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Península

versão impressa ISSN 1870-5766

Península vol.1 no.2 Mérida Set./Dez. 2006

 

Artículos

 

Emanuel von Friedrichsthal: su viaje a América y el debate sobre el origen de la civilización maya

 

Arturo Taracena Arrióla y Adam T. Sellen

 

UACSHUM, CH, UNAM.

 

Fecha de recepción: 12 de junio de 2006;
Fecha de dictamen: 4 de diciembre de 2006.

 

Resumen

Entre los años 1838 y 1841 el barón austriaco, Emanuel von Friedrichsthal fue comisionado para realizar un viaje científico por tierras americanas. A partir de la reconstrucción del mismo, se revela el prototipo del intelectual europeo que transitó entre los movimientos de la ilustración y el romanticismo. Friedrichsthal recorrió varios países de Centroamérica, estudiando los aspectos comerciales, geográficos y arqueológicos de la región, y terminó su recorrido en la Península de Yucatán, donde su investigación se enfocó en las ruinas arqueológicas y la cuestión sobre su posible origen. Al regresar a Europa presentó ante sus pares en Londres y París los resultados del viaje y, a partir de estas ponencias, la Académie Royale des Incriptions et Belles-Lettres publicó en 1841 Les Monuments del'Yucatán, artículo que se presenta aquí por primera vez península en español, y en el que está plasmado su principal mérito: ser el primer viajero extranjero en describir y fotografiar las ruinas de Chichén Itzá. Asimismo, para la historia de Mesoamérica resulta trascendental su polémica con John L. Stephens en torno al origen de la civilización maya, la cual tuvo repercusiones que continuaron en la sociedad yucateca a lo largo del siglo XIX, y que formó el núcleo del debate durante muchos años.

Palabras clave: Friedrichsthal, Mesoamérica, mayas, arqueología.

 

Abstract

Between the years 1838 and 1841 the Austrian Baron Emanuel von Friedrichstahl was commissioned to undertake a scientific voyage to the Americas. Through a reconstruction of his voyage, the author reveals a prototype of the European intellectual, influenced by the movements of the Enlightenment and Romanticism. Friedrichstahl travelled through a number of Central American countries, studying aspects of their commerce, geography and archaeology. He finally ended up in the Peninsula of Yucatan, where his research focused on the archaeological ruins and the question of their possible origin. Upon return to Europe, he presented his findings to colleagues in both London and Paris, and from these lectures the Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres published in 1841 Les Monuments del'Yucatán, translated here for the first time in Spanish. From this document it is evident that Friedrichstahl's principal merit was to be the first European to systematically describe and photograph the ruins of Chichén Itzá. Furthermore, the authors demonstrate that the polemic he entered into with his counterpart John L. Stephens regarding the origin of Maya civilization, had lasting repercussions for Yucatec society in the nineteenth century, and that these opinions formed the nucleus of that debate for many years after.

Key words: Friedrichsthal, Mesoamerica, Mayas, archaeology.

 

Un viajero apasionado

Emanuel von Friedrichsthal fue el prototipo del intelectual que transitó entre la ilustración y el romanticismo. Este último movimiento se había originado en Alemania a fines del siglo XVIII, otorgándole una preponderancia al sentimiento como reacción al racionalismo de la ilustración y al planteamiento estético del neoclasicismo. Sus seguidores, amantes de la naturaleza, veían en ésta un símbolo de todo lo verdadero y genuino. Así como varios de los intelectuales y artistas románticos que murieron jóvenes, de igual manera, la vida de nuestro personaje fue intensa y breve, puesta sin reservas al servicio del ideal explorador de tierras "desconocidas" que asumieron muchos de los viajeros europeos de la primera mitad del siglo XIX, impactados por el ejemplo de Alexander von Humboldt.

Formado con el criterio enciclopédico, Friedrichsthal dominaba varios idiomas, las matemáticas, la topografía, las ciencias naturales, la geografía y el dibujo. Durante los últimos cinco años de su vida, el viajero austriaco recorrió incansablemente Estados Unidos, Centroamérica y Yucatán, investigando aspectos botánicos, geográficos y arqueológicos, que presentó ante la Royal Geographical Society de Londres y la Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres de París. Publicada en 1841 con el título Les Monuments del'Yucatán, la ponencia allí expuesta se presenta aquí por primera vez traducida al español.1

Delicado de salud y afectado por la tuberculosis, Friedrichsthal murió en Viena, a la edad de 33 años.2 Aunque no conocemos un retrato suyo, existen dos testimonios en cuanto a su apariencia y su carácter. El historiador William Hickling Prescott lo describió como "un joven vienés elegante, con patillas perfumadas".3 En otra nota, presumiblemente escrita por Justo Sierra O'Reilly, el autor lo pintaba como un joven angustiado que maldecía a los indígenas por no comprender su idioma y a los no indígenas porque no le daban pan de trigo para comer mientras recorría Yucatán, cuyo clima lo hizo sufrir fiebres tercianas. A pesar de ello, Sierra consideraba que su obra era recomendable.4

El principal mérito que sus contemporáneos le reconocieron fue el de haber sido el primer viajero extranjero en describir las ruinas de Chichén Itzá, hacer de ellas daguerrotipos, y darlas a conocer en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, como se verá, su polémica con el célebre escritor y explorador John L. Stephens en torno al origen de la civilización maya no es de menor importancia para la historia de las ideas sobre Mesoamérica.

