tipo de recursos narratológicos emplea Frédéric de Waldeck en su libro Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836, para lograr definir el viaje que realiza y definirse, a su vez, como un determinado tipo de viajero.

Palabras clave: viaje ilustrado, viajero romántico, ciencia, literatura, Yucatán.

 

Abstract

The purpose of this work is to analyze the way literary stractures are instilled in settled testimonies regarding travel narrations that show strong pretensions of scientism. In order to achieve this, we have analyzed which type of narrational resources Frédéric de Waldeck uses in his book Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836, so as to get to define the journeys he makes and at the same time, to define himself as a particular type of traveller.

Keywords: illustrated travel, romantic traveller, science, literature, Yucatan.

 

Detrás del hecho efectivo que es el discurso, detrás de su concreta manifestación en una secuencia de palabras articuladas en recurrencia referencial, opera el fascinante desdoblamiento del que habla de sí mismo. Ei hecho de ser al mismo tiempo tanto sujeto del enunciado como de la enunciación cobra especial importancia en los géneros híbridos, especialmente en aquellos en donde una determinada configuración narrativa queda supeditada, cuando no solapada, por un discurso de primer nivel que necesita, en su esencia, de un fuerte anclaje factual; por ejemplo, el discurso científico de tradición realista y objetiva. Así, las marcas del "yo" en un determinado enunciado, explícitas o implícitas, tienden a ser disimuladas cuando se filtran en discursos cuya epistemología demanda precisamente lo contrario para ser efectivos. Los relatos de viaje, en este sentido, constituyen un género muy rico para el análisis de este cruce discursivo ya que coloca en primer plano esta cuestión. Tal como señala Todorov en "El viaje y su relato",

La primera característica importante del relato de viaje [...] me parece que es una cierta tensión (o cierto equilibrio) entre el sujeto observador y el objeto observado. Esto es lo que designa, a su manera, esa denominación, "relato de viaje": relato, es decir narración personal y no descripción objetiva; pero también viaje, un marco, pues, y unas circunstancias exteriores al sujeto. Si sólo figura en su lugar uno de los dos ingredientes, nos salimos del género en cuestión para meternos en otro [.]. El límite, por un lado, es la ciencia; por el otro, la autobiografía; el relato de viaje vive de la interpenetración de los dos (1993: 99).

El carácter autobiográfico que conlleva el género del relato de viaje supone una misma identidad para el autor, para el narrador y para el personaje. El carácter científico que soporta este tipo de empresa viajera, en contraparte, hace que el que enuncia y dice y crea así mundo, disimule en su relato el enorme trabajo de selección de posibles que hay detrás de cada acontecimiento y de cada gramática usada. Pero es ineludible sostener que el mundo surgido en la escritura de un viaje que parte de una potente presencia de la primera persona real, enunciativa y actancial, es el complejo resultado de todo un sistema de selección y jerarquización de opciones de ser, de hacer y de decir.

Críticos como Mary Louise Pratt o Edward Said entienden que este trabajo está siempre orientado (o reorientado) por el sustrato ideológico del viajero o, más amplio todavía, por el sustrato ideológico de lo que Said llama la "actitud textual" que crea, en su tradición de motivos e imágenes, constantes que nos allanan el ingreso a ese mundo desconocido. Podemos entender la actitud textual como aquello que Umberto Eco denomina "enciclopedia": el curso ideológico de una época, la tradición que define una determinada actitud hermenéutica y textual, que fija los marcos normativos dentro de los cuales se vive y comprende el mundo. Así, en la línea de tiempo, el conocimiento que un determinado viajero va construyendo sobre el mundo viajado, el mundo que quiere mostrar a su comunidad y que para ello construye, es el tautológico resultado de un diseño prefabricado por años y décadas y siglos precedentes. En este trabajo, para analizar este problema voy a tomar la figura de Frédéric de Waldeck y el viaje que realiza por la península de Yucatán. Para ello me apoyaré en el testimonio escrito que deja de este derrotero: Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836.

