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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.6 no.1 Mérida ene. 2011

 

Reseñas

 

Arturo Taracena Arriola, De la nostalgia por la memoria a la memoria nostálgica. La prensa literaria y la construcción del regionalismo yucateco en el siglo XIX.

 

Emiliano Canto Mayén

 

México, UNAM, CEPHCIS, 2010, ISBN 978-607-02-1962-7, 428 pp.

 

En tanto un investigador de la historia política debe desenmarañar intrigas, uno de la literatura suele conformarse con enunciar apreciaciones estéticas. En su libro De la nostalgia por la memoria a la memoria nostálgica, Arturo Taracena Arriola supera estos extremos e interpreta un periodo crucial de la historia peninsular recurriendo simultáneamente al relato de las gestas políticas y al análisis de dos periódicos literarios publicados en esta misma coyuntura.

En primer lugar, el espacio delimitado en las páginas de Taracena Arriola consiste en la península de Yucatán tal y como la concibieron los testimonios del siglo XIX, por ello, los límites continentales descritos llegan hasta los ríos de Tabasco y el Petén guatemalteco. Ciertamente, la acción se proyecta en Mérida y Campeche, centros administrativos y comerciales, pero no se dejan de contemplar las localidades donde se distribuyó y leyó la prensa cultural yucateca.

En cuanto a la temporalidad de este estudio, el libro abarca desde el segundo tercio del siglo XIX hasta los primeros años del XX. No obstante, la acción se polariza en la agitada década de 1840, a causa del florecimiento del regionalismo de las élites peninsulares durante la escisión política de Yucatán con la República Mexicana y porque los dos periódicos analizados por el autor vieron la luz entre 1841 y 1849.

Taracena Arriola se propuso comprender el proceso mediante el cual una ideología regionalista, compartida por ciertos sectores de la élite peninsular, se reflejó en la prensa literaria del periodo analizado. Una de sus hipótesis consiste en que los redactores de El Museo Yucateco y El Registro Yucateco recurrieron a un discurso memorialista, a través de ensayos de carácter histórico y literario, con los que estos intelectuales se propusieron almacenar, conservar, (re)crear y difundir tradiciones regionales que convencieran a sus lectores de la necesidad y viabilidad de independizar a la península del resto del país.

Desde el punto de vista teórico, el historiador guatemalteco abreva en los postulados de Pierre Nora en torno a los llamados lugares de memoria. Este término describe las etapas mediante las cuales una figura del pasado es rescatada por la memoria actual y fijada luego en la realidad material, para garantizar su recuerdo posterior. En otras palabras, los documentos y vestigios resguardados en los archivos, museos y bibliotecas son sometidos a una reinterpretación por parte de la élite intelectual, que se utiliza para difundir la vida y obra de ciertos próceres a los cuales se consagran monumentos y ceremonias.

Lógicamente, esta labor memorialista que preserva el recuerdo de ciertos personajes y hechos, responde a los intereses políticos de una élite y a las problemáticas de una actualidad. A causa de lo anterior, cuando autor analiza los periódicos literarios El Museo Yucateco y El Registro Yucateco, contextualiza estas empresas editoriales dentro de las pugnas políticas y de la causa secesionista de su época.

De la nostalgia por la memoria a la memoria nostálgica se divide en siete capítulos que van de una revisión histórica general de los autores que han analizado el mismo periodo, al estudio de episodios y casos específicos de conmemoraciones, muy posteriores al cierre de ambas publicaciones.

En el primer apartado, se explicita cómo una ideología de tintes regionalistas puede ser compartida por facciones políticas antagónicas, puesto que el sentimiento de identidad que despiertan la historia y tradiciones particulares de una región, superan a los intereses partidistas. Otro postulado que se destaca es que, a pesar de que una ideología regionalista se expande con intensidades diferentes entre las élites y los sectores populares, el sentimiento de pertenencia general construido en torno a una región puede adquirir rasgos protonacionales y, en casos extremos, un carácter separatista.

El capítulo segundo ("Balance de la coyuntura separatista yucateca") constituye un repaso de los autores que han escrito acerca de los movimientos regionalistas proindependentistas en México y, en especial, del caso yucateco. Taracena Arriola parte de una descripción de las problemáticas poblacionales, sociales y económicas que se vivían en la península de Yucatán desde los albores del siglo XIX, rescata después las opiniones sobre la separación de esta entidad que efectuaron los viajeros extranjeros que pasaron por la región en la década de 1840 y, por último, analiza las contribuciones de investigadores más contemporáneos.

En este capítulo se enfatizan las abismales diferencias de la estratificación social en el Yucatán de la primera mitad del siglo XIX, la visión de los extranjeros en torno al independentismo yucateco, la politización de los indígenas que tomaron parte en los combates en pro de la separación de México y el fracaso final de este experimento, al darse el estallido de la Guerra de Castas. Todo esto, mediante la revisión crítica de la historiografía contemporánea del tema pues, a decir del autor, el regionalismo yucateco sólo ha sido explotado desde el punto de vista político y, de manera muy tímida, desde aspectos culturales como el periodismo literario.