Emanuel von Friedrichsthal nació el 12 de enero de 1809 en Brünn (Brno, Slovakia) en el seno de una familia de la nobleza austriaca, cuya propiedad "Gut Urschitz" se encontraba en la localidad de Mähren, donde vivían sus padres Ignatz von Friedrichsthal y Christine Goldberg, y su hermana Hermine. Estudió en la Academia "Heresianum" de Viena en la que los nobles se formaban para ejercer en la burocracia imperial. Por ello, al graduarse, obtuvo un puesto en el aparato estatal austrohúngaro.5

En 1834, a los veinticinco años de edad, presentó su renuncia y decidió viajar por Grecia, Turquía y el Medio Oriente con el fin de coleccionar objetos de historia natural, sobre todo de botánica, que dedicó al Gabinete de Naturalistas de la capital austriaca. Dos años más tarde visitó Serbia y Macedonia, y los estudios realizados en este viaje los publicaría en dos trabajos (Friedrichsthal 1838 y 1840).6

En 1838 Friedrichsthal propuso al canciller del Estado, Clemens Lothar Metternich, un proyecto de expedición científica a América, tomando como punto de partida el estudio de la construcción de un canal interoceánico por Nicaragua, para el cual solicitó un subsidio que completase la parte de los gastos de viaje que pondría de su peculio. Su posición social y su formación académica le permitieron obtener la suma de 3,000 florines y el título de agregado diplomático en la delegación austriaca en los Estados Unidos. En contraparte, se comprometió a enviar con frecuencia informes al gobierno en Viena que abordasen los tópicos políticos, comerciales, sociales y técnicos de los países que visitase.

Para tal efecto tomó rumbo hacia Francia, donde se reunió con el barón von Humboldt, quien pasaría a ser su protector y que le proporcionó los primeros consejos para la realización de la aventura americana. En París, el reputado viajero alemán le informó que Frederick von Waldeck había encontrado varias ruinas en la selva de Yucatán y que acababa de aparecer publicado su ensayo Malerische und archäologische Reise in die Provinz Yucatán und zu den Ruinen der Itzá (1838). Asimismo, es muy probable que el propio Humboldt lo haya entusiasmado a empezar su viaje científico por Nicaragua en busca de definir los trazos de un posible paso interoceánico, pues en 1835 éste había sido contactado por Mercher, antiguo oficial napoleónico y representante de los intereses holandeses en Centroamérica para que usase su influencia de renombrado hombre de ciencias a fin de que alguno de los gobiernos europeos financiase el proyecto canalero.7 De Francia, Friedrichsthal pasó a Inglaterra e Irlanda, en donde probablemente se embarcó hacia a América a finales de octubre de 1838.

 

Destino Nicaragua

Las observaciones meteorológicas que Friedrichsthal realizó durante el recorrido en barco hacia Nicaragua, y luego publicó,8 indican que las inició el 16 de noviembre de 1838 a la altura de las islas Canarias, para concluirlas el 20 de abril de 1839 en el pueblo de Acoyapa, en la zona de Chontales, luego de haber recorrido el río San Juan, puerta de entrada al gran lago de Nicaragua (mapa 1). Todo indica que su misión era atravesar el territorio nicaragüense y alcanzar el litoral Pacífico después de haber explorado las dos posibles vías interoceánicas que el sistema fluvial y lacustre permitían. Dos años antes, la República Federal de Centro América había firmado un convenio para tal efecto con el ingeniero inglés John Bailey, representante de la Casa Barkley, Richardson & Cia., pues tanto europeos como norteamericanos estaban conscientes de que la apertura de una ruta canalera marcaría un vuelco en las relaciones geopolíticas mundiales.9

Ahora bien, los datos geográficos que contienen sus conferencias de Londres y París indican que si bien en la primera mitad de 1839 Friedrichsthal prestó atención a las dos posibles vías interoceánicas: la del estrecho de Rivas y la del Golfo de Fonseca —que necesitaba la realización de esclusas en el río que une los lagos de Nicaragua y Managua—, pronto dio preferencia a recorrer el interior de Nicaragua estudiando las áreas indígenas de chontales y nicaraos.

Friedrichsthal comenzó, así, por poner al servicio de la arqueología americana sus conocimientos científicos y un agudo sentido de la observación. Sus notas arqueológicas se detienen en el estudio de la región chontal, en torno a Acoyapa, de donde extraería un monolito de piedra volcánica decorado con una figura humana y varias zoomorfas, que remitió a Viena vía el río San Juan y, luego, Panamá. El monolito fue depositado en el Kunsthistorisches Museum bajo la referencia XIII/56 con la anotación de procedencia "Yucatán", pero actualmente se encuentra en el Museum für Völkerkunde en Viena, Austria (figura 1). Uno de los investigadores de este museo, el doctor Karl Antón Nowotny, retomando anotaciones sobre las esculturas no mayas hechas anteriormente por los arqueólogos Karl Sapper, Francis B. Richardson y Franz Termer,10 y comparando la estela de Friedrichsthal con las existentes en Nicaragua y Costa Rica, llegó a la conclusión de que la misma era de origen chontal.

Pero, donde más se detuvo fue en la isla de Ometepe, un año antes de que el estadounidense John L. Stephens la visitara. Para el viajero austriaco era notoria la semejanza que las piezas arqueológicas de ambas áreas tenían con los "antiguos mexicanos".11 En cambio, Stephens no repararía en ello, pues se concentró en dar mayores detalles sobre los cálculos topográficos hechos por Bailey destinados a la construcción del canal interoceánico, posiblemente por el gran interés que su país mostraba en imponer su hegemonía a los recién independizados países hispanoamericanos.12

Seguidamente, Friedrichsthal se embarcó hacia California sin que sepamos el motivo de su curiosidad científica, pero los desórdenes políticos de México en ese momento lo hicieron desistir, optando por volver sus pasos hacia El Salvador y Guatemala. En este último país visitó las ciudades de Antigua y Nueva Guatemala y sus alrededores (Mixco). A falta de información más precisa, tomando en cuenta la inexistencia de datos en sus notas sobre Chiapas y la existencia de datos sobre el litoral Caribe yucateco, deducimos que para emprender su planeado viaje a los Estados Unidos tomó la vía por el Golfo Dulce (Izabal) pasando por La Habana, Cuba.