Lo que me dispongo a revisar en este texto y en su autor es, precisamente, el costado "literario" que tiene un documento de base cognitiva; cómo un testimonio de mediados del siglo XIX que asume la forma de un relato de viaje es resultado de una configuración actancial que lo contiene como actor de ese mundo. En síntesis, qué tipo de viajero es Waldeck en Yucatán en 1832.

Antes de comenzar es importante, aunque sea brevemente, decir algunas palabras sobre este personaje y su empresa. Waldeck es un viajero de origen incierto, austríaco tal vez pero nacionalizado francés. Llega a México en 1825 y viaja a explorar las ruinas de Palenque y Uxmal desde 1832 hasta 1836.1 No era, estrictamente hablando, un "explorador" como se calificaba a los arqueólogos en aquella época; tampoco era un científico. Era, en realidad, un excelente dibujante y pintor que se jactaba de haber sido discípulo de David y Prud'hon. Sin embargo, debido a una serie de circunstancias personales y también epocales, consigue vender al Gobierno mexicano una empresa "científica": viajar a Palenque para obtener noticias e imágenes fiables de la región. En realidad, aquejado por una crónica escasez económica, lo que Waldeck espera es ganar el primer premio de un concurso convocado por la Société de Géographie de París en 1826 para quien aportara noticias y "vistas pintorescas" de la región mayanse, en aquella época prácticamente ignorada. El misterio mayor que Europa pretendía esclarecer era conocer el origen de esos edificios ya en ruinas y de la civilización que los había construido.

El viaje de Waldeck, stricto sensu, tiene un propósito cognitivo claro y, en esta línea, empata en toda su empresa con los viajes ilustrados. El viaje y el viajero ilustrados asumen como objetivo fundamental el conocimiento científico de las realidades visitadas y por "científico" debemos comprender aquí la búsqueda de saberes universales, de explicaciones totales tendientes a lograr un mayor progreso benéfico para la humanidad.2 A pesar de este objetivo, Waldeck organiza su relato en torno a tres componentes temáticos: además del arqueológico hay otros dos que tienen como eje organizador el interés curioso por los modos y costumbres de las sociedades yucatecas que visita (el rasgo pintoresco —hoy etnográfico— de su viaje) y el relato de una serie de sucesos que le ocurrieron en su aventura. Con este último componente decide comenzar su libro y esto, en un texto con pretensiones de cientificidad y que tiene este objetivo cognitivo reiteradamente planteado, es llamativo. Pienso que pudo, por ejemplo, haber comenzado con la exposición de un estado de la cuestión acerca de las antigüedades mexicanas mucho más detallado del que zanja en su introducción y que, por lo que se desprende de sus diarios, él había examinado de manera prolongada y minuciosa.3

El libro comienza situándonos el 5 de diciembre de 1833 en el pueblo de Frontera. El curso del Grijalva está invadido por el cólera y esto impide a Waldeck regresar a las ruinas de Palenque, de donde salió enfermo dos meses después de su llegada, a proseguir con sus estudios porque se han establecido cordones sanitarios. Planea embarcarse cuanto antes a Campeche para escapar de la epidemia. Del 1 al 6 de diciembre, día en que puede embarcarse, está prisionero en un pueblo sumergido en la peste: "Fui obligado durante seis días a asistir a los desgraciados que morían en torno mío" (1996: 51). En esa situación desesperada, Waldeck se convierte en médico de ocasión. Ya a bordo del barco que lo llevaría a Campeche, pero sin poder zarpar hasta el día 8, su "espíritu" está sometido al "recuerdo de las escenas fúnebres de que acababa [...] de ser testigo" (1996: 52). Huye finalmente del foco de la epidemia el día 8 cuando logran zarpar.