En el capítulo tercero ("Negocio y literatura: el periodismo literario yucateco como empresa"), el autor aborda los aspectos materiales en torno a El Museo Yucateco y El Registro Yucateco, concentrándose en la logística de la empresa editorial que representó la impresión de estos periódicos, su red de distribución, las relaciones entre sus editores, colaboradores, expendedores en el interior de la península y el poderoso interés que cobraron estas publicaciones al insertarse en ellas imágenes litográficas de carácter costumbrista. En este punto, la personalidad de Justo Sierra O'Reilly empieza a cobrar el papel protagónico en el libro de Taracena, puesto que en torno a este personaje se aglutina una red de escritores, poetas y anticuarios que le proporcionaron los materiales para hacer de estos periódicos literarios yucatecos, depositarios de la memoria.

Otra particularidad de este capítulo, es que al cartografiar los puntos de distribución de El Museo Yucateco y El Registro Yucateco, Taracena Arriola vence las limitaciones espaciales de las crónicas político-administrativas que se constriñen a Mérida y Campeche, y al sugerir las relaciones y redes de socialización entre los pobladores de distintas localidades y la importancia de los caminos que atravesaban a la península, se puede inferir, con base en este mapeo, una especie de jerarquía cultural de ciertas poblaciones yucatecas que por el momento sigue en el tintero.

De los aspectos materiales se pasa luego, en los capítulos cuarto y quinto, a los formales de El Museo Yucateco y de El Registro Yucateco. Aquí, se demuestra que estas publicaciones fungieron precisamente como lugares de memoria, en los cuales a manera de una galería o biblioteca se reprodujeron imágenes y documentos históricos destinados a fortalecer el regionalismo; por ello, lejos de ser periódicos meramente literarios, Justo Sierra O'Reilly y sus colaboradores los volvieron una plataforma ideológica de la que debía surgir un sentimiento nacional.

Con el afán de demostrar esta hipótesis, nuestro autor analiza las características de los artículos históricos y literarios de los periódicos de Sierra O'Reilly y descubre que estas publicaciones siguen una línea editorial muy clara. Tanto en El Museo como en El Registro se favorecieron las biografías de los yucatecos ilustres y se dio un fuerte impulso a una literatura de temas peninsulares y del pasado colonial.

En el aspecto científico, los ensayos geográficos se concentraron en la descripción de la riqueza de recursos naturales de las áreas menos pobladas de la península y en la defensa de los intereses territoriales de la administración peninsular y, con respecto a la arqueología, ambos periódicos debatieron en torno al origen y destino de la civilización que había construido las pirámides que, por aquel entonces, comenzaron a ser estudiadas por propios y foráneos.

Cabe recalcar que desde el punto de vista práctico, tanto El Museo como El Registro abogaron por la fundación de museos arqueológicos y bibliotecas públicas que resguardaran las "curiosidades" del país y los documentos necesarios para reconstruir los anales peninsulares. Desde la esfera del discurso, la prensa literaria elevó al rango de próceres a los poetas y hombres públicos que habían llevado el nombre de Yucatán en alto y que habían dotado a esta región de una literatura romántica y heroica.

Desafortunadamente, a causa de la ideología de aquel entonces, se consideró que los indígenas difícilmente podían pertenecer al mismo grupo étnico que construyó los sitios arqueológicos y se creyó que aquella civilización antigua se había extinguido o degenerado. Este argumento produjo polémicas entre los colaboradores de la prensa yucateca y los exploradores extranjeros y, por ello, Justo Sierra O'Reilly y sus allegados consideraron a la Colonia como el punto de inicio de la historia yucateca. La Guerra de Castas radicalizó esta opinión y, debido a esto, la empresa editorial del escritor, novelista y jurisconsulto cobró tintes que Taracena Arriola califica como racistas.

En su último capítulo ("La memoria nostálgica"), nuestro autor estudia el proceso de transformación de la figura de Sierra O'Reilly desde su fallecimiento en 1861 hasta la erección de una estatua en su honor, el año de 1906. Funcionario e ideólogo, a su muerte se comenzó a obviar su participación gubernamental durante el periodo de escisión de Yucatán y, en cambio, se le vio cada vez más como un literato, historiador y periodista. En vista de que sus periódicos fueron consultados por los interesados en la historia peninsular, en lugar de ser recordado como un erudito propagandista de la independencia regional que fue, se le consideró simplemente como fundador de la literatura yucateca.

En conclusión, aquel personaje que creó lugares de memoria se transformó a su vez, en uno de ellos. Se minimizó su responsabilidad en los intentos separatistas y en el ofrecimiento de la soberanía peninsular a los Estados Unidos del Norte y, en cambio, se recalcó su faceta de novelista y jurisconsulto. A causa de lo anterior, El Museo Yucateco y El Registro Yucateco fueron considerados sólo como los cimientos de la prensa literaria peninsular y no como el receptáculo de una ideología regionalista con implicaciones políticas.

En conclusión, considero que la principal contribución de De la nostalgia por la memoria a la memoria nostálgica es que su autor interpreta, de manera atinada, al Museo Yucateco y El Registro Yucateco dentro de su época. Hasta este momento, muy pocos habían esbozado el carácter político contenido en las páginas de estas publicaciones, pues casi todos los investigadores que las hojearon, creyeron a sus editores cuando juraron no abordar temas políticos.

Libro nacido de la perspicacia de su autor, De la nostalgia devela que si bien Justo Sierra O'Reilly no habló de política como tal, los artículos que publicó sí estaban politizados y comprometidos con la ideología regionalista. Dirán algunos que esto ya se sospechada desde tiempo atrás, pero hasta hoy nadie se había dado a la tarea de ahondar de manera tan metódica y documentada en esta temática.

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