Según Fischer-Westhauser, durante el segundo semestre de 1839, Friedrichsthal viajó a Nueva Orleans y luego a Washington para presentar sus credenciales ante el gobierno estadounidense. Seguidamente se dirigió a la ciudad de Boston, donde conoció al famoso escritor William Hickling Prescott, con quien previamente había intercambiado correspondencia. Prescott le informó sobre las intenciones de Stephens de viajar a Centroamérica, Chiapas y Yucatán, y le dio una carta de recomendación dirigida a ángel Calderón de la Barca, embajador de España en México.13

De inmediato viajó a Nueva York con el objeto de conocer al ya afamado Stephens, quien lo apoyó en su plan de viaje a Yucatán y le recomendó que se procurase una cámara para hacer daguerrotipos, el genial invento que ese año Louis Daguerre había puesto en el mercado occidental. Éste compró el diseño francés "acromático", del que realizó pruebas con John William Draper, profesor de química en la Universidad de Nueva York y que venía experimentando con la nueva tecnología fotográfica.14 Indudablemente estas entrevistas tuvieron que darse entre los meses de agosto y septiembre, pues el 3 de octubre de 1839 Stephens se embarcó para Centroamérica vía Honduras Británicas (actualmente Belice), tocando suelo en la entonces colonia inglesa el 22 de octubre, para luego dirigirse a Izabal con rumbo a la Nueva Guatemala, permitiéndole iniciar su encuentro con el mundo maya al visitar, acompañado del dibujante Frederick Catherwood, Quiriguá y Copán.

 

Viaje a Yucatán: la magia del daguerrotipo

Luego de varios meses de vivir en Estados Unidos, Friedrichsthal se embarcó en julio de 1840 con dirección a Honduras Británicas, de donde intentó viajar a pie hacia Yucatán vía Bacalar. Sin embargo, luego de haber recorrido más de 100 kilómetros, fue asaltado y se enfermó de malaria, por lo que tuvo que hacer marcha atrás.15 De nuevo en Bacalar, se dirigió a Mérida, vía el puerto de Sisal. Luego visitaría la ciudad de Valladolid y exploraría los sitios arqueológicos de Uxmal, Aké y Chichén Itzá; el de Izamal no lo pudo visitar por impedírselo el dueño de la hacienda donde estaba ubicado. Como se ha mencionado, aunque lo había hecho anteriormente Waldeck, el viajero austriaco volvería a medir y a describir Uxmal. Sin embargo, sería el primero en hacerlo en el caso de Chichén Itzá, tal y como reconocería el propio Stephens en Incidents of Travel in Yucatán cuando narra su estancia en aquel sitio. Se refiere explícitamente a su rival austriaco recordando que si bien su compatriota John Burke, director desde 1835 de una fábrica de textiles en la ciudad de Valladolid, había estado en estas ruinas en julio de 1838:

Dos años después, en 1840, el barón Friederichstahl visitó aquellas ruinas, siendo el viajero alemán [sic] el primero que las dio a conocer al público de Europa y los Estados Unidos, y ahora que se ofrece debo decir que esta visita del barón fue emprendida en virtud de una recomendación que le hice al volver de la interrumpida jornada de exploración que hice entre las ruinas de Yucatán, concluido mi viaje a Centroamérica.16

La vida de Friedrichsthal se va a confundir en el tiempo, el recorrido y los objetivos científicos con la de explorador estadounidense, produciendo envidias mutuas, al estar conscientes de que peleaban la primacía de sus descubrimientos ístmicos en Estados Unidos y Europa. El hecho de que el austriaco, además de los dibujos que realizaba, se valiese de un daguerrotipo de reciente invención para documentar sus investigaciones, le daba una ventaja sobre el segundo, quien pese a haber comprado un aparato, no se pudo valer de él por razones técnicas. Esto le impidió ser el primer explorador en fotografiar objetos mayas. Tampoco sería el primero en utilizar la fotografía en Yucatán.

Sin mencionarlo explícitamente, Stephens escribió en las páginas de su libro, la siguiente referencia a la pionera labor fotográfica de Friedrichsthal:

Trajimos de nosotros un daguerrotipo, del cual solamente había aparecido en Yucatán anteriormente una mala muestra. Desde entonces se habían hecho grandes mejoras al instrumento y teníamos motivo para creer que el nuestro era uno de los más acabados. Habiendo adquirido la certeza de que nosotros tendríamos bastante que hacer en esa línea, nos resolvimos a ser retratistas de señoras en el daguerrotipo.17

El propio Friedrichsthal fue el primero en reconocer que había enfrentado problemas en el dominio de la técnica del daguerrotipo en una zona como la peninsular, debido a la existencia de tanta luminosidad, que lo obligaba a hacer tomas muy temprano o muy tarde, además de la incomodidad para mantener en pie de forma estable el aparato fotográfico por las grandes corrientes ístmicas de aire.18 Sin embargo, los ejemplares que se conservan de él muestran una buena calidad a pesar de lo novedoso del sistema utilizado. En la actualidad tan sólo conocemos dos de sus daguerrotipos, pertenecientes a la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena. Los trasladó a esa capital europea el viajero alemán Carl Bartholomaeus Heller a raíz de su visita a Yucatán en 1847.19