El viaje en barco a Campeche está teñido de nuevos peligros y sucesos extraños desde su origen: al partir casi naufragan por tocar fondo nueve veces. Luego, el día 12, "un inmenso meteoro, venido del este, pasó sobre nuestras cabezas y haciendo explosión de repente dejó escapar de sus flancos, con el ruido de un trueno, regueros luminosos que producían el efecto de candelas romanas" (1996: 52). Llegan el 15 a Campeche pero, desde un bote, el Consejo de Sanidad les ordena volver sobre su rumbo "so pena de ser despiadadamente cañoneados" (1996: 52). Sin agua y sin víveres, deben regresar a Tabasco. "La posición, dice Waldeck, era cruel" (1996: 53). El viaje de retorno era un viaje hacia la muerte, sin comida para la travesía y, además, en medio de una tempestad: "Rechazados en Campeche, la muerte quizá nos aguardaba en Tabasco, y para llegar a la ciudad infectada era necesario desafiar la tempestad que se formaba sobre nuestras cabezas, y cosa cien veces más horrible soportar el suplicio del hambre" (1996: 53). La única solución ante tamaño apuro la propone Waldeck al capitán: ir costeando para bajar durante la noche a tierra y proveerse de agua y alimento aunque fueran perseguidos por una chalupa con veinte soldados que tenían orden de no dejarlos desembarcar. Así y todo, deciden varar cerca de Champotón y aquí Waldeck, dueño del único fusil a bordo, se ocuparía "él solo" (esto lo puntualiza) de hacer frente a los soldados mientras los demás se nutren de víveres en un rancho vecino. Y añade: "sabía que estos últimos [los veinte soldados] eran muy torpes y muy lentos para cargar; en consecuencia, yo podía, con mi fusil Robert, matarlos antes de que tuviese tiempo de hacerme ningún mal [...]. Sólo un golpe de audacia podía salvarnos, y me había yo resuelto a él atrevidamente" (1996: 53).

Desembarcan sin mayor incidente, los soldados hacen fuego desde muy lejos, consiguen juntar provisiones y volver a bordo sin problemas. No fue necesario, realmente, entablar un combate al que, aclara Waldeck, "por lo demás, yo no temía, seguro como estaba con mi arma" (1996: 54).

Regresan a Frontera, asolada por el cólera y habitada sólo por el terror: "las calles estaban desiertas y silenciosas; el espanto y la desesperación hacían mudo a este pobre burgo" (1996: 54). Ante esta situación nuevamente muestra Waldeck sangre fría y asume el papel de médico aficionado,4 esta vez para explicarnos la sintomatología observada por él y el ensayo de algunos remedios: "esperando que yo sucumbiese, como tantos otros, a los ataques de la enfermedad, no pensé en ella más que para estudiar sus síntomas y marca" (1996: 55).

Waldeck decide, ya expandida la peste, viajar a San Juan Bautista, la actual Villahermosa, para lograr obtener un certificado de buena salud que le permitiera seguir viaje a Palenque, pero lo que encuentra allí no sólo es la epidemia recrudecida sino también una guerra civil a punto de estallar que tenía al gobernador, Santiago, duque de Estrada, y al inspector de la milicia, Nicolás Maldonado, por rivales. La lucha, que Waldeck define como una farsa, lo coloca, no obstante, en un escenario de tensión política que estallaría dos meses después de su llegada, cuando Maldonado decide atacar la ciudad. Junto con dos amigos que allí habitaban, Waldeck, en su calidad de "antiguo militar", toma el mando de la plaza (la casa de sus amigos que les ofrecía un bastión bastante sólido) y se prepara "a mostrar serenidad ante el enemigo" (1996: 61). Levantan trincheras y, terminados los preparativos, "esperamos tranquilamente el momento de hacer fuego" (1996: 62). Entretanto, el cólera "azotaba más mortífero que nunca" (1996: 62). La situación era crítica: "de un lado la perspectiva de caer en manos de un enemigo que no nos daría cuartel; del otro, la probabilidad de sucumbir a la enfermedad" (1996: 62), y el ánimo de Waldeck decae y se expresa en una reflexión lúgubre:

Dije adiós con el pensamiento a mi familia y a Europa; después me puse a lamentar que hubiese dejado inconclusos los trabajos emprendidos con ardor y destinados a proyectar nueva luz sobre una parte interesante de América. Pensé en los caprichos de la suerte que después de haberme arrojado sobre tantas playas diversas, me había llevado a la tierra del Nuevo Mundo para hacerme morir en ella, lejos de mi esposa y de mis hijos (1996: 62ss).