Estos dos daguerrotipos representan una pieza arqueológica de la colección de los padres Camacho (figura 2) y la vista de una calle de la ciudad de Campeche, en la intersección de "Iturbide" y "Comercio"20 (figura 3). Según la Dra. Fischer-Westhauser, quien ha identificado los daguerrotipos, el brasero antropomorfo es típico de Mayapán, del período postclásico. De hecho, hay que subrayar que se trata de las primeras fotografías que se conocen de un artefacto maya y de esta ciudad portuaria. El biógrafo de Stephens, Victor Wolfgang von Hagen, señalaba a Friedrichsthal como el primero en haber tomado daguerrotipos de las estructuras mayas de Yucatán. No obstante, el paradero actual de estas imágenes se desconoce.21

Friedrichsthal había llegado a la ciudad de Campeche a finales del mes de marzo o a principios de abril de 1841. En sus páginas del Museo Yucateco —editado por Justo Sierra O'Reilly— se lee que poco después de establecerse en esa ciudad ofreció sus servicios para realizar con el daguerrotipo retratos de medio cuerpo por un valor de seis y ocho reales, según el tamaño, a la vez que presentaba una exposición de las tomas que había hecho de las ruinas yucatecas, por la que cobraba dos reales la entrada.22 Esta visita fue comentada más tarde por el viajero escocés, William Parish Robertson, quien anotó que un "artista" había arribado a la ciudad unos años antes con el propósito de hacer "semejanzas" por medio de daguerrotipos.23 Asimismo, explica que en esta ciudad el austriaco estableció relaciones con los conocidos padres Camacho, quienes habían hecho "investigaciones muy curiosas sobre los indios" y tenían una "copiosa colección de ídolos, hachas, venablos y otros instrumentos de pedernal...".24

 

Friedrichsthal y el periódico Museo Yucateco

Friedrichsthal estableció una estrecha relación científica con Justo Sierra O'Reilly, ante quien expuso el 18 de abril de 1841 su teoría en torno a la idea de que los constructores de todas las ruinas mayas pertenecían a "una raza caucásica en apariencia", por los rasgos físicos de las esculturas encontradas en Palenque, las cuales seguramente observó en las láminas de Waldeck, así como por las que él había estudiado, dibujado y fotografiado en los sitios arqueológicos yucatecos antes mencionados. Según su explicación una "raza" con grandes conocimientos matemáticos y arquitectónicos, cultivadora de granos y que venía del norte huyendo de enemigos poderosos dominó al pueblo aborigen que la había antecedido en el poblamiento peninsular, esclavizándolo. Por ello, no podía descartarse el origen tolteca que comúnmente se le atribuía a los mayas, sobre todo si se tomaban en cuenta elementos propios del período histórico en que se produjeron tales desplazamientos.25 A su vez, el viajero austriaco señalaba que las ruinas evidenciaban el "magnífico sepulcro de un pueblo que fue", señalando con ello que los habitantes indígenas contemporáneos a él no le parecían necesariamente sus descendientes. El 20 de abril Sierra O'Reilly lo invitó a que pusiese dichas tesis por escrito, tarea que realizó al día siguiente y que el Museo Yucateco publicó bajo el título "Sobre los que construyeron los edificios yucatecos y sus antigüedades".26

Este escrito de Friedrichsthal no dejó indiferentes a los peninsulares, pues a lo largo de las páginas del primer tomo del Museo Yucateco, Justo Sierra y los otros editores reprodujeron comentarios que hacían referencia a lo dicho en él. En el primero de ellos, "Importancia de un Museo de antigüedades", a la par que el editorialista (posiblemente el propio Sierra) llamaba la atención del estado de Yucatán y de los yucatecos en general sobre la necesidad de conservar las riquezas arqueológicas, adjuntaba un párrafo de una carta que el viajero austriaco había remitido desde Uxmal, en el cual se apuntaba que en América habían pocas capitales prehispánicas que tuviesen un diámetro urbano tan extendido, pues alcanzaba cinco o seis leguas de circunferencia, lo que demostraba un alto grado de civilización, además de que sus edificaciones que exigieron mano de obra esclava.27

Sin embargo, lo más interesante de este intercambio de ideas resultan ser las notas que sobre el tema de la arqueología remitieron varios lectores. En la primera de ellas, "Antigüedades del país", un colaborador anónimo recordaba que apenas había templos, casas y haciendas que no hubiesen sido construidas sustrayendo piedras de las ruinas y los montículos, a la vez que apoyaba fervientemente la idea de construir un museo, pues para desgracia de los yucatecos, los mayas habían perdido en el tiempo su historia.28 En un "Un paseo por las ruinas de Uxmal", otro autor anónimo apuntaba que dicha ciudad demostraba la grandeza de sus constructores, evidencia que echaba por tierra a los detractores de los pueblos americanos originarios como eran los autores Pauw, Raynal y Robertson, a la vez que daba crédito a la tesis defendida por Friedrichsthal sobre la clara influencia tolteca en las ciudades mayas.29 Finalmente, en "Ruinas de Chichén Itzá. Invocación", firmada con las iniciales J. J. H. —que correspondían al poeta vallisoletano Juan José Hernández—, éste señalaba que el viajero austriaco había mandado a limpiar las ruinas de Chichén Itzá con el propósito de fotografiarlas sin el estorbo de los árboles y la maleza.30

Por la narrativa de Hernández sabemos que Friedrichsthal realizó una excavación en el piso del Templo Superior de los Jaguares, pero sólo encontró unas "medallas de barro". En otro momento, se introdujo —forrado de pieles de venado para protegerse de los animales venenosos— en el túnel que atraviesa el edificio denominado "El Caracol", y allí descubrió "puntales" de madera que servían de contrafuertes. El estado de conservación de los puntales, dinteles y vigas de zapote (Achras zapota), le permitió adelantar la hipótesis de que habían sido realizados hacia los años 1100 a 1200 de nuestra era. Pero Hernández consideraba que tal fecha se quedaba corta, pues si se tomaba en cuenta el período de construcción que requirió cada edificio desde el comienzo de la edificación de Chichén Itzá, se llegaría a un inicio de la ciudad entre los años 600 y 700 de nuestra era. Para concluir, ponía en guardia a los yucatecos con el fin de evitar que los investigadores extranjeros dañasen las ruinas por el afán de hacer excavaciones y extraer piezas que luego se apropiaban, haciendo una alusión clara a nuestro personaje.

 

La rivalidad con John L. Stephens

Si bien por sus intercambios e intervenciones públicas Friedrichsthal había acaparado el interés de la intelectualidad yucateca, pronto la publicación de Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán habría de alterar los factores. Los graves problemas de salud obligaron al científico austriaco a dejar Yucatán a finales de abril o principios de mayo de 1841, embarcándose con destino a los Estados Unidos justo cuando Stephens entraba desde Chiapas a tierras yucatecas para llegar a Mérida a inicios del mes de junio. Al caer enfermo su compañero de exploración, el dibujante Frederick Catherwood, las circunstancias provocarían que únicamente tuviese tiempo de visitar las ruinas de Uxmal, de las que dejó a su vez una descripción en su obra. El 24 de ese mes zarpó para Nueva York, llegando allí una semana después. De inmediato entregó el manuscrito a la editorial Harper and Brothers, que a mediados de agosto lo imprimió y sacó a la venta.

Poco tiempo después Justo Sierra se procuró un ejemplar, traduciendo en cuatro entregas varios fragmentos de los capítulos 23 a 25 del segundo volumen de Incidents para publicarlos en las páginas del Museo Yucateco por estar éstos relacionados con la descripción de las ruinas de Yucatán hechas por Stephens e ilustradas por Catherwood. Ya con anterioridad el periódico había señalado lo difícil que era procurarse las obras editadas en el extranjero sobre la Península, al punto que la de Frederick von Waldeck, Voyage pittoresque et archéologique dans la Province d'Yucatan (Amérique Centrale) pendant les années 1834 et 1836, editada en París en 1838, aún no era conocida en Mérida ni en Campeche. Sin embargo, el hecho de que Sierra tradujese a Stephens y que fuesen tiradas múltiples ediciones del libro en Estados Unidos, vino a cambiar la situación, cayendo Friedrichsthal paulatinamente en el anonimato.

Llama la atención que, aunque Sierra hubiese prometido más entregas de la obra del norteamericano, nunca llegó a publicar el capítulo 26, donde Stephens expuso su teoría sobre el origen de los constructores yucatecos. Afirmaba que éstos eran los antecesores de los mayas actuales y que habían dejado de habitar las ruinas poco antes de la conquista o por efecto de esta misma. Por tanto, dichos monumentos habían sido construidos por las "razas" que ocupaban el país en la época de la invasión de los españoles o por algunas no muy lejanas de sus progenitores. Se fundaba para decirlo, en primer lugar, en la apariencia y condición de las mismas ruinas y, en segundo, en lo que decían las propias crónicas españolas.31 De esa forma, su tesis se oponía abiertamente a la de Friedrichsthal.

Sin embargo, ambos compartían la idea de que los habitantes yucatecos contemporáneos habían sufrido una "degeneración histórica",32 al punto que terminaron por salir de la Historia al no haber sabido conservar la civilización de sus antecesores. Para Friedrichsthal, ésta era el resultado de la desaparición en el tiempo de esa sorprendente "raza caucásica", mientras que para Stephens era consecuencia natural e inevitable de la despiadada política española que había destruido radicalmente todos sus recuerdos antiguos. Una idea que compartían los intelectuales yucatecos, para quienes los constructores tampoco eran mayas, al insistir que los actuales indígenas no habían guardado memoria del pasado glorioso y de los conocimientos científicos de la civilización clásica maya.

Con la aparición del Registro Yucateco en 1845, a su editor Justo Sierra O'Reilly le pareció oportuno repetir "cierta correspondencia curiosa que otra vez dimos a luz en el Museo Yucateco" y volvió a publicar tanto la carta que él le había escrito a Friedrichsthal solicitándole poner por escrito su ensayo "Sobre los que construyeron los edificios yucatecos y sus antigüedades", como el texto integral del mismo. Lo hacía por considerar que, en ese momento, la teoría del barón ya les parecía "absurda a muchos" yucatecos, a la vez de que, cuando se trata de "ilustrar un punto de la naturaleza del presente, es necesario resignar a escuchar la opinión de todo el que guste emitirla..."

Sin embargo, Sierra O'Reilly consideró oportuno agregar una nota introductoria intitulada "Reflexiones sobre las ruinas de Yucatán", que daba inicio con una cita del colaborador Manuel Francisco Peraza sobre la catástrofe que significaba para una nación el que hubiesen visto perecer las obras de sus antepasados y la "memoria de lo que fueron". Es decir, apuntaba aquél, "la suerte de los edificios antiguos del país y, aún más todavía, de la situación abyecta en que hoy se encuentran las razas primitivas que los erigieron".33

En 1874 el historiador estadounidense Hubert Howe Bancroft mencionó el trabajo de Friedrichsthal a lo largo del capítulo que redactó en el cuarto tomo de The Native Races sobre las antigüedades yucatecas, citando en numerosas ocasiones el artículo aparecido en Nouvelles annales des voyages. En la nota 2 del mismo, referida a los exploradores de la Península en la primera parte del siglo XIX, Bancroft los presentó empezando por Waldeck, Stephens y Catherwood, Norman y, finalmente, Friedrichsthal. A pesar de este orden, tomando en cuenta la nota aparecida en el Registro Yucateco, llegó a la conclusión de que la visita del austriaco había antecedido a la de los norteamericanos, pues tenía fecha de 21 de abril de 1841. Como se ha visto, se trataba de la reedición del ensayo "Sobre los que construyeron los edificios yucatecos y sus antigüedades", pero que esta vez había aparecido sin título, dando la impresión de ser una carta.