El 26 de marzo de 1833 Maldonado asalta la ciudad. Waldeck describe la lucha que culmina con la derrota del atacante debido a una manifiesta incapacidad estratégica. Finalmente, restablecida la calma y desaparecido el cólera, el 30 de abril decide no volver a Palenque sino seguir viaje hacia Campeche. Al llegar por fin a Campeche el 6 de mayo, abandona la narración de sucesos y entra así en la fase etnográfica y arqueológica de su testimonio.

Narrativamente, esta secuencia de acontecimientos está definida por una imposibilidad: Waldeck quiere regresar a Palenque para poder continuar con su empresa científica pero este deseo es impedido por una serie de acontecimientos puntuales en los que se ve inmerso: epidemia de cólera, peligro de naufragio, peligro de morir de hambre y sed, y una guerra civil. El rasgo semántico común de estos cuatro acontecimientos podemos sintetizarlos en un peligro mayor, abarcador, que es la muerte. Durante la epidemia de cólera la posibilidad de morir es real, como se desprende del diario AYER 1265, ff. 31 y 32, en donde nuestro héroe deja incluso testamento,5 pero otros riesgos son exagerados en el relato. No es muy factible morir de hambre o sed en una navegación de cabotaje desde Campeche a Frontera, ni perder la vida en una revuelta civil de poca monta. Pero eso es algo que muy probablemente ignoraran sus lejanos contemporáneos de Europa y es factible, en cambio, que conservaran en la lectura del testimonio aquello que Waldeck destaca: su audacia y arrojo a la hora de sortear las dificultades que se le presentan en tierras lejanas, la pericia que demuestra para librarse de la muerte y su sangre fría ante tamaño enemigo, sangre fría que él mismo asimila a la condición de todo viajero que se precie.6 Y todo esto en una celosa primera persona de sólidos rasgos superlativos. No es poca cosa, entonces, comenzar un relato, como lo hace Waldeck, con la historia de cómo logró escapar del insistente cerco que le tendía la muerte en tierras mayas.

En términos estructurales, abrir un relato de viaje con la narración de una serie de peligros a los que el viajero se enfrenta y que ponen en riesgo su vida asegura, sin duda, la atención de sus lectores. Es un recurso conocido para mantener la alta expectativa de la recepción. Pero no lo es tanto contar al comienzo de un relato, y hacerlo en pocas páginas, que el viajero logra sortear esas dificultades. El suspense que abren estos peligrosos incidentes es rápidamente resuelto, los conflictos cesan, la peripecia se detiene y la atención, en términos literarios, inmediatamente decae. Waldeck parece ratificar en esta apertura del relato de su viaje por Yucatán que se trata de un viaje ilustrado porque la aventura dramática que supone confrontar a la muerte queda relegada al objetivo científico. Sin embargo, creo que este comienzo no es un mero recurso literario mal usado. Pienso que se trata, en realidad, no de un recurso narrativo sino de uno descriptivo en donde él, a través del relato de la vivencia de una serie de sucesos amenazantes, se está componiendo y presentando a sus lectores. Es más, se está presentando no a todos sus lectores, sino a sus lectores ideales que no son otros que los diferentes círculos de saber, principalmente el francés, ocupados en temas de anticuaria. Esta presentación asume como canal expresivo al viaje mismo porque según haya sido éste, así será el viajero; de modo que una cosa es decir que se viaja para aportar conocimiento nuevo a la humanidad y otra diferente decir que se ha puesto en riesgo la vida para aportar conocimiento a la humanidad. El compromiso es infinitamente mayor y el corolario, en términos epistemológicos, redunda en un refuerzo de la veracidad de las noticias trasmitidas porque se infiere que nadie va a poner en riesgo su vida para tomarse el trabajo de falsear las cosas. Si se ha sorteado la muerte es para volver con verdades contundentes, porque el compromiso en esa empresa de saber ha sido extremo. Entonces, si un relato de viaje, y este que estudiamos, está formalmente construido en torno a lo que Lejeune denomina "pacto autobiográfico" porque hay una coincidencia entre autor, narrador y personaje, y si ocurre, tal como señala Bajtin, que esta coincidencia posible a nivel teórico sea impracticable en su puesta en discurso donde tiene que operar, necesariamente, algún tipo de desdoblamiento o distancia para que alguien puede hablar de sí mismo,7 esta introito aventurera de Waldeck es, en realidad, una estructura creativa por medio de la cual el autor-narrador está perfilando a su personaje para, a su vez, legitimar su empresa de saber. En síntesis: zanjar rápidamente las peripecias y sus soluciones puede ser una efectiva y contundente carta de presentación científica.