Bancroft caracterizó el trabajo de Friedrichsthal como ligero en su descripción y con una interpretación que contenía muchas "divagaciones especulativas" acerca del origen de las ruinas. No obstante, en varias ocasiones citó las medidas que éste tomó de los edificios en Uxmal y en Chichén itzá, comparándolas con las que fueron publicadas por otras exploradores de la época. Por último, aunque reconocía a Friedrichsthal como una autoridad sobre las ruinas de Chichén Itzá, mantuvo su parecer de que la descripción del sitio que publicó Stephens en 1843 resultaba la más acabada hasta esa fecha.34

A lo largo del siglo XIX el debate sobre el origen de los antiguos pobladores de Yucatán seguía en pie como tema sin resolver. En 1881 Joaquín Rejón redactó un editorial en La Revista de Mérida donde lamentó el avance que habían hecho los historiadores en la materia, y volvió a preguntar: "¿Por quiénes fue poblada la Península yucateca? ¿Por los cartagineses, o por los toltecas?"35 Asimismo, en 1894, el célebre historiador campechano Gustavo Martínez Alomía retomó en la Península el debate en torno a las teorías que Stephens y Friedrichsthal tuvieron acerca del origen de los monumentos mayas. Lo hizo en el contexto de una narración de un viaje que realizó a las ruinas de Hochob, Campeche. El historiador rechazaba el argumento del norteamericano de que los mayas contemporáneos eran descendientes directos de los mayas clásicos, pues para él, si bien los indios yucatecos habían podido perpetuar algunas ceremonias prehispánicas por medio de una tradición de usos y costumbres, eran incapaces de recordar quiénes habían levantado los edificios antiguos. También rebatía la noción de Stephens de que algunas ciudades mayas estaban ocupadas durante la época de la Conquista, argumentando en términos morganianos36 que los indios de Yucatán no habían alcanzado suficiente desarrollo cultural en aquel entonces para ser los herederos de la grandeza antigua. De hecho, ya en 1850, el propio Sierra rechazaba las tesis de Stephens en las notas que puso a lo largo de la traducción que realizó de Viaje a Yucatán, 1842 a 184337

En cambio, la teoría difusionista de Friedrichsthal le parecía correcta al intelectual yucateco, porque atribuía el origen de los monumentos a una civilización extranjera que arribó a una península decadente y degenerada. Según esta explicación, los indios peninsulares eran una casta aparte, inferior y al servicio de la raza tolteca.38 Es evidente que Martínez Alomía, como otros, se sumaba a la lógica negacionista del origen de los actuales mayas, la cual ha sido sustentada a partir de un insidioso prejuicio racial.

 

El regreso a Europa en busca de la gloria

En Nueva York, Friedrichsthal aprovechó para exponer sus daguerrotipos y dibujos, y en una charla que dio en el mes de agosto comparó los primeros con los dibujos de Catherwood que ilustraban la edición de Incidents of Travel, señalando que éstos adolecían de inexactitudes. A raíz de ello, el 24 de agosto el Journal of Commerce comentó que, en el caso de los monumentos de Uxmal existentes en la obra de Stephens y Catherwood, la comparación hacía que resultasen "defectuosos, imperfectos y diferentes de las impresiones [fotográficas]". De ahí que "ninguna idea clara podía formarse de la perfección del arte con el que estas estructuras están terminadas, como revelan los daguerrotipos".39 Nota que fue reproducida de inmediato por periódicos locales.40

Esta dura crítica motivó que Stephens se negase esta vez a recibirlo personalmente, y poco después, a inicios de septiembre, Friedrichsthal se embarcó rumbo a Londres. No volvería a tierras americanas. En su edición del 9 de noviembre de ese mismo año de 1841, el periódico oficial meridano, El Siglo XIX, reportó que Stephens y Catherwood habían desembarcado en Sisal para dar inicio a un segundo viaje de reconocimiento de los monumentos mayas. Luego de las críticas recibidas, resultaba un reto esforzarse por lograr aún más bellos dibujos y acuarelas de las mismas.

En la capital inglesa, Friedrichsthal dictó en la Royal Geographical Society una conferencia sobre las posibilidades de construcción del canal interoceánico, que fue reproducida por el Journal of the Royal Geographical Society of London bajo el título "Notes of Lake of Nicaragua and the Province of Chontales, in Guatemala",41 así como la carta geográfica "Map of Central America to illustrate the Papers of Captn. Bird Allen R. N., Alonso de Escobar and Chevr. Emanuel Friedrichsthal". Seguidamente, tomó rumbo hacia París, donde fue introducido por Humboldt en la Académie Royale des Inscriptions y Belle-Lettres. Allí impartió dos conferencias sobre sus observaciones en Yucatán, las que aparecieron publicadas de forma resumida en el mes de diciembre bajo el título "Les Monuments de l'Yucatán" en las páginas de Nouvelles annales des voyages, de la géographie et de l'histoire. El reseñador fue Jean-Baptiste Benoît Eyriès (1767-1846), geógrafo francés y uno de los fundadores de la Société de Géographie.42

En estas conferencias, sin insistir en el origen caucásico de los mayas como lo había hecho en el artículo publicado en el Museo Yucateco, Friedrichsthal defendió la hipótesis que había avanzado en Campeche en cuanto a que los constructores de las ciudades mayas pertenecieron a un pueblo originario que invadió la Península desde el norte y el este, huyendo de "un enemigo muy poderoso", pero que sometió a la población original del lugar. Para tal afirmación se basaba en el hecho que las piezas tan finamente esculpidas de los edificios fueron mal ensambladas por la multitud de trabajadores esclavos que se necesitaron para edificar tantas ciudades y monumentos.