Hay, cuando Waldeck realiza su viaje, todo un marco espitémico que él no puede soslayar porque conforma su horizonte cultural. Pero hay un costado que sí cae bajo su control si tenemos en consideración el fuerte impulso que tiene de impresionar a la comunidad científica francesa con sus noticias sobre Yucatán para poder ganar el premio convocado, si quiere que su testimonio sea creíble y que pueda así conformar un espacio tan poderoso como es el de un saber en gestación. La empresa del científico está concentrada en dos motivos básicos: Waldeck se encamina a una tierra rica en "tesoros científicos" pertenecientes a un pueblo cuyo origen y destino son un "misterio" para Europa. El encuentro de tesoros (acertar con ruinas de edificios antiguos del pueblo maya, descubrir piezas valiosas e incluso manuscritos) es el paso necesario para cumplir con la revelación del misterio. El objetivo es sin duda cognitivo: Waldeck se propone, en su viaje por Yucatán, superar obstáculos del saber. El cumplimiento de este objetivo tiene también un doble carácter que deriva en una doble conclusión para su gesta. El primero, de índole supraindividual, supone que el viajero ofrece el saber adquirido a la comunidad científica que se ocupa de la región mayanse para que éste pase del ámbito privado al comunitario y exista así "más saber"; concretamente, exista en Europa más saber sobre América Central. La funcionalidad de Waldeck en esta tarea es metonímica: el viajero no es sino una pequeña manifestación de toda una compleja empresa europea de saber que tiene fuerte sustrato colonialista y que en este tipo de viajero, ilustrado, científico, universalista, lleva incrustada una sólida conciencia de superioridad racial y moral.

La segunda conclusión, la que me interesa desarrollar ahora, se refiere al cumplimiento de una hazaña estrictamente individual por la que la superación de los osbtáculos del saber demanda sobreponerse a un impedimento mayor, en este caso la muerte, que confiere al viajero una calidad "superior" pero no en relación a la civilización estudiada sino en relación con los demás viajeros, superioridad que refuerza la validación de sí mismo, en el caso de Waldeck, como el conocedor más apto de la realidad mayanse. La primera posibilidad vincula a Waldeck con un tipo de viajero que, ya lo mencionamos, concuerda con la tipología del viajero ilustrado. La segunda se sostiene en la compenetración del viaje con una empresa cognitiva que surge a mediados del siglo XVIII pero se extiende hasta la primera mitad del siglo XIX, y asimila estrechamente a Waldeck con un tipo de viajero de rasgos románticos. Repasemos esto ahora.

Retomo la condición autobiográfica de todo relato de viaje. La coincidencia en un discurso de tres instancias (autor, narrador, personaje) que parten de una misma persona biográfica que cuenta algo sobre su vida real, ajusta al máximo la potencia mimética. Lo dicho y representado, por ser ónticamente lo mismo, se recubren de autenticidad por el carácter documental del testimonio. Las señales de lo auténtico que conlleva la forma autobiográfica, apuntaladas además por el objetivo científico de su viaje, son continuas en Waldeck a través de expresiones que contienen términos relativos a la fidelidad, a la objetividad, a lo concienzudo, a la seriedad, conceptos todos, en definitiva, que funcionan como metáforas de verdad. La autenticidad, entonces, que retóricamente soporta la forma autobiográfica del relato de viaje, se sobrescribe y refuerza así la veracidad que demanda epistemológicamente el componente científico del género. Sin embargo, como bien señala Lejeune, "una autobiografía no es un texto en el que alguien dice la verdad de su vida, sino un texto en el que ese alguien dice que dice la verdad" (2012, 83).8 Sospecho que una no corta distancia separa al viajero real del textual.

Dentro de las tipologías de viajeros, Frédéric de Waldeck es un "explorador", un hombre que viaja para hacer descubrimientos científicos en geografía y campos afines. Tal como lo explica Thompson en su libro The suffering traveler and the Romantic imagination, este significado que conlleva ser un explorador es algo que surge con el Romanticismo. Antes el término se usaba para aquellas personas no necesariamente viajeras que realizaban descubrimientos en una disciplina científica (física, química, etc.), mientras quienes viajaban para conocer otras realidades eran "descubridores" o, en el contexto marino, "navegantes". Pero ser explorador, en el caso de Waldeck, no alcanza enteramente para definirlo; tampoco sumarle el otro sustantivo que lo señala de acuerdo al objetivo de su viaje: ser un artista. En la primera parte de su libro, la carga semántica del personaje, los sucesos que vive en esa narración hacen de su viaje por Yucatán una aventura heroica y en la base de esto, como señala Bajtin, está el deseo y el impulso de ser efectivamente un héroe, "de tener importancia en el mundo de los otros, la voluntad de ser amado y, finalmente, la voluntad de vivenciar el fabulismo (la aventura) de la vida" (2005, 137); en síntesis: está el deseo de gloria. ¿Cómo, entonces, se consigue sobresalir para lograr tener "importancia" en el mundo, para ser reconocido por los demás?

El Viaje pintoresco y arqueológico comienza in medias res porque la historia del derrotero arqueológico y pintoresco de Waldeck inicia, en realidad, en Palenque el 12 de mayo de 1832, donde él tiene centrado todo su interés investigativo, de donde debe salir para curarse de alguna enfermedad que lo aqueja y a donde no puede regresar para continuar con su labor debido a la epidemia de cólera que se declara en Frontera, donde él se encuentra desde el 1 de diciembre de 1833, justamente para, desde ahí, regresar a Palenque. Aquí comienza el relato, con una dificultad que lo aleja de su objetivo de viaje y lo acerca, desde ese momento, a una serie de nuevas vicisitudes y riesgos que trabarán definitivamente su regreso a Palenque y lo llevarán, casi de modo involuntario, a seguir una nueva ruta arqueológica que, después de nuevas dificultades, lo conducirá a Uxmal el 12 de mayo de 1835. Entre las dificultades que enfrenta Waldeck algunas, como la peste de cólera que lo obliga a permanecer en el foco de peligro debido a los cercos sanitarios, son inevitables; pero, por ejemplo, participar tan activamente de la revuelta civil en Villahermosa resulta innecesario. En todo viaje se presentan riesgos y contrariedades, pero tal parece que no sólo se le presentaron a Waldeck sino que algunos, pudiendo evitarlos, los procuró. Aquí, creo, subyace toda una red semántica por la que un viaje en donde hay peligros, adversidades, desventuras, incomodidades, enfermedades, sufrimiento parece tener más valor que un viaje placentero, sin sobresaltos, confortable, alegre. Esta oposición de valores está, en realidad, señalando dos modos posibles de viajar en el siglo XIX que van de la mano de dos tipologías de viajero que surgen en ese momento. Uno, ya lo señalamos, es el explorador; el otro es el turista.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, la revolución industrial permitió que un sector de la sociedad tuviera acceso a una serie de privilegios y a un modo de vida que hasta ese momento había sido exclusivo de la élite terrateniente. Esto, aunado a una revolución en los medios de transporte que abarató los traslados, supuso un incremento del viaje por ocio, del viaje recreativo accesible a la clase media en números cada vez más crecientes. Y es en el Romanticismo donde termina por acuñarse la palabra "turista" y "turismo" para referir a este tipo de viajero y de viaje. El turista realiza viajes que siguen la estela del Grand Tour pero que son socialmente "abaratados" porque los acomoda a su propio gusto y presupuesto y sigue rutas prefijadas por otros en guías y cuadernos de viaje. De esto se desprende que, como hijos de la modernidad industrial, los turistas prefieren el confort y la seguridad a experimentar itinerarios nuevos que los puedan colocar en una situación de incomodidad o apuro. Este ethos del viajero seguro choca directamente con el ethos de lo que Thompson llama the suffering traveler, el viajero verdaderamente romántico que, como Byron, Shelley y Coleridge, estima lo desapacible y viaja buscando situaciones de peligro que permitan demostrar su superioridad al ir a luchar contra ellas, al resistirlas y superarlas: Shelley's death by shipwreck, and Byron's death in Greece in 1824, give us iconic images of the Romantic traveler (Thompson, 2007: 7). El viajero romántico será, entonces, mejor y más viajero cuanta más desventura encuentre en su aventura y esta ética del viajar desventurado es lo que distingue al viajero superior de todos los demás.9