A su vez, Friedrichsthal subrayó la alta calidad de las esculturas encontradas, las que calificaba de una "finura exquisita", siendo aun superiores las piezas de barro encontradas en las tumbas donde había realizado excavaciones. Su trabajo de reconocimiento, lleno de medidas y observaciones muy precisas, reparó en detalles como los colores (amarillo, azul, verde, rojo) todavía existentes en el interior de los edificios, así como de las terrazas que los contenían y la multitud de cúes (cerros artificiales) en sus alrededores.

Para él, a pesar de las variantes entre ciudad y ciudad, era sorprendente la unidad cultural que existía desde Copán y Quirigúa, pasando por Palenque, hasta Uxmal y Chichén Itzá. Una cultura que, sin embargo, no se extendía hacia el territorio comprendido del Golfo de Honduras al del Darién, en Panamá. A su juicio, esta unidad se expresaba en la simultaneidad con que las ciudades fueron levantadas, así como en la exactitud matemática de sus emplazamientos, la utilización de la técnica de construcción de plataformas para el levantado de las pirámides, la calidad de las figuras humanas esculpidas, el uso de madera tallada en los dinteles, y el uso de grandes bloques en la construcción de los edificios. Pero, a diferencia de que en estas tres primeras los bloques no tenían cemento que los uniese, en la mayor parte de los edificios yucatecos, éstos resultaban unidos por obra de la mezcla de mortero. Las tres primeras ciudades serían más antiguas que las dos últimas, siendo Palenque la que difundió el patrón cultural.

Finalmente, cabe señalar que Friedrichsthal fue severo en su juicio sobre la Colonia española por el hecho de haber destruido y permitido que los monumentos que sobrevivieron sufrieran tanto deterioro, al punto de que tal conducta había también terminado por incidir en el hecho de que en los mayas contemporáneos no subsistiese ninguna tradición relativa al "estado precedente de su patria", a la vez que consideraba que ningún contemporáneo particular tendría jamás el capital suficiente para investigar, desenterrar y descubrir los cientos de monumentos que se encontraban esparcidos por la península. Una tarea que le correspondía al Estado yucateco, pero sobre todo a las potencias europeas, ante las cuales elevaba un llamado de atención.43

Su estancia parisina fue breve, pues debido a su delicada salud, Friedrichsthal pronto tomó la dirección de su país. En Viena, cuando sus fuerzas se lo permitían, empezó a escribir su reporte al canciller Metternich. Entre otras cosas, le trasmitió sus impresiones de las ruinas, teniendo el cuidado de no poner demasiado detalles, pues tenía la intención de mostrarle "sus dibujos sacados con el método Daguerre", que servirían para ilustrar mejor la calidad de los edificios. A su vez, le solicitó una entrevista para mostrarle los daguerrotipos, pero antes de que ello ocurriese, la muerte lo sorprendió el 13 de marzo de 1842. Buena parte de los objetos que coleccionó durante los cinco años que duró su viaje americano llegaron a la capital austriaca después de su muerte, pero desgraciadamente fueron vendidos por su madre, por lo que no queda rastro de ellos.44

Sin embargo, han sobrevivido algunas notas fragmentarias en los archivos austriacos y, sobre todo, piezas arqueológicas y muestras botánicas mesoamericanas enviadas luego de poner fin a su viaje por Nicaragua y Guatemala. Éstas se encuentran mayoritariamente en los Museos de Historia Natural y de Etnología de Viena,45 aunque también existen en Munich muestras de musgos tomadas en suelo guatemalteco.46

Como ha concluido Ulla Fischer-Westhauser, tal destino favoreció el que Stephens y Catherwood no necesitasen compartir con él la fama de "descubridores" de las ruinas mayas de Yucatán.

 

Anexo

 

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Notas

1 Agradecemos a la Dra. Nicole Ooms sus observaciones a este ensayo y el apoyo brindado por la supervisión de la traducción del texto en francés.

2 Según Nowotny (1956: 104) existen tres notas necrológicas de época del barón Emanuel von Friedrichsthal, la aparecida en 1842 en Österreichischer Beobachter: 399-400, la de 1846 en Neuer Nekrolog der Deutschen, Weimar: 988, y la de Constant von Wurzbach, Biographisches Lexikon des Kaiserthums Österreich, 359-360. Todas ellas contienen inexactitudes.

3 Victor Wolfgang von Hagen, Maya Explorer. John Lloyd Stephens and the Lost Cities of Central America and Yucatán, 192, nota 12.

4 Justo Sierra O'Reilly, "El Museo de los Padres Camachos", 371.

5 Agradecemos doblemente a la doctora Ulla Fischer-Westhauser por habernos proporcionado su artículo: "Daguerreotypien aus México 1840-1841. Pioniere der Expeditionsfotografie", del cual hemos tomado datos muy importantes de la vida de Friedrichsthal, y por la revisión de los términos en alemán. Véase también: Waldeck, F. Von, Viaje pintoresco y arqueológico a la provincia de Yucatán, 1834y 1836.

6 Agradecemos a la doctora Viola König, directora del Museum Etnologisches de Berlín, el informarnos sobre los trabajos de Karl Antón Nowotny (1956 y 1961), que contienen datos muy valiosos acerca del viajero austriaco, así como al doctor Gerard van Bussel, curador de la sección mesoamericana del Museum für Völkerkunde de Viena, por enviarnos información sobre la estela Friedrichsthal que ahí se encuentra.