Una serie de prácticas aseguran el verdadero viaje: seguir la senda del accidente y no trayectos prefijados, dejarse guiar por el azar y la circunstancia, ser independiente en el viaje, abrir nuevos caminos y, si se presentan eventuales problemas en el panorama, facilitarlos. Por ello, el viajero romántico, el viajero desventurado tiene como modelos al náufrago, al cautivo y al explorador.

Waldeck es, en efecto, un explorador de ruinas arqueológicas en una región prácticamente ignorada, cubierta de densa selva, con clima extremo que genera un ambiente malsano, en tiempo de inestabilidad política, y todo ello nos lo deja bien claro al comienzo de su relato a través de la vivencia de unas situaciones que funcionan, en realidad, como metáforas de muerte. Estas vivencias son, por una parte, una fuerte condición de realidad, son un índice de autenticidad del testimonio presentado porque el viaje real es aquel que, sin a priori y sin plan, nos lleva a conocer la "vida real" del lugar visitado. Y, segundo, son también indicio de la superioridad física y moral del viajero que no le teme a todas las vicisitudes que la derrota presenta y que, en su arrojo, logra vencer. La ética del valor de Waldeck no es sino el ethos cifrado en la romantización del viaje y el diseño de sí como héroe desventurado es una estrategia para apuntalar la veracidad que encierra su testimonio y la importancia, en consecuencia, de su empresa de saber. De un explorador que da tan claras señales de realidad y de superioridad no hay sino que esperar sólidas noticias.

La condición superlativa del viajero explorador que es Waldeck y la consecuente importancia cognitiva que contiene la información que él ofrece a las comunidades de saber europeas se construye, también, por medio de otro recurso que consiste en la alabanza de sí a través del desprestigio del otro. Esto ocurre por el descrédito y menosprecio de los habitantes contemporáneos de la península de Yucatán y tiene su explicación en las características de la ética y del discurso coloniales. Pero ocurre también que aplica el mismo esquema con sus pares, con aquellos viajeros y hombres de ciencia que han hablado de Yucatán y de México antes o casi al mismo tiempo que él.

Hay un fuerte anticlericalismo en todo el Viaje pintoresco y arqueológico. Con insistencia vuelve Waldeck una y otra vez a desacreditar las noticias aportadas por los misioneros de la colonia española sobre la región, pero esto es algo en lo que él también asume prácticas textuales comunes a todos los nuevos agentes coloniales europeos que, después de las independencias americanas, insistirán en reforzar la leyenda negra española para mostrar que a un pasado oscuro le espera, en contraparte, fructíferos beneficios surgidos de prometedoras sociedades comerciales con las nuevas potencias imperiales. Si Waldeck critica el conocimiento aportado por Landa, por López Cogolludo, por F. García, por Motolinía y lo hace con redes semánticas en torno a la oscuridad frente a la luz, no hace sino seguir un protocolo de escritura fijado. Pero con empecinada tenacidad señala también desaciertos en Humboldt, en Juarros, en Dupaix, en Corroy, en Stephens y en todos aquellos contemporáneos que han viajado y/o han hablado de Yucatán (menos, por supuesto, en lord Kingsborough, su mecenas) haciendo tabula rasa e instalando un viejo y nuevo tiempo para el campo de saber sobre la región mayanse a partir de su viaje: antes de mí, el error; después, verdades sólidas desde donde comenzar a construir un conocimiento confiable. De allí la importancia que tiene en toda su configuración y presentación heroica el motivo de la novedad: seguir rutas nuevas, pensar cosas nuevas, decir cosas nuevas, representar cosas nuevas. En la novedad está la síntesis de todos sus anhelos superlativos y de sus aportes cognitivos. Entonces, los campos semánticos que sostienen la doble condición autobiográfica y científica de su escrito y que él expone y organiza como enunciador, no hacen sino reforzar el carácter fundacional de los conocimientos que él aporta a la comunidad científica en bien de la humanidad.

 

Bibliografía

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Darby Smith, Mary R. 1878 La Marquise de Boissn and the Count de Waldeck. London, Lippincott & Co.         [ Links ]

Lejeune, Philippe 2012 "De la autobiografía al diario: historia de una deriva", Rilce 28.1: 82-88.         [ Links ]

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Said, Edward W. 2002 Orientalismo. Madrid, Debate.         [ Links ]

Thompson, Carl 2007 The suffering traveler and the Romantic imagination. Oxford, Oxford University Press.         [ Links ]

Todorov, Tzvetan 1993 Las morales de la historia. Barcelona, Paidós.         [ Links ]

Waldeck, Federico de 1996 Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836. México, CONACULTA.         [ Links ]

 

Notas

1 No he podido dilucidar hasta la fecha por qué decide, en el título de su libro, cambiar las fechas.

2 No entramos aquí en las diferentes polémicas que circularon en la Ilustración acerca de quiénes y qué se entiende por "humanidad".

3 Los diarios inéditos de Waldeck se encuentran actualmente en la British Library y en la Newberry Library de Chicago. El fondo más completo es el de Chicago, que cuenta con originales y también con copias de lo que se resguarda en Londres.

4 "Aunque yo no fuese médico, tenía esta semiciencia que da la lectura de algunas obras de terapéutica, la costumbre de curarse uno mismo y la experiencia de ciertos remedios. En consecuencia, me aventuré a medicinar a algunos enfermos; ya que los medicastros del pueblo eran de una ignorancia profunda, y algunas personas me escogían de preferencia a ellos para asistirlas" (1996: 55ss).

5 El testamento está tachado.

6 "Todo viajero gusta de recordar las circunstancias en las cuales ha dado pruebas de sangre fría" (1996: 54).

7 Ver Bajtin, 2005, 22.

8 No sólo Lejeune. La crítica sobre los "discursos del yo" hace ya mucho tiempo que ha asumido estas palabras citadas como un dictum y nadie soslaya la distancia representativa que opera en toda autobiografía. Bajtín lo señala también, cuando sostiene que en una autobiografía opera una autoobjetivación, y la pregunta de base, en definitiva, no es "¿quién soy?" sino "¿cómo me estoy representando?" (ver 2005: 134).

9 Un dato interesante es que Waldeck se jactaba de haber sido compañero de hospedaje de Byron durante una estancia en Escocia (ver Darby Smith, 1878: 63ss.).

 

Información sobre la autora:

Argentina. Doctora en Filosofía y letras por la universidad autónoma de Madrid, Master en artes liberales por la universidad de Navarra y licenciada en letras Modernas por la universidad nacional de Córdoba, argentina. Autora de diversas publicaciones especializadas y difusión, sus principales líneas de investigación son la poesía contemporánea y la literatura de viaje. Ha sido responsable del proyecto CONACYT "La influencia del orientalismo en la percepción y configuración de Yucatán por Frédéric de Waldeck", y es corresponsable del proyecto CONACYT "La reinvención decimonónica de Yucatán". Actualmente es miembro del SNI e investigadora del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM, donde es corresponsable del seminario de discusión permanente "Poéticas y pensamiento: relaciones entre literatura y filosofía". carolina.depetris@gmail.com

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