7 Felix Belly, Á travers l'Amérique Centrale. Le Nicaragua et le canal interocéanique, 72-75.

8 Friedrichsthal, "Geographical and Meteorological Observations...", 258-263.

9 Belly, op. cit., 66-67 y 81-83. John Baily, Central America; Describing each of the States of Guatemala, Honduras, Salvador, Nicaragua and Costa Rica...

10 Karl Sapper, Mittelamerika. Handbuch der regionalen Geologie; Francis B. Richardson, "Non-Maya Monumental Sculptures of Central America"; Franz Termer, "Die Mayaforschung" y "La investigación en la América Central".

11 Tanto los chontales como los nicaraos llegaron desde México.

12 John L. Stephens, Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, tomo I. Véase el capítulo 19.

13 Ulla Fischer-Westhauser, op. cit., 27 y 29.

14 Ibid.., 29.

15 Karl Antón Nowotny, "Ein zentralamerikanischer Monolith...", 107.

16 John L. Stephens, Viaje a Yucatán, 1841-1842, 466.

17 Ibid.: 55.

18 Emanuel von Friedrichsthal, "Les Monuments de l'Yucatan", 312-313.

19 Carl Bartholomaeus Heller, Viajes por México en los años 1845-1848.

20 Hoy calle 10 con 53 (agradecemos al ingeniero Huitz de Campeche, el habernos ayudado a ubicar la calle).

21 Victor Wolfgang von Hagen, op. cit., 193-194.

22 Anónimo, "El daguerrotipo" en Museo Yucateco. Periódico científico y literario, 160.

23 William Parish Robertson, 202-203.

24 Anónimo, "Teogonía de los antiguos", Museo yucateco. Periódico científico y literario, tomo I: 454-457, nota 1.

25 La definición de los toltecas como un grupo étnico o histórico es un error cometido por los investigadores, que no fue corregido hasta el siglo xx. Hoy día se sabe que los mexica usaban la palabra "tolteca" como un gentilicio para referirse a gente culta y, de esta manera, era un término genérico aplicado a todos los pobladores de Mesoamérica.

26 Emanuel von Friedrichsthal, "Sobre los que construyeron los edificios yucatecos y sus antigüedades", Museo Yucateco. Periódico científico y literario, tomo I, 178-182.

27 Anónimo, "Importancia de un museo de antigüedades", Museo Yucateco. Periódico científico y literario, tomo I, 117.

28 Anónimo, "Antigüedades del país", Museo Yucateco. Periódico científico y literario, tomo I, 185186.

29 Anónimo, "Un paseo por las ruinas de Uxmal, Museo Yucateco. Periódico científico y literario, tomo I, 195-196.

30 Juan José Hernández, "Ruinas de Chichén Itzá", Museo Yucateco. Periódico científico y literario, tomo I, 270-276.

31 John L. Stephens, Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, tomo II, 414-415.

32 Arturo Taracena, "La civilización maya y sus herederos. Un debate negacionista en la historiografía moderna guatemalteca", 43-55.

33 Justo Sierra O'Reilly "Reflexiones sobre las ruinas de Yucatán", 437-443. Este artículo contiene "Sobre los que construyeron los edificios yucatecos y sus antigüedades" de Emanuel von Friedrichsthal.

34 Hubert Howe Bancroft, The Natives Races, vol. 4, 140-285.

35 Joaquín A. Rejón, "Estudios históricos sobre Yucatán", 2.

36 Se refiere a las ideas de Lewis Henry Morgan (1818-1881), quien propuso que las sociedades se desarrollan según un orden universal de evolución cultural, de primitivo a moderno.

37 John L. Stephens, Viaje a Yucatán, 1841-1842.

38 Gustavo Martínez Alomía, Viaje Arqueológico a los Chenes, 36-40.

39 Anónimo, "Ruins in Central America", Journal of comerce, 2.

40 Anónimo, "Ruins in Central America", New Hampshire Sentinel, 1.

41 Emanuel von Friedrichsthal, "Notes of Lake of Nicaragua and the Province of Chontales, in Guatemala", 97-100.

42 Emanuel von Friedrichsthal, "Nouvelles annales des voyages, de la géographie et de l'histoire o Recueil des relations originales inédites", 291-314.

43 El 29 de enero de 1844, el conde de Saint Priest, editor junto a Humboldt y Chateaubriand, de la obra Antigüedades Mexicanas dirigió una carta al gobernador de Yucatán Miguel Barbachano solicitándole garantías para que una delegación arqueológica europea pudiese "estudiar en sus propios lugares las ruinas de Palenque y las demás antigüedades que les sean indicadas en Yucatán". Conde de Saint Priest, "Arqueología. Carta escrita por el conde Saint Priest, al Excm. Gobernador de este departamento", tomo I, 238-241.

44 Ulla Fischer-Westhauser, op. cit., 29-30.

45 Christa Riedl-Dorn, "Emanuel von Friedrichsthal", 343.

46 Hannes Hertel, y Annelis Schreiber, Die Botanische Staatssammlung München 1813-1988. Originalmente, las muestras de Friedrichsthal formaban parte del herbario de August von Krempelhuber, el cual se integró a la colección del Herbario Estatal de Munich. En el Herbario Nacional del Museo Nacional de los Estados Unidos, en Washington, se encuentran también muestras botánicas tomadas por él.

 

Información sobre los autores:

Adam T. Sellen: Véase el número 0 de esta revista. adamtsellen@gmail.com

Arturo Taracena Arrióla: Véase el número 0 de esta revista. ataracena@yahoo.com

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